Mi historia (66: Junio 2006)
La búsqueda de piso no es la única búsqueda de este mes. Un mes en el que cumplo años y terminamos comprando la empresa italiana. Que ya está bien tras cuatro meses de negociación.
01. Semana del 5 al 11 de Junio
El lunes estaba en la oficina cuando recibí una llamada de mi madre para comentarme que mi prima Marisa había tenido a su hijo Nacho esa noche. Por lo demás el día de trabajo fue muy normal. Al llegar a casa ya estaba mi esposa y aprovechamos para llamar a Marisa al hospital. Iban a darla de alta el jueves por la mañana y, por tanto, quedamos en ir a verla el miércoles por la tarde pues yo viajaba al día siguiente a Milán. Una vez mi hija ya estaba acostada Rocío y yo cenamos y nos sentamos en el salón. Mientras veíamos una película yo empecé a acariciar a mi esposa y tras un rato la estaba metiendo mano. Ella me miraba como pidiendo que la dejara en paz pero pronto empezó a calentarse y gemir lentamente.
– ¿Te acuerdas de la peli de ayer? - dije
– ¡Que pesado eres a veces!
– Prométeme que no has pensado en ello hoy – dije acelerando el ritmo de mi dedo
– No puedo – dijo ella entre gemidos
– ¿Entonces?
– Me da miedo y no se si quiero estar con otro hombre
– Tu eliges la pareja – dije yo
Ella gimió
– La elegimos entre los dos pero yo tengo la última palabra
– Perfecto – dije sonriendo
Tras cargarla en brazos la llevé a la cama y poco a poco la hice el amor. Tras un polvo nos fuimos a dormir que yo al día siguiente madrugaba.
El martes no llevé a la peque a la guardería pues me fui directamente al aeropuerto para volar con Mike y Raquel a Milán para cerrar los últimos flecos. Al llegar a la oficina de ellos les presentamos a Raquel que aun no la conocían y entramos en batalla. Finalizamos todo el martes por la tarde. Mantendríamos a todos los empleados y tendríamos facultad de nombrar ejecutivos aunque les aseguramos que contábamos con todos ellos. Y era verdad. Esa noche fuimos a cenar a casa de Marco con su familia y conocimos a sus cuatro hijos que hablaban un perfecto español.
El miércoles aprovechamos que no teníamos nada que negociar para dar una vuelta por Milán y comprar unos regalos. En todas las veces que había estado antes no tuvimos tiempo. Casi al contrario, hubiéramos necesitado más horas para negociar. Yo compré regalos para mi esposa e hija pero también un detallito a las hijas de María. Todos los hijos de Raquel y el hijo de Mike iban a tener su camiseta de Milán y quería que las niñas de María también la tuvieran. A las dos embarcamos en el avión y a las seis estaba ya en casa esperando la llegada de Rocío. En cuanto llegó las di los regalos y nos fuimos a ver al hijo de Marisa al hospital. Todo fue muy bien pero cuando esa noche llegamos a casa a eso de las nueve estaba yo mas cansado que mi hija. Cené un poco y me fui a la cama.
El jueves tras trabajar intensamente me fui con mi esposa a ver un chalet en La Moraleja. No estaba muy cerca de la zona de mis padres pero la moraleja tampoco es muy grande, estaba a un par de minutos en coche. La casa estaba bien, no era de las más grandes de La Moraleja, pero si tenía seis habitaciones, todas en formato suite, dos salones, un despacho, garaje cubierto para cuatro coches, una enorme cocina y un chalet de servicio de dos habitaciones, salón y cocina. No obstante, lo mejor de la casa era el patio y la espectacular piscina. Conocía varias casas en La Moraleja y, sin duda, era la mejor de las piscinas. Eso y estar cerca de los abuelos nos gustó pero tener que ir a todos sitios en coche no nos hacía mucha gracia. Poco a poco íbamos teniendo más claro que queríamos pero aun no descartábamos ningún tipo de casa. Al llegar a casa dimos de cenar a la peque y la metimos en la cama a dormir. Ya con la peque en la cama volvimos a hablar de la casa que habíamos visto.
El viernes tocaba la reunión mensual. En mayo ganamos una cantidad de lo más normal. La contabilidad mostraba un beneficio muy alto pero fue por la entrada, en nuestras cuentas, de los ocho millones del crédito para la compra de la empresa italiana. Por lo demás, todo bastante previsible. Esa tarde Rocío y yo fuimos a casa de mis padres para pasar un rato en la piscina pues ya se estaba bastante bien. Era la inauguración de la temporada de piscina. Al final estábamos muy bien y acabamos durmiendo en casa de mis padres.
El sábado todo el día lo pasamos en el club. Jugando al tenis y golf, comiendo bien y charlando con gente. A las ocho cogimos el coche y de vuelta a casa para bañar a la peque, darla de cenar y meterla en la cama. Nosotros esa noche pizza y peli antes de ir a la cama a hacer el amor.
El domingo vinieron a cenar María y las niñas. Habíamos quedado con ellas para darlas los regalos que había comprado en Milán para ellas. Las tres se pusieron contentas pero sobre todo las dos pequeñas. Lo mió con ellas y lo de ellas conmigo era pasión. María sonreía cuando me veía con Elisa en mi regazo y jugando. Cuando se fueron todos fue una tarde normal de domingo. Relax para afrontar una nueva semana de trabajo.
02. Semana del 12 al 18 de Junio
El lunes era el cumpleaños de Cristina y algo antes de la hora de comer me fui primero a comprarla un regalo y luego a buscarla al concesionario. Una vez nos alejamos un poco del concesionario, y al pararnos en un semáforo, nos besamos en la boca.
– ¿Donde me llevas?
– Ya lo verás
Eran las dos y cuarto y enfilé el coche hacia el sur de Madrid. Poco antes de las tres llegamos a Aranjuez, a las afueras, y me dirigí al recientemente inaugurado hotel Spa que la marca Barceló tenia allí. Hice el checkin y fuimos a nuestra habitación donde la di mi regalo. Al verlo se echó a reír pues eran unas botas hasta casi la rodilla de alto tacón.
– Me las pondré para ti siempre que quieras – dijo antes de darme un beso y abrazarme
Estuvo un buen rato abrazándome y yo acariciaba su pelo.
– Hoy no seas tan sumisa – dije – Es tu día. Eres la reina y como tal te voy a tratar.
La di un beso y la agarré de la mano sacándola de la habitación y dirigiéndome al restaurante del hotel. Allí tomamos una maravillosa comida entre sonrisas, miradas y caricias. Tras la comida la arrastré a la habitación donde, una vez entramos, nos besamos con pasión y fuimos hasta la cama. Cristina ese día llevaba pantalón, negro, y una camiseta de manga corta, también negra, de gran calidad al tacto y que marcaba perfectamente su figura. Su atuendo lo completaba con unas sandalias doradas y un cinturón, muy finito, del mismo color. En su muñeca derecha llevaba unos aros dorados que al andar hacían un ligero y agradable tintineo. Al llegar a la cama ambos nos sentamos en esta, mirándonos a los ojos y nos sonreímos. Ella llevó sus manos a mi entrepierna y tras tocar mi polla me besó. Nos unimos en un beso cargado de pasión antes de llevar yo mis manos a su camiseta y acariciar sus pechos mientras nos seguíamos besando. Tras un rato conseguí bajar su camiseta y liberar sus pechos. En cierto modo pues su sujetado aun estaba en ellos. No tardé casi nada en bajarla y llevar mi boca a sus tetas. Ella echaba la cabeza atrás mientras con sus manos acariciaba mi cabeza. Tras un rato besándonos nos miramos a los ojos y nos sonreímos. Ella me hizo poner de pie y mientras lo hacía tiró su camiseta y el sujetador a un pequeño sillón cercano. Se arrodilló y se acercó a mi desabrochando mi pantalón y cinturón para desnudarme de cintura para abajo. Sacó mi polla del pantalón y la miró con ganas. La cogió con su mano izquierda y se mordió el labio inferior. Tras hacerlo llevó su cabeza a la punta de mi polla y me empezó a hacer una estupenda mamada. Tras un rato chupándome la pollo me sonrió y se levantó para darme un beso. Tras el beso yo me puse tras ella y acaricié sus pechos mientras ella giraba la cabeza hacia la izquierda y nos besábamos. Yo me quité el polo y lo tiré al sillón junto a su camiseta. Mi pantalón ya reposaba sobre el suelo de la habitación. Ella volvió a sentarme en la cama y a hacerme otra mamadita de gran intensidad y muy caliente. Tras un rato la tumbé boca arriba en la cama, abrí sus piernas y me arrodillé en el suelo para quitarla el pantalón y tanga y luego chupar su coñito durante un rato. Ella empezó a gemir cada vez más y cuando noté que ya estaba bastante caliente me levanté, acerqué mi polla a su coño y la follé con ganas.
– Sigue, Dios – dijo – Este es el mejor regalo de cumpleaños de mi vida. Me encanta como me follas. Gracias por ser así. Soy tuya. Tu mandas. Pídeme lo que quieras pero no dejes de follarme.
No me gustaba, si lo pensaba, que fuera tan complaciente pero he de reconocer que algo me calentaba.
– Siempre que me necesites – dijo – Abriré mis piernas para ti. Solo tienes que pedirlo pero sigue.
No necesitaba que me lo pidiera y seguí follándola pero tras un rato ella se levantó un poco de la cama y me enganchó del cuello para besarme. Nos besamos con tremenda pasión mientras no dejaba de besarla. Tras un rato me hizo tumbarme y me cabalgó dándome la espalda antes de tumbarse de costado y dejarme follarla por el coño desde atrás. En esa posición nos besamos una vez más y eyaculé en ella a la vez que ella se corría.
– Te quiero – dijo
Yo la besé una vez más y nos quedamos tumbados mientras nos mirábamos y nos sonreíamos. Una vez nos repusimos de la follada eran las cinco de la tarde y la llevé al Spa donde recibimos ambos un masaje espectacular. Tras este volvimos a la habitación, nos besamos repetidamente y nos fuimos. Hicimos el checkout antes de irnos. Solo habíamos estado unas horas pero no ponían cara de extrañeza en el hotel. En todo caso me refería Cristina como mi esposa y les comenté que era un regalo de cumpleaños. Nada extraño. A las ocho y cuarto estábamos de vuelta en Madrid. Acerqué a Cristina a su coche y nos besamos una última vez ese día. Cuando yo llegué a casa Rocío estaba acostando a Sandra. Por suerte me dio tiempo a darla un beso. Eso siempre me alegraba el día. La noche con Rocío rutinaria, hablando de nuestras cosas.
El martes el día fue de lo más normalito. Hasta la hora de ir a la cama. Una vez allí acaricié a Rocío y la besé.
– ¿Has pensado en las parejas que aceptarías? - dije
– Si – dijo – No tengo claro quien. Pero no quiero que sean unos desconocidos. Tampoco tengo claro si quiero que sean conocidos o amigos. Pero seguro que no desconocidos.
Yo la sonreí y jugué con su coñito. Tras hacerla un pequeño dedo llevé mi polla a su coño e hicimos el amor. Casi follamos. La charla sobre el intercambio nos había calentado. Rocío parecía ya dispuesta.
Tras el subidón de las negociaciones por la empresa italiana todo parecía calmarse y no me hacía a los días tranquilos. Así el miércoles me enganché a María y revisé con ella el planning para ese verano en cuanto a vacaciones. María y su equipo lo tenían todo supercontrolado pero yo necesitaba algo que hacer. Por la tarde, tras el trabajo, me fui con Rocío a ver un piso en El Viso. Fuimos sin Sandra que se quedó en casa con Elizabeth. El Viso es un barrio dentro de Chamartín que va desde la zona de Bernabeu hasta la calle María de Molina. Este piso, específicamente, estaba en la zona cercana al estadio del Real Madrid. Era muy luminoso y la zona nos gustaba más que la moraleja pero, nos parecía algo caro, pedían dos millones y medio, y a pesar de sus 400 metros cuadrados solo tenía cinco habitaciones. Eso si, las habitaciones eran grandes. Una vez en casa Rocío y yo acostamos a la peque y luego durante la cena descartamos esa casa.
El jueves estuve ayudando desde Madrid a Marga, que estaba en Barcelona, preparando la apertura de nuestra octava tienda de ropa femenina, la tercera en Barcelona. Por la tarde con mi hija y esposa todo bastante normal.
El viernes Rocío y yo descansábamos tranquilos en casa tras un día de lo más normal en el trabajo y con la niña. Sonó el móvil de Rocío y al cogerlo era su hermana que nos llamaba por primera vez desde su casa. A partir de ese día dormirían ya en la casa nueva. Nos recordó la comida del domingo en su casa, como si se nos fuera a olvidar, y no ocurrió mucho más. Esa noche nos fuimos pronto a la cama y ni hicimos el amor.
Los padres de Rocío estaban en Madrid ese fin de semana, para la comida de inauguración de la casa de Diana al día siguiente, y vinieron a casa a comer con mis padres y con nosotros. Charlamos de varios temas. Del banco, de mis empresas, de la casa que buscábamos y de mucho más. Fue una comida bastante agradable que terminó convirtiéndose en cena.
El domingo en casa de Diana estaba la familia de ambos y soltaron una noticia esperada. Se casarían al verano siguiente. En principio la fecha iba a ser el 23 de Junio pero aun no estaba totalmente claro.
– La iglesia en la que nos queremos casar tiene muchas fechas y aun no nos queremos comprometer con ninguna pero serán entre Junio y Septiembre de 2007. Casi seguro que el 23 de Junio pero no seguro – dijo Diana
Hablamos mucho de la boda y de ellos. Esa noche al llegar a casa y tras acostar a la peque Rocío estaba muy cariñosa. Era evidente que estaba contenta por la noticia de la boda de su hermana.
03. Semana del 19 al 25 de Junio
El lunes en la oficina no teníamos mucho lío pero Raquel y yo estuvimos currando hasta tarde para revisar el contrato final que nos habían enviado desde Italia. Cuando acabamos, en la mesa de reuniones de mi despacho, me sonrió y me besó. día Raquel llevaba un vestido de tejido polo, de Ralph Lauren. Era de color morado nazareno con el caballito de color blanco. Mi esposa tenía varios de otros colores. Por lo que sabía los compraban juntas, casi todos los veranos un par de ellos. En los pies llevaba unas sandalias marrones de alto tacón y como único adorno un cinturón el mismo color que las sandalias cuya única función era decorativa. Yo de polo y vaqueros con zapatos. Estuvimos un rato besándonos hasta que ella se separó y me levantó de la silla en la que estaba. Me apoyó en la mesa y, tras besarme, se fue agachando delante mía hasta estar totalmente arrodillada. Con rapidez me desabrochó el pantalón y sacó mi polla llevándosela a la boca. Estuvo un rato así hasta que volvió a levantarse para darme un beso mientras acariciaba mi pene. Su caricia en mi polla era sensacional. Hizo eso un par de veces más hasta que bajó y ya se quedó un buen rato dándole placer a mi polla. La hice levantar un poco y la quité rápidamente el vestido, tras quitarla antes el cinturón, dejándola en sujetador y bragas. Sujetador y bragas que duraron nada y menos pues mientras yo me encargaba de sus bragas ella se quitó el sujetador. Ya totalmente desnuda me miro, me besó y volvió a agacharse delante de mi para darme una buena mamada. Las mamadas de Raquel eran siempre impresionantes. El verla ahí agachada y recordar mi historia con ella me emocionó. No se la razón pero fue así. Tras un rato mamando ella se levantó y se apoyo en otra parte de la mesa, me agarró por el polo y me acercó a ella. Nos besamos y yo la hice recostarse en la mesa. Estaba recostada con su coño justo en el borde de la mesa y dude durante un instante si chuparle este o follarla. No tardé en decidirme por darla placer con mi boca y a ello fui. Me agaché y, llevando mi lengua a su coño, empecé a trabajar duro sobre su conejo.
– José Carlos nunca hace esto – dijo María
– Pues es el se lo pierde – dije sacando un momento la cabeza de su coño
Volví a darla placer con mi lengua durante un rato y sus gemidos iban creciendo en intensidad cada segundo que pasaba. Alternaba movimientos de mi lengua con besos y pronto pasé a usar un dedo buscando la estimulación de sus labios vaginales.
– Me encanta – dijo – Pero fóllame por favor.
No me hice de rogar y me puse en pie. Agarré una de sus piernas y la puse sobre mi hombro derecho dejando la otra pierna al lado de mi cuerpo. Apunté mi polla a su coño y la penetré. Fui muy suave con ella y la penetraba sin violencia. Constantemente pero con cariño. Notaba como su cara se iba desencajando con cada una de mis embestidas y pronto se corrió masajeando su vulva mi polla. Sus contracciones vaginales no eran ese día espectaculares pero aun así era capaz de sentirlas o, al menos, intuirlas. Su corrida acabó y yo seguí follándola pero decidí dar algo de intereses al asunto y la tumbé boca abajo en la mesa atacando ahora a su coño desde atrás con mucha mas violencia en las penetraciones. No la hacía daño pero el número de penetraciones por minuto era elevado. Estuvimos en esa posición un buen rato y yo la advertí que me iba a correr. Ella se salió de mi y se agachó para chuparme la polla. Tenía mi polla en su boca cuando exploté en un maravilloso orgasmo.
– Tenía ganas de que te corrieras en mi boca – dijo
Tras decir eso me sonrió, se levantó y me beso notando el sabor de mi semen en mi boca. No me gustaba pero tampoco iba a decirla nada. Tras el beso se fue y yo me adecenté un poco antes de recoger mis cosas e irme para casa. Llegué con la niña ya acostada y aproveché para pasar un rato con mi esposa.
El martes tras el día de trabajo me fui a casa a por la niña y, con ella, a recoger a su madre al banco. Desde allí fuimos a casa de mis padres que nos acompañaron a ver una casa muy cerquita de ellos. Era un mansión absolutamente espectacular. Comparable a la casa de mis padres en cuanto a tamaño aunque con alguna habitación más pues tenía quince habitaciones y diez baños. Y eso sin contar la casa del servicio de otras tres habitaciones, cocina y salón. Las habitaciones eran enormes aunque las de casa de mis padres eran aun más grandes. Aunque mis padres tenían menos de quince habitaciones, claro. Ya en casa de mis padres para cenar charlamos de la casa.
– Es una pasada de casa – dijo mi madre
– Sin duda – dije – Pero yo no me veo pagando ocho millones por una casa. No al menos ahora.
– Porque no quieres y lo respeto – dijo Mariano – Pero el dinero lo tienes.
– Ahora – dije – Pero si vamos a comprar la parte de Rodrigo y Marcos voy a necesitar todo lo que tengo y necesitaré pedir una hipoteca para comprar la casa.
– Y te la ventilaras en dos años con los repartos de beneficios de tus empresas
– Quizás – dije
– Más allá del dinero – dijo Rocío – No me veo viviendo en esa casa. Venimos aquí un par de días y me abruma el tamaño. Todos los días sería demasiado.
Manuela se rió.
– A todo se acostumbra una – dijo mi madre
Cuando terminamos la cena una cosa quedó clara, la casa era una verdadera pasada pero no era para nosotros. Al llegar a nuestra casa acostamos a la peque y nos fuimos a la cama prontito.
El miércoles a primera hora estábamos en el aeropuerto Alberto y yo para ir a Milán a firmar la compra de la empresa de exportaciones. Llegamos a las doce a Milán y, tras dejar nuestras maletas en el hotel fuimos a comer con los que, pronto, iban a ser nuestros empleados. Tras la comida tocó revisar que todo estuviera en orden y a eso dedicamos toda la tarde. Acabamos tarde pues había mucho que revisar pero todo, excepto pequeños detalles insignificantes, estaba en orden. Alberto y yo cenamos en el hotel y luego nos fuimos al bar del hotel a tomar una copa mientras charlábamos sobre ideas para las empresas. En esas charlas informales entre dos de nosotros, a veces yo con otro pero otras veces dos de ellos, salían muy buenas ideas. Algo antes de media noche nos fuimos a nuestras habitaciones. Yo no me fui a la cama sin llamar a Rocío.
El jueves Alberto y yo desayunamos juntos antes de hacer el checkout e ir a la sede de la empresa que comprábamos a firmar. Por nuestros estatutos se necesitaban al menos dos firmas y más de un 50% de las acciones para que la firma fuera válida. Eso hacía que mi firma fuera imprescindible pues yo tenía más de un 50% de las acciones. La firma fue a las doce de la mañana y tras esta fuimos a comer para celebrarlo con todos los vendedores, Carlo y sus hermanos. Aun faltaba firmar ante un notario de Madrid, lo haríamos a la semana siguiente, pero podíamos decir que la empresa ya era nuestra. De camino al aeropuerto en el taxi Alberto y yo fuimos llamando a nuestros socios para contarles que ya estaba todo firmado. Ahora empezaba nuestro desafío de dirigir una empresa que ya era una multinacional. Aunque más bien el holding era multinacional y nuestras empresas nacionales. A Madrid llegamos hacia las ocho de la noche y nos fuimos para nuestras casas directamente. Al llegar yo pude besar a mi hija pues Rocío la tuvo despierta un poco más allá de su hora de cama para poder darla un besito. No os imagináis cuanto lo agradecía La di las gracias con un polvo.
Para la inauguración ese viernes de nuestra tercera tienda de moda femenina en Barcelona, octava en total, nos fuimos todos los socios a Barcelona. Llegamos a las doce a Barcelona y pasamos por nuestra oficina, donde ya trabajaban nueve personas. Cada uno charló un poco con las personas de la oficina con la que más contacto tenía y a la hora de comer nos fuimos con Jordi, el director de la oficina. Tras la comida fuimos a ver la tienda nueva y estuvimos charlando con los trabajadores a una hora que no era de mucho tráfico comercial. Aun así se veía bastante gente entrando y comprando. La marca que nosotros montábamos era una marca muy conocida de clase media-alta y cuadraba mucho con el público de ese centro comercial concreto. Tras un rato en la tienda nos volvimos al aeropuerto y cogimos un vuelo del puente aéreo a Madrid donde llegamos poco después de las siete y media de la tarde. Ese día pude disfrutar unos minutos con mi hija pero hacía unos días que apenas pasaba tiempo con ella. Tras acostarse la peque Rocío y yo pasamos la noche juntitos cenando románticamente en casa con un arroz con bogavante que había dejado Teresa listo para comer.
El sábado comimos en casa de María pues ellos nos habían invitado. Tras la comida María mandó a las niñas a jugar a su habitación. Algo raro pues sabían cuanto nos gustaba estar con ellas. Una vez las niñas se fueron se creó un tenso silencio.
– Carlos necesitamos tu ayuda – dijo Arturo
– Claro – dije yo – Sabéis que para lo que queráis.
Arturo agarró la mano de María.
– Estamos tensos con Elena – dijo María – Quien me iba a decir a mi que tener una hija que fuera muy buena en algo iba a ser un problema. Estamos en un punto en el que este año tenemos que decidir si queremos que Elena se dedique a mejorar en el tenis o que esto sea un hobby y lleve una vida más normal.
– Puff – dije – Creo que es una decisión que os concierne a vosotros cariño.
– Estamos estancados – dijo Arturo
– Y tu eres la persona en la que más confiamos – dijo María
En ese momento vi como Rocío me echaba una sonrisita a medio camino entre el orgullo de ser mi esposa y el darse cuenta de lo que me pedían.
– ¿Ella que quiere? - dije
– Eso es parte del problema – dijo María – Elena es un encanto y hará encantada lo que nosotros digamos. Queremos que tenga una vida normal pero por otro lado no nos sentimos con capacidad de cortar una posible carrera profesional en el tenis y que tenga su vida resuelta.
– ¿Os preocupa que Elena tenga la vida resuelta? - dije
Ambos se miraron.
– Pues la decisión va a ser fácil – dije – Que siga con sus estudios.
– ¿Tan fácil lo ves? - dijo María
– Pues claro – dije – Vuestra hija ya tiene la vida resuelta. En nuestra empresa. ¿Te recuerdo que eres socia?
– Bueno – dijo – Tengo una pequeña participación
– Tu hija – dije – Es la mayor de nuestros herederos. Y es una líder nata. Probablemente por el deporte. Tus hijas, Miguel, todos la miran con admiración. Y mi hija hará lo mismo en cuanto crezca. Tu hija está predestinada a ser la que me sustituya.
– Será tu hija – dijo Arturo
– No – dije – Vuestra hija. Mi hija recibirá más dinero en los repartos de beneficios cuando nosotros ya no estemos pero vuestra hija, como la mayor que es, dirigirá la empresa. O eso espero. Espero estar educando a Sandra de tal manera que no existan las luchas entre nuestros hijos por un puesto. Todos tendrán su posición en la empresa y todos, como nosotros cuando regularicemos, cobrarán lo mismo.
– ¿A ti te parece bien? - dijo María a Rocío
– Claro – dijo Rocío
– Es como si pusiera nuestra hija sobre la vuestra – dijo Arturo
– No es así – dijo Rocío – Pone al grupo sobre las individualidades. Vuestra hija es la mayor y debe dirigir a esta manada. Que sea una líder nata, como dice Carlos, no hace más que ayudar.
– ¿Y si no quiere llevar nuestra empresa? - dijo María – Si quiere ser algo como veterinaria.
– Entonces será una maravillosa veterinaria y yo seguiré queriéndola igual. Pero algo me dice que vuestra hija estará encantada de asumir la responsabilidad que queremos darla.
Ellos se miraron. Y llamaron a Elena que volvió de su habitación.
– Cariño – dijo María – Sabes que hemos hablado mucho de tu futuro y si querías seguir en el tenis en un club interna o seguir en el cole.
– Si – dijo
– Hemos decidido con la ayuda de Carlos que sigas en el cole – dijo Arturo - ¿Te parece bien?
– Si – dijo
– Elena – dije – Ven aquí.
Elena se acercó y se sentó en mi regazo.
– ¿Que quieres ser de mayor? - dije
Nos miró a todos.
– Di lo que de verdad quieres ser – dije
– Ejecutiva como mamá y Rocío – dijo Elena
Todos se echaron a reír y ella nos miraba como si estuviéramos locos. Al oírnos reír llegaron las otras hijas de María y ya se quedaron a jugar con nosotros. A partir de ese momento el buen rollo fue total. Yo charlaba con Arturo y decidimos cenar esa noche en casa de María para lo que Arturo y yo nos fuimos a comprar unos sándwiches al Viena Capellanes de cerca de Ferraz. María y yo estábamos solos en la cocina, preparando las bebidas para la cena, cuando me dio un besito en la boca.
– Y a veces te preguntas porque para todos eres el líder – dijo María
Y sin darme derecho a réplica se fue al salón. Tras una cena muy divertida con las hijas de María nos fuimos para casa. Cuando entró Rocío en la cama se pegó a mi y me besó.
– Cuando los demás se enteren de lo que has hecho hoy va a incrementar la devoción que todos sienten por ti – dijo Rocío
– No quiero que sientan devoción por mi
– Pues te vas a tener que aguantar – dijo ella
Y tras decir eso me besó y empezó a acariciarme. Besos y caricias que acabaron en polvo.
El domingo lo pasamos Rocío y yo con mi hija. Paseando por el barrio y en casita. A la hora de irnos a la cama saqué el tema del intercambio.
– ¿Has pensado en las parejas? - dije
– Si – dijo – Me asusta que lo intentemos y digan que no. Esa vergüenza solo podría soportarla con alguien como Laura y Antonio.
A mi se me torció el gesto
– O Pablo y Diana – dije
Ella se puso sería
– No voy a dejar que te folles a mi hermana – dijo medio enfadada
– Ni yo que te folles a mi hermano – contesté
– Lo pillo – dijo Rocío con una sonrisa viendo que lo de Diana no iba en serio.
No volvimos a tocar el tema pero hicimos el amor con mucha pasión.
04. Semana del 26 de Junio al 2 de Julio
El lunes me fui a comer con Pedro y Raúl pues, desde ese día, era oficial ya el divorcio de Raúl y Teresa. Pedro y yo hicimos un verdadero tercer grado a Raúl sobre su relación con Sofía. El estaba muy enamorado. Más de lo que nunca estuvo de Teresa. Parecía que el y Teresa se casaron por inercia. Porque, se querían y es lo que se esperaba de ellos en Cuenca Pero no se amaban. Al llegar a casa supe que Rocío también había comido con Mónica y Teresa. Éramos bastante predecibles.
El martes estaba en la oficina tarde. No estaba currando. Estaba mirando mis finanzas personales. Tenía mucho dinero en el banco pero se me venían encima dos compras que no iban a ser baratas, la de la casa nueva y la de una parte de la empresa que compartía con mi padre. No cuadraban por ningún sitio. Sin saber cuanto me iba a gastar veía claro que no tendría suficiente. Tocaría pedir un crédito seguro. En esas andaba cuando entró María en mi despacho y cerró la puerta. Tras hacerlo vino rápido hasta mi y me besó con fuerza.
– Te quiero – dijo – Lo que dijiste el sábado de mi hija..
Y volvió a besarme.
– Debes ser una de las personas más generosas del mundo
– Exageras – dijo
– No se – dijo ella – En todo caso la generosidad se premia.
Y diciendo eso ella se fue arrodillando delante mía y empezó a desabrochar mi pantalón. Hicimos el amor en la oficina, durante más de una hora. De mis polvos de oficina ese debió ser de los más largos pero, quizás por eso, también de los más tranquilos y de los más monótonos. Al llegar a casa era muy tarde y apenas me dio tiempo a cenar e irme a la cama pues, ese día, estaba cansado.
El miércoles fuimos a ver una casa nueva. Se trataba de un chalet en El Viso, estaba lejos del piso que vimos. Cerca de la Castellana y de la Plaza de la República Argentina. La verdad es que nos encantó la situación, en un barrio de chalets pero con muchas tiendas cerca, entre otras El Corte Inglés de Castellana. Tenía cinco habitaciones y tres salones. Uno de los cuales podíamos usar como despacho y así cumplía con nuestras necesidades. Tenía parking para tres coches, un solarium en el tejado y un jardín con piscina. Una maravilla de casa. Lo peor era el estado de conservación. La piscina tendría que ser cambiada del todo y la casa necesitaba una reforma enorme. Por la casa pedían tres millones, que para la zona y el tamaño no estaba mal pero en la reforma habría que meter un millón de euros más con casi toda seguridad. Al llegar a casa cenamos y volvimos a hablar tras la cena de la casa. Era la que más nos gustaba de cuantas habíamos visto. Esa noche no hicimos el amor pero dormimos abrazados. Algo también muy placentero.
A la hora de comer el jueves Ana y yo estuvimos preparándolo todo para la compra de la empresa italiana al día siguiente. Básicamente lo que dejábamos listo era el papeleo del pago que debíamos llevar al notario. Mientras hacíamos el papeleo y comíamos empezamos a acariciarnos entre sonrisas que pronto se convirtieron en besos. Mis manos acariciaban todas sus curvas. Nos comíamos a besos a la vez que nuestras manos exploraban el cuerpo del otro. Con el calor de finales de Junio Ana ya no iba con botas pero llevaba un bonito vestido negro. Tras un rato de magreo, cuando oímos que la gente volvía a la oficina tras comer, nos pusimos a trabajar de nuevo. Esa noche hice el amor con Rocío con muchas ganas.
El viernes trabajamos todos los socios hasta la doce de la mañana. A esa hora cogimos un par de taxis y nos fuimos todos al notario a firmar. Para firmas ante notario si era necesaria la presencia de todos o tener un poder notarial para actuar en nombre de alguno. Como ese día podíamos ir todos no hubo problema alguno. Al salir del notario tomamos una caña y luego nos fuimos a comer a un restaurante con nuestras parejas y con Ana. Celia no pudo ir ese mediodía pues estaba en el hospital de guardia. Pero tanto Rocío como Arturo y José Carlos si estuvieron en la comida. Tras la comida nos separamos todos y cada uno fue a por sus hijos a sus colegios y guarderías y nos reunimos en mi casa. Ya sin Ana pero con Celia que salió a las seis del hospital. Cenamos todos juntos pero pronto nos separamos pues, al día siguiente, volveríamos a juntarnos. Sería mi cumpleaños y mi esposa me regalo, ya pasadas las doce la noche, un maravilloso polvo.
El día de mi cumpleaños mi esposa me trajo a Sandra a la cama para despertarme. Sandra gateaba por encima mía, me daba lo que ella consideraba besos y se reía. Los demás podían ahorrarse la ropa y los aparatos electrónicos, yo ya tenía mi regalo. A lo largo de la mañana fueron llegando mis amigos y el tema de la empresa italiana era predominante. Era un subidón de moral para todo el grupo. Era la primera vez que teníamos una empresa fuera. Era una manera de prepararnos para un futuro de posible expansión internacional. Todos queríamos pero a todos nos asustaba un poco. También fue tema de conversación la boda de Diana y Pablo pues eran ya los únicos sin casar. Antonio y Laura si los habían visto desde su compromiso pero mis socios no. Pasé toda la comida con mi hija en brazos. La di un trozo de pan y ella comía. A todo el mundo le hacía gracia que ella estaba siempre al pan pero, cuando yo hablaba, giraba la cabeza para mirarme, como si estuviera muy atenta a la conversación. Ya en los cafés me dieron mis regalos. Casi todos ropa y algún aparato electrónico. Rocío me regalo un monitor nuevo para el despacho, ropa y un marco con la foto de Sandra como si fuera de ella.
– Este regalo me suena – dije
– Es que tu hija no tiene preferidos y quería hacernos a ambos el mismo regalo – dijo Rocío sacando la risa de todos
Mi hija y Juan se echaron una pequeña siesta y ese fue de los pocos momentos en los que no estuve volcado con mi hija. Ella ya decía papa pero muchas veces sin sentido. Papa era yo pero también cualquier otro hombre igual que mama era cualquier mujer. Aunque ya cada vez llamaba menos papa y mama a los demás y casi siempre nos lo decía a nosotros. En todo caso no callaba. Siempre estaba hablando. En su idioma que no entendía nadie pero no dejaba de hacer ruiditos. Cuando se fueron todos acostamos a la peque y nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El domingo fui a celebrar con mis padres mi cumpleaños en casa de ellos. Llegamos pronto y disfrutamos de la piscina. Tras comer una paella muy rica en la comida mis padres me dieron el regalo. Regalo que me negué a aceptar.
– No voy a aceptar un millón de euros de regalo – dije
– Cariño no es un millón de euros – dijo Manuela – Es más no te estamos regalando nada. Es un millón de euros para ser usados en la compra de participación de parte de la empresa que ya compartimos.
– Sigue siendo regalarme un millón de euros – dije
– Míralo de esta manera – dijo Mariano – Si gasto ese millón de euros en comprar acciones a mi nombre, cuando luego muramos tu madre y yo heredaras todo.
Miré a Rocío.
– Eso ni lo mencionéis – dije – Ya he perdido unos padres y no quiero pensar en perder otros.
– Pues nada – dijo Manuela – Te regalamos algo para la casa nueva cuando la tengáis
– Eso vale – dije sonriendo
Mi madre se levantó para ir a la cocina a por algo cuando se acercó a mi y me besó.
– Te quiero aunque seas un estúpido cabezota.
Yo sonreí
– Yo también te quiero mamá
Nos quedamos hasta las ocho, hora en la que nos fuimos para poder acostar a la peque. Tras acostar a la niña cenamos algo y como en la tele no echaban nada muy bueno nos fuimos a la cama.
– ¿Sabes ya quien? - dije
– Alguien cercano – dijo
– ¿Raquel o María? - pregunté
– No – dijo Rocío – Sería como ponerle los cuernos a mis amigas
Teniendo en cuenta que yo me follaba a sus amigas no lo entendía muy bien.
– Además – dijo – Imagínate la cagada si en pleno clímax María o Raquel gritan que llevas años siendo el que mejor las folla. Paso de que sean ellas.
– Pues quedan Mónica y Pedro, Alberto y Celia y Mike y Marga
– Yo quito a Mónica y Pedro. Con lo de Raúl y Teresa tengo suficientes problemas en ese círculo.
– Pues yo quito a Alberto y Celia – dije – Me encantan como personas pero Celia, sexualmente, no me pone nada
– Pues ya está – dijo Rocío – Mike y Marga
Ambos parecimos pensarlo y Rocío se acercó a mi, tocando mi cuerpo y agarrando mi polla con una mano.
– Espero que no la estemos cagando – dijo
– No creo – dije – Pero tendremos que hacerlo con cabeza
Y la cabeza la perdimos desde ese instante haciendo el amor de manera loca.