Mi historia 8
Hay cosas que me encantan y otras que dejan marcas...
Estuve toda la tarde organizando mi ropa, ordenando el desastre que habíamos dejado en mi cuarto por tantas horas de lujuria y como una estrella fugaz el recuerdo de la loca de Marta inundo mi pensamiento. No podía negar que me molestaba sobre manera que me tratara de esa forma, además en todo momento trate de ser educada y ayudarla por lo que había ocurrido, pero ella era más difícil y terca que una mula.
Fernando también estaba ayudando en esto de las dudas, no dejaba de decirme que Marta me odiaba y que tenía que volver a su casa. Me crean o no sentía ganas de ir a verla, ganas de saber porque sentía tanto desprecio por mí, si días antes me había tratado tan bien en el café, hasta coqueteamos.
Frene mis pensamientos y me concentre en Antonella. En estar presentable para la ocasión, con la única diferencia de que esta vez llevaría un juguetito para disfrutar de una buena noche. Me coloque unos jeans ajustados, una camisa holgada y unos zapatos bajos estilo mocasines. Me rocié levemente de perfume y realce mi rostro con un poco de rubor, corrector y rímel. Vaya que era guapa, pero con esta nueva diferencia en mí causaba un poco de asombro.
Cruce el pasillo que me llevaba a toparme con la puerta de Antonella y toque dos veces. Frente a mi estaba una mujer preciosa con un vestido negro que le llegaba a su muslo, era pegadito y tenía un escote bastante pronunciado, sin querer sentí una ola de deseo asomándose por mi entrepierna.
Antonella: Hola, bienvenida preciosa. Me hizo pasar a su sala, la cual seguía llena de los cuadros de mi padre, todo estaba con una luz tenue y con velas aromáticas por doquier. El ambiente era muy agradable, cargado de erotismo y picardía.
Yo: ¡Muchas gracias! La observe con dudas, con preocupación, algo en ese momento me parecía extraño y distinto, como si accionaran un mecanismo y vieras varias cosas con claridad. Disipe los pensamientos y entre, no pensaba desaprovechar ningún instante a su lado.
Comimos debatiendo uno que otro tema, la verdad mi cabeza seguía pensando en Marta y su actitud grosera. Volví a la cena y ayude a llevar los platos y limpiarlos. Antonella coloco una música suave y empezamos a bailar, ella se pegaba a mi cuerpo y se daba gusto con mi nuevo amigo, sentía como se restregaba contra él y fue inevitable juntar nuestras bocas, nos besamos con mucha ansiedad, chocando nuestras lenguas y succionando fuertemente nuestros labios. De un momento a otro entramos a su habitación, me desnudo y observo con deseo, lujuria y pasión al objeto que cargaba en medio de mis piernas.
Antonella: Que combinación tan hermosa, un cuerpo perfecto ahora aún mejor con ese objeto. Deseo sentirlo ya mismo.
No le di vueltas al asunto, la acosté en la cama, bese frenéticamente su boca y con furia ciega le arranque el vestido. Qué hermosa se veía con ese ligero negro, un encanto de mujer vestida apropiadamente para la ocasión. Bese su cuello, su pecho por encima del bra y se lo arranque, metí mi boca en su seno derecho y lo succione, lo hale y mordisquee con fuerza. Antonella solo gemía, suspiraba y me apretaba más a su pecho. Le pasaba el arnés con mucha delicadeza por su vagina, rozándola una y otra vez. Baje con besos para quitarle las bragas y el liguero, para sorpresa mía estaba lista para la acción, húmeda y a la espera. Acomode mi cuerpo para tenerla completamente abierta para recibirme y me dispuse a clavarle fuertemente mi juguete. Grito tan fuerte que pensé le había hecho daño.
Antonella: Joder, esto era lo que quería. Esto es mil veces mejor si lo haces tú.
Mi sonrisa fue amplia y llena de erotismo. Empecé a moverme, adentro y afuera una y otra vez, el ritmo iba en aumento. Antonella me apretaba cada vez que la penetraba, su boca estaba abierta, su espalda arqueada y de su sexo salía la prueba del placer. Yo estaba sudada en exceso, sudada al 100% y eso al parecer la volvía más loca. Toque su clítoris mientras la embestía y se quebró ante mí, ahogo un gruñido en su interior y cayó en la cama con el cuerpo palpitante. Observaba como su vientre subía y bajaba. Nos besamos unas cuantas veces más y luego de descansar un poco los músculos decidimos volver a la acción.
No sé en qué momento Antonella logro atarme con mecates a la cama, prácticamente dejo mis brazos extendidos al igual que mis piernas y moverme era realmente imposible. En su mirada había lujuria, pero lo que más identificaba era maldad. Confíe en ella y me deje hacer. Saco de una de sus gavetas un látigo muy bonito que tenía en las puntas bolitas de metal y me quede estática observando la escena.
Yo: Antonella, no te ciegues tanto y disfruta del momento que no puedo moverme por si lo has notado. Sonaba un poco preocupada, pero a final de cuentas lo peor que podía pasar era que me dejará la piel ardiendo así que preferí demostrarle que estaba deseosa de esa nueva aventura.
Antonella: Prometo no ser tan dura contigo, pero es que esto me pone mucho.
A continuación tapo mis ojos y todos mis sentidos se activaron como luces de ambulancia, mandando señales de absoluto peligro. Suspire profundo y sentí los labios de Antonella por mi cuello, bajando por mi pecho y deteniéndose en mi abdomen. Yo tengo cuadritos por el exceso de ejercicio y ella se dedicó a morder cada uno, morderlos verdaderamente fuerte que me dejo la sensación de placer y dolor al mismo tiempo. Luego sentí como se quitaba de la cama y caminaba alrededor del cuarto, no sabía en qué pensaba, pero supuse que debatía entre hacerme verdadero daño o darme absoluto placer. Creo que para ese entonces sabía que Antonella era una verdadera Sádica y para mala suerte yo había despertado su lado enfermo.
Coloco un hielo en los lugares que había mordido y sentí dolor, absoluto dolor. Empecé a quejarme, pero no dije nada. Quería ver hasta donde era capaz de llegar. Quito el hielo y lamió por donde había pasado anteriormente, ahí sí que sentí placer del bueno. Me beso con mucha violencia al punto que jure me había roto los labios y de repente quito mi arnés y sin previo aviso penetro mi vagina con un objeto largo y bastante ancho, al inicio no sentí el placer, pero conforme fui relajándome pude acostumbrar mi cuerpo a esa nueva sensación. El látigo que me había mostrado antes lo pasaba por mi pecho y luego me golpeaba en los senos con él, volvía a pasármelo por mis brazos y hombros como dejándome saber dónde iba a golpearme.
Mis muñecas ardían al igual que mis tobillos, los hombros me pedían a gritos un poco de descanso y mis caderas estaban a punto de estallar. Antonella metía y sacaba fuertemente el objeto, lo sacaba por completo y volvía a meterlo esta vez dejándolo hasta el fondo, sentí su boca chuparme el clítoris y ya no pude hacer más.
Me perdí en un orgasmo extraño, lleno de dolor y excitación a la misma vez, lleno de sensaciones complemente nuevas. Sensaciones que no estaban gustándome del todo. Antonella me desato y fue un gusto volver a sentir mi peso entero en la cama. Me destapo los ojos y se horrorizo al ver mi mirada.
Antonella: Espero no haber sido tan fuerte contigo. Negué con la cabeza, pero las palabras no me salían.
Arreglo su cuerpo en forma de tijera pegadito al mío y empezamos a movernos para darnos placer mutuo, continuamos así por varios minutos más hasta que volvimos a sentir el orgasmo que nos invadía por dentro.
Rápidamente caímos en un sueño profundo, pero esta vez volvía a tener pesadillas. Soñé con ella al final de un pasillo con unas esposas de metal llamándome, su rostro era malvado y no podía dar paso hacía ella. Me desperté en las penumbras de la noche y me levante para ir por un trago, lo necesitaba. Pensé en lo que había ocurrido y en como una mujer que supuestamente era dulce y diferente podía cambiar en cuestión de segundos su carácter y actitudes.
Decidí volver a su lado, al fin de cuentas es sexo y en el sexo se vale absolutamente todo aunque no sentía que lo hacía por amor sino por experimentar un poco con el tema.
Eran las 5 am cuando bese su frente y deje una notita en su mesa especificando que tenía clases a las 7 am y que no podía llegar tarde. Salí corriendo de su casa y me metí a la mía, ya la marisca cosa de Fernando estaba preparando el desayuno.
Fernando: Dichosos los ojos que te ven. ¡Dios mío! Pego un grito alarmante y se puso frente a mí. Pero… ¿A ti que te ha pasado mujer?
Yo: Nada chico, una noche muy activa. Trate de evitar el tema a toda costa.
Fernando: Noche activa. Su cara era de furia y rabia. Casi abre la puerta y lo atrape a tiempo.
Yo: Se le paso la mano Fer, pero es que esta nueva en todo el asunto y no mide su fuerza.
Fernando: ¿Medir fuerzas? Emily, tienes que estar consciente de que lo que hizo es completamente inaceptable, tienes el cuerpo ensangrentado, mírate el pecho. Su cara era de pánico y se fue hacía el cuarto de invitados y supuse que estaría buscando algunas cosas para curarme la piel.
Suspire con mucha molestia y me dirigí al cuarto para asearme, buscar ropa adecuada para que no se notaran las marcas llenas de sangre y organizar mis libros antes de salir a clases. Termine de ducharme y Fernando ya estaba en mi habitación con vendas, agua oxigenada y una crema de color verde. No dije nada, oponerme a que me curara era colocar mi sentencia de muerte.
Fernando: Si vuelve a dejarte de esta manera voy a denunciarla, te lo juro.
Yo: Ya Fer, yo se lo permití y no volverá a suceder.
Termino de vendarme el pecho y el abdomen, salió del cuarto con los ojos rojos a punto de llorar y me sentí un poco culpable. Era mi mejor amigo y sabía perfectamente que esto no estaba bien. Me vestí rápidamente y me fui no sin antes darle un abrazo a ese pedazo de marisca por hacerme mi desayuno y cuidarme como si fuera su bebé.
Tome la opción de pasar por un café antes de llegar a la universidad y para mi grata sorpresa estaba Marta sentada en una de las mesas. Conectamos miradas brevemente y le hice señas de que iba a sentarme con ella.
Yo: ¡Buenos días! Puse mi sonrisa que derrite glaciares.
Marta: Eran buenos días. Te agradezco no dañes mi mañana. Desvío mi mirada y siguió tomando su café con extrema tranquilidad.
Yo: Disculpa si mi presencia no es lo que querías, solo pasaba para saludarte Marta… Ella me odiaba y estaba a punto de preguntarle la razón.
Marta: En realidad no esperaba ni tu presencia ni la de nadie, solo te he dejado sentarte para que te tomes tu café y mantengas la boca cerrada. Vaya que era una loca de mierda, pero no me quedo opción que cerrar el pico y beberme el líquido oscuro que tenía entre mis manos.
Una que otra vez volteaba a verme y sonreía, pero tan pronto se daba cuenta de que yo la había capturado viéndome se ponía con cara de completo fastidio y pensé en que tal vez pudiera utilizar eso a mi favor.
Yo: Me di cuenta de que practicas ciclismo, así que hay una pequeña carrera que hacen todos los años por donde vivo, si quieres nos apuntamos y vemos que tal, es este fin de semana. Sus ojos se encogieron un poco como tratando de averiguar dónde estaba el truco, pero cedió a mi ofrecimiento tan pronto sonrió.
Marta: Bueno, solo porque es una competición y eso sí que me interesa. Agarro una servilleta y escribió algo que no pude leer. Aquí te dejo mi número, pásame los datos de la carrera y que ni se te ocurra molestarme para nada más.
Se levantó de la mesa diciéndome simplemente “Hasta pronto” y me dejo con la cabeza hecha un desastre. Su presencia me parecía cómoda y el silencio mil veces más, era como si esa mujer leyera mis pensamientos y supiera de memoria mis tácticas para ligar. La vi desaparecer al doblar una esquina y me fui rápidamente a ver mis clases, todo el día estuve adolorida y tuve que comprarme unos cuantos analgésicos.
Algunas veces me encontraba a Antonella, pero la verdad era que la estaba evitando. No quería hablar con ella y mucho menos tener problemas por estar detrás de ella, en la universidad mi deber era estudiar, cuando saliera de ahí ya tendría tiempo para que habláramos, para desgracia suya estaba hasta el techo de evaluaciones y pocas veces pudimos frecuentarnos a pesar de que vivíamos a dos pasos.
Llego el fin de semana y la noche anterior había dormido con Antonella, tuvimos sexo normal, un poco de esto y de aquello, mis heridas estaban sanando considerablemente y apenas se veían marcas de los mordiscos. Ese sábado me levante a las 8 am, le mande un mensaje a la odiosa de Marta con lo siguiente:
Buenos días, Marta. Te esperó a las 9 frente al edificio Río Blanco, la carrera es a las 9:20 am.
Más formal y distante no podía ser, era lo menos que podía enviarle por como ella me había tratado en la cafetería días antes. Me duche rapidito y me coloque una licra deportiva, un crop que se me veía del demonio (A pesar de que todavía se notaban un poco las mordidas) y mis amados zapatos deportivos. Baje mi bici y la esperé durante unos 5 minutos, eran las 9:10 y ya empezaba a preocuparme cuando de pronto alguien me empuja y por poco me caigo.
Marta: Veo que eres cumplidora y hasta has llegado antes que yo. Hay que hacer una marca en el cielo, cualquiera juraría que de verdad vales la pena. Me quede viéndola con rabia, la invitaba a hacer algo que le gustaba, me portaba decente y todavía me trataba mal, de verdad que era despreciable.
Yo: Se dice: Buenos días. Le saque la lengua. Ah por poco me tiras de la bici, loca. Se río por mi expresión y me arreglo el crop.
Marta: Vamos a ver si te vas vistiendo más apropiada para la ocasión, mira que ya quieres salir desnuda por ahí, entonces empiezan a verte y me harán perder la carrera.
Yo: ¿Acabas de declarar que te sentirías celosa? De verdad que ella me dejaba fuera de mi base. Iba con una camisa pegadita, de esas con las que haces deportes y una licra corta, la verdad era que tenía bastante de todo, me mordí el labio para contener cualquier comentario.
Marta: Vamos tonta, que llegaremos tarde y hay que ganar. Salió a toda velocidad y me quede viéndole el trasero, las piernas y la espalda.
Llegue a su lado y vi como los demás competidores se organizaban. La carrera consistía en que tu compañero y tu debían recorrer una distancia de 5 kilómetros y llegar juntos a la meta. Si uno llegaba y el otro no, ambos perdían. Tenían que llegar los dos a la meta, así que estaba nerviosa porque no sabía si tenía suficiente resistencia para una carrera tan larga. Marta y yo volvimos a vernos, nos sonreímos y sentí un alivio profundo.
Marta: ¿Qué ganamos? ¿Cuál es el premio?
Yo: Si ganamos nos darán mil dólares que podemos regalar a la fundación que deseemos. Si no te importa quiero donarlo a niños con cáncer. Se quitó el casco y se acercó a mi oído.
Marta: Eres una idiota, pero tienes buenos sentimientos. Se arregló en su posición y yo me quede observando lo linda que se veía cuando se relajaba.
De repente escuchamos el disparo y todos los competidores empezaron a pedalear, al inicio yo estaba por delante de todos y Marta me llevaba una buena ventaja, ella estaba de primera en la carrera y yo de segunda. Continúe manteniendo el ritmo y algunos competidores ya me iban superando. Escuche a lo lejos como Marta gritaba “Si ganamos te acepto la cita”. Eso encendió mi ánimo y empecé a pedalear con fuerza, era como si me hubiese convertido en un competidor con años de experiencia. El corazón me latía con fuerza y la emoción me inundaba el cuerpo. Vi cómo nos acercábamos a la meta, ella llego de primero y yo estaba peleando el segundo lugar con un tipo moreno y corpulento.
Sentí un empujón, el moreno me quería tumbar y yo no podía permitirlo, habían niños que necesitaban el dinero y yo necesitaba salir con Marta, esa sensación de complicidad y química no eran normales en mí, incluso ni con Antonella me pasaba algo tan loco.
Concentre mis fuerzas en mis piernas y justo cuando estábamos por cruzar la meta vi a Marta gritando “Vamos, gánate la cita” Acabe de segundo lugar. Tire la bicicleta y Marta llego a mi encuentro, me abrazo con fuerzas y brincábamos con mucha alegría.
Marta: Has ganado idiota, has ganado.
Recibimos el cheque con una gran sonrisa y las piernas hinchadas y temblorosas.
Yo: Acompañarme a llevarlo a la fundación, por favor.
Marta: No, nada de eso. A ti te corresponde por tener la idea.
Yo: No, vamos Marta. Las dos hemos ganado, nos merecemos ir a llevárselos. Estuvo un poco dudosa, pero decidió acompañarme.
Entramos en una casa bastante deteriorada y una señora muy bonita de estatura baja nos recibió. Esa señora era como mi nana, la quería profundamente y ella muchas veces se aprovechaba de eso, pero me daba igual ya que sus abrazos y cariños me dejaban como tonta.
Yo: Señora Aura, he venido por lo que le prometí.
Aura: Lo has logrado, luego de tantos ejercicios y comida sana conseguiste el dinero.
Yo: Así es, pero quiero que esto se mantenga anónimo como hemos quedado. Venga y le presento a quien me ha ayudado a ganar. Sujete por la mano a Marta y se la acerque a la señora Aura.
Aura: Sí que es bonita muchacha… La miro de arriba abajo y me echo una sonrisa pícara. Eres la primera a quien ha traído a este lugar, debes ser muy importante. Me aclare la garganta y empecé a balancear mi peso de un pie a otro en sinónimo de que estaba incomoda.
Marta: Encantada señora, es un placer conocerla. Al menos soy la primera en algo para ella. Me miro como con cierta alegría y decidí sonreírle.
Yo: Nos tenemos que ir señora Aura, pero le prometo que la semana que viene pasamos a invitarle a comer. Nos dimos dos besos y ella se acercó a Marta, vi que compartieron un secreto y preferí darles privacidad, camine hasta mi bicicleta y observe como salía de la casita. Levante su bici y de pronto sentí un beso en mi mejilla.
Marta: Anda a arreglarte, nos vemos a las 5 en el bar de Juancho. No dije nada, sólo asentí y arranque a toda velocidad, me dolían las piernas, pero me daba miedo de que cambiara de decisión a último momento.
Subí hasta mi piso y vi mi teléfono. Habían como 56 llamadas perdidas de Antonella y 30 del señor Antonio. Vi el último mensaje que me enviaron el cual decía “Conseguí el sitio para hacer la subasta de los cuadros, el evento será dentro de cuatro días. Llámeme tan pronto como pueda. Recuerde abrir la caja”
Cierto, había una caja que debía abrir. Ya era hora de colocarle fin al asunto de mi padre.
Hasta aquí el relato de hoy, una vez más les agradezco por todos los correos que me envían saludando y dejándome comentarios positivos.
Sasia: Encantada de hacerlo, espero este nuevo capítulo también te guste. Besos y abrazos.
Los animo a que me escriban por cualquier duda, sugerencia o saludo. Muchos besos desde Venezuela.
Emilyzapata72@gmail.com