Mi inicio en el Ballbusting 3
Tercera parte de la serie de relatos sobre mi historia con el Ballbusting.
La noche de mi primera sesión de Ballbusting había sido placentera, aunque finalmente no llegase a correrme.
Mi obsesión por los testículos es tal, que tengo la manía de coger los huevos de cada tío con el que duermo. Para mí es una forma de control. Así amanecimos Nacho y yo. Mi mano sujetaba aquellos huevos con los que tan bien me lo había pasado.
Al despertar, Nacho me comentó que había amanecido dolorido. Lo cierto era que tenía los huevos un tanto hinchados. Ante su preocupación, lo ayudé a aplicarse hielo en la zona, para así intentar bajar aquella hinchazón. Mientras aquello hacía efecto aprovechamos para hablar.
Yo: Bueno, y qué dices, ¿te gustó?
Nacho: La sensación es rara. En mi vida me he llevado un mogollón de hostias en los huevos. Ya sea jugando al fútbol, de amigos, de alguna chica, tuyas sobretodo, cabrona... Pero lo de ayer fue algo nuevo. Dentro del dolor, había algo de placer.
Yo: A mí es que me hace mucha gracia. Vas de machito, eres el más guay. El más todo, y ayer con un simple rodillazo estabas boqueando en el suelo.
Nacho: No lo entiendes. Jamás llegarás a sentir un dolor similar. Nosotros los tíos lo utilizamos para vacilarnos, ni te imaginas la de patadas en los huevos que me han dado en el vestuario o la típica del “Chifla”.
“¿Chifla?” - Interrumpí.
Nacho: Sí. Coges a un colega de los huevos desde atrás, pasando el brazo por debajo del culo y le dices que chifle. El dolor provoca que no pueda silbar y si no silba no lo sueltas.
Yo: Sencillo y eficaz. Pero los tíos sois gilipollas. Pegaros ahí entre vosotros... aunque me flipa que lo hagáis.
Nacho: Peor es lo vuestro. Como no tenéis esto colgando en medio de las piernas os creéis con la libertad de pegarnos en los huevos. Si un tío te insulta, en los huevos, si te molesta, en los huevos, siempre en los huevos...
Yo: Es que a ver, es lo normal, es vuestro punto débil. Si me peleo contigo a puñetazos obviamente me vas a ganar, pero sin embargo, si levanto un poquitín mi rodilla y te clavo en medio de los cojones, te gano yo.
Nacho: ¿Cuándo descubriste que era tan eficaz?
Yo: Hablando con mi prima Claudia. Aunque más tarde, hablando con mis amigas, ellas me contaron que lo habían aprendido de sus madres. Creo que es una especie de herencia que pasa de mujer a mujer.
Nacho: Si vaya herencia. Patada en los huevos y el zorreo es lo que pasa de mujer a mujer.
Yo era quien estaba poniendo la bolsa de hielo en sus huevos. Tras escuchar aquello, lo golpeé ahí con la misma bolsa.
“Respeta a las mujeres, payaso” le dije. “Ya has visto lo que te pueden hacer.”
Mi madre no tardaría mucho en llegar. Así que me puse el pijama y eché un ultimo vistazo a los huevos de Nacho. Tenían mejor pinta o eso parecía. Así que le advertí que tenía que marcharse.
Nacho: ¿Y esta ha sido la primera y última vez?
Yo: No me he corrido contigo, tontito, así que sí.
Nacho: ¡PERDONA! Utilizaste mis putos huevos como saco de boxeo. ¿Cómo quieres que haga que te corras?
Yo: Sois todos unos inútiles. Nah. Es broma, a mi me encantaría volver a repetirlo. Tengo fijación con tus huevos desde hace muchos años, para mí pisarlos es todo un honor. Son tan blanditos. Pero es raro que mi madre no duerma en casa, ayer durmió en casa de Javi porque yo tuve graduación. Además, en breve vendrán a vivir los dos juntos aquí y Javi trabaja desde casa. Así que no tendré mucha privacidad. ¿Sabes? No me gustaría que mi madre se enterase de que su hija va rompiendo huevos por ahí.
Nacho: Bueno, pero podemos hacerlo en otros sitios.
Ahora en verano, estaré solo por las mañanas en casa. Andará a veces mi hermano por allí, pero no suele estar mucho por casa.
Yo: Nacho, pero tu y yo somos amigos. Que esto no se cargue nuestra amistad.
Nacho: Esto la fortalecerá. Seguro.
Pasaron los días y finalizó el curso. Mis notas eran bastante buenas, lo que significaba que tenía el verano libre para pasarlo bien. De mi grupo de 5 amigas, las más cercanas, 3 habían suspendido y tendrían que preparar las recuperaciones durante los meses de verano si querían pasar a Bachillerato. Julia, sin embargo, había aprobado todas, lo que significaría que ella y yo viviríamos prácticamente juntas durante el verano.
“Yo me marcho a Hungría a realizar un voluntariado europeo de 2 meses.” - Interrumpió Julia mi pensamiento.
Yo: ¿En serio tía?
Julia: Sí. Te lo dije hace un par de meses, pero como tienes la cabeza en otro mundo.
Yo: Joder tía y ahora qué voy a hacer yo.
Marta: A ver, Anabel, no vamos a estar 24/7 estudiando.
Yo: Ya pero no lo es lo mismo, 24/7 quería estar yo con vosotras.
“Puedes estar 24/7 conmigo si quieres.” - dijo Nacho, llegando al corrillo enseñando sus notas felizmente.
“Ya que estáis tanto tiempo juntos últimamente, podéis aprovechar.” - añadió jocosamente Julia.
Yo: Ja-ja-ja qué graciosos sois todos.
Los primeros días de vacaciones aprovecharía para pasarlo bien con mis amigas antes de que empezasen a preparar las recuperaciones y que Julia marchara.
Julia era mi mejor amiga. Nos conocíamos desde chicas. Para mí, ella no tenía secretos y yo no los tenía para ella.
“¿Has vuelto a hacerlo con Nacho?” - Me preguntó mientras me ayudaba a atarme el bikini.
“Solo lo hicimos aquella vez. De momento no más. No estamos juntos, Juli.” Le dije mientras me miraba en el espejo y contemplaba lo bien que me quedaba aquel bañador que acababa de comprarme.
Julia: Eres una puta diosa.
Yo: Somos unas putas diosas.
Bajamos a la piscina de la urbanización de Julia. Provocábamos la mirada de todos los hombres que allí habían. Si yo era un 10, Julia era otro.
Yo: ¿Y tú con Juan qué? ¿Has hecho ya tortilla?
Julia soltó una carcajada.
Julia: Me da miedo lo que pueda pensar de mí, tía. Me encantaría ponerme unas botas o algo y darle un par de pataditas, pero él no es muy innovador. Va a lo clásico. Se tumba y yo me pongo arriba y ya.
Mientras Julia y yo charlábamos y yo le daba ideas de cómo romperle los huevos a su novio, un grupo de 4 chavales de nuestra edad no dejaba de intentar llamar nuestra atención.
“Son patéticos.” - dijo Julia.
Yo: Todos lo son. Pero podemos divertirnos un rato. Ponte boca a bajo que voy a ponerte bronceador.
Julia se tumbó boca abajo y yo comencé a aplicarle el bronceador con masaje haciendo hincapié en su culo. Los chavales festejaron.
Bzbz bzbz. Mi móvil vibraba dentro de mi mochila.
“¿Nacho?” - Pregunté.
Nacho: Sí, vente a las pistas de atletismo, estoy entrenando sólo y me aburro.
Yo: Normal que estés solo Nacho, hay 40 grados.
Nacho: Este cuerpo no se mantiene solo. Si vienes te invito luego al Burger King.
Avisé a Julia y me despedí de ella, ya que marchaba a realizar su voluntariado al día siguiente. Mientras me iba pasé cerca del grupo de chavales. A mi paso, uno de ellos tiró algo a otro, con tan mala suerte para él que impactó en sus huevos.
“Ouch. Ponte hielito” - le dije provocando la risa de los otros.
Al llegar al polideportivo, allí estaba Nacho, solo. Dando vueltas a la pista de atletismo. Nacho estaba sin camiseta y con unos pantalones cortos tipo mallas. Diría que sin calzoncillos. Al verme comenzó a venir hacia mí. Según se acercaba comprobé que no llevaba calzoncillos. Sus huevos se movían libres dentro de aquellas mallas.
“¿No te molestan?” - pregunté.
“Para nada” contestó Nacho.
Nacho: Siéntate en las gradas. Un par de vueltas más y termino.
Me senté en la grada a esperar. Pasados unos minutos Nacho volvió a correr hacia mí. Estoy listo. Me ducho y nos vamos.
La imagen de Nacho sin camiseta, completamente sudado y marcando paquete me tenía bastante caliente. Además había que añadir, la temperatura tan alta que hay en Andalucía en pleno mes de julio.
“¿Por qué no entras? No te quedes al sol. Así me das compañía. No vas a ver nada que ya no hayas visto” - Dijo Nacho desde la puerta del vestuario. “Aquí no hay nadie.” - Añadió.
Fui hacia el vestuario y al entrar me encontré a Nacho de pie en medio del vestuario, con las manos en la cabeza y las mallas remangadas hasta su cintura, dejando resaltar muchísimo sus huevos.
"¿Pero qué haces Nacho?” Pregunté extrañada al verlo.
Nacho: Venga, vamos a jugar un poquito.
Yo: Nacho, no vamos a follar en un vestuario. Puede entrar alguien.
Nacho: ¿Quién ha dicho nada de follar? Te estoy dando la oportunidad de pegarme en los cojones gratis.
Yo: Nacho no pienso desnudarme aquí.
Nacho: Que no hace falta. Solo pégame.
No podía resistirme a decir que no. Me acerqué a Nacho y lo primero que hice fue cogerlo de los huevos. No podía dejar de mirarlos. Yo estaba a cien. Los cogí y comencé a apretar. Apreté fuerte. Nacho abrió la boca y cerró los ojos. Pasados unos segundos lo solté. Sin darle tiempo a Nacho de llevar sus manos a sus pelotas le di un puñetazo. Nacho no lo esperaba y calló al suelo.
Yo: Pero que sensible eres tío. No aguantas ni una.
Nacho se incorporó y de rodillas en el suelo abrió sus piernas y puso sus manos en la espalda. Me miraba de forma pícara. La patada en los huevos retumbó en todo el vestuario. Nacho chilló como nunca y volvió al suelo.
Dios. Esta vez me he pasado. - Pensé.
Para mostrar dureza ni me acerqué. Puse mis brazos en la cintura y abrí mis piernas.
Nacho tardó 5 minutos en recomponerse. Se levantó y sin decir nada fue cojeando hasta el banco más cercano. Una vez allí se sacó la polla y comenzó a comprobar que todo estaba bien. Yo lo ayudé.
“¿Te duele mucho?” Pregunté a Nacho, mientras palpaba sus huevos.
Nacho: Joder, esta ha sido la patada más fuerte de mi vida. Me has reventado un huevo seguro.
Me puse frente a él de rodillas, coloqué suavemente su polla y huevos en mi mano y mientras los acariciaba con cuidado pregunté:
“¿Ya pasó?” “Venga date una duchita y nos vamos.”
Nacho: Espera. Una última, por favor. Esto lo vi ayer de noche en un video y quería probarlo.
Nacho se coloco de rodillas frente al banco y coloco sus huevos sobre el banco.
“Písamelos” - me ordenó.
“No te equivoques, Nachín, aquí las ordenes las doy yo.” - interrumpí.
Nacho: Pero quiero probar algo nuevo. No eres mi domina. Somos amigos y estamos probando cosas nuevas.
En el fondo Nacho tenía razón. Así que tras darle una colleja, me puse de pie sobre el banco y con la punta de mis tenis comencé a pisarlos. Nacho tenía los ojos en blanco por el dolor, pero yo no podía parar. Aquello me encantaba. Aumenté mi fuerza, ya pisando con mi toda mi planta. Todo mi pedo recaía sobre los pobres huevos de Nacho. Me detuve.
Nacho respiró profundamente.
“Dios mío” - ya vale por hoy. Me dijo Nacho cogiéndose los huevos y con la cara apoyada en mis pies.
Nacho entró a la ducha y yo me quedé sentada en los bancos. Estaba mojada. Estaba cachonda. Quería follar.
Nacho tardaba mucho en salir de la ducha. Me asomé para meterle prisa y lo pillé haciéndose una paja.
“Tío Nacho, ¿qué haces?” Le pregunté.
“No pretenderás que espere a llegar a casa, estoy a mil.” - Contestó.
Yo: ¿Qué te crees, que yo no? Pero sin embargo aguanto. Venga vámonos.
Nacho no terminó la paja. Nos marchamos del polideportivo.
Yo tenía unas ganas enormes de llegar a casa para masturbarme.