Mi historia (64: Abril 2006)
Viajo con Ana a Milán, decido dar un paso adelante con mi esposa en el mes de su cumpleaños. Mi padre y yo intentamos ayudar a mi esposa y mucho más.
1. Semana del 3 al 9 de Abril
El lunes trabajé con Marga viendo que aperturas manteníamos y cuales no. Alberto estaba más centrado en el tema de Milán pues era uno de los que mejor conocían a Carlo y Marco junto con Mike y yo. A comer se unió Alberto para que le pusiéramos al día y, ya por la tarde, trabajé en la oficina cerrando algunos asuntos pendiente. A las siete me fui para casa. Pude trabajar un poco más pero, como esa semana me iba unos días a Milán, me parecía más importante ir a ver a pasar un rato con mi hija. Cuando llegué a casa aun no había llegado Rocío y la niña jugaba con Elizabeth. Tras un ratito con ella llegó la madre y Rocío y yo pasamos a bañar a la peque tras despedirnos de Elizabeth. No se que haríamos sin ella. Tener a tu hija en manos de alguien en que confías es algo que relaja mucho, la verdad. Tras acostar a la peque cenamos Rocío y yo y charlamos un rato de su trabajo y del mio. En ambos pasaban cosas muy interesantes. En el mió más agradable que en el suyo.
El martes Alberto, Ana y yo nos reunimos en mi despacho para tratar el viaje de esa semana a Milán. Iríamos solos Ana y yo pues tocaba hacer el due dilligence. Ana sabía mucho más de contabilidad que nosotros y de los socios yo era el que más sabía pues casi todos los socios estudiaron administración de empresas mientras que yo estudié económicas. Además, hasta la contratación de Ana yo llevaba la parte financiera de la empresa. Alberto nos preparó todo con su secretaria. Volaríamos el miércoles por la tarde para dormir en Milán ese día y dedicar todo el jueves y viernes a estudiar los números. Marco estaría disponible en cualquier momento para resolver cualquier duda pero mientras nos dejarían hacer nuestro trabajo sin intromisiones en una sala de reuniones de sus oficinas. Puesto que trabajaríamos jueves y viernes hasta tarde volveríamos el sábado por la mañana. Por algo que me había contado Ana el día anterior intuí que ese fin de semana debía ser bastante fértil.
– ¿Porque no le dices a tu marido que vuele el viernes por la noche y os volvéis el domingo? - dije
– No lo había pensado – dijo Ana sonriendo
– Paga la empresa – dije riendo
Alberto se echó a reír pues con lo que pagábamos a Ana no lo necesitaba pero por como lo dije parecía que era así.
– ¿Te encargas tu? - le dije a Alberto
– Si – dijo – Lo hace mi secretaria.
Cuando se fue Alberto, Ana se acercó a mi y me dio un pico
– Gracias – dijo
– De nada
– Se que lo haces porque sabes que son mis días fértiles. No se como puedes acordarte.
– Simplemente me he acordado – dije
– Que sepas que, de alguna manera, te lo voy a agradecer.
Yo sonreí y ella me dio un nuevo beso. Mientras yo acaricié las botas que ese día llevaba sobre su vaquero.
– No se si ahora que no te dejo hacerme el amor debería dejar de traer botas – dijo sonriéndome – Me parece un poco duro calentarte para luego dejarte a dos velas.
– Por favor – dije levantándome – Sigue traiéndolas.
Me acerqué a ella y la besé en la boca.
– Quiero que estés siempre guapa
Ella sonrió
– Guapa para ti – dijo
– Eres guapa para todo el mundo – dije
Ella me agarró del cuello de la camisa y me dio un nuevo beso.
– Me voy que como siga aquí diez minutos más me haces perder los papeles.
Yo sonreí mientras vi como se iba por la puerta. A comer quedé con María y Raquel. Fue una comida de amigos y es que apenas tratamos el trabajo y hablamos de nuestros hijos y familias. Muy agradable. A las seis en punto me fui a casa. Tenía trabajo pero me llevé el portátil para poder trabajar desde casa una vez la niña estuviera en la cama. Quería estar con ella esa última noche. Jugué mucho con ella y la di de cenar. Mi esposa mientras nos miraba. Apenas hablaba. Una vez acostamos a la peque curré durante una horita antes de cenar con mi esposa aprovechando, nosotros también, la última noche juntos antes de pasar tres noches separados. Como supondréis esa noche hicimos el amor.
Toda la mañana del miércoles estuve cerrando temas antes de salir esa tarde con Ana de camino a Milán. A las cinco y cuarto Ana y yo cogimos un taxi y nos fuimos al aeropuerto. Tras hacer el checkin fuimos a la sala VIP. Ana no tenía tarjeta oro pero con la mía ambos pudimos entrar. A las siete nos fuimos hacia la puerta de embarque y poco antes de las diez estábamos aterrizando en Milán. Cenamos en el avión y al llegar al hotel dejamos nuestras maletas y bajamos un momento al bar del hotel a tomar una copa hasta las doce menos cuarto. Estaba preparándome en mi habitación para irme a la cama cuando sonó la puerta. Al abrir estaba Ana, aun vestida de calle, con las zapatillas de felpa que daba el hotel, y con una bolsita en la mano.
– ¿Puedo dormir contigo? - me dijo
– Claro cariño – dije
Pasó y me dio un beso en la boca antes de meterse en el baño. Yo me fui a la cama y esperé a que esta saliera. Tras unos minutos salió Ana del baño y sonrió. Estaba con un babydoll precioso y unas sandalias de tacón muy fino.
– Estas buenísima – dije
– ¿Te gusta? – dijo girando
– Me torturas – dije
Ella se acercó a mi y me besó.
– Lo se cariño – dijo – Pero pocas veces estamos en una situación así, solos y lejos de casa. Quiero sentirme guapa y estar en tus brazos toda la noche. Pero si es demasiado para ti puedo irme a mi habitación.
– Me encantaría hacer el amor contigo pero prefiero solo abrazarte y darte un par de besos a tenerte detrás de esta pared.
Ana sonrió, se metió en la cama y nos besamos. Estuvimos besándonos en la cama hasta que, poco después de la una, decidimos dormir.
Desperté el jueves abrazado a Ana cuando sonó el despertador a las ocho menos cuarto. Ana se fue a ducharse y vestirse a su cuarto no sin antes besarnos durante unos minutos. A las ocho y media estábamos ambos desayunando en el restaurante del hotel, ya listos para ir a la oficina de Carlo. Al llegar allí, hacia las nueve, les presenté a Ana y antes de las diez ya estábamos a pleno rendimiento estudiando números de los distintos años. No buscábamos el resumen. Eso ya lo sabíamos. Buscábamos ineficiencias y posibles problemas. La ley en cuanto a contabilidad en Italia no es muy diferente a la española y pudimos entender bien los números sin ralentizarnos mucho. Comimos poco para no dejar de currar mucho y poder avanzar. Ese día ya iba quedando claro porque querían vender. La empresa no crecía, algo que ya sabíamos, pero era desde hacía años. Apenas crecía la facturación un 5% anual que es, prácticamente, como no crecer. También notamos que casi todo el crecimiento, tanto en facturación como en beneficio atribuible, era gracias a nosotros que éramos los que más incrementábamos sus ventas. En algunos países de Europa hasta bajaba la facturación. A las ocho, ya con los problemas vistos, tocaba retirada. El viernes buscaríamos como nosotros podíamos hacer más eficiente la empresa. Eran los dos aspectos fundamentales para nosotros a la hora de aumentar la valoración de nuestra compra. Ana y yo fuimos a cenar con Marco y su esposa. Estaban muy encima de nosotros y es que Carlo quería que nosotros compráramos y Marco estaba de acuerdo. A las once estábamos de vuelta en el hotel. Ana fue un momento a la habitación y, cuando llamó a mi puerta, estaba con el albornoz del hotel. Cuando entró en mi habitación y se quitó este vi a una preciosa mujer con ropa interior negra, un camisón transparente del mismo color y unas preciosas botas, también negras, de altísimo y fino tacón. Al llegar a la cama se quitó el camisón y se sentó sobre la cama, con sus manos apoyadas tras ella, y sonriendo con cara de niña traviesa. Estaba verdaderamente impresionante.
– Ven conmigo – dijo con voz modosita y tumbándose sobre la cama a lo ancho seductoramente.
Yo me subí sobre ella y la besé.
– Estamos jugando con fuego – dije
– Lo se cariño – dijo – Pero no puedo más quiero llegar hasta el punto en que follemos. Al menos calentarnos y si eso te la chupo al final y tu me haces un dedo pero necesito sentir como si te estuviera haciendo el amor.
Yo volvía a besarla, ella estaba de costado sobre la cama y acaricié un poco su culo para jugar con el. Lo acariciaba y bese su cuerpo, en su costado a mitad de camino entres sus tetas y su culito. Una de mis manos jugaba con sus tetas mientras la otra no dejaba de jugar con su culo.
– Necesitaba esto – dijo – Demostrarte el amor que te tengo. Estar contigo y no hacer cosas era una tortura.
Para callarla subí un poco más y la besé aunque en ningún momento dejé de acariciar culo y tetas con mi manos.
– Ven que te la chupo – dijo – Lo más parecido a follar
Yo sonreí y la miré a los ojos.
– Sabes – dije – No es exactamente lo más parecido a follar. Se me ocurre algo más parecido.
Y tras decir eso acaricié un poco más su culo. Ella me miró con una mirada a mitad de camino entre la duda y la pasión con una pizca de miedo.
– Nunca lo he hecho – dijo
– Podemos probar
– ¿Prometes ser bueno y si te digo que pares parar?
– Claro – dije
Ella suspiró y se puso boca abajo sobre la cama con las piernas abiertas. Parecía no querer ni dar el si y que simplemente la tomara por su culito. Lentamente aparté su braguita mientras acercaba mi cuerpo desnudo a ella. Aparté un poco los cachetes de su culo y metí el principio del capullo de mi polla que ya, simplemente por la situación, estaba totalmente erecta. Ella empezó a morder el edredón sobre el que estaba tumbada y lanzó su mano a por la almohada para morder esta.
– ¿Te duele? - dije
– Sigue – dijo – No me hagas arrepentirme
Yo poco a poco seguí metiendo la polla en su coño y ella parecía cada segundo más. Cuando tuve la mitad dentro paré, me tumbé sobre ella y la besé en el cuello. Ella giró la cabeza y nos besamos. Tras el besó volví a incorporarme y saqué casi toda mi polla de su culo para volver a meterla. Entraba sin fuerza, lentamente, y cada vez conquistando unos centímetros más. Tras unos quince minutos de polvo anal parecía ella empezara disfrutarlo y empezaba a gemir. Desde luego ya se había olvidado de la almohada.
– Oh – dijo – M e gusta. Darme un poquito más cariño. Hazme tuya. Ahora si que soy tuya.
– Sera tu culo porque no puedo ni follarte – dije sonriendo
Ella me miró con cara de cabreo.
– Mis dos hombres ahora tienen su parcela – dijo – Mi marido será el padre de mis hijos. Mi amante y hombre preferido en la cama tiene la exclusiva de mi culo.
Esa promesa de exclusividad me calentó y yo empecé a follarla cada vez un poco más fuerte. No se como habíamos quedado en una posición casi frontal aunque yo estaba medio perpendicular follándola. En esa posición nos besamos como locos mientras la seguía follando analmente.
– Sigue amor – dijo – No pares
Tras un rato me corrí en ella y saqué de ella un orgasmo. Tras la follada acabamos en la cama, abrazados. No tardamos mucho en quedar dormidos, medio en bolas y abrazados.
No fue necesario el despertador el viernes puesto que Ana me despertó bastante más agradablemente. Con una maravillosa mamada.
– Empezaba a dudar si era justo tenerte a dos velas y no darte nada – dijo una vez eyaculé en su boca – No quería mamártela para no calentarme ni calentarte pero ahora que te he dado mi culito me siento mejor. Me escuece un poco pero me siento bien por darte algo mientras eres paciente conmigo.
Yo la sonreí y me levanté para ir a la ducha.
– Sería paciente contigo aunque no me hubieras dado tu culito – dije
– Ya lo se – dijo – Por eso cada día te quiero más.
Entramos juntos en la ducha y allí nos aseamos mutuamente mientras no dejábamos de besarnos ni un segundo. Una vez duchada Ana se fue a su habitación para vestirse y nos vimos un rato después en el desayuno. Volvimos a la oficina de la empresa que estábamos estudiando para comprar. Ese día tocaba encontrar ineficiencias. Vimos varias cosas que podríamos cambiar y así aumentarían algo, aunque no radicalmente,el beneficio. Principalmente temas de tecnología. Nuestra intranet, diseñada y programada por nuestra propia empresa de ese ramo, nos daba una clara ventaja competitiva y solo necesitaba unas pequeñas adaptaciones para que la pudiera usar una empresa de exportaciones en vez de una de importaciones. Al final parecían empresas opuestas pero eran muy parecidas. Compraban para luego vender. A las siete dimos por terminado el estudio de los números. Ana prepararía un informe y nos lo presentaría la semana siguiente. Al hotel llegamos a las ocho y ya estaba allí el esposo de Ana. Me fui a cenar con ellos. Era raro verles caminar agarrados de la mano y yo ir de tercera pata pero no me importaba. Me gustaba mucho ver la felicidad en la cara de Ana. Decía que me quería, y no lo dudo, pero se notaba que a su marido le quería igual o más. Tras la cena tomamos unas copas mientras charlábamos y, a las once, volvimos al hotel. Estaba en la cama viendo las noticias en la CNN cuando empecé a oír como en la habitación de al lado Ana y su marido follaban. He de reconocer que no pude dejar de hacerme una paja. Noté las diferencias entre los polvos de Ana conmigo y los de su marido. Con su marido era menos vocal, hablaba menos, pedía menos. Cuando a mi me hablaba me pedía más fuerza, a su marido que la embarazara. Tras acabar su primer polvo ellos siguieron. Yo me quedé dormido.
El sábado, a las ocho, estaba haciendo la maleta para irme bajar a desayunar e irme al aeropuerto. En esas estaba cuando sonó la puerta. Al abrir estaba Ana sonriente. Entró y me dio un beso.
– Menuda juerga tuviste ayer – dije
– Sabes que me mi marido venía para embarazarme. A ver si puede ser está vez.
– Espero – dije – Creo que te hará muy feliz un niño.
– Bueno – dijo Ana – Dejemos el tema. He venido a despedirme de ti.
Me dio un beso con lengua durante unos minutos.
– Vamos a bajar a desayunar. ¿Tu has desayunado? - dijo Ana
– No – dije – Lo iba a hacer ahora.
– Pues nos vemos abajo.
Y tras un piquito salio graciosamente hacia su habitación. Unos minutos después estaba en el restaurante desayunando con ellos. La verdad es que el marido de Ana me caía relativamente. Tras el desayuno ellos se fueron a hacer un poco de turismo y yo al aeropuerto para irme a Madrid. Llegué a casa a la una. Mi hija paseaba por la casa con mi cuñada Diana. Al entrar en el salón me vio y se soltó de su tía para ir solita hasta mi. Yo la esperé arrodillado y la abracé. Con ella en brazos fui a la cocina donde besé a mi esposa, que preparaba la comida de la niña. Tras ello fui a saludar a mi cuñada y a mi amigo Pablo que fueron a ver a la niña y comer. Pasamos con ellos toda la tarde pero a las siete se fueron puesto que habían quedado con unos amigos para cenar. Nosotros esa noche hicimos el amor pero nada más pues yo quería descansar.
El domingo lo pasamos en el club. La mañana estuvimos paseando por las instalaciones con la niña hasta la hora de ir a comer con mis padres que llegaron solo para eso. La comida fue muy agradable y mi padre le estuvo contando a Rocío como se había estado moviendo. Rocío le dijo una vez más que no estaba convencida de que fuera una buena idea pero aun así se lo agradeció. Tras la comida ellos se fueron a una fiesta que tenían pero querían comer con nosotros para ver a su nieta. Nosotros decidimos volver a casa para que la peque durmiera tranquilamente la siesta. Cuando se despertó la peque estuve jugando con ella y luego la deje que jugara sola mientras leía un libro mientras mi esposa dormitaba en el sofá con su cabeza en mi regazo. Tras dar de cenar a la niña y acostarla Rocío y yo cenamos tranquilamente y charlamos de nuestras cosas.
02. Semana del 10 al 16 de Abril
El lunes por la mañana tuvimos un día de trabajo normal y por la tarde, ya con Ana organizada tras el viaje, mantuvimos nuestra reunión mensual. En marzo la empresa tuvo el peor mes del año en facturación, aunque en realidad muy cercano a enero y febrero. Aun así fue mejor que febrero en cuanto a beneficios gracias a unos menores gastos. En todo caso los tres meses del primer trimestre tuvieron números bastante similares con algunas empresas funcionando mejor que otras cada mes. La reunión acabó hacia las siete y me fui para casa a pasar el resto del día con mi esposa e hija.
Esa semana era semana santa y, puesto que el miércoles por la tarde me iba a Cuenca, quería dejar varias cosas cerradas. Pasé todo el día currando a lo bestia, incluso comí en mi despacho mientras miraba lo que habíamos visto la semana anterior Ana y yo en Milán, y a las ocho y cuarto seguía en la oficina. A esa hora llegó Raquel. Ese día llevaba Raquel un vestido color beige, hasta las rodillas, con un cinturón marrón claro y unas sandalias de mucho tacón y cuero de la misma tonalidad que el cinturón. Se sentó enfrente mía y empezó a jugar con sus tetas acariciándolas y sonriéndome. Tras un ratito rodeó la mesa y se acercó a mi. Apoyó su culo en esta y, antes de que yo pudiera empezar a tocar su cuerpo, empezó a bajarse los tirantes del vestido. En unos segundos estaba de cintura para arriba con solo el sujetador aprisionando sus preciosas tetas. El sujetador no era muy sexy pero el color, un verde perla, era bastante bonito. Se quitó el sujetador, me lo tiró a mi y llevó mis manos a estas. Las acaricié un rato para, inmediatamente, pasar a chuparlas con ganas. Jugaba con sus pezones poco a poco. Tras un rato jugando con sus tetas me hizo ponerme en pie y nos besamos con muchas ganas. Tras un rato besándonos fue ella la que se sentó en la silla y me sacó la polla para jugar con ella lentamente. Me hizo una maravillosa pero corta paja. Inmediatamente pasó a meterse la polla en la boca y darme una buena mamada. Esta fue corta pues yo hice que se levantara y se quitara el vestido del todo antes de arrodillarme, hacer que se sentara en mi butaca de nuevo, y comerla el coño con devoción. Mi comida de coño fue, poco a poco, sacando de ella pequeños gemidos y no tardó mucho en llevar su mano a mi cabeza para ayudarme a mantener un ritmo constante. Era tarde, estaba cansado y muy caliente. Así la hice levantarse y apoyarse sobre mi mesa para, acercándome desde atrás, pegarle mi polla al culo y empezar a follarla con verdaderas ganas. Ella gemía fuerte.
– Oh amor – decía – Sigue. Eres mi hombre. Me encanta como me follas. Me encanta que seas el padre de mi hijo.
Yo sonreí y la seguí penetrándola cada vez con más fuerza. Ella gemía con cada embestida desde atrás y disfrutaba de la penetración que la daba. Yo mientras me estaba excitando mucho y no sabía cuanto iba a durar. En mi cabeza solo había una cosa, intentar darla fuerte sin eyacular. Por desgracia mi polla no pensaba lo mismo y yo notaba como estaba cada vez más cerca de explotar. Mientras seguía follándola empecé a acariciar sus senos buscando que se corriera conmigo. No pude conseguir evitar correrme pero, por suerte, si pude conseguir excitar a Raquel lo suficiente como para que ella se corriera solo unos segundos después de correrme yo. Nos besamos durante un rato y nos vestimos. Ese día apenas hablamos. Fue un polvo salvaje. Cuando al final salí de la oficina eran casi las nueve y media de la noche y una vez en casa, cené, charlé un poco con mi esposa y a la cama.
El miércoles Ana nos presentó su informe sobre el par de días que ambos habíamos pasado en Milán estudiando la empresa italiana que estábamos pensando comprar. El informe de Ana fue impresionante. Hasta yo que había estado allí con ella estudiando la empresa tuve una visión mucho más clara gracias a la exposición que hizo Ana sobre las virtudes y defectos de la empresa. La reunión terminó a las doce y media. Tras la reunión Marga vino a mi despacho.
– Estoy impresionada con el trabajo que hicisteis en Milán – dijo
– Y yo – dije – Ana hizo un gran trabajo plasmando lo que vimos allí. Hasta a mi, que estuve presente, me ha quedado todo mucho más claro.
– Ana es muy buena – dijo – Tenemos que mimarla
– No te preocupes – dije
Cuando Marga se fue pensé, casi como un chiste para mi mismo, si era suficiente tirármela para mimarla. Si no lo era que la pagáramos un pastón por su buen trabajo seguro que ayudaba. Seguí currando solo en mi despacho ese día hasta que, a las seis en punto, salí pitando a casa para preparar el cocho. A las siete llegó Rocío y, tras meter a la peque en el coche, nos fuimos para Cuenca. Y Llegamos a eso de las once de la noche y, tras pasar un rato con los padres y los hermanos de Rocío, nos fuimos todos a la cama.
Jueves y Viernes Santo los dedicamos a pasar largos ratos en casa y visitar algunas de las procesiones más importantes de Cuenca. El jueves yo fui a comer con Raúl y Pedro mientras que Rocío, esa noche, salió con Mónica y Teresa. El viernes nos fuimos pronto a la cama pues el sábado cumplía años mi esposa. El viernes también nos llamó mi padre para decirme que el y yo comeríamos con el presidente del banco de Rocío al que se había encontrado el día anterior en el club. Rocío se puso algo nerviosa pero yo la dije que no se preocupara.
Me levanté antes que mi esposa el sábado y me fui a por la peque que estaba en una habitación que compartía con su primo Jorge. La desperté, cogí en brazos y, con ella, me fui a despertar a mi esposa. Estuvimos los tres en la cama. Rocío a medio despertar me sonreía y daba besos a mi hija y a mi. Mi hija se activaba super rápido y gateaba por la cama. Rocío y yo nos dábamos besitos pero estábamos al tanto para que nuestra hija no se cayera de la cama. Tras un ratito en la cama bajamos a la cocina de la casa de los padres y los que estaban allí desayunando la felicitaron. Los últimos fueron María Rosa y el pequeño Jorge que llegaron a la cocina después nuestra. Rocío acarició la barriguita de María Rosa.
– Tu felicitación vale por dos – dijo sonriendo a María Rosa
Esta sonrió y se abrazaron. No eran íntimas, no salían juntas a comer, pero se llevaban muy bien y charlaban de sus cosas cada cierto tiempo. Hablarían por teléfono una vez al mes. Ese día comimos todos juntos en un restaurante donde tras los cafés dimos los regalos a Rocío. Yo la regalé un bolso de Marc Jacobs y unos zapatos de tacón mientras que Sandra la “regaló”, o la regalé en nombre de mi hija, un marco de plata con una foto de Sandra andando. Regalarle cosas a mi esposa era y es muy difícil. Es complicado cuando lo tiene todo o, mejor dicho, puede comprar todo lo que quiera. Entiendo que conmigo pasa lo mismo y así cuando nos regalamos cosas intentamos que sea algo que sabemos que el otro quiere pero sabemos que casi nunca puede ser una sorpresa especial. Al final el mejor regalo para ambos es estar al lado del otro. Tras los regalos y un poco de charla volvimos a casa de los padres donde ayudamos a preparar una cena a la que asistirían amigos de Rocío y la familia. Asistieron todas las amigas de Rocío incluyendo Teresa y Rocío con Pedro. Raúl no acudió aunque a Rocío no le hubiera importado. Si estuvieron los padres de Teresa y los padres de Raúl. Vi como las relaciones de ambos eran más que cordiales. Le pregunté a Pedro por esa apreciación.
– Al principio fue duro. Curiosamente más para los padres de Teresa. Entiendo que ellos eran los padres de la mala – dijo Pedro
– Ya – dije – Pero ellos no tienen culpa de nada. Te diría que ni Teresa, se acabó el amor y han roto de manera más o menos civilizada.
– Por eso los padres de Raúl fueron de los primeros en acercarse a ellos y darles un brazo en el que apoyarse. Ahora solo falta que Raúl pase página – dijo Pedro – Yo cada vez le veo mejor.
– Si – dije – Para mi la prueba de fuego es vuestra boda.
– Bah – dijo Pedro – Para entonces todo normal. Vendrá el novio de Teresa y espero que Raúl venga acompañado.
– Veremos – dije
Seguimos disfrutando del cumpleaños casi siempre juntos con Jorge, el hermano de Rocío, y Pablo, mi amigo y pareja de Diana. A ratos les dejaba para hablar con algunos amigos de mis suegros. Siempre me gustaba charlar un poco con los amigos de ellos y dar imagen de buen yerno. A la niña la acostamos tarde para ella, hacia las diez, pero nosotros no fuimos a la cama hasta las dos de la mañana.
El domingo fuimos todos apareciendo por la cocina hacia las doce del mediodía. Tras desayunar un poquito fuimos preparando las maletas y antes de la una salimos de vuelta para Madrid. El viaje se hizo largo y tuvimos que parar un par de veces por la niña. Al final casi seis horas de viaje entre paradas y atascos. Cuando llegamos apenas pudimos bañar a la niña y darla de cenar antes de meterla en la cama. Ya con ella en la cama cenamos nosotros y nos fuimos a la cama para celebrar el cumpleaños de Rocío con un buen polvo.
03. Semana del 16 al 23 de Abril
Tras trabajar toda la mañana con Marga en los proyectos de las nuevas tiendas, que no queríamos parar del todo por la compra de la empresa italiana. Un poco antes de la hora de comer me fui a la oficina de mi padre para luego irme con el y el presidente del banco de Rocío a comer. He de reconocer, y se lo hice saber a mi padre, que estaba nervioso. No era un alto cargo del banco. Era el presidente, un hombre que salía a veces en los telediarios y con mucho poder. El banco de Rocío no era uno de los tres grandes pero era del grupo intermedio. Mi padre me dijo que no me preocupara. Cuando llegamos al restaurante estaba entregando su abrigo el presidente, casi habíamos llegado a la vez. En la misma entrada nos saludamos.
– Encantado – dije
– En realidad nos conocimos en el velatorio de tus padres
– Lo siento – dije – Pero de esos días no recuerdo casi nada y desde luego a nadie que me presentaran. Demasiada gente que no conocía.
– Tranquilo hombre – dijo – Es normal. Tu padre siempre hablaba bien de ti y Mariano casi mejor. Ya me ha contado que es como tu padre. Llevaba un tiempo queriendo conocerte. Te vi por el club alguna vez pero siempre con prisa. Ya me dijo tu padre que eres socio y que te está metiendo en el golf.
– Eso intenta – dije
Nos sentamos a charlar y seguimos hablando de nuestras vidas. Yo le conté acerca de mis empresas y me miraba con cara de sorpresa.
– Este chico os va a pasar – dijo el presidente a Mariano
– Ya lo ha hecho – dijo este
Tras otro ratito más de charla insignificante llegaron los entrantes y Mariano fue al grano.
– Estoy un poco desagradado con una situación en tu banco – dijo Mariano – Como sabes mi nuera trabaja en el y es la subdirectora de la oficina central de banca privada
– Rocío – dijo – Me la presentaron y me pareció buena chica.
– Pues ella y la gente de su entorno está siendo atacada por Juan José, el director de banca privada de Madrid, el cuñado de Jesús
Mariano pasó a narrar con dureza pero a la vez con precisión lo que ocurría en el banco. El presidente solo lo miraba. Aluciné con mi padre. Fue capaz de ser muy duro sin levantar la voz ni decir una palabra mal sonante. Era espectacular verle en acción. Tenía mucho que aprender.
– No te pido mucho – dijo Mariano – Es más, no te pido nada. Te informo. Te informo que no se si saben con quien están jugando. Creo que Juan José al meterse con el grupo de mi nuera piensa que se meté con José Luis – el jefe de Rocío – y unos niños pijos. No creo que sepa, y si lo sabe es un suicida, que yo soy cliente, mi hijo tiene once millones y los socios de mi hijo son todos clientes con mucha pasta. Tampoco sabrá que mi empresa tiene las cuentas en tu banco y mi hijo más de la mitad del dinero de sus empresas en el. Conoces mis contactos.
– ¿Estas amenazando? - dijo el presidente
– No – dijo Mariano – Eres mi amigo y te estoy informando. Tarde o temprano esto te va a explotar en la cara y quiero que sepas que es lo que te explota.
El presidente torció el gesto. Mariano le acababa de decir que si se calentaba el tema usaría todos sus contactos para luchar por el poder. O entraba ahora con el tema templado o tendría que entrar en plena guerra. Tras ese momento de dureza con los postres se endulzó todo y volvimos a charlar de nuestras familias y negocios. Tras los postres y cafés seguimos charlando un buen rato antes de despedirnos. Al terminar de comer eran casi las cinco y fuimos a por mi madre a su casa para recogerla e ir a la mía. Mientras esperábamos a mi esposa mis padres pasaban un rato con la nieta. Mi madre, puesto que era antes de las seis, charló mucho con Teresa pues la conocía de cuando trabajaba para mis padres biológicos. Al enterarse que su hijo salía con Elizabeth estuvo hablando con ambas. A mi me parecía hasta gracioso. Cuando llegó Rocío mi padre le contó la comida. Mientras lo hacía se agarraba Rocío a mi mano pues estaba algo nerviosa. Tras la charla, y mientras mis padres y yo dábamos a mi hija de cenar, Rocío se fue a nuestra habitación para hablar tranquilamente con Arturo y Laura que, posteriormente, llamarían a su jefe para contárselo. Ya con la niña en la cama cenamos los cuatro juntos antes de marcharse mis padres e irnos nosotros a la cama donde noté como Rocío, nerviosa, no era capaz de quitarse de la cabeza el tema de su trabajo. Eran muchos meses de tensión y pelea acumulados.
El martes María, tras pasar todo el día de reunió, me invitó a comer en su casa. Ese día, de camino a su casa, me dijo que la chica no iba iba Lunes, Miércoles y Viernes y que, por tanto, estábamos solos pues Mariely entraba a trabajar hacia las cuatro y media. A las dos y media estábamos en su casa. besamos de camino al salón. Iba vestida muy informal. Con una falda vaquera, hasta algo por debajo de las rodillas, con un corte en la parte central delantera de esta que llegaba hasta unos quince centímetros por encima de la rodilla. Complementaba su atuendo con un camiseta marrón de manga larga y bastante escote para lo que era ella. Un escote normal para otra mucha gente. Sus sandalias planas, con cintas por la pierna, y su cinturón eran de una tonalidad de marrón muy similar a la camiseta. Una vez en el salón ella se sentó en el sofá y me hizo sentar junto a ella. Nos miramos durante unos instantes y hablamos de distintas cosas a la vez que nos declarábamos amor. Toda esa conversación sobre amor y las palabras cariñosas estaban haciendo que me calentara. Ella debió notarlo y juguetona se apartó un poco de mi bajando su camiseta de los hombros para liberar un poco sus tetas. Luego se quitó el sujetador y me lo tiró. Una maravillosa vista. Se acercó a mi y cogiendo mi cabeza la acercó hacia ellas y yo empecé a lamerlas. Dedicaba un tiempo similar a cada una de ellas y las trataba con dulzura, besando los pezones, o dureza, mordiendo estos. Cuando no hacía una de esas dos cosas me dedicaba a darlas buenas mamadas como si intentara sacar la leche de ellas. Ella emitía pequeños gemidos y tras un rato me separó.
– Creo que tenemos que bajarte esos pantalones.
Tras decir eso llevo sus manos a mi cinturón y me desabrochó rápido este y el pantalón bajándomelo hasta los tobillos y quitándomelos junto con los calzoncillos. Se volvió a sentar junto a mi y, agachándose, llevo su boca a mi polla para hacerme una mamada, la verdad, de lo mas convencional. Creo que debía ser por no estar tampoco muy sobrados de tiempo. Yo me levanté y de pie puse mi polla junto a su boca para que me la mamara un rato. Ella siguió con esta y cuando vi que ya estaba totalmente erecto decidí que era hora de follar. La hice levantar y lentamente bajé su falda hasta el suelo dejando a la vista unas preciosas bragas azul celeste que cubrían todos sus tesoros pero que, a la vez, eran relativamente sexy. A medio camino entre lo sexy y lo práctico. La di la vuelta y besé ambos glúteos antes de hacerla sentar y abrir sus piernas de par en par al aire. Ella apartó su braguita mientras yo me arrodillaba junto al sofá para empezar a chupar un poco su coñito. Así lubricaba un poco la zona y, a la vez, mantenía mi polla dura por la excitación. Tras un rato chupándola la quité las braguitas y, con una pierna en el sofá y otra en el suelo, empecé a penetrarla. A estas alturas ella ya estaba tumbada en el sofá.
– Fóllame – dijo ella – Eres maravilloso
– Tu si que eres maravillosa. La mujer más dulce del mundo.
– No podría vivir sin esto – dijo
– Ni lo vas a hacer – dije
La follaba lentamente. La penetraba con toda tranquilidad y me aseguraba de llegar todo lo adentro posible. Sin prisas. Poco a poco fui aumentando la velocidad de mi follada y ella gemía con locura. Yo me quité el polo pues me molestaba pero en ningún momento dejé de penetrarla lentamente. Cuando noté que ya estaba muy excitada la hice levantar y me senté en el sofá. Mientras lo hacía ella se quitó la camiseta del todo y ya nuestros cuerpos desnudos se unieron en una cabalgada de ella sobre mi polla dándome la espalda. Su espalda se pegaba a mi cuerpo y echando la cabeza hacia atrás nuestras bocas se unían en un beso muy pasional. En esa posición fui notando como la velocidad iba aumentando al ritmo que lo hacía nuestra pasión y, tras unos minutos, acabé eyaculando en ella sacando casi simultáneamente un orgasmo de ella. Se salió de mi con cuidado para no manchar el sofá y de la mano nos fuimos a la ducha. Allí ella volvió a mamarme la polla pero decidimos no follar porque tampoco íbamos sobrados de tiempo. Tras vestirnos y comer algo nos fuimos una media hora antes de que llegara Mariely. La tarde en el trabajo y casa fue de lo más normal.
El miércoles nos reunimos todos los socios con Ana para ver cuanto podíamos ofrecer por la empresa italiana con la que estábamos en negociaciones para comprarla. La opinión de Ana para nosotros era importante pues ella conocía mejor que nadie la situación financiera de ambas empresas. No tenía voto pero, desde luego, tenía voz. Tras toda la mañana reunidos decidimos ofrecer 4,5 veces beneficios, treinta y un millones y medio de euros. Como obviamente no teníamos ese dinero en caja queríamos que aceptaran un pago aplazado a lo largo de dos años en cuatro pagos. Para negociar todo esto irían a Milán Alberto y Mike la semana siguiente.
El jueves no se porque razón estaba cansado en la oficina y, puesto que no tenía mucho trabajo atrasado, decidí irme pronto, algo antes de las cinco, para casa. Llegué hacia las cinco y cinco. Teresa aun estaba en casa y me tomé un café con ella y Elizabeth mientras mi hija, que había llegado hacía poco de la guardería, se echaba una siesta.
– ¿Como le va a tu hijo con su novia? – le dije a Teresa como si Elizabeth no estuviera presente
– Muy bien – dijo – Es una chica excelente. El fin de semana pasado estuvieron fuera y parece que van en serio.
Yo miré a Teresa y luego ambos miramos a Elizabeth. Estaba roja de vergüenza y ambos nos echamos a reir.
– No te pongas así – dije – Es genial que estés con el hijo de Teresa.
Poco a poco se le fueron bajando los colores. Según hablábamos, ya con menos recochineo sobre su relación con el hijo de Teresa, fui sabiendo más detalles. Como que estaban buscando piso aunque antes necesitaba a alguien que ocupara la habitación que ocupaba en la casa, de dos habitaciones, que compartía con su hermana Mariely. No lo dijo en ningún momento pero por como hablaban ella y Elizabeth todo sonaba a boda. A las seis se iba Teresa y le dije a Elizabeth que se fuera con ella y yo me quedé con mi hija a esperar a mi esposa que llegó a las siete y media pasadas. Ahora todos los días tenía alguna pequeña reunión sobre sus problemas en el banco. Yo esperaba que acabaran ya pues Rocío estaba cada vez más cansada. Esa noche no hicimos el amor pero charlamos largo y tendido sobre nuestra vida y esperanzas de futuro.
El viernes tras el día de trabajo intensivo comí con Rocío y Raquel. Tras la comida mi esposa y yo fuimos a casa a por mi hija y con ella nos fuimos, paseando, hasta el Mallorca de Velázquez. Allí reservamos unos sándwiches para el día siguiente y así completar la barbacoa que ofreceríamos a nuestros amigos al día siguiente. En el camino de la pastelería a casa pasábamos por buena parte de las mejores tiendas de Madrid y Rocío no dejó pasar la oportunidad de entrar en varias de las tiendas que unen, en Ortega y Gasset, Velázquez con Castellana. En Giorgio Armani yo me probé un traje pero la verdad es que, si bien era mi diseñador favorito para trajes de vestir, ese traje para trabajar me parecía demasiado formal y no me lo compré. Entramos en además en Dolce & Gabbana, Hermés y Chanel. En Chanel Rocío se compró un bolso y en Hermés me compró una camisa de vestir azul para sustituir una que estaba un poco vieja. En todas las tiendas a Rocío la llamaban por su nombre de pila. No éramos, ni mucho menos, sus mejores clientes. Apenas compraríamos en cada tienda un par de cosas al año pero Rocío había estado un par de veces viendo cosas con su hermana, que como personal shopper de gente de dinero iba mucho a esas tiendas, y mi madre, que en el mundo de la moda era relativamente conocida. Digamos que la hacían la pelota más por quien conocía que por lo que gastaba. Al final nos gastamos mil euros. Setecientos en el bolso y trescientos en la camisa. Era cómoda pero también una de mis camisas más caras. Podía pagármelo pero aun así me gustaba que mi esposa solo hiciera esto en ocasiones especiales como ese día que era el primer día de paseo y tiendas tras su cumpleaños. Al llegar a casa, bañamos a la niña, la dimos de cenar y la metimos en la cama pues estaba cansada tras tenerla sus padres toda la tarde de compras. Una vez estaba la niña en la cama, cenamos Rocío y yo y nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El sábado, tras levantarnos y desayunar, Rocío se quedó con la peque mientras yo me fui a por los aperitivos que teníamos reservados en Mallorca. Cuando volví ya estaban María y Raquel con sus familias. Marta vino corriendo a mis brazos y es que la pobre debía aburrirse. Su hermana mayor charlaba con mi esposa, su madre y Raquel como si fuera ya una adolescente, su hermana Elisa y Susana, casi de la misma edad, eran íntimas y jugaban. Mientras mi hija y Juan, el hijo de Raquel compartían juguetes bajo la supervisión, relajada, de Arturo y José Carlos. Pronto llegaron el resto de invitados y empezó el cumpleaños. Lo más tenso la presencia de Teresa con su novio. Principalmente por la presencia de Pedro con Mónica. A Pedro, como mejor amigo de Raúl, el nuevo novio de Teresa no le hacía ninguna gracia pero supo comportarse de manera excepcional e incluso estuvo charlando con el un rato a solas. Teresa y el fueron los primeros en irse y aproveché a pillarlo por banda.
– Te he visto muy civilizado – dije
– En diciembre le hubiera roto la crisma pero el no tiene la culpa de nada. Se enamoraron y punto. Además – dijo – Yo no te he dicho nada pero Raúl ya tiene chica nueva.
– ¡Será cabrón! - dije – No me ha dicho nada.
– No tardará. Entenderás que no te dijera nada.
Me quedé un poco intrigado pero no conseguí sacarle nada. Cuando todos se fueron se lo comenté a Rocío.
– No se como te extraña – dijo – Es un buen chaval, relativamente guapo y con un gran trabajo. Mucho ha tardado
– No me extraña – dije – Me jode que no me lo haya contado
– Tendrá sus razones
No le di mas vueltas y nos fuimos a la cama tras recoger todo un poco. Allí no pudimos dejar de hacer el amor.
El domingo nos fuimos a casa de mis padres a comer y pasar con ellos el día pues ellos también querían celebrar con Rocío su cumpleaños. Mis padres le regalaron a Rocío un cuadro más para su colección.
– Gracias – dijo Rocío – Pero para mi el verdadero regalo ha sido vuestro apoyo en mi trabajo. Me apura que entréis en un tema que no es incumbe directamente y por eso de verdad que lo agradezco.
– Claro que nos incumbe – dijo Manuela – Eres nuestra nuera, la madre de nuestra nieta. Y te queremos
– Lo se – dijo – Yo también os quiero. Parece que la tradición dicta que no tengamos que aguantarnos pero no es el caso. Paso pocos ratos a solas con Manuela y me gustaría que fueran más pero bueno, el trabajo y otras responsabilidades mandan.
– Que ñoños estáis – dije - ¿Alguien quiere un café?
Así cambie el ritmo de la conversación que parecía iba a ser una lagrima continua de ese momento en adelante. A las ocho nos volvimos a casa y tras acostar a la niña cenamos algo ligero y nos fuimos a la cama a hacer el amor.
04. Semana del 24 al 30 de Abril
El lunes a la hora de comer Raúl y Sofía nos pidieron comer con los socios. Acudimos todos excepto Mike que tenía ya una comida con un cliente. Fuimos a comer a un restaurante cercano a la oficina. Estábamos Alberto, María, Raquel, Marga y yo con ellos dos pidiendo y justo antes de que llegaran los entrantes entraron en materia.
– Queríamos contaros esto por si queréis tomar alguna medida – dijo Raúl – Apreciamos mucho lo que habéis hecho por nosotros. Desde hace aproximadamente tres semanas estamos saliendo juntos y creemos que es serio.
Todos les miramos con cara de sorpresa pues nadie esperaba eso. Yo esperaba que me hablaran de la empresa que, entre ambos, dirigían. Tras unos segundos todos mis socios giraron a mirarme a mi
– Ya os vale – dije
– ¿Te molesta? - dijo Raúl
– Me molesta que no me lo contaras. Tío somos amigos, me deberías contar esto antes. Pedro ya me dejó caer que salías con alguien.
Todos rieron. Todos menos Sofía a la que se veía algo más nerviosa.
– Lo siento tío – dijo – Pero por respeto queríamos contároslo nosotros a todos y, si te lo hubiera dicho, lo sabrían por ti
Yo asentí un poco. Con el paso de la comida nos fueron contando un poco más.
– Era deprimente – dijo Raúl – A mi me había dejado Teresa, Sofía había roto hacia un par de meses con su novio. Estábamos contándonos nuestras penas un viernes tras el curro tomando una caña y acabamos besándonos. Ese día nos fuimos, con solo un beso, ambos a casa muy nerviosos. Y al día siguiente, cena juntos y decidir darnos una oportunidad.
– Me alegro por vosotros – dijo María
Al acabar la comida Sofía abrió la boca yo creo que por primera vez.
– ¿Entonces no os importa que estemos juntos?
Yo miré a todos mis socios pero todos acabamos mirando a Alberto que era el que ahora les supervisaba en su primer año como gestores.
– ¿Va a influir en vuestro trabajo? - dijo Alberto
– Sabes que no – dijo Sofía muy segura de si misma
– Entonces, ¿porque nos iba a importar? - dijo Alberto
Tras decir esto vimos como Raúl y Sofía se tocaban la mano. Era el primer gesto íntimo en toda la comida. Tras la comida lo primero que hice fue, ya desde el despacho, llamar a mi esposa para contárselo. Se alegró por Raúl pero me dijo que ya lo sabía. Se me iba a quedar cara de tonto. Pasé el resto del día trabajando normalmente y por la tarde con mi hija y esposa.
El martes era el cumpleaños de mi amigo Pablo y aproveché para irme a comer con el y con Antonio. Ahora que era el novio de mi cuñada nos veíamos muy a menudo pero estaba muy bien poder vernos un día tranquilos, sin nuestras parejas y poder hablar de nuestras cosas sin ellas pinchándonos. Tras la comida a currar hasta tarde pues ese día se me fueron complicando las cosas. Así no llegué a casa hasta las nueve de la noche con mi hija ya en la cama. Rocío y yo cenamos juntos mientras charlábamos. Últimamente el tema de tener un hermanito para Sandra salía a menudo pero nos faltaba algo para decidir ponernos a buscar casa y a buscar el embarazo.
Miércoles y jueves fueron días similares. Mike y Alberto estaban en Milán negociando la compra de la empresa de exportación de comida italiana. Rocío y yo pudimos esa tarde disfrutar ambos de nuestra hija. Últimamente era raro que ambos estuviéramos en casa por la tarde pronto. Fue bueno estar juntos con nuestra hija y luego en pareja. Desde luego en esos momentos apetecía tener otro hijo.
El viernes tocaba que Mike y Alberto nos informaran de su negociación los días anteriores en Milán. De nuevo invitamos a Ana a unirse a ella. Estuvieron contándonos que la negociación empezó el miércoles tras comer y se alargó todo el miércoles hasta las nueve de la noche y de las nueve a las dos de la tarde del jueves cuando tenían que volver al aeropuerto. El problema era el precio por un lado y el pago. Al final consiguieron que aceptaran cuatro veces y media beneficios. Pero lo que no aceptaban era el pago a plazos. Se tenía que pagar todo y al contado en el momento de la compra.
– Y no parecía algo negociable – dijo Mike
– Estoy de acuerdo – dijo Alberto – Lo intentamos de mil maneras pero no pasaban por el aro.
Entramos nosotros en una discusión sobre que hacer y al final, tras argumentarse todos los puntos de vista, aprobamos por unanimidad buscar un crédito bancario para pagar la adquisición. A la hora de comer fui con Mike y Marga uniéndose algo más tarde Rocío. Tras la comida fuimos mi esposa y yo a por la niña a la guardería y pasamos la tarde y noche en familia.
El sábado era la celebración del cumpleaños de Pablo. Hicieron la comida en la casa nueva de Pablo y Diana donde ya habían dormido algún día, y estaba ya medio amueblada, pero donde aun no residían de manera estable. Mi hija y Magdalena jugaban en el salón mientras los mayores hablábamos. Un cumpleaños mio estaba lleno de niños. En este solo estaban Magdalena, Sandra y Miguel. Para este último las dos pequeñas eran demasiado pequeñas y yo jugué un rato con el pues con Sandra y Magdalena se aburría. El cumpleaños fue uno más. Entre amigos con un protagonista principal y los niños como protagonistas secundarios. Llegamos a case tarde, hacia las once, con la niña que, en el corto trayecto en coche a nuestra casa, cayó dormida. La subí en brazos sin despertarla y la metí en la cama. Siendo la hora que era decidimos nosotros irnos también a la cama.
El domingo pasamos el día en familia, tranquilamente. Los padres de Rocío estaban en Madrid y vinieron a comer a casa con nosotros y los hermanos de Rocío y sus familias Normalmente hubiéramos ido este puente a Cuenca pero, entre el cumpleaños de Pablo y que a María Rosa la recomendaron no viajar tras unos dolores en la tripita, al final fueron los padres los que vinieron. Paseamos por el barrio, hicimos una barbacoa, todo muy tranquilo. Tras irse la familia y acostar a la peque vimos una peli y nos fuimos a la cama. la cama, ella en camisón y yo en pijama, empezamos a besarnos. Yo llevé mis manos al lateral de su camisón y empecé a subir la falda de este hasta llegar al costado de sus bragas que empecé a bajar. Cuando estaban a la altura de sus muslos la hice levantar de la cama, cosa que hice yo también. De estar tumbados pasamos a estar de pie junto a la cama. Tras agacharme, la saque las bragas del todo. Me levanté y la besé con rudeza respondiendo ella con pasión. Primero llevando sus manos a mi cuello y, posteriormente, a los pantalones de mi pijama. Me los bajo sacando yo mis piernas de ellos como pude pero sin romper el beso. Tras un rato besándonos la agarré por el culo y la levanté. Apunté mi polla a su coño e hice que, poco a poco, fuera penetrándola. No me sentía con fuerzas para hacerlo de pie mucho tiempo así que en esa posición, totalmente penetrada y con ella pidiéndome, ahogadamente, que la follara, la lleve a la cama. Una vez allí la penetré con dureza e intercalaba los besos a su boca con los besos a sus senos.
– Hazme un hijo – dijo – Ojala falle la píldora. Me da todo igual. Ahora solo quiero un hermanito para Sandra.
– A mi también me encantaría que fallaran pero es más fácil si dejas de tomarla – dije
Ella estaba especialmente excitada y me beso. Se corrió como mínimo dos veces antes de explotar yo en el interior de su coño. Momento en el que se volvió a correr. Me quedé un rato con mi pene dentro de ella y la besé.
– ¿Iba en serio lo del bebé? – dije
– Creo que si – dijo – Creo que deberíamos buscar una casa y tener un hermanito o una hermanita para Sandra. En breve tendrá un año y medio. Creo que es el momento.
Yo lo pensé un momento.
– Primero buscamos casa y luego buscamos el niño – dije – Si vamos a mudarnos no quiero que sea con una barriga de ocho meses
Rocío me miró y me sonrió.
– Te quiero – dijo