Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte uno).
Esta es mi última historia. Acabo de terminar de escribirla. Espero que os guste y la disfrutéis.
Sabía que cosas así sucedían e incluso, había visto algunos vídeos, sobre todo con protagonistas asiáticos, en los que se iniciaban ó se mantenían relaciones sexuales en autobuses, aviones, barcos, metros y trenes pero nunca me había imaginado que pudiera sucederme a mí.
Me encuentro “felizmente” casado con Linda, una exuberante chica inglesa, alta, delgada, de cabello rubio y ojos verdes, que tiene seis años menos que yo y está dotada de unos excepcionales encantos físicos con los que poder satisfacer plenamente al varón más exigente y soy padre de dos niñas. Desde el día que la conocí me pareció que era una golfa ardiente y viciosa y unos días más tarde, al acostarse con ella por primera vez, pude verificar mi suposición. La encantaba que siempre tuviera la “salchicha”, que es como la gusta llamar al miembro viril masculino, gorda y tiesa; chuparme el capullo bien abierto y pasarme reiteradamente la lengua por la abertura; ver como, a medida que iba alcanzando la erección total, se me ponía inmensa; notarla en su interior y sentir como la punta llegaba a perforarla el útero con lo que su lubricación aumentaba considerablemente y sobre todo, que mis eyaculaciones fueran muy abundantes y largas. Me motivaba el hacerlo con ella y aunque nunca había echado más de dos polvos en la misma sesión, me acostumbré a soltarla la leche por tres veces, además de la extraordinaria meada que inexorablemente se produce pocos segundos después de mi segunda descarga, cada vez que me la podía cepillar. Como nuestro entendimiento y no sólo en la cama, era bueno no tardamos en plantearnos el vivir juntos pero Linda acababa de cumplir dieciséis años y sus padres, de inicio, se opusieron a nuestra convivencia hasta que, tras varios meses conociéndome, decidieron dar su consentimiento. Desde que comenzamos a vivir juntos la joven se entregaba a mí y se relajaba al máximo en cuanto se la “clavaba” lo que ocasionaba que consiguiera mantenerme sumamente excitado sobre todo cuándo, casi sin darse cuenta, se orinaba de autentico gusto mientras la estaba jodiendo. Pero ni ella tomaba precauciones ni a mi me gustaba usar condones por lo que, a cuenta de todos los polvos que la fui echando, acabé preñándola. En cuanto sus progenitores se enteraron nos hicieron contraer matrimonio antes de que se la notara el “bombo”. Nuestra actividad sexual continuó siendo frecuente e intensa hasta que nació la primera de nuestras hijas. A partir de entonces decreció bastante pero, a pesar de ello, seis meses más tarde la engendré a la segunda y después de parir, Linda decidió hacerse la ligadura de trompas para evitar que volviera a dejarla preñada aunque todavía no he llegado a comprender los motivos que la llevaron a tomar tal determinación puesto que, en los últimos años, nuestra vida marital no ha sido, precisamente, como para tirar cohetes.
A pesar de que disfruta como una autentica perra en celo y alcanza un montón de orgasmos, no me permite que se la enjerete vaginalmente más de dos veces al mes alegando que, al echarla tres polvos en cada sesión, la dejo exhausta y sumamente complacida para una semana pero cada vez que está cachonda la gusta, por la noche cuándo estamos en la cama, sacarme la leche meneándome la chorra mientras permanezco acostado de lado para facilitar que pueda restregar su zona vaginal en mi trasero ó boca abajo para permitir que se recree dándome por el culo con la inestimable ayuda de una braga-pene. Después de sacarme los dos primeros polvos y su oportuna meada la encanta que me dedique durante varios minutos a lamerla el ojete, a introducirla la lengua para efectuarla una limpieza del conducto anal y a hurgarla con mis dedos antes de que proceda a “clavársela” y follármela de una forma bastante bestial por el trasero hasta que, tras descargar en su interior, se la saco y acude apresuradamente al cuarto de baño donde, acomodada en el inodoro, se pasa un buen rato defecando. Creo que, con tal de evitar que la vuelva a hacer otro “bombo”, prefiere poner su culo a mi disposición, aclimatarse al sexo anal y a los múltiples “efectos secundarios” que esta práctica sexual ocasiona, sobre todo en forma de molestas y persistentes diarreas líquidas e irritaciones anales que, más de un día, la han impedido ponerse braga para evitar el roce y a que, cada vez que se la meto y la poseo por detrás, me gusta hacerlo de una manera un tanto bárbara.
Asimismo, la encanta aprovechar mi erección matinal para encerrarnos en el cuarto de baño, lugar que siempre la ha dado un morbo especial, en donde, mientras defeco ó me afeito y sin más ropa que la braga, se arrodilla entre mis abiertas piernas y después de catar mi primera micción del día, me la chupa hasta que la doy un buen “biberón” ó la mojo las tetas con mi copiosa lefa mientras que los fines de semana la agrada sobarme los huevos con el propósito de que me empalme a tope antes de “cascármela” lentamente hasta que, tras hartarse de chuparme el capullo y succionarme la abertura, consigue sacarme un par de polvos y la consiguiente meada unos días colocado a cuatro patas, lo que la permite lamerle el ojete y hurgarme en su interior con uno ó dos de sus dedos mientras no deja de recordarme lo cabrón y cerdo que soy y consigue hacer que llegue a anhelar que me extraiga la leche y otras de pie delante del espejo del lavabo.
No obstante, no me puedo quejar puesto que, a cuenta de mi actividad laboral, conozco y tengo que relacionarme con un montón de féminas y entre tantas siempre surge alguna guarra ardiente, fácil y liberal con la que puedo llevar a cabo ciertos escarceos además de mantener contactos sexuales, cada vez menos ocasionales, por un lado, con Andrea, una bella y esbelta joven soltera de cabello rizado dotada de un magnífico par de tetas, un soberbio culo por el que “traga” de maravilla y una abierta y jugosa raja vaginal, que trabaja como recepcionista en el acogedor, coqueto y discreto hotel al que suelo acudir con mis conquistas para poder tirármelas en un plan mucho más íntimo y siente una especial predilección por la ropa ceñida y los sujetadores, ligueros y tangas de color rojo, a la que la encanta que hagamos un exhaustivo y largo sesenta y nueve antes de cabalgarme y de metérsela hasta el fondo colocada a cuatro patas y por otro, con Inés y Soraya, dos atractivas, elegantes y un tanto pijas compañeras de trabajo, que, asimismo, se encuentran “felizmente” casadas y son madres de niños de corta edad que me suelen comentar que, de vez en cuando, las sienta de maravilla “echar una canita al aire” sobre todo cuándo al varón, como es mi caso, se le marca un buen “paquete” en el pantalón; se le mantiene dura y tiesa; está dotado de un cipote más grueso y largo que el de sus respectivos maridos y sus eyaculaciones son más abundantes. Las agrada ver como la minga se me pone inmensa al alcanzar la erección total; que las demuestre una vez tras otra mi virilidad echándolas varios polvos, acompañados en su caso por sus oportunas meadas, en cada una de las sesiones que mantenemos y que me muestre dominante e intransigente para conseguir que me ofrezcan su culo en pompa con el propósito de poder meterlas el nabo por el trasero con bastante asiduidad cosa que a sus maridos, aunque no dejan de intentarlo, no les permiten hacer mientras que a mí lo que más me excita es poder masturbar a una de ellas mientras me cepillo a la otra ó que, aunque no participe activamente, nos mire y nos acaricie. Soraya lleva puesto el DIU desde que, hace algo más de año y medio, parió a su, de momento, única hija por lo que la penetro “a pelo” y descargo con libertad en el interior de su almeja mientras que Inés, al no tomar precauciones y temer que la preñe con la misma facilidad que a mi esposa, controla sus periodos de fertilidad durante los cuales la gusta prodigarse más en “cascármela” y chupármela y no me permite eyacular dentro de su chocho obligándome a extraerla el miembro viril cuándo estoy a punto de “explotar” para que la suelte la leche en la zona pélvica y las piernas ó en las tetas y la cara aunque lo que más me gusta en estos casos es encontrarme a Soraya abierta de piernas para que, en cuanto se lo saco a Inés, se lo “clave” a ella y descargue casi de inmediato en su interior.
C o n t i n u a r á