Mi iniciación sexual: Mi prima Visi y otras
¿Qué chaval puede encontrar unas maestras del sexo como estas? Este es el relato real de mi iniciación sexual de la mano de tres mujeres maravillosas.
MI INICIACIÓN SEXUAL. MI PRIMA VISI Y OTRAS DOS MÁS.
¿Qué chaval puede encontrar unas maestras del sexo como estas?
Este es el relato real de mi iniciación sexual de la mano de tres mujeres maravillosas.
¿ Quién era Visi? Visi a mis ojos era una mujer maravillosa, era mayor, tendría unos 18 años y hoy puedo decir que estaba buenísima, medía 1,61 cm, proporcionada de cuerpo, con unas piernas que se adivinaban preciosas y unas tetas, ni muy grandes ni muy pequeñas, ajustadas y apetecibles. Tenía el pelo negro, con ojos igualmente negros y con una tez blanca que todavía contrastaba más. Había venido a trabajar desde el pueblo y ayudaba a mi madre en las tareas de la casa, y además, era mi prima.
En aquella época yo tenía mucha curiosidad para todo para lo relacionado con el sexo. El ambiente familiar y de amigos de la familia, tremendamente conservador, propio del lugar y de la época de la que os hablo, norte de España a finales de los cincuenta, hacía que fuese tímido y retraído, sin embargo mis miradas y mi imaginación se iban detrás de cualquier culo, piernas o tetas, en aquellos momentos de represión bien tapadas, que pasasen por mi proximidad.
Debo indicar que soy hijo único y por aquella época estudiaba en un colegio de curas, donde la disciplina era muy estricta y los temas de sexo eran tabú.
En el barrio, tenía algunos amigos algo mayores que yo a los que oía hablar de hacerse pajas y de follar. Sabía que iban a unas escaleras que había en la parte de atrás de la estación, por donde apenas pasaba gente, para hacerse pajas, pero nunca me dejaron ir con ellos porque era muy pequeño. Por lo tanto no tenía ni idea de todo eso, pero si unas ganas enormes de aprender.
En casa, aparte de mis padres y yo mismo, vivía Visi, yo la veía como a una persona mayor, a la que quería muchísimo, ya que era cariñosa y cómplice conmigo, defendiéndome cuando mis padres me regañaban. Aun tengo grabada en mi memoria la imagen de sus muslos, cuando se tiraba al suelo para fregarlo, las fregonas se inventaron más tarde, y su falda se subía al estirarse dejando ver el principio de unos muslos bien torneados que invitaban a acariciarlos y apretujarlos.
Mi prima sabía que la espiaba siempre que estaba en esa tarea u otras, yo creo que le gustaba, y generosa ella, se estiraba un poco más para darme gusto.
Nuestra sala de estar tenía dos alturas separadas por cuatro escalones. Estar sentados en la parte superior del escalón donde estaba el comedor, apoyando la espalda en la barandilla y dominando la parte de abajo donde estaba la zona de estar, era nuestro sitio preferido para leer y escuchar la radio; en aquellos momentos no había TV en España.
Cuando era ella la que estaba sentada, todo mi afán era mirar disimuladamente para ver si sus piernas se abrían y podía atisbar el tesoro que allí se guardaba. Sus escotes eran muy recatados y de ahí que no pensase tanto en sus tetas, que no obstante se le marcaban muy apetecibles sobre todo cuando vestía jerséis un poco ajustados.
Después de esta introducción un tanto larga, paso a contaros como fue mi iniciación sexual con mi prima Visi (Visitación). Como os he indicado antes, mi familia era muy tradicional en sus costumbres, mis padres salían regularmente dos días por semana, lunes y viernes, a cenar y al cine, volviendo a casa a eso de la una de la madrugada.
Uno de los días en que habíamos quedado solos en casa, observé que mi prima, sentada en la escalera leía una carta que le había llegado del pueblo y se había puesto realmente triste, hasta el punto que me pareció verla llorar. Muy extrañado me senté junto a ella, preocupado y le pregunté que le pasaba y porqué estaba tan triste, insistí ya que me decía que no era nada y terminó doblando la carta, finalmente me dijo que había recibido carta de su novio, que le echaba mucho de menos y por eso se había puesto un poco triste al leer lo que le decía y recordar las cosas que hacían cuando estaban juntos.
Dentro de mi ingenua generosidad, realmente sincera, le dije que yo podía hacer lo que le hiciera su novio y así no estaría triste, ya que yo la quería ver alegre como siempre. Me acarició la cabeza y me dio un beso muy tierno, que aun hoy al recordarlo me hace estremecer, diciéndome que eso no podía ser que eran cosas de mayores y que yo era un crio.
Como podréis comprender esa contestación me llego al alma y protesté vigorosamente, diciéndole que yo la quería más que nadie y que podía hacer cualquier cosa que le hiciese el tonto de su Juanito. En aquel momento yo me había puesto muy celoso de aquel insensible que hacía llorar a mi prima.
Envalentonado por la situación que no comprendía, le quité la carta, bajando rápidamente y empezando a leerla para ver que era lo que yo no podía hacer. Inmediatamente se puso a mi lado intentando recuperar su carta, cosa que yo impedía con uno de mis brazos estirado, sujetándola, mientras seguía leyendo la carta.
Era muy explicita y aunque yo en aquellos momentos no era capaz de entender todo lo que le decía, empecé a sospechar que había un mundo de cosas que yo desconocía y que parecían sumamente interesantes, hablaba de besos, caricias, pero no de acariciar sus manos o su cara, sino de acariciar y besar sus tetas y su coño, así lo describía. También le decía que echaba mucho de menos sus "manuelas" y que había tenido que hacerse unas cuantas viendo una foto que le había hecho en las fiestas, en la piscina, donde se le veían las piernas.
Ya había leído bastante, me quedé sorprendido y le devolví la carta sin decir nada, ella me lo reprochó y me decía que eso era secreto y que no lo podía leer, realmente estaba muy triste y enfadada. Volvió a sentarse en la escalera y al verla así, me acerqué muy apesadumbrado y cariñoso; le dije que me perdonara, que no entendía muchas cosas de lo que había leído, pero que no se lo diría a nadie, sería nuestro secreto.
Debí ser muy convincente, sobre todo porque dije todo eso sinceramente. El caso es volvió a acariciarme la cabeza y nuevamente me besó en la frente con ternura.
Al parecer volvíamos a ser amigos y aquí mi curiosidad y mis preguntas la desbordaron. Con una ingenuidad propia de mis años le dije totalmente convencido, que me enseñase y que yo podría, si a ella le gustaba aquello, besarle sus tetas y todo lo que me pidiera. Por fin la hice reír y entramos en una conversación de mucha complicidad, ella diciéndome que estaba loco y yo insistiendo en que si lo hacía con su novio porque no lo podía hacer conmigo, ya que yo haría cualquier cosa de las que le gustaban y que ahora no podía hacérselas su novio, todo para no verla llorar otra vez.
No sé si tanta ingenuidad la apabullaba y le hacia sentirse más maternal el caso es que me abrazó y me atrajo hacia ella muy tiernamente. Yo estaba en la gloria y me atreví a pasarle una de mis manos dulcemente por encima de sus tetas, rápidamente me dijo que hacía y que no lo repitiese, si bien por el tono yo estimé que al poco rato podría intentarlo de nuevo, como así lo hice, aunque esta vez ya no fui rechazado con la misma rapidez. Ella me acariciaba la cabeza y me besaba muy dulcemente, en lo que era una escena realmente cariñosa y excitante.
Estuvimos así un largo rato y yo le preguntaba si le gustaba que le acariciasen los muslos como había leído, ella se reía y me decía que sí, pero que no debía hacerlo, que era pecado. Con esa complicidad propia del momento metí una de mis manos entre sus piernas y acaricie torpemente sus muslos, preguntándole si le gustaba, ella trataba de zafarse de mis caricias, pero estaba logrando hacerla sonreír, y con mi insistencia, dejarse hacer.
Traté de ser más osado y llegar más arriba, pero cuando estaba cerca de sus bragas, hubo una reacción más tajante y hube de retirarme, aunque seguí acariciándole sus muslos y con el mismo brazo, levantarle suavemente su falda dejándola por encima de sus rodillas lo que me permitía ver el principio de aquellos muslos tan deseados. Para tener mejor visión de aquella delicia me senté un escalón más abajo donde tenía mejor perspectiva.
Todos estos juegos, aunque no sabía el porque, me estaban excitando y mi pequeño rabo, se estaba poniendo muy tieso.
Ella se dio cuenta y riéndose me dijo, vaya con mi niño, se ve que esto calienta a todo el mundo. Me puse muy colorado y bajé la cabeza avergonzado, ella me consoló y me dijo que era natural, aunque era muy pequeño y debíamos dejarlo y no decírselo a nadie, tenía que ser nuestro secreto.
Aunque decía esto, seguimos allí, yo con aquella visión maravillosa donde entreveía unas bragas blancas, con una sombra oscura que no sabia a que era debido y unas suaves y descuidadas caricias a sus tetas por encima del jersey. Yo seguí insistiendo sobre las cosas que había leído y le pregunté qué era una manuela. Su sonrisa se convirtió en una risa franca y después de estar un buen rato hablando de lo precoz del niño, de mi atrevimiento, de mi descaro, etc., etc., me pregunto si de verdad no sabía lo que era una paja. Le dije que había oído hablar de eso a Enrique y a Chelis, los chicos mayores de los que hablé antes, pero que no me habían dejado ver que hacían y le pedí a Visi que me lo dijese.
Debió hacerle gracia el caso es que me dijo que cuando los chicos estaban como yo estaba ahora, señalándome y tocándome mi pene por encima del pantalón, haciéndose una manuela, se volvía a estar tranquilo. Por supuesto le pedí que me dijese como se hacía y que me enseñase, ya que yo quería ser mayor. Protestó, negó, insistí y finalmente con promesas solemnes por mi parte de que aquello era un secreto entre los dos, que no había que decírselo ni al cura en la confesión, accedió y a continuación pasé uno de los momentos más intensos y placenteros de mi vida.
Me hizo bajar de la escalera y retroceder hasta la pared. Me dijo que me bajase los pantalones y el calzoncillo y aunque me daba mucha vergüenza, quizás por la excitación del momento lo hice sin dudar un instante. Mi cosa estaba totalmente empinada y yo como ella me había dicho, esperando sus instrucciones, admirando embelesado sus piernas y sus bragas, ya sin recato por ninguna de las dos partes. Ella me miraba con un cariño infinito, me dijo que era todo un hombrecito con una cosita muy bonita y me preguntó si me gustaría que me enseñase sus tetas. Supongo que me atraganté, pero con un movimiento de cabeza asentí.
Suavemente de una forma muy sensual se levantó el jersey y por primera vez en mi vida pude ver un sujetador puesto, era de color blanco, grande y muy armado. Supongo que yo debía estar asombrado y fuera de mí, ella dulcemente sin soltarlo se lo subió y pude admirar unas tetas preciosas con una aureola y unos pezones sonrosados que me dejaron mudo y sobrecogido.
Me preguntó si me gustaría acariciarlos, volví a asentir con la cabeza, me indicó que no me moviera y lentamente bajó de la escalera, soltó su falda que se fue al suelo, quedando únicamente con las bragas, unas bragas grandes, antiguas, de algodón y el jersey levantado con aquellas maravillosas tetas, acercándose hasta mí. Me tomó las manos y las acercó suavemente a sus tetas, rozándolas y haciendo círculos con mis manos a su alrededor, me indicó que acariciase sus pezones con los dedos. Recuerdo que estaba congestionado y con el corazón latiéndome furiosamente. Soltó mis manos y fue bajándolas lentamente hasta alcanzar mi polla, que por aquel entonces media unos diez centímetros de larga y estaba dura como una piedra.
Lentamente, con cariño y una delicadeza exquisita empezó a masturbarme, me preguntaba si me gustaba y me dijo que si quería, besase sus pezones, tocase sus piernas o lo que quisiese. Naturalmente lo hice y cosa curiosa a pesar de mi gran excitación, lo hacía suavemente, sintiendo que todo mi cuerpo vibraba al unísono de su movimiento de vaivén, mi glande congestionado aparecía y se escondía, mientras su mano debidamente ensalivada avanzaba y retrocedía, dándome oleadas de placer. Recuerdo que seguimos así, yo temblando, mis manos al acariciarla se agitaban, al cabo de un tiempo maravilloso, mi vista se nubló y tuve que apoyarme en sus hombros para no caer. Baste decir que tuve un orgasmo increíble, con espasmos en todo mi cuerpo, aunque, quizás por mi temprana edad, no tuve eyaculación, cosa que curiosamente sorprendió a mi prima.
Continuamos abrazados un buen rato y fuimos recomponiendo nuestra vestimenta, y aunque todo había comenzado de una forma muy espontánea y sorpresiva, ambos sabíamos que esto era el principio de una larga y cariñosa relación.
Efectivamente esperábamos que llegasen los lunes y viernes para repetir nuestras sesiones de sexo, aunque en mi ignorancia intuía que mi prima necesitaba algo más. Aquello me hizo pensar y decidí preguntarle a una compañera de clase de una academia a la que iba por la tarde para mejorar mi francés (idioma) y que era dos años mayor que yo. Cristina que así se llamaba, había sido mi primera "novia", pero pronto lo dejamos porque nos dimos cuenta que era mucho mas divertido ser buenos amigos, lo otro era demasiado formal y aburrido. Así, podíamos hablar de todo sin vergüenza ni tapujos.
Un domingo que estábamos solos después de ir al cine, le pregunte directamente si las chicas también se hacían pajas y si disfrutaban igual que los chicos. La pregunta le hizo reír y a su vez me preguntó por qué estaba interesado, diciéndome a continuación que si hubiésemos seguido siendo novios quizás ya lo sabría. Le prometí que si me enseñaba como se hacía se lo haría todas las veces que quisiera y como ella quisiera.
La tarde siguiente al salir del colegio fuimos a su casa. Sus padres tenían una tienda de ultramarinos y estaban todo el día fuera, atendiéndola. Pasamos a su habitación, preguntándome si sabía como eran las mujeres por dentro y si había visto alguna desnuda. Le dije que había visto tetas pero el coño no. Me hizo prometer que aquello quedaba entre nosotros y me dijo que nos desnudáramos. Yo estaba nerviosisimo, no había podido ver así a mi prima y ahora tenia a mi amiga a punto de descubrir todo los misterios, efectivamente se quitó su falda y su blusa quedándose en bragas y con una camiseta a juego, que tenían unos dibujos de animales.
Por mi parte, y sin darme cuenta de lo que hacia, me había desnudado a toda prisa, sobre todo para no perderme detalle del striptis de mi amiga. Su cuerpo aparecía como un sueño, tenía unas piernas delicadas, largas, de un blanco delicioso, que acababan en la parte superior con las bragas, al quitarse la camiseta por arriba, fueron apareciendo una tripita redonda, un ombligo precioso y, súbitamente, unos pequeños pero insinuantes senos, bien formados, con unos pezones sonrosados, algo más oscuros que los de Visi. La visión era excitante y sin darme cuenta mi pene también comenzó a animarse.
Cristina se dio cuenta, haciendo una mueca de sorpresa y esbozando una sonrisa muy cómplice, se giró de espaldas y bajó sus bragas mostrándome un culo respingón que sin ser tan rotundo como el de Visi, me provocó una calentura impresionante. Ella era consciente de que toda mi atención estaba puesta en su cuerpo y muy lentamente, contoneándose giró, dejándome ver un maravilloso monte de venus con una pelusilla rubia muy incipiente, pero de donde no podía apartar mi mirada.
Allí estábamos los dos sin saber que hacer, nos mirábamos eso sí, pero ninguno daba el primer paso, por fin ella quiso saber como lo hacía yo. Sin dejar de mirarla empecé a meneármela lentamente y ella miraba asombrada como salía y entraba mi glande, estaba claro que era la primera vez que lo veía. Yo le dije que ya lo estaba haciendo, que era muy bueno, pero que quería que lo hiciese ella para ver como se hacía, se echó hacia atrás sentándose en el borde de la cama, abrió sus piernas y sin dejar de mirarme se chupo un dedo, ensalivándolo bien se lo llevo a su chochito y abriendo sus labios lo deslizó a lo largo de su raja, insistiendo y haciendo más presión en la zona alta, sin dejar de mirar como hechizada lo que yo hacía; al rato dejó escapar un suspiro que a mí me hizo estremecer de gusto.
Le pregunté si eso le gustaba y me dijo que era muy rico sobre todo cuando tocaba el botoncito que tenía arriba, el clítoris me aclaró; siguió tocándose cada vez con más ganas llevándose la otra mano a sus tetitas y tocándose uno de los pezones con fruición; como decían mis amigos también debía estar caliente, yo estaba a punto de caramelo. Al verle tocarse el pezón me acorde de que a Visi le gustaba que yo se los chupase y le pregunté si quería que yo lo hiciese, no dijo nada, creo que bastante tenía con lo suyo, por lo que pensando que consentía, me acerqué y aprisioné el otro pezón con la boca, chupándolo y moviéndolo con la lengua como se lo hacía a Visi.
Su reacción fue rápida y maravillosa, se tumbó en la cama y me pidió que siguiera y que lo hiciese mas fuerte. Para entonces yo ya me había olvidado de mí, me gustaba mucho más el espectáculo que ella me ofrecía. Al ratito me pidió que cambiara de teta, lo hice, y con la otra mano me dediqué a acariciarle el pezón que había quedado libre. Cristina por su parte se frotaba furiosamente su coñito con las dos manos y comenzó a agitarse y convulsionarse, respirando fuerte, suspirando o dando pequeños grititos en lo que yo entendí que era un orgasmo como los que yo tenia, solo que en ella era tan fuerte que me llegué a asustar, ya que duraba bastante más que los míos y yo no sabía que hacer.
Lentamente fue relajándose y mirándome con una cara todavía medio transpuesta me dijo que había sido la corrida más intensa desde que se lo hacía. Me preguntó si me había gustado y si era eso lo que quería saber. Le dije que había sido lo mejor que me había pasado en la vida y que si quería repetirlo y que yo le ayudase, me dijese lo que tenía que hacer.
Estaba muy interesada en saber como sabía chupar tan bien los pezones y encogiéndome de hombros le dije que hice lo que me pareció y como creía que le gustaba, seguí, apretando más cuando ella me lo pedía. Siguió echada en la cama y de vez en cuando tenia una pequeña convulsión, yo le pregunte que le pasaba, si estaba mal y ella me dijo que no, que todavía le estaba dando gusto y que tenía ganas de seguir tocándose, pero que estaba cansada.
Me ofrecí a hacerlo y al ver que no decía nada aventuré una mano a su rajita, acariciándola dulcemente. La tenía mojada por lo que mi dedo se deslizaba con mucha suavidad, ella cerró los ojos y yo seguí con mi trabajo insistiendo más en su botoncito. Era la primera vez que tocaba el coño de una mujer y me pareció algo extraordinario, cálido y jugoso. Mi amiga me susurró que le chupase una teta y recostándome a su lado comencé a hacerlo, atendiéndola por arriba y por abajo, presionando más cuando ella me lo pedía. Mi polla, dura y lubricada, quedó a la altura de su mano, sentí que la acariciaba y agarrándola suavemente empezó un sube y baja como me había visto hacer a mí. Puedo jurar que aquello fue demasiado, seguimos un buen rato hasta que los dos nos corrimos como locos, quedándonos transpuestos y desmadejados a lo largo de la cama.
A los pocos minutos nos levantamos y después de decirnos que había sido maravilloso, nos juramentamos para no decírselo a nadie, pero quedó en el aire el deseo que ambos teníamos de que aquello había que repetirlo, como así fue. Nos dimos un beso, de amigos por supuesto, y salí de su casa loco de alegría pensando que era lunes y podría poner en práctica todo lo que había aprendido.
Aquella noche mis padres salían a cenar con mis tíos que vivían en el piso de al lado y pensaban venir bastante tarde, nada más marchar ayude a Visi a preparar todo para la cena y al verme tan voluntarioso, mi prima creo que sospechó algo especial; en el ambiente se respiraba optimismo y sensualidad.
Recogimos rápidamente después de cenar, ayudando en todo lo que podía y hasta mí prima me preguntó qué mosca me había picado, yo estaba risueño y le contesté, misterioso, que la mosca le iba a picar a ella, se sonrió y allí empezó todo.
Le abracé, y besándola suavemente le prometí que aquella noche sería inolvidable. Le había comprado un ramito de violetas que sabía le gustaban y eso la desarmó por completo. Le pedí que me dejara hacer a mí, la senté en una de las butacas y arrodillado en el suelo entre sus piernas empecé con las caricias, pasé mis manos por sus muslos, al tiempo que me levantaba y le besaba dulcemente en la cara diciéndole cuanto la quería y cuantas ganas tenía de hacerla feliz.
De aquí pasé a acariciarla metiendo mis manos por debajo del jersey y cuando las subí, comprobé sorprendido que no tenía sujetador, sus tetas se ofrecían desnudas a mis caricias, fue su contribución a la fiesta. Estaban turgentes y sus pezones duros. Me acerqué a su oído y con todo el cariño del que fui capaz le di las gracias, diciéndole que era una cabrona maravillosa.
Mis manos acariciaban la parte exterior de sus muslos hasta llegar a sus nalgas, levantando al tiempo su falda plisada, que estaba a la altura de sus bragas. Con atrevimiento metí las manos por debajo, tocando directamente la parte alta de sus muslos y apretando sus glúteos lo que me excitaba sobremanera. La atraje hacia mí, sentándola al borde de la butaca con lo cual quedó más recostada y ofrecida. Besé sus pezones. Su cara reflejaba la excitación que experimentaba, los ojos cerrados, sus dientes mordían el labio inferior dejando escapar de vez en vez, sonidos que junto con los leves contoneos de su cuerpo, demostraban su creciente calentura.
En este punto me atreví a tirar de sus bragas hacia abajo, sorprendiéndome, se irguió ligeramente para que pudiera seguir bajándolas hasta sacárselas totalmente. La visión que se ofrecía a mi vista era increíble, una mata tupida de pelo negro, muy rizado y compacto que casi impedía la visión de su coño. En mi interior sentía como corrientes eléctricas que me recorrían las tripas y saliendo de mis testículos, llegaban hasta la punta de mi empinada polla.
Ensalivé mis dedos y con decisión, pero con delicadeza, los pasé por su raja abriéndola ligeramente y acariciando sus labios y llegando al botón superior que encontré duro y ligeramente prominente. Su excitación se hizo más evidente y me apliqué al trabajo con la satisfacción de que lo que hacía tenía su recompensa. A medida que avanzaba en mis caricias escuchaba sus instrucciones, que seguía al pie de la letra, más fuerte, sigue ahí, cambia de teta, mójate los dedos, muérdeme más, todo ello juntamente con sus suspiros, gritos, movimiento de su cuerpo, expresiones de su cara, me indicaban que estaba gozando tremendamente. Yo seguía con mi trabajo y ella, fuera de sí, en un momento dado, cerrando las piernas con furia aprisionó mi mano en su coño y convulsionándose totalmente me dijo en un grito apagado, me corro, me estoy corriendo como una loca.
Separándome me bajé los pantalones, ya que me dolía el pene de tenerlo tan aprisionado, me senté en el brazo de la butaca y suavemente acariciaba sus tetas y besaba su cara con pasión. Tomando mi hombro, me atrajo hacia ella sentándome en su regazo y abrazándome fuertemente me dio un beso apasionado, metiéndome la lengua hasta la campanilla. Otra experiencia increíble que me tenía al borde del colapso.
Seguí sentado en su regazo y mientras con una mano acariciaba mi nuca y cabello, con la otra soltó los botones de mi camisa que sacó junto con mi camiseta hábilmente, dejándome desnudo y con mi pecho en contacto con el suyo. Yo estaba realmente fuera de mí, el corazón me latía furiosamente y en mi interior una fiebre me abrasaba, notando un cosquilleo que era maravilloso pero al tiempo producía una desazón difícil de soportar.
Visi se propuso aliviarme y tomando mi pene que estaba a punto de estallar, bien lubricado, me dedicó una paja de antología, chupando mis pezones, otra nueva experiencia, que hacía que las sensaciones que sentía en mi interior, semejasen una olla a punto de hervir. En un momento dado sentí que una descarga recorría desde mis huevos a la punta de mi pene y retorciéndome de placer por primera vez en mi vida solté mi leche, en una corrida antológica, que fue celebrada por mi prima, al tiempo que yo, entre convulsiones, escuchaba que ya era todo un hombre.
Realmente fue una noche inolvidable y allí continuamos largo rato acariciándonos y repitiéndolo otra vez, pero ya mucho más calmados.
A estas alturas os preguntareis dónde estaba la tercera mujer que prometía el título. Pues bien eso fue otra experiencia absolutamente increíble que paso a contaros.
Visi y yo continuamos siempre que podíamos con nuestros juegos nocturnos, cada vez más satisfactorios. Una de aquellas noches al poco de comenzar con nuestras caricias, nos encontrábamos en la querida escalera, yo con mi polla dura y fuera de los pantalones y ella con su sujetador por encima de sus tetas, mientras yo las acariciaba y besaba. En esto escuchamos una llave en la cerradura y la puerta de entrada que se abría y cerraba rápidamente. Como espoleados por un resorte nos separamos, yo trataba de abotonar mi bragueta y Visi componía su falda y bajaba su jersey, aunque se notaban claramente dos bultos sospechosos por debajo, producidos por su sujetador y por sus tetas.
Nuestras caras eran un poema, congestionados por la excitación y rojos de vergüenza porque nos habían descubierto in fraganti. Mientras estábamos en esta tarea, oímos la voz de nuestra tía, que vivía en el piso de al lado y que alguna noche, cuando su marido estaba ausente por viajes, venía a pasar la velada en nuestra casa.
Nuestra tía Carmen era la hermana pequeña de mi madre, tenía en aquellos momentos 34 años y una figura espectacular. Era una mujer maciza, no era muy guapa de cara, pero su cuerpo tenía unas curvas muy sensuales, unas tetas y un culo rotundos, que hacían volver la mirada a todos los que se cruzaban con ella por la calle. No había podido tener hijos y yo que era su ahijado, era como su propio hijo.
Cuando entró en el salón preguntando por sus sobrinitos, el espectáculo que contempló fue de lo más grotesco, imaginaros la escena. Efectivamente nos miró sorprendida, pero al momento se hizo una idea de lo que estaba pasando. Se dirigió hacia nosotros con una cara muy especial y con un tono de voz serio, resueltamente preguntó qué estaba pasando. Nosotros, rojos como la grana, mirábamos al suelo sin saber que hacer o decir. Mi tía echando una mano a mi paquete preguntó, qué tienes aquí que te hace ese gesto el pantalón, tienes uno de los botones suelto, se te va a escapar el pajarito. Aquello aun me humilló más y quería morirme. Alargando la mano hacía Visi, le levantó el jersey y sus tetas aparecieron majestuosas y el sujetador por arriba, su carcajada sonó aun más humillante, una nueva forma de ponerse el sujetador, trataré de imitarte a ver si me gusta.
Se sentó en uno de los sillones y sin dejar de mirarnos nos preguntó seriamente que estábamos haciendo y si nos parecía que esto era sensato. Se dirigía más directamente a su sobrina y por la cara que ponía Visi, creo que ya se veía en el pueblo, castigada de por vida y cayendo sobre ella todas las desgracias de infierno.
Ante esta escena avancé muy resuelto hacia mi tía y con convicción le dije que era mi culpa, que para evitar que los chicos de clase se rieran de mí, le había pedido a Visi que me dijera como se hacia una paja. Que ella no quería pero que insistí tanto, que al final me estaba enseñando.
No sé si por mi vehemencia, por lo extraño de la situación, por lo curioso de mi razonamiento, el caso es que nuestra tía se echó a reír y dijo, ¿así qué todo es porque quieres aprender cosas de sexo?, y que, ¿has aprendido mucho?
Me encogí de hombros y miré a mi tía con determinación. Ella me soltó de sopetón, creo que tu madrina va a tener que enseñarte lo que debes saber.
Esto no nos lo esperábamos, nuestra tía era una mujer normal, incluso seria, por eso al oír eso tanto Visi como yo nos miramos y respiramos más tranquilos. La tía Carmen nos llamó y cuando estábamos a su lado dijo, cuando acabemos podrás dar lecciones a todos tus amigos y amigas, nadie va a volver a reírse de mi sobrino. Me puso frente a ella y bajándome el pantalón contempló mi polla, que todavía estaba morcillona, tomándola suavemente con sus manos, con una sujetaba mis huevos y con la otra estiraba mi cosa diciendo, tienes una buena herramienta, el día de mañana será una buena polla, incluso hoy puedes hacer diabluras. Todo esto a mí me confundía, pero me estaba gustando.
Se levantó del sillón y tomándonos de las manos nos llevó con ella a mi habitación diciendo que lo primero que quería el sexo era confort. Se sentó en mi cama y me dijo que tenía que ver desnuda a una mujer de verdad. Me pregunto si había visto alguna. Creo que no mentí al decirle que no, ya que las formas, curvas y rotundidad que tenía ella, no la tenían ni Visi, ni mucho menos Cristina.
Me voy a desnudar, vosotros desnudaros también. Visi y yo obedecimos de inmediato. Probablemente no he visto en mi ya larga vida un striptis tan sensual como aquel. Lentamente fue despojándose de sus prendas, quedándose con un conjunto de braga y sujetador, color carne, de lo más excitante, con transparencias, muy insinuante, fue quitándoselo tan sensualmente, que cuando vi aparecer aquel par de tetas, grandes, duras, agresivas, con unos pezones oscuros, duros y puntiagudos, mi polla saltó como un resorte, poniéndome el corazón al límite de pulsaciones.
Cuando se quitó las bragas aquello fue la apoteosis final, apareció un culo precioso, redondo, duro, apetecible, separado por aquel canal provocador, aquello fue demasiado para mí, cuando se giró dejando ver su precioso y recortado pubis, no pude aguantar más y me corrí, soltando abundante leche sobre ella.
Mi tía me cogió con dulzura diciéndome que no me preocupase que lo entendía y que ella se encargaría de ponerme nuevamente a tono. Me dijo que no hacia falta preguntarme si me había gustado porque la respuesta era evidente. Mirando a Visi dijo, la primita es una mujer de bandera y menudo felpudo gasta, eso habrá que recortarlo para que esté más insinuante, parece una mojigata pero creo que sale a la familia y esto del sexo le gusta.
Como una gran maestra de ceremonias se dispuso a comenzar su lección magistral. Parece que mis tetas te han afectado mucho, me dijo, quieres tocarlas y besarlas, asentí con la cabeza y me tiré a por ellas como loco. Las acaricie, las bese, las sopese, mis manos no las abarcaban, finalmente metí uno de aquellos grandes pezones en mi boca y puse en práctica todo lo que había aprendido. A mi tía no le pasó desapercibido y la escuché decir, cabroncete tu sí que sabes.
Me hizo recostar sobre la cama y poniéndose de rodillas en el suelo frente a mí, bajó su cabeza y fue a por mi polla decididamente. Instintivamente traté de ir hacia atrás pero era imposible y mi tía introdujo mi pene en su boca acariciándolo con su lengua y comenzando una mamada para mi épica, cuando vio mi sorpresa y mi cara de gusto dijo, ya veo que no te habían hecho esto nunca, pero creo que te gusta, tu tranca se está poniendo dura y gruesa como a mí me gusta. Sin dejar de dirigir la acción ordenó a mi prima que me acariciase los pezones, mi prima se metió uno en la boca y con la mano aprisiono el otro frotando entre los dedos y todo ese conjunto me llevó al séptimo cielo.
Cuando estaba a punto de estallar, mi tía lo paró todo, tumbándose en la cama y diciéndonos que por ahora estaba bien y que ahora era su turno.
Abrió sus piernas y separó los labios de su coño mostrándonos un espectáculo sensacional, su interior estaba sonrosado, húmedo, brillante y al contrario de los dos que había visto, donde el clítoris no era evidente, aquí sobresalía del caperuzón mostrándose erguido y desafiante. Mi tía me preguntó si quería comérmelo, debió ver mi cara de sorpresa, y añadió que mi prima no me había enseñado nada. Pasó sus manos por detrás de mi cabeza dirigiéndola directamente a su coño y cuando tuve mis labios en su raja empezó a darme instrucciones, pasa la lengua a lo largo del coño y hazme morir, mamoncete. Esta situación y este lenguaje, nada habitual en mi tía, me excitaba sobremanera por lo que me concentré en mi nuevo trabajo, insistiendo al igual que hacía con el dedo en el botoncito. Mi tía no se cortaba, me dirigía, indicándome lo que debía hacer y entre convulsiones decía que quería correrse, que lo estaba haciendo de maravilla y pidió a Visi que ayudase chupándole las tetas.
Seguimos así durante un rato en el que mi tía nos llamó de todo, se retorcía y gritaba quedamente diciendo que éramos unos cabrones mamones. Súbitamente nos separó y sujetándome por debajo de los sobacos me subió hasta su cara y agarrando mi polla la dirigió a su vagina metiéndosela hasta el fondo de un empujón. La dejó un instante así y luego me dijo que empezase a sacarla y meterla suavemente, pero que no me corriera.
Para mí aquello era sensacional, estaba follando por primera vez, follándome a mi tía, era demasiado, aquel calor y la suave presión que ejercía sobre mi pene, me hacía pensar que aquella era la funda perfecta para mi polla. Aquellos movimientos me estaban produciendo unos calambres en el bajo vientre indescriptibles. Notaba que mi calentura iba subiendo a pasos agigantados y estaba a punto de correrme, pero la orden tajante de mi tía, no te corras, me hacía aguantar al tiempo que hacía que aquel metisaca fuera cada vez más intenso y profundo. Mi prima estaba acariciando y devorando sus pezones, mientras que con una de sus manos se frotaba el sexo enérgicamente, caliente de sus caricias y de colaborar en aquel espectáculo. Mi tía se retorcía de placer, levantando y agitando su cabeza, sus manos sujetaban mis nalgas apretando fuerte hacía ella.
Después de un tiempo maravilloso que me pareció eterno, mi tía en medio de un intenso orgasmo me ordenó, córrete dentro de mí. Aquello dio rienda suelta a mi corrida que fue de campeonato, nunca había sentido algo tan intenso y tan placentero. Mi cuerpo se estremecía, empujaba con furia queriendo llegar al fondo de su coño, cada descarga de semen que sentía era como una descarga eléctrica que recorría mi cuerpo, haciendo que mis manos, que sujetaban los hombros de mi tía por debajo se aferrasen como garfios, ayudándome a penetrarla salvajemente y acabar de correrme con intensas contracciones.
Quedé un rato con mi cabeza en el pecho de mi tía, mi polla dentro de su coño, completamente agotados y con las últimas convulsiones agitando nuestros cuerpos. A nuestro lado, Visi igualmente había alcanzado un orgasmo bestial. Nuestra tía la atrajo hacía nosotros y quedamos los tres abrazados, agotados, pero satisfechos.
En unas semanas, con estas tres mujeres maravillosas, había recibido una formación sexual, tan extraordinaria, con tanto cariño, discreción, respeto y complicidad, que nunca podré agradecer bastante estas enseñanzas. Nuestra relación, con estimulantes alternativas, duró nueve maravillosos años. Aun hoy, recordando estos episodios, sigo esforzándome cada vez que estoy con una mujer en darle todo el placer del que soy capaz, por todos los medios a mi alcance, ya que esto me hace sentir bien y sigue haciéndome gozar tanto como mis propios orgasmos.
Esta es mi primera aportación a estos relatos, espero vuestros comentarios, si son favorables y el relato merece vuestra aprobación, trataré de contaros nuevas, calientes y excitantes experiencias.