Mi historia (77: Mayo 2007)
Se acerca el parto de mi segundo hijo en mes de bodas y cumpleaños con la fusión ya encauzada.
01. Semana del 7 al 13 de Mayo
El lunes tras otro día de trabajo fui para casa donde ya estaba Rocío charlando con Elizabeth. Una vez ambos estuvimos sentados esta se dirigió a nosotros.
– Quería pediros una cosa – dijo Elizabeth
– Dinos – dije
– No tengo mucha familia en Madrid y pocos van a poder venir a la boda – dijo – Vosotros sois casi familia y para mi Sandra es muy especial. Me gustaría que me dejarais que ella llevara las arras
– ¡Claro! - dijo Rocío – Me hace mucha ilusión pero si va a ser una niña con tanto protagonismo quiero que tu vengas conmigo a comprarla el vestido para la boda.
– Vale – dijo Elizabeth sonriendo
Ambas se pusieron a ver cuando iban a ir y yo pasé a jugar con mi hija. Se echaron las ocho y seguían charlando así que llamamos a su prometido y le invitamos a cenar. Tras acostar a la niña cenamos los cuatro adultos tranquilamente.
El martes pasé el día volcado en Marga pues era su cumpleaños. Ella ahora era mi mano derecha y trabajábamos juntos más que antes. Marga se fue a comer con Mike, que al fin y al cabo era su marido. Tras la comida entró en mi despacho y me dio un besito.
– Ya he pasado un rato con mi esposo en mi cumpleaños – dijo – Ahora me falta pasar un rato con mi novio
Sin decir nada cogió su móvil, marcó un número y me lo pasó. Era mi esposa.
– Hoy cenas y pasas la noche con Marga – dijo Rocío – Ni se te ocurra pasar por casa. Te he puesto ropa en el coche para mañana. Pásalo bien. Te quiero.
Y me colgó. Se me debió quedar cara de tonto.
– Teníamos que hacerlo así – dijo Marga – No aceptarías pasar la noche conmigo si no te lo pidiera tu esposa.
– ¿Y Mike? - dije
– Mike dormirá en la habitación de invitados
– No es que no quiera pasar la noche contigo – dije – Es que no me siento cómodo por Mike
– Mike quiere que lo hagas – dijo – No sabes los polvos que vamos a echar a partir de mañana. Todavía nos vale cuando le cuento en la cama como me follabas en Italia.
– No os entiendo – dije – Pero la verdad, hacer el amor contigo es maravilloso. No me voy a quejar.
Tras salir del trabajo fui a casa de Mike y Marga Tras acostar a Miguel cenamos los tres solo que yo hacía de cabeza de familia. Marga y yo nos besábamos y, cuando fuimos al salón, se sentó junto a mi apoyando su cabeza en mi pecho. Tras un rato miré a Mike.
– Nos vamos a la cama – dije – Espero que no te mantengamos despierto.
No se como me salió eso. De camino a la cama me sentí mal. Demasiado duro para mi pero me habían metido durante un par de horas en su mundo y me salió natural. Con ella de la mano me fui hasta su habitación mientras Mike nos veía salir acaramelados del salón. Ese día Marga llevaba un vestido azul cuyo escote empezaba a mostrar unos senos ya algo hinchados por el embarazo. En sus pies unas sandalias de cuero marrón de alto tacón. A pensar de su embarazo no abandonaba los tacones y en que en eso se parecía a Rocío, Ana y Raquel. Siempre que podía estaba en perfecto estado de revista, profesional y elegante pero con un toque sensual. Alejadas de María y Cristina que cuando podían optaban por la comodidad. Me tumbé sobre ella y con mis manos subía lentamente su vestido. Una de sus piernas caía hacia abajo por el borde de la cama mientras la otra la tenía doblada hacia arriba y sobre mi cuerpo juntándome más a ella. Con su vestido ya bastante subido pasé a besar su cuello mientras acariciaba sus tetas y ella acariciaba mi cuello. Ese día no llevaba sujetador, al menos en ese momento, a trabajar hubiera jurado que si lo había llevado. Besé un rato sus tetas y pasé mi lengua por sus pezones antes de levantarme un segundo y quitarme la camisa que había llevado ese día. Con la camisa por los suelos volví a bajar a besar sus tetas pero pronto abandoné estas para centrarme en su tripita y mi hijo antes de pasar a su coñito. Me arrodillé en el suelo junto a la cama e hice que se abriera de piernas completamente. Aparté su braguita y empecé a chuparla el conejo. Lo hice alternando momentos de fuerza con momentos de dulzura y besitos tiernos. Ella empezó a gemir
– Sigue cariño – dijo – Te quiero eres maravilloso.
A mi estas palabras solo me dieron más ánimo y empecé a meter la lengua todo lo dentro que pude. Ella cada vez gemía más pero yo me cansaba. Noté que andaba cerca de correrse pero yo no iba a aguantar. Así aparté mi lengua y metí dos dedos en su coño. Los moví a lo bestia mientras acariciaba su clítoris con mi dedo gordo. Tras un par de minutos así se corrió estruendosamente. Mis dedos quedaron muy mojados y los acerqué a su boca chupándolos ella con ganas.
– Te ha gustado amor – dije
– Si – dijo – Casi tanto como que me llames amor. ¿Te he dicho ya que te quiero?
– Si – dije – Ya lo has dicho
– Pues te lo repito. Te quiero. Y te quiero más desde que voy a ser madre de tu hijo. Soy feliz teniendo un gran marido y un novio casi mejor. Es una situación nueva pero me encanta. En Italia me di cuenta que lo siento por ti es amor de verdad y no un calentón.
Sonreí y la besé. Tras un rato besándonos yo me iba calentando más de lo que ya estaba y no pude aguantar más. Me aparté de ella y, bajándome a toda prisa los pantalones y el calzoncillo, me saqué la polla para ponerla junto a su coñito. La tumbé en la cama de costado y me puse tras ella. Paseé mi polla por toda su raja antes de meterle la puntita y jugar con ella un poco ahí. Cuando noté que ella volvía a empezar a gemir se la metí del todo. Tras un rato así me salí de ella y me bajé de la cama. Estando yo de pie acerqué su coño junto al borde de la cama y volví a penetrarla. Su pierna derecha rodeaba la parte trasera de mis muslos mientras mi mano derecha mantenía su pierna izquierda muy abierta y en aire. La frecuencia de mi penetración era brutal y la sometía a todo tipo de perrerías. Ella no paraba de gemir y de agarrarse a la sábana.
– Sigue amor, sigue – decía ella – Te amo. Ámame. Te necesito.
Yo ante esas peticiones poco podía hacer y no dejé de metérsela a lo bestia en ningún momento. Bajé un poco el ritmo tras un rato y ella me apartó con los pies. Rápidamente se puso de pie y me tiró sobre cama. Ella se quitó el vestido, se subió a la cama y empezó a mamarme la polla como solo ella sabía hacerlo. He de reconocer que sus mamadas eran sencillamente espectaculares.
– Sigue cariño – dije con ambas manos en mi cabeza descansando
– Tranquilo amor mío – dijo – Que no te voy a dejar a medias.
Y tras un rato más mamándomela ella escalo sobre mi cuerpo y, poniéndose con las rodillas a los lados de mi cuerpo, comenzó a meterse la polla en su coño. Una vez la tuvo dentro empezó a cabalgarme. Y yo no pude aguantar mucho. A los cinco minutos la avisé y me corrí en su interior. Con el tercero de los cuatro escupitajos de semen de ese día ella se corrió y acabamos, en su cama, besándonos y acariciándonos. Tras un rato diciéndonos cosas bonitas al oído ella se pegó a mi y quedamos dormidos.
El miércoles al despertarme al lado de Marga eran las ocho y media. Me despertó el sonido de la puerta. Acaricié a Marga y la besé.
– Creo que se acaban de ir tu hijo y marido – dije
– Si – dijo – Cuando dormías salí a despedirme de mi hijo. Para mi él es lo más importante del mundo. Aunque dentro de poco competirá con este.
Y se dio la vuelta para acariciarse la tripita mientras me sonreía. Tras un rato mirándome nos besamos y en poco tiempo estábamos echando un maravilloso polvo matutino. A las diez llegué yo a la oficina, solo pues Marga tenía que ir a la oficina de mi padre para coordinar unos temas con Raquel. Ese día comí a solas con Mike.
– ¿Seguro que esto lo llevas bien? - dije
– Que si tío – dijo – No es que me haga ilusión que lo hagas pero luego tiene sus ventajas. Esta noche será la mejor en mucho tiempo. Es raro. Me excita y me angustia a la vez pero lo disfruto.
Hablábamos medio en clave pues, si bien el restaurante estaba medio vacío, no queríamos dar mucho la nota. Esa tarde tras currar fui al Ginecólogo con mi esposa. El avance del embarazo era más que aceptable y todo iba perfecto. En cualquier momento podría Rocío, que ya estaba de 35 semanas, ponerse de parto. Con ese buen rollo nos fuimos para casa a esperar la llegada del niño.
El jueves tocó ir al banco con mi esposa para, usando el dinero de la venta de mi casa, cancelar un poco más de la hipoteca. Usamos el millón y medio de euros y la hipoteca se nos quedó en solo 13.500 euros al mes. Ya era menos de lo que ganábamos al mes entre Rocío y yo aunque aun perdíamos dinero todos los meses. Pero ya mucho menos. Por lo demás fue un día muy normalito.
El viernes tuvimos la reunión mensual. Ana se pasó aunque no presentó los resultados pues no se los sabía tan bien como su equipo. El mes de abril fue un mes importante para la empresa pues fue el primer mes en el cual consolidamos la empresa de mi padre y, de golpe y porrazo, pasamos a facturar más de 18 millones, por menos de 13 y a tener un poco más de tres millones de euros de beneficio por los aproximadamente dos que estábamos teniendo. Todas las empresas tuvieron ese mes resultados positivos excepto la de restauración por el gasto extra de una apertura que haríamos en mayo y la de importaciones en Italia que tuvo un récord de pérdidas pero que, aun así, solo fue de unos diez mil euros. Desde Italia pronosticaban entrar en beneficios tan pronto como Julio o Septiembre y acabar el año en números negros. Lo cierto es que la empresa usaba ciertas facilidades de nuestra otra empresa italiana, como las oficinas, y eso reducía las perdidas. Cuando se fue el equipo de Ana ella se quedó. Aun no era accionista pero la dimos voto pues en cuatro semanas ya lo iba a ser. Con el dinero que teníamos en caja decidimos cancelar el crédito que pedimos para comprar la empresa italiana de Carlo. Por la tarde a descansar en casa con mi hija.
El sábado tras desayunar nos vestimos elegantemente para ir a la boda de Elizabeth, nuestra babysitter, y el hijo de Teresa, nuestras asistenta. Al llegar junto a la iglesia saludamos a la gente que conocíamos. Mariely, la hermana de Elizabeth, le estuvo contando a Rocío como y cuando tenía Sandra que llevar las arras. En la boda todo fue sensacional, Elizabeth estaba muy guapa, algo no raro en una novia, y mi hija lo hizo perfectamente. La carita de Elizabeth mientras veía a Sandra llevar las arras me demostró algo que ya sabía, que habíamos elegido a la chica perfecta para cuidar de nuestros hijos. El resto de la boda fue muy interesante. Yo pasé un buen rato hablando con Teresa y su esposo. Ambos eran personas trabajadoras, el marido era mecánico, que se habían dejado la vida para que su hijo estudiara y tuviera una vida mejor. Ahora el trabajaba en una empresa importante y tenía futuro, por lo que me contaba la madre, posibilidades reales de ascenso a medio plazo. Ahora se casaba con una guapa dominicana, inteligente, que, además, era del gusto de la madre. Al fin y al cabo ella les presentó. Pase a ratos bailando con mi esposa, Teresa y Elizabeth pero sobre todo lo hice con mi hija. Sandra estaba desmadrada y se la notaba muy feliz. Ella bailaba correteando por la pista. Mucho tiempo con Elizabeth. Más que con su madre o conmigo. Fue, sin duda, la sensación de la fiesta. Pero no dejaba de tener dos años y tres meses y a las ocho de la noche se quedó dormida en mis brazos mientras hablaba con el hijo de Teresa y unos primos suyos. A las ocho y media la fiesta iba a seguir en un bar que habían alquilado. Sobre todo irían los jóvenes. Nosotros nos despedimos de la gente y nos fuimos a casa para que la niña durmiera tras un día de mucho ajetreo para ella. Descansamos un poco y nos fuimos a la cama para ir a hacer el amor y descansar.
El domingo hicimos poco. Tras la boda estábamos cansados y apenas salimos a dar una vuelta por el barrio a la hora de comprar el pan. Por lo demás, leer y ver algo de cine en la tele.
02. Semana del 14 al 20 de Mayo
El lunes era el cumpleaños de Raquel y quedé con ella para comer. Como ahora estaba dirigiendo la empresa que antes fue mía y de mi padre no la veía tanto. Estaba a veinte minutos en coche que para Madrid no es mucho pero aun así nos veíamos poco. Pasé por su despacho y estuvimos charlando un rato. A la hora de irnos a comer cogimos su coche y me sorprendió llevándome a su casa que no estaba muy lejos de su nueva oficina. llegar a su casa yo me senté en el sofá pero ella me levantó y me llevó a su cama.
– Sabes que no me gusta hacerlo en la cama que compartes con tu marido – dije
– Sabes que a mi si – dijo ella – Esto no es negociable. Mañana es mi cumpleaños y hoy tu eres mi regalo. No puedes negarte.
Yo la sonreí y ella se desnudó lentamente como si bailara al ritmo de una música que solo ella oía. Al final quedó con un conjunto de lencería negra, medias negras y unos taconazos negros de, mínimo, diez centímetros. Yo seguí mirando desde la y ella comenzó a moverse hacia la cama como una gata en celo. Con su mano derecha se hacía un dedo por dentro de la braguita y con la izquierda sacaba su pecho izquierdo para llevar el pezón al contacto con su boca. Mientras, cada vez estaba más cerca de mi. Empezó a acariciar su cuerpo y tras un rato de movimientos muy sensuales acabó quitándose las bragas y el sujetador. Todo esto ya al borde de la cama. Se quedó con las medias y los taconazos subiendo a la cama, totalmente abierta de piernas y jugando con sus manos en su cochito. Yo aun estaba en el otro extremo de la cama y, aunque estirara el brazo, no podía tocarla. Estuvo todo el rato mirándome a los ojos de manera provocativa. Decidí acercarme a ella lentamente. Ella se puso de rodillas y mirándome a los ojos con una mezcla de pasión y amor se acercó gateando por la cama. La cama que compartía con su marido era de 1,80 y así estábamos juntos en apenas unos segundos. Ella abrió con amor mi camisa y me la quitó para pasar a unirnos en un beso increíble que empezó conmigo sentado y ella de rodillas y acabó conmigo tumbado encima de ella. Ya tumbados yo dediqué un rato a chupar sus tetas y besar su cuerpo. Todo el. Su abdomen, sus piernas, sus pechos y, sobre todo, su coñito al que dediqué un buen rato una mamada primero algo superficial y en la que luego hice todo lo posible por meter mi lengua hasta el fondo. Tras un rato de dedicación a su conejo subí de nuevo por su cuerpo, besándolo, hasta alcanzar de nuevo la boca de Raquel.
– Te quiero – dijo – Estoy pensando en tener un tercer hijo y sabes que tiene que ser tuyo.
– ¿Estás segura?
– No estoy segura de querer tenerlo – dijo sonriéndome con cara de enamorada – Estoy muy segura de que en caso de quiera sea tuyo.
Yo la sonreí y moví un poco la cabeza a los lados. Estaba flipando aunque empezaba a acostumbrarme. Yo me separé un poco de ella para desabrochar el pantalón negro de vestir que llevaba ese día y, sin bajarme del todo mi calzoncillo y mi pantalón, apunté mi polla a su coñito penetrándola en la posición del misionero. No teníamos mucho tiempo ya que debíamos volver a la oficina. Mientras la penetraba aumentando el ritmo gradualmente, yo estaba sobre ella y no parábamos de besarnos. Ese día me la estaba follando pero en realidad lo que ambos queríamos era hacer el amor. Pero no tenía tiempo. Tras un rato en esa posición la hice poner de costado y acercándome por atrás volví a penetrarla. En esa posición podía abrazarla, tocando sus pechos, follarla con facilidad y seguir disfrutando de sus besos. Nuestra excitación iba en aumento aunque los gemidos apenas llenaban el ambiente puesto que estábamos la mayor parte del tiempo unidos en un beso que ocupó todo el polvo. Cuando ella llegó al orgasmo su coño empezó a masajear mi polla y yo terminé por correrme en su interior. Tras el polvo nos duchamos rápido y comimos en su cocina hablando de Juan, el hijo que tuve con ella. El único que hasta entonces iba a tener con ella. Algo que ahora tenía menos claro. Ya por la tarde en casa, tras trabajar en mi oficina leyendo informes, pasé un ratito muy divertido con mi esposa e hija.
Nos levantamos tarde el martes pues era fiesta en Madrid y tras vestirnos nos fuimos a casa de Raquel ya que celebraba ese día su cumpleaños con nosotros y nuestro grupo de amigos. Con su familia lo iba a hacer el domingo y, por eso, fue una fiesta mucho más relajada que otras veces con todos juntos. Nos llevábamos todos bien con su familia pero no era lo mismo. Pasé un buen rato charlando con Fran, Patricia y Elena pero la mayor parte del tiempo que no estuve con los adultos lo pasé con Marta y Laura. A las ocho y media tras una merienda nos fuimos a casa para que nuestra hija pudiera irse a dormir. Rocío y yo vimos la tele mientras yo acariciaba su barriguita.
El miércoles en la oficina se me echó la tarde encima cuando llegó María a mi despacho y cerró la puerta. Casi sin darme cuenta estaba ella con la falda remangada cabalgando mi polla. Fue rápido y sensacional. Era raro en María esa fogosidad. Que se tirara sobre mi y me follara. Pero si nos dio tiempo a besarnos repetidamente. Al llegar a casa mi hija ya dormía y mi esposa ya había cenado. Con el embarazo ya tan avanzado le gustaba cenar con bastante tiempo antes de irnos a la cama. Poco después de terminar y de cenar una ensalada nos fuimos a la cama a descansar.
El jueves al salir del trabajo me fui a casa de María pues allí estaban Rocío y mi hija ayudando en el cumpleaños de Elisa, mi hija con María. Al llegar en un ratito que estuvimos solos María me beso.
– Gracias por venir al cumpleaños de tu hija – dijo María
– Vengo al cumpleaños de todas tus hijas – dije – No estoy haciendo nada especial.
– Lo se dijo – sonriéndome
– Quiero mucho a Elisa – dije – Pero también quiero mucho a Marta, a Elena y a este pequeñín.
Tras decir eso acaricié su barriguita, la di un pico y fui al salón para estar con las niñas y ayudar un poco. A las ocho nos fuimos ya medio cenados y acostamos a la pequeña.
El viernes tras un día de trabajo bastante poco intensivo fui a comer con mi esposa, Mike y Marga. Comimos los cuatro antes de irnos a por nuestros hijos a los colegios y guarderías. Ya con ellos nos volvimos a ver en un centro comercial. En el centro comercial en el que abríamos nuestro séptimo restaurante. Allí estaban el resto de mis socios, incluyendo a Marco y su familia, y llegaron también mis padres, Laura y Antonio con su hija y Diana y Pablo. La última en llegar fue Ana con su esposo Rubén y la pequeña Blanca. Decir que Blanca fue el centro de atención sería decir poco. Comimos todos en nuestro restaurante. Como era de comida rápida quien más disfrutaban eran los niños entre cuatro y trece años pero a mi hija le gustaban mucho las patatas fritas de mi menú. Vi como Patricia y Elena charlaban mucho con Ana de Blanca e incluso la cogieron un poco cuando estuvo despierta. A las nueve mi hija ya estaba cansadísima y nos fuimos a casa para que durmiera.
Prontito el sábado nos plantamos en casa de María para celebrar el cumpleaños de Elisa con familiares de ellos y amigos. Fue una fiesta de tantas pero Elisa ya era toda una señorita y empezaba a acercarse mucho a mi. Le gustaba siempre pasar un ratito conmigo y eso hacía que también viniera Susana, la hija de Raquel. No me importaba jugar con ellas. Siempre disfruté jugando con ellas y ahora seguía haciéndolo. Marta y Laura también vinieron un rato pero, aunque mi relación con Marta seguía siendo especial, esta ya era algo mayor y ya no estaba siempre buscándome para jugar. Que ahora también tuviera a Laura ayudaba a su independencia. Mi hija jugaba con Miguel pero a ratos Elisa y Susana jugaban con ella. Los adultos charlamos de varias cosas pero sobre todo de nuestros hijos. Con tanto niño alrededor y tres embarazadas no parecía extraño. A las diez nos fuimos a casa pues mi hija ya lloraba de cansancio. Tras acostar a la niña Rocío se fue a la cama y yo me quedé a ver un poco la tele.
El domingo lo pasamos comiendo en casa de mis padres con los padres de Rocío, que estaban en Madrid, Diana y Pablo y su hermano Jorge con su familia. Ese día acabamos antes en casa.
03. Semana del 21 al 27 de Mayo
El lunes quedé a comer con Cristina. Al llegar al concesionario me esperaba y nos fuimos a su coche. Sin decirla nada fuimos al garaje de la que hasta hacía poco había sido mi casa y subimos a su piso. Cuando aparcó el coche me besó.
– Deberíamos hablar de negocios – dijo – Pero lo que quiero es que me folles. Espero no estar siendo demasiado directa.
– Pero a mi lo mismo no me apetece follar – dije
Cristina me miró y yo me mantuve serio. Tras un rato la sonreí. Ella me besó.
– Durante un momento he pensado que ibas en serio – dijo
Ambos salimos del coche y abrazados fuimos al ascensor. A esas horas en el garaje no había nadie y podíamos tocarnos. En el ascensor metí mi mano por dentro de su falda y toqué su culo sobre su braguita. Al salir del ascensor mantuvimos las formas por si acaso y vi como ella abría la puerta de su casa. Su falda llegaba unos centímetros por encima de la rodilla y llevaba unas bonitas botas negras, bastante elegantes, que resaltaban su piernas. Una cazadora de cuero ocultaban un jersey de cashemere rosa palo y una blusa de algodón. Desde que la manejaba había acortado sus faldas y había empezado a usar botas en el trabajo. Estaba guapa, elegante y formal. No parecía nada vulgar como ella pensaba que podía aparentar con ese look. Al cerrar la puerta me besó con pasión y dio una vuelta para enseñarme todo su cuerpo.
– Te gusta – dijo
Yo la miré de arriba a abajo y pensé que quizás como con Ana había conseguido que vistiera botas para mi todo el invierno.
– Me encantan botas.
Ella sonrió.
– Las compré solo para ti – dijo – Y ahora estoy muy cómodo con ellas.
Yo sonreí y volví a besarla. Con nuestras bocas unidas llegamos a su habitación. Ya junto a la cama estaba yo sentado y ella de pie. La quité rápidamente la cazadora y luego poco a poco fui quitándola el jersey a la vez que la blusa hasta que quedó con un sujetador color azul bastante sexy. Mis manos jugaron con sus pechos y nos besamos. Yo pellizcaba y retorcía los pezones por dentro del sujetador. Abrí un poco mis piernas para que ella también se pudiera sentar en la cama estando ambos mirando hacia afuera. Ella llevó sus manos hacia atás acariciando mi cabello mientras yo metía mi mano por dentro de su falda desde arriba y jugaba con su rajita. Para maniobrar un poco mejor baje un poco la cremallera de la mini que estaba en la parte posterior. Ella se levantó tras un rato jugando y se dio la vuelta. Quedando sus pechos a la altura de mi boca no pude hacer otra cosa que no fuera besar sus senos. Rápidamente me hizo ponerme en pie y me ayudó a quitarme la camisa mientras yo desabrochaba mi cinturón y pantalón. Me bajó los pantalones y me los quitó y volvimos a sentarnos en la cama pero ahora era ella la que estaba detrás y yo sentado en la cama entre sus piernas. Echando la cabeza hacia un lado la besaba mientras ella, con soltura, me hacía una maravillosa paja y me decía cosas al oído. Apenás habíamos empezado nuestra aventura unos meses antes y ya me decía sin rubor que me quería. Aunque, para ser sinceros, lo que más me decía es que la encantaba follarme y me pedía más caña. Tenía momentos de ternura pero eran más habituales los de pasión. Besó mi cuello y mi oreja y, saliendo de su posición se acerco al borde de la cama y arrodillándose empezó a besar mis huevos y pasar su lengua por toda la longitud de mi pene. En unos instantes empezó a hacer una mamada cada vez mas fuerte e intensa. Siguió con la mamada alternándola con movimientos de su mano en una paja mas tradicional. Cuando no tenía su boca en mi pene me decía que me quería y que durante un rato iba a hacer que mi mente se relajara y no tuviera preocupaciones. Más que una amante parecía una terapeuta. Terapeuta o no, me excitó mucho. Como no me quería correr aún la levanté y la tumbé en la cama donde, hábilmente, la despojé de su falda, que tras desabrocharla la había dejado en su sitio, y tanga y empece a hacerla una buena comida de coño. Sus gemidos dejaron muy claro que la gustaba. No se cuanto tiempo estuve comiéndola pero fue un buen rato. Cuando ya no podía más me tumbé junto a ella, la besé y apunté mi pene a su conejo. Estuve un rato follándomela con lentitud, sin fuerza y con nuestras caras a pocos centímetros. Nos besábamos y volvió a decirme que me quería. Yo no se lo dije pero la sonreí. Cuando noté que estaba ya demasiado cerca para correrme la di la vuelta y, desde atrás, empece a follarla sin consuelo. En dos minutos exploté en un orgasmo que esta vez se sincronizó con el segundo suyo. Al salir de casa de Cristina me fui a la guardería y recogí a mi hija. Mi esposa lo había hecho toda la semana anterior pero ese día llegaría tarde y decidí no pasar por la oficina durante toda la tarde. Estuve jugando con mi hija toda la tarde, excepto por un par de llamadas de trabajo que tuve con Marga y María, hasta la hora de darla de cenar y acostarla. Cuando llegó Rocío mi hija ya dormía.
El martes volví a ir a por mi hija pues no tenía mucho trabajo y disfruté mucho con ella. Teresa, ya en casa, me contaba como le iba a su hijo con Elizabeth en la luna de miel. Fueron a la República Dominicana para que conociera a la familia de ella y disfrutar de la playa. Antes pasaron tres días enteros en Nueva York. Ese día llegó Rocío un poco antes y fuimos Rocío y yo a pasear un rato con mi hija.
Tocaba el miércoles ginecólogo y mi cuñada Diana se encargó de recoger a la peque en la guardería. Fue una revisión rutinaria. Al estar tan cerca del parto iríamos todas las semanas por precaución. Al llegar a casa Pablo estaba acompañando a Diana y se quedaron a cenar.
El jueves tras un largo día de trabajo me fui a casa donde mi esposa y mi hija me esperaban con Patricia, la segunda hija de Marco. Ya había sido nuestra babysitter una vez para que Elizabeth pudiera disfrutar de San Valentín. Ahora que ella estaba de luna de miel la necesitábamos de nuevo. Rocío y yo íbamos a salir a celebrar nuestro aniversario de bodas. Rocío ya estaba vestida y yo fui a ducharme mientras mi esposa y Patricia daban de cenar a la pequeña Sandra. Cuando bajé aun quedaba un poco para acostar a la niña.
– Sandra – dije – Te vas a quedar con Patricia mientras papá y mamá salen a cenar. ¿Vale?
Sandra me miró, miró a su madre y luego a Patricia. Esta se acercó y la dio un beso.
– Si , si – dijo mi hija
Mi esposa y yo la dimos un beso y nos fuimos a cenar. Tocaba aprovechar que Sandra estaba contenta. Llegamos a casa a las once pues no queríamos que Patricia se fuera a la cama muy tarde. Al llegar nos dijo que Sandra se había portado muy bien. Tras contarla Rocío un poco nuestra cena ella se fue a su habitación para dormir. Nosotros también fuimos a la nuestra y nos besamos. Delante mía me llevó hasta la cama y me puso de espaldas a ella. Me beso tiernamente en la boca, se separó y me empujó de tal manera que caí sobre la cama boca arriba. Ella rápidamente se subió encima mía poniendo cada una de sus piernas aun lado de mi cuerpo. Escaló a lo largo de mi cuerpo, con su barriga ya bastante grande, hasta que su entrepierna estaba a la altura de la mía y se inclinó para besarme. Llevé mis manos a su nuca y ella de un golpe las apartó. Parecía querer el control. Estaba cansado asique en cierto modo me parecía bien. Siguió besándome un rato y se incorporó. Empezó a jugar con mi pecho, pasando las manos por todo mi torso superior. Tras un rato de caricias pasó a desabrocharme la camisa poco a poco. Tras cada botón desabrochado ella acariciaba la parte de mi pecho recién descubierta. Estaría así unos cinco minutos hasta que me quitó la camisa del todo. Y se tiró a besar mi pecho y jugar con su boca en mis pezones. Yo me estaba excitando sobre manera. Ella a su vez debió empezar a sentir algo de calor pues se quitó la chaqueta de cuero. Debió notar mi pene erecto entre sus piernas ya que antes de volver a agacharse y darme un beso se movió arriba y abajo a lo largo de toda la extensión de mi polla. Cuando dejó el beso se fue echando con su cuerpo hacia atrás y, una vez estuvo a la altura de mis rodillas, empezó a desabrochar mis pantalones. Empezó con el cinturón y siguió con los botones de los vaqueros. Una vez todo estuvo desabrochado volvió a echarse sobre mi y beso mi polla por encima de los calzoncillos. Tras el besito que dio a mi instrumento siguió echándose hacia atrás hasta bajar de la cama. Me quitó los zapatos y los calcetines y, tirando de los vaqueros, me despojó de estos también. Quedé en calzoncillos y la miré desde la cama ya con mis manos en mi nuca haciendo de almohada. Ella sensualmente empezó a desabrocharse la camisa y cuando ya tenía todos los botones desabrochados me mostró todo su torso y su tripón para volver a taparse y darse la vuelta. Ya dándome la espalda se quitó la camisa y el sujetador. Sin nada en su pecho se dio la vuelta tapando, con falso pudor, sus preciosas e hinchadas, por el embarazo, tetas. Bajó sus manos y las pude ver en su esplendor. Ella llevó las manos a su espalda y se desabrochó la falda dejándola caer sobre el suelo de la habitación y quedando solo en tanguita. Volvió a acercarse a mi. Me besó en el pecho y bajo sus manos a mis calzoncillos sacándolos del todo y volviéndose a quedar de pie. Yo ya totalmente desnudo, y totalmente erecto, y ella en tanguita y llevando la voz cantante. Me sonrió y me miró a los ojos con mucho amor. Yo la sonreí de vuelta y se quito el tanga. Ya totalmente desnuda volvió lentamente sobre mi, agarró mi polla y la puso en la entrada de su coño. Poco a poco se la fue metiendo y cuando la tenía toda dentro volvió a echarse sobre mi y me beso. Con ternura pero a la vez con pasión y empezó a cabalgar. No lo hacía muy violento pues la panza se lo impedía. Cabalgó durante unos cinco minutos, sin dejarme participar hasta que se corrió y su orgasmo propició el mió corriéndome en su interior con una cantidad bastante grande de semen. Se tumbó junto a mi y me beso.
El jueves tras desayunar todos juntos llevé a Sandra a la guardería y luego a Patricia a el colegio. Allí estaba Natalia dejando a su hija y las de María. Los viernes los llevaba ella pues nosotros entrabamos antes al trabajo. Yo no llevaba a Sandra a la guardería en viernes pero con Eli de luna de miel me tocó llegar tarde al trabajo. Decidí desayunar con Natalia, pues ya llegaba tarde, y fue una charla amena pero corta. A la hora de comer lo hice con mi esposa, Laura y Antonio cerca de la oficina de Rocío. Luego la noche normalita. Rocío no estaba para muchos trotes tras más de 37 semanas de embarazo. En cualquier momento podría ponerse de parto. Se acostó pronto y yo descansé viendo una película hasta medianoche.
El sábado vinieron mis padres a comer. A media tarde, tras despertarse Sandra de la siesta, sonó el móvil de Rocío. Solo oí que dijo que vinieran pues estábamos en casa. Iba a preguntarla quien era pero inmediatamente sonó el telefonillo. Rocío se fue a abrir y para sorpresa de todos aparecieron Patricia, la segunda hija de Natalia, con Elena, la mayor de María. Al verlas Sandra corrió a abrazar a Patricia, la dio un beso y luego pidió los brazos de Elena. Luego nos saludaron a mis padres y a mi.
– Estábamos comprando en Orense y hemos pensado en venir a Rocío y Sandra – dijo Patricia
– ¿Y a mi? - dije
Todo echaron a reír. Sabía que, en realidad, no podía competir con mi mujer embarazada de 37 semanas y mi hija. Estuvieron con nosotros hasta las ocho y media cuando se fueron de vuelta para casa.
– ¡Que niñas más encantadoras! - dijo mi madre
– Jovencitas – dijo mi padre
– Son maravillosas – dije – Las hijas de María son especiales para mi pero he de reconocer que Patricia es una chica increíble. Nos sentimos muy cómodos con ella cuidando a Sandra cuando no está Elizabeth.
– Son mis chicas – dijo Rocío riendo
Tras un rato mis padres se fueron y nosotros descansamos.
El domingo vinieron Pablo y Diana a comer a casa así como los padres de Rocío que estaban en Madrid. Cociné yo un besugo al horno y los entrantes los compré en El Corte Inglés. Fue una comida relajada en la que la familia de Rocío aprovechó para estar con ella unos días antes de que diera a luz. La quedaban dos o tres semanas para salir de cuentas y podía, en realidad, ser en cualquier momento.
04. Semana del 28 de Mayo al 3 de Junio
El lunes revisé con Mike el curso que daba en el masters que, en su momento, estudió Rocío. Si Rocío se ponía de parto esos días el curso lo daría el. Por lo demás volví a casa pronto para pasar un rato con mi esposa, que ese día ya no había ido a trabajar por sugerencia médica, y Elizabeth, que nos contó como fue la luna de miel. El marido de Elizabeth vino a buscarla a casa con su padre y cenamos con ellos, Elizabeth y Teresa.
Rocío no se puso de parto el martes y di el curso normalmente. Los estudiantes del banco de Rocío cada vez se me acercaban menos pues antes era una trabajadora más, con un buen puesto pero una currante. Ahora como directora de la central era una jefa importante en el escalafón. Aun así se me acercó una chica que trabajaba con ella. Me dio buena impresión pues fue la única del grupo que no estaba acojonada y tener agallas es importante en los negocios. Cuando llegué a casa mi esposa ya dormía.
El miércoles tras el trabajo fuimos al ginecólogo y en la sala de espera charlé con Rocío de la chica esa y me dijo que era un encanto y que tenía, de verdad, agallas. Me di cuenta mientras el ginecólogo revisaba a Rocío y la iba dando los últimos consejos que, tanto en este embarazo como en el anterior, no me había perdido ni una visita al ginecólogo. En ese momento era el dueño mayoritario de una empresa con unos quinientos empleados pero de lo que verdad me sentía orgulloso era de poder acompañar a mi esposa al ginecólogo durante sus embarazos. Agarrarla mientras la exploraban no era una obligación. Era un placer. Esa noche Rocío y yo charlamos mucho sobre nuestro segundo vástago.
Volví a la clase el jueves aunque hasta unos minutos antes no dejé de mirar mi teléfono por si mi esposa me llamaba. Al final nada, di la clase normalmente y al llegar a casa mi esposa me esperaba aunque tras darme un beso y contarme dos cosillas se fue a la cama. Yo cené mientras leía un correo importante y, tras contestarlo, vi un poco la tele antes de irme a la cama.
El viernes trabajé tranquilamente, con algo de nerviosismo pues estaba pendiente de una llamada de mi esposa. No tenía mucho sentido volverme loco pues ella estaba bien cuidada en casa con Teresa y Elizabeth. Comí en casa con mi esposa, Teresa y Elizabeth tras recoger a mi hija. Lo pasamos bien. Muy bien. Llegaron por la tarde mis padres y Diana con Pablo. Se quedaron a cenar. Rocío estaba tranquila y no parecía que fuera a ponerse de parto inmediatamente.
Durante el sábado Rocío decidió descansar en casa. Yo me volqué en cuidar a Sandra. Ese día hizo más de veinticinco grados a la sombra y en nuestro jardín se estaba muy bien. La piscina aun tenía el agua fría pero en el jardín se estaba muy bien. Comimos una ensalada y unas pechugas de pollo que hice en la barbacoa. A las cinco de la tarde, mientras mi esposa e hija dormían la siesta, llegó Raquel con su esposo y sus hijos. Se tomaron un café esperando a que Sandra y Rocío se despertaran. Al final se quedaron a cenar. Cuando se fueron llamamos a mi primo Carmelo, en realidad el primo de Lucía, para felicitar a su hija Ana pues era su cumpleaños. En realidad le felicitamos a el pues la niña de eso aun ni se enteraba. No muy tarde nos fuimos a la cama.
El domingo fui a casa de Ana a recogerla pues había quedado con ella. Cuando bajó aun se notaba su reciente embarazo pero estaba preciosa. Vestía unos vaqueros relativamente ajustados con unas botas planas por fuera de estos hasta poco más arriba de la rodilla. El polo que llevaba era de Ralph Lauren rosa algo holgado para no mostrar su barriga aun algo hinchada. En la puerta de su casa nos saludamos con un beso en la mejilla. Tras unas cuantas manzanas, y al llegar a un semáforo en rojo, ya nos dimos un beso como debía ser. Directamente fuimos a la oficina y la llevé a mi despacho. Allí la di un papel donde ponía que, a partir de ese día, era accionista de la empresa con un 0,5%.
– Pensaba que me traías a echar un polvo – dijo Ana riendo y sentándose en mi regalo – Pero casi me gusta más esto. El papel que me une a ti de por mi vida.
Yo reí.
– Lo dices como si nos casáramos – dije
– Bueno – dijo – Profesionalmente es así.
Nuestro beso fue escalando en intensidad y yo acaricié su muslo. Ella empezó a acariciarme mi polla. Y entonces a mi se me ocurrió algo.
– ¿Sabes lo que no hemos hecho aun? - dije
– ¿Que? - dijo
– Echar un polvo en el coche – dije – El garaje hoy está vacío.
Ella me besó, se levantó y me tendió la mano
– Vamos – dijo
Tardamos poco en llegar al garaje, fuimos a toda prisa. Sin pensarlo entramos en mi coche y una vez sentado yo en el asiento del conductor y ella en el del copiloto se pegó a mi para besarme. Ella se puso sobre el asiento del copiloto de rodillas y me sonrió. Lentamente se echó sobre mi cuerpo y me besó de nuevo en la boca antes de apartarse un poco de mi y, mirándome a los ojos, empezar a desabrochar mi bragueta lentamente. Una vez ella tuvo ya mi mano sobre mi calzoncillo acariciando mi polla se volvió a acercar a mi para besarme y yo, sin dudarlo, agarré su cabeza por cada lado y abrí mi boca para darnos un buen morreo. Ella jugaba a acercarse y apartarse de mi y cuando no estábamos besándonos sus miradas dejaban claro que su pasión en esos momentos estaba desbordada. Mientras, su mano no dejaba mi polla, sobre el calzoncillo, ni un segundo y, tras un rato, me bajó este para liberarla. Tras jugar con ella en sus manos unos segundos volvimos a besarnos y ella escupió un poco sobre mi polla para mojarla con su saliva antes de llevársela a su boca. Mientras ella me la chupaba yo fui subiendo su jersey rojo. Ella se apartó un momento y se dejó quitárselo volviendo rápidamente a chuparme la polla. Ella arrodillada sobre el asiendo del acompañante hacía todo lo posible por evitar hacerse daño con el freno de mano y el cambio de marchas. Mientras me la chupaba con bastante destreza yo jugué con su sujetador. Al final conseguí quitárselo y ella se incorporó dejándome ver sus senos de madre reciente. Estaban más grandes de lo normal pero menos de lo que esperaba. Llevé mi boca a uno de sus pezones mientras con una mano acariciaba su culo, levantando su falda, y con la otra la teta que quedaba libre. Ella empezaba a dar los primeros gemidos y junto su boca a la mía, apartándome de su teta, y volviéndome a besarme con pasión. Todo ello sin soltar durante un segundo mi polla que siempre mantenía bien agarrada. Tras un rato besándonos ella volvió a besar el capullo de mi polla y, lentamente, se dejo caer sobre ella para volver a darme una sensacional mamada. Mi polla estaba totalmente excitada y con ganas de follarla bien. Pero ella estaba dedicada a la mamada. Yo acariciaba su culo sobre la falda y ella seguía mamando mi polla.
– Si sigues así voy a correrme en tu boca – dije
Ella se separó un poco de mi y me miró a los ojos
– No me importaría – dijo – Mi cuerpo es tuyo para darte placer. Si eso es lo que quieres hazlo.
Y juntó su boca a la mía dándonos un beso de enorme pasión.
– Lo que quiero es follarte – dije
– De acuerdo – dijo – Socio
Y tras decir eso me sonrió. Poniéndose casi de pie sobre el asiento fue poco a poco pasando al mio poniéndose con las rodillas a los lados de mi cuerpo y dejándose caer sobre mi cuerpo. Una vez estuvo colocada sobre mi se subió la falda hasta la cintura dejando a la vista unas braguitas relativamente pequeñas, aunque no tanga, a juego con su sujetador. En esa posición yo fui chupando sus tetas mientras ella movía su entrepierna, protegida por la braguita, sobre la erección que en ese momento tenía mi polla. Mientras chupaba sus tetas ella gemía un poco y echaba su cara hacia atrás. Tras un rato chupándolas abrió la puerta del coche y salió de este. Con mucha sensualidad se quitó junto al capó la falda y posteriormente, muy lentamente, las bragas. Yo aproveché para quitarme el pantalón pues parecía un pingüino andando con el pantalón y calzoncillo a la altura de los tobillos. Estábamos fuera del coche y eso me daba algo de mal rollo aunque el domingo sabía que no vendría nadie. O eso esperaba. De lo que si estaba seguro es que no había cámaras de seguridad apuntando a mi coche. Solo estaban en las entradas y salidas tanto de peatones como de los coches. Ella con la braga ya retirada se subió al capó del coche y apoyó su espalda sobre el parabrisas abriendo bien las piernas para tener, por primera vez, una vista de su entrepierna. Depilada y muy apetitosa. Desnuda excepto por unas botas negras de altísimo tacón.
– Me encanta verte con botas – dije dándolas un beso y chupándolas un poco – Pero deberías dejar de usarlas. Ya estamos en Junio
– Tranquilo – dijo – No pensaba seguir llevándolas de ahora en adelante pero hoy quería llevarlas para ti.
La sonreí y llevé mi cara entre sus piernas. Chupé un poco su coñito para sacar de ella unos primeros gemidos. Tras un rato chupando su coño ella cada vez gemía más y no paraba de pedirme que siguiera. Mi intención sin embargo era follármela y llevé su coño al borde del capó donde me pegué yo para penetrarla por su coñito lentamente. Cada centímetro que entraba mi polla en su coño iba acompañado por un gemido de ella. Tras meter casi toda mi polla en su coño decidí empezar a sacarla y meterla muy lentamente pero de manera regular. Esto hizo que muy poco a poco fuera incrementando el placer que ella recibía y sus gemidos iban aumentando paulatinamente. En esa posición y con esa lentitud yo pude aguantar mi orgasmo pero ella no y tras unos quince minutos de follada explotó en un orgasmo muy ruidoso.
– ¡Que maravilla! - dijo – Veo que el que seamos socios no ha cambiado tu fuerza al follar
– ¿Te ha gustado? - dije
– Me ha encantado
– ¿Y sueles dejar a tu socio sin correrse?
Ella sonrió y tras darme un beso en la boca me miró y me sonrió
– Nunca – dijo – Es importante que los socios no tengan problemas entre si.
Y cogiéndome de la mano me llevó al asiento del conductor haciéndome sentar en esta con las piernas hacia fuera del coche. Ella se dejó caer sobre mi polla, lentamente, engullendo poco a poco la totalidad de mi polla. Una vez se la metió, empezó a cabalgarme y nuestros gemidos se sincronizaron en un maravilloso dúo de placer sexual. Yo no aguantaría mucho y se lo hice saber. Ella al oírlo llevó su mano a su coñito y se acarició algo mientras seguía cabalgando. Así tras unos minutos yo tuve un maravilloso orgasmo que, para mi alegría, fue acompañado de una segunda corrida suya. Una vez nos calmamos ella se salió de mi y se dio la vuelta para sentarse en mi regazo y besarnos.
– Te quiero – dijo
– Y yo a ti - dije
Ella rió y los dos nos besamos un rato antes de adecentarnos un poco, vestirnos y volver a su casa donde la dejé para que volviera con su hija. Casi nada había cambiado entre nosotros tras el parto. Solo que ahora eramos socios. Ella era minoritaria, pero socia. Tras dejarla en casa me fui a la mía para pasar el resto del domingo con mi esposa e hija. Esperando el momento en que volviera a ser padre.