Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte tres).
Esta es mi última historia. Espero que os guste y la disfrutéis.
Mientras sentados en una de las mesas de una cafetería cercana dábamos debida cuenta de un combinado típico del país, me explicó que Ingrid era de ascendencia nórdica y que se había desarrollado a una edad temprana. Como era una autentica preciosidad no tardó en verse asediada por los chicos que pretendían y algunos con éxito, “meterla mano”. En cuanto se enteró de que la almeja de las mujeres servía para algo más que para mear, descubrió que la resultaba muy placentero “hacerse unos dedos” en la cama al acostarse por la noche y comenzó a abrirse de piernas para permitir que los chicos que la acosaban la masturbaran mientras la sobaban y mamaban las tetas con la condición de que, después, la enseñaran el pene y los huevos que les sobaba hasta la saciedad antes de proceder a “cascarles” el miembro viril, en lo que rápidamente adquirió una gran experiencia, extrayéndoles la leche con celeridad puesto que la inmensa mayoría de ellos eran de eyaculación precoz.
Cuándo finalizaba el curso escolar y desde que era pequeña, tenía la costumbre de trasladarse al municipio en el que residían sus abuelos maternos donde, siendo aún una cría, mantuvo sus primeras experiencias sexuales serias. La gustaba darse largos paseos por un bosque cercano en compañía de su nutrido grupo de amigas, la mayoría de más edad que ella, que, poco a poco, la fueron convenciendo para que, cuándo a ellas las apeteciera, se desnudara y permitiera que mientras una la mamaba las tetas, otra la lamiera el ojete y metiéndola la lengua, la efectuara una buena limpieza del conducto anal al mismo tiempo que buscaba restos de sus evacuaciones y otra la sobara, masturbara y comiera el chocho pero dejándola siempre próxima al clímax lo que ocasionó que protestara. Sus amigas la indicaron que no tenía derecho a disfrutar de un orgasmo hasta que se acostumbrara a mear y cagar delante del grupo por lo que la chavala, que pasaba más tiempo en bolas que vestida cuándo estaba con ellas, tuvo que aprender a retener la orina y la mierda para, colocándose a cuatro patas, poder complacerlas antes de permitir que la magrearan y la obligaran a tumbarse boca arriba sobre la hierba para enseñarlas como se “hacía los dedos” por la noche en la cama. A sus amigas las agradaba ver como, a medida que se acercaba al clímax, Ingrid era incapaz de mantener su culo quieto sobre la hierba y que lo levantaba continuamente. Como solía ponerse muy “burra” con aquello alcanzaba el orgasmo con bastante rapidez por lo que sus acompañantes la animaban a continuar diciéndola que no tenía que conformarse con disfrutar de uno cuándo podía alcanzar más. En cuanto llegaba al tercero, que era intenso y largo, volvía a mearse de autentico gusto y acababa con el coño empapado en “baba” vaginal que la goteaba y se iba introduciendo en su ojete.
Aquello funcionó durante aquel verano y parte del siguiente hasta que una tarde un matrimonio de edad avanzada las pillaron “in fraganti” en plena faena y a pesar de que el hombre pareció mostrarse sumamente complacido mientras contemplaba a Ingrid desnuda y con la seta sumamente caldosa, la fémina las recriminó el que se sintieran atraídas por esas guarradas y aunque no lo hizo, las amenazó con dar debida cuenta de lo que estaban haciendo a sus familias. La joven, bastante molesta, consideró que si se había visto involucrada en aquella incomoda situación era por culpa de sus amigas y se enfadó con ellas.
Varias semanas después estaba paseando sola por el campo cuándo se encontró con un hombre maduro amordazado y atado de pies y manos totalmente desnudo a un cerramiento metálico. Su primera reacción al verlo fue la de liberarle de las ataduras pero, al aproximarse más a él y fijarse, se dio cuenta de que se encontraba dotado de una apetecible picha de buenas dimensiones y pensó que aquella podía ser una magnífica oportunidad para conocer a que sabía el miembro viril masculino y lo que se sentía al chupárselo por lo que, después de tocarle tanto la pilila como los huevos hasta que se le puso muy tiesa, se arrodilló delante de él y se la mamó con lo que el hombre, al cabo de unos minutos, eyaculó con todas sus ganas en su boca. Mientras Ingrid recibía la leche y sin necesidad de tocarse, llegó al clímax.
Cuándo le liberó la dijo que se llamaba Peter, la hizo sentarse frente a él y tras conseguir que se abriera de piernas con el propósito de poder “meterla mano” y sobarla, la explicó que, pocos meses después de contraer matrimonio, se había visto obligado a hacerse cargo de Alice, una de sus cuñadas, que estaba postrada en una silla de ruedas desde que, a los quince años, sufrió un grave accidente cuándo viajaba con un amigo en la motocicleta de este. Para colmo su esposa comenzó a mostrarse de lo más estrecha y remilgada en sus relaciones sexuales y sólo le dejaba metérsela y follársela en presencia de su hermana que les observaba con un inusitado interés mientras le acariciaba la masa glútea y los huevos. Su cónyuge, en cuanto consideraba que tenía que estar a punto de descargar, le obligaba a extraérsela para que fuera Alice la que, meneándosela, se encargara de sacarle la leche.
Al fallecer su esposa pensó que su cuñada era la persona idónea para darle satisfacción sexual y aunque a la hembra la complacía el poder “cascársela” por la mañana antes de iniciar su jornada laboral y al acabar de comer, el hombre quería más y un día, antes de acostarse, la llevó al cuarto de baño y procedió a orinar delante de ella. En cuanto acabó de expulsar la micción y a pesar de la manifiesta oposición inicial de la mujer, la metió toda la pirula en la boca y la obligó a realizarle una felación para que se fuera acostumbrando a chupársela y a recibir la leche en su garganta. Una vez que Alice se habituó a comérsela por la noche pensó que, tras una buena mamada, no había nada mejor que una penetración por lo que, a pesar de que la fémina no se mostraba muy dispuesta a poner el “arco del triunfo” a disposición de su cuñado, Peter la acostaba en la cama, la desnudaba, la abría todo lo que podía las piernas, la sobaba, se echaba sobre ella, se la “clavaba” y se la tiraba durante varios minutos ya que le resultaba bastante costoso eyacular por segunda vez en un corto periodo de tiempo. Después de mojarla con su descarga le agradaba permanecer acostado sobre ella y con el pito introducido en la húmeda almeja de Alice que, complacida, le prodigaba toda clase de caricias por lo que la mayoría de los días se quedaba dormido antes de que, al ir perdiendo la erección, el miembro viril abandonara la “cueva” vaginal de su cuñada. Pero el pasar la noche junto a ella ocasionó que por la mañana se despertara empalmado por lo que prefería volver a cepillársela a que le hiciera la paja habitual al mismo tiempo que la enseñaba a hurgarle enérgicamente en el ojete con sus dedos para facilitar que tuviera que evacuar al levantarse. Aquello se repitió un día tras otro y fue tanta la leche que la echó en aquellas relaciones más ó menos consentidas que, finalmente, la dejó preñada y Alice comenzó a darle los hijos, todos varones, que no había tenido con su cónyuge y en cinco años la hizo cuatro “bombos”.
Pocos meses después de parir a su cuarto hijo la fecundó por partida doble. Aquel embarazo resultó complicado y difícil desde el primer momento por lo que hasta los médicos que la atendieron no estaban muy seguros de que pudiera llegar al parto. Cuándo Alice comenzaba a lucir un “bombo” impresionante se complicó más al juntársela un montón de cosas y pocas semanas más tarde falleció a cuenta de la importante retención de líquidos que sufría desde que se quedó paralítica y que terminó encharcándola los pulmones. Su familia que, hasta entonces, no se había preocupado de ella y había consentido su relación empezó a hacerle la vida imposible y al enterarse de que, pocos días después de enterrar a Alice, había comenzado a acostarse con la hija de una vecina le habían hecho ir contra su voluntad hasta ese lugar en el que le desnudaron, le ataron de pies y manos al cerramiento metálico, le amordazaron, se llevaron su ropa y le dejaron bajo un sol de justicia con la polla bien tiesa.
C o n t i n u a r á