Mi inolvidable tarde con una modelo (Parte diez).

Décima y penúltima parte de mi penúltima historia. Espero que os guste y la disfrutéis.

Cuándo se la saqué la hice ponerse a cuatro patas para poder volver a metérsela vaginalmente y tirármela intercalando movimientos rápidos con otros sumamente lentos con lo que logré que sus tetas no pararan un momento quietas, que la chavala se meara y que, como me había sucedido con otras mujeres y aunque lo echara a chorros, su pis sólo pudiera salir al exterior cuándo mis movimientos de mete y saca lo permitían lo que hizo que la micción fuera tan sumamente intensa y larga que duró, prácticamente, hasta que me encontré a punto de descargar con lo que Helga, sin proponérselo, me mantuvo en tan elevado grado de excitación sexual que, después de disfrutar de un impresionante gusto previo, “exploté” con todas mis ganas en el interior de su seta. Al sentir caer a chorros mi leche se la estremeció todo el cuerpo y me indicó que estaba llegando al clímax de una forma tan continuada que nunca había logrado alcanzar un número tan elevado de orgasmos en tan poco tiempo y que jamás la habían echado tres polvazos tan seguidos. Pero, al ser ardiente y viciosa, Helga resultaba incansable por lo que, en cuanto la saqué el pito, se volvió a tumbar sobre la hierba y doblando sus piernas sobre ella misma se me ofreció otra vez indicando que la encantaba sentir mi descomunal polla en su interior y que me la estaba cepillando de maravilla por lo que no iba a parar hasta que no me quedara ni una sola gota de leche en los cojones. Aquella posición me permitió pasársela repetidamente por la raja del culo por lo que intenté y por dos veces, “clavársela” por el orificio anal pero la joven se revolvió para impedirlo y un tanto enfadada, me dijo que pudiendo disfrutar de su almeja no tenía que pensar en perforarla el ojete por lo que no me quedó más remedio que volver a introducírsela por vía vaginal. Helga se puso de lo más cachonda con el constante golpear de mis huevos en su masa glútea y suponiendo que mi cuarta descarga se iba a resistir puesto que cada vez tardaba más en eyacular al mismo tiempo que se incrementaba el gusto al soltar la leche, me animó a que me la follara con movimientos rápidos mientras movía sus piernas para hacer “la bicicleta” con lo que, además de atravesarla el útero por completo y que la punta de mi rabo llegara a estar en contacto con sus ovarios lo que la permitió aumentar aún más su lubricación, logró que no tardara demasiado en echarla el polvo más largo e intenso de aquella tarde que me hizo soltarla muy profundo al cruzar sus piernas sobre mi trasero con el propósito de poder mantenerme fuertemente apretado a ella y con toda la tranca introducida en su chocho. Unos segundos más tarde y mientras su “baba” vaginal no dejaba de gotear, la eché una soberbia meada llena de espuma.

Según estaba recibiendo mi micción sintió un orgasmo seco, que por la cara que puso no debió de resultarla demasiado agradable, después de haber alcanzado otro muy intenso mientras se sentía mojada por mi leche pero Helga me dijo que quería continuar y aprovechando que hacía tiempo que se había hecho de noche y era muy difícil que con la tenue iluminación que llegaba a nuestra posición la gente que pasaba por allí nos pudiera ver, decidió ponerse de pie y abierta de piernas de cara a la pared para recuperarse mientras permitía que me recreara durante un buen rato pasándola la verga por la raja del culo volviendo a hacer intención de metérsela por el ojete a lo que, una vez más, se opuso aunque me permitió que se lo lamiera, que se lo mantuviera bien abierto con mis manos favoreciendo que, al apretar, liberara alguna ventosidad y que metiendo mi lengua, la efectuara una buena limpieza del conducto anal lo que pareció encantarla. Después la hice modificar su posición para que se doblara con intención de, una vez más, “clavársela” vaginalmente. Durante varios minutos la di unos buenos envites al mismo tiempo que la magreaba las tetas hasta que la joven se volvió a mear y en cuanto acabó de soltar la orina, que salió al exterior con la misma lentitud que antes, me hizo sacarla la chorra para arrodillarse delante de mí y metérsela entera en la boca con intención de chupármela totalmente impregnada en su “baba” vaginal y en su pis lo que, asimismo, me pareció que la motivaba. Pero como el mantenerla introducida en su boca la llegaba a ahogar, optó por aprovechar la total erección de mi cipote para hacer que me tumbara boca arriba en la hierba y realizarme una cabalgada vaginal que me resultó memorable ya que derrochó una gran energía y todo su ímpetu hasta que consiguió que sintiera un gusto muy intenso y que, de nuevo, “explotara” con todas mis ganas dentro de su coño y la echara otra abundante y larga ración de leche.

En cuanto acabé de eyacular mi minga perdió ligeramente la erección lo que me hizo suponer que, después de haberla echado aquellos cinco soberbios polvos más los tres que me había sacado en el autobús, mis huevos necesitaban disponer de un periodo prudencial de tiempo para poder reponer leche. Helga, para la que mi pérdida de erección había pasado desapercibida, me continuaba cabalgando con movimientos circulares cuándo la indiqué que, seguramente, estaba al límite de mi potencia sexual. Pero la joven, tras incorporarse para sacársela de la seta y comprobar que efectivamente mi nabo no estaba tan inmenso, se mostró un tanto contrariada y mencionó que se resistía a creer que un semental tan extraordinario como yo no fuera capaz de darla más leche y que iba a tomar la iniciativa para demostrarme lo contrario. Comenzó por hacerme una cubana succionándome la abertura y chupándome el capullo cada vez que el pene aparecía, a través del canalillo, por la parte superior de su exuberante “delantera” con lo que no tardó en recuperar sus condiciones más óptimas. Después de pasarnos casi un cuarto de hora así, me volví a tumbar boca arriba sobre la hierba con las piernas muy abiertas y tras hacer que las doblara sobre mí, procedió a hurgarme en seco con dos de sus dedos en el ojete que me forzó realizándome todo tipo de movimientos circulares y hacía adelante y atrás con los que consiguió dilatármelo. A cuenta de su placentero masaje prostático los huevos no tardaron en adquirir un grosor impresionante mientras la picha, que Helga se limitaba a acariciarme de vez en cuándo, se mantenía dura, gorda, larga y tiesa. Pasados varios minutos me extrajo de golpe los dedos, se los limpió en mis piernas y me hizo colocarme a cuatro patas para volver a metérmelos y con bastante brusquedad, en el orificio anal con intención de continuar forzándome mientras me meneaba lentamente la pilila y me comentaba que nunca había tenido ocasión de ver una tan inmensa como la mía. Unos minutos más tarde me dijo que estaba a punto de demostrarme que, sabiéndome estimular convenientemente, aún la podía echar más polvos. Durante unos instantes llegué a sentir tanto gusto que no sabía si iba a eyacular, a mear ó a cagar y Helga, al ver que las gotas de lubricación previas hacían su aparición por la abertura, se apresuró a cortarme la eyaculación realizándome una fuerte presión en la base de la pirula con sus dedos en forma de tijera. Después me extrajo muy despacio los dedos del ojete, me lo lamió, me hizo tumbarme boca arriba sobre la hierba y manteniendo su mirada fija en el pito, que me indicó que estaba realmente impresionante, me preguntó que si alguna otra golfa había sido capaz de darme tanto placer por el culo y tras responderla negativamente, se colocó en cuclillas sobre mí, se metió la polla entera en su almeja y me realizó una nueva cabalgada con movimientos circulares y hacía adelante y hacía atrás con la que rápidamente, al terminar de comentarme que la encantaría que la pudiera meter los huevos dentro, me sacó el sexto polvo al mismo tiempo que me decía:

- “¿Ves como si que podías echarme más leche, cerdo?” .

La descarga, de nuevo, resultó sumamente abundante, intensa y larga al igual que mi posterior meada llena de espuma. La joven, tras recibir mi leche y mi pis, se echó sobre mí y mientras me besaba me dijo que estaba agotada después de toda la tralla que la había dado pero contenta por haberme demostrado que mi potencia sexual llegaba más allá de lo que yo suponía y que, aunque la había reventado con aquel último polvazo, quería seguir en aquella posición con mi rabo totalmente introducido en su chocho y meneándose hacía adelante y atrás. Mientras Helga no dejaba de moverse para que me mantuviera empalmado y me decía que en cuanto me encontrara dispuesto podíamos ir a por el séptimo, aproveché su posición para abrirla y cerrarla repetidamente el ojete con mis manos favoreciendo que liberara unas ventosidades antes de introducirla hasta el fondo dos dedos con los que la hurgué a conciencia intentando conseguir que su orificio anal dilatara lo más posible ya que no desechaba la idea de llegar a poseerla por el culo y que mi nueva descarga, si se producía, fuera dentro de su trasero pero me encontré con la sorpresa de que liberaba el esfínter con bastante facilidad y que, una vez que comenzaba a defecar, era incapaz de controlar su mierda por lo que tuve que extraerla los dedos para permitirla cagar tumbada sobre mi y cayéndome parte de su evacuación, en forma de pequeñas bolas, en los huevos y las piernas mientras me comentaba que, aunque intentaba limpiarse bien, casi siempre manchaba sus tangas con restos de su defecación. En cuanto acabó de cagar y tras besarnos con pasión usando nuestras lenguas, la indiqué que estaba deseando aprovechar su dilatación anal para “clavársela” por detrás. Me imagino que Helga se hubiera vuelto a mostrar en desacuerdo pero no dispuso de tiempo material para responderme puesto que, en aquel momento, oímos unos pasos muy cercanos a nuestra posición y vimos un par de rayos de luz. Sin dejar de moverse sobre mí, la joven levantó ligeramente su cabeza y exclamó:

- “Mierda, joder, me han localizado” .

No sabía a que se estaba refiriendo pero, sin darnos tiempo a reaccionar, irrumpieron a través de los setos y nos iluminaron con la luz de sus linternas dos hombres altos y elegantes que, tratándola de usted, la comentaron que la habían estado buscando por todas las partes puesto que a aquellas horas debería de encontrarse descansando con vistas al largo viaje que tenía que efectuar al día siguiente con lo que me di cuenta de que aquellos varones debían de ser sus guardaespaldas y que si la habían localizado era porque el hotel en el que se alojaba se encontraba cerca del parque en el que nos encontrábamos; que se había escapado para intentar pasar la tarde de incógnito e inmersa en una frenética actividad sexual y que me había estado tirando y de que manera, a una famosa a la que, tenían tan controlada, que al encontrarse sumamente salida y necesitada de sexo me había escogido y creo que con acierto para que, como pretendía, pudiera darla placer hasta llegar a desfondarse. En cuanto se incorporó para que mi tranca abandonara su caldosa “cueva” vaginal, uno de los hombres la ayudó a levantarse y la ofreció un pañuelo con el propósito de que se pudiera limpiar el coño y el culo antes de vestirse mientras el otro informaba, a través de su teléfono móvil, que la acababan de localizar, que se encontraba perfectamente y que podían prepararla el baño y la sala de masajes ya que en breves minutos llegaría al hotel. Helga se vistió con la camiseta y la falda y tras volver a cubrirse los ojos con las gafas, se arrodilló y mientras me sobaba los huevos me dijo que me dejaba el sujetador y el tanga que había llevado puestos y el pañuelo con el que se había limpiado como recuerdo. Después me dio un beso en la boca, me chupó durante unos instantes la punta de la verga y tras decirme que cuidara y diera el máximo placer a aquel excepcional miembro viril del que me encontraba dotado, le dio un manotazo y muy sonriente mientras lo veía moverse, se levantó y se separó de mí. Además de con la chorra bien tiesa, debí de quedarme con una cara de idiota impresionante cuándo la vi entrar en un lujoso coche escoltada por los dos hombres.

C o n t i n u a r á