Mi historia (70: Octubre 2006)
Mis chicas nunca dejarán de sorprenderme.
01. Semana del 2 al 8 de Octubre
El lunes fue un día relativamente normal en la oficina. Era el cumpleaños de Gloria, directiva de mi empresa de tiendas de moda y me fui a comer con ella y Marga. Charlamos sobre todo de cosas de trabajo pero también de asuntos personales. Esa tarde estuve bastante liado viendo números de la empresa y, cuando llegué a casa, mi hija ya estaba en la cuna. Estuve hablando con mi esposa de nuestra situación. Por un lado buscábamos un segundo hijo y, por otro, estábamos a punto de endeudarnos hasta las orejas para comprar un porcentaje más grande de la empresa que compartía con mi padre. A mi me preocupaba todo mucho.
– Cariño – dijo Rocío – Tranquilizate. Todo va a salir bien
– Sabes amor que me paso toda la vida pensando en ti y en nuestra hija. Solo pienso en que no os falte de nada. Creo que todo saldrá bien, podemos ir reduciendo la deuda y en un par de años tenerlo pagado.
– Claro – dijo ella
– ¿Pero y si todo va mal? ¿Si las empresas empiezan a perder? ¿Si tenemos algún problema?
– No va a pasar nada de eso asique deja de pensarlo.
Rocío me acarició el pelo y nos quedamos un rato viendo la tele antes de irnos a la cama.
El martes era la reunión por la hipoteca y tras dejar a la niña en la guardería nos fuimos a la central del banco para que nos dijeran si nos la daban o no. Tras un rato esperando en una sala de reuniones llegó el directivo que nos atendió la otra vez.
– Vuestra hipoteca fue rechazada bastante rápido – dijo – Los avales eran de bastante riesgo y vuestro sueldo es inferior a la cuota mensual que nos salía.
Rocío y yo nos miramos sin saber que hacer. ¿Renegocíábamos por menos dinero y pedíamos algo a mi padre prestado?
– Pero no pasaron ni quince minutos antes de que yo recibiera una llamada del presidente del banco – dijo antes de que pudiéramos decir algo
Rocío y yo volvimos a mirarnos
– Y me dijo que aceptara la hipoteca inmediatamente – dijo – En los papeles que tenía he visto que eras empleada del banco, con puesto de directiva. En ningún lugar ponía que fueras una de las protegidas del presidente. Y tampoco me dijo nadie que tu tienes capacidad para convencer a gente con más de quinientos millones de euros en el banco para que se lo lleven. Lo que a veces no cuadra en papel y con fórmulas matemáticas encaja por política de empresa. Y vuestro caso es uno de ellos.
Rocío y y nos sonreímos.
– Enhorabuena – dijo – Sois los orgullosos propietarios de un contrato de esclavitud durante treinta años a razón de 22.500 euros al mes. El interés es normal pero hemos aceptado un 0% de comisión de cancelación parcial o total. ¿Alguna pregunta?
Estuvimos un rato charlando sobre detalles de la hipoteca y al salir fuimos a desayunar.
– ¿Tu llamaste al presidente? - dije
– Yo no – dijo – Ha debido ser tu padre.
Le llamamos y nos confirmó que fue el. Lo hizo porque según el, nosotros, éramos demasiado tontos como para usar los contactos. Lo peor es que tenía razón. Tras desayunar con mi esposa me fui a la oficina y uno a uno le conté a todos mis socios mi nueva hipoteca. Todos me dijeron lo mismo, que se alegraban por mi y a la vez pensaban que estaba un poco loco. María sin embargo fue la más dulce.
– Tu no te preocupes – dijo – Todos vamos a hacer lo posible porque podáis pagar esa hipoteca. Tu nunca nos has dejado de lado y nosotros no vamos a hacerlo ahora. Esta empresa crecerá y tu tendrás el dinero para pagar esa hipoteca mucho antes de esos treinta años.
Yo la sonreí y, puesto que estábamos solos en su despacho, la di un piquito. Me fui a mi despacho contento por tener el equipo que teníamos. Esa tarde al salir de trabajar vinieron mis padres a casa. Mi padre estaba orgulloso de mi. Orgulloso de como apostaba por la empresa que compartíamos. Era una manera de apostar por el. Lo que el no entendía es que para mi era una apuesta segura. Hablamos de nuestra empresa pero también de como iba la obra de nuestra nueva casa, que yo llevaba días sin ver, y jugamos con nuestra hija. Cuando la peque se fue a la cama cenamos los cuatro. A las diez se fueron mis padres y nosotros poco después nos fuimos a la cama a celebrar con un polvo nuestra nueva adquirida hipoteca.
El miércoles nos reunimos todos los socios con Ana. La comentamos los cambios que habíamos aprobado la semana anterior y que en parte la afectaban. Ella pasaría a ser la directora financiera del holding y debería buscar y contratar un director financiero para Italia y otro para España. Tras escucharnos la preguntamos que pensaba.
– Del tema del director de expansión poco voy a opinar – dijo – Vosotros sois los socios. En cuanto al tema de ser directora financiera del holding, agradezco la confianza. Pero tengo una petición.
– Tu dirás – dijo Raquel
– Quiero ser yo quien os siga dando el reporte mensual – dijo ella
– Nadie estaba pensando que fuera otra persona – dijo María
– Pues entonces me parece bien – dijo – Aunque en unos meses pasaré un tiempo en casa.
Todos sonreímos y la reunión de trabajo pasó a ser una reunión de amigos. El resto del día fue normal. En el trabajo y en casa.
El jueves fue un día bastante normal. A las dos vino Cristina a mi oficina para mantener una reunión en la que íbamos a ver como había ido el verano. A las dos y media mi secretaria me llamó al teléfono para comentarme que se iba a comer y nos dejaba solos. Cuando se fue me vino a la cabeza que podía jugar con Cristina.
– Cierra la puerta con cerrojo – dije
Cristina se levantó y cerró. Una vez con la puerta cerrada se acercó a mi y se sentó en mi regazo. La besé durante unos minutos y acaricié sus muslos bajo la falda que llevaba ese día. Tras un rato así la miré a los ojos.
– ¿Me haces una mamada?
Ella me sonrió.
– Lo que tu me pidas – dijo
Se bajó de mi regazo y se arrodilló entre mis piernas. Mirándome y sonriéndome empezó a lentamente desabrochar mi cinturón y pantalón. su cabello la hice entender que era el momento de empezar con la mamada. Ella me dedico una preciosa sonrisa antes de agachar su cuerpo sobre mi pene. Estaba cubierta con mi mesa ya que yo estaba paralelo a ella y veía su hermoso culo delante mía. Estiré una de mis manos ya acaricié sus pechos. Ella debió calentarse y empezó a mamármela a toda velocidad. Con un ansia que no recuerdo haberla visto tener nunca.
– Eres toda una mamadora – dije
– Soy lo que tu me pidas – dijo ella liberando un momento mi polla.
Tras decir eso sonrió y bajó mas lentamente hasta mi pene donde paso su lengua por toda la longitud de este. Bajó hasta mis huevos, los dio un beso y volvió a subir. Llegó a mi capullo y, tras besarlo, volvió a meterse mi pene en su boca. Esta vez la mamada era muy pausada aunque, con cada movimiento, iba aumentando la velocidad. Tras unos cuatro o cinco minutos de mamada la informé que me iba a correr. Ella bajo el ritmo y chupó hasta mas al fondo de mi pene y empezó a jugar con su lengua. Quería que me corriera en ella y en menos de un minuto estaba llenando su boca. Tragó toda mi corrida y, tras darme un par de mamadas más, alcanzó su bolso y me dio un par de kleenex. Una vez nos adecentamos un poco eran las tres y cuarto y Cristina y yo nos fuimos a comer juntos. Tras la comida ella volvió al concesionario y yo al despacho a seguir trabajando. Ese día llegué a casa hacia las siete y pasé un rato con mi hija. Con ella ya en la cama mi esposa y yo nos pusimos a cenar. A mitad de la cena mi esposa me sorprendió.
– Cariño – dijo – Esta mañana debería haberme bajado la regla.
Yo la miré.
– ¿Pero es un retraso de un día? - dije – Aun no es nada definitivo
– Ya veremos – dijo – Pero como mucho se me retrasa unas horas. Ahora debería haberla tenido ya. La última vez que tuve un retraso fue con el embarazo de Sandra.
– Sería una pasada que estuvieras embarazada – dije – Pero no vamos a lanzar las campanas al vuelo
– De acuerdo – dijo – Ya he pedido cita con el ginecólogo el martes, por si acaso. Pero me preocupa la boda de Jorge y Marta este sábado. No quiero beber si estoy embarazada pero tampoco no beber y que alguno piense que lo estoy sin estarlo.
– Bueno – dije – Bebe algo de vino y de champán pero no mucho
– Vale – dijo
Esa noche al irnos a la cama dormimos abrazados.
El viernes pasé toda la mañana en la oficina pensando en mi esposa. Tuvimos la reunión mensual y es posible que fuera el único momento en el que mi mente no estaba en Rocío. Septiembre fue un mes bastante bueno. No fue récord de beneficios por los gastos extra de un restaurante y una tienda de moda que íbamos a abrir ese octubre. Sin esos gastos hubiéramos pasado por primera vez los dos millones de euros en beneficios. Sobre unos ingresos de doce millones de euros. Ya no habría nuevas aperturas ese año y esperábamos pasar los dos millone de beneficios en Octubre y Noviembre. En Diciembre con los gastos extras de nóminas, cestas de navidad y cenas de empresa iba a ser más complicado. Al salir de la oficina fui a por Rocío y comimos juntos. No le había bajado la regla. La probabilidad de que estuviera embarazada era muy alta. Más acaramelados que nunca fuimos a por Sandra a la guardería y, ya con ella, nos fuimos al centro comercial en el que, esa tarde, abríamos nuestro sexto restaurante. Allí quedamos todos los socios con nuestras familias. También se pasaron Antonio y Laura con Magdalena y Pablo y Diana. Fue una tarde muy agradable en la que yo estuve un poco menos pendiente de mis amigos y más de mi mujer e hija. A las nueve llegamos a casa y acostamos a la peque. Rocío y yo poco después nos fuimos a la cama.
El sábado era la boda de Jorge y Marta, amigos de la carrera de Rocío y Laura. Esta era a mediodía en una iglesia del barrio de Salamanca. No nos tocó levantarnos muy pronto pero tampoco pudimos hacernos los remolones. A las doce menos cuarto estábamos en las inmediaciones de la iglesia con mi esposa e hijas vestidas a juego. Bueno, mi esposa con un precioso vestido corto de color verde azulado y mi hija con un vestido blanco con detalles en un color similar. Yo con unos de mis trajes, camisa blanca, gemelos de oro y corbata de rayas azules y rosas. Pronto llegaron Antonio y Laura. Eran de las pocas personas que conocía en la boda y estuve la mayor parte del tiempo con ellos. Estuvimos en la misma mesa con otros compañeros de la universidad a los que no conocía pues eran amigos de Jorge o Marta pero no de Laura y Rocío. En general la boda fue una de esas bodas en las que no conoces a casi nadie. No se pasa mal pero tampoco lo pasas muy bien. Te permite observar a la fauna que se reúne en las bodas. Cuando acabó el baile tras la comida, a eso de las ocho, nos fuimos para casa y acostamos a la niña. Rocío pasó la boda sin beber a penas. Un sorbo al vino y otro al champán. Apenas se notó. Ya con la niña acostada sonreí a Rocío y acaricié su tripita.
– ¿Te das cuenta que si estas embarazada lo estarás durante un momento en el que no estaremos para tirar cohetes?
– Cariño – dijo – Tranquilizate. Todo saldrá bien. El embarazo, si lo es, y nuestra situación económica.
Yo la sonreí. Ella era más fría que yo. Yo más pasional. Ella confiaba en mi y en la capacidad que podía tener para salir del atolladero económico. Yo solo pensaba que no podía defraudar a mi esposa, mi hija y un segundo, posible, bebé en camino.
El domingo fuimos al club con mis padres. Rocío dijo que estaba algo constipada para no jugar al tenis con mi madre y estuvieron ambas paseando con la peque mientras mi padre y yo jugábamos al golf. Comimos todos juntos antes de irnos a casa de mi padre a tomar café. Rocío se tomó un poleo menta, algo que en ella no era raro y no destapo muchas suspicacias. A las siete nos fuimos a casa y pasamos el resto de la tarde tranquilamente de cara a afrontar con fuerzas una nueva semana.
02. Semana del 9 al 15 de Octubre
El lunes tras trabajar fuimos a ver el avance de la obra. Todo lo que había que tirar ya se había tirado y estaban ya poniendo los tabiques nuevos. Así ya nos hacíamos una idea más aproximada de como iba a ser nuestra futura casa. No es lo mismo ver un plano a ver unos tabiques aunque aun estén a mitad de altura. Por lo demás nada especial y a Rocío, que aun no tenía la regla, ya la dábamos por embarazada.
El martes comí con Raquel y pasé todo el día reunido con el objetivo de quitarme de la cabeza que mi esposa estaba claramente embarazada y ese día teníamos ginecólogo. A las seis salí pitando de la oficina y fui a la oficina de Rocío a por ella. Tras esperar un rato en la sala de espera de la consulta, que a mi se me hicieron como cinco horas, pasamos dentro. El doctor nos saludó efusivamente y se puso a mirar a Rocío tras decirle que pensábamos que estaba embarazada. El lo confirmó tras hacerla unas pruebas. La fecha en la que saldría de cuentas, teniendo en cuanta su última regla, fue el seis de septiembre. Contentos nos fuimos a casa y, una vez se fue Ellizabeth, nos volcamos en nuestra hija. Es curioso que la noticia era un nuevo bebé y nosotros reaccionáramos volcándonos en nuestra hija. Una vez acostamos a la peque, Rocío y yo cenamos y charlamos sobre el futuro que se nos venía encima. Por ahora no diríamos nada a nadie.
El miércoles quedé a desayunar con mi padre, Marcos y Rodrigo. Desayunamos en una amena charla y, de allí, nos fuimos al notario donde efectuamos la compra-venta de las acciones de ellos. Una vez finalizada la venta ellos se fueron por su lado y mi padre y yo por el nuestro a la oficina de este.
– Ahora tienes una buena parte de esto – dijo mi padre – Me gustaría que te metieras más a fondo en la gestión conmigo.
– Yo encantado – dije – Pero esto lo llevas tu con mano firme y a mi en mi empresa me necesitan. O eso quiero creer.
Mi padre se rió.
– Tranquilo – dijo – Estaba pensando que en vez de mirar un par de veces números y tener una reunión al año pudiéramos mantener una reunión una vez al mes en la que podemos tratar la evolución de la empresa.
– Por mi bien – dije
Seguimos charlando un poco más sobre la empresa y me fui a mi oficina donde comí con mis socios. Que ahora tuviera más de un cuarto de la empresa en la que Mike, Raquel, María y yo nos conocimos y que, en cierto modo, era la precursora de nuestra empresa me entusiasmaba. Y quise celebrarlo con ellos. Por la tarde atendí varios asuntos pendientes y a las seis y media me fui para casa a pasar la tarde y noche con mi hija y esposa.
El jueves era fiesta, el día de la hispanidad, y los aprovechamos para irnos a comer a casa de Jorge, el hermano de Rocío y así ver a la sobrinita. Yo jugaba con Jorge mientras mi esposa, con mi hija en brazos, charlaba con mi cuñada junto a la pequeña Nuria. Vi en ese momento un brillo especial en los ojos de mi esposa. Esos ojos de saber que pronto en esa situación estaríamos nosotros. Que volveríamos a dormir menos horas para dar el pecho o biberones y lo haríamos encantados. Por lo demás la comida con ellos fue muy agradable. Al no estar Diana casi todas las conversaciones se centraban alrededor de los niños y sus pequeños problemas. Y alegrías. Tras acostar a la peque mi esposa y yo volvimos a hablar de futuro y esa noche, por primera vez tras el embarazo, hicimos el amor.
El viernes tras un día de trabajo normalito comí con María y Rocío. Tras la comida me fui a por la peque y luego a casa de María para que las niñas jugaran con Sandra. A Sandra le encantaba jugar con Elisa y Marta. Elena ya era un poco mayor para jugar con ellas y prefería charlar con mi esposa y su madre. Arturo y yo charlamos sobre fútbol y negocios mientras llegaba la hora de cenar. Mi hija cenó un sándwich de mortadela con Marta y Elisa en la mesa de centro del salón mientras los demás compartíamos mantel alrededor de una ensalada y algo de embutido. Tras la cena nos fuimos a casa para acostar a la niña y luego relajarnos nosotros.
El sábado Mike y Marga vinieron a comer a casa. Al entrar el pequeño Miguel se fue corriendo al salón para jugar con Sandra. Nos quedamos los cuatro adultos en la puerta. Yo abracé a Mike, era nuestro saludo habitual, mientras nuestras mujeres se daban dos besos. Tras ese instante Rocío y Mike se dieron dos besos. Marga para mi tenía otros planes. Me plantó un morreo de más de un minuto mientras nuestros esposos miraban. Mike con una cara a mitad de camino entre la sorpresa y la excitación. Mi esposa pude ver que tenía una sonrisita cómplice.
– Sabes que me tienes abandonada, ¿no? - dijo Marga una vez dejó de besarme
– Sabes que necesito que esto vaya poco a poco, ¿no? - dije yo sonriendo
Mike y Rocío se echaron a reír mientras Marga movía la cabeza de un lado a otro. Rocío me abrazó y pego se cabeza a mi pecho mientras Mike y Marga de la mano nos siguieron al salón. Tras comer un guiso de carne que preparó Teresa el día anterior tomamos un café , cogiendo a los niños, nos fuimos a ver nuestra nueva casa que estaba a solo unos 25 minutos paseando tranquilamente. Eran los primeros de nuestros amigos pero nuestra intención era que, en más o menos un mes, todos la hubieran visto. Y, aprovechando esa excusa, comer a solas con cada uno de ellos. Al ser los primeros en verla aun la obra no estaba muy avanzada y se necesitaba usar un poco la imaginación. En todo caso les gustó bastante la casa.
– Tío esto una pasada – dijo Mike – Os merecéis una casa así. Vuestra casa ahora era de alto standing pero necesitabais ya una casa de millonario y esto ya es algo mejor.
– A mi me gustaba mi casa – dije – Pero Rocío quería una casa más grande para cuando nos dé por aumentar la familia. Ya sabes como son las mujeres.
Mike y yo nos echamos a reír. Rocío mientras le ensañaba en el patio a Marga como lo teníamos diseñado y veían los colores de algunos azulejos que esperaban su turno para ser colocados. Tras aproximadamente una hora viendo la casa volvimos paseando a nuestra casa donde cenamos unos sándwiches que compramos en una tienda gourmet por el camino. Tras la cena ellos se fueron y Rocío y yo no tardamos en irnos a la cama a hacer el amor.
El domingo pasé todo el día en casa con mi esposa e hija hasta las seis y media cuando ambas me llevaron al aeropuerto. Había quedado allí a las ocho y diez con Alberto para volar a Milán. Tras coger nuestras tarjetas de embarque Alberto y yo fuimos al salón VIP a esperar la hora de embarque de nuestro vuelo que era a las ocho. Cenamos en el avión un buen menú de la clase business y a las once hicimos check in en el hotel. Tras colgar nuestras camisas en el armario nos fuimos juntos al bar del hotel a tomar una cerveza mientras charlábamos sobre los cambios que íbamos a comentarles al día siguiente. Queríamos que en nuestro discurso no hubiera la más mínima discrepancia.
03. Semana del 16 al 22 de Octubre
A las diez de la mañana empezó nuestra reunión con los que ahora eran nuestros empleados italianos. Alberto fue el que les planteó las novedades. El primer cambio que se comentó fue que Marco dejara de ser el director de operaciones y pasara a ser el director de expansión de nuestra empresa desde Madrid. El no estaba muy convencido. Sobre todo porque significaría mover a una familia de cuatro niños de un país a otro a mitad de curso. Le dijimos que lo pensara y que le subiríamos el sueldo de los 100.000 euros que cobraba a 120.000 y le daríamos 30.000 euros para el traslado. El resto de la reunión fue más normal. A Carlo le mantendríamos el sueldo pero se lo aumentaríamos a sus hijos. Lorena pasaría de cobrar sesenta y cinco mil euros a setenta y cinco mil y Claudio e Isabella pasarían a cobrar setenta mil desde los sesenta que cobraban entonces. Con esto no hubo problemas. Tras la reunión estuvimos viendo una presentación de Isabella sobre el esfuerzo comercial. Fuimos todos a comer juntos, y tras la comida fue Claudio el que nos hizo una presentación sobre las nuevas empresas con las que estaban hablando para comercializar sus productos. Esa noche Marco nos invitó a cenar. Había contado nuestra propuesta a su mujer y ambos querían hablarlo con nosotros. Una vez en casa de ellos pasamos a cenar toda la familia.
– No voy a negar que volver a España es algo que me apetece – dijo Natalia – Pero estamos en octubre y los niños acaban de empezar el colegio. Cambiarles podría ser complicado. Especialmente para los más mayores. Por no hablar de Paola. Ella ya está en la universidad y directamente perdería un año.
– Paola ya es mayor – dije – Tiene diecinueve años. Puede quedarse aquí hasta que acabe el año y luego irse con vosotros. Para los demás os ayudaremos a encontrar el mejor colegio. Igual que os ayudaremos a encontrar casa y lo que necesitéis.
La pequeña parecía la que peor lo llevaba.
– Y tenemos muchas amigas con niñas que pueden ayudar a Laura a hacer amigas pronto – dije sonriendo a la pequeña
No parecía convencerla.
– No esperamos que lo decidáis hoy – dijo Alberto – Solo os pedimos que lo penséis.
– Lo pensaremos – dijo Marco
El resto de la cena intentamos no tratar el tema pues para toda la familia era un pequeño shock. Sobre todo para los hijos que abandonarían amigos en Italia. A las once llegamos al hotel y nos fuimos a la cama.
El martes nos levantamos y desayunamos Alberto y yo antes de irnos al aeropuerto a coger el vuelo a Madrid. Llegamos a la oficina poco antes de comer y estuvimos charlando con Marga y Raquel sobre lo acontecido. A la hora de comer fuimos los seis socios juntos y hablamos del tema de Marco. Yo pensaba que vendría aunque existía la posibilidad de que no lo hiciera. Por la tarde tras contestar correos y llamadas recibidas el día anterior me fui a casa donde ya estaba mi esposa pues era el cumpleaños de Elizabeth. Rocío la había comprado unos vaqueros de regalo. Tras pasar un rato con nosotros se fue para cenar con su novio y, ahora, prometido.
Trabajaba tranquilamente el miércoles por la mañana en mi despacho cuando mi secretaria me paso una llamada. Era alguien que conocía a Mariano.
– Hola – dijo la persona al otro lado del teléfono – No me conoces pero yo a ti si. Soy Manuel, un amigo de tu padre y de Mariano. Tengo una constructora y una pequeña inmobiliaria. Queremos crecer en el mundo de las inmobiliarias de lujo y tu empresa nos parece muy interesante. ¿Te interesaría vender?
– No se – dije
– ¿Al menos comerías conmigo para conocernos? - dijo
– Claro – dije
– ¿Que te parece una comida con mi familia y la tuya este fin de semana?
– De acuerdo – dije
– Pues quedamos en el club para comer el sábado - dijo
– Allí nos vemos – dije
Me quedé un poco intrigado y llamé a mi padre que, en efecto le conocía. Habían hablado un día de mis empresas y le pareció interesante. Ese día, por lo demás, no ocurrió nada muy raro.
El jueves trabajaba por la tarde tranquilamente y con la oficina ya vacía cuando entró Ana. cerrar la puerta se sentó en una de las butacas que estaban en frente de mi mesa y donde siempre se sentaban aquellos que iban a visitarme. Una vez sentada me sonrió y abrió un poco las piernas. Entre su relativamente corta falda pude ver su coñito pues no llevaba braga. Me levanté y me puse junto a ella apoyándome en el pequeño resposabrazos que tenían las sillas donde se sentaban mis visitantes. Ella me miró y me sonrío. Yo me agaché, la di un besito y me levanté poniéndome delante de ella y apoyándome en mi mesa. Nos estuvimos mirando un rato sonriéndonos mutuamente y fui yo el que me acerqué a ella. Aun a un paso de ella estiré mi mano derecha para tocar su camisa y empezar a, lentamente, desabrochar esta. Tras un ratito con una mano me acerqué un poco mas y terminé de desabrocharla ya con ambas manos y algo inclinado sobre ella. Eché su pelo a su espalda y según iba bajando mi mano por su nuca la fui acariciando. Cuando no lo esperaba, hice un movimiento brusco y tiré de su camisa hacia mi para pegarla a mi cuerpo. Yo en ese momento di también un par de pasos hacia atrás y acabé apoyado en mi mesa y con ella de costado y en contacto con mi polla. Seguí quitándola la camisa.
– Empiezo a estar gordita – dijo Ana
– Bueno – dije tras mirar su barriguita – Casi se empieza a intuir. He visto embarazadas de tres meses con más barriga.
– ¿Cuando me crezca me vas a follar igual? - preguntó
– Llevo meses sin follarte – dije – Te voy a follar hasta que tu me lo impidas.
Ella me miró con amor.
– ¿Y si quiero hasta el último día?
– Me tendrás hasta el último día.
– Ya veremos como siento en unos meses – dijo sonriendo
Todavía no había terminado de quitarla la camisa, quedaba el último botón, cuando llevé mis manos a su sujetador negro y acaricié sus tetas. Primero sobre el sujetador y luego intentando que sus pechos salieran de su protección. Los pechos aun no se notaban mucho más grandes. La hice darme la espalda y cada una de mis manos tenía un pecho con el que jugar. Mientras lo hacía ella gemía. Aun no eran gemidos de placer intensos sino pequeños gemidos fruto de la excitación. Mientras yo seguía con sus pechos y llevaba mi boca a su oreja derecha ella terminó de quitarse la camisa. Seguí magreándola solo un poco hasta que con una mano desabroché su sujetador.
– Buf – dijo ella al notarlo – ¡Que ganas tengo! Rubén es muy tranquilito por el embarazo. Necesito un buen polvo. Hacer el amor.
– Necesitas follar – dije
– Eso es un tecnicismo – dijo ella
La giré mientras la quitaba el sujetador y nuestras bocas quedaron a solo unos centímetros la una de la otra.
– Pues vamos a cumplir con tus necesidades
– Por favor – dijo ella antes de darme un beso
Estuve un rato magreando sus tetas y besando su cuello. A ella la ponía en varias posiciones, de costado, de espaldas y mirando hacia mi. Cualquier posición era buena para jugar con sus tetas y, alguna vez, acariciar su barriguita. Tras un rato así la puse de cara a mi y nos besamos con pasión. Tras el beso la empecé a chupar sus senos y ella me empujó sobre la butaca en la que antes había estado ella sentándose a horcajadas sobre mi y con sus pechos a la altura de mi cara. Yo seguí chupándolas un buen rato. Con ella aún encima mía acerqué un poco la silla a la mesa y la hice a ella echarse hacia atrás. Aun estaba de rodillas sobre mi pero apoyaba su espalda sobre mi mesa. En esa posición ya no podía acceder bien a sus pechos para besarlos pero pude subir su falda sin ropa interior debajo. Empecé a acariciar sus labios vaginales a la vez que uno de mis dedos penetraba en su intimidad. Ella gemía y me declaraba amor eterno. Yo también la decía que la amaba. No era Rocío. Ni Raquel o María. Ni siquiera era Marga. Pero con el tiempo había llegado a amarla. Al menos un poco. En su momento juré que no la amaría. Un juramento en falso. Ella se calentó mucho y se echó sobre mi para besarme con pasión. Llevaba poco tiempo con ella pero ya sabía que los besos la calentaban. Mientras me besaba mi mano seguía en su coñito aunque en ese momento era mas difícil que antes maniobrar para acariciarla.
– Necesito que me folles ya – dijo – O me voy a correr en tu mano.
Calibré la posibilidad de que se corriera en mi mano y que eso quizás hiciera que estuviera aun mas controlada, mas dominada, pero me parecía que ya tenía suficiente poder sobre ella y quería follármela y correrme. Nos levantamos los dos de la butaca y yo me quité mi polo que tiré junto a su camisa en la butaca de al lado. Ya de pies volví a besarla y a hacerla un dedo mas rápido pero sin que llegara a correrse. Ella se estaba excitando cada vez mas y ya gemía mucho. Lanzó su mano a mi entrepierna y empezó a acariciar mi polla sobre el pantalón sacando de mi un primer gruñido de excitación. Llevaba mucho tiempo excitado pero hasta entonces no lo había demostrado y me había comportado firme y frío. Yo seguía acelerando mi dedo y ella como loca empezó a liberar mi polla desabrochando cinturón, primero, y pantalón, después. Cuando consiguió liberarla me la magreó un par de veces y rápidamente se arrodilló delante mía para darme una pequeña mamada.
– ¡No voy a dejar de follarte nunca más! - dijo ella toda entusiasmada
– ¿Y cuando quieras otro hijo?
– Usarás condón – dijo – Pero no vuelvo a renunciar a esto jamás.
Yo sonreí y ella volvió a introducirla en su boca. Tras un rato chupándomela me agaché para besarla y ella llevó su mano derecha a mi polla para no dejar de darla placer. Desde luego esta chica era un volcán. Ella estaba muy excitada y yo por el estilo. Tenía que follármela y ya y lo que hice fue subirla a mi mesa de tal manera que su coñito estaba justo en el borde y ella estaba a mitad de camino entre dándome la espalda y de costado. Con una de mis manos sujetaba su cara y la giraba hacia mi mientras con la otra empezaba a guiar mi polla a su coño. Una vez estaba bien apuntado empecé a follarla con bastante dureza y ella a gemir de una manera bastante escandalosa. Por suerte a esa hora la oficina estaba vacía. Seguimos follando un tiempo y en esa posición nos besábamos pero antes de correrme en ella y de que ella tuviera su orgasmo decidí usar otra posición. La hice incorporarse y de pie, apoyada sobre la mesa, la penetré desde atrás. Ella empezó a gemir mientras yo sujetaba su cabeza contra la mesa.
– Sigue, sigue – gritaba ella
Yo la estuve perforando un poco mas y al par de minutos noté como ella se corría y su conejo masajeaba mi polla. Durante su orgasmo no me corrí y una vez calmada seguí dándola fuerte hasta correrme yo unos minutos después. Una vez me hube corrido salí de ella y la incorporé para besarnos. Lo hicimos durante unos minutos y ambos nos despedimos para asearnos. Yo trabajé un rato más y, para cuando llegué a casa, mi hija ya dormía. Esa noche solo pude disfrutar de mi esposa.
El viernes tras trabajar fui a recoger a mi esposa y luego a por la peque a la guardería. En el coche llevaba ya las maletas pues, ese fin de semana, dormiríamos en casa de mis padres. Por lo demás el viernes mis padres jugaron con la peque mucho rato. Una vez se acostó charlamos de la empresa y de nuestras vidas. Tenía unas ganas locas de contarles el embarazo pero aun no era el momento.
El sábado fuimos los cinco al club y, tras pasar un buen rato en las instalaciones charlando con varias personas, fuimos a comer con el amigo de mis padres. Nos conocimos y no entramos en muchos más detalles sobre la oferta. Era una reunión para ver si había feelling entre nosotros y la verdad es que nos llevamos relativamente bien. Parecía un hombre serio. Una vez acabó la comida volvimos a casa para que la niña descansara, jugara con sus abuelos y, hacia las nueve y media, se fuera a la cama.
El domingo tras comer todos juntos volvimos a Madrid. Mis padres fueron en su coche tras nosotros para enseñarles nuestra nueva casa. La obra ya empezaba a tomar forma y les gustó bastante. Tras ver la casa nosotros nos fuimos a nuestra casa y ellos a la suya.
04. Semana del 23 al 29 de Octubre
El lunes me reuní con todo el equipo para tratar con ellos la oferta de oferta que me hizo el sábado el amigo de mi padre. La pregunta a tratar ese día era, si recibimos una buena oferta ¿venderíamos la inmobiliaria? Las opiniones eran encontradas. A todos nos parecía que no era una empresa que estuviera en uno de nuestros segmentos de mercado más importantes pero también era cierto que ahora daba unos interesantes beneficios. Mike nos habló de la crisis inmobiliaria en EEUU. Allí los precios de los pisos estaban bajando y el opinaba que aquí, tarde o temprano tenían que bajar y mucho. Marga y María no tenían una opinión clara. Mike pensaba que debíamos vender ya incluso si la oferta solo era decente. Alberto y yo estábamos de acuerdo en vender pero solo si la oferta era buena. Ese día me fui a comer con mi padre para luego ir a la oficina de la empresa que ya era solo nuestra. Estuvimos toda la tarde viendo la estrategia para el 2007 de su equipo. Tras la salida de Mike, Raquel y yo mi padre tomó una mayor implicación en la empresa y los directivos no tenían mucha autonomía. Era como si no se fiara del todo.
– Tenerte al lado me da confianza – dijo – Ya tengo una edad y tomo muchas decisiones todos los días. Poder repasarlas contigo todos los días me relaja.
– También me tenías antes – dije
– Si. Pero entonces tu solo tenías un 12% y no quería hacerte trabajar para Rodrigo y Marcos. Ahora todo esto es tuyo.
– Y tuyo – dije
– Si – dijo – Pero en un futuro será todo tuyo.
Yo sonreí pero era una sonrisa falsa. No me apetecía pensar en ese momento en que no estuvieran Mariano y Manuela. Ya había perdido unos padres. No quería perder otros. Pocas personas tienen la suerte de tener a dos pares de personas a las que pueden llamar sus padres. Tras la reunión llamamos a mi madre y todos fuimos a mi casa donde cenamos con mi esposa e hija.
De martes a jueves todo fue bastante normal. Sin muchas reuniones pude revisar números y leer informes tanto de nuestros equipos como de otras organizaciones. Todas las tardes pude pasar un ratito con mi hija aunque el miércoles menos pues Rocío y yo tuvimos que ir al doctor a una ecografía. Por las noches mi esposa y yo entusiasmados con la llegada de un nuevo hijo.
La semana acababa con la apertura ese día de nuestra novena tienda de moda. Teníamos ya un pequeño imperio. Con esa tienda igualábamos al mayor franquiciado de esa enseña. Eso nos daría a posibilidad de negociar mejores condiciones de ahora en adelante. Por la mañana fui a la tienda a primera hora para ayudar en la apertura. Faltaban unos pequeños detalles y teníamos que abrir a las diez. Al final no pudimos abrir hasta las diez y cuarto pero al final pudo ser. Tras la apertura Alberto, Marga y yo, que éramos los socios que estábamos en la tienda, nos fuimos a desayunar y pasamos un rato hablando de las tiendas. Volvimos a la oficina y seguimos con nuestro trabajo normal hasta la hora de comer. Todos nos fuimos por nuestro lado a comer para luego quedar a las seis en el centro comercial. Rocío y yo comimos juntos y luego recogimos a la pequeña de la guardería. A las seis llegamos y, tras echar un vistazo a la tienda, nos fuimos los hombres con los peques, excepto Marta y Elena que se quedaron con ellas, a tomar un café. Cuando salieron fuimos todos a cenar. Al llegar a casa Rocío me enseñó una blusa que se había comprado.
– ¿Solo te has comprado una blusa? - dije
– Cariño estamos recortando gastos – dijo – Ni siquiera la necesito pero es una tradición comprar algo en vuestras tiendas.
Yo sonreí. Me gustaba que ella también se tomara en serio nuestra situación. Tras acostar a la niña fuimos a la cama e hicimos el amor.
El sábado Rocío me dijo que tenía una sorpresa para mi. Estuve toda la mañana inquieto hasta que, a las dos, llegaron juntas Raquel, María y Marga. Yo estaba en el sofá y todas fueron entrando y dándome un piquito. La última fue Marga y se quedó sentada en mi regazo con sus brazos alrededor de mi cuello. Poco después de llegar ellas nos pusimos a comer.
– Cariño – dijo Rocío – Hoy han venido tus chicas a comer porque tenemos cosas que contarte. No nos importa tu relación con Ana ni que te folles y juegue a la dominación con Cristina. Pero la relación con nosotras debe ser lo más importante para ti.
– Lo sois y lo sabéis – dije – No es necesaria una comida para ello.
– La cuestión es quienes somos – dijo Raquel – Llevamos un tiempo hablando entre nosotras y hemos pensado que queremos tener roles. A todas nos tratas con cariño y pasión. Eso no nos hace sentirnos especiales.
– ¿Y que queréis que haga? - dije
– Que juegues con nosotras – dijo María – Por supuesto seguiremos con tríos con tu esposa. En esos casos solo será sexo. En los demás cada una tenemos nuestro rol.
– ¿Y que roles son esos?
– Lo primero es Rocío – dijo Raquel – Y lo más fácil. Ella es tu esposa y la que nos deja hacer esto. Ella es y será siempre la primera.
– No lo aceptaría de otra forma – dije
– Lo sé cariño – dijo Rocío – Deja a Raquel terminar.
– Como iba diciendo – siguió Raquel – Si ella dice que un día no quiere que te acuestes con otra no lo haces. Punto. Ninguna de nosotras dirá nada. Y esto también vale para Ana y Cristina. Por cierto, nunca tendrás sexo en grupo sin ella. ¿Queda claro?
Yo asentí.
– María será tu amiga. Tu confidente. La persona a la que le contaras tus problemas. Y con la que harás el amor.
Sonreí a María y ella a mi.
– Yo – continuó Raquel – seré tu amante. Lo nuestro será más pasional. Podrás tener pasión con María pero conmigo ha de ser más pasional.
– Las pasión no se puede controlar fríamente – dije
– Ya – dijo – Pero los roles son sobre todo para los preliminares. Y eso hará más fácil que podamos jugar con la pasión.
Puse cara de poker.
– Y por fin Marga – dijo Raquel – Marga será tu novia.
– ¿Mi novia? - dije
– Justo – dijo María – Es lo que mejor nos cuadraba por su situación.
– No te engañes – dijo Raquel – Marga no es más que María o yo pero con Marga cada cierto tiempo tendrás que salir por ahí, comprarla regalos y dormir con ella. No solo tienes que contentarla a ella sino también a Mike
Yo miré a Rocío y ella con una sonrisa no me apartaba la mirada.
– ¿A mi nadie me iba a preguntar mi opinión de todo esto?
Todas se miraron, se empezaron a reír y, a coro, gritaron que no.
– ¿Y ahora? - dije
– Ahora vas a ser el hombre más afortunado del mundo – dijo Rocío
Y cogiéndome de la mano me llevó a la habitación. Las cuatro fueron delante mía y vi que estaban para morirse. Raquel llevaba una minifalda, casi microfalda, negra con una blusa morada que, sin duda, era una talla demasiado pequeña para ella y unos zapatos negros de tacón. Y en ese momento me di cuenta que las cuatro iban igual. Faldas cortas y blusas o tops ajustados. La falda más corta y la blusa más ajustada de Raquel, la más larga y la menos apretada de María pero en general con el mismo estilo. Tras llegar a la habitación Raquel, María y Marga se sentaron en la cama mientras Rocío me pegaba a un sinfonier y me besaba.
– Hoy vas a tener algo con lo que sueñan muchos hombres y que casi ninguno, por no decir ninguno, consigue – dijo Rocío - Una orgía con cuatro mujeres guapas, jóvenes y volcadas en ti. Esto no lo tomes como habitual. Disfrutalo como lo que es, algo excepcional y que hacemos únicamente por ti.
Yo no sabía que decir y ella, quizás para ayudarme, lo que hizo fue besarme. Estaba totalmente impactado. Mientras las tres miraban Rocío me abrió la bragueta de los Dockers que llevaba ese día y me sacó la polla por ella. Mientras ella empezó a chupármela las tres miraban desde la cama. Se hacían las ofendidas pero no colaba. A pesar de perder parte del riego del cerebro yo veía claro que era todo un teatro. Lo tenían muy bien montado. Rocío seguía lo suyo. Tras un rato se levantaron las tres y vinieron a mi. Las que más se pegaron fueron Raquel y María quedando Marga en un discreto segundo plano. Se notaba que aun no tenía tanta confianza conmigo, al menos sexualmente. Mientras Raquel se arrodillaba y se hacía con mi polla María se acercó por mi izquierda y bajó un poco la cabeza para estar cerca de mi pene. Marga se arrodilló tras Raquel y Rocío, quizás para integrarla, la agarró del pelo y la dio un largo beso de tornillo. Cuando Raquel la soltó fue María la que se lanzó a besar a Marga. Mientras Raquel no dejaba mi polla ni un segundo. Cuando María y Marga rompieron el beso se lanzaron a mi polla y se juntaron en una especie de beso grupal en el que mi polla casi molestaba más que otra cosa. Aun así esta se llevaba buenos lametazos cuando sus bocas se desviaban. Rocío las dejó con eso y se levantó para besarme mientras ellas jugaban juntas. Tras un rato parecía que empezaban a ser capaces de compartir mi polla pero María, al ver que Rocío empezaba a desabrocharme la cabeza, se puso en pie para ayudarla. En ese momento tenía a dos mujeres intentando quitarme la camisa y a otras dos chupándome la polla. María y Rocío, cuando ya tenían mi camisa fuera, se unieron en un beso con lengua maravilloso justo a pocos centímetros de mi boca.
– Te quiero – dijo María mirando a Rocío – Gracias por dejarnos a Carlos
– Por mis chicas hago lo que sea – dijo Rocío sonriéndola mientras acariciaba su cabello.
Tras un rato así decidieron dedicarle unos segundos a desnudarme por completo y abandonaron mi polla para quitarme el pantalón. Tras unos momentos besándose entre ellas me llevaron a la cama y me sentaron en esta. Rocío se puso de rodillas en la cama detrás mía y me besó el cuello mientras me acariciaba. Raquel y Marga volvieron a arrodillarse en el suelo para mamármela mientras María se quitaba la blusa que llevaba y mostraba un precioso sujetado negro con un lazo rosa en el medio de la copa de ambos senos. Rocío siguió dando besos a mi cuello y María se tumbó en la cama para besar mi abdomen y mi costado. No era un lugar muy erógeno pero en ese momento cualquier cosa me ponía a cien.
– Me vais a matar – dije – No se debería hacer esto sin supervisión de un cardiólogo.
Las cuatro rieron un instante para, rápidamente, volver a besarme donde lo hacían antes. Tras un rato Rocío bajó junto a Marga y Raquel y se puso a ayudarlas con la mamada. Como si fuera necesario. En todo caso lo hacían de dos en dos mientras la que estaba libre se dedicaba quitarse la blusa o el top que llevaban. Raquel y Marga fueron más allá y se quitaron el sujetador. Rocío, de momento, lo mantenía. Marga cada vez perdía más la timidez y se agarró en un momento a mi polla con pasión. Tras ella se puso Rocío y empezó a besarla. María se tumbó en el suelo y metió su cabeza bajo la falda de Marga para jugar con la entrepierna de esta mientras Raquel se puso a comerle el conejo a María. Yo sentado miraba la escena y estaba seguro de estar soñando. María dejó un momento el coño de Marga y reptó hacia mi subiendo a por mi polla metiéndosela en la boca. Marga se apartó un poco, apenas unos centímetros, y miró como María me comía la polla con fiereza. Tras ellas dos se pusieron Rocío y Raquel que alternaban entre jugar con María y Marga y besarse entre ellas. Rocío y Raquel terminaron de desnudarse y se levantaron. La primera Raquel que se tumbó en la cama con su cabeza quedando junto a mi entrepierna. Marga ya había dejado mi polla y estaba tumbada en el suelo. Rocío se había movido hasta su entrepierna y la había quitado el tanga. Tras eso metió su cabeza y la chupó el coño con delicadeza. María se apartó de mi polla y se echó un poco hacia atrás para comerle las tetas a Marga durante un rato. Ese momento lo aprovechó Raquel para meterse, de nuevo, mi polla en la boca. Tras un rato María se puso sobre Marga y le colocó el coño en la boca quedando en la posición del 69 aunque con poco acceso al coño de Marga pues mi esposa estaba dándole una soberana comida. Como no podía comerle el coño a Marga lo que hizo maría fue alargar la mano y meterle un par de deditos a Rocío en el coño para hacerla un pequeño dedo. Estuvieron un rato así y la primera en subirse a mi polla fue Raquel tras dejar de comerme la polla. Rocío lo vio y dejó libre el coño de Marga para ayudar a Raquel en la follada. A ratos jugaba con las tetas de Raquel o acariciaba mis huevos mientras que, en otros momentos, nos besaba a uno de los dos. Las que estaban a lo suyo eran María y Marga que seguían entrelazadas en un 69 de película. Tras un rato follándome Raquel se bajó de mi y Rocío tomó su sitio mientras Raquel hacía el papel de ayudante. No tardó Rocío en bajarse y, viendo el lugar libre María subirse encima mía para cabalgarme.
– Esto es increíble – dije
María cabalgaba como loca. A mi esposa y a Marga no las veía pues estaban a mis espaldas. Raquel seguía de ayudante, en este caso con María. Lo que si podía era oír como Marga y Rocío no paraban de besarse ni un segundo. Tras unos minutos María se bajó y me hizo levantar. Me dio la vuelta y vi a Marga, totalmente abierta de piernas, en un borde de la cama.
– Hoy la corrida es para la nueva – dijo María – ¡Fóllatela!
No tarde nada, mi sangre estaba en un 90% en la polla, en empezar a penetrarla. Marga empezó a gemir y las otras tres, subidas en la cama, no hacían más que besarla todo el cuerpo. Desde la frente al ombligo. Yo aguanté unos diez minutos follándola, nueve más de lo que esperaba. Y es que pocas veces había estado tan cachondo.
– ¿Donde me corro? – dije
– ¡En ella! - gritaron María, Raquel y Rocío a coro.
Yo soy muy obediente y deposité en ella todo lo que llevaba dentro que ese día era mucho. Me tumbé en la cama y las cuatro se dedicaron a abrazarme y darme caricias. Tras un rato fuimos a la ducha. Allí estuve metido con las cuatro aunque entrábamos francamente mal y el chorro de agua no daba para todas.
– Por cierto – dijo en ese momento Raquel – Marga ya sabe que Juan y Elisa son tuyos. Hemos llegado a otro acuerdo las cuatro.
Yo las miré y las cuatro rieron.
– Cariño – dijo Rocío – Todos mis hijos serán tuyos. Por eso soy superior a ellas. Pero ellas tienen que demostrarte amor.
Yo aun no sabía que querían.
– Al menos la mitad de los hijos de cada una de nosotras han de ser tuyos – dijo María
Yo me quedé impactado.
– Eres bueno con los números – dijo Marga – Sabes lo que eso significa.
– ¿Que tengo que hacerte un hijo? – dije
– Y a mi otro – dijo María
Yo me puse algo nervioso
– A mi no es necesario – dijo Raquel sacando la risa de las otras tres
– Estáis como putas cabras – dije
– Si – dijo Rocío – Pero tus putas cabras
Las cuatro se rieron y yo, puesto que estaba ya limpio, salí de la ducha. Una vez vestido fui a por mi hija a la habitación pues ya se la oía tras la siesta. Cuando salieron todas pasamos a charlar de otros temas. Poco antes de la hora de cenar se fueron a sus casas y Rocío y yo quedamos solos con nuestra hija. Cenamos mientras charlábamos, en parte, sobre lo ocurrido con las chicas aunque, sobre todo, del embarazo. Ambos estábamos locos por tener un segundo hijo.
Al despertarme el domingo jugué con mi hija hasta la llegada, hacia las once, de María y su familia. Ese día comieron con nosotros y fuimos a ver la obra de nuestra nueva casa.
– Es un palacio – me dijo Marta al salir de la casa
Todos rieron.
– Pues tendrás que venir a menudo – la dije mientras andaba con ella de la mano – Todo palacio necesita una princesita
María y Rocío me sonrieron mientras Marta con una sonrisa en la boca se fue a contarle a su hermana Elena que ella era la princesita del palacio. Cenaron algo en casa antes de irse y cuando lo hicieron Rocío y yo bañamos a la niña, la acostamos y vimos una peli abrazados en el salón antes de irnos a la cama.
05. Semana del 30 de Octubre al 5 de Noviembre
Lunes y martes los pasé trabajando duro en mi despacho casi sin salir. Mi contacto con los demás se reducía a las llamadas que mi secretaria me iba pasando. Los dos días comí en el despacho aunque es cierto que, el martes, lo hice con María que pasó a charlar conmigo acerca de como iban las revisiones de sueldos de cara al año siguiente. Por las tardes disfruté ambos días de ratos con mi hija y esposa.
El miércoles día de todos los santos me acerqué al cementerio con mi esposa e hija para dejar unas flores en la tumba de mis padres. Era el primer año que lo hacía. Ese año me apeteció por primera vez Además necesitaba sentirlos cerca. Mariano y Manuela eran ya como mis padres pero echaba de menos a ratos a mis padres biológicos. Especialmente en una época en la que había invertido la mayor parte de mi capital líquido en la compra de la participación en la compra de Mariano y en una casa nueva. Por si fuera poco con mi esposa embarazada. En el cementerio estuvimos poco tiempo y al salir nos fuimos a dar una vuelta con la niña por el parque del Retiro. Tras dar la vuelta comimos en un restaurante, la niña un potito que teníamos para ella. Tras la comida volvimos a casa y mientras la niña se echaba la siesta nosotros vimos una peli. El resto de la tarde relajada con mi esposa e hija.
El jueves trabajaba con Raquel en la planificación de unas reuniones que teníamos cuando entró Mike en mi despacho.
– Me acaba de llamar Marco – dijo – Acepta. Me ha pedido un mes o así para que la transición en la empresa de Milán sea lo menos traumática posible. Su familia la traerá durante las fiestas navideñas.
– Genial – dijo Raquel
– Que no se preocupé que le ayudaremos en lo que necesite – dije
Quedamos todos los socios para estudiar la incorporación de Marco a nuestro grupo. Si venía a Madrid era para seguir con la expansión internacional.
El viernes hubiera sido un día normal si no hubiera sido por la llamada del amigo de mis padres haciéndonos una oferta de cinco millones de euros por nuestra inmobiliaria. Quedé con el en contestarle lo antes posible. Por la tarde tranquilamente en casa con mi esposa e hija.
El sábado invitamos a la familia de Rocío, pues sus padres estaban en Madrid, y a mis padres para comer juntos y que los padres de Rocío pudieran ver la nueva casa, aun en obras. Durante la comida Rocío miró a su hermana.
– ¿Tenéis ya fecha de la boda?
– Vamos a cerrarlo ya para Junio – dijo Diana
– Pues yo lo mismo no puedo ir para esa fecha.
Todos miraron a Rocío. Esta sonrió y se acarició la tripita. Y se armó una buena. Diana se lanzó a su hermana a abrazarla mientras Pablo, Jorge, mi padre y mi suegro me fueron abrazando a mi. Cuando Diana soltó a Rocío todos fueron a besarla y esta vino a abrazarse a mi. Tras dejarme Diana me besaron María Rosa, mi suegra y, por último, mi madre. Esta estuvo un buen rato abrazándome. El pequeño Jorge y Sandra nos veían emocionados. No debían ser muy conscientes de que pasaba exactamente pero el algarabío les gustaba. Una vez nos sentamos todos Diana miró a Rocío.
– Casi la montas por no decírmelo – dijo Diana – Íbamos a haber ido el miércoles a reservar la fecha de Junio pero a Pablo le salió un lío en el trabajo y al final lo dejamos para el fin de semana que viene. Ahora tendremos que elegir una libre de agosto.
– ¿Entonces no te alegras por mi embarazo? - dijo Rocío sonriendo
– Tu eres tonta – dijo Diana – Como no me voy a alegrar. Estoy como loca
De muy buen rollo fuimos a ver la casa nueva y a todos les encantó. Ya estaba terminada la obra estructural y se veían las habitaciones tal y como iban a ser. Faltaba cubrir los ladrillos y pintar pero las habitaciones de arriba ya estaban claras. Quedaban, aproximadamente, dos meses y medio de obra que iban a ser casi de decoración. Tras ver la casa volvimos y cenamos todos juntos acabando con un brindis por el embarazo de Rocío. Habiéndoselo contado a la familia quedaba contárselo a los amigos.
El domingo comimos con Raquel y su familia y volvimos a la casa para que la vieran ellos. También les gustó mucho y es que la casa era una pasada. Tras cenar con ellos en casa se fueron y me quedé abrazado a mi esposa en el sofá. Pensando en mi hija, mi esposa y el bebé que venía de camino.