Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte ocho).

Octava parte de mi última historia. Espero que os guste y la disfrutéis.

Hice lo que me había dicho e incluso me dio tiempo a chuparme los dedos bien impregnados en su “baba” vaginal antes de que, siguiéndola, descendiera del autobús lo que, asimismo, hizo la mirona. Al desconocer cuales eran las verdaderas intenciones de aquella fémina decidí seguir las distintas indicaciones que iba recibiendo de la chica hasta que conseguimos darla esquinazo al entrar en un lúgubre, maloliente y tétrico callejón en el que la joven me dijo que se llamaba Helga, que era alemana y trabajaba como modelo para una conocida firma de lencería, ropa íntima y de baño femenina con la que estaba participando en unos desfiles promocionales. Después se quitó las gafas para que pudiera ver sus bonitos ojos y nos volvimos a besar apasionadamente en la boca con lengua mientras, metiendo mis manos por debajo de su falda, la agarraba con fuerza de la masa glútea para obligarla a mantenerse bien apretada a mí mientras volvía a restregarme con ella, a través de nuestra ropa, pero intentando que, esta vez, llegara a notar como mi erecto nabo se frotaba en su abierta y jugosa almeja con lo que no tardó en indicarme que lo estaba sintiendo gordo y tieso y que parecía demandar el echar una gratificante y placentera lechada a lo que la respondí que ardía en deseos de que fuera ella la que me la sacara.

Pero como aquel lugar, con la desagradable “fragancia” que se percibía en el ambiente, no era el más idóneo para ello, Helga me cogió de la mano y me hizo acompañarla hasta la parada de otra línea de autobús en la que me aseguró que no nos íbamos a encontrar con apreturas como así fue puesto que, en cuanto el vehículo llegó y nos subimos a él, sólo estaba ocupado por el conductor y cinco viajeros de los que cuatro eran parejas. Cuándo pasé junto a la primera de ellas, de mediana edad, observé que la hembra, con la falda levantada y la braga colgando de su tobillo izquierdo, se cubría pudorosamente la zona pélvica con su bolso mientras el varón, al que se le marcaba un buen “paquete” en el pantalón, la sobaba el chocho con intención de ir poniéndola “burra” a base de hacerla echar flujo. Pensé que se trataría de una pareja de amantes ó de amigos que, dejando de lado a sus respectivos cónyuges, pretendía darse satisfacción sexual y que el hombre estaba intentando poner a su acompañante lo suficientemente salida como para que se decidiera a solventar su “calentón”. Cerca de ellos pero al lado opuesto otra pareja, esta de jóvenes, se estaba “metiendo mano”. Helga, al ver que me detenía al llegar a su altura y que mantenía mi mirada fija en ellos, me indicó que a aquella línea se la conocía como la de “la lujuria y la pasión” porque, a cuenta de su largo recorrido y de su baja ocupación, muchas parejas la utilizaban para poder sobarse a conciencia y follar sin prisas y sin demasiada gente a su alrededor. Me dejó observar como el chico se abría el pantalón y se bajaba el calzoncillo para sacar al exterior sus atributos sexuales que su pareja se apresuró a sobarle mientras él introducía su mano por debajo de la falda de la joven que, levantando ligeramente el culo del asiento, le permitió que la bajara el tanga y la subiera la falda con intención de poder mirarla la raja vaginal mientras se la magreaba. Comenzaban a llegar hasta mí los característicos “aromas” que el miembro viril masculino y el coño femenino van adquiriendo a lo largo del día al mismo tiempo que empezaba a ser perceptible el agradable sonido de la “baba” vaginal de la joven, que acababa de empezar a “cascarle” el pene a su pareja y parecía estar dispuesta a sacarle la leche con una celeridad impresionante, cuándo Helga me obligó a continuar hasta el fondo del autobús en donde me hizo abrirme de piernas y colocarme mirando al exterior a través de la ventana antes de proceder a bajarme lo suficiente el pantalón y el calzoncillo para dejarme al descubierto la picha, los huevos y parte del culo. Después de mirarme con detenimiento los atributos sexuales, que no dudó en catalogar de excepcionales, me los sobó más que a conciencia y procedió a menearme la pilila al mismo tiempo que me acariciaba la masa glútea, mantenía su mirada fija en mi abierto capullo y me pasaba su dedo gordo de manera casi constante por la abertura haciendo una muy ligera presión. Me encontraba tan excitado que, a pesar de que Helga quería que aquello durara, la leche salió rauda y veloz, en espesos y largos chorros y con tanta fuerza que, además de en la chapa del autobús, se depositó en el cristal de la ventana.

La joven me dijo que resultaba evidente que ardía en deseos de soltarla ya que había eyaculado con mucha rapidez pero que estaba impresionada por la gran cantidad de lefa que había echado y por la fuerza con la que me había salido lo que denotaba que estaba muy cachondo. Mientras me la continuaba “cascando” me comentó que la extrañaba que, después de mi copiosa y larga descarga, la pirula se mantuviera dura, gorda, larga y tiesa por lo que me preguntó que si me apetecía que me extrajera más leche. La respondí afirmativamente con la cabeza y la chica dejó de meneármela para sobarme durante unos instante los huevos antes de hacer que me girara hacía ella que, poniéndose en cuclillas delante de mí, me pasó varias veces su lengua por la abertura y se metió el pito entero en la boca. Después de impregnarlo en su saliva, me chupó el capullo y me succionó la abertura al mismo tiempo que me acariciaba los huevos con lo que consiguió darme un gusto tremendo. Mientras se esmeraba en efectuarme una felación que me resultara sumamente placentera, introdujo su mano izquierda por debajo de su falda y procedió a acariciarse la seta a través del tanga antes de meter dos dedos por un lateral de la prenda íntima con intención de masturbarse. Como sabía que si Helga sabía mantenerme excitado era capaz de echar varios polvos aunque cada vez mis eyaculaciones iban a tardar más en producirse, observé como me la mamaba mientras pensaba en que, con la intensidad con la que se estaba masturbando, llegaría al clímax antes de que “explotara” en su orificio bucal como así sucedió. Con su nuevo orgasmo la joven se excitó aún más y volviéndose a meter toda la polla en la boca, a pesar de que sus dimensiones la hicieron sentir ahogos y la produjeron algunas arcadas, buscó que la diera “biberón”. No tardé demasiado en complacerla, en cuanto volvió a dedicarse en exclusiva de mi capullo, ingiriendo la gran cantidad de leche que la solté entre evidentes muestras de agrado y satisfacción.

Como si supiera que iba a suceder así, la mantuvo dentro de su boca y sin dejar de chupármela esperó a que me meara para que, al igual que había hecho con mi semen, beberse íntegro mi pis. Después se dio unos segundos de respiro y siguió mamándome el capullo sin importarla que, enfrente, se acabara de colocar una pareja joven. El chico se apresuró a quitar la falda de su uniforme colegial y a bajar la braga hasta las rodillas a la chavala, que se dejaba hacer y nos miraba con evidente interés. Después se abrió el pantalón y extrayendo sus atributos sexuales se los mostró a su pareja que se los miró y procedió a “cascarle” el rabo mientras él la sobaba la almeja. La joven, aunque no parecía estar demasiado motivada, no tardó en sacarle la leche que, al igual que sucedió con la mía, expulsó en cantidad y con fuerza para depositarse en la zona pélvica y la parte superior de las piernas de la cría. En cuanto terminó de eyacular, la chavala dejó de menearle la tranca y tras rehusar besarle en la boca, le dijo que, al verle echar la lefa, la habían entrado unas ganas enormes de orinar con lo que el chico comenzó a mostrarse mucho más interesado en verla mear que en conseguir que alcanzara el orgasmo. Pocos minutos después y tras mantenerla presionada la vejiga urinaria desde el exterior, logró su propósito. Mientras veía a la joven hacer pis y Helga se esmeraba con su mamada manteniendo toda mi verga introducida en su boca, “exploté” y volví a darla “biberón” que, de nuevo, recibió entre visibles muestras de satisfacción.

En cuanto acabé de echarla la lefa dejó de chupármela para volver a meneármela con su mano mientras recobraba su respiración habitual y observábamos como el chico de la otra pareja procedía a “clavársela” vaginalmente a su acompañante tras prometerla que se la sacaría si llegaba a sentir el gusto previo a la descarga, la comenzaba a dar unos envites muy rápidos al mismo tiempo que la insultaba llamándola cerda, golfa, guarra y zorra y la ponía sus manos en la masa glútea para obligarla a mantenerse muy apretada a él.

Helga, en cuanto se recuperó, me hizo volver a colocar mi erecta chorra dentro del calzoncillo y cubrirlo con el pantalón para irnos a sentar. En cuanto lo hicimos, se subió hasta el cuello la camiseta y bajándose las copas del sujetador dejó al descubierto sus espléndidas y grandes tetas con intención de que se las viera, se las magreara y se las mamara sin olvidarme de lamerla los pezones y tirar de ellos con mis dientes para ponérselos bien erectos. Mientras me ocupaba de su “delantera”, la acaricié las piernas y como lo que más me interesaba era llegar a su parte superior interna, la chica las abrió todo lo que pudo para que, además de acceder a la zona que pretendía alcanzar, pudiera meter mi mano en su sumamente mojado tanga para volver a sobarla el chocho al mismo tiempo que con mi dedo gordo la mantenía presionado y la masajeaba el clítoris. Cuándo más entretenido estaba en ello la joven me indicó que había conseguido ponerla tan sumamente “burra” que estaba deseando que se la “clavara”, me la tirara a conciencia y la echara un montón de leche dentro del coño por lo que me preguntó que si me creía capaz de complacerla. La respondí que en ciertas ocasiones había estado tan sumamente excitado que me hubiera agradado continuar para comprobar hasta donde podía llegar mi potencia sexual pero que ninguna mujer me había permitido echarla más de cuatro polvos y dos meadas, para lo que necesitaba emplear más de una hora, con lo que la joven, al considerar que podía llegar a satisfacerla, me instó a que dejara de magrearla las tetas y la seta para ponerse bien la ropa y bajarnos de aquel autobús al llegar a una de las siguientes paradas.

C o n t i n u a r á