Mi historia 7

Antonella y sus deseos "Sadomasoquistas"

Había vivido una de las noches más increíbles de mi corta y especial vida. Antonella era como esos volcanes en erupción, hermosos, arrolladores y realmente peligrosos. Había despertado una parte de ella que no podía creer del todo. Fernando se fue a recoger sus nuevos regalos y aprovechamos su ocupada agenda para sentirnos un poco más, nos metimos a la tina de baño no sin antes desnudarnos por completo. Mis brazos, mis piernas y mi abdomen estaban hinchados por el ejercicio previo y aún las marcas de las uñas de Antonella seguían estando intactas, tan rojas como si acabara de hacérmelas.

Antonella: Discúlpame, yo no quería dejarte la piel tan maltratada… Pero es que tú despiertas un lado en mí que jamás pensé que existía. Su voz era de una niña regañada y me sentí culpable brevemente.

Yo: Antonella, cálmate. No ha sido tu culpa, son cosas del momento, solo hay que dejarnos llevar. Vi como su  mirada cambio repentinamente y me jalo hasta tenerla nuevamente frente a mi boca.

Volvimos a besarnos con lujuria, con violencia y necesidad. Esta era una de las mejores sensaciones, pero sin duda traería sus consecuencias. La forma en que metía su lengua en lo profundo de mi garganta me enloquecía, ella tenía el poder de encenderme con simplemente mirarme. Empezó a rozarme la piel, con suavidad, pero dejándome una sensación de placer y dolor muy diferente. Mis piernas flaqueaban y mis deseos volvían a posarse sobre su cuerpo. Ya la tina estaba preparada, llena de agua caliente y un aroma muy sutil a flores.

Antonella: Ven, no aguanto las ganas de tenerte de nuevo.

Asentí con mucho entusiasmo, pero en silencio. Habían cosas de ella que empezaban a causarme cierto temor. Se sentó y me animo a sentarme frente a ella, estábamos cómodas y llenas de espuma y agua por doquier. La bese, la bese con mucho amor, con ganas y ella me recibió. Metió sus manos nuevamente entre mis cabellos húmedos y me apretujo contra su boca.

Antonella: Eres mía, por fin eres solamente mía.

Yo: Por completo Antonella. Su voz era gruesa, como si decir cada palabra le resultara excesivamente excitante.

Me abrí de piernas para ella, me relaje y espere con calma a que iniciáramos nuevamente en esta locura que llamábamos “Hacer el amor”.  Se froto las manos con el jabón líquido que utilizaba para bañarme el cuerpo, me lo paso por los pechos, por los hombros, por el tórax hasta llegar a mi cuello, toco todo con sumo cuidado, me hizo señas de que levantara mis brazos y así lo hice, me enjabono el derecho luego el izquierdo y yo hice lo mismo. Enjabone todo su hermoso cuerpo, me detuve en sus pechos y en su vientre.

Nos acercamos a horcajadas y situamos nuestras vaginas para que quedaran juntas, pegadas y listas para darse placer. Nos besamos, esta vez lentamente, apreté un poco mi centro al de ella y gimió por puro placer. Me atrajo con ímpetu apretando mis glúteos y con su dedo me penetro violentamente, no lo vi venir, pero me relaje para que mi sensible vagina no sintiera tanto dolor. En par de segundos estaba a punto de tocar el cielo, justo cuando iba a suceder me mordió el hombro y de esa forma llegue al clímax gimiendo y clavando mis dedos en su espalda. Me repuse casi de inmediato, sintiendo como mi vientre palpitaba.

La vi, ahí como un animal en celo, en busca del simple acto sexual para satisfacer sus necesidades básicas. Masajee su clítoris, daba círculos constantes y rítmicos sobre él. Llego un punto en el que estaba muy caliente, me beso nuevamente y una de sus manos fue a parar a mi espalda herida, metí tres dedos dentro de ella y para mi sorpresa gritaba que le metiera otro más. Con los músculos adoloridos lo hice, sin hacerla esperar. Mi ritmo era frenético, era de constante fuerza y mucha rapidez. No duro nada en tocar las nubes, pero antes de ello grito y se desplomo en mis brazos.

Nos limpiamos con mucha calma, nos bañamos mutuamente y al cabo de unos minutos conseguimos estar secas e impecables. Estaba en la cama, de espaldas cuando Antonella interrumpió mis pensamientos fugaces.

Antonella: Quiero decirte algo que no sé como puedas tomarlo. Aquello me tomaba por sorpresa, supuse que entre las dos los temas estaban bastante claros y que justo ahora disfrutábamos del amor que nos teníamos.

Yo: Vale, déjame me tapo para que no te desconcentres. Me senté en la cama y cubrí mi cuerpo con la manta, pero Antonella no dejaba de mirarme con descaro.

Antonella: Sé que me he pasado dejándote tantas marcas Emily, pero me ciego tanto contigo que no puedo controlarme. Deseo pasarte las uñas por todos lados, morderte, darte nalgadas y me da miedo, pánico, me da terror herirte más de lo que ya lo he hecho. Su voz sonaba preocupada y su aspecto era de verdadero miedo. No sé por quién estaba más nerviosa, si por ella y su nueva faceta o por mí y el grandísimo problema en el que me estaba metiendo.

Yo: Tranquilízate, yo una vez practique continuamente el lado sado y estuvo de maravilla, solo debo enseñarte que hacer y cómo hacerlo. Confía en mí Antonella, podemos utilizar palabras para que me hagas entender cuando no puedas controlarte y comprar algunas cosas para introducirnos por completo a este mundo.

Antonella: No estoy loca Emily, mírate la espalda. Estoy consciente de que esas heridas tardaran en curarse, pero lo que más me preocupa es lo que pienses de mí.

Yo: No seas tontica Antonella, son rasguños que sanan y en cuanto a lo que pienso de ti, pues pienso que he despertado tu lado perverso y eso me encanta.

Ambas estábamos aterradas y el miedo nos consumía, pero no íbamos a permitir que su perversión fuera el obstáculo para que nos amaramos. Ese día no hicimos mucho, nos dedicamos a consentirnos, a cocinar y a conocernos. Hablábamos como si tuviéramos años sin vernos y nos estuviéramos poniendo al día. Me conto sobre sus pocas relaciones con hombres y yo le conté lo idiota que había sido anteriormente, como viví, disfrute y me metí en problemas por andar detrás de mil mujeres. Cuando ambas bajábamos la guardia era delicioso, el problema radicaba en que apenas sentíamos apetito sexual, las cosas se salían de control.

Fernando no tardó en llegar y dejarnos con las noticias del día. Antonella no había dado clases y yo no había tocado la universidad para nada, al menos sabía que no tenía nada importante de lo cual arrepentirme y me quede en total calma.

Fernando: Todos han estado preguntando por ti Emi, me encantaría que mañana te pararas temprano y fueras a tus clases… En cuanto a ti querida tienes que ir a hablar con Alexis, parece que un huracán acabaron con su poco gusto por la moda, ni siquiera se ha cortado la barba y ha pasado todo el rato preguntándome por ti.

Antonella se tapó la boca con mucha pena y salió corriendo a buscar su celular.

Yo: Aquella quedará sin trabajo si sigue saliendo conmigo. Ambos nos reímos con un tono preocupado.

Fernando: Con que vendas un par de pinturas tienen para vivir cómodamente unos cuantos años.

Era cierto, el tema de las pinturas y mi padre simplemente no lo había tocado. Por una parte me daba rabia aceptar algo de él, pero por otra era lo que menos me debía por tantos años de sufrimiento y desprecio.

Me levante en busca de mi celular y a lo lejos oía como Antonella le decía  al imbécil de Alexis que tenía gripe y por ello no había asistido a dar las clases.

Busque el famoso documento que había dejado en la mesita de noche y empecé a ojearlo un poco. Hablaba de su agradecimiento a mi madre por haber cuidado de mi todos estos años, hablaba de qué extraño compartir momentos conmigo y ese poco de cursilerías de las que huía siempre. Por los momentos me interesaba en absoluto nada la cantidad de veces que me escribió “Lo siento”, lo único que quería era pagarle el dinero a Alexis y cortar de una vez cualquier laso que pudiera unirme a él.

Firme donde debía firmar y me dispuse a llamar al señor Antonio, dejarle la noticia buena de que empezáramos la subasta de las pinturas tan pronto como fuera posible. Busque el número entre los documentos, marque y espere el tono.

Yo: Hola señor Antonio, he firmado los documentos. Iniciemos la venta tan pronto pueda.

Antonio: Emily, que gusto escucharte. Tienes que retirar una llave que te han dejado aquí en mi despacho. Aquello me ponía un poco incomoda porque no sabía que abriría con esa llave,

Yo: Esta bien señor Antonio, estaremos en contacto.

Colgué y en minutos tuve los brazos de Antonella sobre mi vientre, me dio dos besos en el cuello y me erice como un cuerpo espín.

Antonella: Tengo que irme Emily, debo pedir que me firmen un justificativo médico para que Alexis no sospeche. Entendía perfectamente su punto y no me opuse.

Yo: Ve que yo tengo que ir a buscar unas cosas y comprar otra. Nos vemos por la noche.

Antonella: Te estaré esperando para una cena, vístete formal. Sentí un vuelco de esperanza en el pecho y nos despedimos con un beso profundo y tierno.

Fernando apareció de la nada y me observo con mucha incógnita, su rostro reflejaba preocupación y hasta celos.

Fernando: Tu padre tiene que darte todo lo que te negó y en cuanto a Antonella, me vas explicando porque demonios tienes tantas marcas en la espalda. Dude ante su pregunta que fue más como una orden.

Yo: Ella está entrando al mundo sado y tengo ánimos de ser su sumisa. Nos miramos con complicidad y echamos a reírnos.

Fernando: Tengo un sitio muy mono donde venden cositas para tu entera diversión, para que luego no digas que soy mal amigo, pero antes de eso tienes que decirle que baje su ritmo porque si sigue así puede hacerte verdadero daño. Asentí como cuando mi madre me dice que hacer y no puedo oponerme.

Nos vestimos deportivos, me deje un crop bastante pegadito y un mono algo cómodo, no quería que se me notaran mucho las marcas que mi amante me había dejado. Fuimos por el auto de Fer y al cabo de unos minutos nos encontrábamos dando golpes en la autopista. Estábamos cantando a todo pulmón “Los Sanitarios” de Caramelos de Cianuro y cuando Fernando empezó con sus juegos bruscos de tratar de tocarme los pechos y el trasero, me desconcentre y no vi a una ciclista… Casi le doy y ella se cayó al pavimento, el sonido que hice con las llantas fue apoteósico y prácticamente salte del auto para comprobar que estuviera viva.

Era la misma chica que se había reído de mi comentario en el café aquel día que estaba entrenando en el gimnasio, la misma chica de ojos grandes, expresivos y tenues. Me acerque para tocarla suspirando con dificultad y de pronto me brinco encima.

Desconocida: Pero que carajos te sucede? Pudiste haberme matado. Yo no sabía qué hacer y el marica de Fernando estaba nervioso en el asiento con ganas de desaparecer.

Yo: Lo sé, pero frene a tiempo. ¿Estás bien? La sostuve con ambas manos por sus hombros, echándole una pequeña chequeada. Al parecer no tenía ni un rasguño.

Desconocida: Eres la chica del café, la que me invito el café. Asentí con una sonrisa y ella se ruborizo. Era una mujer increíblemente blanca, tan blanca que parecía un papel, sus ojos eran cafés claro, se podría decir que eran casi amarillos y su sonrisa era cosa de Dios.

Yo: Me llamo Emily y soy la persona que estuvo a punto de matarte, si no te importa me gustaría llevarte a un hospital para que te revisen. Ella me observaba con cierta fascinación y admito que yo también la veía encantada.

Desconocida: Yo soy Marta, no te preocupes también ha sido culpa mía, pase muy rápido y no me fije en si tenía la luz verde. No necesito ir al hospital estoy bien, ya me has revisado.

Yo: Si, realmente estás más que bien Marta. Me dio un golpe en el brazo y sonreímos a la misma vez. Si tu estas bien, déjame que te lleve a casa, es lo menos por el susto y así me quedo tranquila.

Marta: Dejaré que me lleves, sólo para que te quedes tranquila. Me saco la lengua y cuando iba por su bicicleta note que Fernando se le presentaba y se movía a la parte trasera con disimulo.

Abrí la maletera y coloque su bici, estaba bien, ni una golpecito y yo estaba más tranquila por no tener que pagar ni hospitales ni partes de su bici que se notaba sumamente costosa. Además me quedé pensando en que volví a verla en menos de una semana por coincidencia y eso me resultaba extraño, me parecía muy guapa y entre las dos había cierta sensación extraña. Subí al auto y la contemple nuevamente, estaba sudada y con las mejillas rojas por el susto quizás.

Yo: ¿Y tú vas por ahí saltándole encima a la gente que está a punto de atropellarte?

Marta: No, idiota. Te salte encima porque me encantas. Me saco el dedo del medio y nos reímos con mucha tranquilidad de lo que había sucedido minutos antes.

Yo: Bueno chica, tienes que darme la dirección porque no tengo idea de dónde vives y quiero volver a buscarte para invitarte a salir.

Marta: Tonta si crees que yo saldría alguna vez contigo. Ese comentario me dolió, me dio la dirección y con cara seria la lleve hasta su casa.

Me baje, le abrí la puerta y la ayude a bajar. La tuve frente a mí unos segundos que parecieron eternos y nos miramos con un aire extraño, como si algo estuviera pasando y no lo supiéramos. Gire mi cabeza como tratando de organizar mis pensamientos y fui por su bicicleta, la baje y se la coloque dentro de la casa, ahora sabía la dirección y tenía la sensación de que volvería, muy pronto volvería a ese lugar.

Marta: Gracias, de verdad.

Yo: Nada que agradecerme, piénsate lo de salir conmigo algún día de estos. Te debo lo del susto.

Marta: ¿Estás loca? ¿Acaso crees que no me sé la famita que tienes?  Ni creas que voy a caer en tu trampita.

Yo: Entonces si conoces mi fama, no conoces nada sobre mí. Retiro lo de salir contigo, puedo pagarte la bicicleta como nueva para no deberte nada. Adiós, loca.

Marta: Loca tú que vas por ahí creyendo que todas morimos por ti. Lanzo la puerta con fuerza y yo me quede observando hacia la nada, tenía razón, no todas mueren por mí, pero mi idea era ofrecerle salir a comer para pasar la rabia y no debernos nada.

Me monte y me fui con Fernando a la tienda de sexo, donde habían de todo tipo de juguetes. Opte por un arnés, unas bolitas y un consolador doble. Tenía preparado una noche llena de locura y orgasmos.

Hasta aquí el relato de hoy, les agradezco de nuevo por felicitarme, comentarme y saludarme al correo.

Saludos para:

Sasia: Hola, espero este te guste tanto como el otro. Lamento la tardanza, pero los fines de semana para mi son intocables. Besos desde Venezuela.

Ariesp: Hola, me alegra que te gustará. Saludos para ti también.

Emilyzapata72@gmail.com         Escriban cuando gusten, que estaré encantada de responderles.

Pd: Vienen cosas inesperadas…