Mi historia. Una historia real
La historia de mi vida. Sin saber cuál es mi orientación sexual y seguir sin saberlo ahondo en mis recuerdos para contaros mis andanzas.
Hola. No voy a decir mi nombre porque, creo que no es importante para mí historia, lo que si es importante es que es una historia real.
Soy un hombre de 42 años, felizmente casado, mi constitución es como la de cualquier hombre de esa edad que intenta mantenerse en forma, espalda ancha, brazos y hombros musculados, aunque no demasiado, mi culo es pequeño sin ningún pelo, mi mujer dice que es muy bonito, pero a mí me gustaría tenerlo con más carne, mis piernas son estilosas y largas.
Quiero confesaros que tengo una auténtica devoción por la lencería femenina, sobretodo con las braguitas. Desde que era pequeño, cuando me quedaba solo en casa, corría al cuarto de mi hermana y me ponía unas braguitas suyas, recuerdo que, las que más me gustaba ponerme eran unas de algodón de color violeta el elástico y la tela era blanca con topitos violetas, me excitaba mucho su tacto, a veces, también me ponía una falda de color verde claro que era de vuelo, me gustaba dar vueltas con la faldita y notar como se subía con cada vuelta que daba, me excitaba mucho y, por supuesto, acababa masturbándome. El tiempo pasó y dejé de ponerme la ropa de mi hermana, intenté ahogar esos impulsos y lo conseguí por un tiempo, lo único que hacía era mirar si se veían las braguitas de las chicas que veía por la calle, incluso intentar adivinar de qué color eran y si eran tipo tanga o bikini. Tuve parejas con las que tuve mis primeras relaciones sexuales, siempre chicas, hasta que tuve una con la que conviví durante un tiempo. En ese espacio, mi lado femenino volvió a salir, volví a ponerme sus tanguitas cuando ella se iba a trabajar e incluso le regalé una minifalda azul una talla mayor para poder ponérmela cuando ella no estaba en casa. En una de esas ocasiones en las que pude ponerme uno de sus tanguitas y la minifalda, no me di cuenta que las ventanas estaban abiertas de par en par y que el vecino de enfrente, un señor mayor, se manoseaba mirándome.
Yo me puse muy nervioso o nerviosa (no sé cómo denominarme) y cerré las ventanas y las persianas, aunque, por las rendijas, espié al vecino, a ver, si seguía masturbándose. Algo había crecido en mi interior y me dí cuenta de una cosa, cada vez que me ponía unas braguitas, tenía deseos de polla. La relación que tuve con esa chica, término y yo regresé a casa de mis padres, con mi lado femenino a flor de piel. Poco a poco, fuí haciendome con una buena colección de braguitas que me ponía cada vez que tenía ocasión y con ellas, los deseos de chupar. Así qué, el siguiente paso era ineludible, chupar una verga. Había conocido sexshop, en mi ciudad, que contaban con cabinas glory hole, y decidí ir a uno de esos sexshop cuando tuviera día libre en el trabajo. Ese día llegó muy pronto, esa misma semana. El sábado de esa semana, me puse un tanguita rosa de las Supernenas y acudí a un glory hole. Al entrar en el sexshop, me sorprendí de la cantidad de lencería erótica, consoladores y tapones anales que tenían, así que, decidí comprar un tapón anal y baby doll blanco y un tanguita de hilo a juego con el baby doll. Entré a una de esas cabinas, me desnudé por completo, me puse el baby doll y el tanguita, nunca olvidaré esa sensación de la fina tela sobre mi piel, que delicadeza!! Me senté en el taburete y metí dinero para ver alguna escena porno, estaba una película de temática gay, no le hacía mucho caso, yo estaba enfrascado en acariciar mi piel sobre el baby doll y mi pene se puso super duro con las caricias que me daba, no tardó mucho cuando, por el agujero, apareció una polla, no era muy grande ni muy pequeña, lo que si era, la primera que veía en persona! La acaricié y acerqué mi boca, comencé a lamer el tallo y el glande, tenía un fuerte olor varonil y algo de sabor a orin, no sé qué me pasó que, enseguida me puse de cuclillas y comencé a chuparsela como una loca, aceleraba mis movimientos, me olvidé de mi placer y ya no me acariciaba, yo solo quería satisfacer a la persona que me estaba dando de chupar su verga, mientras le succionaba y ordeñaba su polla, podía oírle jadear y murmurar: asi, putita, muy bien.
Sigue... De pronto silencio y sin previo aviso, se corrió en mi boca! No lo podía creer, mi primera polla y la primera vez que probaba el semen! Delicioso!! Por supuesto, me lo tragué. El salió de su cabina apresuradamente y a mí me dejó en la mía, muy caliente, con ganas de satisfacer a más vergas, pero ya no apareció ninguna por el agujero, así que, me quité el camisoncito y el tanguita, lo guardé y me puse mi ropa de hombre con el tanga de las Supernenas y salí de la tienda, educadamente, me despedí del empleado con un hasta luego a lo que él me contestó con una sonrisa. Creo que al salir, le oí decir: hasta otra, putita... Pero no sé si fue por sugestión de lo que había pasado o verdaderamente lo dijo. De regreso a mi casa, no podía dejar de pensar en cómo me había hecho sentir esa polla y el que me tratará en femenino, me excitó aún más, sin darme cuenta, por la calle, ya no solo miraba a las chicas a ver si se les veian las braguitas, también me fijaba en la entrepierna de los hombres! Que me pasaba? Aún, hoy en día no lo sé. Al llegar a casa, guardé el baby doll y el tapón anal en mi cajón de las braguitas, saludé cariñosamente a mi madre, me duché, cené un poco y me puse con el ordenador a buscar algo que explicará que me sucedía y cuál era mi inclinación sexual. No encontré mucho, porque el sueño hizo presa de mi enseguida, pero una palabra que leí, me venía en sueños una y otra vez, esa palabra era, transexual. No me decidí a ir con una trans hasta bastante tiempo después. Durante ese tiempo, ya había tirado a la basura, varias veces, todas mis braguitas y el baby doll además del tapón anal que tiré sin estrenar.
Cómo veis, mis impulsos de ponerme lencería femenina, iban y venían, a veces ganaba mi lado masculino y otras mi lado femenino, cuando ganaba mi lado masculino, siempre después de eyacular, me arrepentía de comprar las braguitas y las tiraba y cuando ganaba mi lado femenino, siempre con calentón, me compraba unas braguitas y acudía al sexshop con cabinas a chuparsela a algún hombre. Cada vez que se la chupaba a alguien, me volvía a invadir esa sensación de olvidar mi placer para centrarme en el placer del hombre al otro lado de la pared. En uno de esos arrebatos, y con unas cuantas copas de más, decidí prostituirme con una pareja de gays, que conocí en un bar en la zona de mi ciudad donde sé que se ponen las profesionales del sexo. Me subieron a su casa, me manoseaban y acariciaban mi cuerpo sobre la ropa mientras me decían que tenía un culo muy rico, yo me dejaba hacer, como un autómata deje que me desnudáran hasta quedar solo con el tanga que llevaba puesto en aquel día de color rojo, ellos no se sorprendieron de verme así, solo escuché que uno le decía al otro, es la primera vez que voy a follarme a una chica, al escuchar cómo me trataban en femenino mi polla salto como un resorte, pero ellos solo me hicieron arrodillarme y chupar sus miembros, me esforcé mucho por abrir bien mi boca pués sus pollas eran muy gruesas, oí sus jadeos y hablaban entre ellos decían cosas así como: que bien lo hace! Le daremos una buena propina! Ya abandonado completamente a ellos, ni les dije que era virgen, me tumbé bocabajo en la cama con un cojín en mis caderas para levantar un poco mi culito virgen. El primero me apartó el tanguita y untó vaselina en mi agujerito y se dispuso a follarme, a pesar del grosor de su verga, entró casi sin dolor ni dificultad, y empezó a follarme muy delicadamente, a veces, sus embestidas, hacían que yo gimiera como una mujer, ya totalmente abandonado de mí y procurando darle una buena experiencia a mis clientes, el otro se masturbaba en una silla mirando a su pareja como me follaba sin decir nada. De pronto, sacó su polla y comenzó a correrse a chorros sobre mi culo, el otro gay, se levantó de la silla, se acercó a mí y también eyaculó sobre mi trasero, y lamió su semen y el de su pareja dejándome el culito limpio, me ayudaron a vestirme, me dieron las gracias y un billete de 50€, yo les había dicho que 20€. Me acercaron con su coche a mi casa se despidieron de mi con un beso en los labios y no los he vuelto a ver desde entonces. Ya había entrado holgadamente en la treintena y conocí a la chica que hoy en día es mi mujer, con su sonrisa, su larga melena, sus pechos, su cadera, su personalidad tan inocente y jovial y me enamoré, volví a tirar mi colección de lencería, esta vez, definitivamente. Ya no pensaba en ponerme braguitas, ni en pollas, creí que eso fué una fase y tras 2 años de noviazgo, nos fuimos a vivir juntos. Todo nos iba bien, ella encontró un buen trabajo y yo abandoné el mío para cambiarlo por otro en el que ganaba más dinero, nos repartimos las tareas del hogar y cuando ella se iba a trabajar y yo me quedaba solo, no iba al cajón de su ropa interior.
Todo era perfecto. Hasta que, una noche, cuando mi novia se había acostado ya, me llegó un whatsapp, era de un número desconocido por mi, en el ponía que le intrigaba mi anuncio, no sé porque, pero me calentó, me puse coqueta y, en vez de borrar el whatsapp, le contesté: que anuncio? Ni que decir tiene que yo no había puesto ningún anuncio, ni tampoco supe quién lo puso. A lo que él, ya que era un hombre el que me escribía, me dijo que en el anuncio ponía paja por whatsapp, mi temperatura seguía subiendo, pero intenté que no se me notara, le dije que me sentía muy halagado pero que no había puesto ningún anuncio, él me pidió disculpas pero que el teléfono que salía en el anuncio, era el mío. No sé qué pasó por mi cabeza y le conté de mis andanzas con las braguitas, y lo que me pasaba cuando ya me ponía unas, él, creo que supo de mi excitación y me instó a ponerme unas braguitas de mi novia, yo obedecí, fui al cubo de la ropa sucia, cogí unas braguitas negras con encaje y un lacito en el elástico y me las puse. Que delicia volver a sentir esa textura sobre mi piel!!
Le dije a mi nuevo amigo que ya estaba a lo que me contestó que le mandará una foto para asegurarse que era cierto lo que decía, sumisamente, adopte una postura femenina y me hice varias fotos que le envié, él, me contestó con otra foto de su polla, y me decía que mira como me has puesto!! Ya me calenté del todo con esa foto y le dije que tenía una polla muy bonita que no me importaría chuparsela, él me contestó que estaba apunto de correrse mirando mis fotos y yo le dije que me pasaba lo mismo con su polla, me envió otra foto pera esta era de su corrida, ahí ya no aguanté más y eyaculé mirando su esperma. Ya, con mis instintos apaciguados, volvió a ganar mi lado masculino, me quité las braguitas, me despedí de él y borré la conversación además de bloquear su número. Pero el deseo de ponerme braguitas volvió, esta vez con más fuerza, y volví a intentarlo ahogar unas veces follando con mi novia y otras, cuando no me quedaba más remedio, masturbándome. Pero el deseo siempre volvía. Así que, una semana que el trabajo había sido muy intenso decidí ir a darme un masaje con una chica transexual, ví, en internet, una página de contactos y relax, y mirando la sección de masajes, una chica se anunciaba con buenos masajes con final feliz, sin dudarlo contacté con ella para esa misma tarde, cuando llegaba la hora de mi cita con la masajista, me vestí (todo ropa de hombre, incluso la interior) y acudí a la dirección que me había dado. Al llegar me abrió la puerta una mujer sudamericana, algo entrada en años, pero atractiva con buenas curvas, me llevó a una habitación y me pidió que me desnudara y me tumbara en una camilla bocabajo, mansamente obedecí y esperé que volviera. Al rato, volvió a la habitación con un batín, seguramente sin nada debajo y comenzó con el trabajo por el que le había pagado, sus manos eran muy delicadas y sabían encontrar mis puntos más doloridos, yo ya me sentía flotar, sin ningún pensamiento hasta que me dijo que me diera la vuelta, que era el momento del final feliz. Y así lo hice, mientras me empezaba a masturbar, con el calentón y el sentirme confortado, le dije: "puedo hacerte una confesión?" A lo que ella me dijo que: por supuesto. Le dije que, adoro ponerme braguitas y que cuando me las pongo, me entran muchas ganas de chupar una polla. Ella se sorprendió por mi confesión, pero sonrió y empezó a preguntarme si me gustan las pollas, a lo que respondí que sí, que cada vez que me pongo braguitas las deseo dentro de mi.
Ella me pidió que me imaginara la polla de un buenorro y mi pene se puso aún más duro, ella sonrió y me dijo: fíjate cómo te has puesto de pensar en chuparsela a algún buenorro, eres un mariconcito!. Esas palabras me excitaron más, intenté dominarme y que venciera mi lado masculino, pero ella no me dejó, siguió masturbándome y hablándome de pollas y que era una maricona hasta que me corrí abundantemente. Ya, con los impulsos saciados intenté recomponerme y le dije que si, que tengo ganas de polla cada vez que me ponía braguitas, pero que una vez que me corría, se me pasaban las ganas a lo que ella me contestó: pues, como nos pasa a todas, pero los deseos vuelven. Esa frase me hizo reflexionar mucho, en verdad era gay? Soy una putita encerrada en el cuerpo de un hombre? cuál demonios, era mi orientación sexual? Preguntas sin respuesta. Dos meses después de aquel masaje, contraje matrimonio con mi novia, me sentía muy feliz, sin preocupaciones, totalmente hetero, sin rastro de mi lado femenino. Pero nada dura eternamente, al año de casarnos, mis deseos de braguitas volvieron, fué un día que yo tenía libre pero mi mujer no. Puse una lavadora y vi las braguitas negras de encaje que me puse para las fotos de mi amigo de whatsapp, recordé lo mucho que me excité y no tuve más remedio que ponermelas otra vez, una vez con la suave textura de la prenda, mi pollita salto de gozo y decidí dar un paso más, cogí un sujetador de mi mujer y también me lo puse, a pesar que me oprimía el pecho, me sentí libre y sexy, comencé a acariciarme simulando tener tetas, mi excitación fue en aumento con cada caricia, ahí estaba yo, sentado en el sofá, con las piernas abiertas, acariciando un pecho imaginario con la mano izquierda y con la derecha me tocaba la polla como si fuera una chica masturbándose, en un momento de enajenación debido a la excitación, busqué en Internet una página de contactos transexuales en mi ciudad, no tarde mucho en encontrar uno que me llamó la atención. Se llamaba Julia y prometía hacer realidad todas tus fantasías, por sus fotos, era una preciosa mulata con grandes pechos y una sorpresa de buenas proporciones entre las piernas. Le escribí por whatsapp diciéndole que estaba interesado en su anuncio que cuales eran sus tarifas y cuando podía acudir a verla, al momento, Julia me contestó que 100€ una hora, 50€ media hora, que acudiera a partir de media hora y me dió una dirección, vi que tenía tiempo, así que, me quité la braguita y el sujetador y me metí a la ducha, me vestí y fuí a la dirección que me había dado Julia. Tenía sentimientos encontrados, por un lado, excitación y por otro lado vergüenza y pena por ponerle los cuernos a mi mujer. Nunca le había puesto los cuernos a ninguna de mis parejas. Obviamente, ganó la excitación.
Llegué al edificio y llamé al timbre, me abrieron sin decir palabra y subí al piso, una puerta estaba entreabierta y me recibió la mulata de las fotos, llevaba un sujetador y tanga blancos, que realzaba su tono de piel, su cabello estaba recogido en dos coletas a cada lado, como una colegiala, me hizo pasar y me llevó a una habitación, me preguntó el tiempo que deseaba estar, le dije que una hora, aunque sabía que no iba a aguantar tanto, mientras mis ojos la miraban de arriba a abajo deteniéndose en el bulto de su tanguita, creo que ella se percató de ello porque en el momento de desnudarme y lavarme la polla, me dijo, así no, hoy vas a limpiarte por detrás. Me sorprendí pero obedecí mansamente, me dejó solo mientras limpiaba mi culito, y al volver a la habitación, ella seguía con el sujetador pero se había puesto mi calzoncillo, esparcido encima de la cama había varios tangas, sujetadores, faldas, corsets y pelucas. Me ordenó elige lo que quieras y póntelo, elegí un tanguita rosa, una faldita de vuelo también rosa, un sujetador negro y una peluca de media melena de color castaño y me las puse, me hizo modelar delante de ella, paseando por la habitación intentando mover las caderas al caminar, hacia poses sexys, intentando calentar y excitar a Julia.
Ella me miraba sonriendo y me decía: vaya puta estás hecha, maricón de mierda, más te valdría dejar tu empleo y ponerte a trabajar conmigo, saciarías tus ganas de pollas, porque eso es lo que deseas, verdad maricón? Yo le contestaba que sí, que me gustaban las pollas de la forma más sensual y femenina que fuí capáz. Ella, sacó su polla de mi ropa interior y me ordenó que me acercara y se la chupara, me arrodillé y fuí a cuatro patas hasta ella con una sonrisa pícara en los labios, comencé a lamer su glande y a metermelo en la boca, cada vez más profundamente, ella me marcaba el ritmo con su mano dirigiendo mi cabeza, le ensalivé el tronco de su verga que, cada vez se ponía más dura. Había chupado varias pollas en mi vida, pero nunca había sentido como iba creciendo en el interior de mi boca, sentía ahogarme, pero, otra vez, me olvidé de mi. En un momento dado, sacó su pene de mi boca y me ordenó que me quitara el tanga, me subiera la falda y me pusiera a cuatro patas en la cama, lo hice y me empezó a lamer mi agujerito humedeciendolo bien, me metió un dedo, luego dos dilatando mi culito. Yo movía mis caderas y gemía como una loca. Me dijo: Veo que te gusta que te chupen el coñito, Laura. Porque así te vas a llamar ahora. Laura, la puta. Se reía de mi entrecortada voz que decía, entre jadeos, siiiiiiiiiiiii!!! Se puso detrás de mí y empezó a meter su polla en mi coñito, yo me miraba en un espejo, como me follaba a cuatro patas, mi cara de felicidad era plena, vestida de mujer, con peluca y con una polla en mi culito coño. Estuvimos así durante un rato, y luego, se tumbó en la cama y me hizo cabalgarla, de espaldas a ella, así lo hice, notaba toda su verga dentro de mi, me gustó mucho esa postura, tanto que de mi polla empezó a salir líquido preseminal.
Me ordenó que no me tocará, que me aseguraba que iba a tener el mejor orgasmo de mi vida y no mintió. Con la orden de no tocarme mi pollita, opté por acariciar las tetas imaginarias por encima del sujetador que llevaba. Después me agarró de las caderas, me puso de pie y me hizo apoyarme contra la pared. Sus embestidas cada vez eran más fuertes al igual que mis gemidos, sentí que su polla empezó a palpitar, la sacó de mi trasero, me empujó a la cama y se corrió sobre mis pechos, al sentir el cálido esperma que seguía saliendo de su polla, yo empecé a correrme también, sin necesidad de usar mi mano. Me quedé extasiado, cansado y feliz. Me dio unas toallitas para limpiarme. Le di las gracias, me limpié y mientras me vestía con mi ropa, le pregunté: como sabías que era esto lo que quería? A lo que me contestó, tu mirada y tú forma de caminar. Me quedé pensativo, un montón de cosas pasaron por mi cabeza, le había puesto los cuernos a mi mujer? Si yo era la chica y me penetra otra mujer era infidelidad? Preguntas que se unían a las anteriores que os he comentado antes, que tampoco tenían respuesta.
Me regaló el tanguita rosa que me había puesto y ella se quedó con mis calzoncillos.
Para la próxima vez que vengas, me dijo. Me dio un beso de despedida mientras me decía: hasta la vista, mi dulce Laura. De camino a mi casa, le volví a escribir dándole las gracias por todo. Me contestó con dos emoticonos el que guiña el ojo y el que manda un beso. Al llegar a casa, me volví a duchar, guardé el tanguita rosa y esperé a que llegara mi mujer del trabajo, para hacerle el amor como nunca. Pasaron los meses sin contactar con Julia ni sacar a Laura y llegó la epidemia. El resto ya os lo podéis imaginar, el mismo calvario que estamos viviendo todos.
Espero que os haya gustado mi historia y si queréis poner respuesta a alguna de mis preguntas sin respuesta, podéis hacerlo en los comentarios.
Gracias y un beso para todos