Mi historia 6
Pasión, deseo y amor...
Las calles estaban desiertas, se respiraba un aire de tensión deliciosa entre Antonella y yo, una tensión tan agradable que cualquiera que estuviera en los asientos traseros la pudiera sentir. No decíamos nada, solo dejamos que la música nos envolviera aún más en el deseo que estábamos sintiendo. Podría decirse que la piel la sentía caliente, que los músculos de las piernas los tenía contraídos como a la espera de una batalla eterna, sentía las palpitaciones de mi vientre deseoso por calmar las ansias de un orgasmo lento y duradero, no podría hablar de mi clítoris porque sin duda era el más sensible de la historia.
Tan solo pensaba en que si yo estaba así, seguramente Antonella estaría muchísimo peor, sobre todo porque minutos antes estaba en la mesa a mi lado recibiendo atenciones que nunca nadie imagino. Volví mi entera concentración hacia su cuerpo, observaba como cruzaba las piernas, eso era signo evidente de lo que estaba conteniendo. Las manos de Antonella eran finas, delicadas, sacadas de esos catálogos donde a juro quieren venderte mil anillos, ni hablar de sus piernas, tenían un matiz entre fuertes y elegantes. Ella era un conjunto de características que me hacían flaquear de deseo y podría decirse hasta de amor.
Estacione eficientemente el hermoso auto de Fernando, corrí a abrirle la puerta a esa mujer que me encendía en llamas el alma y sin mucho apuro nos dirigimos al ascensor. Apenas las puertas del mismo se cerraron, se lanzó a mi boca. Era delicioso sentir el sabor de sus labios, la textura de su lengua y sobre todo sus manos en mi espalda clavándose como afiladas uñas de gato.
Respirar en ese espacio tan pequeño era como intentar no llorar con la película “The Notebook” (Para quienes han tenido el gusto de verla, para quienes no la hayan visto… ¿Qué esperan?) Entre besos, apretones y pisadas llegamos a mi puerta… Recuerdo que una vez le dije que mi santuario era para hacer el amor y que no llevaba a nadie allí así que decidí explicarle brevemente sobre el tema.
Yo: Antonella, una vez te dije que en mi cama se hace el amor… Quiero que hoy hagamos el amor, no solo en mi cama sino en toda mi casa si me lo permites. Sonaba tan ridículamente enamorada que cuando sus ojos brillaron con esa revelación ella tan solo sonrío con una gratitud infinita.
Antonella: Llevo días pensando en este momento y dejarme sin mi ropa interior ha sido la cosa más inesperada de la noche.
Yo: Oh señorita, usted no sabe lo que es inesperado. La cargue una vez que abrí la puerta y cerré sin importarme un poco el ruido al hacerlo. La sostuve en mis brazos tal como si fuera un koala cargando a su bebé. Sus piernas se abrazaron a mi tronco y con agilidad camine por puro instinto a mi habitación ya que era difícil ver el camino porque mi concentración estaba puesta en la boca de Antonella y como se daba gusto en la vagina con mi abdomen.
La coloque en la cama y nos observamos brevemente, mientras que con una mano me llamaba con la otra iba subiendo su vestido. En ese instante tuve un Deja vu, de esos buenos y muy calientes. Me fije en sus piernas, en las entradas de su cintura y sin más preámbulos decidí hacer yo el resto del trabajo.
Yo: No te toques, deja que sea yo quien admire todo de ti.
Asintió a modo de aceptación completa y con mis labios empecé a recorrer con besos desde sus pies hasta sus piernas, que mujer tan hermosa y sexy. Estaba en el clímax y mi vientre era participe de ello. Le subí el vestido hasta quitárselo por completo, verla así a mi disposición es uno de los mejores placeres que la vida puede otorgarme. Su abdomen era planito, no tenía un solo defecto, ni marcas de ejercicios, solo un pequeño lunar cerquita de su cintura, parecía una media luna. Su pecho estaba adornado por pecas pequeñas y muy bonitas, estaban bien distribuidas y yo me quede admirándola un poco.
Antonella: Ven acá, ven que ya no puedo aguantarme más.
Obedecí tan pronto note que su vagina brillaba con una luz propia incandescente. Me acerque decidida a sus labios carnosos y deseosos de mi boca, nos besamos un poco más y mordisquee, lamí y olí con ferocidad su rostro, su cuello y su pecho. Su bra ya era historia, de un momento a otro hice que volara de su hermoso cuerpo y con ánimo me dispuse a tocarle los senos, a masajearlos y pellizcar con ternura sus pezones que se encontraban duritos de placer. Escuchar como gemía era la música perfecta, gemía con mucha pasión, sabía que lo que hacía era el amor, esto sí que era hacer el amor. Baje a su pecho derecho y con mucho cuidado deje caer una gotita de mi saliva sobre él, apenas su pezón se vio bañado por mi deseo el rostro de Antonella se encendió.
Antonella: Lámelo, por favor, lámelo y chúpalo mucho.
Yo: Princesa, lo hare mío.
Metí enteramente su pezón a mi boca y apenas lo tuve ahí le pase la lengua una y mil veces, tanto que su cuerpo se levantaba de placer, se retorcía debajo de mí. Estaba sensible y corrí a satisfacer con lamidas y mordiditas a su otro seno. Baje mi mano a su entre pierna, quería saber cuan lista estaba para recibirme y para mi grata sorpresa estaba como una fuente, chorreando fluidos por mí, estaba palpitante, caliente y jugosa, esperando recibirme. Emprendí mi camino, no sin antes lamer cada espacio de su cuerpo, besarlo y tocarlo con mucho cuidado. Cuando estuve en medio de sus piernas la observe, su mirada inocente y celestial había desaparecido, ahora solo había espacio para una mirada enloquecida, violenta, deseosa, impaciente y pervertida. Abrí un poco sus piernas para verle su entrada, su botoncito y sobre todo la cantidad de fluidos que emanaba su hermosa vagina.
Uno de los manjares más deliciosos sin duda era la torta tres leches, pero el sabor que tenía Antonella lo dejaba muy por debajo. Me lance con ferocidad a su encuentro, pase con paciencia enloquecida a chupar lentamente el clítoris de esta diosa, luego con calma puse enteramente mi lengua en toda la entrada de su orificio, lo deje estático y la reacción que tuvo termino por afianzar mi agarre. Antonella sujeto con fuerza mi cabeza y me apretujo a su vagina.
Antonella: En cualquier momento me voy a correr, no aguanto.
Sonreí con una clara expresión de triunfo, lamí un poco más, pero lento tan lento que era imposible que se viniera en mi rostro. No quería eso, quería que llegáramos juntas al clímax. Introduje un dedo y lo saque, volví a meterlo y cuando estuve a punto de sacarlo le dije: Este orgasmo nos asegurara los miles que tendremos.
No sé cómo ni cuándo, pero al parecer fue una palabra clave para ella, para despertar al demonio que llevaba dentro, quise decir… A la demonia. Me hizo girar en la cama y se recostó encima de mí.
Antonella: Esto apenas está iniciando Emily y no tengo piensos de parar.
Su expresión y esa fuerza con la que pronuncio las palabras hicieron que mi clítoris diera un brinco triple y cayera de forma perfecta en la lona. Me arranco el vestido, casi rompiéndolo y empezó a mordisquearme los hombros, el cuello, los pechos y mi abdomen. Arañaba mis pechos mientras me besaba con pasión, pasaba sus uñas por mis piernas y volvía a clavarlas en mis glúteos con autoridad. Esta mujer era fuego puro y yo quería quemarme entera. Me desnudo por completo y luego de dejarme roja la piel empezó a lamerme, a besarme y a tocarme con extremo cuidado. Yo aprovechaba cada instante para tocarle los senos, para masajearle la vagina, pero era imposible porque estaba disfrutando de su atención.
Quedamos tan desnudas, pero tan desnudas que hasta nuestras almas se sentaron a observarse en silencio. La voltee dejándola debajo de mí y ella entendió lo que a continuación pasaría. Me puse a centímetros de su cuerpo, suspendida en el aire manteniéndome con las manos a los costados de su cara y con calma demencial fui acercando mi vagina a la suya, acercando suave y lentamente hasta que cuando sentí esa electricidad ambas gemimos fuertemente. Era la cosa más inexplicable, el mundo encajaba y notaba como desaparecía dejándonos ahí, solas con las vaginas sedientas de placer. Me moví un poco para ver su reacción y fue ella quien profundizo el encuentro, empezamos un vaivén acompasado, lujurioso y exquisito. Nuestros cuerpos sudaban, nuestras lenguas bailaban en la boca de la otra y sus uñas volvían a rasgarme la piel sin precedentes.
El ritmo era frenético, era imposible detenerse…
Antonella: Dios mío, Emily esto es el cielo. Siento que estoy tocando el cielo.
Emily: Siénteme mi amor, siente como somos una.
Palabras que solo dos personas que se aman podían decir, palabras que solo dos cuerpos a punto del clímax podían gritar. Embestía con fuerza sobre ella, le daba placer mientras yo me daba placer y justo cuando enterró sus manos en mi trasero para hacer más potente el roce logramos estallar como estallan las luces en el cielo cada 31 de Diciembre… Explotamos en un gemido fuerte, ronco, indescriptible, que aturdía a cualquier persona. Tocamos las nubes y ella decidió arañarlas. Nos fundimos en un tierno beso, pero esto no acaba ahí.
Antonella: Me has hecho sentir la mujer más especial del universo.
Yo: Eres la única mujer de mi universo. Si es que tengo alguno.
Se río de mi comentario y me dijo: Llevo toda la semana haciéndome la misma pregunta.
Tiro de mis piernas hasta dejarme a horcajadas de su rostro y como si su vida dependiera de ello empezó a lamerme, era tan rico la forma en que Antonella besaba, lamia y chupaba mi clítoris que contenerme era cosa de locos. Gritaba y me aferraba más a su boca, apretaba mi botoncito a su lengua cuando sentí que estaba por volver al orgasmo, pero no me dejo. Jalo nuevamente mi cuerpo y esta vez me gire para que entendiera que era hora de lamernos al mismo tiempo.
Si besaba bien, me retractaba en ese momento. Esa mujer sabía lamer como una maestra y yo solo quería convertirme en su helado favorito.
Yo: Me estas matando, que deliciosa eres.
Antonella: No sabes las veces que he querido desnudarte y probarte.
Yo: Ahora cuando te plazca estoy abierta para ti.
Volví a meter mi cara entre sus piernas, lamia, chupaba con fuerza y cuando la sentí lista le metí dos dedos tan rápido que brinco de gusto.
Antonella: Amo cuando haces estas cosas, eres una cajita de pandora.
Se aferró con fuerza a mis piernas, metió su dedo en mi interior y empezamos a penetrarnos con buen ritmo, un ritmo que le flaqueaba las piernas a cualquier mortal. Correrse era normal, llegar al clímax era la nueva definición de normal que usaría de ahora en adelante con ella. Volvimos a llegar al orgasmo al mismo tiempo, nuestros cuerpos estaban sudorosos. Me dolía la espalda y yo sabía porque.
Antonella al parecer leía mi mente y me tomo de la mano, salimos de la cama y nos dirigimos a la ducha.
Yo: Estoy segura que de ahora en adelante será imposible mantener un secreto a sus espaldas.
Antonella: Ni secretos ni ropa íntima, me la debes… No creas que se me ha olvidado, has despertado una sed de ti que no sabía que existía con tanta fuerza.
Yo: Antonella, entiéndelo desde que nos vimos supimos que no habría marcha atrás, era cosa de tiempo que nos enamoráramos.
Antonella: Tengo miedo Emily, tu eres una picara y vas por ahí destrozando corazones sin importarte nada. Aunque no entiendo cómo puedo sentirme tan segura contigo, como si jamás quisieras defraudarme.
Yo: Es que no lo haré nunca, además ya estas marcada en mi vida. Me voltee para que observara las marcas que habían dejado sus uñas en mi espalda, trasero y luego le señale mi abdomen.
Antonella: Eso es culpa tuya por estar tan deliciosa.
Volvimos a besarnos, nos bañamos con mucha calma. Disfrutamos de un baño caliente y entre besos volvimos a hacer el amor, volvimos a sentirnos. Luego salimos de la ducha, nos secamos y caímos en un sueño profundo, tan profundo como mi pasión por Antonella. Por primera vez en muchos años no tenía pesadillas, dormía plácidamente y descansaba mi humanidad junto a una mujer que alteraba mis sentidos, pero que con mucha rapidez los dejaba en un estado de tranquilidad absoluta.
Las luces del nuevo día empezaban a meterse por los pequeños orificios de mi ventana, sufro de migrañas así que la luz y yo no somos buenas amigas. Cuando salía temprano siempre me llevaba lentes de sol, era doloroso intentar ver a esas horas. De pronto recordé perfectamente mi noche anterior, vinieron a mi mente pedazos de una noche llena de amor y lujuria. Para mi satisfacción una pequeña diosa se encontraba encima de mi pecho durmiendo felizmente, estaba profunda abrazada a mis caderas y con una de sus piernas enroscadas en las mías. Aquello era una camisa de fuerza que por primera vez en muchos años no me parecía horrible ni me daba la sensación de claustrofobia.
La admire con calma, vi su nariz pequeña y respingada, sus cejas pobladas, su boca jugosa y la cantidad de pecas que tenía en las mejillas, era la mujer más guapa del universo y la tenía para mí, al menos eso pensaba en ese momento. Me quede un rato más observándola y al cabo de un rato decidí salir de la cama. Me estire, hice mis calentamientos y me dirigí a la cocina, recordé los pasos básicos de Fernando para hacer huevos fritos, panes con mermelada y jugo de fresa. Adorne la mesita que me obligo a comprar en navidad y cuando regrese a la habitación aún estaba dormida.
Fui por ropa deportiva, me metí a la habitación de ejercicio y encendí el equipo con música suave para no despertar a Antonella. Estaba concentrada en mi rutina sudando tanto como anoche, pensando en cómo alguien tan pronto puede cambiarte la vida cuando de repente alguien me da tremenda nalgada, era Fernando.
Fernando: Déjame ver que tenemos por aquí. Estas escuchando Ricardo Montaner con su canción “Tan enamorados”, estas pasada de homosexual Emily, pensé que tenías dignidad.
Nos reímos en voz baja, a esas alturas ya sabía que Fernando estaba enterado de la presencia de Antonella en mi habitación.
Yo: Cállate necio que puedes despertarla. Decía todo aquello poniéndole la mano en la boca.
Fernando: Deja que te diga que en la puerta de Antonella hay dos ramos enormes de flores y un peluche del doble de tu altura, ve tú a saber quién es, pero en la tarjeta decía “ALEXIS”.
Yo: Hijo de su madre, igual no me importa Fer. Luego de lo de anoche, creo que el juego por fin está a mi favor.
Intentamos hablar un poco más, pero sentimos la presencia de Antonella en la puerta, sentimos como sus ojos se posaban con curiosidad sombre mi cuerpo sudoroso y adolorido.
Antonella: Hola Fernando, es un placer mirarte de nuevo. Le dio dos besos en las mejillas. Me encantaría hablar sobre esas flores que deben quedar perfectas adornando alguna sala, así utilízalas como desees al igual que el peluche que Emily y yo aún tenemos asuntos que discutir.
Fernando silbo y salió con suma felicidad por sus nuevos juguetes. Aun podía oír como silbaba y de repente Antonella me jalo hasta tenerla de frente.
Antonella: Es mi hora de darte el desayuno y asearte un poco.
Hasta aquí el relato de hoy, espero que realmente les haya gustado. Me despido no sin antes enviarle saludos a:
Miss independent: Es grato saber que te guste, espero la continuación te guste aún más. Besos y abrazos.
Sasias: Hola, gracias por tu comentario. Apenas lo leí decidí subir la continuación… Espero sea de tu agrado. Besos.
Una vez más agradezco a todas las personas que me han escrito al correo, son un verdadero amor y me tienen feliz con todos sus halagos. Cualquier duda, sugerencia o simplemente saludo pueden hacerlo llegar a mi correo que con gusto les voy a responder. Muchos besos y abrazos desde Venezuela, gracias por comentar y seguir el relato.
Emilyzapata72@gmail.com