Mi historia (69: Septiembre 2006)
Los socios de mi padre y mios nos presentan una oferta para comprar su empresa. No es la única noticia del mes.
01. Semana del 4 al 10 de Septiembre
El primer lunes de septiembre empezaba la obra en el chalet que habíamos comprado en El Viso. La obra estaba prevista que costara un millón doscientos mil euros y teníamos que aportar medio millón de euros. Se encargo Rocío de hacer la transferencia y, tras trabajar, fuimos ambos a hablar, ya en la casa, con la diseñadora que dirigiría la obra. Iban a empezar por arriba y nos sorprendió cuantos tabiques habían tirado ya tras un solo día de trabajo. Esperaban terminar todo para, aproximadamente, mediados de enero. A las siete y media acabamos allí y nos fuimos para casa para que Elizabeth se pudiera ir a la suya. Dimos de cenar a la niña y la acostamos. Tras cenar nosotros y ver un poco la tele nos fuimos a la cama a hacer el amor. Lo hicimos claramente buscando otro hijo.
El martes trabajé toda la semana con Marga y Alberto preparando nuestras aperturas del segundo año y otros asuntos del holding. Raquel se incorporó a nuestra reunión a mitad de esta pues había tenido un evento por la mañana representando a la empresa. Era ya septiembre y estábamos a tope. A mediodía me fui a comer con mi padre y tras la comida fuimos a su oficina donde, en una sala de reuniones, hablamos con nuestros socios pues estos querían vendernos su parte en la empresa. La reunión fue una primera toma de contacto aunque ellos nos comentaron que querían que todo fuera muy rápido. Ellos valoraban la empresa en 77 millones de euros. En realidad en unos 70 pues la empresa en ese momento tenía siete millones de euros en caja. Nos dijeron que estudiáramos lo que pensábamos nosotros. 77 millones eran siete veces los beneficios de 2005. Al irse ellos mi padre y yo nos quedamos charlando.
– En esto quiero que vayamos a medias – dijo mi padre – De su 48% quiero que tu compres la mitad.
– No tengo los dieciocho millones de euros que sería comprar a este precio – dije – A lo sumo tendré unos nueve millones y pico. Y con el gasto de la obra de la casa dudo que pueda dedicar más de unos ocho millones de euros. Nadie me va a dar un préstamo de más de diez millones de euros.
– A las malas te lo doy yo – dijo
– Y yo no lo acepto – dije – El dinero que tenéis en efectivo es para vuestra familia
– Joder Carlos – dijo Mariano – ¡No me jodas! Tu eres nuestra familia.
– Me has entendido perfectamente – dije – Yo voy a heredar esta empresa.
– Pues eso – dijo – Si tu compras un 5% y yo el resto también gastaré el dinero y el resultado será el mismo
Lo pensé un rato y, como casi siempre, mi padre tenía razón.
– En todo caso – dije – Si nos han dicho 77 es que están dispuestos a aceptar mucho menos.
– Piensa un número – dijo mi padre – Y dentro de una semana quedamos, nos ponemos de acuerdo y les pasamos la contraoferta.
En eso quedamos y charlamos un poco más sobre la empresa antes de pasar a charla sobre mi vida y sobre la obra de la casa que acababa de empezar. A las ocho menos cuarto me despedí de el para irme a casa y llegar antes de que se acostara la peque. Esa noche Rocío y yo volvimos a hacer el amor tras irnos a la cama.
El miércoles al volver a casa tras el trabajo ya estaba Rocío solo con la niña. Mientras jugaba la peque, delante nuestra, se abrazó a mi en el sofá.
– Has fallado el primer tiro – dijo
Yo la miré.
– Tengo la regla
Me eché a reír y la besé.
– ¡Vaya! Tendremos que seguir intentándolo
Rocío se rió y le dijo a la niña que teníamos que ir a cenar y esta, andando ya solita, siguió a su madre a la cocina. Era muy interesante ver como la niña cada vez comprendía más cosas de lo que se la decía. Esa noche, lógicamente, no hicimos el amor.
El jueves Raquel y yo estuvimos en mi despacho charlando sobre distintas cosas de la empresa desde las once de la mañana. A las dos vimos que no íbamos a terminar y le dijimos a mi secretaria que nos trajera unas ensaladas y unos sándwiches para comer. Cuando nos lo trajo, a las dos y media, se fue ella a comer y nosotros paramos un momento para comer mientras charlábamos de nuestras familias. Yo disfrutaba de una ensalada mientras ella comía un sándwich. Me sonrió y se levantó con el en la mano sentándose en mis rodillas.
– Si me das un poco de tu ensalada yo te doy un poco de mi sándwich
Yo la sonreí y pinché con el tenedor en la ensalada mientras con la otra mano acariciaba su pierna. Ella comió un poco y me sonrió. Tras tragar la ensalada me besó y nuestras lenguas jugaron en el interior del otro. Tras un largo beso con nuestras manos explorando el cuerpo del otro. A sus senos, desde luego, les di un buen repaso. Tras un buen rato besándonos ella le di un mordisco a su sándwich y, tras acercarse a mi, me paso parte de este. El sándwich iba de la boca del uno a la del otro. Una vez no quedo rastro del sándwich rompí el beso.
– Eso ha sido una guarrada – dije
Ella se echó a reír.
– Si – dijo – Pero en el fondo te ha encantado.
Y tras decir eso se metió otro poco de sándwich en la boca y me volvió a besar. Así estuvimos durante toda la comida. Entre besos y magreos. Tras un último beso apartamos los recipientes de la comida y nos pusimos a seguir currando. Estuvimos hasta las seis en un día muy productivo. A esa hora yo me fui corriendo para casa para despedirme de mi esposa que se iba a Cuenca para la despedida de soltera de Mónica. Rocío se fue ese día a las siete con Mónica y Teresa en su coche. Yo di de cenar a la niña y la acosté. Con ella ya durmiendo cené una tortilla francesa y leí un poco antes de irme a la cama.
El viernes en el trabajo fue la reunión mensual. Agosto como era habitual no fue un buen mes. Tras los casi dos millones de beneficios de Julio en Agosto nos quedamos en poco más de seiscientos mil euros. Una tercera parte. A pesar de todo era normal. Muchas empresas no abrían en agosto, o cerraban unos semanas de este, y las otras iban a medio gas. Solo nuestros clientes de zonas costeras funcionaban mejor. Igualmente las tiendas y restaurantes notaban el bajón vacacional. Tras la reunión y currar un poco me fui a casa a comer. Comí con Teresa y luego me fui a la guardería a por mi hija. Cuando volví a las cinco le di el resto de la tarde libre a Teresa y me quedé solo con ella. Disfrutaba solo con mi hija cuando sonó el telefonillo. Eran María y sus hijas. Cuando las abrí la puerta las tres niñas me besaron y se fueron al salón donde estaba mi hija. Ya sin las niñas alrededor, María me dio un besito en la boca.
– ¿Que hacéis aquí?
María se encogió de hombros.
– Quieren estar con su hermanita – dijo riendo
Yo reí con ella.
– Se han enterado de que no estaba Rocío en casa, porque he hablado hoy con ella, y han querido venir a verla. La quieren como a una hermana. Ni como a una prima. Para las tres es su hermana pequeña.
María y yo charlamos un rato juntos. Pronto llegó Arturo y el y yo salimos un momento a comprar algo de cenar. Cenamos todos juntos en nuestra casa y, cuando acosté a la Sandra, se fueron a su casa. Me hizo mucha ilusión ver lo que las niñas de María querían a mi hija. Haberlas querido yo siempre, y Rocío también, casi como si fueran mis hijas probablemente influyera en el amor que tenían hacia mi hija.
El sábado era el cumpleaños de María pero, puesto que Rocío tenía la despedida de Mónica, dejó la celebración con nosotros para el día siguiente y ese día lo haría con su familia. A las once vinieron Mike y Marga con el pequeño Miguel a pasar un ratito conmigo y se quedaron hasta después de comer. Hicimos en casa una barbacoa y charlamos sobre muchos temas pero no sobre nuestra cambiante relación en lo sexual. Yo quería ir llevándolo despacio. A media tarde se fueron y me quedé a solas con mi hija. Disfruté mucho con ella. Y luego en soledad me puse una película.
El domingo tras levantarme aseé a mi hija y nos fuimos a casa de María. Durante la mañana fueron llegando el resto de nuestros amigos. Mientras yo charlaba con unos y otros, Marta estaba casi todo el tiempo conmigo. Cuando no estaba conmigo es que estaba jugando con mi hija un rato. A las tres llegó Rocío, justo a tiempo para comer. Tras saludar a todos, a María primero, cogió a su hija en brazos y vino a darme un beso. Su cara mostraba el cansancio lógico.
– ¡Que cara traes! - dije
– La misma que traerías tu, listo.
Todos rieron. El cumpleaños fue agradable dentro de la normalidad. Rocío estaba muy cansada y nos fuimos hacia las siete y media. A las nueve acostamos a la niña y ella se fue a la cama hacia las diez. Yo a las doce me uní a ella pero ya dormía profundamente.
02. Semana del 11 al 17 de Septiembre
El lunes me reuní con Mike y su equipo para ver como iba el primer día de comercialización del resto de productos italianos. Todos aquellos productos que distribuía la empresa que habíamos comprado en Italia y aun no eran distribuidos en España pasaban, inmediatamente, a nuestra cartera. Algunos eran más fáciles de vender que otros pero nos valía para convertirnos, de un plumazo, en los líderes en la distribución de alimentos de lujo italianos en España. Esa tarde al llegar a casa jugué con la niña y, por la noche, hicimos el amor mi esposa y yo.
Tras todo la mañana trabajando en mi despacho, me fui a comer con mi padre para hablar y luego reunirnos con nuestros socios en su empresa. Durante la comida dejamos claros dos puntos de nuestra oferta. Primero el precio. No podíamos ofertar más de cinco veces beneficios y eso es lo que íbamos a ofrecer. Por otro lado decidimos ir a medias. Si ofrecíamos cincuenta y cinco millones a mi me tocarían pagar unos trece millones. No tenía ese dinero pero el crédito que tenía que pedir ya era solo de entre cinco y siete millones. La reunión con ellos fue muy rápida. Dieron acuse de recibo de nuestra oferta y nos dijeron que nos darían una respuesta en unos días. Como terminamos tan pronto, serían las seis, mi padre llamó a mi madre y quedamos todos en mi casa donde pasaron un rato con su nieta. Ya con la niña en la cama cenamos las dos parejas. En cuanto ellos se fueron nosotros fuimos a la cama a hacer el amor.
El miércoles María y yo salimos a ver unos cursos que ofrecía una empresa de técnicas de venta. Tras la presentación María me invitó a comer a su casa pues estábamos cerca. Ese día María iba muy juvenil, incluso para la nueva María que habían creado en los últimos años Raquel y Rocío. Llevaba ese día una faldita corta, blanca, con una camiseta de color crudo y unos zapatos marrones de alto tacón y algo de plataforma, alrededor de unos dos centímetros. Al llegar ya se había ido la asistenta, que limpiaba en su casa de ocho a una todos los días, y aun no había llegado Mariely. Tras cerrar la puerta María me llevó de la mano al salón al llegar allí nos besamos antes si quiera de sentarnos. Mientras nos besábamos ella acariciaba mi cuello y sin dejar pasar mucho llevó su mano a mi entrepierna para empezar a desabrochar mi cinturón. Yo me fui desplazando por el salón hasta que la espalda de ella tocó con la mesa del comedor y la subí a esta. Ella sentada sobre el borde de la cama, abrió las piernas y yo me situé entre estas. Bajé un poco su camiseta hasta que sus senos estaban disponibles, solo cubiertos por el sujetador. Lentamente ella se dejó caer sobre la mesa y toda su espalda estaba apoyada en esta.
– El domingo estábamos en esta misma mesa comiendo con nuestros amigos – dijo – Y ahora estás a punto de follarme.
Yo me acerqué a ella y mi polla tocó su entrepierna. Como la falda era tan corta toqué directamente sobre el coñito.
– Siento tu polla en mi entrepierna y solo pienso en que me folles.
Yo sonreí y la besé. Aparté sus manos y las puse contra la mesa pasando a besarla de nuevo sobre el vientre. Desde ahí fui subiendo, poco a poco, hasta llegar a su boca donde volví a unirme con ella en un beso lleno de pasión.
– Lo mejor que he hecho en mi vida es liarme contigo – dijo – Tras mis niñas. Aunque de una de ellas tu también tienes la culpa.
Ella no paraba de hablar y yo no paraba de besar su cuerpo. Levanté una de sus piernas y empecé a besarla por el empeine para, poco a poco, ir bajando a lo largo de esta y llegar a su entrepierna. Cuando la besé sobre la braguita en el coño ella gimió por primera vez y, con sus piernas, me rodeo para que me quedara allí un rato. Seguí besándola lentamente sobre esta aunque tras un rato volví a subir hasta sus senos y luego a su boca. María terminó de bajarse la camiseta de tal manera que quedó alrededor de su cintura. La corta faldita que llevaba ese día no cubría mucho al estar tumbada sobre la mesa. Tras unos cuantos besos más ella se quitó su sujetador, de color crema con flores rojas, y empezó a acariciarse los pechos. No tardamos en volver a unirnos en un largo beso pasional. Yo la besaba mientras acariciaba mi polla aun en el pantalón sobre su braguita.
– Me encanta sentir tu polla – dijo – Nunca nadie me ha dado el placer que tu me das y no puedo renunciar a el. Eres mi droga.
Yo la sonreí y la besé de nuevo. Mientras lo hacía pasé a desabrocharme el pantalón con el ya desabrochado me lo quité rápidamente y mi siguiente objetivo fue quitarle a ella su braguita blanca. No fue nada difícil y acerqué mi polla a su coño. Ella se incorporó de estar tumbada sobre la mesa a estar sentada.
– Quiero ver como me la metes – dijo – Hoy no me vale con solo sentirla. Hoy necesito todo de ti.
Moví mi polla a lo largo de su raja y lentamente se la metí. Ella miraba como la polla entraba y, una vez estuvo dentro más de la mitad, me miró a los ojos y nos besamos. Estuve penetrándola durante un buen rato con nuestras bocas unidas durante casi todo ese tiempo. Nos mirábamos a los ojos y nos declarábamos amor. Sin palabras. Mientras mi polla no dejaba de penetrarla y ella subió una de sus piernas, la izquierda, a mi hombro derecho. Estuvimos follando más de un cuarto de hora hasta que ella se corrió y con los movimientos de su coño hizo que yo me corriera en su interior. Tras un rato besándonos nos fuimos a duchar y luego comimos una ensalada y un filete de pollo a la plancha. Volvimos a la oficina y yo me reuní con Marga y Alberto para ver las aperturas futuras y si podíamos meter alguna más en el calendario pues empezábamos a recuperar la caja y podíamos dar un empujón a la inversión. Esa tarde ya en casa, con mi esposa e hija, todo normal.
El jueves en la oficina nada destacable. Por la tarde Rocío y yo fuimos a las siete al despacho de nuestra decoradora. Montamos en mi coche y fuimos a ver cocinas a su proovedor. Íbamos a ver colores y materiales pues el diseño ya lo habíamos visto sobre plano. Elegimos muebles blancos, con alguno negro para dar color, de un material de altísima calidad, y una encimera de Silestone en color negro. Nos gustaban más el Silestone que los distintos mármoles que nos enseñaron. A casa llegamos casi a las nueve y la niña ya estaba en su habitación durmiendo. Elizabeth al llegar nosotros se despidió y se fue a casa. Nosotros cenamos y nos fuimos a la cama.
El viernes Rocío estaba en mi oficina a las tres y nos fuimos a por la niña y directos a Cuenca pues al día siguiente era la boda de Mónica y Pedro. Al llegar a casa de los padres de Rocío estos jugaron con la niña antes de que la acostáramos. Una vez en la cama charlamos con los padres largo y tendido. A última hora llegaron Pablo y Diana para ir a la boda. El hermano de Rocío no iría al tener su nena apenas un mes de vida y viajar con ella era un poco pesado para un solo fin de semana de boda.
El sábado Pablo, mi suegro y yo nos quedamos en casa cuidando de la niña y disfrutando un rato del buen tiempo y la piscina. Las mujeres se fueron a la peluquería. Llegaron, comimos y tocó empezar a prepararnos pues la boda era a las seis. A las cinco y cuarto salimos de nuestra casa en dos coches de camino a la iglesia. Al llegar a esta vimos a Teresa, con su jefe y novio, y a Raúl con Sofía. Estaban en grupos separados. Yo saludé a Teresa y con Sandra de la mano me fui a ver a Raúl y Sofía. Al rato vino Rocío, que se había quedado con Teresa, a saludar a Raúl. Estuvo un rato con nosotros, cogió a a niña en brazos y volvió con Teresa hasta la hora de entrar en la misa. Rocío y yo nos sentamos juntos con la familia de Rocío pero al terminar la boda, que no fue muy larga, volvimos a separarnos y estuvimos así hasta después del cocktail. Apenas nos veíamos unos segundos para irnos pasando a la niña. A la hora de comer volvimos a estar juntos. Mónica y Pedro no querían que estuviéramos con Raúl o Teresa para no crear rencillas y pusieron a ellos en sus respectivos grupos y a nosotros con los hermanos de ellos. Fueron dos horas en las que pude disfrutar de mi esposa. Apenas nos movimos de la mesa pues, con la niña, la gente se acercaba a nuestra mesa. A la hora del baile y las copas volvimos a separarnos aunque encontramos un par de ratos para poder bailar juntos. A las dos nos despedimos de todos y nos fuimos a casa de los padres de Rocío La niña ya llevaba varias horas dormida en su sillita.
El domingo a las nueve, tras algo más de seis horas de sueño, nos levantamos. Preparamos a la niña, desayunamos y nos fuimos para Madrid. Sin despedirnos de los padres que aun dormían pues se acostaron mas tarde. Llegamos a Madrid hacia las dos de la tarde y fuimos a casa de María para el cumpleaños de Arturo. Llegamos justo a tiempo para comer.
– ¿Que tal la boda? - dijo María
– Tensa – dije yo
– Supongo – dijo Raquel
– Parecíamos divorciados – dijo Rocío
Todos se echaron a reír. Les contamos un poco como fue todo y luego pasamos el foco de atención al cumpleañero. Fue una comida muy agradable que ellos pusieron ese día por nosotros pues al fin de semana siguiente volvíamos a Cuenca. A las siete volvimos a casa y tras bañar, dar de cenar a la niña y meterla en la cama fuimos a la habitación, sin cenar, a hacer el amor durante largas horas antes de caer dormidos. El buscar un bebé siempre nos ponía muy cachondos.
03. Semana del 18 al 24 de Septiembre
El lunes me levanté a primera hora de la mañana y me fui al aeropuerto donde había quedado con Alberto. Al llegar pasamos el control de seguridad y fuimos a la sala VIP a desayunar. Volábamos a Milán. Llegamos hacia mediodía y fuimos directos a nuestra oficina donde estuvimos limando algunas asperezas de la integración. No eran grandes problemas pero si estaban, por ejemplo, retrasando a Ana. Comimos en las oficinas y nos fuimos de ellas a las siete y media Marco nos invitó a cenar a su casa. Tras pasar por el hotel y darnos una ducha fuimos a cenar con Marco y su familia. A su esposa, Natalia, le gustaba estar rodeada de españoles pues la hacían sentirse un poco más cerca de casa. A las once terminamos y nos fuimos para el hotel a dormir.
Estuvimos todo el martes en la oficina de Milán, hasta poco después de las cuatro cuando nos fuimos para coger el vuelo de las seis de la tarde a Madrid. Cuando aterrizamos en Madrid tenía una llamada perdida de mi padre. Le llamé y me dijo que habían aceptado nuestra oferta de cincuenta y cinco millones.
– Ahora tienes que conseguir trece millones doscientos mil euros – dijo mi padre – Si necesitas ayuda, pídela.
– Espero no necesitarla – dije – Pero gracias.
Al llegar a casa mi hija ya dormía. Di un beso y le di la noticia a mi esposa.
– Ya lo se – dijo – Ha llamado tu padre. Me ha dicho que si necesitamos su ayuda la pidamos
Yo me eché a reír pues era lo mismo que me dijo a mi.
– He pensado en pedir un crédito al banco – dije - ¿Que te parece?
– Tu verás – dijo – Es tu dinero y tu empresa
– No cariño – dije – Es de los dos. Esto ya se compra en el matrimonio. Va a significar grandes esfuerzos. Tendremos que bajar el ritmo de gastos. No voy a renunciar a vivir bien pero deberíamos mirar de que cosas podemos prescindir.
Rocío me miró.
– Cariño – dijo – Me encanta ser una mujer rica y poder ir un día a El Corte Inglés y gastarme mil euros en ropa. Pero no lo necesito Necesito estar contigo y mi hija. El resto me da igual.
Nos sonreímos y besamos. Y besándonos fuimos a la cama donde hicimos el amor.
El miércoles era el cumpleaños de Arturo. Una vez estuvimos en casa tras currar le llamamos Rocío y yo para felicitarlo. Tras hablar con el un rato por teléfono nos dedicamos a nuestra hija. Jugando, dándola de cenar y acostándola. Una vez estuvo en la cama cenamos Rocío y yo y tras charlar un rato sobre nuestra nueva vida nos fuimos a la cama. Tampoco es que fuera a cambiar mucho nuestra vida. Pediríamos un crédito de unos cuantos millones pero con los repartos de beneficios podríamos ir poco a poco reduciendo las cuotas que al principio serían demasiado grandes hasta para nosotros. Rocío y yo nos besamos y me olvidé de la hipoteca. Ella llevaba ese día un precioso conjunto de ropa interior verde y negro. Tras besarnos durante un rato ella se subió sobre mi. Me debió notar tenso.
– Tranquilo amor – dijo Rocío – Se que te preocupas por tu hija y por mi pero, de verdad, todo saldrá bien. Ahora solo quiero crearte más problemas.
– ¿Más problemas? - dije
– Si cariño – dijo – Quiero que tengas otro niño u otra niña por la que preocuparte. Fóllame. Estoy en mis días fértiles. Hazme un hijo.
Yo sonreí y la besé. Mientras Rocío me daba besitos ella se fue quitando la braguita y el sujetador. Una vez desnuda empezó a jugar con mi entrepierna y bajó el calzoncillo que era lo único con lo que iba a dormir ese día. Una vez mi polla estuvo liberada Rocío empezó a mamármela. Lo hizo con avidez pero yo la ayudé subiendo y bajando su cabeza sobre ella. Ella me miraba mientras me la chupaba y me puso muy caliente. Yo la hice poner a cuatro patas sobre la cama y empecé a mamar un poco su coñito para que ella se calentara tanto como estaba yo. Tras un rato chupando su coñito la hice dar la vuelta y ponerse boca arriba en la cama con las piernas abiertas. Pegué mi polla y lentamente la fui penetrando. Ella gemía con cada una de mis embestidas y me pedía más. Yo muy caliente no hacía más que seguir sus indicaciones. En esa posición, con ella sobre la cama tumbada boca arriba, hicimos varias posturas, con las piernas muy abiertas, con las piernas juntas y hacia arriba, con su piernas alrededor de mi cuerpo. Variando dentro de la sobriedad.
– Sigue – dijo ella – Correte dentro de mi. Necesito sentir tu leche. Necesito que me embaraces. ¡Hazlo amor!
Tras decir eso yo me tumbé sobre ella y la seguí follando sin pausa hasta que ella se corrió con estrépito. Mientras lo hacía yo me corrí en ella. Mi semen hizo que ella encadenara su corrida con una segunda que termino por exprimir mis huevos. Me quedé con mi polla dentro de ella y cuando salí ella puso sus piernas en alto para, según ella, que no saliera nada. Me puse mi calzoncillo y me acerqué a ella, abrazándola por atrás y quedando ambos dormidos.
El jueves, tras trabajar, fuimos a ver baños con nuestra decoradora. La contamos como iba a cambiar nuestro panorama económico y, aunque no íbamos a cambiar nuestro presupuesto de la reforma, si que no íbamos a comprar cosas demasiado caras. Miraríamos la gama alta de los baños pero no el lujo por el lujo. Teníamos muchos baños que amueblar y al final compramos diferentes calidades. Para el aseo público de la planta baja compramos todo de la parte baja de la gama alta y para los baños de las habitaciones casi todo de la franja media de la gama alta. Exceptuando en nuestro baño que, al ser más grande, pusimos una bañera hidromasaje que era de la franja alta de la gama alta. Con tanto baño la factura fue importante pero aun así rebajamos en un diez por ciento el gasto que teníamos estimado para baños. A casa llegamos tarde, casi a las nueve. Charlamos un poco con Elizabeth, que ya había acostado a la niña. Nos dijo que Alberto y ella querían cenar con nosotros y aceptamos. Tras ver días que teníamos ambos libres quedamos para el sábado siguiente. Una vez se fue nos pusimos a cenar Rocío y yo.
– Estabas tenso hoy con los precios de los baños – dijo Rocío
– Claro – dije – Nos viene encima un gasto que nos va a dejar temblando. Ya te dije que no podemos ir a lo loco
Rocío me besó.
– Y no digo que vayamos a lo loco – dijo Rocío – Pero tampoco estar tenso comprando un váter.
– No se si te das cuenta de la hipoteca que nos va a caer encima
– Cariño soy banquera – dijo – Casi puedo calcular la cuota de un hipoteca de cabeza. A nosotros 20.000 euros al mes no nos los quita nadie
– ¿Y te das cuenta que eso es más de lo que cobramos entre los dos?
– Perfectamente – dijo – Y el banco no se la daría a nadie con esa situación. Menos a ti. Porque en repartos de beneficios lo normal es que ganes hasta un millón de euros al año y con eso podrás o ir ahorrando, para pagar las cuotas, o reducir la hipoteca para que baje a cuota. Ni me preocupa que nos den la hipoteca ni pagar esta cuando nos la den.
– Me encantaría ser como tu – dije – Pero a mi me preocupa no poder cumplir ante Sandra y ante ti
Rocío me sonrió y me miró a los ojos. Se levantó y se sentó en mi regazo para besarme con pasión. Sin decir nada. Tras un momento se levantó y me agarró llevándome a la habitación donde hicimos el amor buscando un segundo hijo.
El viernes tras toda la mañana trabajando duro con María me fui a por la niña a la guardería. Allí había quedado con Rocío y nos fuimos hacia Cuenca. Comimos unos sándwiches en el coche. Antes de las siete y media estábamos en Cuenca y los abuelos pudieron jugar con su nieta. Tras acostar a la peque cenamos con los padres mientras llegaban Pablo y Diana. En casa de los padres ya estaban, desde esa mañana, Jorge, María Rosa y sus hijos. No pudimos ver a la pequeña porque estaba durmiendo. No tardamos en irnos todos pronto a la cama.
El sábado a Pablo, mi cuñado, mi suegro y a mi nos tocó comprar todo para el cumpleaños de mi suegro que celebraban ese día con sus amigos. Mientras nuestras chicas cuidaban de la prole y, sobre todo, babeaban con la pequeña Nuria. Ese día todo fue a toda prisa y en nada estábamos con los amigos de los padres. Estaban también Raúl y Sofía que, tras la boda de Mónica y Pedro, habían pasado toda la semana en Cuenca de vacaciones. Sofía estaba totalmente integrada en el grupito. Me alegré.
– Me alegra que Sofía este también con el grupo de Raúl y Pedro – le dije a mi esposa en un momento en que quedamos solos.
– ¿Que esperabas? - dijo – Es un verdadero encanto. Negaré haber dicho esto hasta bajo tortura pero Raúl ha ganado con el cambio con respecto a Teresa
– Tía que es tu amiga – dije
– Por eso lo negaría, tonto – dijo – Quiero a Teresa. Lo sabes. Pero no pegaba con Raúl. Es demasiado... no quiero decir falsa. Digamos que siempre quería lo mejor, un poco pijilla.
– Un mucho pijilla – dije
– Pues eso – dijo – Ahora con su jefe tiene la vida que buscaba. Ropa cara, buenos coches y vacaciones de lujo. Raúl tiene a una chica normal que quiere estar con el, ir al cine y pasar una semana de vacaciones en Cuenca.
– Pues como Teresa no es mi amiga y mi amigo es Raúl no voy a tener problema en decir que Sofía le da mil vueltas en todo.
– ¡Oye! – dijo Rocío – Que sigue siendo mi amiga
Los dos nos echamos a reír y fuimos hacia Raúl y Sofía para charlar un rato con ellos. Al ser la fiesta en casa de mis suegros pudimos acostar a la niña y pasar un buen rato en la fiesta.
El domingo como era costumbre celebramos el cumpleaños en familia. Fuimos a un restaurante y todo fue muy bien. Al padre le regalamos algo de ropa y tras la comida nos fuimos a casa. Llegamos con algo de tiempo para jugar con y ya con ella en la cama descansamos un poco antes de irnos a la cama a dormir. No sin antes hacer el amor.
04. Semana del 25 de Septiembre al 1 de Octubre
El lunes era el cumpleaños del padre de Rocío y, tras un día de trabajo relativamente normal, me fui a casa desde donde llamamos Rocío y yo a mi suegro para felicitarle. Rocío le estuvo contando la reunión que teníamos al día siguiente para nuestro crédito.
– Me ha dicho que vayamos con cuidado – dijo Rocío al colgar – Confía en nosotros pero que hagamos bien los números
– Primero que nos la den – dije
Rocío se echó a reír y me beso. No queríamos decirlo pero para ambos era mucha presión. Íbamos a pedir una hipoteca que, en realidad, no nos deberían dar y pasaríamos una temporada en una situación en la que no nos habíamos encontrado nunca. Decidimos pedir cinco millones de euros de hipoteca dejando en nuestra cuenta algo menos de dos millones, si descontábamos lo que ya teníamos apalabrado para la obra, para afrontar la vida pues los sueldos y algo más ser irían a la hipoteca. Abrazados nos fuimos ambos a dormir.
El lunes no fui a la oficina a primera hora y fui a la central del banco de Rocío donde ambos teníamos una reunión con el jefe de hipotecas del banco y un analista de riesgos. Nuestra situación era demasiado rara como para tratarla un subdirector de oficina. El analista de riesgos nos metía mucha caña. Yo le hubiera mandado a la mierda rápidamente pero Rocío era banquera y sabía como tratarle. Y, sin ser analista de riesgos, tenía los mismos o más conocimientos que el. Miraba a Rocío pelear la hipoteca y recordé que es lo que me enamoró de ella. Que no era, solo, una chica guapa. Era un profesional como hay pocas. La reunión fue de más de dos horas y muy dura. El analista en plan negativo y el jefe de hipotecas y Rocío intentando buscar soluciones. Era complicado. No se dan así como así hipotecas a treinta años de más del 100% de los ingresos mensuales netos. Los repartos de dividendos de mis empresas hacían que para Rocío y para mi la operación tuviera sentido pero el banco no se podía arriesgar con algo así. Al final tuvimos que poner como aval nuestra casa nueva, todas las acciones en la empresa de mi padre, las acciones de mi empresa y las acciones en la empresa de Javier. Lo único que no entró en la operación fue nuestra casa actual, pues pensábamos venderla cuando entráramos en la nueva, la casa de Menorca y mi participación en la empresa de transportes. Quedaron en darnos una respuesta lo antes posible pero nunca en menos de una semana. Acompañé a Rocío a su oficina y estuve un rato hablando con Antonio sobre nuestras cosas. A la una y pico les dejé y me fui al despacho. Al llegar bajé con Sofía, Alberto y Raúl para tener una reunión informal sobre la empresa que la nueva parejita dirigía. Tras una tarde normalita me fui a casa con mi esposa y mi hija. La suerte ya estaba echada.
A las once mi secretaria entró para decirme que tenía que comer con Ana. Había pedido comer con todos los socios. Llamé a Ana y su secretaria me dijo que no estaba y que llegaría a tiempo para la comida. Casi al colgar me llamó Raquel
– ¿Que quiere Ana? - dijo
– Ni idea – dije – A mi no me ha dicho nada y no he podido hablar con ella.
– Espero que no sea nada malo – dijo
– Ni yo – dije
A las dos y media bajé con mis socios al restaurante donde teníamos mesa y esperamos la llegada de Ana que no tardó mucho.
– Siento llegar unos minutos tarde – dijo
– No estabas en tu despacho hoy – dije
– No – dijo – Estaba en un curso del Registro de Economistas Auditores. Iré al grano que estaréis preguntándoos porque os he llamado.
– Pues si – dijo Raquel
– Estoy embarazada – dijo Ana – De dos meses y medio
– ¡Joder! - dije – Menos mal. Pensaba que nos ibas a dejar.
Ana me miró casi cabreada. Todos nos levantamos y la abrazamos
– Si de verdad creías eso es que no me conoces bien – dijo – Con vosotros soy feliz. Me he ido a un curso y nadie me ha dicho nada.
– Primero – dije – No lo creía pero me daba miedo. Segundo, ¿como te vamos a controlar? Eres la directora financiera de la empresa. Eres la persona con un puesto más importante de los no socios en la empresa. Tu haces tu trabajo y muy bien. Eso es lo que se te pide. Si tienes que ir a un curso, un evento o cualquier otra cosa es decisión tuya.
– Dejarlo – dijo María – No se habla ni un minuto más de trabajo. ¿Como lo llevas?
Ana pasó a contarnos un poco más sobre su embarazo. Todos menos Alberto éramos ya padres y nos encantaba que hubiera embarazos en nuestro entorno. Al final la comida se alargó hasta casi las cinco de la tarde. Al final nos fuimos a la oficina a terminar algunos temas pero tuvimos una buena charla de amigos entre socios y nuestra trabajadora más importante. Esa tarde al llegar a casa le conté el embarazo de Ana pero ya la había llamado María para contárselo. A veces me he preguntado porque me molesto si se lo cuentan todo. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor con verdadera pasión.
El jueves tras mirar correos y hacer un par de llamadas nos reunimos todos los socios para tratar temas relacionados con la empresa en general pero con la empresa de Milán en particular. Era un novedad tener una empresa en otro país y queríamos ver como íbamos a tratar el tema. Tras dos horas discutiendo empezábamos a tener algunas cosas claras.
– Entonces necesitamos alguien que haga de enlace entre Milan y España – dijo Mike
– Bueno – dije – Esa es una opción pero poco agresiva. Para eso valdría una persona que sepa italiano y con ganas de viajar. Yo estaba pensando más en un puesto ejecutivo, de alta importancia en la empresa, a un nivel cercano al de Ana. Un director de expansión, una persona que nos ayude ahora a normalizar Italia pero que en el futuro nos pueda ayudar si montamos empresas en cualquier otro país.
– Últimamente te va la juerga – dijo Raquel – Pero estoy de acuerdo. Es hora de crecer y creo que tenemos que aprovechar la oportunidad que nos ha salido en Italia para empezar a crecer por fuera de España. Seamos ambiciosos.
– ¡Me encanta! - dije casi gritando – Antes he dicho agresivos, quería decir ambiciosos. ¿Algún candidato?
– El candidato evidente es Marco pero debería venir a Madrid – dijo Alberto
– ¿Y estaría dispuesto? - dijo Marga
– El quizás este a gusto en Milán pero seguro que cuando se lo diga a Natalia a ella le apetecerá volver a España – dijo Mike
Ese tema quedó zanjado. Lógicamente le daríamos un aumento de sueldo y un dinero extra para traerse a toda la familia a España. Igualmente decidimos que se debería montar una estructura de contabilidad similar a la que teníamos en España con un director financiero.
– ¿Y Ana? - dijo María
– Ana es nuestra directora financiera – dije - ¿Cual es el problema?
– Estas creando una persona igual que ella en Italia. Esa bicefalia es buena.
– Si debería quedar claro que ella es la jefa – dije - ¿Que os parece si ponemos a Ana de Directora Financiera del holding y ascendemos a alguien a Director Financiero de España?
– Perfecto – dijo Marga
Con ese tema ya claro todo iba tomando forma. Era la hora de comer y nos fuimos todos juntos donde seguimos charlando de estos temas. Tras comer volvimos a la reunión y acabamos pasadas las seis. Curré un poco más en la oficina y a las siete entró Ana. Estaba absolutamente espectacular. Aun no se notaba su embarazo y llevaba una falda blanca hasta las rodillas de un tejido a medio camino entre el de los dockers y los jeans. Completaba su atuendo con una especie de polo muy finito de color crudo. En los pies unos zapatos, de altísimo y fino tacón, de color marrón y blanco. En su cintura llevaba un cinturón de color marrón, del mismo tono que el marrón de los zapatos, que no sujetaba nada pero le daba un buen toque elegante. Cerró mi puerta y se acercó a mi. Yo estaba sentado y ella se acercó a mi acariciando mi cabello mientras me sonreía.
– Aquí estoy – dijo
– Embarazada – dije – Te juro que me alegro mucho. Vas a ser una gran madre y vas a disfrutar estos momentos.
– Lo que voy a disfrutar es follándote de nuevo – dijo
Yo la miré con un poco de cara de sorpresa y ella pegó sus senos a mi cara.
– Si estoy embarazada ya no me puedes dejar embarazada – dijo – Vuelvo a estar disponible para ti durante unos meses.
Yo sonreí y besé su canalillo.
– No te puedes imaginar cuanto me apetece volver a follarte – dije
Mientras le contaba esto ella iba bajándose la camiseta y liberando sus senos. Pude ver fugazmente un bonito sujetador blanco pues liberó sus tetas rápidamente. Pegó sus senos a mi y yo se los chupé.
– Echo de menos follar contigo – dijo – No hubiera podido aguantar mucho más
Mientras ella decía eso puso cada una de sus piernas a un lado de mi pierna izquierda y yo acaricié sus muslos subiendo cada vez un poco más arriba y levantando así su falda. Mi boca mientras no se despegaba de sus senos.
– Levántate cariño – dijo
Yo hice lo que me pedía y ella empezó a desabrochar mi camisa mientras nuestras bocas se unían en unos besos bastante profundos. Mi mano acariciaba su senos. Tras un rato besándonos la di un besito en un pecho y llevé mi mano a su entrepierna volviendo a unirnos en un beso en ese momento.
– Toma posesión de nuevo de lo que es tuyo – dijo mientras yo acariciaba su coñito sobre la braga
Yo la sonreí y la pegué a mi mesa. Su falda ya estaba totalmente enrollada a su cintura y ella empezó a bajarse la braga. Se sentó en la mesa y me permitió que yo terminara de quitarla la braga. Yo acerqué mi silla y llevé mi boca a su coño comiéndolo durante un rato. Mi camisa estaba desabrochada pero aun en mi y decidí que quitármela no era lo importante. Así, tras darla un beso en la boca, empecé a desabrocharme los pantalones y me los bajé junto con los calzoncillos dejando mi polla al aire. Ella jugó con ella y la acarició un rato mientras me sonreía.
– He echado de menos a esta – dijo – Las mamadas y el anal estuvieron bien pero mi coñito la echa mucho de menos.
Yo la sonreí y me agaché un momento para besarla en el coño antes de irme hasta un extremo de la mesa donde la esperé con la polla tiesa. Ella vino a mi gateando sobre la mesa y se metió mi polla en la boca dándome, durante unos minutos, una maravillosa mamada. Tras un rato ella se incorporó y nos besamos. Acabó tumbándome en la mesa y ella se arrodilló en esta para darme otra pequeña mamada antes de poner una pierna a cada lado de mi cuerpo e insertarse toda mi polla. Empezó con las rodillas en la mesa pero pronto plantó sus pies, aun con los tacones, y empezó a llevar un ritmo más vivo.
– Tu polla es maravillosa – dijo – Mejor de lo que aun recordaba. No me dejes hacer esta gilipollez otra vez. Si tengo que arriesgar quedarme embarazada de ti lo arriesgaré. O usaremos condones. Pero no puedo volver a pasar un tiempo sin tu polla.
Yo la oía pero no coordinaba bien lo que decía. Estaba demasiado pendiente ayudándola, con las manos en sus muslos, a llevar un buen ritmo. Tras un rato se canso y volvió a bajar las rodillas a la mesa quedando en una posición más cómoda para seguir follando conmigo. Tras un buen rato así la hice bajarse de mi y la tumbé en la mesa dejando su coñito justo al borde de esta. Así yo, de pie, la empecé a follar con más fuerza. En esa posición, y tras unos minutos, me corrí en ella sacando un gran orgasmo de su interior que empezó a masajear mi polla con fuerza y a sacar de mi aun un poco más de semen. Me eché sobre ella para besarla y ella se levantó besándonos ambos durante un buen rato. Tras arreglarnos un poco nos sentamos y hablamos antes de salir de la oficina. Cuando llegué a casa mi hija ya dormía pero pude pasar un rato con mi esposa. Que estuviéramos buscando un hermanito o hermanita para Sandra nos hacía estar mucho más enganchados el uno del otro.
El viernes tras el día de trabajo fui a por mi hija a la guardería y la monté en el coche para ir a casa de Antonio y Laura. Allí ya estaba mi esposa esperándome y, algo tarde, comimos los cuatro juntos. Mientras comíamos las niñas dormían la siesta. Una vez en pie ellas jugaban juntas y nosotros charlábamos de nuestras cosas. Hacía un tiempo que no estábamos juntos y la verdad es que los echaba de menos pues Antonio era casi como un hermano para mi. Rocío hablaba varias veces a la semana con Laura por teléfono y yo con Antonio al menos una vez. Pero no es lo mismo a estar en casa de ellos tomando un café y charlando los cuatro. Acabamos cenando con ellos y, hacia las diez, nos fuimos para casa.
El sábado pasamos la mañana con mi hija y, a la hora de comer, vinieron Pablo y Diana. Tras comer y pasar la tarde con ellos nos pusimos a vestirnos para irnos a cenar con Elizabeth, la babysitter de nuestra hija, y su novio Ernesto que, además, era el hijo de nuestras asistenta. Pablo y Diana se quedarían con la niña. Había reservado yo en un buen restaurante del centro de Madrid y habíamos quedado en Sol. Elizabeth y Ernesto llegaron juntos a la hora que habíamos acordado. Elizabeth no era muy guapa, del montón tampoco fea, pero Ernesto con ella había triunfado pues era un chico bastante poco agraciado de cara aunque era delgado y fibroso. Eso si, era un tío genial. Yo le conocía poco pero siempre que había hablado con el me había parecido bastante agradable. Era un par de años más joven que Rocío y había estudiado derecho. Tras la carrera empezó a trabajar en una empresa eléctrica española y poco a poco había ascendido hasta un puesto de middle management. Fuimos dando un pequeño paseo hasta el restaurante. Rocío y Elizabeth nos seguían a Ernesto y a mi unos pasos por detrás. Mientras yo me di cuenta que mis recuerdos de Ernesto eran ciertos, era un gran tipo. Al llegar al restaurante pedimos la cena y pasamos a hablar los cuatro. Elizabeth era mi empleada pero en esos momentos nos comportábamos como amigos. Siempre, tanto con ella como con Teresa, quise tener una relación especial. No tenía problema en decirles que hacer en lo relativo a su trabajo pero en todo lo demás procuraba ser más un amigo que un jefe. Que Elizabeth fuera una chica culta ayudaba. En España era babysitter. En la República Dominicana estaba a solo un año de acabar la carrera de pedagogía. La situación en su país hizo que viniera a España y yo tuviera a una mujer con formación en pedagogía como babysitter de mi hija. Ya con los platos principales en la mesa tomó la palabra Elizabeth.
– En realidad queríamos cenar por una razón – dijo – Para invitaros a nuestra boda.
Yo miré a Rocío y ella sonrió. Nos levantamos y les felicitamos.
– No me imagino casarme sin vosotros allí – dijo Elizabeth – No tengo mucha familia en España y gracias a vosotros conocí a Ernesto.
– Tu madre estará como loca, ¿no? - dije a Ernesto
Ernesto y Elizabeth se echaron a reír
– No te lo puedes ni imaginar – dijo – Y además tiene a Elizabeth loca también. Pero no nos quejamos. Sabes que mi madre lo hace todo por su buen corazón.
– Iremos, por supuesto – dijo Rocío
– Gracias – dijo Elizabeth – Tener allí a Sandra será especial. Es con quien más horas paso al día.
A las dos nos fuimos a casa tras tomar con ellos una copa por el centro y seguir hablando de su boda. Esta sería el 12 de Mayo del 2007 en Madrid. Al llegar a casa Pablo y Diana dormían en nuestra habitación de invitados. Nosotros fuimos a nuestra cama a dormir.
El domingo nos levantamos a las diez. La niña jugaba en el salón con Diana mientra Pablo leía el periódico. Charlamos un rato con ellos mientras desayunábamos y, a eso de las once, nos fuimos a casa del hermano de Rocío para comer con ellos. Lo pasamos muy bien mientras, además, veíamos a la pequeña hija de ellos. Mi hija la miraba cuando la aupábamos y tocaba su pierna. A las siete nos fuimos a casa a descansar. Acostamos a nuestra hija y nos fuimos a la cama a hacer el amor. Ese día no necesitamos ni cenar.