Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte siete).
Séptima parte de mi última historia. Espero que os guste y la disfrutéis.
No tardé en despedirme de él, dejándole en la cafetería y volví a salir al exterior donde me di cuenta de que mi hotel se encontraba situado al otro lado de la ciudad por lo que, como había hecho por la mañana para desplazarme hasta allí, intenté localizar un taxi que me llevara de regreso pero, al ser una hora punta, todos pasaban por delante de mi ocupados. Pasados unos minutos decidí volver en alguna de las líneas de autobuses más ó menos urbanos que pasaban por allí. Como no conocía demasiado bien aquella capital me subí al primer vehículo que llegó a la parada que estaba realizando un recorrido circular por lo que pensé en utilizarlo hasta llegar a algún lugar desde el que podía trasladarme a pie hasta el hotel. Pero me encontré con el autobús lleno de gente que trabajaba en aquella zona industrial y regresaba a sus domicilios al terminar su jornada laboral. Como pude conseguí avanzar hasta la mitad del vehículo. El autobús siguió cubriendo su ruta y mientras permaneció en aquella zona subieron más viajeros sin que descendiera ninguno por lo que las apreturas, parada tras parada, se fueron incrementando para acabar como autenticas “sardinas en lata”.
Pensé que el vehículo no iba a poder aguantar mucho tiempo con tanto peso pero en la primera parada que hizo al llegar a la zona urbana se bajaron una docena de personas con lo que, al menos, los que quedamos en su interior pudimos respirar un poco más desahogados y sin tener que inhalar el sudor de los que se encontraban a nuestro lado. En aquella parada sólo subió y bastante precipitadamente, una atractiva joven que, abriéndose paso a codazos, llegó hasta mi posición y dándome la espalda, se colocó delante. Era alta y delgada, tenía el cabello claro, ocultaba sus ojos tras unas gafas oscuras e iba vestida con una destellante blusa larga en tonalidad gris metalizado que la dejaba los hombros al descubierto y que, al llevarla por fuera, cubría una corta falda vaquera. Físicamente se parecía mucho a Ingrid por lo que durante unos instantes pensé que era ella pero con el pelo teñido y distinta ropa lo que ocasionó que me empalmara pensando en lo mucho que podía haber disfrutado si hubiera tenido la ocasión de cepillármela. A pesar de que, a cuenta de las apreturas, la parte delantera de mi cuerpo no dejaba de rozarse con la trasera del de la chica no ocurrió nada hasta que el conductor del autobús cogió una curva a más velocidad de la debida y perdí el equilibrio lo que ocasionó que, sin poder evitarlo ni pretenderlo, me echara sobre ella con lo que mi erecto cipote la golpeó en el trasero. En cuanto pude recuperar mi posición la pedí disculpas y la joven, volviendo la cabeza, me sonrió.
En la siguiente parada se bajó bastante más gente que la que subió lo que la chica aprovechó para apretarse un poco más a mí y al ponerse, de nuevo, el autobús en marcha comenzó a restregarse contra mí con el propósito de mantener, a través de nuestra ropa, su culo en contacto con mi minga. Pensando que aquello estaba sucediendo a cuenta de las apreturas intenté separarme un poco de ella pero apenas me podía mover y cada vez que lo intentaba se oprimía más por lo que opté por sacar el mejor provecho posible de aquella situación y me decidí a “restregar cebolleta” mientras ella, para ponerme a tono, echaba su trasero hacía atrás intentando mantenerlo más apretado a mí. Dejando caer al suelo el maletín que llevaba en la mano derecha, coloqué mis manos en su cintura y me sujeté a ella con intención de, mientras se dejara, irlas subiendo despacio hasta llegar a sus tetas pero, en ese momento, sonó mi teléfono móvil. Como pude lo saqué del bolsillo y atendí la llamada. Mientras estaba hablando me acordé de que en algunas ocasiones había usado aquel aparato para, colocándolo debajo de su falda, poder obtener fotografías de la entrepierna y de la prenda íntima que llevaban puesta las hembras por lo que, al acabar de hablar, activé la cámara, lo mantuve unos segundos debajo de la corta falda de la joven y saqué varias instantáneas para ver lo que la ropa de aquella preciosidad ocultaba. La mayoría de las imágenes que logré me agradaron mucho ya que me permitieron observar que se encontraba dotada de un precioso, prieto, redondo y terso trasero y que llevaba un tanga en tonalidad verde oscuro con transparencias en el que se la marcaba una abierta y amplia raja vaginal lo que, sin dejar de “restregar cebolleta”·, me animó a comenzar a tocarla la falda con mis manos haciendo intención de ir subiéndosela para poder verla directamente el tanga. Como la joven no hizo nada para evitarlo, en cuanto conseguí mi propósito decidí dejar de frotarme con ella para introducir mi mano derecha por debajo de la falda con lo que pude tocarla el tanga y entrar en contacto directo con su masa glútea que la sobé durante unos minutos al mismo tiempo que, agarrando la parte superior trasera de su prenda íntima y tirando de ella hacia arriba, fui logrando que la presionara y frotara la seta con lo que, evidentemente, la joven se entonó.
Un poco después se lo bajé ligeramente y al hacerlo, ella abrió instintivamente las piernas con lo que facilitó que mi mano pudiera llegar hasta su depilada almeja que encontré sumamente caldosa. Se la sobé y como la joven con sus movimientos me incitaba a más, me decidí a masturbarla, al principio con dos dedos y luego con tres al mismo tiempo que la chupaba y lamía los lóbulos de las orejas y la besaba en el cuello, lo que sabía que encantaba a la mayoría de las mujeres y las ponía la “carne de gallina”, con lo que, enseguida, su respiración se volvió mucho más agitada y rápida y comencé a escuchar los gemidos que denotaban la proximidad de su orgasmo que se produjo pocos segundos más tarde. Resultó tan intenso que la joven se vio obligada a cubrirse la boca con su mano para que las personas que se encontraban a nuestro alrededor continuaran tan impasibles como hasta entonces y no se percataran de lo que estaba sucediendo. Solamente una fémina madura se volvió, nos miró y muy decidida, subió la falda a la joven con lo que vio que la estaba masturbando y que el chocho estaba empapado en la “baba” vaginal de la chica que, ajena a todo, continuó incitándome a seguir lo que hice encantado en cuanto la hembra volvió a bajarla la falda, me sonrió y recuperó su posición inicial pero esta vez, al mismo tiempo que la masturbaba, la apreté con la mano izquierda el coño mientras la masajeaba con el dedo gordo el clítoris con lo que logré que, al estar tan salida, llegara, de nuevo, al clímax con gran celeridad.
Su lubricación era perfecta pero aumentó tras su segundo orgasmo con lo que su “baba” vaginal empezó a gotear y a depositarse en el tanga. Sin esperármelo y mientras la masturbaba de una forma más enérgica, al mismo tiempo que la mantenía presionada la seta y la masajeaba el clítoris, se orinó al más puro estilo fuente echando una cantidad impresionante de pis que, tras pasar por su prenda íntima, fue formando un buen charco en el suelo. En esos instantes me hubiera gustado encontrarme situado delante de ella en vez de detrás para agacharme y beberme su apetecible, exquisita y larga micción. Una vez más, fue la mujer madura la única que se percató de lo que sucedía y por la forma en que miró a la joven, llegué a pensar que se conocían ó que sentía tanta envidia que ardía en deseos de que se lo hiciera a ella. Mientras los últimos chorros de la micción iban saliendo al exterior y se deslizaban hasta el suelo a través de sus piernas, la chavala giró su cabeza y tras decirme que nunca había pasado tanta vergüenza como cuándo había empezado a mearse, me ofreció su boca. En cuanto junté mis labios a los suyos nos besamos apasionadamente con lengua bajo la atenta observación de la mirona. Después la joven me pidió que la sacara los dedos para poder subirse el tanga y que me bajara en la siguiente parada.
C o n t i n u a r á