Mi historia I - María, la asistenta.

De como tras año y medio de sequía, vuelvo a la carga con la asistenta, que me dice algo decisivo para mi futuro con las mujeres.

Bueno, hola, este es mi primer relato como consecuencia de una serie de sucesos que me han ido ocurriendo a lo largo del último año y medio. Si veis algún error o veis que podría mejorar en algo, sentíos libres de corregirme o darme consejos. Gracias!

Mi nombre es Carlos, tengo 19 años, vivo en Madrid y todo empezó el año pasado. Hace dos años y medio corté con la última novia que tuve y me abandoné bastante, ganando peso, sin pasarme tampoco, y despreocupandome de todo. Nadie fue cruel conmigo, ya que en en el bachillerato de mi colegio la gente era más o menos legal, y los capullos que habían no se metían conmigo.

Mido 1,85 metros y peso alrededor de 95 kilos. Puede que no parezca mucho como he dicho, pero el hecho de que se meclara con la ruptura y tal hizo que perdiera bastante autoestima y no me atreviera a nisiquiera intentar nada con nadie. Sin embargo, esto cambio hace año - año y medio gracias a mi asistenta.

En ese entonces, debía ser enero-febrero del llevaba poco tiempo con mis 18 años y llevabamos en mi familia unos 5 meses con nuestra asistenta, María. María tiene ahora 28 años, es española, y es de ese tipo de mujer que da alegría verla, ya que siempre está feliz y disfruta con lo que hace, además tengo bastante confianza con ella y nos llevamos batante bien. Físicamente es bastante guapa, castaña, pelo largo, ojazos verdes, y a lo mejor con algún kilillo de más.

Resulta que tengo la manía de dar sustos a la gente, y María nunca se enteraba de lo que pasaba mientras estaba limpiando por lo que cuando llegaba de la universidad, siempre dejaba las cosas en la entrada, me quitaba las botas e iba al acecho, a ver si podía asustarla. Ese día, había tenía un buen día en la universidad y estaba feliz, así que estaba animado con el susto que le iba a dar.

Ella estaba en la habitación de mi madre y cuando entré, me di cuenta de que estaba hablando con el que era su novia. Por lo visto él no la complacía sexualmente, lo que hacía que discutieran cada vez más, incluso hasta el punto en el que se dedicara a discutir en mi casa. Yo me fui acercando poco a poco por detrás y le toqué con fuerza por debajo de las costillas, lo que hizo que saltara, soltando el movil, el cual volo por la habitación y cayó al suelo, saliendo la batería disparada.

  • ¡Hijo de puta! Esta vez casí me matas.

  • JAJAJAJAJA ¡Es que es tan fácil! ¡Me las dejas a huevo!

  • Si, si, porque estaba al teléfono que si no, esta vez no caigo.

  • Bueno, bueeeeno. Que crecidita estás, ¿no? A todo esto, no he podido evitar oir algo, ¿qué pasa?

Me comentó lo que dije antes, que su novio no la complacía, que solo buscaba su propio placer, dejándola con las ganas. Teníamos bastante confianza, así que no se cortaba al decirme las cosas, de hecho, me dijo que seguro que el muy cabrón la estaba engañando y que quería devolvérsela, guiñándome el ojo. En ese momento no le di mucha importancia porque creí que estaba bromeando.

  • Bueno, ¿y qué hay de ti?

  • ¿Qué hay de mi de qué?

  • Pues de ti. Alguna chica habrá, ¿no?

  • Buf, que va. Desde que corte con Cristina nada. No me veo capaz.

  • ¿Con Cristina? Pero si me dijiste que terminasteis hace mucho, ¿no? Además, ¿por qué no te ves capaz?

  • Ya bueno, es que desde entonces me abandoné bastante y como que he perdido algo de seguridad y autoestima.

  • ¿Pero que dices tío? Vale que tengas algo de más, yo lo tengo también, pero yo no te veo tal como dices. ¡Debes confiar más en ti! Seguro que tienes mucho que dar.

  • Ya bueno, creo que es muy fácil decirlo. Y de todas formas, lo dices para que me sienta mejor jajajaja

  • Claro que no, imbécil. Además, puede que el físico sea importante, y no pierdes tanto, pero lo que cuenta de verdad es como las tratas.

  • ¿Estás segura?

  • ¡Claro! Además, creo que ya he encontrado a alguien con quien engañar al cabronazo ese.

Acto seguido dió un paso adelante, me cogió mi miembro por encima del pantalón y me besó. Fue un beso inesperado, de esos que te quitan el aire. Nuestras lenguas empezaron a cruzarse y, poco después, empecé a morderle el cuello, lo que hizo que diera pequeños gemiditos.

Poco a poco, nos fuimos quitando la ropa y se tumbó en la cama, tras lo cual, le abrí las piernas y vi su coño en todo su esplendor. Estaba depilado, cosa que me sorprendió en esta mujer, y húmedo. Muy húmedo.

Empecé a comerle el coño con lentitud, aumentando el ritmo poco a poco, y masajeando su clítoris. Si que debía estar bastante necesitada, porque se corrió a los cinco minutos de empezar en sonoros gemidos.

  • ¡Cabrón! Nadie me habia comido el coño así.

Me sorprendió, porque solo había tenido unas pocas oportunidades de practicar en toda mi vida, así que lo achaqué a que la mujer estaba con ganas de guerra desde hacía bastante tiempo.

  • Venga chaval, ahora me toca devolverte el favor - dijo guiñándome el ojo.

Me levantó de la cama y se arrodilló frente a mi, metiéndose mi polla en la boca de una sola sentada. Tampoco tenía un miembro muy grande. Normal, de 15-16 cm, y con una curvatura que después supe que a las mujeres les gustaba. Nada del otro mundo.

María me hizo la mejor mamada que me han hecho hasta la fecha. Sus labios carnosos subían y bajaban a lo largo de mi falo, alternándolo con lamidas a lo largo de mi polla y mis huevos. Poco después se centró en la zona posterior al glande, lo que me dió un placer increíble. Sabía que me iba a correr, así que volvió a meterse todo mi miembro en su boca e hizo que estallara en ella en un orgasmo.

  • Joder.

  • Tu leche está rica, chaval. Corre a por un condón que esto no ha acabado.

Corrí a mi habitación y busqué en la mesilla. Encontré varios condones y volví volando a donde estaba María.

  • Buf, al fin llegas. Venga, venga, no pierdas el tiempo.

Aún tenía la polla morcillona, así que me abalancé a por sus tetas, tetas que tenían un tamaño perfecto, ni enormes ni pequeñas, con una pequeña areola rosada rodeando su pezón erecto. Lo empecé a mordisquear, arrancándole suspiros que hicieron que mi miembro siguiera creciendo.

Me puse el condón y busque su entrada. Se la metí de un golpe, lo cual no fue difícil, lo que fue seguido de un grito de placer.

  • Bufffff. Venga Carlos, joder. ¡Hasta el fondo!

Le hice caso y empecé a bombear sin parar durante unos 10 minutos. Le cogía de esas dos preciosas tetas mientras embestía una y otra vez. María gritaba cada vez más y más, siendo evidente que iba a llegar a su orgasmo.

  • Dioos, sigue, ¡sigue! ¡No me dejes aquí cabrón! ¡Hasta el final!

Al final acabó en un orgasmo gritando insultos y palabras que no se entendían. Acto seguido, se reincorporó, me quito el condón y me hizo de nuevo una mamada que duró poco, tragándose otra vez el poco semen que salió.

Quedamos los dos tendidos en la cama, recobrando el aliento. Hasta que se levanto y dijo:

  • Bueno. Espero que al menos esto te haya hecho entrar en razón. A ver si así mejora un poco tu autoestima.

  • Joder. Y tanto. Nunca había echado un polvo como este.

  • Menos halagos, ¡chaval! Que todos los tíos sois así jajajajaja . En fin. Prepárate porque ya que te tengo a mano, esta no va a ser la última vez que me vayas a follar bien, follada, ¿eh?

Acto seguido, se vistió y volvió a sus labores, dejándome en la cama pensando sobre lo que había pasado.

María hizo que mi autoestima aumentará bastante, así que mi actitud con las mujeres cambió un poco, empecé a ir al gimnasio y los encuentros con ella me hicieron mejorar un poco. Más adelante os iré contando como fueron mis siguientes relaciones con, sobre todo, chicas de mi universidad. Lo que está claro es que María marcó un antes y un después en mí.