Mi historia de amor con Sandra.

Leyre conoce a Sandra, una mujer que llega al pueblo a empezar una nueva vida y surgirá el amor entre ellas

Mi historia de amor con Sandra.

Como cada día, después de mi ración de gimnasio, volví al vestuario, me quite la ropa y una vez desnuda cogí mi toalla y fui hacia la ducha. Tenía ya cogida la rutina desde hace más de cinco años.

El gimnasio de mi pueblo es bastante pequeño y tiene poca afluencia, de hecho por los horarios en los que voy casi siempre estoy sola.

Después de ducharme camine hacia donde tenía mi bolsa con la ropa limpia y tras dejar la toalla, una voz me dio un pequeño susto.

Buenos días.

Me sobresalté ya que no esperaba que hubiera nadie en el vestuario, alce la vista y allí estaba la misma mujer del día anterior. No soy pudorosa por lo que le contesté con una sonrisa como el día anterior con un buenos días, mientras que pude ver como ella que se encontraba vestida ya con ropa deportiva para comenzar su entrenamiento, miraba mis pechos y mi vagina. No le di mayor importancia ya que nunca he sentido vergüenza por mi cuerpo, más bien al contrario, a pesar de mis 42 años me sentía muy orgulloso de él. La mujer que se encontraba en el vestuario tendría cerca de diez años más que yo y pude ver cómo tenía una figura muy cuidada con muchas horas de gimnasio.

Mientras buscaba mi ropa interior limpia dentro de la bolsa de deporte, la mujer se dirigía hacia la puerta del vestuario pero antes de salir me dijo.

  • Hola, soy nueva en el pueblo. Me llamo Sandra y solo llevo dos días viniendo al gimnasio y en ambos he coincidido contigo, ¿como te llamas?

  • Yo soy Leyre, le dije mientras me subía el tanga. Bienvenida, como veras el gimnasio tiene poca ocupación a estas horas y podemos ejercitarnos muy bien.

En ese momento Sandra se me acerco y me dio dos besos.

  • No conozco a nadie en el pueblo, acabo de llegar como te decía y no me vendría mal alguien que me ayudara en mis primeros días.

  • Si quieres esta tarde podemos tomar algo en el bar del pueblo y me cuentas a que te dedicas y porque has venido aquí.

  • Me parece perfecto, contesto Sandra. Apunta mi número de teléfono y nos vemos esta tarde en el bar, ¿Sobre las 20h esta bien?

  • Si, es buena hora, le dije. Apunta tu también mi número y cualquier cosa hablamos.

Mientras tuvimos la conversación acabe de ponerme el sujetador, el vestido y los zapatos.

Me despedí de Sandra que se fue hacia la elíptica y yo sali del gimnasio.

A la tarde me puse el mismo vestido con el que había salido del gimnasio, un vestido ajustado corto y de color amarillo que resaltaba bastante mostrando el moreno de mis piernas, mientras me vestía sonó el teléfono miré y era un mensaje de Sandra, voy camino del bar, nos vemos en diez minutos.

Me puse una pulsera en la muñeca a juego con otra pulsera en el tobillo izquierdo me miré al espejo mientras me echaba unas gotas de perfume y salí de casa dispuesta a tomar algo con Sandra.

Cuando llegue al bar allí me estaba esperando Sandra.

  • Estas espectacular con ese vestido Leyre, me dijo mientras me daba dos besos en las mejillas y no sin antes haberme revisado las piernas.

  • Gracias Sandra, tu no tienes nada que envidiar.

Sandra habia venido con una falda que le llegaba hasta las rodillas y una blusa muy elegante con transparencias que le combinaban perfectamente y mostraban su cuerpo tan cuidado.

Nos sentamos en la terraza del bar y mientras esperamos que nos atendieran pude ver cómo Sandra no dejaba de mirarme las piernas.

  • Y bien Sandra, que te trae por un pueblo como el nuestro tan pequeño.

  • Pues la verdad Leyre hace unos meses me despidieron del trabajo en la capital y con los ahorros que tenía he pensado en comenzar una nueva vida en un sitio más tranquilo y donde la vida sea más barata. No hay ni punto de comparación entre lo que me va a costar el alquiler aquí y lo que pagaba en la capital.

  • Me parece genial que haya gente que venga a estos pueblecitos, necesitamos gente con ganas de emprender y ¿has pensado a que te vas a dedicar?

  • Si, Leyre. A mis 53 años es difícil que alguien me contrate por lo que he decidido abrir mi propio negocio, soy fisio pero siempre he trabajado de empleada en centros de otras personas, aquí voy a abrir mi propia consulta.

-Me parece fenomenal Sandra, cada vez que necesito ir al fisio tengo que hacerle casi 40km de ida y otros tantos de vuelta. ¿Y cuando vas a empezar?

  • Pues todavía estoy con algunos papeleos, pero a ti Leyre te puedo dar la primera sesión mañana mismo, así seguimos hablando.

  • Me parece genial, que cada vez lo necesito con más frecuencia, ya se va notando la edad.

  • Sandra se rio, pero si eres una chavalina, ¿que edad tienes?

  • Tengo ya 42 años Sandra, ya no soy ninguna chavalilla...

  • No te quejes, que aún te quedan unos años para llegar a mi edad.

La verdad es que le había echado a Sandra unos diez años más que yo al verla en el gimnasio y me había equivocado por muy poco.

  • ¿Y tú a que te dedicas Leyre?

Trabajo a turnos en la fábrica de quesos que hay en la entrada del pueblo. No es el trabajo ideal pero me permite vivir en el pueblo y no tener que irme.

¿Y tienes familia Sandra? ¿Estas casada?

  • No Leyre, la verdad que nunca he tenido suerte con el amor. Nunca he llegado a tener una pareja estable y siempre he tenido relaciones cortas y con final no deseado. Solo tengo una hermana y vive en Francia por lo que no tengo familia cercana. ¿Y tu Leyre?

  • Pues tampoco he sido muy afortunada en amores. Aquí en el pueblo hay pocos chicos de mi edad, la mayoría se han ido fuera y es difícil Sandra, es difícil. Además soy hija única mis padres ya fallecieron y tengo algún tio en el pueblo pero ninguna hermana como tu a quien poder contarle mis cosas

Al oír esta respuesta vi como Sandra sonrió con cierta cara de satisfacción.

  • Bueno pues ahora me tienes a mi Leyre, yo también necesito alguien a quien contarles mis preocupaciones que mi hermana al vivir fuera hablamos muy de cuando en cuando.

  • Acabamos de tomar el refresco y nos despedimos con dos besos.

  • Espera, Leyre, aun no te he dicho donde vivo para que vengas mañana, ¿a que hora te viene bien?

  • Pues mañana iré al gimnasio a la misma hora que hoy, después iré a hacer la compra y luego tengo el resto de la mañana libre.

  • Ok, pues mientras haces la compra yo haré mis ejercicios en el gimnasio y luego te esperaré en mi casa. Es esa de ahí, me dijo señalandomela.

  • Ok, Sandra yo vivo en aquel soportal. Ya te enseñare mi casa.

  • De acuerdo, dijo Sandra.

Esta vez nos dimos nuevamente dos besos y yo me dirigí hacia mi casa.

Al día siguiente fui por la mañana al gimnasio como todos los días que trabajaba de tarde o de noche y cuando acabe y me duché me extraño no encontrarme a Sandra en el vestuario. Cuando salí vi que llegaba.

  • Te quedaste dormida Sandra, le dije

  • No Leyre, estuve preparando la camilla para darte el masaje y se me hizo un poco más tarde. En una hora te veo ¿ok?

  • Perfecto Sandra, en cuanto haga la compra iré a tu casa.

Me dio dos besos y me dirigí al mercadillo que colocaban en la plaza a hacer la compra.

Tras comprar y guardar la compra en casa. Me quité la ropa y me duché aunque ya lo había hecho en el gimnasio, al venir cargada con la compra en plena mañana dando el sol no quería dar una mala imagen a Sandra. Cogí unas braguitas nuevas del cajón y después me puse el sujetador y una camiseta informal, unos shorts y unas sandalias planas y me dirigí a casa de Sandra.

Cuando llegue llamé a la puerta.

  • Pasa, esta abierto. Contestó Sandra desde lejos.

  • Abri la puerta y pase hasta el Salón que había nada más entrar.

  • Voy ahora mismo Leyre, pon la tele mientras y siéntate como si estuvieras en tu casa.

  • Yo preferí esperarla de pie. Enseguida oi las pisadas de Sandra acercándose al salón.

  • Hola guapa, dijo Sandra nada más verme y acercándose a abrazarme y dándome dos besos.

  • Hola Sandra, le dije mientras yo también la abrazaba.

Sandra llevaba puesta una bata de satén negra cortita.

  • ¿Quieres tomar algo primero Leyre?

  • Un vaso de agua no me vendría mal.

  • ¿No prefieres una cerveza? Me dijo mientras se encaminaba a la cocina.

  • No, de verdad, Sandra, que lo que tengo es sed.

  • Como quieras Leyre, esta es tu casa, lo que tu quieras dilo con total confianza.

Sandra me trajo el vaso con agua y me lo bebí.

  • Pues está es mi casita Leyre, ven que te enseñe donde daré las sesiones de fisio.

Acompañé a Sandra a una habitacion donde tenía puesta la camilla con una sabana y en un lateral un mueble con los distintos geles y equipamiento propio de una masajista.

¿Que te parece Leyre?

  • Está genial, vas a tener mucho éxito aquí en el pueblo. Te ha quedado muy coqueto.

Gracias Leyre. Ahi tienes una silla, quitate la ropa y cuando estés tumbada en la camilla me avisas para entrar.

  • No hace falta que salgas Sandra, no tardaré nada en quitarme la camiseta y los shorts.

  • Llevas razón Leyre, pero yo como profesional debo decírtelo.

  • Me quite la camiseta, las sandalias y después el short, quedandome en ropa interior.

  • Tumbate boca abajo Leyre y me tienes que decir que partes del cuerpo necesitas que te trabaje.

  • Pues la verdad, llevo unos meses sin ir al fisio y tengo todo el cuerpo bastante cargado.

  • No te preocupes Leyre, entonces comenzaré por las piernas e iré subiendo hasta acabar con el cuello si te parece bien.

  • Genial Sandra.

  • Sandra comenzo a trabajar sobre mis piernas hasta que poco a poco alcanzó los muslos y sus masajes llegaban a tocar mis glúteos. Yo intentaba relajarme aunque en algunos momentos la fuerza con la que realizaba los ejercicios lo impedía.

Sandra abrió un poco mis piernas y note como cada vez más rozaban sus manos mis partes íntimas pero no le di mayor importancia, al contrario encontraba en ello una relajación cada vez mayor que se acrecentaba con el silencio que en ese momento manteniamos ambas.

  • Leyre, si no te importa te quitar tus braguitas tienes esta zona muy cargada y quiero poder trabajarla a gusto.

Nunca me habían pedido en mi fisio hacer esto pero Sandra ya le había visto desnuda en el vestuario del gimnasio lo que unido a la relación en la que yo me encontraba en ese momento le dije.

  • Haz lo que creas conveniente Sandra.

Sandra, metió sus dedos por debajo de la cintura de mis braguitas y las deslizó suavemente hasta los tobillos quitandomelas completamente y dejandolas sobre la silla donde había puesto mi camiseta y mi short.

Yo cada vez me encontraba más relajada, sus manos y dedos estaban masajeando zonas a las que mis anteriores fisios nunca habían llegado. Después subió hacia mi espalda, y sin preguntar desabrocho los corchetes de mi sujetador, echandolo hacia ambos lados para que mi espalda quedará completamente al descubierto, así pudo trabajar mi espalda y mi cuello.

  • Date la vuelta Leyre, escuché no sabía si en sueños o de la voz de Sandra ya que me encontraba en un estado de relajacion fantástico.

  • Leyre, date la vuelta volvió a repetir Sandra a la vez que me daba una suave caricia sobre los glúteos.

En ese momento me di cuenta que no era un sueño y que Sandra quería que me pusiera boca arriba sobre la camilla.

Me giré e instintivamente crucé las piernas para tapar mi zona íntima. Mientras Sandra agarró mi sujetador y suavemente lo sacó de mis brazos. Yo me tapé los pechos con las manos también como un acto reflejo.

  • Leyre, no le digas que ahora vas a tener vergüenza dijo Sandra, mientras me cogía de los tobillos volviendo a abrirme las piernas y a continuación me cogió de las manos estirandome los brazos a lo largo de la camilla. En ese momento en el que Sandra tenía mis manos cogidas comencé a notarme húmeda.

  • Si no te importa Leyre, me quitaré la bata para poder trabajar mejor sobre ti, dijo Sandra.

Yo, sin decirle nada, asentí con la vista y Sandra se desabrocho el cinturón y dejó caer la bata, cual fue mi sorpresa que debajo no llevaba nada, quedándose ella también desnuda.

Yo no había tenido la ocasión de verla desnuda en el vestuario pero en aquel momento pude comprobar que al igual que sus piernas el resto de su cuerpo estaba en una forma excelente, más que el cuerpo de una mujer de algo más de 50 años parecía el de una treintañera y cada vez me notaba más húmeda.

Estiró sus brazos y puso sus dedos sobre mis párpados.

  • Cierra los ojos y disfruta del momento, dijo.

Y ya una vez tenía los ojos cerrados, note como se sentó sobre mi, justo encima de mi cintura y comenzó a masajear mis pechos y lamer mis pezones con si lengua.

¿Te gusta lo que sientes, Leyre?

Yo no era capaz de responderla aunque mis gemidos creo que hablaban por mi.

Sandra se dio media vuelta sobre mi y comenzó a excitar mi clítoris, yo en ese momento estiré mis brazos hacia sus pechos y comencé a pellizcar sus pezones que estaban duros como escarpias. Me incorporé y Sandra nuevamente se giro yo busqué su clítoris mientras ella comenzaba a besarme.

Sandra me declinó nuevamente y nuevamente busco mi clítoris. Se ve que Sandra era una mujer que le gustaba llevar la inciativa y eso a mi me encantaba ya que todos los hombres con los que había estado siempre habían asumido ese rol y yo siempre era la que me dejaba hacer. Con la otra mano comenzó a tocarse a ella misma y prácticamente en el mismo momento llegamos las dos al orgasmo.

  • Ufff si llego a saber que venía a esto, exclamé, ninguna de mis parejas me había hecho sentirme así.

  • Gracias Leyre, yo también lo necesitaba. Desde el momento que te vi en el gimnasio supe que eras mi pareja ideal.

  • Sandra... No vayas tan rápido, nunca he estado con una mujer... Esto ha sido algo circunstancial, nada más.

  • Ni circunstancial ni nada, dijo Sandra y me cogió del cuello mientras me besaba ardientemente.

Me encantaba esa seguridad de Sandra y esa autoridad que mostraba por lo que le respondí.

  • Tu también eres mi pareja ideal Sandra, no me cabe ninguna duda.

En ese momento miré la hora y grité:

Upss tengo que irme a comer o no llegaré al trabajo.

Tranquila Leyre date una ducha y preparar algo para las dos y así no tardaras.

Me parece bien, le dije mientras me dirigía al baño. Sandra caminaba detrás de mi y se metió debajo de la ducha conmigo con ganas de volver a jugar pero yo veía que no me daba tiempo.

Tengo que comer rápido, que tengo que pasar por casa a cambiarme.

  • No te preocupes Leyre, Ponte uno de mis vestidos para ir a trabajar y así no tendrás que ir a tu casa.

Salí de la ducha me seque con una toalla y fui para la cocina a pisotear algo, enseguida llegó Sandra.

-Dejame, que tengo comida preparada, saco unas croquetas y mientras las comíamos de pie en la cocina, se quitó su toalla y tiro de la mia... Deja que las tienda para que se sequen.

Acabamos de comer y me llevo a su habitación, abrió un cajón y dijo

Ahí tienes la ropa interior coge lo que quieras y en el armario los vestidos.

Cogí unas braguitas de algodón y un sujetador y le dije si no tenía algún pantalon

En el trabajo necesito estar cómoda, si tuvieras unos leggings para dejarme.

Si, en ese cajón tengo varios, abrelo.

Cogí unos verde oscuro y una camiseta fui al otro cuarto a por mis sandalias y dándole un beso en la boca le dije.

Me voy que no llegó.

De acuerdo Leyre, ¿a que hora sales? Te espero aquí.

Vale, llegare sobre las 10.00h pm

Llegué al trabajo con la lengua fuera pero con una alegría por encima de lo normal. Asi lo notaron mis compañeras que me preguntaron que a que se debía esa cara de felicidad.

  • Nada, no es nada.

  • Tu Leyre no quieres contarnos algo, seguro que has conocido a alguien y no quieres decirnoslo.

Afortunadamente el tiempo de descanso era poco y no pudieron continuar interrogandome. Acabamos la jornada y cuando salíamos por la puerta hablando vimos una persona esperando. Se acercó y no lo podía creer, era Sandra, se acercó sobre mi y me besó apasionadamente delante de mis compañeras de turno que se quedaron anonadadas y sin nada que decir solo una de ellas se atrevió a exclamar,

Ostras, que calladito te lo tenias Leyre.

A partir de ahí nos despedimos y cada una marchó para su casa.

  • ¿Como te has atrevido Sandra? En este pueblo nos conocemos todos.

  • Por eso lo hice Leyre, quiero que me conozcan como la chica de Leyre.

  • Me encanta como eres Sandra y tu iniciativa. Yo habría sido incapaz de contárselo en mucho tiempo.

  • Pues un problema menos Leyre.

Llegamos a casa de Sandra y aunque al día siguiente libraba le dije que me iba a acostar que estaba cansada.

  • De acuerdo Leyre, tienes que descansar que mañana tenemos que disfrutar.

Me quite la ropa y me eché sobre la cama.

  • Si quieres un pijama Leyre dimelo.

  • No hace falta Sandra, me gusta el roce de las sábanas.

  • Mejor, aparte de las sabanas también tendras mi roce dijo Sandra mientras se desnudaba y se metía bajo las sabanas.

  • Yo dormía de lado y Sandra aprovechó para echar una de sus piernas por encima de mi y el brazo acariciandome los pechos. Yo estaba tan cansada que enseguida me quedé dormida y Sandra debió verlo y me dejó descansar.

A la mañana siguiente una potente luz entró por la ventana, Sandra había subido la persiana hasta arriba, fui a taparme los ojos con la mano pero en ese momento me di cuenta que tenía las muñecas atadas a las esquinas de la cama así como los pies igualmente a la altura de los tobillos, estaba echada encima de la cama estirada en X a plena disposición de Sandra.

  • ¿Que significa esto Sandra? Pregunté entre asustada y enfadada.

  • Tranquila Leyre, me dijiste que te encantaba que yo llevará la iniciativa y eso voy a hacer.

Sandra sacó una caja de un cajón.

  • Seguro que te encanta llevar esto puesto. ¿Sabes lo que es Leyre?

  • Unas bolas chinas, nunca he utilizado unas...

  • Pues hoy las vas a utilizar, además llevan vibración incorporada por lo que las vas a disfrutar en grande.

Como estaba atada a la cama y abierta de piernas no podía hacer nada por evitarlo.

  • Relajate Leyre o será difícil meterlas.

Intenté relajarme y con dificultad consiguió meter la primera.

  • Llevarás las dos dentro, sigue relajada.

Y la segunda entró con mayor facilidad quedando fuera únicamente el hilo que las unía.

  • Veamos si funcionan correctamente. Sandra apretó un botón de un pequeño mando que venía en la caja y yo comencé a gritar y a gemir.

  • Perfecto, ¿que tal Leyre?

  • ¿Y dices que voy a llevar esto puesto todo el día? Y comencé a reirme.

  • ¿Acaso no te gusta? Anda, voy a desatarte que tenemos que ducharnos, desayunar y me tienes que enseñar el pueblo.

Sandra me desató y nos duchamos juntas, después desayunamos y fuimos a vestirnos.

  • Ponte ese vestido Leyre, me dijo Sandra señalando un vestido blanco playero muy pero que muy bonito.

  • Fui a abrir el cajón de la ropa interior y enseguida Sandra dijo.

  • He dicho que te pongas el vestido, nada más, ¿has entendido?

  • De acuerdo Sandra, aunque se clarea algo, le dije.

En ese momento tocó el mando y comenzó la vibración.

  • Para, para, ya he entendido, le dije.

Me puse el vestido y comprobé que se me marcaban los pezones, afortunadamente como la falda esa bastante abierta no dejaba mostrar nada de mis partes íntimas.

Ninguno de los chicos con los que había estado había mostrado una actitud tan dominante como Sandra, pero cuanto más exigente se volvía más ganas tenía de estar con ella.

Salimos de casa y en ese momento Sandra me agarro cariñosamente por la cintura, la gente mayor del pueblo miraba escandalizada y sabía que harían comentarios sobre mi ya que me conocían.

Le estuve enseñando el pueblo durante cerca de una hora y después volvimos a casa.

  • Me ha encantado el pueblo Leyre pero más me encantas tu.

  • Gracias Sandra, yo también he disfrutado del Paseo.

  • Pues a partir de ahora vas a disfrutar aún más, sentenció Sandra