Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte nueve).
Novena parte de mi última historia. Espero que os guste y la disfrutéis.
Antes de abandonar el vehículo tuve tiempo para volver a recorrerlo observando que el número de viajeros había aumentado aunque sólo había tres parejas nuevas. Me dirigí, en primer lugar, hacía el fondo donde el chico de la pareja que había permanecido de pie enfrente de nosotros estaba dando unos envites impresionantes a su acompañante lo que me hizo suponer que se encontraba a punto de “explotar”. Unos segundos después descargó en el interior de la almeja de su amiga que se puso histérica al sentir que, en contra de lo que la había prometido, la estaba echando la leche dentro. La chavala le obligó a sacársela sin que hubiera acabado de eyacular y visiblemente enfadada, le recriminó lo que acababa de hacer mientras el chico parecía reírse de ella y no dejaba de insultarla. Les dejé discutiendo por algo que, inevitablemente, ya no tenía solución.
Después me dirigí hacía el lugar en el que se encontraba la pareja joven a la que había visto al subir al autobús a los que me encontré besándose apasionadamente. La chavala se había vuelto a vestir mientras el chico, con el pantalón y el calzoncillo en las rodillas, seguía luciendo su cipote, que se encontraba a media asta y con evidentes signos de haber soltado recientemente una lechada. Observé que en el suelo había un buen charco de pis y un condón de efecto retardante, de los que hacen presión en la base de la minga para que la eyaculación tarde más en producirse. Al acercarme a la pareja de mediana edad vi que la fémina, desnuda de cintura para abajo, le estaba efectuando una cabalgada anal al hombre que la acompañaba que la apretaba las tetas por encima de la ropa. Cuándo me puse poco más ó menos a su altura el varón la indicó que estaba a punto de eyacular por lo que la hembra se incorporó con rapidez para que el miembro viril abandonara su trasero y olvidándose de todo su pudor y recato, se puso de rodillas sobre el asiento y exhibiendo su caldoso chocho por el que no dejaba de salirla flujo y el culo con una soberbia “cueva” anal, procedió a chuparle el nabo mientras el hombre continuaba tocándola con una de sus manos las tetas a través de la ropa y la introducía hasta el fondo dos dedos de la otra en su dilatado ojete. Cuándo hizo presión con ellos la mujer se tiró un sonoro pedo y el hombre, tras llamarla cerda, comenzó a hurgarla. A la fémina sólo la dio tiempo a chuparle un par de veces el “instrumento” antes de que la diera “biberón” que debió de ser muy abundante puesto que, a duras penas, pudo ingerir toda la leche que la fue echando. La experiencia la debió de resultar tan agradable y satisfactoria que, cuándo estaba recibiendo los últimos chorros de lefa, se orinó de gusto saliéndola el pis con tanta fuerza que, aparte de que estuvo a punto de caerme encima, llegó a depositarse en los asientos situados enfrente de su posición. Después de la soberbia descarga de su pareja, la hembra le continuó chupando el pene mientras, con los hurgamientos anales que la estaba efectuando, la punta de los dedos del hombre entraba en contacto con la caca de la mujer. Aunque le indicó que estaba a punto de provocarla la defecación, el varón continuó hurgándola y la dijo que deseaba verla cagar mientras se esmeraba con su mamada.
Decidí finalizar mi recorrido observando a dos nuevas parejas muy jóvenes que permanecían de pie. El chico de la primera de ellas, con el pantalón abierto y ligeramente bajado, intentaba “clavar” su erecta picha, provista de un fino condón, a su pareja, una cría en edad escolar, que previamente se la había chupado y permanecía muy abierta de piernas, con el pantalón en los tobillos y la parte textil del tanga desplazada pero la diferencia de estatura entre ambos parecía hacer inviable que pudieran conseguirlo en aquella posición mientras que, a su lado, la chica de la segunda le efectuaba una felación a su pareja, que se encontraba dotado de una pilila impresionante y permanecía desnudo de cintura para abajo, intentando que no tardara en darla “biberón”. Al separarme de ellos me imaginé que cuanto más se acercara la noche más actividad sexual podría verse en el interior de aquella línea de autobuses.
En cuanto descendimos del vehículo Helga me ofreció la posibilidad de que me la cepillara en un ascensor ó al aire libre, a orillas de un río ó en un parque público. A pesar de que consideraba que dispondríamos de mucha más intimidad si me la follaba en la habitación de su hotel ó del mío y me daba mucho morbo el poseerla en un aparato elevador, tuve que acceder a tirármela en un parque después de que me explicara que la noche anterior había salido a dar un paseo con unas compañeras al terminar de cenar y al pasar por uno observó que disponía de un lugar escondido tras unos altos setos que resultaba de lo más idóneo para que una pareja pudiera retozar de una manera muy discreta. El desplazarnos hasta allí nos obligó a andar varios minutos por lo que dispuse de un tiempo prudencial para permitir que mis huevos repusieran leche y cuándo llegamos estaba anocheciendo por lo que casi no quedaba gente en él. La joven me llevó hasta la zona de setos altos de la que me había hablado y que acababa en la pared de un edificio, detrás de los cuales procedió a desnudarse para tumbarse, abierta de piernas, sobre la alta y bien conservada hierba que estaba muy limpia excepto en la zona más próxima a la pared en la que me encontré con varios condones usados, algunas prendas íntimas tanto masculinas como femeninas y señales bastante evidentes de meadas y cagadas recientes por lo que pensé que aquel lugar, además de para retozar, era usado como evacuatorio. Mientras observaba aquella zona llegó hasta mi olfato una “fragancia” no demasiado agradable propia de un elevado índice de amoníaco en la orina que me hizo volver a la posición en la que Helga permanecía tumbada. Mientras la joven me incitaba una y otra vez a que se la “clavara” para que la jodiera y la echara todos los polvos y el pis que me fuera posible, me desnudé. Después me tumbé sobre ella, la introduje la pirula hasta el fondo y comencé a moverme mientras Helga apretaba con fuerza sus paredes vaginales contra mi miembro viril, me decía que la encantaba notar como la hierba se la metía por el culo y se ocupaba de mantenerme abierto el ojete con sus manos diciéndome que, de esa forma, me resultaría más placentero eyacular. Me encontraba tan sumamente excitado que la eché el primer polvo con celeridad, a los pocos segundos de habérsela “clavado.” La chica me dijo que la había soltado la leche con tanta rapidez que no la había dado tiempo a comenzar a disfrutar por lo que me pidió que me la siguiera cepillando en aquella posición lo que hice encantado y más sabiendo que, en esta ocasión, la salida de mi lefa se iba a demorar lo suficiente como para permitirla llegar al orgasmo. Poco después de mi segunda descarga la eché en el interior del coño una soberbia meada sin variar nuestra posición inicial. Aunque a una minoría de las hembras a las que me había follado no las agradaba que osara hacerme pis dentro de ellas, a Helga, además de complacerla, la motivó aún más.
C o n t i n u a r á