Mi historia muy real (2)

Donde continúo el relato de mis escarceos homosexuales desde mi posición de hetero curioso. Aquí vuelvo a recurrir al sexo de pago y me “encuentro” con un ejemplar con un rabo descomunal que por primera vez me hace llegar a una satisfacción casi completa

4) La segunda vez que había tenido sexo con un hombre, las sensaciones habían sido agridulces. Hubo aspectos positivos, como el olor a macho perforador de su polla, el paseíllo hasta la habitación desnudó y a cuatro patas; pero en general me había desalentado. La imposibilidad de limpiarme al terminar había sido determinante. Una cosa es desear que el tío esté sucio, para que huela a polla y me sentía un poco cerda por lamerlo. Otra muy distinta que terminado el acto tenga que irme sin lavarme. Por otra parte, no había disfrutado nada de la penetracion debido a escaso tamaño, y eso era lo que tuve más presente.

Tardé mucho en volver a buscar un hombre para tener sexo. Pero era inexorable. Como una marea que siempre, siempre, vuelve a la playa. Cuando se acumuló en mi cabeza suficiente excitacion, volví a desear que me follara un hombre. Y esta vez quería que la polla fuera grande. Y vaya si lo era.

Tenía que hacer un viaje a Xxxx. Iba solo. Antes de salir de mi ciudad paré en un sex-shop y compré un plug. No era muy grande. Todo el viaje en coche fui fantaseando con llegar a Xxxx, contratar los servicios de un puto y pegarme la gran follada. Sabía lo que quería: una polla grande, que me dieran caña. Y esta vez tampoco era tener el problema del tiempo. La primera vez pagué por tan solo 30 minutos (aunque creo que estuve algo más). Esta vez estaría una hora.

Tanto me excité por el camino, que tuve que parar en la autopista. Me salí a un campo de olivos desde el que no se veía la carretera y salí del coche. Me bajé los pantalones y calzoncillos, me puse de rodillas en el asiento con el culo en pompa hacia afuera, y tras pasarme suavemente por el ojete un poco de lubricante, me introduje el plug. Me volví a vestir y de esta guisa conduje unos 70 kilómetros hasta Xxxx. Los últimos veinte minutos fueron los más duros. Me ardía el culo, y lo notaba incómodo; pero no podía detenerme a quitármelo. Ya estaba en zona habitada, y daria mucho el cante. Cuando llegué a la casa, lo primero que hice fue sacarme el plug. Lo segundo fue buscar por internet el contacto de un puto que cumpliera mis expectativas. Se llamaba (o decía llamarse) Sergio. Es el único hombre que me ha follado o al que le he comido la polla del que recuerdo el nombre. Tenía cara de niño, un tatuaje de un escorpión de cierto tamaño en la ingle, y una descomunal polla de unos 22cm en ereccion y unos 6 cm de grueso, muy venosa. En las fotos aparecía sopesando la polla en sus manos, donde apenas le cabían. Llame por teléfono, y pregunté por el precio del servicio. Me contestó que 50€ media hora y 100€ hora. Le pregunté si podía incluir por el mismo precio algo de dominación. Le dije que quería que me follara duro, que me hiciera tragarla entera y me forzara un poco. También le dije si podía orinarme encima. Todo, según parece, estaba incluido en el precio. Pacté una hora por 100€ y resultó que su piso estaba muy cerca de la casa.

Antes de ir, me duché y me hice un ligero enema para evitar las sorpresas desagradables de la última vez. Era una noche calurosa, y cuando llegué al piso me recibió en calzonas y camiseta. Parecía muy simpático y obsequioso aunque me hizo pasar directamente al dormitorio, pequeño y con La Luz atenuada. Me preguntó si quería lavarme y le contesté que estaba recién duchado, así que se excusó para lavarse él. Esperé un rato pacientemente, y cuando regresó parecía extrañado de que no hubiera comenzado a desvestirme. Él venía ya desnudo, y sobre toda su anatomía destacaba (las fotos ni siquiera le hacían justicia) un nabo desproporcionado. Aún sin estar completamente erecto resultaba asombroso; no podía apartar la mirada de su entrepierna, y él se daba cuenta de forma evidente. Sonreía. Le dije mientras me quitaba los pantalones que no era un habitual de acudir a servicios de pago, y que lo que buscaba era que me humillara en la medida de lo posible. Y que podía entusiasmarme mientras lo hacía, pero que una vez que eyaculaba se me cortaba todo el rollo. Confesando que en realidad no era homosexual, sino que me excitaba verme humillado. Parecía muy comprensivo.

Una vez desnudó, le pagué y se echó en la cama. Se había ido sobando el miembro, y a estas alturas se encontraba en su máximo esplendor. Su altura era considerable, y estaba recubierta de venas gruesas que le daban un aspecto amenazador. El capullo se alzaba en la cúspide, suave, morado y a punto de estallar. Me incliné sobre él y traté de introducirme la polla en la boca. Apenas me entraba el capullo. Y he de reconocer que no tenía una técnica muy depurada a la hora de mamar. Tenía más presente tratar de engullir toda la extensión del miembro, que proporcionar placer su dueño. Y con este ejemplar, comermela entera resultaba una tarea difícil. Me puse a ello con entusiasmo. Demasiado. En algún momento, Sergio me indicó suavemente que le estaba haciendo daño con los dientes en el capullo.

Él me dejaba hacer. No intervenía mucho en la mamada. Se limitaba a mirarme y de vez en cuando posaba su mano sobre mi nuca para acompañar mi movimiento de vaivén, arriba y abajo. Sin presionar demasiado. Tampoco hubiera servido de nada. Por mucho que me esforcé en forzar el paso de la garganta con la polla, como había hecho la primera vez, esta vez se resistía. El capullo era muy grande, y me quedaba encajado a la altura de la campanilla. Yo apretaba, pero sólo conseguía sentirme asfixiado con su polla y que me salieran lagrimillas por los ojos. En el fondo era muy estimulante. Me sentía muy puta allí, en la habitacioncilla pequeña y descarnada de un piso de mala muerte, atragantándome con el súperpollon de un puto al que había dado cien euros para que me follase la boca y me perforase el ojete.

Teníamos tiempo para todo, así que pasado un rato de estar mamándosela, me sugirió que follaramos. Le dije que si, y me levanté para ponerme en posición. De rodillas sobre la cama, con el culo en pompa mirando hacia él. Se puso un condón (según vi en el envoltorio, XXL) y cogió un botecito de lubricante, que esparció por su polla enfundada y mi ojete. Me lo masajeó un rato, probando meter algún dedo y vio que entraba con bastante facilidad (normal, me había pasado una hora con un plug instalado en mi culo). Así que se dispuso a metérmela. Tuvo que empujar un poco, pero entró razonablemente bien. El tío sabía cómo follarse a una putita como yo, de eso no hay duda. Metia y sacaba con maestría, al principio con suavidad y luego con unos empujones que hacían chocar sus huevos contra los míos. Cuando el nabo entraba entero, me sentía empalado, como la chica del póster de la peli “Holocausto canibal” (siempre que lo veía de joven, me excitaba), atravesado y lleno. Cuando la sacó, sonó como cuando despegas una ventosa (si, ya sé que es un simil muy manido, pero en este caso fue cierto... menudo pollón que tenia), y me sentí vacío, como si el aire no fuera capaz de rellenar el vacío creado por la ausencia de aquel miembro.

Me cogió de la axila y me sacó de la habitación para llevarme al baño. Allí me ordenó (si, me ordenó... suavemente pero no pidió permiso) meterme en la bañera. Constantemente bebía sorbos de una botella de agua mineral ya mediada. Imagino que para poder orinarse encima mia, como le había pedido. Pero el escaso margen de tiempo que le había dejado desde que le llame hizo que no fuese suficiente, y al final ni una gota de orina salió de su descomunal polla. Esto parecía frustrarle, de modo que tras varios tragos y después de tenerme varios minutos en la bañera, se puso a horcajadas sobre mi, y empezó a meneársela con furia delante de mi cara. No tardó mucho en correrse y, he aquí la única decepción de la noche: sólo unas gotitas incoloras salieron de la punta de su capullo, manchando levemente mi pecho. No me las restregué, ni me llevé la polla a los labios ni nada de eso. Pero su polla poco perdió de su dureza y tamaño. Era un auténtico animal de follar, y menos de un par de minutos después estaba otra vez con un condon enfundado y dándome por el culo muy duro. En un momento dado la cama no fue suficiente para él, y me bajó al suelo. Me puso a cuatro patas en el suelo contra una esquina de la pared, y comenzó a meter y sacar con una violencia inusitada. Me sentía dominado y atravesado. Me follaba como si me estuviera violando, tal era su empuje (el tener la cara pegada a la pared y sentir que no había forma de salir de allí hasta que Sergio parase, acentuaban la sensación).

Era el puto estaba dispuesto a que yo no olvidase esa sesión, me hizo levantar del suelo, y acostarme en la cama boca arriba. Me separó las piernas cogiéndomelas con las manos y dejándome el ojete (a estas alturas abiertísimo y colorado) muy expuesto. Me la metió hasta el fondo, y en esta postura de repente noté que me dolía. Si, note un pinchazo sobre la vejiga, como aquella primera vez. Y se lo dije. Pero él estaba ceñudo, como empeñado, y me hizo un gesto dándome a entender que no pensaba parar, y que aceptad el dolor que sentía y aguantase si quería que llegase lo bueno.

Y vaya si llegó. Desde el fondo de mi culo, no sé muy bien de donde, empezó a llegarme una oleada de placer. Al principio muy lejana y tibia, pero indudablemente agradable. Tan poco perceptible que el dolor y la punzada que sentía a cada embestida casi no me dejaban sentirlo. Empujón a empujón, pollazo a pollazo aquella ola de placer fue creciendo en mi interior. Primero se agrandó desde el fondo del culo y se extendió a la totalidad del ano. Después el dolor desapareció y el placer inundó todas mis caderas, incluyendo las pelotas y la polla, que increíblemente  se puso dura (nunca me empalmo cuando me follan). Era tan soberbio el placer que perdí la noción del tiempo. Solo recuerdo que s piernas se enroscaron en el cuerpo de aquel tío, y si en ese momento me hubiera pedido algo, lo que fuera, se lo habría dado. Incluso creo que si se hubiera sacado el condon (y soy muy neura con eso) le habría pedido que siguiera hasta correrse... creo que gemí bastante, y recuerdo mirarle a la cara mientras él seguía bombeando, y asombrarme de la cara de concentración que ponía durante sus embites, sin duda propios de un atleta, sin que sus ojos se pusieran en los míos, ya que él estaba profundamente concentrado en mi ojete. Para mi aquello duro una eternidad, pero me hubiera gustado que durase más... finalmente aquella ola de placer, que no hacía más que crecer y apoderarse hasta de las puntas de mis dedos, estalló de forma violenta en forma de corrida. Me corrí, si.  Me corrí sin siquiera tocarme la polla, sinque Sergio me la tocase. Sólo con la profunda penetracion de su enorme polla hasta el fondo de mi culo durante una cabalgada épica, mi polla empezó a expulsar chorro tras chorro de semen sobre mi propia barriga. Aún hoy no recuerdo una corrida como aquella. Me temblaban las piernas, las manos... ni siquiera recuerdo cómo me sacó la polla del culo, ni qué hizo con el condon... nada.

Sólo recuerdo que, tal y como le había anunciado, justo después de correrme se me quitó todo el morbo y los sentimientos de culpa se agolparon en mi mente. Ante su sorpresa, me vestí como un rayo y salí de aquel piso, eso si, dándole repetidamente las gracias.