Mi historia con el vecino
El encuentro de un chico con su maduro vecino...
MI HISTORIA CON EL VECINO
Era un chico menudo y de cabellos largos. Tenía todas las mañas de un chico hijo único. Mi madre andaba conmigo para todos lados. Mi padre se había marchado a otra provincia a trabajar durante todo aquel año.
Mi madre, una mujer simpática y entradora hizo buenas migas enseguida con la vecina. La señora Astas, que estaba casada con Juan Astas. No habían tenido hijos y eran mayores, los llamaba para mi, viejos. Aunque quizá en esa época rondarían los cuarenta y tantos años.
Mi madre de vez en cuando iba y me llevaba por supuesto a tomar unos mates con la vecina. Era pegado a nuestra casa, la casa que alquilábamos. Por supuesto, ellos eran dueños de su casita. Una casita grande, de las antiguas, con un patio interno en el medio.
Ese día que fuimos por vez primera, Juan, el hombre de la casa no estaba, se había ido a hacer unas compras para unos arreglos que tenía que hacer en la casa, así que yo me quedé en una sala mirando alguna que otra revista de deportes hasta que mi madre decidió irse.
Fueron pasando los días y de vez en cuando, de tarde en tarde íbamos a lo de los vecinos.
Un domingo por la tarde la vecina había invitado a mamá a su casa.
__¡Hola, pasen pasen! __ nos saludó la vecina alegre.
__¡Buenas tardes vecina como va todo!
__¡Bien querida, bien, ya tengo el mate listo, tengo algunas cosas que comentarte!__ dijo la vecina emocionada
__¡Bien Elvira!__ dijo mamá
__¡Y tu jovencito…¿te gusta el fútbol?
__¡Si señora!__ dije yo
__¡Bueno Juan esta recostado en su cama y mirando el partido…¿quieres ir?...¿tienes algún inconveniente querida?__ preguntó Elvira a mi madre.
__¡Claro que no, ve querido!__ dijo mamá y allá me dirigí. Ya sabía dónde estaba la habitación.
Golpee suave y entre. Cerré la puerta tal cual estaba. El volumen del tele estaba alto y Juan el señor Astas cuando me vio, sonrió y bajo un poco el volumen
__¡Hola Cholito!... ¿cómo estás? ¡Pasa, pasa!__ dijo él, sonriendo y con su torso desnudo. Lo primero que observé y me atrajo al instante fue la cantidad de vellos que tenía en su pecho, ancho y robusto, con las tetillas marcadas a flor de piel redondas, y parecidas a frutillas. Algo en mi interior se encendió como chispas en el aire.
Me detuve al pie de la cama del lado contrario adonde estaba Juan el vecino.
__¡Recuéstate anda no seas tímido!__ con un vaho que me mareaba me recosté un poco apoyado en la almohada que supuse sería de Elvira, su mujer.
__¿Te gusta el futbol?__ preguntó mirándome a los ojos
__¡Sí, si claro!__ dije aunque nunca me había interesado realmente. Me acomodé sin dejar de observar su pecho y sus pelos de hombre maduro. El levantó un brazo y lo paso debajo de su cabeza y pude observar también su pelambre en el sobaco. Me estremecí y creo que él se dio cuenta. Intenté disimular mi algarabía y mis nervios de estar ante tantos pelos. No sé de donde viene ese deseo por los vellos y los pelos, la verdad que no lo tengo ni lo tenía en la mente. Bueno eso sin decir, que una abundante barba cubría la cara de aquel vecino maduro que realmente me estaba poniendo por demás de caliente.
El miraba el partido y yo no podía evitar girar mi cabeza para observar toda la pelambre que tenía al lado.
De rabillo sabía mi vecino muy bien que lo observaba.
__¿Qué pasa jovencito que miras tanto?__ dijo de manera risueña.
__¡Nada, nada!
__¡Vamos que estamos entre amigos, algo te molesta, te intriga!__ dijo él y yo lo miré a la cara, como si fuera un confesor.
__¡Tus pelos…tus vellos!__ balbuceé
__¿Que hay con ellos?__ dijo el corriendo un poco las sábanas hasta casi su vientre, en donde el mar de vellos renegridos seguían brotando como un verde yuyo.
__¿Puedo tocar?__ dije con la mas intencionada inocencia que pude, bufaba con mi verga alzada y parada por demás, la sentía chocar y golpear contra mis calzones. Me miró mi vecino con cierto brillo extraño y de juego sensual en sus ojos .
__¡Por supuesto…si es lo que deseas!__ acerqué mis dedos desde donde estaba y llegué a su ancho pecho. Enrede mis dedos flacos entre sus pelos largos y sedosos. Acaricié, pasé largamente mis dedos, sentí su pecho golpear cada vez con más aceleración.
Yo estaba cada vez más caliente, pero igualmente para mí, eso era nuevo, hasta ese día nunca me habían calentado los vellos y los pelos, de la forma en que actuaban en mi, en que actuarían en mi desde ese día.
Jugué con sus tetillas como al pasar, me detuve allí y el suspiro hondamente, supe que le gustaban aquellas caricias, cada vez más calientes y volcánicas. Tironeaba los pelillos de alrededor. Con otra mano me tocaba mi verga, acariciando y ya perdiendo todo respeto, por el lugar y suponiendo que al vecino le encantaba lo que estaba ocurriendo.
Baje mi manito libre hasta su vientre, envolví en mis dedos los vellos, tironeando, arrastrando, acariciando y los gemidos de Juan eran cada vez más notorios.
__¡Veo que…te gustan…mucho los pelos jovencito!!
__¡Mucho, mucho!
__¡Y porque no los metes a la boca, y acércate un poco más que estas muy lejos, ven aquí corre las sábanas y metete en la cama conmigo!__ dijo sacado el hombre maduro. Yo no perdí tiempo. Me pegué a él como un imán. Olí esos pelos y esa piel de macho que sudaban para mi, por mi cercanía. Por el roce de nuestros cuerpos. Mi lengua empezó a recorrer esos vellos, los tragué, llenándolos de saliva de inmediato, los moje de manera inusual y voraz, mis manos acariciaban el vientre y tironeaban los vellos de ese lugar.
__¡Ohh Cholito…ahhh. sabes que más abajo también hay pelos…ohhh!!__ instintivamente bajé mi mano y me encontré con la serpiente dura y gruesa de Juan, la toqué a placer, siempre enredando mis dedos en sus vellos, rodee sus bolas con mis manos y estaban llenas de pelos. Temblé de calentura y emoción. Sentí sus manos en mis nalgas, por sobre mi pantaloncito. El las acariciaba. Las restregaba, gozando de mis caricias en su palo duro y erguido.
Seguí bajando con mi boca hasta llegar a su dulce palo, lo metí en la boca para mamarlo, lo llene prontamente de humedad. Estaba tan caliente, quería tenerlo para mí por siempre a aquel macho que estaba duro por mí, que yo lo había excitado y pronto me daría su leche.
__¡Ahhh Cholito, cariño, eres una sorpresa para mí, como mamas la verga putoncito, ahhh, ohhh, me encantas!!!__ yo deglutí su vara hasta donde podía, porque era gruesa y por más que abriera la boca no alcanzaba a tragar toda aquella herramienta.
__¡Yo no sabía que te gustaban los jovencitos, mmmhhh!!!__ respondí en un momento en que saqué su pedazo de mi boquita abierta por demás, mis manos tironeaban los vellos de las bolas y las acariciaban de forma desquiciada.
__¡Sabes que me harás acabar en cualquier momento!
__¡Siiii!
__¡Ohhh que glotón eres, ahhhhh, como chupas la verga, ohhh, si me gusta tanto, ahhhhh!!!__ apuraba mis arremetidas contra aquella poronga divina de aquel macho, que era mi vecino. Apretó mi cabeza contra su pedazo, para que no quitara la boca de allí y chorros interminables de leche me fueron enviados hasta el fondo de mi garganta y yo tragué hasta lo que pude, porque eran chorros interminables y salobres, calientes, pegajosos, pero que a mi me gustaron de sobremanera, tironee sus pelos y mi lengua quedó lamiendo del ojo hasta saciarse y dejar limpio aquel sable exquisito que me había brindado mi vecino.
__¡Cholito, Cholito, vamos!__ los gritos de mi madre nos sacaron de aquel ensueño y terminando de tragar la leche del vecino me puse de pie y salí disparado de aquella habitación.-