Mi historia (59: Noviembre 2005)
De repente una oportunidad de negocio ocupa buena parte de mi tiempo en la empresa. En lo personal un mes con varios cumpleaños y, sobre todo, el bautizo de mi hija.
01. Semana del 7 al 13 de Noviembre
La semana empezó tranquila. El lunes fue un día de trabajo de lo más normal. Estuve reunido con Ana y María mirando varios asuntos pendientes pero pasé la mayor parte del tiempo en mi despacho escribiendo respuestas a informes y contestando llamadas y correos electrónicos. Por la tarde todo muy normal con mi hija y esposa.
El martes parecía que iba a ser un día normal hasta que mi secretaria me dijo a mediodía que tenía una llamada de Rodrigo, socio mio y de mi Mariano. Estuve hablando con el un pequeño rato. Desde hacía un tiempo la relación con los socios de mi padre eran bastante menos tensas a pesar de que fuéramos competidores con nuestro negocio de importación de calzado. Tras un rato de charla fueron al grano y me comentaron que les gustaría comer conmigo y con alguno de mis socios para hablar de negocios.
– ¿Alguno en especial? - dije
– No – dijo – Solo que no os plantéis aquí los seis
A mi me hizo gracia. Era cierto que podíamos ser muchos para una negociación normal. Hablé con todos por teléfono y decidimos que fuéramos Raquel, Marga y yo. Cuando fuimos hacia el restaurante en mi coche charlamos sobre los posibles escenarios que nos podían presentar. Una vez allí esperamos a que llegaran. No tardaron mucho y mientras pedíamos la comida charlábamos de cosas personales. Ya con los entrantes fueron al grano.
– De verdad pensamos que crear una empresa de importación de calzado era una buena idea – dijo Marcos – Fue un poco perrada dejar fuera a Mariano pero en negocios estas cosas ocurren. Con Mariano somos socios financieros y poco más. Estamos por la pasta y lo sabéis.
– Si – dije
– El caso – dijo Rodrigo – Es que la empresa nos va bien, con beneficios, pero no los que esperábamos. Podríamos dedicar más tiempo a ella pero preferimos dedicarlo a nuestra empresa de importación de muebles y decoración de lujo.
Yo miré a Raquel que estaba a mi derecha.
– Queremos venderla – dijo Marcos – Y para que veas que os apreciamos, aunque a veces nuestros interés y los de tu padre y tuyos no sean los mismos, queremos daros a vosotros la opción de ser los primeros en presentar una oferta.
Raquel y yo parecíamos pensar. No sabíamos que decir. Fue Marga quien tomó la palabra
– Agradecemos que nos deis la oportunidad de presentaros una oferta. El jueves nos reuniremos todos los socios y decidiremos. Aunque Carlos tenga más del 50% le gusta que estas decisiones las tomemos entre todos. No es necesario tener números ahora, si decidimos hacer una oferta ya nos los podéis dar con detalle, pero para comentarlo con los socios saber algo más sería importante.
Creo que Rodrigo y Marcos no esperaban que fuera Marga la que contestara. La verdad es que yo tampoco. Rodrigo nos dio datos a muy grandes rasgos de la empresa. Distribuían doce marcas y estaban en beneficios desde hacia dos años. Ya con esos datos le dimos la gracia y el resto de la comida fue una charla más amena sobre otros temas. Tras pagar nos fuimos todos de vuelta a la oficina. Cuando Rodrigo y Marcos se fueron yo me acerqué a Marga y la di un beso en la mejilla.
– Gracias – dije
– ¿Porque? - dijo Marga
– Por salir al quite. Ellos esperaban que habláramos Raquel o yo. Cada día que pasa María, Alberto y tu hacéis que esté más orgulloso de haberos dado parte de la empresa.
Marga me sonrió y me dio otro beso.
– De nada jefe – dijo sonriendo
Cuando hacíamos cosas de trabajo muchas veces me llamaba jefe de manera divertida. Tras llegar a la oficina les contamos lo que había pasado y quedamos con reunirnos el jueves y hablar. Al día siguiente era fiesta en Madrid y lo usaríamos para pensar en ello. A las siete me fui a casa y jugué con mi hija antes de darla la cena y acostarla. Un poco más tarde cenamos Rocío y yo y, al acostarla, hicimos el amor.
El miércoles tras levantar a la niña nos fuimos a casa de Laura y Antonio para pasar el día con ellos. Mientras los cuatro pasábamos el día juntos nuestras hijas jugaban juntas en el suelo del salón. Eran de la misma edad, las separaban unos pocos meses y lo pasaban bien juntas. Tras pasar el día con ellos nos fuimos para casa. Durante todo el día pensé en la comida del día anterior. Yo era partidario de comprar. Tocaba esperar que pensaban mis socios. Esa noche fuimos pronto a la cama.
El jueves a primera hora empezamos la reunión. Todos queríamos comprar pero no a cualquier precio. Tras charlar durante aproximadamente una hora los seis socios fuimos llamando al resto de los directivos que podían tener algo que decir. La primera a la que llamamos fue Ana. Tras contárselo sonrió.
– Bueno – dijo – Llevo meses diciendo que deberíais comprar algo. Esto parece una buena oportunidad. No os voy a decir si debéis comprar o no pero si el precio es bueno fiscalmente sería aconsejable.
Todos reímos.
– Sabes que eres importante para esta empresa – dijo Raquel – Queremos que nos digas que es fiscalmente aconsejable. Aunque eso ya lo sabíamos, lo dices todos los meses. También queremos que nos ayudes con el análisis de sus libros contables. La decisión final de comprar y cuanto ofrecer será de nosotros seis pero tu voz será escuchada muy atentamente.
Notamos como a Ana se le hizo un nudo en la garganta.
– Gracias – dijo
Todos sonreímos y tras hablar un poco sobre lo que pensábamos podía ocurrir en los siguientes días dejamos que se fuera y llamamos a Oscar y Ángel. Estos no se lo esperaban. Se mostraron, yo diría, ilusionados. Tras la reunión fuimos a trabajar a nuestros despachos. A la hora de comer fui con Marga, María y Ana. El tema de conversación era la compra de la empresa. Teníamos claro que no iba a ser barato pero no sabíamos de cuanto estábamos hablando. A media tarde Raquel me dijo que ya había hablado con Marcos y nos mandarían números la semana siguiente. Esa tarde estuve trabajando hasta las seis y media. Estaba ya recogiendo cuando llegó María.
– Hola amor – dijo
– Hola cariño – dije yo
– Mis hijas están ya en casa con Mariely y en la oficina no queda casi nadie. ¿Tienes un ratito?
– Claro – dije – De que quieres hablar.
Ella se acercó a mi, me agarró del cuello del polo y me besó.
– De eso
Yo me reí.
– Como has dicho esta casi vacía la oficina – dije – No vacía
– Lo suficiente como para que lo hagamos – dijo María – Solo tenemos que no ser muy escandalosos.
Y con eso me besó de nuevo y empezó a jugar con sus manos en mi cuello. Estaba preciosa con una blusa blanca sin botones, demasiado formal y elegante como para ser una camiseta, unos pantalones marrones claros, a medio camino entre el pantalón de montar y el vaquero, y unas botas marrones claras, planas, con una franja superior de un marrón más oscuro. Al más puro estilo ecuestre. Era la nueva María y me encantaba. Igual de dulce e igual de buena amiga. Pero vistiendo como debía ser para su edad. Y se lo debía todo a mi esposa y Raquel. nos besábamos yo fui subiendo su blusa hasta quitársela para liberar su sujetador y poder acariciar sus pechos. Ya sin blusa dejé de besarla y pasé a acariciar sus pechos sobre el sujetador liberando poco a poco cada uno de sus senos. Acabó con el sujetador debajo de sus pechos y ella agarró mi cabeza de la nuca y acariciándome el cabello bajó esta a mis pechos para que los besara. Ella me decía que me amaba, muy bajito al oído, mientras yo jugaba con sus pechos con mi boca y su culo con mis manos. Tras un rato la llevé junto a mi silla del despacho y me senté en ella. La puse de espaldas a mi y yo llevé mis manos al cierre de su sujetador para liberarlo ya que solo lo tenía apartado de sus senos pero aun rodeando su cuerpo. Ella se lo quitó y dejó que este cayera al suelo. María se sentó sobre mí y echó su cabeza hacia atrás para engancharnos en un maravilloso beso con lengua. Yo empecé a acariciar sus senos haciendo que sus pezones se endurecieran. Ella mientras levantó sus piernas para quitarse sus botas. Ya sin botas se puso en pie y yo la rodeé por la cintura para, poco a poco, desabrochar su pantalón. Una vez lo tuvo desabrochado me arrodillé en el suelo junto a su culo y lo bajé poco a poco hasta que se quedó sin el quedando solo en ropa interior de color carne muy normalitas.
– No es tu conjunto de ropa interior más sexy – dije sonriendo
– No tenía planeado este rato contigo – dijo ella girando la cabeza para que viera su sonrisa – Pensaba que iba a darme tiempo a ir a por mis hijas al cole.
Puso cara de amor y me sonrió. Me besó y me empujó sobre la silla cayendo yo sentado en esta. Ella desnuda excepto por sus braguitas se arrodilló frente a mi y empezó a jugar con mi pantalón hasta que me quitó este y los calzoncillos del todo. Yo jugaba con sus tetas con una mano mientras con otra acariciaba su cabello. Se pasó un momento las tetas por mi polla pero rápido se echó sobre mi y me besó con mucha pasión. Tras el beso me quitó el polo y fue besando todo mi cuerpo, centímetro a centímetro, hasta llegar a mi polla. Una vez junto a esta empezó a besarla lentamente en el capullo y luego por toda su extensión y me dio dos o tres mamadas. De repente no se porque miré el reloj y me di cuenta que eran las siete.
– Es tarde amor – dije cogiéndola en volandas y depositándola boca arriba en mi mesa – Quiero pasar un rato con mi hija
Ella solo reía mientras la colocaba. Yo tapaba su risa con mi mano. Ya con ella en la mesa la quité su braguita. Ella llevó su mano a su chochito y lo acariciaba y abría para mi un poco. Yo me senté en la silla y la comí este solo durante un par de minutos para conseguir empezar a excitarla. Cuando sus gemidos ya eran bastante grandes me levanté y me subí a la mesa tras ella poniéndonos ambos de costado en esta. Yo llevé mi mano por su cintura y empecé a acariciar su coño a toda prisa y a meter algunos dedos. Esto incrementó sus gemidos y aproveché para meterla en ese momento mi polla desde atrás y perforarla con aun mas fuerza. Ella gemía mientras oíamos como mis bolas chocaban con su coñito. Todo este rato una de mis manos parecía pegada a su pecho izquierdo. Tras un rato así ella tomó la iniciativa y me hizo tumbarme en la mesa boca arriba poniéndose ella de rodillas sobre la mesa, de espaldas a mi, y con su coño dejándose caer poco a poco sobre mi polla. Ella empezó a saltar cada vez con mayor frecuencia y yo empecé a gemir con fuerza. Tras un rato mas saltando yo no pude mas y eyaculé en su interior. El placer que sus gemidos denotaban unidos a mi semen en su interior parecieron suficiente y María se corrió solo unos segundos después. Poco a poco se salió de mi y se puso la braguita rápido pero aun así manchó un poco la mesa con mi semen que caía de su coño. Ella se echó a reír y tras vestirse lo limpió con un kleenex que cogió de mi mesa. Me beso y se fue. Yo descanse un poco en mi silla. Tras un día tan complejo tuve que irme algo tarde, no me quejo, me encanta hacer el amor con María pero llegué justito a casa para pasar un pequeño rato con mi esposa e hija. Una vez la acostamos estuve contando a mi esposa todo lo que había ocurrido ese día. Sin meterse ella nos daba todo su apoyo. No tardé mucho en irme a la cama. Tenía la cabeza funcionando a todo tren y necesitaba un pequeño descanso.
El viernes tocaba la reunión mensual y está se alargó mucho más de lo normal. Hablamos sobre los números del mes anterior y sobre la compra de la empresa de importación de calzado. Todos queríamos comprar y vimos cuanto podíamos pagar. No teníamos aun números y era especular bastante pero no podíamos parar. En cuanto al mes anterior batimos los récords de facturación y beneficios del mes anterior. Lo normal sería que también batiéramos récords en Noviembre. En Diciembre solíamos batirlos de facturación pero no de beneficios pues teníamos muchos gastos extra. La reunión acabó casi a la hora de comer y yo me fui a hacerlo con María, Raquel y mi esposa. Lo hicimos en un restaurante a mitad de camino entre nuestra oficina y la de Rocío. De nuevo la charla fue la adquisición de la empresa. Rocío, en total confianza, no se cortaba a la hora de opinar y a nosotros nos venía bien oír la opinión de alguien de fuera. Tras la comida nos fuimos a por la peque y luego a casa a descansar. Esa tarde no hicimos nada especial.
El sábado cumplía años mi ahijada Marta. No solo era eso, mi ahijada, sino que además era la niña con la que mejor solía conectar. Aunque es posible que eso fuera, precisamente, por ser mi ahijada. Tras dar de desayunar a la peque cogimos todas sus cosas y nos fuimos a casa de María con ella. Llegamos muy pronto y no tardó en llegar Raquel con su familia. Las tres mujeres con Elena se metieron en la cocina y los hombres nos quedamos cuidando del resto de los peques. Marta intentaba conversar con nosotros, Susana y Elisa jugaban juntas y Juan y Sandra no paraban de hacer que sus muñecos hicieran distintos ruidos. Era un poco caótico pero estábamos acostumbrados. A lo largo de la mañana y hasta la hora de comer llegó familia de María y Arturo, amigos de ellos, y el resto de nuestro grupo. Tuvimos que separar todo en dos mesas. Los niños y los adultos por la gran cantidad de gente que éramos. En la de los niños me hacía gracia ver como Elena imponía su ley. Tras la comida todos dimos los regalos a la pequeña. Nosotros la regalamos una Barbie y un poco de ropa. Ambos regalos la gustaron y pasó casi toda la tarde en mi regazo, jugando con la muñeca, mientras los adultos charlábamos de nuestras cosas. Ese día nos fuimos muy tarde de casa de María, a las diez, despidiéndonos muchos hasta el día siguiente pues teníamos otro cumpleaños.
El domingo de nuevo tocaba cumpleaños pero esta vez el de Celia, la esposa de Alberto, que cumplía años a principios de la siguiente semana. Fue un cumpleaños muy distinto. Sin familia de Celia, con quien lo celebrarían el siguiente domingo, y menos centrado en los niños. Solo estaban nuestros hijos en el cumpleaños ya que las tres parejas amigas de Celia y Alberto no tenían aun hijos. Ni estaban casados. Todos eran economistas, como Alberto, o médicos, como Celia, y, aunque tenían un buen estatus económico, no se acercaba este ni de lejos al que disfrutaban Alberto y Celia. A Celia Rocío le compró un precioso vestido como regalo de una marca de lujo no muy conocida. Casi todos los regalos fueron ropa cosa que era normal en nuestro grupo cuando el cumpleaños era de una mujer. A las siete nos fuimos apara casa para poder bañar a la niña y que se relajara un poco antes de irse a la cama. Esa noche, ya con la niña en su cuna, Rocío y yo cenamos, hablamos de futuro e hicimos el amor.
02. Semana del 14 al 20 de Noviembre
El lunes me olvidé de la compra de la empresa de mis socios en la empresa de mi padre para preparar, durante casi todo el día, el curso que daba en el masters que estudió Rocío. Era básicamente actualizar un poco las presentaciones que usaba con cosas que hubieran ocurrido desde la anterior sesión. Puesto que daba el curso dos veces al año estábamos hablando de los cambios en seis meses que no eran muchos. Aproveché un rato de descanso para ver con mi secretaria el calendario hasta final de año. No tenía en principio viajes y apenas tenía un par de reuniones externas. Me fui pronto a casa para disfrutar de mi hija y esposa pues esa semana no podría estar con ellas al menos los días del masters.
El martes al llegar a la oficina estuve trabajando. A la hora de comer me fui con Raquel y aproveché para llamar a Celia y felicitarla por su cumpleaños. Por la tarde seguí trabajando hasta la hora de irme al masters. Una vez allí todo fue bastante bien. Ya estaba bastante rodado y como controlaba el tema no me costaba nada. En el descanso, como ya casi era costumbre, se acercaron los trabajadores del banco de Rocío que lo cursaban. Me llamó la atención que esta vez eran cuatro hombres y dos mujeres. Normalmente eran más mujeres. Todos conocían a mi esposa, sobre todo un chaval que estaba en la central. Aunque este no estaba en su equipo. Cuando llegué a casa eran casi las once. Cené una ensalada con mi esposa, que me esperó para cenar, y nos fuimos a la cama. Esa noche sin hacer el amor. Yo estaba rendido.
A las doce del mediodía del miércoles me fui con Ana a las oficinas de la empresa que pensábamos adquirir. Allí Rodrigo nos hizo entrega de los números desde la creación de la empresa y estuvimos mirando por encima con él y el director financiero de su empresa madre la cuenta de pérdidas y ganancias. Centrándome en ese año vi que iban a facturar unos siete millones, lo cual era una muy buena facturación, pero los beneficios no eran tan buenos y rondaban el millón. Teníamos que buscar porque razón su ratio de rentabilidad era casi la mitad que el nuestro. Por algo estaban pagando más de lo que debían. Ana y yo cargamos todas las copias de los libros en el maletero de mi coche y nos fuimos para la oficina. Era ya la hora de comer.
– Vamos a comer a mi casa, cariño – dijo Ana
– ¿Es una pregunta o una afirmación?
– Lo de ir a comer a casa una pregunta, lo otro una afirmación – dijo sonriendo
Paramos en un semáforo en rojo, la di un pico rápido y cuando se puso en verde torcí a la derecha para ir hacia su casa en vez de hacia la oficina. Cuando llegué a su casa la dejé en el portal y yo me fui a aparcar el coche. No tardé mucho en llegar. Cuando lo hice ella me metió en su casa rápidamente y junto a la puerta de entrada, con esta ya cerrada, me comió la boca con extrema pasión. Llevaba Ana unas botas marrones planas, hasta la rodilla, sobre unos pantalones blancos de tejido similar a los Dockers clásicos. En su torso solo llevaba una camisa azul pues se había quitado su abrigo al llegar a casa. Lo primero que hizo al besarme fue quitarme la cazadora de cuero que llevaba ese día como abrigo. Tras un rato besándonos me llevó hasta su habitación en el camino a esta perdí también el jersey. Al llegar a la habitación nos besamos con pasión y ella se recostó en la cama seductoramente. Yo la miraba de pie junto a la cama y la sonreía. Mi cada vez más grande erección era evidente. Tras un rato ella se bajó de la cama y se arrodilló junto a mi.
– Vamos a ver que tenemos de comida – dijo mientras me desabrochaba los pantalones y me los bajaba junto con los calzoncillos
– Decir salchicha es demasiado evidente, ¿verdad? - dije
– Si amor – dijo Ana – No te pega hacer un chiste tan malo. Déjame comer y ya está.
Y tras una pequeña risita mía ella empezó a pajearme y llevó mi polla a su boca. Me pajeaba con fuerza y jugaba con toda la extensión de mi polla mientras con la boca jugaba con el capullo. Yo empecé a gemir antes de que se metiera mucho más que el capullo en la boca.
– ¿ Ya estás gimiendo así? - dijo Ana – Hoy te necesito dentro. No te vayas a correr en mi cara.
Y tras decir eso se metió un buen trozo de polla en la boca. Desde luego si no quería que me corriera muy rápido no estaba haciendo nada por evitarlo. Parecía querer provocar un orgasmo casi inmediato. La paja con pequeña mamada siguió durante unos minutos en los cuales mi calentura no paró de crecer. Pasó a chuparme la extensión de mi polla con su lengua. Tras un rato en el que ya no pude más la hice ponerse en pie y la bese en la boca con pasión. Estaba desatado y rápidamente llevé mis manos a su blusa para desabrochársela y poder jugar con sus tetas. Estuve con mi boca en sus tetas durante un rato. Estuve con mi boca en sus tetas chupando con pasión durante unos minutos mientras ella con su mano no dejaba de acariciar mi polla. La di tras un rato la vuelta y me puse a su espalda desabrochando su pantalón y el cinturón que llevaba mientras besaba su cuello y ella empezaba a gemir a la vez que me pedía que me diera prisa y la follara. Ya con el pantalón desabrochado la tumbé en la cama y me arrodillé en el suelo para lentamente y acariciándolas quitarla sus botas. Una vez sin ellas me levanté y la quité el pantalón como pude. No fue fácil ya que era bastante estrecho para marcar mejor sus curvas. Una vez sin pantalón junté su coño al borde de la cama, levanté sus piernas hacia arriba y la empecé a follar con fuerza. La verdad es que no hubo una primera penetración para que se acostumbrara. De entrada la penetré hasta el fondo.
– ¡Si! - dijo – Dame duro cariño. Necesito tus polvos. Me das la vida.
– Ahg – dije – Me encanta como eres de fogosa. Juega con mi polla.
Ella empezó a mover un poco el culo en varias direcciones mientras yo la follaba cada vez con más fuerza. Ella no paraba de decirme que siguiera.
– Eres mi macho – dijo – No tienes igual.
Yo seguí un rato hasta que cansado de estar de pie me subí en la cama y la follé en una especie de misionero solo que en vez de estar tumbado sobre ella estaba de rodillas en la cama. Esa posición acabó convirtiéndose en un misionero de toda la vida con nuestras lenguas entrelazadas y nuestros ojos fijos en los del otro. Seguí un buen rato así hasta que, tras un esfuerzo titánico, en el que aumenté el ritmo de la follada, acabé corriéndome dentro de ella. Me derrumbé sobre ella y nos besamos con pasión mientras ella me acariciaba el pelo. Tras un rato así ella rompió el beso y me miró a los ojos.
– Espero que la píldora tenga capacidad para frenar tu esperma hoy porque vaya follada – dijo sonriendo
Yo me eché a reír.
– Seguro que si puede – dije antes de besarla de nuevo.
Tras un rato más besándonos Ana me cogió de la mano y me llevó a la ducha para luego, ya vestidos, cambiar la ropa de la cama y llevarme a la cocina a comer. Durante la comida charlamos de nuestra vidas, de mi hija y de trabajo. Como dos buenos amigos y compañeros de trabajo. Poco después delas tres salimos de vuelta hacia la oficina. Al llegar a esta nos reunimos todos los socios con Ana y quedamos en que ella y yo seríamos los que íbamos a estudiar los números. De los seis socios yo era el que más sabía de contabilidad y por tanto era lógico. Miré un momento a Ana y me pareció que me sonrió traviesa pero pudo ser mi imaginación. Por la tarde terminé unos asuntos pendientes y poco después de las siete me fui a casa. Madrid estaba imposible ese día pero al final pude pasar un ratito con mi hija. Tras acostarla estuve charlando un poco con Rocío sobre la empresa que íbamos a comprar y los números que tenían.
El jueves fue un día normal de oficina durante la mañana. Por la tarde en el masters todo bien y luego a la noche una cena tranquila con mi esposa y un polvo rápido pues al día siguiente tocaba madrugar.
El viernes trabajé a tope pero a las dos me escapé de la oficina, fui a por mi hija, la monté en el coche y nos fuimos a por su madre al trabajo. Una vez con Rocío nos fuimos a casa de mis padres. Al día siguiente era el bautizo de mi hija y la comida, o como decía Rocío el banquete pues era del tamaño de una boda, se celebraría en casa de mis padres. Ocuparíamos un pabellón grande que usaban ellos para sus fiestas. Y como no iba a hacer muchísimo frío y no iba a llover pusimos también unas mesas en el patio para que los fumadores pudieran salir tranquilamente. La comida sería tipo buffet con comida que se pudiera comer sentado o de pie y de mucha calidad. Mis amigos habían intentado tirarme de la lengua pero no solté prenda de lo que nos íbamos a gastar. Solo en comida, mesas, la decoración de estas y el personal iban a ser diez mil euros. El resto iba a ser solo unos dos o tres mil euros entre regalos para los invitados, algún gasto extra y un fotógrafo profesional solo para la ceremonia. Sin contar claro, el vestido de mi hija, que costó unos doscientos euros y el de mi esposa que no se cuanto costó y creo que no quiero saberlo. Yo iría con uno de mis trajes. A las ocho llegaron a casa de mis padres los hermanos de Rocío y un poco más tarde los padres de ella para cenar todos juntos. Rocío enseño a su madre, cuñada y hermana la decoración junto con mi madre. Mientras, los hombres cuidábamos de los dos pequeños y charlábamos en el salón. Tras una estupenda cena los padres de Rocío se fueron a descansar junto con los hermanos de esta. Nosotros dormimos en casa de mis padres.
Estábamos todos en pie el sábado a las nueve para ducharnos, vestir a la niña, desayunar e irnos a la parroquia donde se celebraría el bautizo de la pequeña. Rocío iba espectacular como ya empezaba a ser costumbre. Su vestido la sentaba como un guante. Era de color plateado y dejaba meridianamente claro que ya no la quedaba el más mínimo resquicio físico de su embarazo. Los tirantes eran anchos, sus pechos quedaban perfectamente marcados sin ser obscenos y sus curvas en caderas y glúteos parecían esculpidas para ese vestido. En sus pies unas sandalias de color plateado cuya parte de atrás parecían de un zapato de salón El bautizo era en la parroquia donde habíamos celebrado las misas de funeral por mi padre y mi exnovia, la hija de Mariano y Manuela. Fuimos saludando a todos los invitados según fueron llegando. Familia, sobre todo de Rocío pero también de Mariano y Manuela. Yo familia directa tenía poca y no en Madrid. Y mi contacto con ella era muy escaso. También vinieron amigos, como Laura y Antonio, Ramón y Teresa y Mónica con sus parejas, ambos trabajaban para mi. También estaban invitados algunos compañeros de trabajo tanto de Rocío como míos. Por mi lado vinieron mi secretaria con su novio y Ana con su marido. Eran los más cercanos. Por el lado de Rocío las tres personas más cercanas de su equipo y el director de banca privada. Para completar los poco más de cien invitados mis socios en distintas empresas, incluyendo a Rodrigo y Marcos, y algunos amigos tanto de mis padres como de los de Rocío. El bautizo en si no duro mucho, poco más de media hora, y tras este nos fuimos todos en coches a la casa de mi padre. Algunos pudieron aparcar dentro pero otros tuvieron que dejarlo fuera. Había espacio para todos. La comida fue sensacional. Con mis amigos siempre me lo pasaba bien pero lo más importante para mi fue confirmar que los primos de Lucía, a los que yo ya consideraba como mis primos, me consideraban a mi también como tal. Tras acogerme Mariano y Manuela como a un hijo para mi era importante que las familias de ellos también me tuvieran en alta estima. Hasta hacía unos años yo no era más que el novio de su prima. La fiesta fue decayendo con la tarde aunque teníamos sándwiches y bebida suficiente para que la fiesta durara hasta que el último se cansara Lo cierto es que a las nueve ya solo quedaban nuestros amigos más cercanos, una de las primas de Lucía y nuestra familia más cercana. Este grupo ya más reducido estuvimos charlando pero a las diez y media ya se habían ido todos. Miré el caos y me alegré de no tener que arreglarlo. La empresa que habíamos contratado iría el lunes a limpiarlo todo y recoger las mesas. Acostamos a la niña y con mis padres pasamos Rocío y yo un rato charlando.
El domingo nos levantamos tarde, cansados tras toda la paliza del día anterior. Descansamos un poco y tras comer con mis padres nos fuimos a casa para descansar y prepararnos para una semana que seguro tenía mucho trabajo. Una vez la niña estuvo acostada Rocío y yo hicimos el amor.
03. Semana del 21 al 27 de Noviembre
El lunes me levanté pronto y me fui a la oficina tras dejar a la peque en la guardería algo antes de lo normal. Tras contestar unos correos y hacer unas llamadas me fui al despacho de Ana y nos encerramos. Yo le dije a mi secretaria que no me llamara excepto si llamaban las personas que tenían acceso pleno a mi. Esas personas eran Rocío, mis padres y mis cinco socios. Al entrar en el despacho de Ana le dije a su secretaria que no nos pasara llamadas. Al entrar me dirigí a ella y la besé con mucha pasión mientras tocaba su culo y ella ponía sus manos en mi cuello.
– Hoy tenemos que trabajar mucho – dijo Ana – Pero esta es la mejor manera de comenzar. Ahora vamos a ponernos a ello.
Yo la sonreí y la di un piquito antes de sentarme en una silla junto a la suya. Estuvimos mirando números intentando encontrar las razones para que, siendo rentable, su empresa no fuera tan rentable como la nuestra. Queríamos rentabilizar al máximo la compra de esa empresa. El unirlas ya nos permitiría ahorrar algo de dinero pero algo tenían que estar haciendo mal. Comimos en el despacho de Ana y seguimos toda la tarde currando. Al final nos quedó claro que el sueldo de sus directivos era algo más alto de lo normal para esos puestos, sobre todo el de los segundos de abordo. Pero lo más importante es que gastaban demasiado en el transporte. Ellos estaban acostumbrados a distribuir muebles y estaban usando el mismo proovedor. Nuestra empresa de transporte, en la que yo era socio, distribuía mejor pequeños volúmenes como comida, ropa o calzado. En ese punto si vimos que íbamos a poder ahorrar mucho. Cuando acabamos eran las siete y no quedaba nadie en la oficina. Nos besamos durante un rato y levanté su falda. Esta no era muy larga y tenía algo de vuelo. Así fue relativamente sencillo meter la mano bajo la falda. La subí sobre su mesa y me bajé el pantalón. Aparté su tanga un poco y empecé a penetrarla. La follé fuertemente. Ella gemía como loca mientras yo gruñía por el esfuerzo. Notaba el cuero de sus botas en mi culo pues sus piernas me rodeaban mientras la follaba. Fueron diez minutos de polvo y ambos nos corrimos a la vez. Tras el polvo ella me sonrió.
– Pocas veces me lo has hecho dos veces tan seguido – dijo
– Para que veas que te quiero y que me pones muy cachondo
– Que te pongo cachondo ya lo se. Aunque juegue siempre con el comodín de las botas. Que me digas que me quieres es lo que más ilusión me hace. Estoy aprendiendo a querer con locura a un hombre que no es mi marido sin dejar de quererle a el.
Yo sonreí y la besé una vez más antes de vestirme e irme a mi despacho. De camino a este me fui a un baño y me asee. Cuando llegué a casa estaba Rocío acostando a la peque. La ayudé y luego cenamos juntos antes de irnos a la cama a descansar.
El martes presentamos Ana y yo a los socios nuestros descubrimientos. Obviamente eran consideraciones a tener en cuenta por nosotros y a ellos no se las contaríamos. Valdrían a la hora de valorar nosotros su empresa. Una vez terminó la reunión se fue Ana y entraron Raúl y Sofía para presentarnos la nueva empresa que íbamos a distribuir. Era un empresa de conservas en general pero de mermeladas en particular pues casi el 90% de su facturación era por mermeladas. Eran productos extremeños, de producción ecológica y, la verdad, es que las mermeladas que nos dieron a probar estaban de vicio. Sobre todo la de cereza del Jerte y la de higos. Tras la reunión era casi hora de comer. Me fui con Alberto y estuvo contándome que le gustaba estar en la empresa pues le daba vida pero que echaba de menos a veces trabajar con Marga y conmigo en proyectos novedosos. Cuando le pregunté si quería seguir en la empresa de distribución me dijo que si.
– Pues yo estaba pensando en sacarte – dije – Marga te va a necesitar si empezamos a comprar empresas pues yo no voy a tener tanto tiempo para ayudaros. ¿Como ves a Raúl y Sofía?
– Ellos son geniales – dijo – Se llevan perfectamente y se complementan pero no se que hacer si me voy. No sabría a quien poner de director general. Los dos lo merecen.
– Bueno – dije – Ya veremos. Quizás puedas seguir un año más en la empresa.
– A mi me gustaría para no dejarlos tirados y que cojan algo más de rodaje.
Lo hablamos un rato más y luego pasamos a hablar de nuestras vidas y de la liga de fútbol. Tras la comida volví a la oficina y curré hasta las seis y media. Hora en la que me fui a casa para pasar un rato con mi hija y esposa. Fue una tarde noche de lo más normal.
El miércoles quedamos con mis socios en la empresa de mi padre para el día siguiente. Entre los seis socios decidimos que para las negociaciones iríamos Raquel y yo junto con los dos directores de nuestra empresa de calzado, Oscar y Ángel. Tras un día normal de trabajo Raquel llego a mi despacho a las seis y media y tratamos un poco lo que íbamos a abordar en la reunión del día siguiente. Decidimos ir a charlar un poco y oír que precio buscaban sin entrar en hacerles ofertas. Tras un rato hablando miré a Raquel a los ojos y la besé. Ese día Raquel llevaba un falda gris con poco vuelo pero no llegaba a ser de tubo hasta un centímetro por debajo de las rodillas, unos zapatos negros y un jersey fino de manga larga, cuello redondo y que usaba sin camiseta o blusa debajo. el beso empecé a besar sus senos por encima del jersey. Este se lo quité dejando a la vista un sujetador blanco que, rápidamente, ya había puesto yo por debajo de sus tetas. Estuve un buen rato chupando y lamiendo sus tetas. A ella esto le excitaba bastante pero no tanto como a mi que me estaba volviendo loco con ellas en mi boca. Ella bajó una de sus manos a mi pantalón y toco mi polla pero rápidamente me agarró del cuello del polo y me lo quitó. En esos momentos estábamos ambos en pie y junto al costado de mi mesa. Yo me bajé el pantalón hasta las rodillas y me recosté sobre mi mesa. Ella, ya sin sujetador pues se lo quitó mientras yo bajaba mis pantalones, se acercó a mi y agarró mi polla para besarla y chuparla con delicadeza. Su mano subía y bajaba por toda la extensión de mi pene mientras su boca engullía el capullo de este. Era una mamada y paja a la vez y me tenía gimiendo en nada de tiempo.
– ¡Dios, que placer! – dije
Ella solo me sonrió y siguió un rato con la paja-mamada hasta que sacó su boca de mi polla un rato y solo siguió con mi mano.
– No sabes cuanto te quiero – dijo
– Más o menos lo mismo que yo a ti – dije sonriendo
Ella sonrió y siguió un rato mamándome la polla y mirándome a los ojos sin decir nada. Yo también la miraba a los ojos durante un rato sin decir nada. Ella siguió un pelín con la mamada hasta que empezó a subir besando todo mi cuerpo. Cuando llegó a mi boca nos unimos con mucha pasión y yo me levanté de la mesa para sentarla a ella sobre esta tras remangar su falda en su cintura. Bajé su tanguita a juego con el sujetador que ya yacía en el suelo y me arrodillé para chuparla durante un rato el coño. No estuve mucho tiempo chupándoselo pues tampoco es que tuviéramos mucho tiempo ya que era tarde. En la posición en la que estaba la recosté un poco sobre la mesa y me puse en pie, terminando de quitarme el pantalón y polo. Ya desnudo para ella acerqué mi polla a su coño y con delicadeza se la metí. Empezamos a gemir a dúo con mi penetración pero según iba aumentando el ritmo ella cada vez gemía mas y yo me contentaba con gruñir por el esfuerzo. Aunque os aseguro que el placer era espléndido. En un momento de mi follada ella empezó a acariciarse las tetas y decir que me quería. Tras un rato en esa posición la hice poner de pie y apoyarse sobre la mesa con los brazos para, desde atrás, follármela estando ambos de pie. A mi esta posición me fascinaba y estaba cada vez mas cerca de la corrida. Ella notaba que también lo estaba y casi simultáneamente explotamos en un orgasmo bestial. Tras salir de ella y besarnos un rato, empezamos a vestirnos. Mientras lo hacíamos hablamos del hijo que teníamos juntos. No fue una conversación larga pues nos despedimos y fuimos a asearnos antes de irnos a nuestras respectivas casas. Esa noche cuando llegué Sandra ya estaba en la cuna y me tuve que conformar con mirarla desde fuera de la habitación. La noche con Rocío muy normal.
El jueves por la mañana fuimos a la primera reunión para la compra de la empresa de distribución de calzado que queríamos comprar. La reunión fue muy cordial. Respondieron a algunas preguntas que teníamos y nos dijeron el precio que estaban buscando. Diez millones de euros. Sabíamos que eso no era lo que esperaban cobrar. Siempre se pide más para luego acabar en una cifra muy inferior. Con esa cifra llegamos a nuestro despacho y pedimos comida para reunirnos todos los socios con Ángel, Oscar y Ana. A todo el mundo le parecía una salvajada pero era normal. El que estaba dispuesto a pagar más quería pagar unos seis millones y el que menos cuatro. Decidimos que para la próxima reunión nosotros iríamos con una cifra de alrededor de tres millones y medio para intentar acabar en esa horquilla. Me fui prontito para casa esa tarde pues llevaba unos días sin poder pasar tiempo con mi hija. Cuando llegué estaba Elizabeth con la niña. Mi esposa había llamado para decir que tardaría pues tenían reunión en el banco. Tras acostar a Sandra se fue Elizabeth. Rocío llegó hacia las diez y me contó, mientras cenábamos juntos, como en el banco habían tenido una baja en el consejo asesor. Era uno de los neutrales que iba a pasar a un puesto mejor en banca minorista y el puesto que quedaba libre era muy goloso.
– Es una cabronada – dijo Rocío – Al tío este le han movido a banca minorista por influencia del cuñado del vicepresidente. Es un favor de este a su cuñado. Ahora intentará meter a uno de los suyos en ese puesto y equilibrar un poco más la balanza.
– ¿Y que vais a hacer? - dije
– Luchar porque entre uno de los nuestros. Laura o algún otro cercano. A mi me gustaría que fuera Laura pero puede ser bastante provocación que no solo sea cercano sino que sea la esposa de Antonio.
– Tendría su gracia – dije
La mirada de Rocío denotaba que a ella mucha gracia no le hacía pero tampoco se podía hacer nada al respecto. Nos besamos ya en el sofá durante un rato y acabamos en la cama haciendo el amor para que ella soltara tensiones. Aunque, la verdad, no se notara que liberara muchas tensiones. Creo que follaba conmigo pero su mente estaba en un asiento vacío.
El viernes pasé un día aburrido en la oficina. Un día de contestar emails y llamadas de los días atrasados. Acabé un poco tarde, a las tres y media o así, y cuando me uní en el VIPS a Mike y Marga para comer, mi esposa ya estaba con ellos. Comimos tranquilamente con nuestros amigos y luego nos fuimos a por la peque para ir a casa de mis padres. Ese día era el cumpleaños de mi madre y pasaríamos el fin de semana con ellos. Al llegar a casa de mi madre la dimos un beso y la felicitamos. Daba un poco igual. Lo que hacía que fuera feliz era estar con su nieta. Con eso no podíamos competir. Cenamos los cuatro tras acostar a la pequeña. Fue una celebración del cumpleaños íntima pues ya tendríamos la fiesta grande al día siguiente. Nosotros la entregamos ese día nuestro regalo. Un viaje a un hotel de lujo en Islas Mauricio. Lo dejamos abierto, lo cual nos costó un poco más pero así ellos podían elegir las fechas que quisieran.
– Esto es una barbaridad – dijo mi madre – Se lo que cuestan estos viajes. No deberías gastar esto en un regalo a tu madre y guardarlo para tu hija
– Mamá – dije – Tengo diez millones de euros en el banco. Esto es un 0,1% de mi dinero. Y eso por no hablar de mi empresa y las participaciones en las otras tres empresas que tengo.
– Cariño tiene razón – dijo mi padre – Para su edad es hiper responsable. A su edad, con su dinero, la mayoría estaría yendo por ahí en un Porsche con Rocío viviendo a todo trapo. Y se han casado, llevan una vida profesional intachable, han tenido una preciosa hija. Viven casi como una familia de clase media.
Rocío le miró y sonrió.
– Bueno excepto por la ropa – dijo Rocío
Mi padre rió
– Que gastéis algo más en ropa es normal. Tampoco es que vayáis siempre de Armani.
Yo sonreí al oír a mi padre. A esas alturas ya era mi padre. Sin adjetivos. Pasamos el resto de la velada muy agradablemente y, a la una, nos fuimos a la cama.
A las nueve oímos a Sandra llorar y yo me levanté para darla de desayunar. Una hora después ya estaban mis padres desayunando. Por la mañana charlamos y jugamos con la niña. Por la tarde, mientras Sandra se echaba la siesta, ayudamos en la preparación de la fiesta que empezó a las siete. Rocío estaba de nuevo espectacular. No se si cada vez vestía mejor, yo estaba más enamorado o ambas cosas. Había casi setenta invitados al cumpleaños. Entre ellos mis socios y sus familias, Laura y Antonio con su hija y Pablo y Diana. Mi hija fue la protagonista entre los amigos de mis padres. Era muy simpática y se iba sin problemas a los brazos de cualquiera. Aunque mejor si su madre o yo estábamos a la vista. A las once se fueron todos mis amigos con hijos y acostamos a la peque. De los míos se quedaron Alberto y Celia y Pablo y Diana. Y se quedaron hasta las dos cuando acabo la fiesta. Nosotros a esa hora nos fuimos a la cama.
El domingo un día muy tranquilo. De relax con mi hija, mi mujer y mis padres.
04. Semana del 28 de Noviembre al 4 de Diciembre
El lunes trabajaba normalmente cuando Rocío me llamó para decirme que esa noche cenábamos en un restaurante céntrico y que ya había hablado con Elizabeth para que se quedara con la niña. Al salir del trabajo fui a casa a estar con la niña un rato pues hasta las nueve no tenía que estar en el restaurante. A las ocho y media me fui en un taxi. A las nueve menos cinco llegué al restaurante. Aun no había llegado nadie y me sentaron en una mesa de cuatro personas. Teníamos invitados. Diez minutos después llegó Rocío con Antonio y Laura riendo.
– Os veo de buen humor – dije antes de saludar a todos
– Estamos de buen humor – dijo Antonio
– Ya somos tres de esta mesa miembros del consejo asesor – dijo Rocío
– ¡Felicidades! - dije antes de abrazar y besar a Laura
Esta me devolvió el abrazo y nos sentamos a la mesa.
– Se que ha sido por política – dijo Laura – Pero aun así me alegro
– Ha sido por política – dijo Rocío – Pero lo mereces. Si no era ahora era, como mucho, dentro de un año.
Nos trajeron la carta y hablamos un rato sobre que pedir pues íbamos a pedir todo para compartir al ser un restaurante bastante informal.
– ¿Y ahora que? - dije
– Ahora empieza la guerra – dijo Antonio – Estamos de buen humor pues mañana ya tendremos que ir con el machete en los dientes. De nueve a cinco a tratar a los clientes como si no pasara nada. Y luego preveo reuniones del consejo muy a menudo. Hasta que alguno se rinda. Y yo no voy a ser ese.
– Si necesitáis mi ayuda – dije – Ya sabéis
Todos me dieron las gracias y cambiamos de tema. No les apetecía hablar de guerras internas. Ya las sufrirían en su momento. Hablamos de nosotros, de nuestros hijos, de las partes buenas de su trabajo y de como estábamos en mi empresa negociando para la compra de la empresa de calzado de los que ahora eran mis socios soportados y antes eran mis enemigos acérrimos. A las diez y media dimos la cena por acabada y nos fuimos a casa a descansar. Llegamos a las once. Elizabeth veía la tele. La agradecimos que cuidara de la peque y, en cuanto se fue, nosotros nos fuimos a la cama a hacer el amor antes de dormir.
El martes fue un día de lo más normal exceptuando la reunión que mantuvimos los seis socios para ver como afrontar la negociación con Rodrigo y Marcos. A esta reunión se unieron en distintos momentos Ángel y Oscar y en otros Ana. Quedamos en bajar el precio todo lo que pudiéramos pero a la vez pensar en la rentabilidad. Era mejor pagar un poco más y coger la empresa libre que comprarla más barata y con todos los directivos que no nos valdrían pues nosotros ya teníamos a los nuestros. Por la tarde, al llegar a casa, ya estaba Rocío con la niña. Se había escapado un poco antes del trabajo para estar con ella y que la diera un poco de tranquilidad. Tras acostarla cenamos y descansamos un poco antes de ir a la cama a hacer el amor.
El miércoles Rocío y yo comimos juntos cerca del trabajo de Rocío. Era el cumpleaños de Marisa, la prima de Lucía que ahora consideraba mi prima, y quisimos comer con ella. Como trabajaba cerca de Rocío aprovechamos. Fue una comida genial y me unió mucho a ella. A mi y a Rocío. Pero lo mejor fue cuando nos dijo que estaba embarazada de entre uno y dos meses con fecha prevista de parto en la primera quincena de junio. Hacia el día siete. Nos alegramos mucho. Y en especial me alegró empezar a ver que me contaban estas cosas mis “primos” en vez de enterarme en reuniones o por mi madre. Por lo demás fue un día de lo más normal.
El jueves era el cumpleaños de Magdalena, la hija de Laura y Antonio. Como ese fin de semana íbamos a estar en cuenca fuimos a casa de ellos con la peque y celebramos un corto cumpleaños con ellos y los padres de Laura que también fueron. Siempre era agradable estar con ellos y compartir tiempo con nuestras hijas lo hacía aun más especial. Ese día mi hija cumplía diez meses. Apenas se llevaban dos meses. Ese día Sandra se acostó algo más tarde, hacia las nueve y media, pero tampoco nada exagerado. Como picamos algo en casa de ellos no cenamos y nos fuimos a la cama tras descansar un poco.
El viernes trabajé normalmente hasta las tres y a esa hora me fui al trabajo de Rocío a recogerla. Ya con ella comimos algo rápido en un bar de la zona de su oficina y nos fuimos a por mi hija a la guardería. Ya tenía el coche cargado y a las cuatro y media ya estábamos de camino hacia Cuenca donde estaríamos hasta el jueves siguiente. Casi una semana entera de vacaciones. Llegamos a tiempo para dar de cenar a la peque y meterla en la cama. Sus abuelos disfrutaron de ella mientras cenaba y, una vez acabó de cenar, la acostaron. Ya con ella durmiendo cenamos los adultos y charlamos un rato antes de irnos a dormir.
El sábado llegaron Pablo y Diana y Jorge y su esposa e hijo relativamente pronto. Lo suficientemente pronto como para que nos pudieran acompañar a comprar comida para la fiesta que esa noche celebraban los padres de Rocío para celebrar el cumpleaños de Diana. Al ser invierno no iba a ser una fiesta tan grande como las que se celebraban en verano. Tras la compras la comida y pronto anocheció y empezó la fiesta. Fiesta que luego siguió Diana con sus amigas y Pablo de copas. Los que ya éramos padres nos quedamos a pesar de que la madre de Rocío se ofreció para ayudarnos con la niña. La niña era casi una escusa. Estábamos cansados. Tener niños es lo mejor que a uno le puede pasar pero estos te chupan la energía. Así nos fuimos a dormir y descansar que es lo que apetecía de verdad.
El domingo hacía frío en Cuenca y la niña estaba un poco constipada. Así, cuando los padres de Rocío y el resto de su familia se fueron a dar una vuelta por la ciudad nosotros decidimos, ese día, quedarnos. Fue que su familia saliera por la puerta para que Rocío me agarrara de la mano y me llevara corriendo a la habitación. La niña dormía en su habitación pero por si acaso teníamos el monitor para oírla llorar. Rocío y yo nos besamos junto a la cama. Nuestras lenguas jugaban con las del otro. No cerrábamos los ojos. Nos mirábamos. Yo no podía dejar de mirarla. No es ya que fuera una de las mujeres más guapas que hubiera conocido en mi vida. Es que era dulce, inteligente y buena persona. Su belleza interior era superior a su belleza física y decir esto de un pivón, no existe otra manera de expresarlo, es mucho decir. El beso junto a la cama duró más de unos cinco minutos. Según avanzaba el beso nuestras manos se volvieron mucho más juguetonas y buscaban distintos rincones eróticos del otro. Yo dediqué mucho tiempo al culo y las tetas de Rocío mientras ellas se encargó de acariciar toda mi espalda, desde el cuello hasta el culo. Tras un rato más de besos fuimos poco a poco dejándonos caer sobre la cama y acabamos besándonos en esta. Tumbados en la cama dejamos un rato el beso y nos miramos a los ojos, sin decirnos nada y acariciándonos el pelo. En realidad nos decíamos todo lo necesario. Yo en sus ojos veía amor y ella debía ver, en los míos, exactamente lo mismo. Tras el rato mirándonos parece ser que oímos en nuestra cabeza un pistoletazo de salida pues empezamos a besarnos con extrema pasión y a tocar todo el cuerpo del otro a la vez que nos quitábamos mutuamente la ropa. Ese día ambos íbamos vestidos parecidos. Con polo y vaqueros. En los pies ambos ya no llevábamos nada pues las zapatillas de andar por casa las habíamos dejado ya tiradas por el medio de la habitación. Ella quitó mi polo rápidamente y yo hice lo propio con el suyo. Mientras ella acariciaba mis abdominales yo jugaba con sus pechos por encima del sujetador. Sujetador que no duró en ella más de un par de minutos. Llevé mi boca a sus pechos y los besé mientras ella gemía cada vez un poco más. Mientras mi boca jugaba con sus pezones llevé mis manos a sus vaqueros y ella hizo lo propio con los míos. Los de Rocío eran estrechos, marcando todo su cuerpazo y tuve que abandonar la comida de sus tetas para poder quitárselos. Ella los míos los bajó con mayor comodidad y en nada estábamos rodando por la cama. Yo en calzoncillos y ella en tanguita.
– Te quiero – dijo antes de besarme una vez que quedó sobre mi
– Y yo a ti amor – dije
– Prometeme que estarás a mi lado mientras dure el problema del banco – dijo
– No pudo prometerte eso – dije
Rocío se apartó de mi y me miró con una cara a medio camino entre la decepción y el enfado. No quise jugar más con ella.
– No puedo prometerte eso – repetí – Porque voy a estar a tu lado siempre. Lo del banco va a durar poco, ya verás, y en cuanto se arregle yo seguiré a tu lado. Ahora y siempre.
Rocío me sonrió y me besó. Nuestras lenguas volvieron a la batalla. Ahora estaba yo sobre ella y llevé mi mano a su coñito donde la metí el dedo apartando el tanga. Tras un rato me bajé el calzoncillo y la penetré. Estuve follándola un rato pero ella no tardó en correrse. Yo estaba muy caliente también y no pude controlarme llenando su interior de semen. Tras la corrida mutua nos miramos y nos sonreímos. Ella se fue al baño a vaciar un poco el semen de su interior y no manchar mucho las sábanas. Cuando volvió se tumbó junto a mi y nos besamos pero pronto oímos como la niña lloraba. Me vestí a toda prisa y fui junto a ella y la bajé al salón para jugar un poco con ella. Pronto se nos unió su madre y, una hora después, el resto de la familia. El resto del día lo pasamos en casa de los padres de Rocío. Jugando y charlando. Pasando las cortas tardes de invierno.