Mi inicio en el Ballbusting 2.

Segunda parte de mi serie de relatos sobre Ballbusting en mi adolescencia.

Pasaba el tiempo y mi fijación por el Ballbusting continuaba en secreto, seguía viendo vídeos, seguía masturbándome viendo a esos patéticos tíos sufrir por el dolor causado por un golpe en las pelotas. Era algo que no podía aguantar. Mis primeros años en la ESO se basaron en eso, niñato que se me acercaba para molestarme niñato que se llevaba un rodillazo en los huevos. Ya en cuarto y con quince primaveras mi rodilla derecha había hecho doblar de dolor a muchos inútiles de mis compañeros. Como arma para llevar a cabo mis fantasías secretas tenía mis tetas. Una chica de cuarto de eso y con un cuerpo de 20 atraía a los babosos como un imán. No solo a los niñatos del instituto, sino por la calle veía como hombres maduros me miraban y se giraban para contemplarme. A mí me encantaba. Mi madre aquello lo odiaba. Varias veces la vería enfrentarse a algún que otro viejo para recriminarle que me comiera con la mirada.

La culpa era mía e indirectamente de ella. Vestía muy provocativa con la ropa que ella me compraba. Tenía mis armas y sabía utilizarlas. Aunque aquello había provocado que no tuviera muchos amigos hombres. El único que tenía era Nacho. El chico que provocó todo aquello, era al finalizar la ESO mi mejor amigo. Íbamos el uno a la casa del otro a estudiar, pasábamos horas y horas juntos, nos contábamos nuestros secretos, en definitiva, yo era su mejor amigo y el mi mejor amiga.

El pobre Nacho había sido mi víctima principal durante todo este tiempo. Son incontables los golpes que le habré dado yo a ese chico entre las piernas. Pero jamás olvidaré la noche de nuestra graduación.

La noche de mi primera sesión de Ballbusting.

Tras el acto, al que acudí vestida con un vestido negro super ajustado que provocaba miradas de alumnos, padres y profesores, marchamos a cenar para más tarde salir de fiesta. Eramos menores por lo que era difícil que nos dejaran entrar a alguna discoteca. Mi grupo de amigos en los que se encontraba Nacho consiguió entrar en una en la que unos amigos en común mayores de edad tenían que comprarnos las copas. El alcohol llevaría a que Nacho y yo nos besáramos. Nacho tenía, para sus 16 años, un cuerpo bastante fibrado. Deportista desde pequeño combinando el fútbol con natación y gimnasio. Alguna que otra vez había ido yo a verlo nadar a la piscina municipal y mientras nos liábamos no dejaban de pasar por mi mente imágenes suyas en aquel bañador tipo slip que utilizaba y que le marcaba tanto el paquete. Él también tendría alguna imagen en la cabeza ya que pronto comenzó a empalmarse. Yo sentía su polla dura y mis ganas de follar aumentaban.

Nos marchamos a mi casa, que estaba vacía ya que mi madre después de la graduación marchó a pasar la noche a casa de su novio. Llegamos pronto.

Nacho: ¿Sabes? Siempre pensé que perderías la virginidad conmigo y no con el gilipollas de Marcos.

Yo: Bueno. La vida da muchas vueltas. Pero mira, aquí estamos.

Nacho: A mí siempre me has puesto muy cachondo y me has molado mucho, esto tenía que pasar tarde o temprano.

Nacho se quitó sus pantalones quedándose en calzoncillos. Se apreciaba su polla durísima y aquellos huevitos tan apetecibles.

¡Plash! No resistí y le pegué una patada que lo tumbó. Yo aún llevaba puestos mis tacones. Él rápidamente colocó sus manos sobre sus huevos.

“¿Pero qué haces tía?” - Dijo Nacho de cuclillas al pasar unos minutos.

Yo: Nacho, estoy super cachonda. Me encanta.

Nacho: ¿Qué? Acabas de reventarme los huevos hija de puta.

Yo: Nacho. Calla.

Dí otra patada en los huevos.

Esta vez no lo aguantó y se calló al suelo. Con sus manos cubriendo sus partes y los ojos abiertos como platos. Pasaron unos minutos en los que, desde el suelo, no dejaba de insultarme.

No pude evitarlo y clave mi pie sobre sus pelotas. Nacho soltó un Uhh y me empujó para librarse.

Nacho: Estás loca tía ¿Qué haces?

Yo: No puedo explicártelo Nacho. Me pone muchísimo.

“¿Qué es lo que tanto te pone? ¿Verme gritar” Preguntó Nacho sentado en el suelo palpando sus huevos.

“Ven tonto, que te lo explico.” - repliqué.

Lo ayudé a levantarse y se tumbó en la cama. Con cuidado cogí sus huevos y comencé a masajearlos provocando en él un breve espasmo por el miedo a más dolor.

Yo: Tranquilo, te prometo que de momento no volveré a hacerte daño.

Le di mi móvil y le dije que buscara en internet la palabra Ballbusting.

¿Ballqué? Preguntó Nacho.

“B-a-l-l-b-u-s-t-i-n-g”. - Deletreé

Seguía jugueteando con sus huevitos sobre el calzoncillo.

Nacho: ¿Y ahora qué?

Yo: Pon algún vídeo. El primero que veas.

La cara de Nacho era un poema.

Yo: ¿No te gusta?

Nacho: Claro que no tía. Le está pisando la polla.

Yo: Pues tu amiguito está super duro.

Nacho: Pero porque tú lo estás tocando.

Comencé a chuparle la polla y Nacho no tardaría en correrse.

“Vaya. Te has corrido con un video de Ballbusting.” - Le dije.

Nacho: A ver. La tía está buena. Pero no sé, ni me gusta ni me deja de gustar. Pero me pongo en el lugar del tío y claro. ¿Tú sabes lo doloroso que es?

Yo: Claro que lo sé, por eso lo hago.

Nacho: Estás enferma. Por eso tantos años de patadas y rodillazos en los huevos, ¿no?

Yo. Lo que yo prefiero es apretarlos. Así domino mi fuerza. Pero sí. Por este motivo tantas veces te has ido al suelo. Sonreí.

Le quité el calzoncillo. Nacho ya se había corrido. Era mi turno.

Yo: Bueno, ¿qué dices? ¿Lo hacemos?

Nacho: ¿Follar? ¡Claro!

Yo: No querido. Ballbusting.

Nacho: Ni de coña.

Yo: Mira. Por cada golpe que te de me quito una prenda. Y cuando me quede desnuda, entonces, follamos.

Nacho: Joder, Anabel. Pero suavecito, por favor. Que duele mucho.

Yo: Sí. Te prometo que te daré suavecito.

Nacho desnudo se colocó en el medio de la habitación, abrió sus piernas y puso las manos tapando su cara.

Nacho: Despacio, por favor. Que du

Lo interrumpí con una patada en los huevos. Sinceramente no fue muy fuerte. Pero el pobre cayó al suelo.

“Venga vamos arriba campeón.” Me quité los pendientes.

Nacho: ¿Me estás vacilando?

“Ponte”. -Le ordené.

Nacho dudó y se volvió a colocar pero esta vez sus mano cubrían sus huevos.

Me acerqué a el. Puse mis manos en sus hombros y sin pedirle que descubriera sus pelotas, le di un rodillazo lo más fuerte que pude. Pese a cubrirse los huevos Nacho volvió a irse al suelo.

Nacho: No puedo más de verdad. Vamos a parar.

Me quité el vestido.

“Venga tontito, mira como estoy ya.” - Le dije mientras me agachaba a su lado y le masajeaba los huevos.

Comenzó a empalmarse.

Yo: Mira. Hacemos una cosa. Te quedas en el suelo y te los piso suavecito. Si aguantas 10 segundos, me quito el sujetador.

Nacho asintió.

Pasados unos segundos conseguí que se los soltara.

“Cuenta tu los segundos”. - Apunté.

Me aseguré de que mi tacón pisara al menos, uno de sus huevos.

Empezó a chillar. ¡Cuenta! Le grité.

UuunoDOoosssTreees y así hasta diez.

“Estás hecho todo un campeón. Aguantas más que Marcos.” - Le dije mientras me quitaba el sujetador.

Nacho quedó mirándolas y me dijo “¿Y qué si yo ahora te pego un puñetazo en las tetas?”

Me agaché junto a él y cogiendo con fuerza su polla y clavando mis uñas de choni, le advertí “Si haces eso, te juro que te corto los putos huevos.”

Nacho, con cara de dolor, no contestó.

“Nachín, solo me quedan tanguita y tacones. ¿Qué es lo que prefieres ahora?” - Le dije.

Nacho: El tanga. Sabes que me flipan los tacones.

Nacho seguía en el suelo sujetando sus huevos.

Yo: Los tacones y mi culo. Son las únicas cosas que te gustan en esta vida.

Nacho sonrió mientras examinaba sus huevos.

Yo: Aprovechando que mi culo te gusta tanto. Haremos lo siguiente. Vuelves a tumbarte y dejo caer cinco veces mi culo sobre tus huevos.

Nacho: No creo que eso sea un castigo. Es más. Creo que es un sueño. Dijo, mientras ponía cara pícara.

Nacho se tumbó.

Yo: tienes que levantar las rodillas y abrir las piernas.

Me paré de espaldas frente a él y acerqué un poco mi culo a sus huevos.

“Ni te imaginas la vista tan buena que tengo desde aquí”. Dijo Nacho.

Dejé caer mi culo sobre sus huevos una vez. Y sentada sobre ellos me quedé un rato. Me encanta sentir una polla dura en mi culo.

A Nacho se le había escapado un hilillo de voz.

Nacho: Co-Comienza a gustarme esto.

Me levanté y dejé que tocara sus huevos para ver que todo iba bien. Las siguientes 4 repeticiones las hice más rápidas. No quise hacerle mucho más daño. Mientras el masajeaba sus huevos yo comencé a quitarme el tanguita de forma sexi. Sin quitarle la mirada de encima.

“Ahora solo me queda el piercing del ombligo y los tacones.” - le dije riéndome.

“Un mojón, solo los tacones”. - Contestó.

“Bueno, para mi siguiente truco, voy a necesitar que te pongas de pie.”

Nacho se puso de pie. Me quedé unos segundos mirándolo. Nacho, para tener 16 años era un chico alto, y tenía un cuerpo marcado por el deporte. Me sacaba por aquel entonces una cabeza y media o más. Yo, flipaba de poder haber tenido sometido a un tío tan grande. Había hecho alguna de estas cosas con Marcos, mi ex. Pero no a tal punto. Jugábamos a darle golpecitos hasta ver a que punto llegaba, también lo golpeaba cuando estaba distraído, pero nunca hasta este punto de marcar yo las pautas. De decir ahora esto y esto otro. Era mi primera sesión de Ballbusting.

Nacho estaba de pie frente a mi y le dije: “Ahora te los voy a apretar y vas a tener que aguantar un minuto, luego me quitaré los tacones mientras te recuperas y vamos a follar. Y te vas a correr, y sobre todo, yo me voy a correr. Si yo no me corro, machito, te juro, que te ato a la cama y te destrozo los huevos.”

Estaba pletórica. Estaba haciendo aquello que había visto en vídeos y con los que tantas veces me había masturbado. Tenía delante mía a un hombre que hacía lo que yo le decía que hiciera.

Nacho vino hacia mí y me dijo: “¿Solo un minuto?”

Me reí y el se río.

Sus huevos estaban algo hinchados, pero para hinchada su polla. Antes de coger sus huevos le jalé la polla de arriba a abajo un par de veces provocando cara de placer en Nacho. Abrí la palma de mi mano y quedando en medio de ella sus pelotas, cerré suavemente el puño. Nacho comenzó a contar y yo cada 5 segundos aumentaba la intensidad. Para los últimos quince segundos Nacho ya balbuceaba. Estaba de puntillas, ya que yo tiraba hacía arriba de sus huevos y tenía los ojos en blanco. Llegó a la cuenta de 60 y solté.

“Eres todo un campeón, de verdad. Chapó.” Le dije mientras me quitaba los tacones.

Nacho estaba de rodillas en el suelo palpando sus testiculos.

“¿Te duele?” - Pregunté.

Me miró y no me contestó. Fui en su búsqueda y le quite las manos de sus huevos, poniendo yo las mías, haciéndole un pequeño masaje.

Yo: Venga, que te lo has ganado, chaval.

Comenzamos a besarnos. Nacho era un poco torpe. Me excitaba que me comiera con la mirada, pero no sabía qué hacer con sus manos.

“Mira, tócame, dime y hazme todo lo que siempre has querido hacerme.” - Le dije con voz tierna.

Nacho comenzó tocándome las tetas. Las besaba, chupaba mis pezones. Yo comenzaba a mojarme.

“Lo estás haciendo muy bien”. - Lo tranquilicé.

Nacho ya había recuperado la erección que había perdido durante el apretón en los huevos que acababa de llevarse. Yo estaba a mil. Al comprobar que Nacho era un poco torpe, decidí ser yo quien tomara el mando. Le chupé la polla, dándole algún mordisquito que otro en los huevos a los que Nacho contestaba con sonrisas. Ya no sentía dolor. Ahora para él el Ballbusting también era placer. Me puse yo arriba y lo cabalgué hasta que se corrió. Yo estaba insatisfecha.

“¿Y tú qué?” - Me preguntó.

“No te preocupes”. - Contesté. “Vamos a dormir y ya mañana será otro día”.

Nacho se quitó el preservativo y yo fui al baño a asearme.