Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte dos).
Segunda parte de la última historia que, de momento, he escrito. Espero que os guste y la disfrutéis.
Al desempeñar un cargo ejecutivo en una multinacional me veo obligado a realizar frecuentes viajes al extranjero. En uno de ellos tuve que asistir a un congreso que me resultó largo y tedioso. La intervención de cada ponente, que parecían no tener ninguna prisa por terminar, fue realmente extensa. Pero aquello cambió el último día cuándo, después de comer, nos reunimos en una amplia sala de juntas con los ejecutivos de la empresa en la que se había celebrado el congreso. Me habían informado de que, para dar una imagen más dinámica y juvenil, los directivos de la misma habían decidido que los cargos ejecutivos fueran ocupados por personas jóvenes pero nunca pensé que tanto. Aunque la reunión empezó siendo bastante aburrida, se hizo amena cuándo una escultural ejecutiva se puso de pie y después de decirnos que se llamaba Ingrid, nos habló de la estrategia comercial de la empresa. La joven, de poblado cabello rubio que llevaba recogido en forma de cola de caballo, era alta, delgada y estaba dotada de un físico impresionante. Llevaba puesto un ajustado y corto vestido de tipo marinero, a rayas blancas y rojas, en el que se evidenciaba que no usaba sujetador puesto que se la marcaban perfectamente sus voluminosas tetas y sus erectos pezones con lo que supo mantener de lo más embelesados a todos los varones que nos encontrábamos en la sala sin que y más de uno con la boca abierta, fuéramos capaces de apartar nuestra vista de semejante preciosidad mientras la chica se esforzaba para ilustrar sus palabras con múltiples gráficos e imágenes. Mi atención se mantuvo centrada, más que en su disertación, en su excepcional “delantera” y en su entrepierna esperando a que, con alguno de sus movimientos, tuviera que estirarse un poco y se la subiera su provocativo y sugerente vestido para poder ver que tipo de prenda íntima llevaba debajo pero tuve que esperar hasta que acabó su disertación momento en el que, al volver a sentarse, quedó al descubierto la parte inferior de un reducido tanga en tono rosa que Ingrid, tirando del vestido hacía abajo, se apresuró a cubrir para, a continuación, proceder a cruzar las piernas con lo que, a pesar de que podía admirar su precioso “muslamen” derecho, me impidió continuar deleitándome con la visión de su prenda íntima. Al finalizar la reunión me decidí a acercarme a ella para, con la disculpa de seguir hablando de la estrategia comercial de su empresa, invitarla a tomar un par de copas y a cenar con la pretensión de intentar pasar la velada nocturna en su compañía retozando en la habitación de mi hotel pero, cuándo conseguí aproximarme, me pidió que la disculpara puesto que tenía que acudir al cuarto de baño.
Como conocía que a aquella hora terminaba la actividad laboral en la zona industrial en la que se encontraba ubicada la empresa, decidí salir al exterior y esperarla. Veinte minutos más tarde la vi aparecer por la puerta. Me levanté de mi asiento y me dispuse a abordarla pero Ingrid se dirigió con paso ligero al lado opuesto del que me encontraba. La seguí mientras observaba lo bien que se la marcaba en el vestido su bonito culo y el tanga y cuándo estaba a punto de darla alcance se detuvo ante un coche que estaba aparcado cerca del acceso al garaje de la empresa. Después de abrir la puerta delantera derecha, la joven tiró hacía abajo del vestido lo que no evitó que, al introducir su pierna izquierda, se la subiera y volviera a quedar al descubierto la parte inferior del tanga por lo que se apresuró a entrar para, de nuevo, bajarse el vestido mientras se acomodaba en el asiento. Como el vehículo permaneció con las ventanillas abiertas pude observar que al volante se encontraba un hombre bastante maduro que me pareció que la recriminó su forma de vestir pero que no tardó en conseguir que levantara ligeramente el trasero del asiento para subirla el vestido por encima de la cintura con lo que pude verla todo el tanga que era tan fino que se la marcaba la abierta raja vaginal de la que se encontraba dotada así como un abultado clítoris y tan minúsculo que, prácticamente, solo la cubría el coño dejando al descubierto la parte alta de su arreglado “felpudo” pélvico que su pareja la acarició antes de hacer que se abriera de piernas y meter una de sus manos por un lateral de la prenda íntima para masajearla el clítoris mientras, sin dejar de insultarla, la pasaba repetidamente un par de dedos por la seta. Aunque la joven intentó permanecer indiferente, su cada vez más agitada respiración delataba que aquello la gustaba y que se estaba poniendo cachonda. En cuanto el varón observó que había mojado ligeramente el tanga dejó de sobarla lo que la hembra aprovechó para cerrar las piernas, colocarse bien la prenda íntima y volver a bajarse el vestido mientras el hombre, tras comentarla algo al oído, la chupaba y lamía el lóbulo de la oreja. Después se dieron un beso en la boca, se pusieron el cinturón de seguridad y se fueron. Me quedé sumamente sorprendido de que una chica tan atractiva y sensual como Ingrid hubiera podido liarse con un varón que la doblaba en edad e incluso, llegué a pensar que, a pesar de los tocamientos, podía tratarse de su padre.
Al volverme casi me llevo por delante a otro de los ejecutivos que había estado presente en la reunión y que, asimismo, la había estado observando. El hombre me sonrió y me dijo que, por lo visto, no era el único que se empalmaba cuándo se encontraba cerca de aquel bombón ya que resultaba evidente que también me gustaba pero que, aunque tuviéramos que reconocer que estaba “para mojar pan”, no se encontraba a nuestro alcance puesto que era bastante rara en el terreno sexual y sólo la complacía que se la “clavaran” hombres de edad, con dinero y a ser posible, que se hubieran casado varias veces para que tuvieran más experiencia.
Aunque, después de lo que acababa de ver y oír había perdido buena parte de mi interés sexual por Ingrid, aquel hombre parecía estar bien informado de la vida y milagros de la joven y en buena disposición de hablar largo y tendido sobre ella por lo que acepté su invitación para tomar una copa ya que, hasta la hora de cenar, no tenía nada mejor que hacer y podía permitirme pasar un rato, aunque al final fue más de una hora, con él.
C o n t i n u a r á