Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte once).

Undécima y última parte de la penúltima historia que he escrito. Espero que os haya gustado y la hayais disfrutado.

Cuándo reaccioné me levanté, me limpié con el mismo pañuelo que había utilizado ella que luego deposité en una papelera, me vestí, recogí el sujetador y el tanga que guardé en los bolsillos de mi americana y tras localizar un taxi, en esta ocasión sin el menor problema, regresé a mi hotel. Al llegar me di cuenta de que lo único que sabía que aquella joven era su nombre pero me encaminé a la recepción para preguntar si se estaba celebrando algún desfile de modelos a lo que me contestaron que aquella misma tarde había finalizado uno de lencería y ropa íntima femenina con lo que no tardé en enterarme de que, por la mañana, había desfilado Helga, que en el mundo de las pasarelas usaba el nombre de Heidi y que era una de las modelos más cotizadas en ese tipo de eventos en varios países. Les pregunté que si podían enterarse del hotel en el que estaba alojada para enviarla unas flores a lo que me contestaron negativamente ya que, al ser famosa, la reservaban habitación en dos ó tres y luego, se alojaba en otro distinto para evitar a los “paparazzis” que siempre estaban detrás de ella lo que me hizo pensar que había subido al autobús en el que nos conocimos para poder darles esquinazo y que, mientras la estaba masturbando, se dio cuenta de que la mirona a la que tanto interés tenía en despistar al bajarnos de aquel vehículo la había reconocido.

Aquella noche no pude dormir pensando en Helga. Mi cipote se mantenía muy duro, gordo, largo y tieso y me llegué a poner tan caliente que, a pesar de que no me agrada recurrir a las denominadas “profesionales del sexo” puesto que considero que existe el suficiente número de hembras salidas con las que poder hacerlo gratis y sin compromiso, a las tres de la mañana me puse en contacto telefónico con la recepción del hotel para pedirles que me buscaran compañía femenina con la que poder pasar el resto de la velada. La recepcionista que me atendió me dijo que lo iba a intentar pero que no podía prometerme nada ya que, a aquellas horas, era bastante complicado localizar y encontrar libre a alguna de las fulanas a las que el hotel solía llamar cuándo algún cliente requería sus servicios para poder satisfacer sus necesidades sexuales. Me acordé, de repente, de que cerca de allí había visto un sex shop que permanecía abierto toda la noche y como cerca de ellos siempre solía haber alguna prostituta, no esperé a la respuesta de la recepcionista, me levanté de la cama y desazonado y empalmado, me vestí rápidamente y salí a la calle en busca de una fulana. Lo avanzado de la noche y que, después de haber caído tres cuartos de hora antes una ligera llovizna, la temperatura hubiera refrescado hizo que la única oferta con la que me encontré fuera la de una joven mestiza que, además de no tener demasiados encantos físicos y lucir un espléndido “bombo”, no se ajustaba en lo más mínimo a mi ideal de mujer con la que mostrarse de lo más entonado en la cama puesto que era menuda, para mi gusto estaba un poco obesa y su culo era algo más voluminoso de lo que a mí me agrada. Como no había más para escoger no me quedó más remedio que acercarme a ella que, con un acento que me pareció cubano, se ofreció a pasar conmigo el resto de la velada siempre que me comprometiera a no penetrarla por vía vaginal para no causar ningún daño al crío que estaba engendrando y la enseñara la minga puesto que había cogido la costumbre de no acostarse con ningún hombre que no estuviera convenientemente dotado. En cuanto se la mostré se quedó con la boca abierta y me indicó que muy pocas veces había visto ninguna tan inmensa. Después me la tocó repetidamente y poniéndose en cuclillas, me lamió los huevos antes de proceder a “cascármela”. Me encontraba tan salido que no me importó que me la meneara en plena calle. Me sacó la lefa con celeridad y mientras observaba como la echaba, en espesos y largos chorros, me dijo:

- “Papito, vaya pedazo de nabo tienes y la cantidad de leche que estás echando” .

En cuanto terminé de eyacular y sin dejar de “cascármela” un momento la joven me dijo que por veinte Euros me chuparía aquel excepcional pene en la habitación de mi hotel hasta que no diera más leche. Una vez que me mostré de acuerdo con su propuesta, me lo dejó de menear y después de obligarme a pagarla por anticipado sus servicios, coloqué mi erecta picha dentro del calzoncillo y del pantalón y regresé con ella al hotel. Por el camino aproveché para introducir mis manos por debajo de la falda de la joven, que me dijo que se llamaba Claudia, con el propósito de poder tocarla la masa glútea y a través del tanga, la raja del culo, el ojete y su abierta y amplia raja vaginal.

Una vez en la habitación del hotel, nos desnudamos y nos acostamos en la cama. Al igual que en la calle, Claudia no tardó en conseguir que la diera el primer “biberón” mientras me la chupaba por lo que, para que aquello no fuera demasiado rápido, me recreé sobándola durante un buen rato lo que no impidió que, a pesar de que la segunda descarga tardó un poco más en producirse, a la medía hora de iniciar nuestra actividad sexual la joven recibiera en su boca el segundo “biberón” y esta vez acompañada de una de mis intensas y largas meadas. Después la hice ponerse a cuatro patas y me dediqué a sobarla la seta mientras la lamía el ojete, la metía mi lengua para hacerla una limpieza bastante exhaustiva de las paredes réctales y la forzaba el orificio anal con un par de dedos con intención de dejarla preparada para poder hacer con ella lo que no me había sido posible hacer con Helga, es decir, darla por el culo. Su perfecta dilatación anal hizo que se la pudiera “clavar” sin el menor problema y aunque Claudia no acababa de hacerse a las dimensiones de mi pilila, al sentirla dentro de su trasero comenzó a apretar sus paredes réctales contra mi miembro viril mientras me animaba para que la diera tralla y se movió adecuadamente. Al ver que “tragaba” de maravilla por detrás me eché sobre su espalda y la mantuve bien apretadas sus tersas y voluminosas tetas mientras iba sintiendo como, a cuenta del continuo golpear de mis huevos en su raja vaginal, la joven se ponía bastante “burra” y expulsaba unos cortos pero muy frecuentes chorros de pis con los que me mojaba los huevos y me mantenía de lo más excitado. Pero, como el descargar dentro del culo de una fémina y más después de haberla echado dos polvos en la boca, llevaba su tiempo me recreé poseyéndola por detrás hasta que, sintiendo un intenso gusto, “descargué” con todas mis ganas en su interior. La enculé un poco más pero la joven me dijo que estaba a punto de mearse y de cagarse lo que me obligó a detenerme para que la pirula, que se había quedado encajada en su intestino, perdiera parte de su erección y poder extraérsela lo que hice y de golpe, cuándo se estaba orinando con lo que, meándose y con la caca apareciendo por su ojete, se dirigió al cuarto de baño en donde, entre una sonora colección de pedos y sensaciones anales bastante gratas, estuvo un buen rato defecando. Cuándo regresó me volvió a chupar el pito mientras la sobaba la almeja y la hurgaba con mis dedos en el ano hasta que se me puso inmensa y de nuevo, la hice colocarse a cuatro patas para volver a enjeretarla mi polla por el ojete con intención de poseerla durante un rato más mientras disfrutaba con sus frecuentes pérdidas urinarias y observaba que con mis envites sus tetas y su “bombo” no paraban un momento quietos. Cuándo conseguí “explotar” por segunda vez dentro de su culo la eché otra gran cantidad de leche y unos segundos más tarde, me meé. Una vez más hubo que esperar a que el rabo perdiera parte de su erección para poder sacárselo y permitirla que pudiera dirigirse al cuarto de baño en el que, una vez más, pasó varios minutos evacuando. Estaba tan cansado que, mientras esperaba que volviera a la cama, me quedé dormido.

Me desperté cuatro horas más tarde. Hacía tiempo que había amanecido y la fulana, después de ducharse, había abandonado mi habitación dejando en el cuarto de baño su tanga de color negro impregnado en mierda. Lo deposité en la papelera, me duché, me afeité, me vestí sin prisas y recogí todas mis cosas para llegar al aeropuerto con el tiempo justo para tomar el avión en el que tenía que regresar y en el que, en un periódico, vi una fotografía de Helga exhibiendo un conjunto de lencería blanco con liguero y tanga con el que estaba irresistible. Observando la imagen me puse sumamente “burro” y comencé a imaginarme a cada una de las guapas y sensuales azafatas del avión luciendo un conjunto como aquel lo que hizo que, al llegar a mi domicilio y a pesar de su oposición inicial, me cepillara con verdaderas ganas a Linda a la que, por primera vez, se la “clavé” por delante y por detrás en la misma sesión echándola cuatro polvos y dos meadas. Mientras me recuperaba me di cuenta de que en las últimas veinticuatro horas había logrado echar la nada desdeñable cantidad de dieciocho polvos, por lo que salía casi a uno por hora y seis meadas.

Desde entonces soy uno de los más fieles y leales admiradores de Helga intentando estar al día de donde se encuentra, de donde desfila, de quien se la puede estar follando y de sus últimos escándalos, que creo que forman parte de una estudiada campaña para promocionarla más tras haber logrado hacerse con un importante contrato para publicitar en televisión ciertos productos de una firma internacional de cosméticos, como el pillarla en bolas en un probador sobando el chocho a dos admiradoras mientras estas la sacaban varias fotografías con sus móviles; en una piscina en top less y mamando las tetas a una de sus colaboradoras al mismo tiempo que mantenía su mano derecha introducida en la braga del bikini de su acompañante ó el haber contraído matrimonio en secreto con un chico muy joven al que había conocido un par de semanas antes y al que había dejado de lo más caliente la noche de bodas en la que, según ciertos comentarios, después de ponerle la tranca bien tiesa, se levantó de la cama y se fue a pasar la velada a un local de ambiente lesbico con un grupo de azafatas y modelos. Puedo creerme, aunque lo pongo en duda, que sea bisexual y que se haya casado en secreto, cosa que parece ser cierta, pero a lo que no puedo dar crédito es a que dejara a su recién estrenado esposo con la verga bien tiesa y se fuera ya que, con lo ardiente, golfa y viciosa que es, lo normal es que, además de haberle efectuado unas exhaustivas “catas” desde el momento en que se conocieron para comprobar su virilidad, esa noche le hubiera estrujado hasta lograr vaciarle los huevos. Aunque lo he intentado, no he conseguido volver a coincidir con ella en ninguno de mis posteriores viajes y a pesar de que Andrea, Inés, Soraya y en menor medida Linda, continúan encargándose de cubrir mis necesidades sexuales pero sin sobrepasar los cuatro polvos por sesión y aceptando de buen grado que nos lamamos mutuamente el ojete, que nos efectuemos todo tipo de hurgamientos anales y que con nuestra lengua nos limpiemos las paredes réctales, aún conservo la ropa interior de Helga y el recuerdo de la excepcional e intensa tarde que pasé a su lado.

F I N