Mi infancia con mi primo, así empezó [relato real]

Éramos jóvenes, teníamos ganas de experimentar. Descubrí mi sexualidad con él, y me enamoré...

Este es mi primer relato, espero que os guste y que queráis que siga!

Me llamo Marcos y tengo actualmente 19 años, he vivido toda mi vida con mis padres en un pueblo de Albacete, siempre cerca de mis tíos y mi primo Miguel, el protagonista de esta historia. Actualmente la historia con mi primo sigue viva, pero hoy os vengo a contar el principio de todo, cuando empecé a sentirme atraído por mi primo y acabé enamorado de él.

Siempre he sido un chaval normal, ni delgado ni gordo, de estatura normal para mi edad (ahora mismo mido 1.76) más o menos la misma altura que mi primo, mientras que él siempre ha sido atlético desde muy joven, con piernas fuertes y tableta, ya que se ha pasado media vida jugando a fútbol. Yo soy moreno, de ojos marrones y mirada penetrante, un poco serio pero muy cariñoso. Él es un tío muy guapo, castaño, ojos marrones y unos labios y una sonrisa que siempre me ha vuelto loco, pues a medida que pasaba la adolescencia se volvía cada vez más atractiva.

Miguel, "primito" como yo le llamaba, me saca casi cuatro años, yo por aquél entonces iba a cuarto de primaria, tenía diez años, mientras que él ya estaba en la secundaria. Él siempre ha sido popular entre las chicas, desde jovencito, pues el chaval enamoraba no solo por su físico sino porque siempre ha sido un amor de persona. A pesar de ello, no tenía prácticamente tiempo para fijarse en chicas, pues dedicaba muchísimo tiempo al fútbol y lo que le sobraba debía dedicarlo a sus estudios.

Yo soy hijo único, así que siendo tan chico muchas veces me sentía solo, ya que por aquél entonces tenía pocos amigo y me aburría estando en casa. Tenía la suerte de que vivía a un minuto caminando de la casa de mi primo, con el que quedaba practicamente todos los fines de semana y algún que otro día que no iba al entreno de fútbol. Con el jugaba, me reía, me distraía, hablabamos de nuestras cosas, de nuestra familia, etcétera. Él sabia que yo era más joven y que era más infantil así que no le importaba seguirme el juego muchas veces, como por ejemplo cuando jugabamos al escondite dentro de su casa y me daba sustos o cuando jugabamos a las peleas y acababa él encima de mí haciendome pedorretas en la barriga. En definitiva; mi primo ejercía el papel del hermano que nunca tuve. Nos queríamos muchísimo.

La atracción con mi primo empezó en esos fines de semana que quedábamos en su casa, él estaba cansado de jugar al fúbol toda la semana y muchas veces estaba algo dolorido físicamente, hasta que un día por hacer la broma le agarré por los hombros y empecé a hacerle un masaje, lo cual le gustó bastante y me dijo que siguiera, hasta convertirlo en una rutina. Era como un masajista para él, así que muchas veces que quedábamos le dedicaba un rato a su cuerpo para hacerle sentir mejor. Yo era un chico inocente aún, con decir que no sabía aún lo que era la masturbación y no me importaba hacerlo, era simplemente darle masajes a lo que para mí era mi hermano.

Tenía una espalda fuerte para su edad, suave, firme, ancha. Cuando se sentaba en su silla para relajarse mirando youtube, se quitaba la camiseta y yo me ponía detras de él. Me encantaba posar mis manos sobre su piel, rozarle con mis dedos, masajear su cuello, luego desde los hombros hasta abajo, recorriendo cada centímetro de su espalda. Cada vez que lo hacía, se me ponían los pelos de punta. Mis masajes se fueron extendiendo y a él no le importaba, cuando estaba con sus hombros llevaba las manos un poco hacia abajo y acariciaba también parte de sus pectorales, muy duros y marcados para su edad. A veces me pedía que le rascase la espalda, que le relajaba, y eso hacía, suavemente, rascaba su espalda de la mejor manera que podía, al igual que lo extendía por sus brazos. No miento si digo que más de una vez se quedaba dormido.

En una de esas veces, estaba en casa de mi primo y él llego de jugar a fútbol así que se fue a la ducha y yo me quedé esperándole en la cama, mirando vídeos con su móvil. Al salir de la ducha, iba en chanclas y con únicamente una toalla en la cintura, aun con el pelo medio mojado. Se puso delante de su armario dándome la espalda (yo fingía prestar atención al móvil) cuando cogió unos calzoncillos color rojo del cajón y dejó caer su toalla para ponérselos. No pude evitar mirarle. Tenía unas piernas y un culo que se notaba que hacía mucho deporte, probablemente eran las primeras nalgas que veía de un chico, y a pesar de que las mías eran parecidas así redonditas y firmes, sentí envidia de mi primo y a la vez alivio, un alivio que me desconcertaba y no entendía. ¿Será que me alegraba de tener un primo que estuviera bueno? Tras quedarme un poco en blanco, Miguel me dijo:

-Oye Marquitos, me duelen muchos los pies y las piernas nene, se que nunca lo has hecho pero tu me podrías dar un masaje ahí? No tengo a nadie para pedírselo, solo a ti...

Acto seguido se tumbó en la cama, únicamente con los calzoncillos, ya que entre nosotros había mucha confianza. No pude evitar fijarme varias veces en su paquete, empezaba a despertar una curiosidad por los chicos que nunca había tenido. Cogío el móvil para responder a sus mensajes y me dijo que podía empezar si quería. Yo me puse a su lado en la cama sentado y empecé a masajearle los pies, apretaba con cuidado la planta del pie y pasaba los dedos tímidamente por los suyos, lo cual parecía aliviarle. Tras un rato fui a las piernas, las cuales nunca había masajeado. Eran unas piernas fuertes, con unos buenos gemelos, nada de vello, y las tenía delante de mi, preparadas para sentir mis dedos. Empecé con su pierna derecha,masajeando el muslo bien, bajando a su gemelo y volviendo al muslo, en uno de esos movimientos de arriba a abajo pasé mis dedos un poco por debajo de la costura de sus calzoncillos, lo cual ignoró pero causó en mi algo que desconocía, sentía un calor interno que nunca había sentido; estaba teniendo mi primera erección. Seguí masajeando, ocultando lo que me estaba pasando así como podía, fui a la otra pierna e hice el mismo proceso y al igual que la otra pero esta vez no iba a hacerlo sin querer, sino que estaba decidido a sobrepasar de nuevo los límites y sentir su piel más allá de esos calzoncillos. Lo hice, varias veces, a mi primo no solo parecía no importarle sino que por los gestos que hacía de relajación tenía claro que le estaba gustando.

Las semanas siguieron, al igual que mis masajes, y mis erecciones, las cuales mi primo nunca se dio cuenta (o eso creía yo). A pesar de eso, aún no conocía la masturbación.

La historia en sí empieza ese mismo verano, cuando Miguel no tenía ni instituto ni fútbol, al igual que yo no tenía cole. Era uno de esos veranos tan calurosos que muchos recordamos de niños, por la tarde no había nadie en la calle y solo se oía el ruido de las cigarras bajo el calor infernal. Ambos teníamos piscina, así que os podéis imaginar lo que las disfrutamos ese año, pero eso lo contaré luego. Nos veíamos casi cada día en su casa, ya que jugábamos a la play y él era el único que la tenía. Adivinad a qué jugábamos, sí, al fifa. Recuerdo perfectamente que yo jugaba con el Chelsea (yo no tenía ni idea de fútbol). Solía ganarme siempre, pero yo con apretar todos los botones del mando y meterle algún gol ya me conformaba.

Un día, al terminar uno de esos partidos, aprovechó que mis tíos estaban haciendo la siesta y Miguel se fue al ordenador y me dijo que me sentase en la cama a su lado. Buscó XXX, yo aún no sabia que significaba eso, fue ahí cuando descubrí el porno. Miguel abrió una página cualquiera, me miró sonriendo y me dijo:

-Primo, ya sabes que soy como tu hermano, y ya va siendo hora que sepas lo que es esto y lo que puedes disfrutar. Dime, qué video quieres que ponga? Elige.

Me puse nervioso, me pilló por sorpresa que mi primo hiciera eso, pero a la vez sentí un calor por el cuerpo y unas ganas de aprender cosas nuevas que nunca había tenido, entonces le miré medio riéndome y con mi voz entrecortada le dije:

-Pues me da igual la verdad, tú eres el que sabe de esto, pon ese mismo (señalando el primero que vi).

El vídeo empezó y salía una mujer comiéndosela a un tío, yo no tardé en ponerme palote y por lo que vi mi primo también, lo que su bulto era mucho más contundente que el mío. El vídeo fue prácticamente igual todo el tiempo hasta que el tío se corrió en su cara, a lo que mi primo soltó:

-Has visto? (dijo poniéndose la mano en el paquete) Esto son las cositas que se pueden hacer cuando eres mayor, y lo último que ha hecho es lo que más me gustaría probar (refiriéndose a la corrida en la cara). Por qué no te miras luego un vídeo en casa y pruebas de hacerte una pajilla? que seguro que ya sabes que es eso eh pillín...

Yo me reí, y le dije que gracias, que luego en casa lo haría. Y así lo hice. La diferencia es que no necesité poner ningún vídeo para excitarme. Una vez en mi casa me encerré en el baño y...

(Continuará)

Espero que os haya gustado, si queréis que siga con esta historia lo agradecería en los comentarios!!