Mi historia (I) Mis inicios
Mis primeros pasos en mi vida sexual y conociéndome a mí mismo
Saludos, mi nombre es Luis, soy del centro de México, y esta es mi historia. Actualmente tengo 22 años, vivo en el centro de México. Si bien nací hombre y en la actualidad me sigo identificando como hombre y mi orientación sexual es bisexual tuve algunas vivencias que se inclinaban al travestismo y la homosexualidad (cuando aún no me identificaba como bisexual). El propósito de esta serie de relatos basados en mis vivencias de los últimos años es narrar esas experiencias.
Cabe señalar que estos relatos están basados en mis experiencias, lo que significa que algunos detalles son cambiados para proteger mi identidad o por motivos argumentales. El principal objetivo es expresar mis sentimientos, mis pensamientos y mis fantasías de ese entonces más que ser biográficamente precisos. Si te interesa conocer más sobre mí o hacerme llegar cualquier comentario o sugerencia puedes contactarme en el correo que aparece en mi ficha de autor o en la sección de comentarios.
No tuve una infancia complicada, fue tranquila y con pocas carencias, en todo sentido. Podría decirse que crecí solo: mis padres eran los mayores de sus hermanos y fueron primeros en casarse, razón por la que pasaron varios años en los que no tuve ningún primo, aunado a que una vez que yo había nacido, transcurrieron muchos años antes de que naciera el primero de mis hermanos. En consecuencia, me convertí en un chico bastante introvertido, e inocente de cierta manera: el contacto con otros niños de la edad suele desarrollar habilidades sociales, de negociación, y entre ellas, cierto despertar sexual: me refiero a ciertos descubrimientos que suelen tenerse en esos años, preguntas referentes a las diferencias entre niños y niñas, conversaciones o bromas.
Además no se sembraron en mí muchos estereotipos de género, recuerdo haber jugado con juguetes que habían sido tanto como de mis tíos como de mis tías; adoptar alguna actitudes un tanto femeninas; realizar tanto actividades que comúnmente se asocian a los niños como actividades que comúnmente se asocian a las niñas y no recuerdo haber recibido muchos comentarios negativos al respecto ni por parte mi familia ni de primos o hermanos (que simplemente no tenía), todo esto resultó en que al crecer no fuera un joven demasiado masculino, incluso podría decirse, algo afeminado.
Si bien mi despertar sexual fue lento, una vez iniciada mi adolescencia mi interés por el sexo aumentó fuertemente, empecé con pequeñas búsquedas información en enciclopedias y Wikipedia e incluso algunos libros y revistas, pasando a ilustraciones que más tarde me llevarían al mundo del porno, como muchos adolescentes, había desarrollado el hábito de masturbarme frecuentemente.
Pronto llegaría descubriría de los temas que me resultarían más fascinantes, el sexo anal. La idea inicialmente me resultó repulsiva, pero el morbo pronto fue creciendo en mí, al punto de seguir buscando información y ver vídeos, con el tiempo, el anal se transformó en mi categoría favorita de porno. La idea de mantener relaciones sexuales de esta manera con una mujer me resultaba tan atrayente y con frecuencia mis fantasías se centraban en ella.
Yo era consciente de que ésta, así como muchas otras de mis fantasías, seguirían siéndolo por mucho tiempo: si bien durante aquella época de secundaria llegué a tener un par de novias, la situación con ellas jamás llegó tan lejos como para poder realizarlas, e incluso terminé por a concluir que, de llegar a pedirlo, mi solicitud sería seguramente rechazada, por lo que yo mismo era poco insistente al respecto.
Sin embargo, mi fascinación con el sexo anal seguía aumentando y se mantenía como una frecuente idea que acompañaba mis sesiones de autosatisfacción, poco a poca la idea se fue transformando: quizá la posibilidad de experimentar placer con el culo de una chica se veía muy lejana aún, pero tenía uno a mi alcance, el mío propio.
La idea fue cobrando fuerza poco a poco durante algún tiempo, aunque al principio algo repudiada y reprimida, frecuentemente regresaba a mí mientras miraba un buen vídeo de la categoría de anal, cada vez resultaba menos extraña la idea de que yo fuera una de esas chicas a las que veía, imaginar ese placer que sentirían mientras eran penetradas y al final poder correrme como veía que ellas lo hacían.
Un día estando solo en mi casa y llevando un rato aprovechando la oportunidad para buscar vídeos por internet, vino de nuevo a mi mente la idea, con más intensidad que nunca, tomé valor, fui a buscar algún objeto que fuera conveniente, encontré un bolígrafo más o menos grueso, un poco más que un bolígrafo común, pero no tan grande como para que fuera incómodo; una estatuilla que tenía un mango que acababa en una forma redondeada, más o menos del mismo grosor del bolígrafo, pero con la diferencia que cerca de la punta era un poco más ancho y finalmente un cepillo con un mango un poco más grueso que el de los otros dos objetos. Además, tomé algo de crema para el cuerpo para usarla como lubricante. Desde ese momento (y sobre todo ahora) me quedaba claro que no era los objetos más adecuados para la tarea, pero mi curiosidad y deseo por probar pudieron más.
Me dirigí al baño, también llevaba un guante de latex desechable, comencé pajeándome como solía hacerlo mientras estaba sentado en el borde del inodoro, cuando me sentí más seguro tomé el bolígrafo que tenía y lo metí dentro del guante hasta que llenó uno de los espacios destinados a los dedos, en específico el dedo índice, me acerqué un poco más al borde del asiento, de forma que mi culo quedara al aire, con mi mano tomé el guante, sujetando el bolígrafo y comencé a hacer círculos sobre mi ano, inmediatamente sentí una sensación de cosquillas, mi corazón latía rápidamente.
Después de unos pocos minutos tomé la crema que había llevado conmigo y la unté en la punta del dedo del guante, la acerqué a la entrada de mi ano, un escalofrió recorrió mi cuerpo al sentir la temperatura fría de la crema, pero pronto me sentí con motivación y comencé a ejercer algo de presión, la sensación de frío que había experimentado momentos antes se sentía cada vez más dentro de mí y cada vez desaparecía más, convirtiéndose en un calor cada vez más agradable.
Después de unos instantes noté dificultad para seguir avanzando, pero mis ganas de continuar continuaban, me puse de pie, recargué mi mano sobre la pared, me hinqué sobre mis rodillas y abrí mis piernas de forma que mi posición facilitara la penetración.
Volví a tomar el guante, coloqué un poco más de crema y volví a introducirlo, está vez llegando un par de centímetros más profundo dentro de mí.
La sensación era tan diferente a cualquier cosa placentera que hubiera sentido antes, no era doloroso, pero tampoco era tan placentero como esperaba, lo que me alentaba a seguir era más la calentura y el morbo que la sensación producida por la penetración.
Tampoco fue una penetración profunda, quizá fueron menos de 5 centímetros, entonces retiré lentamente el bolígrafo, lo saqué del guante y coloqué la estatuilla, apenas un poco más grueso, pero con la diferencia de que el grosor no era uniforme, siendo un poco más grueso en los tres o cuatro cm más cercanos a la punta, y después disminuyendo su grosor a uno similar al del bolígrafo.
Me volví a color en cuclillas y lentamente fui introduciendo el objeto dentro de mí, podía sentir como mi cuevita se iba dilatando un poco más para abrir paso, cuando la parte más gruesa había entrado por completo sentí como mi culito se cerraba con facilidad la parte menos gruesa, parecía amoldarse perfecto. Cerré mis ojos y me dediqué a disfrutar la sensación, sentía un cosquilleo en la parte cercana a mi trasero, sentía como el cosquilleo provocado por el morbo se extendía por todo mi cuerpo.
Ese día no manipulé mucho mi improvisado dildo, apenas y lo moví después de que había entrado, me limité a masturbar mi pene mientras sentía esa nueva sensación invadía mi trasero, me dejé llevar tanto que olvidé probar con el mango del cepillo, pase un rato jugando con mi verga hasta que sentí los espasmos previos de mi corrida, me dejé llevar y permití que el placer me invadiera.
Podía sentir sentía como mi verga se ponía más y más dura hasta que comenzó a salir mi leche disparada, cada uno de estos espasmos venía acompañado de una pequeña sacudida a mi nuevo dildo que se transmitía hasta mi mano, como si alguien lo apretara y lo soltara.
Una vez que las contracciones perdieron su intensidad retiré lentamente la estatuilla de mi interior, sentí como salió expulsado y podría sentir cómo mis paredes anales parecían relajarse. Me limpié, y limpié todo lo que había sido ensuciado.
No lo sabía aquel día, pero había descubierto una nueva forma de placer que me abriría la puerta a montones de experiencias nuevas, fue como si hubiera nacido una nueva parte de mí, una parte que no conocía.