Mi inexperta esclava (6: El castigo)
Candy desobedeció...y ahora debe ser castigada. Sexto capítulo de la saga y el penúltimo protagonizado en solitario por Candy.
Al cabo de casi media hora, Candy salió del baño. Estaba vestida con un simple albornoz azul que dejaba entrever la madurez de sus piernas y senos. Yo me encontraba en el piso inferior, en el salón cuando al verla bajar, pensé que era un ángel. Candy se sorprendió y yo también, pues aunque había dejado que recuperase su memoria en parte, aún seguía bajo mi influjo, por lo que su reacción no era normal.
-¿Qué qué haces tú aquí?- me preguntó. Por su sonrojada cara, adiviné que no sólo había recuperado la memoria hasta antes de mi llegada (por lo que no sabía que me encontraba allí), sino que además el baño había ayudado a que se desprendiese de ese ya frágil lazo que la ataba a mí, para dejar de ser Candy.
-No me digas que no te acuerdas, Candy -Su mirada, ahora más cercana pues había bajado hasta donde yo me encontraba, se apagó ligeramente y su lado sumiso, ahora con un carácter más parecido al original, apareció.
-S-sí amo, perdóname por no acordarme .esto ¿no habrás oído algo?
-¿Te refieres a tus gemidos? ¡Como para no oírlos! Has gritado como una auténtica guarrilla. Dime perrita, ¿en qué pensabas?
-En tu voz amo creo-ante mi mirada inexpresiva, se explicó- Estaba en la bañera y empecé a imaginarme tu voz dándome órdenes.- Se sonrojó más aún.
Esto es aún mejor de lo que esperaba. No sólo era mi esclava sino que encima comenzaba a ser ninfómana por propia voluntad. No deje que la alegría asomase a mi cara y dije:
-Ahora perrita, déjame recordarte algo. Cuando llegué aquí tu hermana seguía en casa, por lo que no cumpliste con mis órdenes. Eso se merece un castigo.
-Sí amo- concedió mi sumisa-si crees que es justo -en su cara vi que ciertos recuerdos de la llamada afloraban en su memoria, pero no posteriores.
-Lo creo-dije firmemente-Por tu culpa, perrita tonta, tuve que dar excusas a tu hermana y sabes que no me gusta mentir-lo cual no era del todo cierto.-Ahora quítate ese cómodo albornoz.
Ella obedeció y al momento estaba desnuda como la zorrita que era ante mí. Me acerqué a ella y separé sus piernas. Mi mano derecha recorrió la cara interna de sus muslos y encontró restos de fluidos.
-Así que te has corrido, ¿eh?- me arrodillé y lamí su coño. Sabía a gloria, limpito y caliente como estaba, podía saborear la virginidad en mis labios. Lamí su rajita en busca del clítoris y al hallarlo, succioné extrayendo así algunos de sus flujos.- Bien-dije incorporándome- eso será el único placer que obtengas en las próximas dos horas, pues tu castigo comienza ya.
Y sin mediar palabra, me dirigí a la cocina, asegurándome de reojo que ella me seguía. Atravesé la cocina, pasando al lado de la mesa de mármol blanco que residía en el centro de la estancia y salí al balconcito de la cocina. Allí, donde la ropa estaba colgada para secarse, pude distinguir un pequeño cesto con pinzas de madera. Cogí el cestito y regresé a la cocina.
-Ponte las pinzas en tu cuerpo de putita. Estarás monísima- dije tendiéndole el cesto.
Le ordené que se pusiera dos pinzas, una por lóbulo, a modo de orejas, como la perrita que era. A continuación, pasamos a sus pechos donde hice que se colocara una por pezón y otra en otra parte del seno. Con una cara de dolor, mi sumisa obedeció, comenzando sus pezones a ponerse erectos. Al tener el vientre plano, como una buena deportista, le fue imposible colocar ninguna allí, por lo que la solución fue "trasladarlas" a sus muslos. Allí situó tres por pierna, en la cara interna, de modo que al caminar se chocases entre ellas produciéndole pequeños pellizcos.
-Muy bien-dije pasando mi mano por su boca y bajando por las zonas doloridas, tironeando brevemente de las pinzas- ahora ve por tu collar y algo que sirva de correa. Vas a salir a pasear.
Mientras ella desparecía por la puerta de la cocina, con las piernas abiertas para evitar dolores, me dirigí a mi mochila y del bolsillo exterior extraje la cámara de fotos. Al poco de probar la cámara, para comprobar el estado de la batería y el modo de disparo, apareció Candy. En su cuello, el collar. En su mano, una correa elástica de la que se usan para pasear a los perros.
-Candy, ¿Cómo es que tienes esto?-pregunté, suponiendo la respuesta
-Tenía un perro. Falleció hará unos cinco años y desde entonces guardaba su correa.-explicó sumisamente con una leve sonrisa de nostalgia.
-De acuerdo. Ven aquí perrita-le indiqué con el dedo.
Ella avanzó andando hacia el lugar indicado cuando mi mano aferró una de las pinzas de los pezones y apretó. De sus ojos brotaron sendas lágrimas y me miró con dolor y confusa.
-Así no Candy. A cuatro patas- indiqué, primero acariciando su cara y después el pezón lastimado.
Ella obedeció, teniendo mucho cuidado de que las pinzas de sus muslos no se chocasen y terminó de llegar hasta mi lado. Me agaché y até la correa a su collar. Estaba perfecta. Deslicé una mano por su espalda desnuda, perlada de sudor, desde el cuello hasta sus glúteos y se me ocurrió algo.
La conduje al jardín trasero del edificio, procurando que si nos veían no me identificasen y la llevé entre los matorrales que vi al llegar. La besé en la boca y le dije al oído:
-Ahora vas a estarte aquí quietecita, hasta que vuelva. Una perrita ha de ser obediente y paciente.
Dicho esto, la até al troco de un matorral y subí de nuevo al piso. Abrí la mochila y saqué el material de espionaje comprado hace unos días. Subí al piso de arriba y entré en la habitación de Candy. Al entrar en el cuarto de mi esclava miré en derredor y hallé un buen lugar: situé el aparato en una balda entre un montón de libros que, al estar cubiertos por una espesa capa de polvo, deduje que nunca consultaría. Moví el objetivo hasta quedar enfocada la zona de la cama y el armario y reduje el zoom para que abarcase lo máximo posible. Activé la señal inalámbrica para poder controlar la cámara a distancia y salí del cuarto.
Operé del mismo modo en la habitación de su hermana, teniendo más cuidado de no desordenar nada. Mi víctima era muy ordenada y cualquier fallo podría alertarla. En su caso, situé la microcámara en el borde superior del aire acondicionado (al ser de color blanco ambos objetos, no se notaba nada).
Ya sólo quedaba un aparato y sabía muy bien donde ponerlo. Me dirigí al final del pasillo y entré en el baño. Miré el reloj; no podía demorarme mucho o alguien descubriría a Candy. Busqué un sitio de camuflaje pero al ser tan pequeño el habitáculo, no encontraba nada. Tras mirar un rato decidí colocarlo en la parte inferior del lavabo, también blanco, de modo que daba la sensación de ser un saliente inferior del mismo. Enfoqué a la bañera y rezando por no llegar tarde, me fui.
De camino a la puerta del piso, pasé por la cocina y cogí un plátano, un pepino y una zanahoria. Salí y bajé a toda prisa al jardín. Escudriñé entre los matorrales y la descubrí, paciente, jugando con unas briznas de hierba.
-Muy bien perrita. Eres muy paciente. Eso me gusta. Ahora, ten- dije tendiéndole la zanahoria- métetela en el boquita y juega con ella.
Mientras ella hacía lo pedido, mirando impacientemente a los lados por si venía alguien, yo recogí la cámara del suelo y comencé a sacar fotos. Primero saqué una docena de fotos de mi sumisa jugando con su zanahoria, lamiéndola y pasándola por sus pezones doloridos. Luego le ordené quitarse las pinzas de los pezones (mientras fotografiaba sus muslos tensados y las pinzas colgando infantilmente de ellos) y ponérselas en el clítoris. Cuatro pinzas, una a una, con cada cual disfrutaba viendo su dolor de perra.
Cuando finalizó la tarea, grabé un video corto de su cuerpo pinzado y su boquita juguetona (aún con la zanahoria). Era la esclava perfecta. Parecía que disfrutaba plenamente de cada acto "quizás lo hiciera", pensé
-Muy bien Candy. Como recompensa por tu buen trabajo puedes quitarte las pinzas y masturbarte un poco- al oír esto se sonrojó, pues bien sabía que le gustaba. Para ello, te he traído esto- añadí extendiendo las otras dos piezas de comida ante ella.
Comencé a filmar. Ella eligió el plátano y comenzó a tocarse los pechos mientras pelaba el plátano. Lo lamió con fruición, dejando su superficie completamente babeada. A continuación pasó la banana por su cuerpo en dirección a su rajita, deteniéndose brevemente en cada zona lastimada por las prensas. Con la otra mano tanteó la hierba y cogió la zanahoria. La volvió a lamer y la dirigió sin miramientos a su culo.
En este punto, la banana se encontraba ya en proceso de penetración, por lo que en pocos segundos se encontró cabalgando, de cuclillas y atada por la correa, sobre dos cuerpos duros que pugnaban por quebrar su cuerpo. Al rato, ya cómodo con dichos juguetes, comenzó a menearse sobre ellos, moviendo la cadera para facilitar el orgasmo y la penetración. Con una de las manos se agarró un pezón e instintivamente apretó, lo cual fue un extra de adrenalina para su masturbación. Acarició su pelo y cuello, con objeto de calmarse y prolongar su corrida y, de nuevo estable, palpó en busca de las pinzas retiradas. Eligió una y la colocó sobre su pezón, de modo que al poco tiempo éste se tornó morado. Sus gemidos empezaron a brotar , cada vez más seguidos, de su boca por lo que, supuse, llamaría la atención. Con objeto de grabar toda la escena y no alertar a nadie, la atraje hacia mí y la besé en la boca, introduciendo poco a poco la lengua en una boca que ofrecía reparos, no por odio sino por éxtasis. Con un espasmo, su cuerpo se sacudió y cayó de culo sobre la hierba. De su orificio vaginal brotaban fluidos que rápidamente (y para mi asombro) comenzó a recoger con su mano y lamer.
Recogimos todo el escenario y, de nuevo a cuatro patas, la conduje al edificio. Con cuidado de que nadie nos viese, salimos del ascensor y entramos en el apartamento. Cerré la puerta y acariciando su pelo, sedoso y algo pegajoso en la raíz debido al sudor, comenté:
-Lo has hecho muy bien Candy. Ahora me voy a tener que ir, pero antes te voy a dejar unos cuantos "recados" más.
-Lo que desees amo- respondió al momento.
-Bien Primero tráeme la ropa interior que desechaste. Espero hallas sido cautelosa con la elección, pues si veo que hay algo de tu nuevo vestuario que no me gusta
Candy dudó un momento y preguntó
-¿Amo puedo levantarme? Las rodillas me empiezan a doler.
-De acuerdo-concedí.
Mi sumisa se incorporó y subió a su habitación. Al rato bajó con una pesada caja de cartón (con la cual le ayudé. No quería una sirvienta lesionada) y la abrió ante mí. Comprobé las prendas e inspiré el olor a inocencia y pureza que emanaba de ellas y pensé "esto se ha acabado".
-Muy bien mi dócil doncella. Ahora, para los próximos días tus órdenes serán las siguientes:
1.-De hoy en adelante, te irán a trayendo más y más las prendas cortas y ajustadas. Así mismo, en algunos días de clase (sobre todo si hay gimnasia) te atraerá ir sin alguna prenda interior.
Aparte de tener algún chándal y zapatillas de deporte por casa(lo cual está bien), también comprarás ropa para enseñar más de lo debido y zapatos de tacón.
2.-Por si no te has dado cuenta, tu amo te excita muchísimo y tu amiga también. Por lo que, de ahora en adelante serás bisexual e irás abriéndote a nuevas experiencias (como juegos, eróticos, vibradores, disfraces sexys ). También tratarás de saber más de tu amiga, sus gustos sexuales, fantasías
3.- Visto que te gusta cumplir órdenes, lo has demostrado estos días, cada vez que alguien te mande algo lo harás gustosamente y te sentirás caliente por ello. Ten este candado-dije mostrando la última de mis compras por internet- y pónlo en tu armario, de modo que nadie vea lo que hay dentro de él.
4.-Cada día irás aceptando esta "fusión" entre vidas de modo que, al terminar tu adaptación, me llamarás para proseguir tu entrenamiento, esta vez siendo consciente de ello.
Eso es todo. Ahora, báñate y descansa.
Con lo dicho y una vez recogida mi mochila, abandoné la estancia. Al llegar a casa, me duché pues estaba cachondísimo y encendí el ordenador. Volqué las fotos y vídeos tomados y las clasifiqué.
Una vez archivado todo, abrí un documento de texto nuevo y escribí las órdenes dadas, por si pasaba mucho tiempo antes de que aceptase su nueva personalidad, no me acordaba de lo dicho.
Por último, antes de irme a la cama, abrí el clip en un editor de videos y fui extrayendo fotogramas de su corrida para poder tener shoots de la misma. Abrí el fotolog de Candy y subí algunas fotos más, previamente editadas para no mostrar su cara. Vi que había 23 solicitudes de gente que quería "conocer" a Candy. Ya me encargaría mañana de eso. Apagué el ordenador y me tumbé en la cama, reflexionando sobre el día.
"Ya eres totalmente mía", me dije "y en breve, lo serás de más gente".
Gracias a todos por vuestras ideas, como veis he elegido algunas. Lara San también tengo en mente lo propuesto y verás que cumplo en 3 capítulos de esta serie.
Así mismo informo de la posibilidad de extraer dos miniseries más de esta serie. Una con algunas fotos de Candy (las cuales están retocadas) y otra con las posibles personas secundarias que irán apareciendo en la serie (una novela no es buenas si sólo hay uno o dos puntos de vista).