Mi inicio como fetichista (3)

Continuo explicando experiencia como fetichista.

INICIO III

Pasó mucho tiempo después de la experiencia con la pareja en el parque, cuando ella me masturbó a mí y a su novio; y desde ese momento, no volví a tener noticias de ellos, pues dejaron de ir a la pista de patinaje.

A medida que pasaba el tiempo, me satisfacía haciéndome la paja pensando en pies de mujeres, espacialmente calzados con sandalia. Pero mi satisfacción era mayor cuando podía ver a los pies. Por eso empecé a mirar los pies de las mujeres cuando iba por la calle o entraba en algún negocio. Y observaba con detenimiento las distintas partes de ellos, la curvatura del arco, la forma de las uñas, la disposición y largo de los dedos, y hasta el cuidado que se les otorgaba. Y después de ver algún pie ya sea descalzo o con sandalias, me quedaba pensando en ellos y noté que algunas zonas de esos pies, con características determinadas me excitaban más que otras partes. Por ejemplo, me excita sobremanera cuando los dedos son delgados, sin ser "nudosos", y poseen uñas recortadas. Pero donde detengo más mi mirada es en el dedo gordo, especialmente en la base de él. Cuando ese dedo se reclina hacia el del lado, porque tiene un pequeñísimo sobrehueso (juanete) me excita muchísimo, y la zona que me atrae es precisamente ese sobrehueso y la curvatura que provoca. Allí es donde me encanta lamer y chupar.

Otra zona que me provoca mucho placer es el hueco entre el dedo gordo y el del lado, allí me encanta meter la lengua y oler. En cambio la planta del pie, es una zona que me excita cuando la estoy lamiendo y besando. En general sin embargo, me gusta ver el pie cuando está en una posición como si tuviera un calzado taco alto, pues provoca unas curvaturas excitantes. Por esa razón es tan provocador ver el pie con zapatos taco alto, especialmente con sandalias taco alto. Aunque las sandalias taco bajo me gustan cuando permiten ver, sino todo el pie, casi todo el pie, especialmente, alojándolo en forma que queden ajustados los dedos o que aprieten los dedos del pie como si tuviera ese mínimo juanete tan excitante. Y cuando veo un pie con sandalias, prefiero que sea de tiritas muy finitas, lo que me permite lamer el pie con sandalia y todo, las tiritas y el pie. Si el pie está calzado con sandalia taco alto o si es un zapato cerrado pero tiene descubierto el costado interior entre la planta del pie y el arco de la suela, me excita poder meter la lengua y ser pisado por el pie contra esa suela. Es en ese lugar donde me gusta meter mi pija dura para que me la pisen. Todo esto es aplicable a los pies de una mujer, pues los pies de los hombres no me provocan excitación alguna. No sucede lo mismo con mis propios pies.

Desde aquel momento de iniciación en lamer mis propios pies en adelante, se convirtieron en una zona que me provoca intensas excitaciones. Donde la sensibilidad está acentuada. Son ellos los que se convierten en mi propio cuerpo como una zona altamente erógena. Como los tengo delgados, mi esposa dice que se parecen a pies de mujer, lo que me provoca una excitación altísima. Unos años después de mi experiencia con la pareja, cuando tenía 12 años de edad, estuve de visita en la casa de una tía. Como ella tenía que salir, me dijo que esperara su regreso leyendo algún libro o comiendo algo. Cuando quedé solo, comencé a buscar en su biblioteca que leer y encontré un pequeño libro de novelas. Me llamó la atención el título "El amante" y la tapa estaba ilustrada con una pareja desnuda aparentemente en relación sexual. Cuando comienzo a hojear sus páginas, en una de ellas leo que un hombre toma a una mujer por detrás y abrazándola la inmoviliza, la lleva hasta una habitación que tiene una cama y la derriba sobre ella y sin soltarla, le abraza sus piernas con una pierna y le introduce su miembro por detrás.

Al imaginarme la situación se me provocó una excitación muy grande y me dirigí al baño para masturbarme. Cuando entré allí, vi unas sandalias con un pequeño tacón en una especie de botinero. Las saqué de allí y comencé a acariciarlas. Me quité los zapatos y las medias y me las coloqué. Eran apenas algún número más pequeñas que mi pie, lo que hizo que me ajustaran muchísimo, provocándome gran placer. Mis dedos estaban muy apretados por esas tiras y me encantó. Me desprendí los botones del pantalón y liberé mi pija que estaba dura de excitación. Cuando comencé a masturbarme, lo hice caminando hacia el dormitorio de mi tía, y al llegar allí viendo mi imagen reflejada en un espejo de cuerpo entero me gustó especialmente por los pies con sandalias. Entonces me subí sobre la cama y repitiendo lo que había hecho antes con mis pies, tomé un pie y me lo llevé ala boca. Empecé a lamérmelo con sandalia y todo.

El otro pie, recogiendo la pierna lo pise frente a mi pija y cuando metí la lengua entre los dedos de mi pie y las tiras de la sandalia, salió un chorro de leche. Lo hizo con tanta fuerza, que me mojó el pie y la sandalia de mi tía. El alivio de mi descarga de semen me hizo relajar pero no dejé de lamerme el pie. Entonces observando que la sandalia del otro pie estaba con leche, dejé de lamer el primero y tomando entre mis manos el otro pie le besé lo mojado. Me pasé la lengua por los labios mojados con mi leche y me encantó el sabor, por lo que entonces comencé a chupar la sandalia con pie y todo, tomando así mi propia leche. Y me propuse no dejar rastro de semen en la sandalia para que mi tía no se diera cuenta, por lo que, después quitándomela, le pasé bien la lengua ya no solo sobre las tiras sino también por la plantilla, donde el suave cuero tenía el olor no solo de él sino también un aroma de pie que me volvió a hacer que se me parara la pija y lamiendo el interior de la sandalia incluso dentro de las tiras donde debería estar el pie, comencé a hacerme de nuevo la paja, llegando a un orgasmo fuertísimo que me hizo quejarme en voz alta del dolor que me provocó, pero esta vez no salió líquido alguno. Justo en ese momento entró al dormitorio mi tía, sorprendiéndome en el momento justo del orgasmo.

Se paró en el vano de la puerta y apoyándose en el marco de ella me dijo "sos un pequeño degenerado, no tenés necesidad de hacerte eso. Vení para acá". Avergonzado salté de la cama y me quité rápidamente la sandalia que aún tenía puesta. Aún tenía una pequeña erección de modo que traté de meterme la pija dentro del pantalón pero me tomó la mano que lo intentaba, interrumpiendo mi intención. Me tomó la pija en sus manos y la apretó fuertemente. Y tirándomela hacia abajo dijo "Esas sandalias no son tuyas, sino mías, ponémelas". Me agaché hasta donde pude porque no me soltaba la pija, y ella alzó un pie que estaba calzado con un zapato de tacón bajo y lo puso sobre la cama. Sin decir ninguna palabra, le saqué el zapato que calzaba y le coloqué la sandalia. Hice lo mismo con el otro pie. Entonces se sentó en el borde de la cama, siempre sin soltarme mi miembro, y empezó a quitarme la camisa y después el pantalón.

Cuando yo estaba solo con el calzoncillo, recién me soltó y acostándose en la cama dijo "sacáte el calzoncillo, mocoso atrevido, y acercáte a mí". No sabiendo que actitud debía tomar, le obedecí. Mientras yo me sacaba el calzoncillo, ella se quitó la blusa y la pollera que vestía, tirándola al lado de la cama. Y entonces me ordenó "Quitáme el corpiño y la bombacha". Cuando nervioso, pues era la primera vez que desvestía a una mujer, la desnudé, ella me hizo acostar boca arriba en la cama y subiéndose arriba mio se sentó sobre mi erecta pija, metiéndosela en el papo.

Al no tener un órgano muy desarrollado yo, y ella un papo que evidentemente ya conocía la penetración, entró con facilidad mi pija. Mi tía empezó a moverse, haciendo que la cojiera, pero recogiendo sus piernas puso sus pies a los costados de mi cabeza y me ordenó "Si te gustan tanto lamer las sandalias, lamémelas". Así fue como lamiendo sus sandalias hizo que volcara de nuevo.

Pero no se detuvo en sus movimientos hasta que ella llegó al orgasmo. Cosa que logró por los quejidos de placer que emitió. Luego se inclinó sobre mí y abrazándome me besaba la cara, diciendo "mi pequeño degeneradito, a partir de ahora, vas a tener que darme satisfacción seguido". Y así fue, porque por casi un año, todas las semanas me invitaba a cenar a su casa un día y me hacía que la satisficiera, dándome siempre como premio que yo besara sus pies y sus sandalias. Lástima que después fue trasladada de su lugar de trabajo a otra provincia. Pasaron muchos años antes que la volviera a ver. Pero mi inclinación por los pies se fue aumentando, y en besapies21 @yahoo.com.ar puedo contarles cómo y por qué