Mi historia muy real (5)

Hago un breve alto para explicar lo más profundo e íntimo de mis fantasías sexuales, y que espero realmente cuando le chupo la polla a un hombre, o cuando me folla. Además, cuento también mi siguiente experiencia de pago, y como comienzo a comer culos.

8) Llegados a este momento del relato de mis experiencias, me veo obligado a hacer un aparte. Y sobre todo, advertir que no se trata de una historia que se haya producido en mi imaginación. Todo lo que he contado es rigurosamente cierto, y me ha pasado a mí, si bien en el transcurso de unos pocos años. Yo soy el que he pagado dinero a desconocidos para chuparles las pollas, o para que me follaran. Yo soy el que le he comido el nabo a un gordo desconocido en una especie de almacén sobre un restaurante, el que me he perforado el ojete con un bote de desodorante en pelotas en medio del campo, el que he pagado para que me orinen encima, el que le he chupado el rabo a un desconocido en un descampado mientras varios mirones se la meneaban... ese era yo y todo eso ha ocurrido en realidad. No es una mera fantasía.

Todo eso ocurría porque durante días, semanas o meses, en mi imaginación iba desarrollando fantasías sexuales en las que yo era follado, humillado, ultrajado o violado por uno o varios hombres, que me utilizaban como mero objeto de su satisfacción individual. Porque en esas fantasías yo no me corría, yo no obtenía una concreta satisfacción sexual más allá del intenso morbo que me provocaba el sentir que otra persona abusaba de mi, me hacía cosas que no le haría a sus novias o novios, prácticas que no intentarían con sus parejas por miedo a que pensaran que eran unos depravados. Yo disfrutaba siendo sumiso y receptivo, recibiendo todas esas sevicias con humildad.

En realidad yo no me sentía ni me siento homosexual. Me explico. Lógicamente siento un grandísimo respeto por homosexuales, bisexuales, transexuales y demás... (de hecho, mi actividad sexual efectiva me sitúa más bien en los bisexuales), pero simplemente creo que soy hetero. Como lo sé? Nunca me he vuelto por la calle para ver a un tío guapo. La hermosura masculina me es indiferente. No es que no la reconozca (lógicamente si), pero no me motiva. En mis momentos de máxima calentura homo, me tengo obsesionado con mirar los paquetes de los hombres, cuanto más abultados mejor. Pero nunca he buscado hermosura. De hecho, por mi condición que ya he explicado, en esos momentos mi vista se me va antes al paquete de un camionero gordo y feo con barriga prominente y barba sucia, si se adivina bajo los pantalones una polla gruesa y dura con olor penetrante, que a un joven fibrado, rubio y de ojos claros y armoniosos. Nunca me he colgado con un tío (y sí con una tía, con varias). Para mi, y sólo si estoy excitado, un tío no es más que la polla y los huevos que le cuelgan de la cintura. Y lo es porque el servirles para que ellos se den placer conmigo me hace sentir humillado, y con ello excitado. Y por eso yo no busco correrme, ni mi placer.

Por otra parte, en mis fantasías mi posición era mucho más sumisa que la que finalmente se producía en realidad en las prácticas de verdad. Y debo decir que ello era así por ellos, no por mí. Cuando se ha tratado de sexo de pago, siempre he recalcado al requerir el servicio que deseaba ser mal tratado, entendiendo como tal algo de dominación, que fueran bruscos y desagradables. Incluso he llegado a decir expresamente varias veces que quería que me insultaran mientras me follaban o me daban biberón, y me dieran bofetadas (siempre sin dejar marca). Si, esa era una de mis fantasías: chupar una polla con intensidad y dedicación, tratando de hacer garganta profunda y, si me atragantaba y tenía que sacármela de la boca, recibir una bofetada recia en la cara para forzarme a seguir chupando. También me excitaba mucho pensar que recibía esputos: me escupían en la cara, y dejaban allí el esputo mientras me follaban la boca, y me iba chorreando hacia abajo. Y por supuesto, todo ello trufado de “venga, come polla, puta”. “Te la voy a meter por el culo hasta las pelotas”, “abre la boca, cerda, que voy a mearte”, “gime maricona, que te voy a dejar el culo que te va a caber un tren de mercancías”, “no pares guarra, sigue chupando”, “así, putita, con la lengua por los huevazos”... Puta, cerda, guarra... se me pone dura sólo de escucharlo dirigido a mi.

Pero en el sexo de pago el chico te promete lo que le pidas, y luego te da lo que le sale, y normalmente con poco entusiasmo. Si no era sexo de pago era incluso más complicado. en encuentros casuales (cruising, sauna) no hay muchas oportunidades para explicar lo que quieres. Cuando intenté quedar con alguien por chat sí, y generalmente explico bastante detalladamente mis prerferencias (me excita explicarlas, es parte del morbo), pero eso suele hacer recular a muchos. Y los que sí aceptaron tenían poca experiencia y menos imaginación, en general.

En mis fantasías chupaba la polla de alguien estando de rodillas a sus pies, mientras el macho que recibía la mamada estaba sentado en el sofá viendo el fútbol y con una cerveza en la mano. Él no me miraba a mi, sino a la televisión y a su cerveza. Yo sólo era un pelele chupapollas sin importancia; y eso me excitaba. Podía ser uno, o podían ser una panda de amigos y se iban turnando hasta que se la chupaba a todos. Lógicamente en mis fantasías todos ellos se corrían en mi boca, y yo iba tragando uno por uno. A veces imaginaba que alquilaba en verano una casa en el campo, en la sierra, de esas que desde la autovía se ven tan lejanas y solitarias que es imposible advertir nada de lo que allí ocurre; eso permitiría a los habitantes ir en pelota picada todo el día (en los meses de calor, claro). Allí me las ingeniaría para invitar a tres o cuatro que, con el incentivo de unas vacaciones gratis, me tratarían como un esclavo: yo dormiría al raso o en el suelo del garage, atado con una cuerda o cadena a la pared como si fuera un perro. Tendría que orinar o hacer las necesidades en el suelo y ellos me limpiarían (la única tarea que tendrían) con una manguera a presión de agua fría. Comería sin usar las manos, directamente de un bol en el suelo como los perros. Les haría las camas, pagaría la comida y les cocinaría y serviría, limpiaría... lo haría todo. A cambio, ellos no tendrían sexo entre ellos pero me follarian cuando quisieran. Si les apetecía a ellos (no a mi, yo no me negaría a nada) les chuparia las pollas. De uno en uno o en plan orgia. Dejaría que me measen encima, que me dieran bofetadas, me metieran palos por el culo, me humillaran... y a veces pensaba todo eso, y además que los tres o cuatro chicos eran negros. Altos y delgados o gordos y tripones, pero con pollas gruesas y huevos muy colgones, y un intenso olor a sudor y humanidad, a polla recalentada. Me introducían un plug anal y me paseaban atado con una cadena al cuello y el plug en el culo.

En otra de mis fantasias quedaba con alguien de un chat a follar en su casa, y antes le explicaba lo que estaba dispuesto a hacer. Si se trataba de un maduro, con barriga o similar no me importaba. Antes al contrario, más excitado me sentiría. Sólo me importaría que tuviera una buena polla, y a ser posible los huevos gordos y colgones. Cuando llegara a su casa ni siquiera hablaríamos. Yo entraria y sin mediar palabra empezaría a desvestirme, mientras él permanecía vestido (esto era muy importante, esa sensación de exposición y vulnerabilidad de estar desnudo mientras él permanecía vestido me ponía a mil); una vez desnudo, y nuevamente sin mediar palabra, me pondría en el suelo a cuatro patas. Es posible que hubiera acudido con un plug en el culo o sin él. Si traía un plug, él me lo quitaría y hurgaría en mi ano con el instrumento. Si no lo traía, me metería algún dedo en el culo, como para inspeccionar la mercancía. Esa situación me volvía loco. Yo desnudo a cuatro patas, y él vestido y metiéndome un dedo en el culo para ver cómo de abierto lo traía. Todo en silencio. Aquí podría haber varias variantes: podía sacarse la polla por la bragueta y empezar a mearse encima mía; o sacar cualquier objeto y metermelo por el culo (un bote, un consolador, el mango de la fregona). Desde aquí podría empezar a hablar, sólo él: "bueno, la puta tiene el culo bien abierto... a ver qué es lo que le cabe". "Saca un poco más el culo, puta, que no te entra bien". Mi favorita continuaba agarrándome la cabeza del cabello y arrastrandome al servicio a cuatro patas. Allí se bajaría los pantalones y calconcillos, se sentaría en la taza y yo me acercaría a cuatro patas y empezaría a comerle la polla... mientras él hacía sus necesidades y meaba. Nunca me sentía valiente para imaginar que le limpiaba el culo con la lengua (alguna vez me chupé el dedo despues de meterlo en el culo, y quedaba algún restito de mierda y no me pareció un sabor agradable ni excitante, al contrario que la orina; de hecho, como contaré, alguna vez sentí el sabor de otro y no me gustó...). Pero desde luego, después de que se limpiara le chuparía el ojete. Me excita mucho imaginar que como el culo. El sabor ocre de la mierda no, pero un buen culo sudado me excita mucho. Podría pasar mucho tiempo pasando la lengua por los cachetes y por la superficie del ojete, cada vez presionando más hacia adentro e introduciendo la lengua dentro. Me imagino como un perro ansioso bebiendo agua, pasando frenéticamente la lengua culo arriba y abajo. Me burbujean las pelotas de pensarlo.

Por supuesto le limpiaría la polla despues de mear. Me he bebido mi orina algunas veces, y al contrario que lo otro, su sabor y olor me fascina. Uno de los olores que más verraco que ponen es el de urinario público. Una vez en el plato de ducha de casa me puse a cuatro patas y oriné, dejando un amplio charco de meados debajo de mi. A continuación me agaché aún más y empecé a lamer mi orina como un perro bebe agua, introduciendo con ello la orina en mi boca y tragando. No era de color claro, resultado de beber mucha agua en poco tiempo. Era una de esas meadas que me excitan, resultado de muchas horas sin mear, de color amarillo intenso y con un olor que se percibe nada más acercar la nariz al charco. Cuando llevaba tragada media meada, me chorreaba por las comisuras de los labios, y percibí que tenía engastado el sabor en la boca, sobre todo en el paladar y la entrada de la garganta, un sabor intenso y peculiar idéntico al olor de los urinarios públicos. Era como si me hubiera meado en la boca una docena de tíos desconocidos. Y era un sabor/olor persistente, me quedó en la boca durante un par de horas. Cada vez que lo resaboreaba, se me ponía dura. Sin duda una de mis fantasías era recibir una meada, y al final lo conseguí, como ya os contaré.

En la fantasía que os estaba contando, una vez salido del servicio, me dedicaba a comerle la polla. Con todo su repertorio: despacio, rápido, rodeando amorosamente el glande con la lengua, jugueteando con la punta en la rajilla del capullo, recorriendo el tronco con la lengua abierta al máximo, mojandola con saliva, metiendola hasta la gargantilla, forzando el giro de la laringe para que entrara hasta las pelotas en una garganta profunda perfecta (de mi experiencia, es más fácil si le entras a la polla por arriba, y terminas enterrando la nariz en sus pelotas, lo que es doblemente excitante porque si el tío es un macho de verdad y no se ha duchado ni nada de eso antes de follar, los huevos huelen a sudor cerrado y humanidad, a polla palpitante y lo aspiras profundamente con una excitación total; si le entras por debajo es más dificil ese giro de laringe, los huevos te quedan en la barbilla y si son colgones y el tío mueve la cadera, te van a golpear esa barbilla y te vas a sentir muy humillado); también cabe que el tío te folle la boca, cogiendote la cabeza por los laterales y moviendo él las caderas de forma que tú no controlas cuando entra y sale (cuidado, es muy facil terminar vomitando, aunque si eres capaz de soportar las arcadas y la expulsión de líquido, y al tío que te la folla no le impresiona ni le da asco, la humillación también merece la pena).

Lógicamente en la fantasía también se folla. Y caben muchas variantes. Desde la simple cabalgada fuerte a empujones duros, a ponerte a cuatro patas y agarrarte la cabeza del pelo mientras te perfora. O poniendote contra la pared de forma que no tienes forma de escapar a sus embestidas. Alguna vez fantaseaba que a mitad de polvo mi anfitrión hacía entrar en la casa a otra persona de la que no me había advertido. Siempre alguien más degradado que el anfitrión: más gordo, más viejo, una polla descomunal. Un bizco, o un cani encocado. en esas condiciones, una polla en el culo y otra en la boca excitaban mi imaginación (a veces uno se corría en mi cara, y el otro seguía follándome el culo, de modo que yo quedaba con la lefada en la cara y meneándome al ritmo de los empujones del que me enculaba... se me pone dura sólo de pensarlo).

Llegado el momento de las corridas, no era muy original. Nada de corridas dentro del culo (follar con condon, hasta en las fantasías... el miedo a contagios me paralizaba), pero sí sobre la espalda, sobre la cara o el pelo. cuanto más humillante mejor. Eso sí, cada vez me excitaba más pensar que me caía la lefa en la boca y tragaba. Era una excitacion que iba creciendo dentro de mi. Recuerdo que una vez llegué a chatear con un tió que estaba de paso y me proponía ir a su habitación de hotel y hacer todo lo que yo le decía (mis principales fantasías)... sólo me pedía correrse en mi boca y que me lo tragase. Tanto insistía que al final me rajé y no fui. Luego las cosas han cambiado. Y no sé si eso es bueno o malo. No sé si con ello he arriesgado demasiado o no. Pero ha ocurrido. En cualquier caso, antes se produjeron otras cosas.

9) No mucho después de aquella extraña mañana en la sauna desierta, y después de varias semanas en las que mi morbo había ido creciendo a base de ver pornografía, de leer relatos gays de dominación, y de repasar continuamente las ofertas de chaperos de mi ciudad en diversas páginas de referencia, ocurrió que un trabajo fuera de la ciudad terminó antes de lo esperado. Conforme llegaba de vuelta en coche, todas esas imágenes de pollas y huevos gordos que llevaba viendo varios días pasaban continuamente por mi imaginación. Tanto, que en un área de descanso de la carretera me salí, detuve el coche, y empecé a repasar las ofertas de chicos de pago. Era una lista que había visto muchas veces, pero siempre variaba. Me había decidido internamente a concertar una cita para esa misma mañana, y quería que fuese potente. Como es lógico, buscaba un perfil que cuadrara con mis deseos, de forma que todos aquellos que ponían “versátil”, o de los que pudiera entreverse que tenían todos los roles, me parecían desechables. Y por supuesto, buscaba una gran herramienta. Pinchando en varios perfiles, mi mirada se quedó fijo en uno: en la foto principal del enlace, una polla descomunal llamaba la atención. Era gruesa, muy venosa y con un capullo reluciente. En el texto, el chico prometía dar mucha caña, y ser experto en sumisos... eso prometía. No me lo pensé dos veces: llame por teléfono y le pregunté su tarifa y si estaba libre para dentro de una media hora o así. Me dijo que si, y el precio era adecuado, así que le dije que iría. Una cosa más, antes de colgar (una ocurrencia de última hora), le pedí que no se lavara sus partes. Que yo me duchaba si él quería asegurarse que yo estaba limpio, pero que yo quería oler a hombre, y chuparle el culo y la polla como estuviera. No pareció importarle.

Media hora después, estaba yo delante del sitio convenido. Se trataba de una casa de bastante buen ver en una zona muy buena, y la puerta de la vivienda daba directamente a la calle. Nadie diría lo que había dentro. Fue el chico en persona quien me abrió, vestido de forma muy normal. La primera impresión no fue buena: era muy delgado, y sus formas y manera de hablar eran un poco... suaves. No quiero hablar de pluma, que eso me da igual, pero pensé que no era lo ideal para un macho dominador. Yo venia muy apurado en todo caso, ya que de camino había notado que no había hecho mis necesidades, y eso claramente podía echarlo todo a perder, así que sin rodeos le dije “mira, lo siento, es que necesito cagar antes de nada. No podrías...?”. No fue problema. Me llevo a un lavabo y allí estuve un rato soltando todo el lastre que podía. Me limpié muy bien, aunque cuando por fin entré en “la habitación” descubrí que dentro de ella (muy espaciosa) había una ducha. Él estaba ya completamente desnudo, con una tranca descomunal que se acariciaba constantemente para mantener una ereccion envidiable. Me preguntó si quería ducharme, y como me daba corte (el sabía que acababa de cagar) le dije que si, pero le recordé que yo prefería que él no. Sonrió, y me dijo que no había problema, que no se había lavado. Fue una ducha rápida. Cuando salí, él esperaba de pie, con las piernas ligeramente abiertas y la polla completamente tiesa, horizontal, apuntando hacia mi. “Empezamos?”.

Claro que si! Tal cual estaba, me puse de rodillas delante suya y me metí el nabo en la boca, estaba delicioso. Efectivamente, olía a hombre y masculinidad. Pero no me dejó darle más que una rápida chupada. Me separó de su miembro y, dándose la vuelta y mostrándome su culo, al tiempo que se abría las nalgas con sus manos, me dijo “Venga putita, chúpame el culo”. Me puse muy caliente y sin que me lo tuviera que decir dos veces saque la lengua cuan larga pude, y se la refregué por todo el agujero del culo de abajo a arriba. Sorpresa desagradable: cuando le dije que no se lavara, eso fué exactamente lo que hizo. Lo que no me imaginaba es que él también había cagado hacía poco, de forma que sólo se había limpiado con el papel higiénico. El resultado es que el culo sabía todavía un poco a mierda. No es que quedaran restos, claro; era como un recuerdo lejano del sabor. Como ya dije en otro relato, alguna vez me chupé el dedo después de metérmelo por el culo, y al no estar limpio del todo llegue a probar mi propia mierda. Sabía bien cómo era el sabor. Pues bien, el culo de este chulo sabía levemente a mierda, pero ahora no era mi mierda, sino la suya. No era un sabor muy intenso, era suave pero firme y claro, ahí estaba. Traté de retirar la cara, pero el puto estaba al quite, me agarró la cabeza con una mano y me apretó hacía su ano. Tuve que estar un rato chupandole el culo con ese sabor algo desagradable, aunque me limité a pasar la lengua y evite introducir la punta dentro de agujero por si acaso. A cada lametón el sabor iba disminuyendo (o me iba  acostumbrando, o los restos iban quedando en mi lengua, claro), y cuando por fin pude separar mi nariz de sus nalgas, todos mis labios y barbilla mojados y chorreando saliva, le había dejado el ojete limpio como loza recién fregada. Iba adquiriendo medallas en mi camino a la degradación.

A continuación, se recostó en el borde de la cama y me ordenó que le comiera el nabo. Cosa a la que me dediqué con bastante empeño. Tenía una polla durísima, y con un capullo muy gordo. De primer intento no me entraba más que la cabeza, así que él se dedicó a agarrarme la cabeza para lograr que me entrara más. Yo estaba en la gloria, con mi nariz apretada contra su liso vientre, y unas arcadas en lo profundo de mi garganta recordándome que tenía alojada la punta de su capullo en mi laringe.

Pero pronto quise más, y le pedí que me la metiera. No sé si fue el hecho de que hubiera cagado antes, o que el lubricante de este tipo era mejor que otros que he probado. El caso es que no recuerdo que le costara mucho penetrarme. Entró con una suavidad pasmosa, mientras notaba literalmente como las paredes de mi intestino iban alojando todo el grosor de aquella tranca. Pronto me tenia a cuatro patas, bombeando polla en mi culo. Lo recuerdo como uno de los mejores polvos de mi vida. La polla me entraba hasta el fondo; notaba sus cojones golpeando en mi piel en cada embestida, anunciándome que la estaba metiendo hasta su raíz. Y tenía una tranca muy muy grande, pero tal era el ansía de ser follado que yo tenía ese día, que todo me parecía insuficiente. Aquello parecía una prueba de gimnasia. Él metía y sacaba con mucha agilidad y velocidad, pero tal era mi necesidad que transcurridos veinte minutos empezó a cansarse de bombear. Cuando ya no podía más, me daba un empujón mucho más fuerte que los demás, clavándome la polla hasta lo más hondo de mis intestinos. Hasta en esos momentos me parecía insuficiente, así que con mis manos le agarraba por la cintura y lo apretaba más contra mi culo, cómo queriendo que la polla entrara aún más adentro. En esos momentos me sentía completamente lleno... aunque más bien debería decir relleno.

Sumado a su cansancio, empezamos un movimiento que me hizo sentir muy pero que muy perra. Él se quedó quieto, con la polla metida dentro de mi culo, y sin bombear. Era yo, quien en un interminable vaivén, empujaba mi culo había detrás una y otra vez, clavándome su nabo hasta el fondo en cada movimiento. Sentía que le estaba haciendo una paja con mi culo. No se podía ser más guarra: si el chulo no podía ya follarme por cansancio, me follaba yo con su polla, como si me estuviera metiendo un consolador. Empecé a soltar gemiditos cada vez que empujaba el culo para atrás y se me clavaba la polla hasta el fondo, como una putita consentida. Nunca me había sentido tan femenino. Nunca había sentido tanta ansia de que me follaran (siempre fui más de chupar pollas). El tío se relajaba, con aquello más duro que el hierro: “sigue puta, dale tú sola”. Hubiera aceptado ser mujer en ese mismo instante. Y hubiera sido una mujer muy muy puta, una chupapollas, una guarra deseosa de follarse a cualquiera.

Estaba siendo tan grande el placer, me sentía tan pero tan lleno y penetrado, como si la polla de un caballo me estuviera atravesando y no me resultara suficiente, que me salió sin pensar “daria lo que fuera por tener también una polla en la boca”. Y no sólo lo pensé, lo dije. En ese momento hubiera aceptado cualquier cosa. El chico paró un momento, y me dijo “si te gustan los travestis, aqui en la casa hay una y está libre. Si quieres puedo llamarla y que venga a que se la chupes”. Durante un Segundo me imaginé la escena, y casi se me hace la boca agua. Del gusto de imaginarlo estaba moviendo el culito de izquierda a derecha, con la polla dentro, notando como en cada movimiento tensaba la entrada del ojete por los laterales (cada cosa que probaba, me gustaba más...). Hubiera dicho que si, pero recordé que ya no traía más dinero, así que tuve que rechazar amablemente.

Como se acercaba la hora terrible de terminar (en el sexo de pago es inexorable), le pedí expresamente ponerme boca arriba y que me la metiera así. Me acordaba de Sergio y de cómo me corrí sin manos, pensando que podría hacerlo otra vez. El chico no puso objeciones, me la sacó y yo me di la vuelta, levantando y abriendo las piernas que inmediatamente recogió él con sus manos, para dejarme el ojete completamente expuesto. Es una postura excelente para sentirte muy puta. Mire hacia abajo, y la polla seguía tiesa como una roca. El condon parecía a punto de estallar. Me la metió de un empujón (a esas alturas, tenía el agujero del culo completamente dilatado hasta un bolardo hubiera entrado como un cuchillo en mantequilla), y empezó a bombear muy fuerte. Nuevamente ese placer sordo empezó a crecer desde el fondo del culo. No sé si será la postura, aunque esta vez no noté pinchazo en la vejiga alguno. Lamentablemente, crecía muy lento y no terminaba de rebosar, así que tuve que ayudarle: con una mano empecé a menearme mi propia polla, y en un par de minutos un orgasmo me atrapo, eyaculando sobre mi barriga. No fue como con Sergio, ni mucho menos. Pero fue el fin de la experiencia, porque como ya he explicado, al correrme me desaparece toda la libido. Le di las gracias al chico, me vestí, y abandoné la casa.