Mi historia (62: Febrero 2006)
Cumple años Ana y no podemos celebrarlo como nos gustaría. Un mes sin muchos sobresaltos hasta que llega una llamada inesperada.
01. Semana del 6 al 12 de Febrero
El seis de febrero era el día del cumpleaños de mi amigo Ramón. Estaba lejos del grupo que en la universidad formábamos el, Antonio, Pablo y yo. Pero en la unión europea tenía un trabajo que le gustaba y eso era importante. Le llamé algo antes de ir a comer y pasé con el más de media hora de charla Un buen momento de relajación en el medio de un día bastante agobiante en lo que a trabajo se refería. No se como acabé con siete informes en mi despacho y tampoco se como pude revisarlos y comentarlos con los interesados por email antes de las cinco de la tarde. A esa hora me reuní con María para repasar unos temas de cursos de formación para nuestros empleados. Terminamos a las seis y nos fuimos a casa. Yo estuve un rato ayudando a mi hija a andar por el pasillo cuando llegó su madre. Sandra la vio y sus ojos se iluminaron y se emocionó acelerando el ritmo. Por suerte la tenía bien agarrada pues no tenía mucho equilibrio aun. Mi esposa se agachó para cogerla en brazos y fue precioso. Una vez la acostamos Rocío y yo charlamos un rato antes de cenar, ver una peli juntos e irnos a la cama a hacer el amor y dormir.
El martes fue un día bastante normalito. Entre reunión y reunión pude pasar un rato con Ana revisando los números de Enero con Ana. Al llegar a casa todo muy normal.
Tras trabajar todo la mañana solo en mi despacho el miércoles me pidió María que la acompañara a casa. Una vez allí me besó. Yo la fui llevando al salón pero ella paró un poco antes y me besó en la puerta.
– Se que no te gusta cariño – dijo María – Pero necesito que me hagas el amor en mi cama. Por favor.
Yo la miré y la di un piquito.
– No puedo decirte que no a nada
Ella se tiró a mis brazos y me beso sujetándola yo por el culo.
– Gracias cariño. Te quiero.
Se bajó de mi y me llevó de la mano a la cama. Una vez allí me tiró sobre esta y me besó apoyando las rodillas entre mis piernas en la cama si bien aun estaba de pie. Yo tenía media pierna fuera de la cama. María iba de blanco tanto en su pantalón, casi unos leggins de lo ajustados que eran y con un polo de manga larga. El toque de color lo ponían el cinturón, negro, y sus sandalias de tacón, grises. No hacía un día para ir en sandalias pero iba de casa al trabajo en coche y vuelta igual. Si luego salía a por sus hijas se podía cambiar. Tras darme un besito sobre la cama se fue hacia fuera de la cama y se arrodilló en el suelo entre mis piernas sacando mi polla del pantalón para empezar a hacerme una mamada. Mientras me la hacía con una de sus manos jugaba con la polla y con la otra acariciaba mi pecho. La lengua de María jugaba a ratos con el capullo de mi polla y el resto del tiempo se metía la polla hasta el fondo. Yo llevaba mis manos a su cabeza para ayudarla a apartar su precioso pelo rubio natural. Tras un rato de mamada la hice tumbar boca abajo en la cama aunque antes de esto, estando de pie, la quité el cinturón y la di un beso. Ya en la cama empecé a bajar su pantalón, que al ser algo elástico bajaba bien. Cuando pasó las rodillas lo dejé ahí y dediqué un rato a chupar su coñito.
– Oh amor – dijo – Es maravilloso. Eres el único que me hace esto. Te quiero. Sigue.
No necesitaba el estímulo pero siempre se agradece y no dejé ni un momento de chupar su coñito. Los gemidos de María iban aumentando. Cuando ya llegaron a un punto muy alto dejé de darla estimulación oral y volví a bajar sus pantalones hasta quitárselos del todo. Ella se dio la vuelta, ya sin pantalones, levantó sus piernas al aire tumbada en la cama y se quitó su tanguita tirándomelo a mi. Yo lo olí y sonreí mientras me iba desnudando. Ella me miraba seductora mientras se iba quitando las sandalias.
– No te las quites – dije
– Mira que eres fetichista – dijo María – En realidad son unos de mis zapatos con más tacón. Sabía que te iban a gustar.
– ¿No sabías que me iban a gustar más las botas?
– Si – dijo – Pero solo las tengo planas y hoy me apetecía ir con tacones. Seductora. Que en la oficina algún trabajador me mirara. Y saber en mi interior que lo hago para ti.
– María amor – dije - ¿Seductora? Esa no eres tu
– Esa no era yo – dijo – Me has cambiado. Y creo que para bien. Aunque la mayoría de los días me sigue dando corte vestir siquiera algo provocativa. Solo que algunos días....
Callé su charla con un beso, yo ya totalmente desnudo, y me dejé caer sobre la cama. Allí yo quedé boca arriba y ella se fue acercando a mi polla hasta que se la metió dentro. Sin dejar de besarnos ni un segundo. Estuvimos un buen rato follando en esa posición, con la cama sonando y apenas dejando el beso para, uno de los dos, decirle al otro que el quería. Tras cada parada para decirnos eso nos sonreíamos y volvíamos al beso. Estuvimos más de un cuarto de hora en esa posición hasta que ella, algo cansada, se dejó caer sobre la cama y acabó tumbada en esta. Yo me eché sobre ella y, en la posición del misionario, empecé darla fuertemente sacando de ella cada vez mayores gemidos. Tras unos minutos, con apenas centésimas de segundo de diferencia, ambos acabamos en un maravilloso orgasmo. Yo me derrumbé a su lado y vi como mi semen salía de su coñito. Ella a ratos, mientras nos decíamos cuanto nos queríamos y nos besábamos, se llevaba un poco a la boca.
– Esto me dio a Elisa – dijo – Soy la feliz madre de tu hija.
– Eres la feliz madre de tres hijas
– Si – dijo – Y a las tres las quiero por igual. Como a Arturo y a ti que os quiero por igual.
Ante eso imposible contestar. Yo a Rocío la quería más que a nada de este mundo y a María no la iba a mentir. Es cierto que María y Raquel, en mi corazón, andaban muy cerca de Rocío pero ni de broma igual. Haría por ellas cualquier cosa exceptuando algo que dañara a Rocío. Cuando nos levantamos de la cama esta estaba empapada de sudor y restos de semen. Ayudé a María a cambiar las sabanas, nos duchamos juntos y comimos en su cocina unos sándwiches antes de irnos al trabajo para seguir la tarde. Me fui pronto a casa para pasar el resto del día con mi esposa e hija.
El jueves me levanté con mi esposa pegada a mi.
– Hola cariño – dijo sonriente
– Hola amor – dije
– ¿Que tal? - dijo – Ya sabes que día es hoy
– Si – dije – Son ya siete años sin mis padres. Los hecho de menos a ratos. Hasta ahora gracias a mi nuevos padres, a mis amigos y a ti es más que soportable. Ahora con Sandra todo lo antiguo me parece lejano. A Lucía la quería pero he repetido mil veces, y mis padres que eran sus padres lo saben, que tu eres especial. No sabía que se podía querer tanto.
– No me engañas – dijo – A Sandra la tienes que querer más que a mi
– Es distinto – dije – Creo que os quiero por igual pero con ella, además de amor, siento la necesidad imperiosa de no fallarla. Si a ti te fallo lo puedes comprender, puedes resolverlo. Ella depende de mi. No puedo fallarla.
Rocío me sonrió.
– Solo falla el que no lo intenta – dijo – A mi hija y a mi no nos vas a fallar. Seguro.
Estuvimos un rato besándonos y nos pusimos en marcha. Era un día de trabajo y no podíamos pasar este en la cama. Mientras Rocío se duchaba yo desperté a mi hija y mi esposa la dio de desayunar mientras yo me duchaba. Tras llevar a mi hija a la guardería fui a la oficina donde todos mis amigos estuvieron encima mio. Estaba claro que sabían que día era aunque no sacaran el tema. Esa era una de las razones por las que estaba enganchado a ellos como una droga. Tras trabajar, como casi era costumbre ya, cené con mis padres. Con Sandra tan pequeña cambiamos un poco las normas y fueron ellos los que vinieron a cenar a casa. La cena y posterior charla se alargó hasta la una de la mañana.
El viernes tocaba la reunión mensual que trataba los números de Enero. Ana nos presentó los resultados de este mes. Fueron los típicos números de enero. Sin récord de beneficios ni de facturación pero bastante buenos. En las tiendas aun vendían bastante pues había una semana de compras intensas hasta Reyes. Que luego las otras tres semanas fueran de rebajas apenas influía en los resultados de las tiendas. Fue el primer mes entero con la incorporación de nuestra nueva empresa de importación de calzado y supuso que, en facturación, se acercara mucho a nuestra empresa de importación de comida. De facturar la mitad a facturar un 25% menos. Aun estaba lejos pero se había acercado mucho. A las dos acabamos y me fui a terminar unos asuntos pendientes. Esa tarde Rocío y yo comimos juntos con Mike y Marga. Durante la comida salió el pasar la tarde juntos. Marga se vino con Rocío y conmigo a por la peque a la guardería mientras Mike iba a recoger a su hijo para llevarlo a nuestra casa. Pasamos una buena tarde junta las dos parejas. Mike era, tras Antonio, mi mejor amigo, probablemente por encima de Pablo, y a Marga la adoraba pero Rocío siempre tuvo mejor relación con María y Raquel que con Marga. Posiblemente porque Raquel y María eran mejores amigas desde hacía un tiempo y al entrar en el circulo de una entro en el de la otra pero a Marga también la quería mucho. Simplemente hacíamos estas reuniones a solas menos de lo que posiblemente debiéramos. Estuvieron en casa hasta las diez de la noche. A la niña ya la habíamos acostado un poco antes y ellos se fueron cuando Miguel ya estaba cansado. Tras irse ellos Rocío y yo vimos una peli antes de irnos a la cama.
El sábado pasamos todo el día en casa con mi hija que estaba algo constipada. Por suerte no se había puesto muy enferma y solo habíamos estado con ella una vez en el hospital en su primer año de vida. Diana y Pablo se vinieron a comer y trajeron una tarta de postre. Se fueron a las siete para ir al cine y de copas con unos amigos y nosotros nos quedamos a cenar tranquilos con mi hija y mi esposa. Yo me escapé un momento, no más de hora y media, para comprarle a Ana su regalo de cumpleaños que era al día siguiente. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor.
El domingo desayuné con mi esposa e hija. Tras el desayuno llamé a Ana para felicitarla por su cumpleaños. Rocío la felicitó y luego se fue a jugar con la peque mientras yo seguía hablando con Ana. Esta me comentó que iba a casa de su madre y que podría conseguirme treinta minutos para verla. Tras colgar se lo dije a Rocío y me duché para ir a verla y darla mi regalo. Llegué a casa de su madre y la llamé al móvil. Me dijo que esperara cinco minutos. Me fui a unos metros de la casa y vi como salían el padre de Ana, su marido y los dos hermanos de esta. Casi en ese momento me llamó Ana para que subiera. Lo hice y nada más entrar en casa de la madre me uní a ella en un beso de lengua de no menos de cinco minutos. Estaba empezando a querer a esa mujer. Tras el beso di un par de ellos a su madre y fuimos al sofá del salón. Allí di a Ana su regalo, un precioso vestido de la marca Caramelo, estampado, sin mangas, de seda arrugada. Cuando se lo di se subió encima mía y nos volvimos a unir en un beso de tremenda pasión.
– Seguro que ahora estarías deseando no haber decidido que tu marido fuera el padre de tu hijo – dijo la madre riendo
Yo la miré extrañado pues me pareció todo una salida de tono pero Ana se echó a reír y eso me calmó.
– ¡Mamá! - dijo Ana riendo
– Pero es verdad, ¿o no? - dijo la madre
– No – dijo Ana – Tengo muy claro que quiero tener el hijo con mi marido.
Yo asentí y la besé en la mejilla.
– Aunque está claro que ahora me encantaría poder follarme a Carlos para agradecerle el regalo.
Y las dos se echaron a reír. Tras un rato riéndose me beso con fuerza y yo acaricié su cuerpo mientras ella movía su entrepierna sobre mi polla. Estuvimos unos diez minutos de caricias, besos y palabras de amor. Tras esos diez minutos la madre nos dijo que debíamos separarnos y así lo hicimos. Nos besamos un rato para despedirnos y yo me fui para casa. De camino a casa pasé por El Corte Inglés de Serrano para comprar comida preparada para ese día. Pulpo a la vinagreta y pollo asado. Con Rocío no entré en detalles de mi mañana con Ana. Solo quedó claro que no me la tiré y que la gustó el regalo. Por la tarde se pasaron Alberto y Celia por casa pues estaban por la zona y tomaron un café. Una vez se fueron lavamos a la niña, la dimos de cenar y luego la acostamos. Nosotros cenamos, vimos un poco la tele e hicimos el amor.
02. Semana del 13 al 19 de Febrero
El lunes fue un día duro de trabajo. Con Marga y Alberto estuvimos preparando un calendario muy agresivo de nuevas aperturas. Ahora que estaban los dos de nuevo dedicados a desarrollar las novedades de la empresa podíamos permitirnos ser más agresivos. Decidimos que a lo largo del año abriríamos un mínimo de doce establecimientos entre todas nuestras empresas. Unas cuatro en la primera mitad del año y otras ocho en la segunda mitad. La inversión sería grande pero teníamos mucho dinero en caja y Ana no paraba de recomendarnos que invirtiéramos. Acabamos comiendo juntos charlando sobre las nuevas aperturas y no acabamos hasta las cinco. A esa hora me metí en mi despacho y, a las ocho y media, seguía currando. Justo en ese momento llegó Raquel.
– ¿Tu también sigues aquí? - dijo Raquel
– Si cariño – dije – Estoy hasta arriba de curro.
– Yo me iba a ir pero podría estar un par de horas más mínimo. Tengo tantos eventos durante el día que al final el curro tengo que sacarlo a estas horas o en casa – dijo ella
– Si quieres yo voy a alguno de esos eventos – dije
Ella se acercó a mi sonriendo
– No me estoy quejando amor – dijo subiéndose a mi regazo y acariciando mi cabello – Tengo alguna compañera de universidad que trabajan en consultoras y apenas ven a sus hijos. Trabajan de sol a sol, a veces los sábados, con gente que está siempre lista para acuchillar al compañero con tal de ascender. Aquí alguna semana me toca pringar pero muchos días a las seis estoy camino de mi casa a ver a mi hijos. Por no hablar de mi sueldo y ser dueña de más de una décima parte de la empresa.
– No tienes nada que no te merezcas – dije
Ella me sonrió y me besó. Nuestras lenguas poco a poco se fueron uniendo en una mayor pasión. Mientras nos besábamos ella se fue recolocando de tal manera que acabo sobre mi, de rodillas, como cabalgándome. Mientras seguíamos besándonos ella poco a poco se fue moviendo y, gracias a una falda con mucho vuelo, hacía que su braguita se rozara con mi polla. Esta fue ganando en centímetros y grosor con cada movimiento de su entrepierna sobre mi polla. Tras un rato llevó sus manos a mi cinturón y me desabrochó este junto con los botones del pantalón. Ella se levantó un poco para que pudiera quitarme los pantalones y una vez estuvieron alrededor de mis tobillos volvió a bajar sobre mi polla para ahora rozar esta, directamente, sobre su coñito. Terminé de quitarme los zapatos y pantalones con la ayuda de los pies y una vez liberado llevé mi mano bajo su falda y, sin ver pero al tacto, aparté su tanguita para meter la polla en el coño. Una vez con ella dentro empecé a penetrarla lentamente. Esto duró poco pues ella empezó a llevar el ritmo cabalgándome a lo bestia.
– Uff – dijo Raquel – Deseo tanto tu polla dentro.
– Ya la tienes – dije
– Si – dijo – Menos de lo que me gustaría pero no quiero abusar. Tu eres de Rocío y no quiero estar siempre encima tuya aunque te follaría todos los días.
Yo sonreí y la besé mientras ella seguía cabalgando. Seguimos follando durante un buen rato hasta que, tras un buen rato de polvo me corrí en ella. Ella siguió saltando sobre mi durante unos segundos mientras yo eyaculaba y, tras menos de un minuto se corrió conmigo. Ya habiéndonos corrido ambos nos besamos con pasión antes de levantarnos e ir a asearnos. Una vez limpios decidí irme y llevé en coche a Raquel a casa pues ese día no había traído el coche. Tras dejarla me fui a casa con mi esposa pues, al llegar, mi hija ya llevaba un rato en la cama. Con Rocío algo de tele y poco más.
El martes, San Valentín, me aseguré de terminar el curro a tiempo y estar en casa a eso de las seis. Cuando llegué guardé el regalo que había comprado para mi esposa y di el resto de la tarde libre a Elizabeth. Cuando llegó Rocío algo antes de las siete la besé mientras mi hija, de pie, se agarraba a las piernas de su madre. Rocío tras el beso cogió a Sandra en brazos y la llevó al salón. Dejé a ambas allí y me fui a la habitación para coger mi regalo para Rocío. Eran tres, un ramo de rosas, unos zapatos de tacón y una camisa de Ralph Lauren a rayas rosas y blancas. Me lo agradeció con un beso y saqué mi cuarto regalo. Una camisa igual que la de Rocío pero para Sandra. Así irían igual cuando paseáramos por el barrio. Rocío a mi me sorprendió con unos zapatos nuevos. No esperaba nada pues en San Valentín parecía que los que teníamos que regalar éramos solo nosotros. Cenamos con la niña, algo antes de lo normal, pero queríamos estar con ella. Era la materialización de nuestro amor. Una vez acostada vimos una peli juntos y luego nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El miércoles era el cumpleaños de Jorge, el sobrino de Rocío, y en casa una vez después de trabajar, llamé junto con Rocío a casa de su hermano para felicitarle el cumpleaños al pequeño Jorge. Esa noche por lo demás fue de lo más normal.
El jueves fue un calco del miércoles solo que a quien llamamos fue a Jorge padre. Al hermano de Rocío. Siempre me hacía gracia que solo se llevaran un día entre el cumpleaños de ambos.
El viernes el día pasó a toda prisa. Casi sin darme cuenta eran ya las tres y media y aparecieron en mi despacho Rocío con María. Había quedado para comer con ellas y ni me había dado de la cuenta. Nos fuimos a comer juntos y tras recoger los tres a Sandra en la guardería nos fuimos con María a recoger a sus hijas al cole. Las tres se pusieron muy contentas de vernos a Sandra, Rocío y a mi allí. Rocío, María y Elena hablaban mientras empujaban el carrito de Sandra. Yo iba con Marta de una mano y Elisa de la otra. Mi ahijada y mi hija no reconocida. Las dos me adoraban y yo a ellas. Esa tarde cenamos pronto con la familia de María y, a las nueve, nos fuimos a casa. Tras acostar a la niña, Rocío y yo vimos un poco la tele y nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El sábado los padres de Rocío estaban en Madrid para celebrar, en casa de María Rosa y Jorge, el cumpleaños de ambos Jorges, padre e hijo. En la comida estaba la familia de Rocío y la de María Rosa. La comida bien y los regalos de lo más normal, juguetes y ropa para el pequeño y ropa, algún DVD y algo de música para el padre. Pero lo más relevante ocurrió tras todos los regalos justo cuando servían los cafés. Vimos que María Rosa se tomó una manzanilla en vez de un café.
– ¿Te ha sentado mal la comida? - dijo la madre de María Rosa
– No – dijo esta
Miró a su marido y este sonrió.
– Estoy embarazada. De unos dos meses y medio.
Y en ese punto se levantó todo el mundo para felicitar a los padres. Miguel con tres años ya se enteraba de todo y estaba contento al darse cuenta que iba a tener un hermanito o hermanita. No paraba de preguntar y entre todos, como podíamos, intentábamos contestar a sus dudas. Con la nueva noticia la fiesta siguió hasta las diez de la noche. Nos fuimos a casa a las nueve de la noche e hicimos el amor una vez acostamos a la niña.
El domingo mi amigo Ramón estaba en Madrid e hicimos una comida en casa de Antonio y Laura. Además de Ramón y nosotros vinieron Pablo y Diana. Así estábamos los cuatro amigos. Ramón nos contó que estaba saliendo con una Danesa que trabajaba también en la Unión Europea aunque en otro departamento.
– Ya estás trayéndola la próxima vez que vengas – dije
– Eres como mi madre – dijo Ramón riendo
– Tu sabrás – dijo Rocío – Este es capaz de hacernos ir allí todos
Todos rieron
– Llevo años diciendo que os paséis. Si es lo que tengo que hacer para que vengáis pues entonces no la traigo.
– A mi me apetece por un lado – dijo Laura – Pero con las niñas da un poco de pereza. Son tan pequeñas que aun no te dan mucha libertad.
Seguimos charlando un poco sobre el tema y al final todo quedó en que lo pensaríamos mejor si ir todos, al menos, un fin de semana. Al llegar a casa tuvimos el tiempo justo para bañar a la peque, darla de cenar y acostarla. Nosotros descansamos un poco antes de irnos a la cama a hacer el amor y descansar.
03. Semana del 20 al 26 de Febrero
La semana empezó tranquila y puesto que no tenía muchísimo trabajo decidí irme a ver a Javier para charlar sobre como iba nuestra empresa de abogados. La idea en un principio fue que me quitara esa empresa de encima, siempre decidiendo el quien comprar, pero ahora me sentía muy a gusto con el de socio y ni el ni yo queríamos que yo vendiera. A la hora de comer llamamos a mi padre y nos fuimos los tres juntos. Dos hombres de sesenta y tantos, socios míos, y yo, con treinta y dos. La muerde de mis padres habían creado unos extraños compañeros de negocios. A las cinco volví a la oficina, contesté unos correos y, una hora y media después, me fui a casa con mi hija. La tarde y noche muy normal.
El martes era el cumpleaños de Oscar. El fue el primer directivo que fichamos para una empresa nuestra y me llevaba muy bien con el. Llevaba ya muchos años con nosotros, casi cinco, y su trabajo seguía siendo espectacular. Comí con el y se vino también Mike. La comida se extendió durante tres horas charlando de trabajo y de nuestras vidas. Tras la comida un poco de trabajo y a casa para pasar una tarde normal con mi esposa e hija.
El miércoles fui al concesionario a ver un poco como iba todo. Tras ver los números y las novedades que estaban implementando para incrementar los ingresos era casi la hora de comer y le dije a Cristina que fuéramos juntos.
– Mi marido está de viaje y la chica tiene hoy el día libre.
Yo me reí.
– ¿Entonces me invitas a comer en tu casa? - dije sonriendo
– Claro – dijo ella con una sonrisita y mirando a mis ojos
Salimos del concesionario y nos montamos en mi coche. Fuimos de camino a mi casa, nuestra casa, y durante casi todo el viaje me tocaba, durante unos segundos, la polla por encima del pantalón. Yo en esos momentos giraba la cabeza y la sonreía. Cuando llegamos a nuestro edificio fuimos desde mi coche al ascensor del garaje con mi mano en su culo. Ella iba un paso por delante y yo jugaba con este. Al entrar en el ascensor pulsamos el piso y una vez se empezaron a cerrar las puertas esta se subió sobre mi de un salto. Yo la agarré de las nalgas y nos besamos con sus piernas alrededor de mi cuerpo durante el corto trayecto. Al salir del ascensor nos comportamos, no nos fuera a ver algún vecino. Eso si, una vez entramos en su casa, tras quitarnos los abrigos, mi mano volvió a su culo solo que esta vez sobre la falda del vestido. Su vestido ese día era blanco, con un cinturón del mismo color que era parte de este y llevaba unos zapatos blancos y marrones, peep toe, con cinta alrededor del tobillo y un altísimo tacón de, seguro, más de ocho centímetros de altura. Me cogió de la mano y me llevó a la cocina. Yo iba detrás de ella, pegado, acariciando su inexistente barriga mientras mi polla, cada vez más erecta se frotaba contra su culito.
– Que bien se siente tu polla en mi cuerpo – dijo echando su cabeza hacia atrás y dándome un piquito.
Cuando llegamos a la cocina ella pegó mi cuerpo a la encimera y me besó llevando sus manos inmediatamente a mi polo para quitármelo.
– Tenía tantas ganas de volver a estar contigo.
– ¿No volverás a ponerte exigente? - dije sonriendo
– No amor – dijo – Jamás. Soy tuya para que hagas conmigo lo que quieras. Pensaba que eso ya había quedado claro.
Y tras decir eso me dio un besito y me quitó el polo. Ya sin el fue agachándose pasando sus manos por mi pecho hasta llegar a mi pantalón. Una vez ahí, de rodillas, me desabrochó el pantalón y me lo bajó junto con los calzoncillos cayendo estos al suelo. Cristina llevó su boca a mi polla y empezó a hacerme una maravillosa mamada unida a una sensacional paja.
– Que bien chupas – dije
– Tengo que hacerlo bien para mi hombre – dijo sonriendo – No puedo hacerle enfadar
Y tras decir eso se bajó ambos tirantes del vestido y liberó sus tetas del sujetador. Yo las acaricié con una mano sin ella dejar, en ningún momento, de chuparme la polla.
– Sigue – dije acariciando su cabello.
Ella me hizo caso y me mamó un rato más la polla. Tras un ratito ella se puso en pie y me hizo terminar de quitarme el pantalón y los calzoncillos. Totalmente en bolas me llevó a su salón y me hizo tumbarme sobre un puf que tenía en este. Ella delante de mi empezó un maravilloso streep tease tocando todo su cuerpo y quitándose el vestido para quedar en un pequeño tanga que, seductoramente, se quitó también.
– Te gusta como se mueve para ti tu putita – dijo Cristina
– ¿Eres mi putita? - dije
– Sabes que si. Haría por ti cualquier cosa a cambio de sentir tu polla en mi interior. Me tienes enganchada. Soy tuya. Siempre he dominado a los hombres y mi marido come de mi mano. Pero tu tocaste algo que me hizo temblar. Que me hizo débil y que me hizo tuya. No voy a luchar contra ello porque me gusta.
Según me decía todo esto se movía frente a mi, cada vez más cerca, y acabó con su culo a apenas unos centímetros de mi cara. Di un beso a cada nalga y la bajé para que se sentara sobre mi. Se echó un poco hacia atrás y nos besamos antes de que ella, con su mano derecha, apuntara la polla hasta su coño y se dejara caer sobre este. Mi coño fue poco a poco entrando en su cuerpo . Ella empezó a gemir lentamente con sus movimientos y, a medida que sus cabalgadas iban siendo más intensas, fue subiendo el volumen de sus gemidos. Me preguntaba si nos estarían oyendo nuestros vecinos pues no estaba siendo muy discreta. Por suerte nuestro edificio era de gente profesional y estaría casi todo el mundo trabajando. Tras un buen rato más saltando sobre mi polla Cristina se echó hacia atrás, con mi polla dentro y me besó. Tras el beso se bajó de mi pero no me dejó moverme y volvió a cabalgarme pero ahora mirando hacia mi. Claramente lo hizo para poder besarme pues cada poco tiempo se inclinaba sobre mi y me besaba con pasión. Tras un rato así la hice incorporarse y cargándola, sacando a la vez un grito de diversión, la tumbé en el puf boca arriba. Allí empecé yo a follarla con fuerza haciendo que se corriera rápidamente y corriéndome yo con ella.
– ¡Si! - dijo – Hazme tuya una vez más. Te necesito dentro. Recuerda que soy siempre tuya. Que cuando me necesites solo tienes que llamarme. Te quiero.
Yo, a pesar de haberme ya corrido seguí con mi polla en su cuerpo y la besé. Para que se callara de una vez. Un poco de sumisión tenía su punto pero se estaba empezando a poner un poco pesada. Tras un largo beso recogimos la ropa por el salón y la cocina y nos fuimos a su habitación a ducharnos. Tras la ducha comimos algo rápido y la dejé en el concesionario yéndome yo después directo a la oficina donde curré hasta las siete. Hora en la que me fui a casa para pasar un rato con mi hija y el resto de la noche con mi esposa.
El jueves el día de trabajo fue bastante normalito. Y en casa por la noche poco más de lo mismo.
El viernes era día de trabajo a media jornada y se me fueron complicando las cosas. Así iba a quedar a comer con Rocío pero no pude salir a las tres y ella se fue a comer con Raquel y María. Yo acabé a las cinco y me fui a casa. Al llegar ya estaba Rocío con Sandra en la cuna. Yo comí algo, poco, y pasé un rato con mi esposa. Tras mi comida llamé a Laura para felicitarla por su cumpleaños. Mi mujer ya había llamado, lógicamente, a su mejor amiga. Esa noche mi esposa y yo la pasamos en casa tranquilamente.
Nos levantamos el sábado y tras desayunar nos fuimos pronto a casa a pasar el día con Laura por su cumpleaños. Además de nosotros estaban invitados familiares de Laura, los padres de Antonio y amigos de ellos, incluyendo a Marta y Jorge que también eran amigos de Rocío. Un cumpleaños más. Nada especial. Yo estuve muy pendiente de mi hija y de Magdalena. Con Arturo, su padre y el padre de Laura charlé un rato sobre el tema de su situación en el banco. Ellos también trabajaban en banca, aunque ninguno había llegado a un puestazo como ya tenía Antonio y hasta casi mi esposa. Para ellos que los tres tuvieran esos puestos tan jóvenes les llenaba de orgullo. Cuando volvimos a casa esa noche Rocío y yo acostamos a la peque y nos fuimos a la cama.
El domingo era el cumpleaños de la hija mayor de mi exsocia Belén. La chica, que también se llamaba Belén, era un encanto y Rocío y yo la llamamos para felicitarla. Estaban ella y su hermana solas en Madrid y ellas sabían que podían contar con nosotros. Yo era menos dado a llamar por teléfono para charlar pero se que Rocío, porque me lo contaba, llamaba a Belén y a su hermana al menos una vez al mes para ver como estaban y si necesitaban algo. Esa era una de las cosas que hacían que cada minuto quisiera más a mi esposa. Estar todo el día con mi esposa e hija fue, sencillamente, genial. Disfruté con una Sandra que, ya en cualquier momento, se echaría a andar. La llevábamos de una mano y apenas perdía el equilibrio. Esa noche, tras cenar y descansar, Rocío y yo hicimos el amor.
04. Semana del 27 de Febrero al 5 de Marzo
El lunes fue un día de trabajo bastante intenso pero, quizás por suerte, acabé todo lo que tenía pendiente a las seis de la tarde. A esa hora me fui para casa y pasé todo el día con mi hija. Estuve un rato con ella pasillo arriba y pasillo abajo y luego jugando en el salón. Tras darla de cenar y acostarla me puse a hacer la cena. Rocío llegó tarde pues habían tenido otra tensa reunión. Durante la cena charlamos sobre su trabajo y algún otro tema. Como casi siempre que tenía estas reuniones, no tenía ningunas ganas de hacer el amor esa noche.
El martes por la mañana estaba en la oficina cuando llegó Raquel para pedirme que la acompañara al concesionario de coches del que éramos propietarios para ver un coche nuevo para ella. Con dos niños el A3, sobre todo el maletero, a veces se le quedaba pequeño. Puesto que yo era el que trataba generalmente con Cristina, y Raquel sabía que me la tiraba, quiso que yo fuera con ella.
– El concesionario es tan tuyo como mío – dije – ¿No te atreves a ir sola?
– Bueno – dijo Raquel sonriendo – Es más tuyo que mio, como la empresa.
Yo reí.
– Cuando me compré el otro también me acompañaste – dijo
Con eso derrumbó mi intención de picarla. Una vez en el concesionario estuvimos viendo varios coches. Dudaba si simplemente coger un coche que fuera más grande que el A3, por ejemplo un serie 5, o directamente si coger un coche ranchera. En ese caso un Serie 3. Cristina estuvo hiperamable con Raquel y esta con ella. Yo opiné a las preguntas concretas que me hacía Raquel. Pero en ningún caso quería tomar yo la decisión sobre el coche que querían comprar. José Carlos conducía un coche pequeño, un VW Golf, pues en el trabajo su plaza de garaje era muy estrecha. Esto hizo a Raquel tomar la decisión de comprar al final un serie 5, un BMW 535d, pues era un coche con más apariencia y, teniendo buen maletero, también podrían llevarlo cuando necesitaran dar imagen. Ahora usaban el A3 en esos momentos. Tras hacer el papeleo Raquel estuvo mirando varios Serie 1 por si cambiaban el coche de José Carlos en unos meses. El coche costaba normalmente algo menos de 60.000 euros pero ella lo sacó bastante más barato por ser socia. Se nos hizo la hora de comer y fuimos Raquel, Cristina y yo juntos. Fue una comida agradable. Yo la verdad es que estaba un poco tenso pues no sabía como llevaba Raquel mis polvos con Cristina. Tras la comida Raquel y yo volvimos a trabajar. La tarde fue normalita. Al llegar a casa disfruté con mi hija y esposa.
El miércoles fue uno de esos días en que no haces nada, a la vez haces mucho y te cansas bastante. Al llegar a casa ayudar a mi hija a aprender a andar me llenó la energía que había gastado en el trabajo. Rocío volvió a llegar muy tarde y cansada. La tensión ya era insoportable en el banco. La guerra se avecinaba. Yo la dije que quería comer con su jefe y le llamó para quedar al día siguiente.
El jueves tras una mañana tranquila de trabajo me fui a comer cerca de la oficina de Rocío. Cogió un reservado en un restaurante de la zona para cinco personas. Además del director general de banca privada y Rocío estaban Antonio y Laura. Mientras pedíamos charlamos de nuestras cosas y una vez ya habíamos pedido la comida fuimos al grano.
– Quiero ayudar – dije – Le he dicho a Rocío que reserve mesa porque me infla mucho las pelotas que mi esposa esté jodida por las ambiciones personales de un tío.
– ¿Y que quieres hacer? - dijo Antonio
– Yo no voy a hacer nada – dije – Pero pongo mi dinero en el banco a vuestra disposición. Si toca empezar la pelea de dinero hacerlo. Pero no podéis seguir así.
– No queremos llegar a ese punto – dijo el jefe – Agradezco el gesto y si ellos dan el primer paso nosotros iremos al ataque pero no queremos dar el primer paso.
Yo moví la cabeza de lado a lado.
– Pero no podéis ser tan corderitos – dije – En negocios no podéis ser así. No digo que ataquéis. Eso que lo hagan los cabrones pero al menos estar al loro. Ir tocando a la gente más cercana, con la que hay confianza, por si alguna vez tenéis que usar esos apoyos.
– No lo vamos a hacer, Carlos – dijo Rocío cogiéndome la mano – De verdad que te lo agradecemos. Pero esto es un banco. Si alguna vez vemos que lo necesitamos no será para mañana. Aquí las cosas van lentas. Sabemos que tenemos tu apoyo para todo y será muy útil. No tanto por tus doce millones sino por tus contactos.
– ¿Porque no mis doce millones?
– Doce millones es una pasada – dijo Laura – A mi aun me vuelve loca que tu seas mi amigo, tan normal y tengas esa pasta pero cuando necesitemos apoyos, si los necesitamos, necesitaremos al mínimo el apoyo de unos 300 millones.
– Además – dijo Antonio – Tu has puesto todo el dinero a nombre tuyo y de Rocío. Así es lógico el apoyo de ese dinero. Nadie lo duda. En todo caso, si necesitamos que nos ayudes ya te lo diremos. Como sabes muchos de nuestros clientes son socios tuyos, tu padre,...
– Les llamo ahora mismo – dije
– Mira que eres cabezota amor – dijo Rocío – Gracias por tu apoyo pero por ahora queremos mantener una cierta normalidad en la operación y no dar la paliza a los clientes.
– Si se os adelantan sabéis que voy a echároslo en cara – dije
El jefe de Rocío rió
– Tranquilo – dijo – Y muchas gracias
Estaba claro que no iba a ningún lado pues para ellos los clientes estaban por encima de sus intereses. Seguimos la comida siendo esta bastante agradable. Tras comer me fui a currar un poco y las siete estaba en casa con mi hija. Cuando Rocío llegó casi a las nueve, con la niña ya acostada, se tiró sobre mi.
– Eres un cabezota – dijo – Pero gracias por tu ayuda
Empezamos a besarnos y nos fuimos a la cama directamente. Rocío llevaba ese día un pantalón negro, con unas estupendas botas de altísimo tacón bajo este, y un jersey negro, de manga tres cuartos y cuello bastante amplio, que dejaba ver la camisa blanca que llevaba debajo dando un toque de color a un conjunto tan oscuro. Nada más llegar a la cama lo primero que hice fue, entre beso y beso, quitarla el jersey y acariciar un poco sus pechos sobre la camisa. Rocío se sentó en la cama y me hizo sentar junto a ella provocándome mientras había su blusa. Tras desabrochar mi camisa llevo su cara a la mía y me besó junto las orejas sacando de mi un primer gemido. Tras este nos besamos un poco y ella empezó a acariciar mi polla sobre el pantalón. Yo empecé a tocar sus pechos sobre la camisa mientras ella no dejaba mi polla ni un solo segundo. Lentamente desabroché su camisa haciendo que sus pechos estuvieran ya disponibles. Tras apartar un poco la camisa se la terminé e quitar dejando a la luz un precioso sujetador de colo negro. Acaricié sus senos sobre el sujetador mientras nos dábamos dulces besitos.
– Te quiero amor – dije – No sabría que hacer sin ti. Nunca dudes que haré todo lo que esté en mi mano por ayudarte.
– Lo se cariño – dijo Rocío – Pero ahora para ayudarme cállate. Y fóllame.
Tras decir eso juntamos nuestras bocas en un maravilloso beso lleno de pasión. Tras este me hizo ponerme de pie junto a la cama y ella se arrodilló ante mi sacando mi polla del pantalón y llevándosela a la boca.
– Mi polla – dijo Rocío sonriendo – Supongo que sabes que otras pueden tenerla pero que su dueña soy yo, ¿verdad?
– ¿Lo dudas?
– No lo dudo – dijo
Y volvió a metérsela en la boca para seguir con una mamada cada vez más profunda. Yo la metía la polla cada vez más profundamente y ella intentaba tomar todo lo que podía en su boca. Tras comérmela con ganas ella empezó a besar toda su extensión y llenarla de saliva. Tras un rato de mamada la hice ponerse en pie y ella, muy seductoramente se quitó el pantalón dejándose puestas las botas. Por suerte el pantalón era bastante ancho en las piernas, no así en la cintura y culo. Su tanguita apenas tenía por atrás una tira que se colaba entre sus nalgas. Era hipersexy y además bastante lógico que lo usara pues una braguita normal dejaría la marca en el pantalón. Y esas cosas Rocío las cuidaba al detalle. Ya solo con las botas, su tanguita y el sujetador se subió a la cama de rodillas y empezó a darme un espectáculo con movimientos felinos. Un espectáculo de pocos segundos que es lo que aguanté viendo a mi esposa en esa pose. La tumbé boca arriba en la cama y pegué su coño al borde de la cama. Una vez allí besé su coño y jugué con mi lengua alrededor de este. Mientras comía su coñito ella jugaba con sus tetas sacándoselas del sujetador y haciendo que sus pezones se pusieran como pitones. Empezó a gemir y el simple sonido de su placer me puso tan cachondo que tuve que ponerme en pie, acercarme a ella y penetrarla lentamente. Con ella tumbada y yo de pie la di con mucha fuerza intentando llegar hasta lo más profundo de su coñito.
– Sigue – dijo – Dame fuerte cariño. Haz que falle la píldora. Por favor. Dame otro hijo.
Estas palabras me exaltaron y me hicieron tumbarla de lado en la cama y, desde atrás, acercar mi polla a su coño y empezar a penetrarla con aun más fuerza. Tras un rato así ella se salió de mi, me tumbó boca arriba y se subió para cabalgarme con la polla dentro. Entraba y salía con fuerza hasta que con su corrida hizo que yo me corriera a la vez y se echó sobre mi para besarme. Estuvimos un buen rato besándonos.
– Me ha puesto mucho lo de tener otro hijo – dije
– Y a mi – dijo – Estaría embarazada de ti toda la vida pero por otro lado sabes que me gustaría ir poco a poco y tener una casa más grande para cuidar a nuestros hijos.
– Lo se – dije – Ahora estoy por vestirme e ir a la calle a buscar casa.
Ella se rió.
– Eres tonto. Pero eres mi tonto.
Yo me reí y nos besamos.
– Yo tampoco quiero hacerlo a lo loco. Pero se que podríamos ahora con otro - dije
– Si – dijo sonriendo – Pero recuerda. Casa nueva.
Por ahora había sido un calentón pero estaba claro que ambos queríamos aumentar la familia.
El viernes el día en la oficina fue del todo normal. Tras este comí con mi esposa y María y luego me fui a recoger a la niña a la guardería para pasar la tarde con mi esposa e hija. En esas estaba cuando a las siete de la tarde me llamó Carlo que era el dueño de la empresa que nos proveía de productos italianos. El hablaba un español bastante decente. Mucho mejor que mi italiano que era muy básico.
– Hola Carlos – dijo
– Hola – dije – Que sorpresa
– Mira no puedo entrar en detalles pero necesito que tu y Mike vengáis la semana que viene a vernos.
– Yo sabes que ya no estoy en el día a día.
– Lo se – dijo – Necesito que vengas tu. Siento no poder entrar en detalles.
– De acuerdo – dije – Organizamos los vuelos y quedamos la semana que viene
– Gracias por tu comprensión – dijo
La conversación siguió por derroteros cordiales pero pronto colgué. Se lo conté a Rocío y rápidamente llamé a mis socios. Por suerte no tenían planes el domingo y pude organizar una comida en mi casa para tratar la llamada. El resto del día estuve dándole vueltas a que podía ocurrir con nuestros socios y Rocío intentó quitármelo de la cabeza. Al final tras hacer el amor ella cayó dormida y yo seguí un rato dándole vueltas a la cabeza.
El sábado estaba cansado pues no había dormido bien pero decidí no comerme mucho la cabeza por las noches. Al menos intentarlo. Fuimos al club del que ya éramos socios a pasar el día y allí comimos con mi socio Javier. Creo que fue la primera vez que fui sin mis padres. Rocío y yo habíamos decidido que ya que eramos socios podíamos ir alguna vez solos. Tras la comida charlamos un rato y a media tarde nos fuimos a casa para que Sandra se echara una siesta. Con la niña en la cama me fui a encargar comida para el día siguiente a Mallorca. Esa noche dormí mejor.
El domingo tuve una reunión de todos los amigos. Pero de trabajo. Hablamos de todo lo que pudieran querer nuestros proovedores italianos. La mayoría pensaba, y yo uno de ellos, que querían renegociar márgenes y lo querían a hacer a un nivel alto. Mike y Alberto eran más pesimistas. Para eso podrían haber llamado a Mike. Ellos pensaban que quizás se iban con otra empresa española. Yo esperaba que no fuera eso. Pudimos tener la reunión gracias a que Rocío, Celia, Arturo y José Carlos se aseguraron que los niños estuvieran bien y la comida recogida de Mallorca y servida. Aunque a ratos ellos también opinaban. Sin saber mucho dimos la tarde por terminada pero aun así estábamos listos para lo que pudiera pasar. Esa noche Rocío y yo hicimos el amor pero reconozco que seguro que no le gustó mucho pues mi cabeza estaba un poco en otro sitio. En Italia.