Mi historia (71: Noviembre 2006)
Marco llega a Madrid y algo cambia en nuestro status quo
01. Semana del 6 al 12 de Noviembre
El lunes nos reunimos todos los socios para ver la oferta que nos habían hecho por nuestra empresa inmobiliaria. Tras una larga discusión decidimos no aceptarla. Mike estaba a favor de vender pues pensaba que los pisos iban a caer mucho pero los demás no queríamos vender una empresa que tenía mucho beneficio por esa cantidad. Quedamos en que si subían la oferta podíamos aceptarla. Al salir de la reunión llamé al amigo de mis padres y estuve un rato hablando con el. No fue una negociación pero casi. Comí con Alberto y Mike. Mike quería vender la empresa sin duda y quería comer con el y Alberto para ver en que importe podríamos estar todos de acuerdo en vender. Al final decidimos que por seis millones y medio vendíamos sin duda alguna y cualquier oferta inferior la discutiríamos. Por la tarde se lo comenté a María, Raquel y Marga y estuvieron de acuerdo. Esa tarde mi esposa y yo fuimos al ginecólogo y, tras volver a casa, a dar una vuelta con mi hija antes de cenar y pasar una noche tranquilita.
El martes tras un día normalito en la oficina me fui con Alberto a mi casa donde esperamos la llegada de Celia y Rocío. Una vez ambas estuvieron en casa fuimos con ellos y mi hija, dando un paseo, a ver nuestra casa nueva. A ellos también les encantó la casa. Algo normal pues era una pasada. Volvimos a casa y, mientras Rocío y Celia acostaban a la peque, Alberto y yo preparábamos algo para cenar. Estuvieron en casa hasta las once. Cuando se fueron recogimos un poco y nos fuimos a la cama.
El miércoles curré hasta tarde en la oficina viendo los números, aún no definitivos, de las empresas. Me los había pasado Ana y quería estar preparado para la reunión del viernes. A las siete entró Raquel en mi despacho. ía espectacularmente ese día. Su pantalón como de tweed gris se ajustaba a su vientre plano a la perfección mientras que en la pierna se abombaba hasta hacer un poco de campana pero muy poco. Por debajo de sus pantalones aparecían unos preciosos zapatos de alto tacón y marrones. En su torso una camiseta con un enorme canalillo de color negro y manga larga. El tejido andaba a medio camino entre la camiseta de algodón y un jersey finito. En su muñeca izquierda llevaba varias pulseras plateadas dándola un toque elegante perfecto. Ese día no llevaba reloj.
– Te noto un poco nervioso – dijo Raquel - ¿Que te pasa?
Era un mezcla del nerviosismo causado por la anticipación de contarles que estábamos embarazados a nuestros amigos y el jaleo económico en el que estaba metido. No podía hablar de lo primero.
– Algunos días le doy vueltas a la hipoteca en la que me he metido. Tengo que poder cuidar de mi esposa e hija.
Raquel me sonrió.
– Puedes cuidar sin problemas de tu esposa e hija. Me juego contigo lo que quieras a que en tres o cuatro años no te queda hipoteca por pagar.
Yo la sonreí pero no quise ni apostar. Seguimos un buen rato hablando sobre nosotros y nuestras familias. Se supone que ahora mi amiga era María y Raquel mi amante pero no iba a renunciar a charlar con Raquel sobre mis cosas. Sus movidas sexuales estaban bien pero yo necesitaba a todas desde el punto de vista emocional. Tanto o más que en el sexual. No iba a rechazar que fuéramos amantes y esas tardes, a solas en la oficina, terminaban siempre de la misma manera. Poco a poco ella fue acercándose a mi mientras mirábamos unos números y no pude dejar de mirar su canalillo a través de la camiseta. Ella me sonrió y seguimos a lo nuestro. Durante unos segundos puesto que rápidamente me la senté encima y, tras besarla, la quité la camiseta para jugar con sus tetas. Aparté un poco su sujetador para jugar con sus tetas de tamaño medio. Chupaba alternativamente cada teta y las movía arriba y abajo. Mientras hacía esto ella me agarraba del cuello y apretaba mi cara contra sus pechos. Tras un rato así ella me levantó y me llevó al lado estrecho de la mesa. Una vez allí ella me tumbó sobre esta con mis piernas colgando y me desabrochó el pantalón. Lo bajó un poco junto con los calzoncillos y se lanzó a mi polla para mamarla con ansiedad. Se la metía en la boca a ratos y en otros momentos movía su lengua a lo largo de toda la extensión de mi pene. A la vez que penetraba mi polla en su boca ella pajeaba la parte inferior de esta con una de sus manos. Yo me estaba calentando y decidí quitarme la camisa que llevaba ese día para que ella pudiera acariciar, con su mano libre, mi pecho. Se dedicó casi un cuarto de hora a mi polla sin dejar de mirarme dejando solo mi pene para, muy de vez en cuando, chuparme los huevos. Cuando chupaba mis huevos masajeaba mi polla haciéndome una paja. Durante un rato tras la mamada me hizo una pequeña cubana pero rápidamente la levanté y, poniéndome yo de pie, la ayudé a quitarse pantalón y tanga. La diferencia entre Raquel y María no era tanto que una fuera amiga y otra amante como decían ellas. Ambas eran amigas y amantes. La diferencia era que Raquel, generalmente, disfrutaba llevando un poco la voz cantante. A María le gustaba más que yo dirigiera el polvo. La subí a la mesa y me arrodillé para llevar mi cabeza a su coño dándola una pequeña chupada a este. Movía mi lengua arriba y abajo de su raja haciendo que esta entrara un poco dentro de su conejo y elevando, de esa manera, sus gemidos. Con el paso del tiempo ella acariciaba mi pelo mientras yo seguía dedicado totalmente a darla placer oral. Mi movimiento era frenético en su raja y ella cada vez gemía mas alto y termino corriendo cuando, a la ayuda de mi lengua, llegaron mis dedos. Tras correrse con mis dedos dentro me miró con cara de amor o de pasión, no lo tengo claro, y me hizo levantar para arrodillarse y empezar a chuparme un poco la polla. Tras un par de minutos de mamada volvió a subirse a la mesa y, incorporándome yo, empecé una lenta penetración de su coño. Mi polla entraba, al principio, lentamente en su coño haciendo que sus tetas se movieran a los lados. Con el paso del tiempo empecé a aumentar el ritmo de la follada y tuve que agarrarme a sus muslos para poder seguir con la misma fuerza. Ella poco a poco volvió a gemir tras su anterior corrida.
– Dios esto es lo mejor del mundo – dijo entre gemidos – Los polvos contigo son brutales.
– ¿Te gusta?
– Me encanta – gritó
Seguí penetrándola durante un rato hasta que yo estaba ya muy cerca de correrme. Se lo hice saber y me dijo que si aguantaba un minuto llegábamos juntos. Pensé en la hipoteca, para poner mi mente en otra cosa, y así conseguí retrasar la corrida. Aproximadamente un minuto después, me corrí en su interior. La mayor fuerza de mi última penetración antes de inundarla hizo que ella se corriera conmigo y explotáramos juntos. Nos estuvimos besando durante un rato bastante largo. Tras unos minutos ella se fue. Eran casi las ocho y decidí salir para casa para poder pasar un ratito con mi hija. Una vez Sandra estuvo en la cama yo cené con mi esposa y luego hicimos el amor.
El jueves era fiesta en Madrid y quedamos con todos nuestros amigos para comer. Tanto mis socios como Laura y Antonio. No invitamos a Teresa y Mónica pues yo invitaría a Raúl y no era aun muy adecuado. Aunque en algún momento debíamos empezar a hacerlo. Estuvimos todos charlando. Yo ese día jugaba mucho con los niños. Tras comer, y la hora de los cafés, Rocío empezó a servir los cafés. Al terminar miró a todas las chicas.
– Para mi un poleo menta – dijo
Ninguna pareció pillarlo. Hasta que Raquel metió un gritito y tras este todas las demás. Los hombres nos echamos a reír y mientras ellas se echaban encima de Rocío yo charlaba con mis amigos. Cuando se calmó todo un poco ellas vinieron a felicitarme y ellos fueron a besar a mi esposa. Elena se pegó a mi esposa y estuvo sentada junto a ella tras la noticia. Mientras Marta me preguntaba a mi cosillas. Tras un rato Rocío se puso a contar más cosas del embarazo.
– Estoy de nueve semanas. Aun no sabemos si es niño o niña pero estamos encantados – dijo sonriéndome.
Todas no pararon de hacer preguntas. Sacamos el champán y brindamos todos. No se fueron muy tarde pues al día siguiente había colegio y trabajo. Al quedarnos solo acostamos a la peque, recogimos un poco la casa y nos fuimos a la cama a hacer el amor.
Tocaba el viernes el resumen mensual. Octubre con una nueva tienda y un restaurante nuevo, y sin gastos extras, supuso un récord tanto en facturación como en beneficios. Facturamos algo más de doce millones setecientos mil euros, unos doscientos mil más que en septiembre, con por primera vez más de dos millones de beneficios. Todas nuestras importadoras así como nuestra empresa italiana dieron récord de beneficios y eso era un seguro de rentabilidad. El resto de nuestras empresas bien pero sin maravillas. Por la tarde Rocío y yo fuimos a la obra para tratar con la diseñadora que estaba dirigiendo la obra algunos asuntos. Últimamente habíamos ido siempre cuando no estaban trabajando. Tras volver a casa tranquilidad en familia.
El sábado estuvimos por el barrio todo el día hasta que a las ocho llegaron Pablo y Diana. Se fueron el miércoles por la tarde a Cuenca y volvieron ese día. Tras pasar un rato con mi hija pasamos a cenar al salón.
– Ya está – dijo Diana a Rocío sonriendo – Hemos movido la boda al 25 de agosto. El cura se ha sorprendido un poco pues estábamos ya casi cerrado en Junio y teníamos que ir hoy a reservar esa fecha.
– Pero lo ha entendido – dijo Rocío
– Cuando se lo hemos explicado – dijo Pablo – Pero al principio nos ha mirado un poco raro.
Yo me eché a reír.
– Seguro que ha pensado que los que ibais a ser padres erais vosotros – dije
– No te extrañe – dijo Diana
Seguimos con ellos hasta bien entrada la noche. Celebrando que ya tenían fecha y el embarazo de Rocío.
A las once del domingo llegamos a casa de María para celebrar el cumple de Marta que era ese mismo día. Marta y yo habíamos tenido siempre una relación muy especial y para mi era casi como una hija. Curiosamente estaba más unido a ella que a Elisa que era mi hija de verdad. Aunque tanto a Celia como a Elena estaba muy unido. Todas las hijas de María eran casi como hijas mías. Ese día me volqué en Marta aunque Elisa también estuvo un rato jugando conmigo antes de que llegara Raquel. Una vez llegó está, Elisa se fue a jugar con Susana ya que, al ser de su edad, eran íntimas. Un cumpleaños más de todos los que celebrábamos. De una niña muy especial para mi pero nada del otro mundo.
02. Semana del 13 al 19 de Noviembre
El lunes en la oficina me llamó el amigo de mi padre para hacernos una segunda oferta por la inmobiliaria. En este caso ofrecía seis millones de euros y me dijo que era su última oferta. Un momento después de colgar entró mi secretaria en mi despacho con una copia de la oferta que había llegado por fax. Llamé a todos mis socios y les conté que lo pensaran y que hablaríamos de ello una semana después. El resto del día fue tranquilo. Yo pensé mucho en la oferta y ya me parecía más apropiada. Estaba dispuesto a vender aunque dependería un poco de que pensaban y opinaban mis socios. Fui a comer con mi padre y pasé toda la tarde en su oficina viendo los temas de la empresa que ahora compartíamos y que, algunas noches, me quitaba el sueño. Me tranquilizaban mucho estas reuniones pues veía que mi apuesta iba bien. La empresa de mi padre estaba en buen estado. Tras la reunión se pasó un momento por casa para ver a su nieta y luego se fue para ir a una cena en un hotel céntrico, y cercano a mi casa, con mi madre y unos amigos de ambos. Rocío y yo acostamos a la niña y, tras cenar, nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El martes en la oficina fue un día relativamente normal. Marga y yo preparamos, con Alberto entrando y saliendo de la reunión, nuestra estrategia de aperturas para el año siguiente. Dependeríamos un poco del dinero que íbamos a emplear en la expansión internacional pero nuestra idea era abrir muchas tiendas y algún restaurante durante 2007. A comer fui con Marga, Raquel y María. Me tuve que sentar al lado de Marga pues María y Raquel decían que era lo normal siendo novios. Ellas dos se reían pero note que la situación era algo incómoda para Marga. Por la tarde ya trabajé solo y me fui relativamente pronto a mi futura casa donde con Rocío revisamos un poco la obra. Tras ver la casa nos fuimos a nuestro hogar donde pude disfrutar de un rato entretenido con mi hija. Cada vez decía más palabras y ya hacía pequeñas frases. Al meterla a dormir Rocío y yo vimos una película juntos. Esa noche en la cama no hicimos el amor pero estuvimos abrazados durante un rato antes de irnos a dormir. Casi mejor. Solo casi.
El miércoles fue un día normal. Lo único un poco excepcional fue llamar a Celia, la esposa de Alberto, pues era su cumpleaños.
El jueves llegué a la oficina pensando que no tenía mucho trabajo. Pero el día se me complicó y a las siete seguía en la oficina. A esa hora entró María en mi despacho. Me sonrió y cerró la puerta con pestillo.
– Hola
– Hola – contesté
– ¿Te gusta como voy?
Llevaba unos vaqueros estrechitos y un jersey Ralph Lauren a medio camino entre el azul y el gris. En los pies calzaba unos zapatos de tacón fino y altura media. No más de unos cuatro centímetros..
– Estas muy guapa – dije dando un par de golpecitos en mi regazo
Ella se acercó a mi, se sentó en mis piernas y me besó. Estuvimos un rato besándonos hasta que se levantó y se fue a una de las sillas en el otro lado de la mesa
– Estoy volviéndome loca con la cena de navidad. Ya somos casi ciento treinta personas en central y se me dispara el presupuesto.
– Es normal – dije
Yo me levanté y lentamente me acerqué a ella rodeando la mesa. Una vez allí la acaricié un poco el pelo y la besé. Mientras besaba su boca empecé a subir un poco su jersey y segué hasta que su sujetador empezaba a estar visible. Toqué sus pechos por encima del sujetador y ella rápidamente se terminó de quitar el jersey. Debajo de este no llevaba camisa o camiseta. Ella quedó en sujetador y mientras yo acariciaba sus tetas ella me bajaba el pantalón. Pronto tenía el pantalón y los calzoncillos en los tobillos y su boca en mi polla. Me la empezó a chupar metiéndose su polla en la boca y, con su mano, haciéndome una paja. Tras un rato de mamada se apartó de mi y se quitó el sujetador. Se toco un poco los pezones y volvió a la mamada aunque, lo cierto, es que no se la metía casi en su boca, mas bien me martirizaba pasando su lengua por toda su extensión y suspirando su aliento en mi capullo. Era un martirio pero rápido empezó a meterse toda mi polla en la boca mientras no dejaba de mirarme a los ojos ni un segundo. Yo seguía ahí, de pie junto a a ella, sin saber que hacer con mis manos y las lleve a su pelo. Me miró con ojos de pasión a los ojos y, con mi polla en su mano, se levantó y me llevó junto a la mesa en el lado mas corto. Aun tenía sus pantalones y, junto a mi, se los quitó casi haciéndome un streep tease. Yo me pegaba a ella y la besaba ya con mi camisa desabrochada y sin pantalones y calzoncillos. Me acerqué por detrás suya y la pegue a la mesa. La apoyé en la mesa y empecé a penetrarla.
– Me encanta – dijo
Y seguí haciéndolo. Ella giraba la cabeza cada cierto tiempo para mirarme a los ojos pero yo se la giraba para que mirara al frente. Sus tetas, mas grandes de lo habitual pues estaban llenas de leche, se bamboleaban con cada penetración que la daba. Terminé de quitarme la camisa y empecé a penetrarla con aún mayor fuerza.
– Sigue cariño. Nadie me folla como tu – dijo excitada
El esfuerzo físico que estaba haciendo me impedía contestar a sus comentarios. Mi penetración, sorprendentemente, aumentaba aun mas en fuerza y ella tuvo que recostar todo su cuerpo sobre la mesa. Pasarían cinco o seis minutos con ella totalmente recostada en la mesa cuando noté que se corría y empezó a gemir con mayor fuerza. Aproveché ese momento para follarla un poco mas y casi al tiempo que su orgasmo parecía bajar en intensidad empecé a correrme en ella. Tras soltar todos mis chorros de esperma en su interior saque mi polla de su coño y me recosté sobre ella para besarla.
– Gracias – dijo recogiendo su ropa, vistiéndose rápido y dirigiéndose a la puerta de mi despacho
Yo decidí dar el día por terminado y me fui a casa a pasar tarde y noche con mi esposa..
El viernes fue un día normal en la oficina. Por la tarde quedamos con Antonio y Laura para ir, con ellos y su hija, a nuestra casa nueva para que la vieran. Tras ver la casa fuimos a cenar a un restaurante cercano y luego cada uno a su casa.
Tras levantarnos y desayunar el sábado nos fuimos a casa de Alberto donde celebraban el cumpleaños de Celia ese día. Fuimos todos los socios con nuestros amigos y tres parejas amigas de ellos. Solo una de las parejas tenía hijos. Más exactamente un precioso bebé de apenas seis meses. Rocío charló mucho con la madre del bebé. Debe ser algo de las hormonas. La verdad es que lo pasé bastante bien pues los amigos de ellos eran bastante majos. Cenamos con ellos, casi más bien merendamos, y luego nos fuimos a casa a descansar.
El domingo estuvimos mi esposa y yo todo el día en casa. Cuando acostamos a la peque tras comer me puse cariñoso con Rocío intentando llevármela a la cama. Estaba bastante cachondo.
– Cariño – dijo – Estoy cansada.
– Es solo un polvito – dije
Rocío se desesperaba con mi insistencia
– Llama a una de tus chicas – dijo - ¡Y déjame en paz! Hoy con el embarazo estoy revuelta. Lo que menos me apetece es follar.
– No puedo llamarlas un domingo así de la nada
– Puedes llamar a Marga – dijo – Para eso es tu novia
– Está comiendo en casa de sus padres
– Es verdad – dijo Rocío
– Pues llama a Cristina – dijo
– Estará con su familia – dije
– ¿No se supone que hace todo lo que la pides? - dijo Rocío - Pídela un polvo y te lo dará
Me quedé un rato pensando y cogí mi móvil. A los pocos segundos contestó Cristina.
– Hola Carlos
– Hola guapa – dije - ¿Estas sola?
– No – dijo – Estoy terminando de recoger la cocina mientras mi marido e hija ven una película
Yo sonreí para mis adentros
– Vístete y nos vamos a echar un polvo
– No puedo amor – dijo - ¿Que le digo a mi marido?
– Dile que tenemos que mirar una cosa en la oficina y que no tardarás mas de dos o tres horas.
– Es un poco raro – dijo
– ¿No te apetece verme? - dije intentando tentarla
– Estoy loca por pasar un rato contigo – dijo susurrando – Sentirte dentro mía
– ¿Y no dijiste que harías todo lo que te dijera? - dije
Ella se quedó callada durante un rato.
– Si – dijo medio avergonzada
– ¿Entonces? - dije
– ¿Cuando quedamos?
– En tres cuartos de hora en el garaje – dije
– Allí estaré – dijo ella
Rocío al verme colgar se echó a reír.
– Esto es lo que queríamos para Ana. A Raquel y a mi nos vale con que lo tengas con Cristina.
– Tu amiguita y tu estáis locas - dije
Tres cuartos de hora después esperaba a Cristina junto al coche de mi esposa, apoyado en este. Para una aventura me apetecía más usar el deportivo de ella que mi coche familiar. Cuando ella salió del ascensor me vio y sonriendo se acercó a mi. Claramente se había vestido para contentarme. Con una falda relativamente conservadora, hasta las rodillas y unas botas altas marrones planas. Llevaba una cazadora de cuero marrón que me impedía ver el resto de su indumentaria. Mientras se acercaba miraba a los lados. Buscaba asegurarse que no hubiera ningún vecino. No lo había. Al llegar a mi se pegó a mi cuerpo y me dio un besito en la boca.
– Perdona las dudas de antes – dijo – Haré siempre lo que me pidas. Pero tengo que acostumbrarte
– Nunca te pediré nada que pueda dañarte – dije – Si confías en mi te llevaré a donde quieres llegar.
Nos dimos otro besito y entramos en el coche. De camino a mi oficina. Me apetecía más ir allí que hacerlo en un hotel. Al llegar subimos directamente a mi planta desde el garaje y entramos, con mi tarjeta de seguridad, en mi despacho. La tarjeta de seguridad de nuestra empresa permitía la entrada a cada trabajador a las plantas que tuviera permiso a ciertas horas. En mi caso y en el de mis socios tenía acceso a todas las plantas a todas horas todos los días. Ana, por ejemplo, tenía acceso durante los días de diario de siete a diez de la noche a todas las plantas y, en el resto de los horarios solo a su planta. La mayoría de los trabajadores no tenían acceso alguno en fin de semana y fuera de horario de oficina. Cristina se había puesto un vestido negro, bastante elegante aunque con un toque informal, y unas botas de ancho tacón del mismo color. La llevé directamente a mi despacho y una vez allí la hice sentar en una silla y, yo me senté a su lado acariciando sus tetas sobre el vestido. Tras unos momentos así la bajé un poco el vestido para liberar sus tetas que, para mi sorpresa, no estaban cubiertas por un sujetador. Estuve un buen rato besándolas mientras ella acariciaba mi cabello.
– He dejado a mi hija y mi marido en casa para venir a follar contigo solo porque me lo has pedido – dijo entre suspiros – Me siento un poco guarra
– Guarra no – dije – Ardiente
– No me jodas Carlos – dijo – He hecho lo que me has dicho porque me lo has mandado. Eso no es caliente, es servil.
Yo la sonreí y volví a meter mi cabeza entre sus tetas. A ratos dejaba de jugar con ellas para subir a la boca y darla un pequeño besito. Tras un rato más la hice levantar y la pegué junto a mi mesa. Allí levanté un poco su vestido y tuve acceso a sus braguitas. Rápidamente bajé estás y las tiré a un lado. En ese momento ella se tumbó sobre la mesa dejando su coñito en el borde de esta. Yo me acerqué y pegué mi cabeza a su coño para chuparlo.
– Sigue – dijo – Es maravilloso. Como chupas.
Yo no dejé de chuparla ni un segundo aunque una de mis manos buscó uno de sus senos para jugar con ellos. Pude estar, fácilmente, unos cinco minutos comiéndome su coñito. Tras esos cinco minutos la hice levantar y yo me senté en mi butaca. Ella entendió inmediatamente y se arrodilló entre mis piernas acariciando mi paquete. Tocaba este por encima de mi vaquero mientras me sonreía.
– Por esto es por lo que he dejado a mi hija sola con su padre – dijo
Yo la sonreí aunque, así puesto, me sentía mal. Lentamente me fue desabrochando el cinturón. Me quitó este y con el pantalón aun abrochado me chupó la polla sobre el pantalón. Tras esto me desabrochó el pantalón, me lo bajó hasta los tobillos y empezó a mamarme la polla. Lo hacía con verdadera devoción. Estaba totalmente volcada en mi polla y la comía con ansia. En ese momento la agarré del cabello y la aparté de mi boca. La miré a los ojos con una mirada profunda pero cariñosa.
– ¿Que eres? - dije
– Tu puta – dijo
– ¿Solo?
– Y tu esclava
– ¿Harás todo lo que te diga? - pregunté
– Sin rechistar – dijo
Tras decir eso volví a llevar su boca a mi polla para que siguiera mamándomela. Con Cristina el juego de dominación lo llevaba mejor. Cuando lo empecé con Ana me costó porque a Ana la apreciaba mucho y, en aquel momento, estaba aprendiendo a quererla. Cristina por su parte era inteligente, no tanto como Ana, y espectacularmente guapa. Tras Rocío la más guapa de mis chicas. Pero por la razón que fuera no conseguía quererla como quería a las demás. Era demasiado ambiciosa a la vez que sumisa. Una mezcla rara. Tras un rato más chupándomela aparté su cara y la sonreí.
– Quiero follarte – dije
– Soy tuya – dijo ella
La hice ponerse en pie y mientras lo hacía terminé de quitarme los pantalones que tenía alrededor de mis tobillos. Ya sin ellos la acerqué a mi mesa y la tumbé sobre esta como estuvo antes, con el coño en el borde, y estando yo de pie la penetré. La follaba rítmicamente. Con cada una de mis penetraciones ella iba aumentando sus gemidos. Yo no paraba de darla y cada momento que pasaba lo hacía con un poquito más de fuerza. Tras un rato así me subí a la mesa e hice que ella me cabalgara. Lo hizo sin rechistar y en esa posición se corrió. Dio tal masaje a mi polla que exploté en su interior. Tras un ratito ella se salió de mi interior y nos besamos. Nos vestimos y nos arreglamos en los baños de la oficina. Una vez estuvimos presentables volvimos al coche y de ahí a nuestro edificio. Con un pico me despedí de ella cuando se bajó del ascensor en su piso. Al llegar a casa Rocío me sonrió.
– ¿Mas relajado? - dijo
Yo moví la cabeza de un lado a otro indicándola que estaba loca. Me fui a la habitación y me quité los zapatos antes de volver al salón para pasar el resto del día con mi esposa e hija.
03. Semana del 20 al 26 de Noviembre
El lunes los socios nos reunimos para decidir la venta de la inmobiliaria. Esta vez todo fue mucho más sencillo y en menos de tres cuartos de hora decidimos aceptarla la venta. Llamamos a Ana y se lo contamos Ella junto con nuestros abogados se encargarían de preparar todo el papeleo para que nosotros solo tuviéramos que firmar. Tras la reunión me metí en mi despacho y preparé el curso del masters que, dos veces al año, daba en la escuela de negocios en la que estudió Rocío. A las ocho me fui para casa. Llegué con el tiempo justo para darle un beso a mi hija antes de que se fuera a la cama. Ya con la niña durmiendo cenamos Rocío y yo y luego nos fuimos a la cama. Esa noche Rocío tampoco tenía ganas de hacer el amor.
El martes tras un día normal fui a dar la clase en el masters donde, como cada año, charlé un rato con los trabajadores de Rocío Cada vez estaban más cortados y es que ahora yo no era el marido de la jefa inmediata sino el marido de la directora de la oficina central. Pero espero que al menos vieran que era un tío normal. Al llegar a casa mi esposa me esperaba para charlar un rato conmigo antes de ir a la cama. Esa noche si hicimos el amor.
Por la mañana el miércoles fui a un evento con Marga y, tras este, nos fuimos a casa de ella para comer. Al entrar entramos en materia y nos besamos. Comer no era nuestra prioridad. Ella ese día llevaba un precioso vestido gris hasta un par de centímetros por encima de las rodillas con bastante vuelo y aun más escote. Adornaba su atuendo con un cinturón negro finito y unos zapatos negros de unos centímetros de tacón fino. Tras besarnos durante unos minutos sus manos acariciaron mi cuello mientras que las mías tocaban toda su espalda.
– Vamos a la cama – dijo
– No me gusta ir a las camas que compartís con vuestros maridos – dije
– Bueno – dijo Marga – Pero a Mike seguro que le encanta. Lo que tu haces con otras por respeto aquí tienes que hacerlo al revés. Por respeto también.
No tenía ningún sentido y, a la vez, era totalmente lógico. Me besó y, solo por ese beso, decidí ceder a su petición aunque no estuviera entusiasmado. Fui detrás de ella, de su mano, hasta la cama donde volvimos a besarnos sentados en la parte de los pies de la cama. Llevé mi mano a sus pechos mientras su mano derecha acariciaba mi cuello y la izquierda jugaba con mis muslos. Yo tras un rato llevé mi mano a su cuello y de vuelta a sus tetas cuando el beso subía en cuanto a pasión. Tras un rato llevé mi mano al borde de su falda y empecé a subir mi mano por su entrepierna. Ella me mordió un poco el labio, me sonrió y se levantó junto a mi, Con ella en pie yo fui acariciando su pierna acercándome a su entrepierna mientras ella desabrochaba poco a poco la camisa que vestía ese día. Yo ya tocaba su conejito y ella se reía. Me levanté y me desnudé totalmente a la vez que ella hacía lo mismo. Ya desnudos y de pie ella empezó a chuparme la polla poco a poco. Primer de pie y luego ya sentada de nuevo en el banco que estaba al pie de su cama. Mientras me chupaba la polla yo acariciaba uno de esos senos. Tras un rato no aguanté más y la cogí en volandas sacando de ella un gritito de risa. La tumbé en la cama y me eché sobre su cuerpo poniendo mi cabeza en su entrepierna. Allí empecé a chupar su coñito metiendo mi lengua muy dentro de este, todo lo que la longitud de esta me permitía, y jugando con su clítoris. Mis labios casi morreaban sus labios vaginales y ella empezó a gemir. Tras un rato subí a besarla mientras ella acariciaba mi polla. Estábamos en la posición del misionero y nos besábamos. Ella agarraba mi polla cuyo capullo acariciaba sus labios vaginales. El beso fue incrementando su pasión poco a poco y yo dejé caer mi cuerpo sobe el de ella penetrándola lentamente. En ese momento dejé de besarla para mirarnos a los ojos. Sus ojos mostraban amor. Nos queríamos, era la última de mis chicas pero que ya nos quisiéramos mucho como amigos hacía que fuera fácil para mi quererla. Además, se suponía que era mi novia. O eso habían decidido mis cuatro adorables locas. Cuando empecé a follarla lentamente ella puso sus piernas alrededor de las mías mientras no dejábamos de mirarnos. Ambos empezamos a gemir aunque mi follada no era nada energética, era suave y amorosa. Cada una de mis penetraciones fue acompañada de un beso a ella. El beso incrementó la pasión y la pasión incrementó la fuerza de mi follada. La penetraba a lo loco y ella pedía más. Tras un rato me arrodillé junto a la entrada de su coño y tras echar sus piernas hacia atrás empecé a follarla con aun mas fuerza y frecuencia.
– Sigue amor – dijo Marga – Sigue
Yo del esfuerzo no podía hablar pero desde luego no pensaba parar.
– Te quiero – dije sin entrar en más detalles
Yo seguí con mi follada pero me habían gustado tanto sus palabras que me quedé quieto dentro de ella, totalmente penetrada y pasé a besarla y mirarla a los ojos. Tras unos piquitos amorosos la miré a los ojos.
– Eres especial – dije – Eres mi novia.
– Que gracioso – dijo ella – Se que te sientes incomodo con esta situación en la que te hemos metido. Que sea tu novia. Pero voy a hacer todo lo que esté en mi mano por que sufras lo menos posible.
Yo me eché a reír y salí algo de su cuerpo. Ella aprovechó ese momento para darme la vuelta y subirse sobre mi.
– Por ahora vas bien – dije
– Tendré que seguir practicando – dijo mientras me cabalgaba lentamente
Yo reí pero pronto empecé a follarla yo también moviendo mis caderas. Estuvimos follando durante cerca de quince minutos en esa posición y tras ese rato ella empezó a follarme como loca, la cama sonaba y se movía de lado a lado.
– Me corro, me corro – dijo
– Y yo – dije
Y tras decir eso me corrí en ella llenándola de mi semen. Nos besamos un rato y nos vestimos arreglando luego la cama. Simplemente estiramos las sábanas.
– Están empapadas de sudor y semen – dije - ¿No las vas a cambiar?
– No – dijo – Que las encuentre Mike así y se monte una película. Hoy la chica ya no viene por la tarde. A ver si dice algo.
Yo moví la cabeza de lado a lado y con ella de la mano fui a la cocina donde comimos algo antes de volver a la oficina. El resto de la tarde fue normal y la pasé, tras salir del trabajo hacia las seis y media, en pareja con mi esposa disfrutando un poco de nuestra hija.
El jueves como el resto de los días de masters intenté no volverme loco en el trabajo para aguantar en pie hasta las diez y no defraudar en la clase. Para mi era muy importante que en clase ellos aprendieran todo lo que pudiera enseñarles. Tomé una caña con un par de los estudiantes antes de volver a casa y, cuando llegué, eran ya las once y media de la noche. Rocío me esperaba para darme un beso y poco más pues fuimos directos a la cama donde caímos dormidos en los brazos del otro.
El viernes tras el día de trabajo comí con mis María y Rocío. Mi esposa y yo fuimos luego a por la niña a la guardería para, ya con ella, irnos a casa de mis padres a pasar el fin de semana. Pasamos toda la tarde con ellos. Mi madre volcada tanto en mi hija como en mi esposa a la que aun no se la notaba su embarazo de once semanas y media. Cuando acostamos a la niña en su habitación los cuatro cenamos una maravillosa cena cocinada por el servicio de mis padres. Tras tomar una copa, Rocío un poleo menta, nos fuimos a la cama.
El sábado era el cumpleaños de mi madre y tras el desayuno Rocío y yo la dimos su regalo, un viaje a Paris para mi padre y ella. Mi hija fue la encargada de darla el sobre con los pasajes y eso, y que ya supiera decir algo muy parecido a abuela, era lo que, creo, gustó más a mi madre. El resto de la mañana la dedicamos a ayudar con la preparación de la fiesta de cumpleaños de esa noche. Mis padres siempre invitaban a más de cien personas a sus cumpleaños. En eso no nos parecíamos. A mi me gustaba estar con mis socios y amigos. Mis padres en esa lista incluían a conocidos y compromisos sociales. Tras comer ligeramente Rocío se fue a echar la siesta, a la vez que mi hija, y yo me quedé en el salón charlando con mi padre. A las seis se acabó la paz con la gente que había contratado mi madre para el cumpleaños a todo rendimiento. A esa hora subí a ducharme y a cambiarme. A las siete bajamos Rocío y yo. Los primeros invitados ya estaban en la zona preparada para la fiesta. Entre ellos María y su familia que acababan de llegar. Mis padres invitaron a todos mis amigos y a la familia de Rocío. También invitaron a Marco para que tuviera algo que hacer. Todos menos los padres de mi esposa vinieron pues ese día mi suegra tenía guardia en la farmacia. La fiesta estuvo bastante bien. Mis amigos con hijos se fueron a eso de las once pero Marco, Alberto y Celia y Pablo y Diana aguantaron hasta casi las tres cuando la fiesta ya acababa. Rocío también aguantó pues aun no estaba tan embarazada. En unos meses no iba a ser capaz de aguantar ni la mitad.
El domingo nos levantamos cuando la niña se despertó, a eso de las diez. Desayunamos todos juntos y pasamos la mañana bastante relajada. Cada uno jugaba a ratos con la niña y el resto del tiempo leíamos algo para descansar. A la hora de comer no es que comiéramos mucho pero si estábamos un poco más despiertos y charlamos sobre nuestras cosas. Fue una celebración del cumpleaños más casera aunque Sandra fue casi la protagonista pues no dejaba a su abuela y a esta se la caía la baba con ella. Tras la comida acostamos un poco a la niña y charlamos con mis padres hasta que, una vez despierta mi hija, nos volvimos a casa. Ya en esta una tarde y noche de domingo normal con Sandra y Rocío.
04. Semana del 27 de Noviembre al 3 de Diciembre
El lunes estuve en la obra por la mañana. Me llamó la diseñadora que llevaba nuestra obra, que en realidad era arquitecta pero siendo diseñadora creo que podía cobrarnos más. Había terminado esa mañana la parte de las estructuras y fui a revisarlo todo. Ya estaban todas las paredes en pie, los techos listos y los agujeros para los enchufes en sus lugares. Faltaba alisar un poco las paredes, poner los suelos, alicatar baños y cocina, poner los electrodomésticos, equipar las habitaciones, poner los baños, construir la piscina y adecentar el jardín. Aun quedaba mucho. A mediodía comí con Raquel y por la tarde me tuve que quedar hasta tarde pues casi no había trabajado ese día. A las siete y cuarto entró por mi puerta Ana. Vestía unos pantalones negros y unos mocasines del mismo color. El jersey que llevaba ese día era verde oscuro. En esos momentos estaba de unos cuatro meses y ya era absolutamente evidente que estaba embarazada. Creo que el que fuera relativamente delgada ayudara a que se notara su embrazo más de lo normal. Y que estaba superorgullosa y marcaba su tripita siempre. Se acercó a mi y se sentó en mi regazo. Me miro a los ojos y me dijo:
– Tiene mi hombre un ratito para dedicárselo a su chica.
– Siempre – dije acercándome a ella y besándola.
– ¿Aunque esté embarazada de otro? - dijo ella
Yo sonreí y volví a besarla. El beso fue incrementando en lo que a pasión se refería y nuestras manos no paraban quietas. Me levanté de la silla y volví a besarla con pasión. Ella dejó de pasar sus manos por mi cuello y cuerpo para llevarlas a mi cinturón. En cuanto sus manos se posaron sobre mi cinturón yo llevé las mías al suyo. Ella fue mas mañosa y cuando yo estaba acabando de desabrochar su cinturón ella ya había terminado tanto con el cinturón como con el pantalón. No parecía querer perder el tiempo y se puso a ayudarme con su pantalón y un momento empezó a bajárselo. Yo hice lo mismo con el mio y en unos segundos, sin dejar de besarnos en ningún momento, estábamos ambos en ropa interior de cintura para abajo. Seguimos besándonos aunque ahora los rozamientos eran en nuestras partes íntimas que apenas eran salvaguardadas por la ropa interior. Harto del tacto de sus bragas pasé a bajárselas y ella decidió hacer lo mismo con mi calzoncillo. Volvimos al intenso beso pero esta vez con nuestras manos en los cuellos del otro ya que de nuestras partes íntimas nos encargábamos con un rozamiento exageradamente caliente. No había penetración pero es como si me la follara. Desde luego mi pene casi entraba en su raja. Ella llevó su boca a mi oreja y, tras besarla, me dijo en un susurro:
– Fóllame.
La levanté al vuelo y la dejé caer lentamente sobre mi totalmente erecto pene. Sujetaba su peso con mi mano derecha mientras que con la mano izquierda guiaba mi pene a su conejo. Una vez la tuve totalmente penetrada mi mano izquierda cogió el glúteo que le correspondía y empezó a penetrarla con dureza. La hacía subir y bajar sin descanso. Tanto trabajo no me había atolondrado y saque toda mi rabia interna que me permitía seguir dándola duro de esa manera sin, en ese momento, cansarme. Ayudaba que no fuera una mujer corpulenta. Seguí penetrándola mientras ella me imploraba que la follara. Obviamente no iba a dejar de hacerlo y tras unos minutos mas de dura penetración ella explotó en un increíble orgasmo. Su movimiento era tan salvaje que no me veía capaz de seguir mientras orgasmaba. Paré de hacerla subir y bajar hasta que se calmó un poco y cuando ya estaba mas calmada y se lanzó a besarme volví a hacerla subir y bajar sobre mi miembro. Y ella volvió a gemir.
– Me encanta como me follas – dijo a mitad de camino entre la frase reposada y el grito
– Y a mi me encanta follarte – dije – Eres tan agradecida
– Soy agradecida contigo que me tienes loca. Me lo has hecho aunque no lleve botas
– Ya te dije hace un tiempo – dije – Que lo de las botas no era una obligación
Ella me sonrió.
– Lo se cariño – dijo – Pero me gusta que estés orgulloso de mi. Si no me las pongo es porque estos días tengo los tobillos algo hinchados. Quizás hasta el final del embarazo no pueda ponérmelas.
Esta vez fui yo el que sonrió. Y llevé mi boca a la suya mientras yo me concentraba en seguir aguantándola de pie y moviéndola de arriba a abajo. Estaba ya bastante excitado y no podía aguantar mucho mi eyaculación asique no tuve mas remedio que acelerar mis penetraciones y, tras no más de un par de minutos, me corrí en su interior. El semen, una vez entró dentro de ella, provoco su segundo orgasmo y casi provoca que nos caigamos al suelo. La relajación provocada en mis piernas tras mi eyaculación, unida al movimiento de su cuerpo por su orgasmo me hizo perder un poco equilibrio pero por suerte pude apoyar mi cuerpo en mi mesa. Tras calmarnos un poco pude bajarla de mi y nos besamos como dos adolescentes durante un buen rato. Tras el beso ella metió la mano en su coño, saco un poco de lefa y la llevo a su boca mirándome con picardía. Sonrió, cogió su ropa, se vistió y se fue a asearse. Llegué a casa tarde, con la niña ya en la cama. Cené con Rocío y me fui a la cama con ella, quedando dormidos abrazados.
El martes a eso de las once de la mañana recibí una llamada de Belén, la hija de la que fue mi socia en la inmobiliaria. Estaba bastante enfadada por que hubiera vendido la empresa que sus padres fundaron. Por teléfono no iba a poder calmarla y quedé con ella a comer en un restaurante céntrico. Al llegar al restaurante ella ya estaba sentada en la mesa esperando mi llegada. En todo el camino hasta la mesa no aparté la mirada de sus ojos ni un segundo. Ella estaba cabreada, claramente, y yo mostré un rictus serio. A estas alturas de la vida no me iba a intimidar una niña de veintidós años. Cuando llegué hasta ella la di dos besos y me senté. La miré a los ojos y no la dije nada. El camarero vino a preguntarnos si queríamos pedir algo para beber mientras decidíamos que comer. Yo pedí una botella de agua y ella una Coca Cola Light. La mire un rato y luego me puse a mirar el menú. Cuando bajé el menú el camarero tomó nota y la volví a mirar a los ojos.
– ¿Que te pasa? - la dije al fin
Ella me miró a los ojos.
– Me fastidió que vendieras la empresa de mi madre – dijo – No me gustó que la vendiera mi madre. Toda la vida he crecido pensando que iba a trabajar en ella. Por eso entré a estudiar económicas en ICADE. Ahora estoy a unos meses de graduarme y de un plumazo me quedó sin plan de vida.
Yo la miré a los ojos, serio, y la sonreí.
– ¿Ese es tu problema? ¿Me montas un pollo por teléfono por eso?
Belén me miró y su cara de enfado empezó a diluirse.
– Mira Belén – dije – Tu ya eres mayor y casi siempre que me he reunido con tus padres en cumpleaños no estabas. Pero para mi eres parte de una gran familia. Ya eres mayor y tienes que comportarte de otra forma. No eres como el resto de los hijos de mis amigos y socios. Ya eres adulta.
Ella no sabía si sonreír o estar seria por la bronca.
– El mismo día que te gradúes entras en mi empresa – dije – Y pasaras casi un año en una especie de prácticas pagadas pasando por todas las empresas y todos los departamentos. Y luego tu decidirás que quieres hacer. E intentaremos buscar para ti un puesto desde el que puedas ir creciendo.
Belén me sonrió.
– Ahora me siento como una niñata – dijo – Toda la vida había pensado que iba a ser una agente inmobiliaria. Y ahora tu me ofreces un año con una formación y una oportunidad por la que todos mis compañeros matarían.
Yo la miré a los ojos y la sonreí.
– Tampoco te sientas muy especial – dije – Esto mismo lo haré por tu hermana y por las hijas e hijos de algunos amigos. Tampoco pienses que vas a ser la directora general de mi empresa en dos años. Esos puestos acabaran siendo de mis hijos y los hijos de mis socios. Pero tu puedes ser muy importante, podrás llegar a dirigir una de las empresas que forman el holding o conseguir la experiencia que necesitas para dirigir una gran empresa fuera de mi holding. Nos vamos a encargar de tu futuro.
– Gracias – dijo ella
Hubo un momento de silencio algo incómodo y llegaron en ese momento los entrantes. El resto de la comida fue bastante agradable y pude charlar con Belén sobre ella y su futuro, tanto personal como profesional. Tenía un novio, estudiando el MIR, y pensaba casarse con el en unos años. Pude conocerla mejor y me dio la impresión que me había dado siempre. Una chica guapa, había salido a su madre, con la cabeza bastante bien amueblada. Tras la comida la acerqué a su casa. El resto del día paso normalmente, tanto en el trabajo como en casa. Sin sobresaltos.
A primera hora de la mañana fuimos Mike y yo al aeropuerto para recibir a Marco. Ese día se trasladaba a vivir a Madrid. Llegaba el solo y mientras se adaptaba a su nuevo puesto de trabajo buscaría casa para su familia. Esta llegaría durante las vacaciones navideñas. Mike y yo le acompañamos a su hotel. Elegimos un buen hotel, el Occidental Miguel Ángel que estaba a pocos metros de la oficina. Hizo el checkin, dejó sus maletas y nos dirigimos a la oficina donde le enseñamos nuestra estructura y le presentamos a todas las personas que formaban la estructura directiva de nuestras empresas. Tras las presentaciones le mostramos su despacho, que estaba en la misma planta que el mio, y le dejamos que llamara a su esposa antes de irnos a comer. Comimos todos los socios con Marco y se unió a la comida Ana que era la única directiva que estaba a su misma altura. Tras la comida nos metimos todos en una de las salas de reuniones y tratamos su trabajo. En principio era ayudar con la expansión en Italia y buscar nuevas oportunidades, similares a la italiana, en otros países. A las seis dimos por terminada la reunión y el se fue al hotel a descansar. Ese domingo haríamos una comida en mi casa pero ese día había sido intenso y era mejor que descansara tranquilamente en el hotel y cenara algo en este. Yo aproveché para irme a casa y pasar el día con Rocío y mi hija.
El jueves Marco pasó casi todo el día con María. Ella le ayudó a buscar casa para su familia con la ayuda de la inmobiliaria que acabábamos de vender y que, técnicamente, aun era nuestra pues no firmábamos en el notario hasta el día siguiente. Estuvieron viendo varias casas. Entre Marco y Natalia, a quien mandarían planos y fotos, decidirían la casa. A Marco le gustaron tres de las casas que vieron. Todas grandes de seis habitaciones. Tras comer con Alberto y conmigo se fue de nuevo con María. En este caso a entrevistar secretarias pues tenía que contratar una. María ya había seleccionado cuatro candidatas. Todas ellas hablaban, además del español, italiano e inglés. Cuando acabó a las siete con la última entrevista le acompañé al hotel y nos tomamos una caña mientras charlábamos un poco de nuestras vidas. Al llegar a casa mi hija ya dormía. Tuve que sacrificar besar a mi hija antes de irse a la cama por estar un rato con Marco. Creo que hice bien. Cené algo con mi esposa y, tras ver un poco la tele, nos fuimos a la cama.
A las once teníamos hora en el notario para firmar la venta de la inmobiliaria. Lo hicimos y al volver los socios María se fue con Marco para decidir que secretaria contrataban. Una vez eso estuvo decidido Marco ya estaba listo para, el lunes, empezar a trabajar. A comer fuimos Marco y yo cerca de la oficina de Rocío para comer con ella. Así se conocieron. El resto de la tarde yo lo pasé con mi hija y Marco lo iba a usar para poner cosas en orden y charlar por internet con Natalia sobre la casa a comprar.
Tras desayunar el sábado mi esposa y yo nos fuimos a casa de Antonio y Laura para celebrar el cumpleaños de Magdalena, su hija, que cumplió dos años el viernes. Mi hija y ella eran amigas. Es raro decirlo de niñas tan pequeñas pero era cierto. Más o menos cierto. Se divertían jugando siempre juntas y se reconocían. A esas edades eso es la amistad. Estuvieron amigos de ellos y familiares. Incluyendo a Jorge y Marta, los recién casados, y a Diana y Pablo. Lo pasamos realmente bien pero al ser el cumpleaños de la peque acabó relativamente pronto y antes de las ocho ya estábamos en casa. Ya en casa llamé a Mike para ver que tal lo había pasado ese día con Marco pues lo había invitado a su casa a comer. Al parecer fue todo muy bien y Alberto y Celia se pasaron a tomar el café tras comer en casa de los padres de ella. Tras acostar a la peque Rocío y yo vimos una peli y luego nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El domingo hice una fiesta en mi casa para que Marco se integrara. Invité a mis socios, a Marco y a Ana y su marido a comer. Socios y directivos de primer nivel. Lo que hice fue ir a por Marco al hotel, que no estaba muy lejos de mi casa y luego ir con el a Mallorca a recoger los entrantes que habíamos encargado. Cuando llegué a casa ya estaban María y Raquel con sus familias. Los siguiente en llegar fueron Ana y Rubén. Un poco más tarde llegaron Alberto y Celia y Mike y Marga con el pequeño Rubén. Mientras Rocío y María terminaban la comida el resto charlábamos en el salón rodeados de niños.
– Menuda guardería habéis montado – dijo Marco
– Pues vete habituando – dijo Raquel – Estas reuniones son normales. Y Ana tiene uno en camino y Rocío otro más.
Todos rieron pero a mi me impacto algo. Entendía intentar unir a Marco a nuestro grupo pues era, prácticamente, un expatriado. ¿Pero Ana? No se suponía que ella y Rocío me dejaron claro que no la querían en mi grupo. Tras la comida conseguí acorralar en la cocina a Raquel y Rocío.
– ¿Me lo ha parecido a mi o has dado por hecho que Ana empezará a venir a nuestras reuniones? - dije mirando a Raquel
Rocío miró a Raquel pero no pude descifrar su mirada. No se si era de enfado, de que hubiera metido la pata o que. Raquel no parecía saber que decir.
– Eso era cuando iba a ser tu esclava. Ahora no nos importa tanto – dijo mi esposa – No creo que quisiéramos que entrara en nuestro grupo sin la llegada de Marco pero ahora que el será parte del grupo debería venir
– ¿Entonces Marco será parte de nuestro grupo? - dije
– Bueno – dijo Raquel – El núcleo seguirá siendo el mismo pero deberíamos invitarles a cumpleaños y esas cosas. Dejan el país donde llevan años viviendo por venir aquí con nosotros. Debemos ser buenos anfitriones.
Lo pensé y tenía sentido. Meter a Marco y su familia en el grupo era importante aunque fueran de segunda. Y hacerlo sin meter a Ana sería una locura. Ana, por categoría profesional y responsabilidad estaba por encima de Marco. Apartarla sería mala idea. El resto del día fue más o menos normal y, cuando se fueron todos acostamos a la peque. Nosotros vimos una peli y nos fuimos a la cama donde nos abrazamos inmediatamente. Esa noche hicimos el amor con fiereza.