Mi inexperta esclava (7: Aceptación)
Candy finalmente acepta lo que es. De mientras, nuevos personajes aparecen en escena.
En los días sucesivos a la sesión con mi linda sumisa, mi perversa mente se encaminó hacia un nuevo reto: tener bajo control a la zorrita de la hermana de Candy. No podía dejar cabos sueltos y menos ella.
"Necesito material que confirmara mi supremacía sobre ella" fue lo que pensé nada más levantarme al día siguiente de la cama. Me duché y desayuné mientras mi ordenador terminaba de iniciarse. Regresé al ordenador y ejecuté el software de control de las cámaras colocadas el día anterior. En mi pantalla aparecieron tres recuadros: dos de ellos mostraban la habitación de Candy y el baño vacíos. Pero la tercera denotaba que la hermana de mi perrita seguía durmiendo placenteramente. Cerré las otras ventanas e hice un zoom hasta encuadrar su cuerpo completamente en el campo de visión y comencé a grabar desde mi monitor.
La primera media hora fue una espera interminable, viendo como el precioso cuerpo de la víctima se tornaba una y otra vez, recorriendo el ancho de la cama. Decidí abrir internet y visitar el fotolog de Candy. 35 solicitudes pendientes, bien. A la par que vigilaba la pantalla del ordenador, fui hojeando las diversas peticiones (la mayoría de adolescentes cachondos y viejos salidos) hasta seleccionar tres que me llamaron la atención. La primera provenía de una chica de la edad de Candy, que estudiaba en un instituto de la ciudad próximo a mi casa. Quería conocer a Candy, pues sus aficiones bisexuales eran atractivas para esta chica, pues sus preferencias indicaban que ésta era lesbiana. Agregué a Joy (pues este era el nombre de la chica) y pasé al siguiente.
La segunda invitación provenía nada menos que de un compañero de clase de Candy, el cual le había reconocido y estaba muy interesado en la oferta. Tanto era así que cinco mensajes provenían de él (casi uno por día), pidiendo entrar en el juego. Le acepté con vistas al futuro, aunque no muy convencido por su ingenuidad (podía estropear la estrategia). Por último, observé la tercera de las personas elegidas: mi amiga Ash. Era una chica increíble que, hacía unos años, había venido a trabajar a la ciudad como periodista. Era muy buena en su trabajo y además congeniábamos muy bien en cuanto a mis "planes", por lo que, sin dudarlo, la agregué y le mandé un saludo.
Navegué levemente por el fotolog de Joy, buscando información que me sirviese, hasta que algo me llamó la atención. Cerré la ventana de internet y me fijé en la cámara, donde una recién levantada hermanita se incorporaba en su cama a la par que se frotaba los ojos. Encendió el móvil y una sonrisa afloró en sus labios, junto a lo que parecía decir "cabrón". Dejó el móvil y para mi sorpresa, se tumbó encima de las sábanas y comenzó a acariciarse el cuerpo por encima del top y el short con los que dormía. No podía creer mi suerte; apenas llevaba tres cuartos de hora acechándola y ya tenía algo de información para chantajearla. Pero no acabó ahí. Una vez caliente, la chica se desnudó completamente (sorprendiéndome con ese cuerpazo en el que nunca me había fijado) y cogió de nuevo su móvil. A continuación, haciendo muecas de lujuria como una zorrita con experiencia, comenzó a fotografiarse el cuerpo, incluyendo algunas poses obscenas. En determinado momento, extrajo unas braguitas de un cajón de la cómoda y mientras las olía y las mojaba en sus fluidos, sacó unas cuantas fotos más. ¡Qué zorra que era! De nuevo, dejó el móvil en la mesita de noche y terminó de masturbarse. Sonó el despertador, por lo que se vistió y salió de la habitación. Tenía que conseguir ese móvil, pero aún no podía o interferiría en el proceso de asimilación de mi sirvienta.
El sábado aproveché para ir de compras y quedé a comer con Ash. Charlamos sobre el trabajo y sus amores, entre otras cosas. Cuando creí oportuno mencioné la hipótesis de qué haría ella con una esclava sexual y ella entendió al momento. Me preguntó cómo había conseguido a ese bombón que le había agregado a su fotolog y procedí a contarle la historia, guardándome algunos detalles vergonzosos (como el descontrol sufrido por un error mío).
Al finalizar el relato, Ash estaba visiblemente cachonda por lo que, tras ir un momento al baño de la cafetería y pagar la cuenta, se puso manos a la obra. Paseamos hasta los jardines del parque donde, tras asegurarnos que no había nadie cerca, trazamos un plan para aumentar el séquito de dóciles sirvientas. A cambio pidió tener acceso a Candy siempre que quisiese, lo cual no me pareció oportuno y renegocié con ella; podría ser la dueña personal de la hermana si deseaba, pero a Candy sólo accedería en un futuro como cliente o caso especial. Aceptó la oferta y nos despedimos.
Pasaron unos cuantos días más sin noticia de Candy, los cuales ocupé atendiendo a las clases en la universidad y adelantando trabajo para un futuro próximo. También ayudé en el negocio familiar y saqué un dinero, dinero que fue utilizado para comprar "regalitos" a Candy.
Joy cada día estaba más a gusto con la situación en la que se encontraba, cortejando a Candy y cierto día, viendo que no perdía nada por arriesgar le conté una versión muy reducida de los hechos. En un par de días no apareció por el fotolog, pero finalmente lo hizo. Me explicó que se sentía ligeramente engañada y frustrada por lo que ya no quería una relación seria con Candy, pero que no le importaba en absoluto aprovecharse de su nueva "condición". Así fueron progresando nuestras conversaciones, hasta que llegó el día en que pasó a formar parte de mi equipo, sometiéndose a mí para poder gozar del placer de su "amada".
Llegó el viernes. Y con él mis preocupaciones. Hacía ya diez días que no sabía nada de mi perrita y comenzaba a angustiarme por si el proceso no se completaba. Me conecté al ordenador y visité mi cuenta de correo. Mi sorpresa era mayúscula; una invitación de parte de su "yo" normal residía en la bandeja de entrada. La abrí y comprobé que se trataba de una invitación de amigo para agregarla a su Tuenti. Acepté inmediatamente y entré en mi cuenta, con impaciencia por ver ante qué me hallaba.
Su cuenta era más bien normal: había información sobre ella, sus pelis favoritas, la música estridente actual que a ella le gustaba pero algo no encajaba. Lo supe nada más ver la foto principal. En ella, tan sólo aparecía el rostro maquillado de una adolescente, pero su mirada era distinta. Comprobé el resto de fotos y la tan ansiada erección llegó. Mi perrita no sólo sabía posar sumida en una hipnosis, en la realidad lo hacía muy pero que muy bien. Y eso lo demostraban las fotos. Había apenas una veintena pero en ellas se mostraba desinhibida, en ropa interior, mostrando un ligero sujetador que se desliza sobre sus hombros sin mostrar nada más que un leve canalillo, o con una braguitas de encaje situadas en un culo en pompa dispuesto a provocar a quien lo viese.
No hacía falta mirar su zona de amigos, para saber cómo de popular era, pero lo hice. Más de cincuenta fotos de chicos jóvenes (y otros no tan jóvenes) se agolpaban en la pantalla intentando llamar la atención de esa chica rebosante de sensualidad. Pero, ojo, no sólo había chicos. Algunas mujeres también le habían agregado y realizaban comentarios de tipo erótico-provocativo a la dueña de la cuenta.
Por un lado me sentía contrariado ante semejante exhibición de cuerpo cuando a él le había costado mucho tiempo y ganas obtenerla de su sumisa. Pero, por lo general me sentía contento. Estaba cerca de completar su entrenamiento y eso nadie lo podría acaparar.
Apagó el ordenador, no sin antes avisar a Ash y Joy de dicho descubrimiento, y cenó. Cuando se levantaba de la mesa para coger el postre, el teléfono sonó. Era Candy. Su voz, muy cambiada desde la última vez denotaba humildad y sensualidad. Antes de poder abrir la boca, del auricular brotaron las palabras que me llenaron de orgullo y felicidad:
-Soy tuya, amo. Pero a cambio necesito algo.