Mi historia (57: Septiembre 2005)
Un bautizo, dos cumpleaños, muchísimo trabajo y pequeños descubrimientos.
01. Semana del 5 al 11 de Septiembre
El lunes volví a la que sería mi rutina durante casi todo el año, llevar a la peque a la guardería. Ese lunes hicimos una reunión los seis socios con cada uno de los directores de las compañías que teníamos para ver como había ido el verano y como se afrontaba el fin de año. Tras los directores generales les tocó el turno a Alberto y Mike. Mike nos comentó que el aumento de facturación de su empresa ese año sería de un 10% aproximadamente. Era lo que esperábamos pues no íbamos a lanzar nuevas lineas de negocio y eso hacía que el crecimiento se ralentizara con respecto a otros años. La idea era seguir así un par de años y ya pensar en el futuro si intentábamos subir más. Por ahora financiaba nuestras otras aventuras y no queríamos grandes experimentos. En cuanto a Alberto este nos contó que su idea inicial de llegar a 7,2 millones de euros de facturación no iba a ser posible puesto que habíamos vendido dos cuentas que daban mucha facturación aunque no tanto beneficio. Aun así dijo que el venderlas había servido para levantar el ánimo del equipo y el junto con Raúl y Sofía estaban ahora peleando por pasar de los seis millones ochocientos mil euros de facturación. Lo cual supondría facturar un treinta por ciento más que el año anterior. Al finalizar la reunión era la hora de comer y fuimos todos juntos para seguir charlando pero de nuestras vacaciones. Tras la comida cada uno volvimos a dedicarnos a nuestro día a día. Yo acabé de trabajar a las siete y cuando llegué a casa me esperaba Elizabeth con la peque. Rocío no tardó mucho en llegar a casa y tras ayudarnos Elizabeth con el baño de la pequeña esta se fue dejándonos solos con la niña. Tras jugar un poco con la peque y darla de cenar la pusimos a dormir y Rocío y yo pasamos un rato en pareja antes de irnos a la cama a hacer el amor y dormir.
El martes fue un día bastante rutinario. Por mi oficina pasaron Marga y María pero la mayor parte del tiempo lo pase con Ana, en el despacho de esta, viendo como iban los números de agosto para la reunión mensual que teníamos ese jueves pues el viernes era fiesta en Madrid. Como ya era habitual en nuestras reuniones una de mis manos estaba mucho tiempo en su pierna, acariciándola, mientras una suya jugaba con mi pierna y mi polla en estado de cuasi erección. Ese día llevaba un vestido con algo de vuelo y unas sandalias de tacón. En el momento de mayor atrevimiento mi mano tocó su coño por encima de su tanga. Cuando lo hice ella me miró a los ojos.
– ¡Para! - dijo – Estamos trabajando. Unas caricias las llevo bien pero si me tocas ahí me vuelvo loca.
Yo me eché a reír y la di un piquito antes de volver a currar. Tras comer con Mike la tarde la pasé revisando asuntos pendientes con mi secretaria. Por la tarde todo bastante normal.
El miércoles fue un día bastante normal. Lo más interesante que quedé a comer con mi padre para hablar de negocios. Es algo que no hacíamos muy a menudo. Nos gustaría hacerlo más a menudo pero no siempre podíamos cuadrar agendas. Yo le contaba como iban mis negocios y el como iba su empresa. Y luego comentábamos ideas que tuviéramos sobre la empresa del otro. No salían ideas revolucionarias pero si alguna interesante que luego comentaba con el equipo. Tras comer en el trabajo me lié y llegue a casa algo tarde pero al menos a tiempo de dar un beso a mi hija antes de que se fuera a la cama. Rocío y yo hicimos el amor esa noche.
El jueves teníamos la reunión mensual del mes de Agosto. Un mes que generalmente era malo y este año no fue menos. Facturamos un millón cuatrocientos mil euros menos que en en Julio. O lo que es lo mismo, un 24% menos. Aun así no tuvimos perdidas y eso fue buena noticia. Pues hasta 2005 todos los años habíamos perdido dinero. Ese año solo nos quedaba una apertura, en ese mismo mes, y pudimos estimar como acabaría el año. Ana volvió a comentarnos que debíamos gastar pues íbamos a dar muchos beneficios otro año más y estábamos perdiendo dinero fiscalmente. Tras la reunión comí con Alberto, Raúl y Sofía y hablamos de la empresa que ellos llevaban. Me gustaba que esa empresa subiera pues pensaba que podía ayudarnos mucho en las sinergias con la de importaciones y con la empresa de logística en la que tenía un pequeño porcentaje junto con María y su hermano. Tras la comida me quedé currando hasta tarde cuando se abrió la puerta de mi despacho y entró María.
– Hola cariño – dije
– Hola amor – dijo María
– ¿Que haces aquí?
– Vine a la peluquería para estar guapa para mi cumpleaños y tras cortarme el pelo he subido a dejar unas cosillas en mi despacho y he visto la luz en el tuyo.
– Ven – dije dando un par de palmaditas en mis muslos
Ella sonrió y echó el cierre de mi despacho antes de acercarse hasta mi, sentarse en mi regazo, y besarme. Iba muy guapa con su nuevo estilo pijito elegante que poco a poco Raquel y Rocío iban dándola. Seguía vistiendo cómoda pero ya marcaba algo más su cuerpo, hacía combinaciones de colores que antes no haría y empezaba a vestir ropa de marca. Ese día me llamaban la atención sus medias azules, unas medias que unos años atrás hubieran sido siempre de color carne. Estas iban a la perfección con su falda azul hasta unos centímetros por encima de la rodilla y sus zapatos de un azul grisáceo y tacón, tirando a grueso, de unos siete centímetros. Los tacones así también eran algo nuevo en ella. En la parte superior del cuerpo una camisa blanca de Polo Ralph Lauren, por fuera de la falda, lo cual creaba un poco más de informalidad. A María, Raquel y Rocío las quería hasta en chándal pero he de reconocer que el cambio de María me gustaba. Vestía como una madre joven de treinta y seis años sin dejar de lado su personalidad, algo más discreta, pero a la vez con cierta elegancia. Nuestro beso poco a poco fue yendo a más. Parecía como si nuestras lenguas estuvieran peleando. Ella se levantó de mi regazo y se fue hacia la mitad de mi despacho dándome la espalda. Cuando se dio la vuelta tenía la camisa desabrochada hasta la mitad de sus senos y estos salían por encima del sujetado azul cyan y negro que llevaba. Se acercó a mi lentamente y metiendo un dedo por el cuello de mi camisa tiró de mi hacia ella. Yo lance una de mis manos a sus senos mientras ella me besaba en la boca. Su mano seguía en los alrededores de mi pecho, acariciando mi cuerpo mientras yo seguía besándola y tocando sus pezones. Tras un rato jugando con ellos aparté mi boca de la suya y lentamente desabroché el resto de los botones de su camisa para, posteriormente, llevar mi boca a sus tetas. Alterné entre una y otra. La agarré y, en volandas, la subí a la mesa del despacho de rodillas para chupar sus tetas con mayor comodidad. Mientras lo hacía ella acariciaba mi cabello con ambas manos y echaba su cabeza hacia atrás simbolizando el placer que estaba recibiendo. No tardé mucho en quitarla la camisa y tirarla sobre una de las sillas de mi oficina.
– Cariño nadie me come las tetas como tu – dijo María
– Me alegra oír eso – dije
– En realidad nadie me come las tetas – dijo – Arturo sabes que para eso es muy antiguo. Conmigo de espaldas, el encima y con la luz apagada. Le quiero pero ahora no podría vivir sin ti. Me das la vida, las ganas de ir adelante, me llenas de energía.
Yo ante tanto halago me cortocircuito y decidí ni contestar y volver a llevar mi boca a sus pezones sacando de ella un gemido de placer. Yo empecé a subir lentamente su falda mientras nos dábamos piquitos y ella me desabrochaba la camisa. Tras unos cuantos besos más a sus tetas la hice sentar sobre la mesa y , como ya tenía la falda remangada a la altura de su cintura, toqué su coñito sobre la preciosa braga a juego con el sujetador. Mientras nos besábamos ella llevo sus manos a mi polla para intentar desabrocharme el pantalón pero yo fui más rápido y la hice tumbar sobre la mesa con el coñito en el borde de esta. Me senté en mi silla y, apartando su braguita, empecé a comer su coño. Ella gemía mucho con el movimiento de mi lengua en su interior y no paraba de pedirme más y decirme que me quería. Tras un rato ella puso sus tacones en mi pecho y me empujó hacia fuera haciendo que me levantara. Ella se bajó de la mesa y rápidamente se agachó en el suelo, junto a mi, y me desabrochó el pantalón y sacó mi polla. Me hizo una pequeña paja durante un rato para, inmediatamente, llevarla a su boca y empezar una maravillosa mamada. Yo empecé a gemir y a decirla que era maravillosa. Ella mientras no paraba de meterse cada vez más y más polla en su boca. Tras un rato la hice levantar y la besé con fuerza quedando mi polla a la entrada de su coñito mientras nos besábamos. La hice tras un rato recostarse en la mesa y acerqué mi polla a ella por atrás. Fui directamente a su coñito, sabiendo que una mera broma con su culo la iba a poner nerviosa, y la penetré. Fue un polvo salvaje. Conmigo gruñendo y ella gritando sus gemidos y declarando su amor eterno. Yo entre gruñido y gruñido decía que la quería aunque me costaba pues estaba dándola muy fuerte. Tras un rato la hice dar la vuelta y la tumbe boca arriba con su coño en el borde. La penetré de nuevo y ahí, tras unos minutos, me corrí en ella sacando de ella un maravilloso orgasmo. Mientra orgasmaba ella rodeo mi cuerpo con sus piernas y nos besamos. Y una vez estuvimos más relajados seguimos besándonos. Tras mas de un cuarto de hora de bonitas palabras y besos decidimos vestirnos.
– Mañana no voy a recibir ningún regalo así de bueno – dijo sonriendo
– El beso de tus hijas por la mañana y su sonrisa seguro que es mejor – dije
María se quedó mirándome
– Siempre sabes que decir – dijo – Con eso nada puede competir. Tu antes tenías la mitad con Elisa pero ahora lo tienes del todo con Sandra y sabes lo que es que un hijo te sonría.
La besé en la boca una vez más y nos fuimos del despacho. Yo aun podía seguir trabajando pero no me apetecía. En el ascensor la di un último pico. Cuando llegué a casa la niña ya estaba en la cama. Tras cenar con Rocío vimos una peli y nos fuimos a dormir.
El viernes era fiesta en Madrid e íbamos al cumpleaños de María. Tras levantarnos, que desayunara la peque y desayunar nosotros fuimos a casa de María para ayudar con las preparaciones. Al cumpleaños estaban invitados familiares de ella, amigos de la pareja y todo nuestro grupo del trabajo. Como casi siempre fuimos los primeros en llegar y, mientras Rocío ayudaba a María con la comida, Arturo y yo cuidamos a las tres pequeñas. Elena ayudaba a su madre y a mi esposa. Poco a poco fueron llegando los demás invitados y pasamos todos un día genial. Nosotros regalamos a María un vestido muy bonito que valía tanto para ir a trabajar como para ir a una cena de amigos que estuviera a mitad de camino entre lo formal y lo informal. Rocío y yo nos fuimos a casa hacia las siete, cuando la fiesta aun estaba en pleno apogeo, puesto que al día siguiente teníamos el bautizo de Magdalena, la hija de mi amigo Antonio y su esposa Laura, la mejor amiga de Rocío. Al llegar a casa acostamos a la peque y luego nos fuimos a dormir relativamente pronto. No sin antes echar un polvo.
Tras levantarnos el sábado bastante pronto nos preparamos para ir al bautizo de la pequeña Magdalena. Rocío se vistió espectacular. Como solía ir siempre ella pero un punto más allá. Su vestido blanco anudado al cuello por una cinta plateada era entallado hasta la cintura y con vuelo a partir de esta. Creo recordar que era de Carolina Herrera. En sus pies unos elegantes zapatos de salón, peep toe, de color plateado con siete centímetros de fino tacón. Su pelo moreno y suelto tenía un vuelo perfecto. Me quedé un rato mirándola extasiado. Me dio un beso en la boca para despertarme de mi sueño. Yo no iba mal, con un traje de Hugo Boss, camisa blanca y corbata gris verdoso, pero temía parecer poco ante la belleza de mi esposa. Mi hija iba muy mona, de blanco como su madre. Llegamos a la iglesia algo antes de las doce menos cuarto. A las doce empezaba el bautizo y estaban ya en la iglesia, la misma en la que se casaron los padres, buena parte de los invitados. Tras un corto bautizo fuimos todos los invitados a un restaurante no muy lejano para tomar un aperitivo primero y luego una buena comida. Lo pasamos muy bien con nuestros amigos. Era un bautizo pequeño, con veinte invitados donde casi todos eran familiares excepto por Pablo y Diana y una amiga de Laura y su marido. También estaban invitados Marta y Jorge, amigos de Laura y Rocío de la carrera que eran pareja, pero no pudieron ir. A las nueve, tras pasar un rato en casa de Laura y Antonio tras la comida, nos fuimos a nuestra casa. Esa noche estábamos algo cansados y pronto nos fuimos a dormir.
El domingo nos levantamos tarde. A mediodía nos llamaron mis padres y como andaban por el barrio les invitamos a comer en un restaurante cercano a nuestra casa. Tras la comida tomamos un café en la terraza de nuestra casa. Al final estuvimos toda la tarde charlando y se quedaron a cenar algo en casa. A eso de las diez, con la niña ya en la cama desde hacía hora y media, se fueron y nosotros vimos una peli antes de irnos a la cama a hacer el amor.
02. Semana del 12 al 18 de Septiembre
La segunda semana de septiembre empezó sin muchos sobresaltos. Tenía trabajo pero no era nada verdaderamente estresante. Ese lunes el día pasó rápidamente y a las siete estaba en casa bañando a mi hija con Elizabeth y mi esposa. Tras acostar a la peque Rocío y yo pasamos un rato charlando sobre el bautizo de Sandra antes de cenar e irnos a la cama a hacer el amor.
El martes todo iba como el lunes solo que a las once Raquel y yo nos fuimos para ir a una feria que se desarrollaba en el recinto ferial de Madrid. A las ferias que nos interesaban algo pero no eran de uno de los sectores en los que ya trabajábamos asistíamos Raquel y yo. A la hora de comer habíamos visto la mitad de la feria. Fuimos a comer algo pero estaban los restaurantes a rebosar. Al final decidimos coger un taxi e ir a casa de Raquel que estaba a solo unos diez minutos. Tras llegar a su casa nos hicimos una ensalada. Mientras la preparábamos tonteábamos a lo bestia. Ese día Raquel había vestido un elegante pantalón blanco, muy ancho en el pie, casi de pata de elefante, y una blusa blanca. También llevó, aunque al entrar en casa se la había quitado, una americana como de tweed marrón. Tanto su cinturón como sus zapatos de tacón eran de un marrón más oscuro que la americana. Tras un rato tonteando me acerqué a ella de frente y, mientras la daba piquitos en la boca, empecé a desabrochar su blusa. Una vez desabrochada nos miramos a los ojos y ella lentamente llevó las manos a su espalda y se desabrochó su sujetador blanco. Mientras lo hacía nos mirábamos a los ojos y nos sonreíamos. Ella ya desnuda de cintura para arriba se pego un poco a mi lentamente. Puso sus manos en mis costillas y yo las mías en su cintura. Poco a poco nos acercamos y nos besamos en uno de los besos con más amor de los que había dado a Raquel en mucho tiempo. Con María siempre dejaba un momento para la ternura y el amor pero con Raquel, cuando hacíamos el amor, rara vez salía. Eramos más pasionales. Y eso no quiere decir que quisiera más a María que a Raquel. A ambas las quería por igual pero con Raquel no necesitaba comprobarlo. Mientras nos besábamos ella subió sus manos a mi cuello. Tras un rato la pasión se fue apoderando de nosotros y lo que era un beso amoroso se fue convirtiendo en un beso pasional. Dejé su boca y bajé a sus senos para darlos besos y mordisquitos mientras ella empezaba a tener sus primeros gemidos. Tras un rato con mi boca en sus senos la di la vuelta y, abrazándola desde atrás, empecé a acariciar sus senos.
– Te quiero cariño – dije a sus oídos
– Yo más – dijo ella sonriendo – Te he dado la posibilidad de que seas el padre de la mitad de mis hijos.
– Por ahora – dije – Puedes tener más con José Carlos
– Ya no voy a tener más – dijo – Soy muy mayor.
Ahí me separé un poco de ella.
– Pues yo te miro y me pareces una adolescente. Además, has cumplido hace poco treinta y cinco años. La mitad de las mujeres de este país tienen su primer hijo después de esa edad.
Ella me sonrió y se acercó a besarme.
– Bueno – dijo – Con dos me vale. Uno de José Carlos y otro tuyo. Un buen equilibrio. Si tuviera otra tendría un problema.
– ¿Que problema?
– Que me gustaría que fuera tuyo y eso no sería justo con José Carlos. A el también le quiero, ¿sabes?
Yo que no había dejado de acariciar los senos de Raquel la di un besito en el cuello. Beso que se convirtió en varios. Ella llevó su mano atrás y empezó a acariciar mi polla. Todo sin dejar yo de besarla en la cintura. Cuando se dio la vuelta Raquel se mordió el labio como una adolescente y me miró por segunda vez ese día con ojos de amor. El par de picos que nos dimos volvieron a estar cargados de amor pero la pasión ya no había quien la frenara y, mientras yo desabrochaba mi camisa y me la quitaba, Raquel me desabrochó el pantalón y sacó mi polla. Ya con ella fuera se arrodilló en el suelo de la cocina y llevó mi polla a su boca. Estuvo jugando con ella durante un rato. Casi tonteando con ella y poco a poco metiéndosela en la boca. Desde abajo Raquel miraba y seguía viendo el amor en sus ojos. Tras un rato la hice levantar y la apoyé en la encimera, sin subirla, y yo me arrodillé tras darla un beso frente a ella para, esta vez, ser yo quien bajara a desabrochar su pantalón. Ya sin pantalón descubrí una ropa interior blanca preciosa.
– Me encanta tu tanguita – dije
– La compré con tu esposa. Casi toda mi ropa interior la compro con ella – dijo sonriendo.
Acaricié un poco su cuerpo y, mientras me besaba, la subí en la encimera para, una vez ahí, lentamente despojarla de su tanguita. Me agaché y chupé durante un rato su coñito. Aunque estaba yo muy caliente. Quise follarla sobre la encimera pero ella no parecía cómoda del todo ya que tenía un mueble sobre la cabeza y no tenía mucho espacio de movimiento. La bajé y la puse mirando a la encimera pasando a penetrarla desde atrás. Ella empezó a gemir bastante y yo con ella. Nuestros gemidos parecían ensayados de lo bien acompasados que iban. Ella no paraba de pedir más y yo de dárselo. Tras unos diez minutos de penetración acabé corriéndome en ella y ella conmigo. Al darse la vuelta la mirada amorosa seguía ahí. Desnudos terminamos de hacer la comida y comimos en una mesa que tenía en la cocina. Ella sentada sobre mi y con mi polla, en la entrada de su coño, a punto de reventar. Tras comer agarré a Raquel en volandas y la llevé al salón donde me senté poniéndola a ella sobre mí, dándome la espalda, para que cabalgara. Ella lo hizo y tras cinco minutos volvimos a tener un orgasmo a la vez. Nos besamos y a la ducha donde nos acariciamos y besamos pero no volvimos a follar. Tras asearnos volvimos a la feria y terminamos de ver esta. A casa no llegué hasta las ocho cuando la niña estaba siendo acostada por Rocío. Por suerte me dio tiempo a llegar y darla un beso. Esa noche Rocío y yo cenamos tranquilamente.
El miércoles tocó ayudar a Marga. Ese viernes abríamos una nueva tienda de ropa infantil y tocaba echar un cable. Estuve en el centro comercial casi todo el día y la verdad es que íbamos un poco retrasados. Esperaba que el jueves terminaran. Yo no podría ayudar. Esa tarde llegué a casa a las nueve, casi de noche, y no pude acostar a la peque aunque si entré en la habitación para ver como dormía.
Me levanté muy pronto esa mañana para ir a Barcelona con Alberto y Raúl. Esa mañana le tocó a mi esposa llevar a la niña a la guardería. Estuvimos toda la mañana en Barcelona viendo tiendas de productos gourmet presentando nuestra nueva linea de negocios nacionales. La nueva empresa de Alberto iba bien y se aprovechaba de que la empresa de Mike ya tuviera muchos contactos y que, además, a Raúl ya lo conocieran de cuando era subdirector de ventas de la empresa de Mike. Uno de los trabajadores de Barcelona vino con nosotros. Yo solo visité dos tiendas con las que habíamos trabajado toda la vida y a cuyos dueños trabajaba bien. A las otras dos tiendas que visitaron no fui y estuve en la oficina de Barcelona viendo la operativa con ellos. Me pidieron nuevo personal pues estaban empezando a cubrir más en serio el resto de Cataluña. Yo les prometí que María iría un día de ese mes a Barcelona para que vieran con ella las necesidades que tenían. A la hora de comer volví con Alberto y Raúl para comer con otro cliente. Fue para ellos una mañana muy intensa con cinco reuniones en cinco horas en distintas partes de Barcelona y luego la comida. Tras la comida visitamos la última tienda que abrimos en Barcelona para ver un poco como iba y luego con el equipo de nuevas tiendas de Barcelona vimos un par de locales vacíos. Tras verlos al aeropuerto. Nada más llegar, poco después de las ocho, perdimos un vuelo del puente aéreo y tuvimos que esperar una hora hasta el siguiente pues ya era tarde y la frecuencia era menor. Lo bueno es que al tener todos tarjeta Oro de Iberia, Alberto platino, cenamos tranquilamente en la sala VIP. Yo en su momento tuve la platino pero como ahora viajaba menos en mi nuevo puesto solo tenía la oro. Aterrizamos en Madrid pasadas las diez y media. A casa llegué a las once y tuve tiempo para hablar de mi día con Rocío, entrar a ver a la peque sin hacer ruido e irme a la cama.
El viernes dediqué un rato a Alberto y Raúl para repasar con Sofía las reuniones del día anterior. Tras la reunión me fui con Marga al centro comercial donde ese día abríamos una tienda de ropa infantil. Me alegró ver que estaba todo en orden pero ya lo sabía pues había hablado por móvil con Marga repetidas veces. En Marga confiar era tan sencillo. No defraudaba. A la hora de comer, y salir pues era viernes, Marga y yo volvimos a la oficina y comimos allí con Mike, María y Raquel. Rocío se nos unió pero llegó un pelín más tarde. Alberto por su tarde fue a comer con Raúl y Sofía para hacer equipo. Tras la comida todos nos separamos para irnos a recoger a nuestros respectivos hijos y luego ir al centro comercial para celebrar, como nos gustaba en familia, la inauguración. En esta ya se unió Alberto con su esposa, Diana con Pablo y Laura con Antonio. Compraron muchísima ropa para nuestros hijos. Como además teníamos una tienda de ropa para mujer en ese mismo centro comercial pudieron comprar algo de ropa también para mujer. Cuando acabaron las compras cenamos todos juntos y luego nos fuimos para casa. En el camino me enteré que mi esposa se había dejado trescientos euros en un vestido para ella y bastante ropa para la peque. Para nosotros no era mucho. Casi esperaba más. Al llegar a casa acostamos a la peque y tras ver una peli hicimos nosotros lo propio.
El sábado pasamos un día tranquilo en familia Rocío, la niña y yo. Aprovechamos para dar un paseito hasta El Corte Inglés de Nuevos Ministerios donde compramos el regalo de Arturo. María nos dijo que necesitaba un reloj y le compramos un Citizen de unos cuatrocientos euros. Volvimos a casa charlando acerca de lo jodidas que eran las normas sociales. Hace unos años no podía haberle regalado un reloj Citizen a Arturo porque hubiera sido raro. Me llevaba muy bien con María que en esos momentos era mi secretaria y mejor amiga de mi socia Raquel pero ellos, económicamente, estaban un peldaño por debajo y parecería poco cortés. Sin embargo ahora que ellos lo podían pagar ya podía regalárselo. Cuando a el le hubiera venido mejor que se lo regalara entonces. Pero no hubiera sido elegante. La elegancia a veces se da de leches con el practicismo. Tras casi soltarle un monologo a Rocío de media hora, todo el trayecto de El Corte Inglés a casa, Rocío paro de andar. Yo, que empujaba el carro con Sandra paré y la miré a ver que la pasaba. Me miraba seria pero pronto sonrió.
– Bienvenido al mundo real cariño – dijo Rocío
Yo puse cara de mosqueado pero no mucho.
– Acabas de descubrir que la elegancia se da de leches con lo práctico. Las mujeres que como yo tenemos que andar todo el día en tacones como estos lo sabemos desde hace años – dijo mientras levantaba el pie y me mostraba sus sandalias de siete centímetros de tacón fino.
Yo puse cara de no estar de acuerdo.
– Pero tu hoy vas con tacones porque quieres – dije – Podías haberte puesto otra cosa.
– Podría haberme puesto unas manoletinas de Pretty Ballerinas o unas sandalias de tacón en cuña que son algo más cómodas pero no puedo ir a El Corte Inglés de paseo con mi marido con unas sandalias planas o unas deportivas
– ¡Tu me dirás la razón! - dije mientras volvíamos a andar camino a casa
Rocío me miró como si no me enterara de nada.
– Porque yo tengo una imagen y tu tienes una imagen. Tu podías ir con una camiseta de andar por casa pero para salir a El Corte Inglés te has duchado, afeitado, puesto un polo de Ralph Lauren y unos vaqueros. Entre ambas cosas cuestan lo que algunas personas cobran en un mes. Y en las mujeres esa imagen requiere casi siempre tacones. No me puedo encontrar con un cliente mio que invierta en el banco diez millones de euros con la ropa del gimnasio. Y vosotros lo tenéis fácil. Tu vas con deportivas. De Hugo Boss, pero deportivas. Busca en la zapatería de El Corte Inglés zapatillas deportivas de mujer pijas. Las mujeres como yo usamos las deportivas para ir al gimnasio y como mucho a por el pan. Para lo demás, aunque a veces nos gustara llevar algo más cómodo, nos tenemos que fastidiar.
– Tienes razón – dijo – Pero no deja de ser estúpido.
– Es así – dijo – No le des mas vueltas. Lo cierto es que para mi los tacones ya son de lo más normal. Agradece que puedas comprarle a un amigo ese regalo porque no lo necesite y ya está.
Veía que la discusión iba a ser la pescadilla que se muerde la cola. Nos gustara o no era así y punto. La di un beso en la mejilla y seguimos andando hacia casa. Ya en casa jugué un poco con la niña y tras bañarla y darla la cena la acostamos. Una vez ella acostada fuimos nosotros los que cenamos antes de ir a la cama a echar un polvo. Un polvo en el que Rocío se desnudo completamente excepto por sus sandalias de tacón.
– Otra ventaja de los tacones – dijo susurrándome en el oído mientras la penetraba – es que a los tíos os ponen.
Yo me reí y la di más fuerte. No tardé mucho en correrme y caer dormido junto a ella.
Despertamos al oír a la niña llorar por la mañana. Eran las nueve de la mañana y debía estar muerta de sueño. Rocío despertó en la cama desnuda y con tacones. Cuando nos dimos cuenta ambos reímos. Tras desayunar la niña lo hicimos nosotros. Cogimos todo el montón de cosas que movíamos para ella y nos fuimos a casa de María. Cuando llegamos ya estaban allí Raquel y su familia. Rocío, Elena, María y Raquel se metieron en la cocina mientras los tres padres cuidábamos de las peques. Este reparto del trabajo se fue cambiando en cuanto llegaron los demás invitados. Nuestro regalo,ya en los cafés, triunfó pero no sorprendió pues si antes gastábamos unos 50-100 euros en cada regalo por familia ahora casi todo el mundo llegaba a los trescientos. No muy tarde nos fuimos a casa para poder acostar a la niña y nosotros también descansar antes de una nueva semana de trabajo.
03. Semana del 19 al 25 de Septiembre
Empezaban los colegios en Madrid el diecinueve de Septiembre. Así tras un día de trabajo relativamente tranquilo me fui con María, saliendo algo antes de lo habitual de trabajar, a por la hijas de esta al colegio. Las niñas querían estar con nosotros y, la verdad, a nosotros también nos apetecía estar con ellas. Rocío se nos unió ya en casa de María, tras recoger a Sandra de la guardería, e hicimos una pequeña merienda con la ayuda de Mariely y Elizabeth que, al no tener que recoger a la peque y llevarla a casa, se unió para ayudar en casa de María. Tras pasar una tarde entretenida nos fuimos a casa a las nueve. Al llegar acostamos a la niña directamente y vimos algo la tele. Tras la merienda en casa de María no teníamos ganas de cenar. Esa noche nos fuimos pronto a la cama e hicimos el amor.
El martes era el cumpleaños de Arturo, el marido de María. A mediodía le llameé para felicitarle pero por lo demás fue un día de lo más normal. Estuve un rato reunido con Ana, por la mañana, con nuestra habitual sesión de toqueteo. No fue una reunión larga pero nos dio tiempo a cubrir lo que queríamos y a tocarla íntimamente. Muy íntimamente. Como una semana antes llegue a tocar su coñito sobre su tanga. Pero está vez no me dijo nada. Solo me miró a los ojos y me besó en la boca, tiernamente, mientras mi mano suavemente acariciaba su coñito. También estuvo reunido con María y Raquel por separado. Dos mujeres a las que me tiraba y a las que sin duda quería con locura. Por encima de lo que quería a Ana. Pero con las que no tenía esos juegos. Esos juegos de pasión los tenía con Ana y en menor medida con Cristina. Cuando me reunía con María y Raquel eramos compañeros de trabajo y, si no existía la posibilidad de follar, no había tonteo. Al legar a casa Elizabeth jugaba con mi hija. Me senté en el sofá a verlas jugar y me pareció un acierto haberla contratado. Mi hija parecía adorarla y era muy responsable. Acostumbrado a contratar mucha gente de responsabilidad en mi empresa, Elizabeth era la contratación más importante de mi vida. Cuando llegó Rocío bañamos a la niña con la ayuda de Elizabeth y está se fue a casa tras el baño. Rocío y yo dimos de cenar a la peque y la acostamos antes de cenar nosotros, ver una peli e irnos a la cama.
El miércoles volví a reunirme con Ana y volví a tontear con ella. Volví a alcanzar su coñito. Y en cuanto lo hice ella me miró seria.
– No aguanto más – dijo – En poco más de una semana es la tercera vez que tienes tu mano sobre mi braga. Esta tarde te quedas a trabajar tarde y me follas
– ¿Y si no puedo quedarme?
– Te violo aquí mismo – dijo con una inquietante sonrisa en la boca.
Inquietante porque no sabía si era bromista o de verdad amenazador. La miré a los ojos y la di un beso en la boca.
– A las siete aquí – dije
Ella sonrió, me apretujó la polla sobre el pantalón y seguimos trabajando como si nada. El resto del día pasó a toda velocidad y a las siete en punto sonó la puerta de mi despacho. Ana entró como alma que lleva el diablo y se plantó en un instante, tras cerrar con cerrojo, junto a mi silla. Iba preciosa, con la ropa de esa mañana. Una falda blanca, recta, un top dorado sin mangas, unas sandalias doradas de fino y alto tacón y un cinturón también color dorado. En su mano izquierda unos aros, dorados por supuesto, eran el único adorno. Su falda no era especialmente corta y me contaba cosas mientras iba de un lado dela mesa a otro. Simplemente pretendía calentarme. Algo no muy inteligente pues yo ya estaba absolutamente en llamas. Tras un rato se acercó ya del todo a mi y puso su mano sobre mi hombro.
– Tenía ganas de estar aquí – dijo mientras se daba la vuelta y me mostraba su culito.
Yo sonreí y se lo toqué. A la hora de tocárselo ella me dio una palmada y me sonrió juguetona. Se dio la vuelta y se agachó para darme un besito en la bota dejando sus preciosos senos a mi vista. De verdad que no era necesario que hiciera eso para calentarme pero ella parecía empeñada en subir la temperatura de mi despacho. Me dio un beso más y este ya estuvo lleno de pasión. A mitad de beso se subió en mi regazo y el beso ya se convirtió en pasión desatada. Tras un rato así se arrodilló frente a mi y me bajó el pantalón lentamente hasta los tobillos. Yo me puse de pie para facilitar la bajada de pantalones y ella me comió la polla durante un ratito. Yo ya no me senté y no la dejé chupármela mucho pues taba muy excitado. Rápidamente la hice levantarse y la quite su top dorado y el sujetador amarillo que llevaba bajo este. La puse de espaldas a mi y mientras una mano acariciaba sus senos la otra subía la falda y buscaba su braguita. Una braguita minúscula de color amarillo claro como el sujetador. Mientras masajeaba sus tetas con la otra mano hacía un dedo en el coñito de Ana. Ella se fue poniendo cada vez más cachonda y echó su mano derecha hacia atrás para acariciar mi cabello. En ese punto fui yo el que me arrodillé tras ella y besé los cachetes de su culo mientras seguía jugando con mi manos en su coñito. Metí mi cabeza por debajo de su coñito y empecé a chupárselo y a morderlo sacando de ella sus primeros gemidos. Tras un rato con la chupada ella me hizo levantarme y me sentó en la silla arrodillándose frente a mi y metiéndose la polla en su boca no sin antes ver como se quitaba la braguita. La mamada que me dio en esos momentos fue increíble pero mi polla estaba a punto de estallar y así se lo hice saber. Ella sin embargo no bajo ni un punto la intensidad de está comiéndome la polla con verdadero hambre. Entre mamada y mamada me miraba a los ojos y me sonreía. Veía que nuestra relación avanzaba. Ya no eramos jefe y trabajadora follando. Era algo más. Había cariño, incluso amor. No llegaba a la altura de María y Raquel en mi vida pero era ya una parte importante de mi vida. Fui una vez más claro con mi necesidad de correrme y ella sacó la lengua de su boca para jugar con ella en el capullo de esta y sonreírme.
– Tu juega y te lleno la cara de semen – dije sonriendo
– Lo dices como si me importara – dijo - ¿Quieres? ¿Quieres que esto sea como una peli porno de esas que veis los tíos y correrte en mi cara?
– No – dije – Quiero follarte y oírte gemir conmigo y corrernos juntos.
Ella me miró con cara de felicidad y se incorporó para besarme.
– Respuesta correcta – dijo – Te has ganado otro día correrte en mi cara. Ahora toca follar.
Y sin más se subió sobre mi y empezó a cabalgarme mientras me daba la espalda. Yo acariciaba los pechos y con mis manos la hacía subir y bajar de las tetas al ritmo de la follada. Ella al principio tenía los pies sobre el suelo pero luego subió sus taconazos y los apoyó en la butaca junto a mi. Verla botar con sus preciosos tacones junto a mi mientras gemía incrementó aun más mi pasión.
– ¡Dios! - dijo mientras botaba sobre mi y se giraba para mirarme a los ojos – Eres el mejor polvo de mi vida. Si esto es la erótica del poder me tiene enganchada.
Yo solo la sonreí
– Prométeme que nunca vas a dejar de follarme. Que cuando me haga vieja seguirás deseando mi cuerpo.
– Claro – dije – Cuando te hagas vieja yo también seré viejo y me parecerás encantadora.
Ella se giró un poco más y llegó a besarme. No se como lo consiguió sin romperse la espalda. Tras dos minutos más de follada ella explotó en un orgasmo brutal y las contracciones de su coñito hicieron que yo me corriera con ella. Nos besamos un rato y ya una vez calmados ella se fue. Eran casi las ocho y llevábamos una hora entre jugueteo y polvo. Ya aproveché un poco para currar pues no llegaría a acostar a la niña. Cuando llegué a casa cené con Rocío y, tras un poco de tele, me fui a la cama.
Nada realmente importante ocurrió el jueves. En el curro todo muy normal y con la niña bastante normalito todo.
El viernes trabaje la mayor parte del tiempo reunido con Mike y su equipo viendo posibles estrategias para el año siguiente. La reunión acabó hacia las dos y de dos a tres estuve en mi despacho escribiendo mails y memorandos para enviar a ciertos departamentos. Estaba inspirado. Aun así, a las tres, salí corriendo hacia la oficina de Rocío para recogerla y comer con ella. Tras comer fuimos a por la peque a la guardería, hacia las cuatro y media, y ya con ella emprendimos camino a Cuenca. Llegamos algo antes de las nueve, con la niña el camino se hacía más largo. Cuando llegamos los abuelos se volcaron con su nieta. Ellos viviendo en Cuenca la veían mucho menos que mis padres y era un comportamiento lógico. Estuvo la niña despierta hasta algo después de las diez pues, tras dormir casi todo el camino, no parecía tener sueño.
El sábado celebraban los padres de Rocío el cumpleaños del padre de esta con sus amigos de Cuenca. Yo acompañé al padre y al hermano a comprar la carne para la barbacoa mientras mi esposa, cuñada y suegra cuidaban del hijo de ellos y nuestra hija. Cuando volvimos a casa ya estaban Diana y Pablo. Con Pablo y el hermano de Rocío me fui a comprar alguna cosa que faltaba y al volver ya estaba la comida lista. Tras la comida mi hija se echó la siesta y yo decidí imitarla. Me levanté en cuanto mi hija empezó a llorar, harta de la cuna. Me lavé un poco la cara, me vestí y bajé a mi hija al salón donde unos leían mientras otros veían una peli en la tele. Eran las siete y tocaba ponerse a preparar todo. A las siete y media empezaron a llegar los primeros invitados y mi hija de siete meses y medio, muy simpática, era suficiente aliciente como para que los que preparaban la barbacoa no tuvieran que estar atendiendo a los invitados. A las ocho ya estaba todo a pleno rendimiento. Ensaladas, bebidas y snacks en varias mesas por el jardín, la barbacoa sacando carne y otra comida a pleno rendimiento y la gente pasándolo bien. Lo pasamos bien aunque solo estaban los amigos de Rocío y Diana que vivían en Cuenca. Ni Mónica ni Teresa con sus parejas fueron esa semana a Cuenca. La niña a las once ya parecía muerta de sueño y la metimos en la cama. Por suerte nuestra habitación en casa de los padres, la antigua de Rocío, no daba al lado donde se celebraba la barbacoa y el ruido no era estruendoso. La niña no tardó en dormirse y pudimos volver a disfrutar de la fiesta. Aun así cada veinte minutos uno de nosotros subía a ver si la niña estaba o no despierta. La fiesta acabó hacia las dos de la mañana y a esa hora nos fuimos a dormir.
Algo antes de las nueve del domingo la niña se despertó y empezó a reclamar atención. Así a Rocío le tocó levantarse y bajarse con ella al salón a jugar un rato mientras yo seguía durmiendo. Ese día me tocaba conducir de vuelta a Madrid y yo iba a necesitar el descanso más que ella. Aun así a las diez ya estaba en pie y tome un poco el relevo de Rocío que se fue a la tranquilidad de la cocina a preparar el desayuno para toda la familia. El primero en bajar fue el sobrino de Rocío que con sus dos años y medio ya tenía cierta independencia. Si a poder andar por casa se le puede llamar independencia. A las once desayunamos todos juntos tras felicitar al padre pues ese era el día de su cumpleaños. Tras un rato en casa recogiendo las tres parejas nuestras cosas y cargando nuestros coches, cuando dieron las doce y media, nos fuimos al centro de Cuenca a dar una vuelta. Tras un paseo por la ciudad fuimos a uno de los restaurantes que más a menudo visitábamos con los padres, para la comida de celebración del cumpleaños del padre. Tras la comida los regalos y unos cafés.
– Me tienes que hacer un favor – me dijo Diana cuando la comida estaba llegando a su fin.
– Lo que tu quieras – dije
– Quiero que me acompañes a ver un coche, con Pablo, la semana que viene a tu concesionario.
Todos pusimos cara de poker. Lo cierto es que el coche que usaba ella, un Polo que antes compartía con su hermana, ya necesitaba un cambio con casi nueve años y muchos kilómetros.
– Parece que os sorprenda que tenga dinero para comprarme un coche – dijo Diana medio molesta – Todavía no os tomáis en serio mi trabajo.
– No es eso cariño – dijo Rocío – Pero vas a pasar de un Polo a un BMW
– O a un Mini – dijo ella sonriendo – En serio, me va muy bien. Estoy buscando una oficina pues voy a dejar de trabajar desde casa y voy a contratar a una secretaria que me haga también de administrativa.
– Me alegro – dije – ¿Quieres que mire números para ver que te puedes permitir?
– No hace falta – dijo Pablo
Todos asentimos, tanto ella como Pablo eran licenciados en económicas y habrían mirado números.
– Mira – dijo Diana – No me gusta mucho hablar de mi negocio pero así veis que es más que un juego. En Agosto facturé treinta mil euros y este mes creo que voy a facturar algo más de cuarenta mil euros. Mi Sociedad Limitada tiene beneficios muy altos pues hasta ahora apenas he tenido mi sueldo como gasto. Que es mejor de lo que pensáis.
Su padre, hermano y yo nos miramos con cara de asombrados mientras Rocío, Diana, Pablo y la madre de ellas se reían.
– ¿Tu sabias que facturaba eso? - pregunté a mi esposa
– Pues claro – dijo – Mi hermana y yo nos contamos todo
Yo sabía que todo, lo que se dice todo, no se contaban. Pero entendí su frase.
– Desde luego con esa facturación te puedes pagar un sueldazo.
– Suficiente como para poder pagarme el coche al contado, tender dinero ahorrado y estar metida en la casa con Pablo – dijo Diana sonriendo.
Me alegré mucho por mi cuñada a la que quería mucho. Desde que, en el comienzo de mi relación con Rocío, fuera mi aliada frente a sus padres. Me levanté y la di un beso en la mejilla antes de quedar con ella y Pablo el jueves siguiente para ver coches. Tras un rato más en el restaurante nos fuimos de vuelta a Madrid y casi todo el viaje lo pasé mostrando mi admiración hacia Diana. Me alegraba por ella. Y a la vez me fastidiaba no tenerla en mi equipo. Me daba cuenta lo bien que hubiera encajado dirigiendo alguna de mis empresas. Al llegar a casa era casi la hora de acostar a la niña. Habíamos parado a cien kilómetros de Madrid para que cenara. Tras acostarla vimos Rocío y yo una peli antes de ir a la cama. Me enteré de poco de la peli pensando en el negocio de Diana.
04. Semana del 26 de Septiembre al 2 de Octubre
El lunes fue un día bastante tranquilo en la oficina y aproveché para escaparme un poco antes y disfrutar de la tarde con mi hija pues al día siguiente no podría verla y tendría que conformarme con verla por la noche ya dormidita en la cama. Lo pasé muy bien con ella en casa esperando a que llegara Rocío. Ya con la mami nos fuimos a dar una vuelta por el barrio antes de volver a casa, darla de cenar, bañarla y acostarla. Ya con ella en su habitación Rocío y yo cenamos juntos y nos fuimos a la habitación a hacer el amor.
El martes a las ocho estaba ya en el aeropuerto de Madrid. Un par de minutos después de llegar yo lo hizo Marga y, tras pasar el control de seguridad fuimos a la sala VIP, a desayunar, mientras hablamos de los planes para ese día. Visitamos las tiendas que habíamos abierto hasta ahora en Barcelona y visitamos un par de locales y de proyectos de centros comerciales para posibles futuras tiendas. Si queríamos abrir, al menos, una tercera tienda de moda femenina en Barcelona pues las dos que teníamos iban bastante bien. La comida la hicimos con el director y la subdirectora de la oficina de Barcelona con quienes vimos números que nos valdrían para, con el equipo de Madrid, estudiar la apertura en Barcelona de tiendas de ropa interior femenina y de ropa infantil. A la vuelta cenamos en el aeropuerto y durante esta y el vuelo a Madrid hablamos de nuestros hijos. Marga quería otro hijo en el futuro y yo la comenté que también querría más. A casa llegué a las once y, tras charlar un rato con Rocío, me fui a la cama.
El miércoles revisé con Marga el viaje del día anterior a Barcelona para dejar claras nuestras conclusiones de cara a poder comentarlas en la próxima reunión mensual. Lo bueno de Marga y Alberto no era solo que fueran muy inteligentes y muy trabajadores, tuvimos suerte de tener dos tan buenos formados a la vez, sino que en su momento ambos se dejaron guiar por Mike y aprovecharon una maravillosa oportunidad de convertirse en grandes empresarios. Tras la reunión trabajé un poco en mi despacho y luego comí con Raquel, María y Marga. Empezamos hablando de trabajo pero acabamos hablando de la educación de nuestros hijos. Cuando eso pasaba antes me sentía un poco raro. Ahora con Sandra todo era más normal. Tras la comida me fui directamente al concesionario de BMW a ver a Cristina. Al llegar tenía bajadas las cortinillas de su oficina y nos dimos un beso en la boca con mucha lengua y con nuestras manos acariciando el cuerpo del otro. La estuve explicando, sentado junto a ella y acariciando su pierna bajo la falda, que esa tarde iría Diana con Pablo. Como era mi cuñada, pero también amiga y que Pablo era uno de mis mejores amigos.
– ¿Entonces les hago precio de familia? - dijo Cristina
– ¡Claro! - dije - ¿En que consiste exactamente?
– Generalmente el coche a la gente que es familia directa o algo similar les dejamos el coche sin beneficio para la empresa pero luego en el taller no ponemos descuento. Aunque si tienen prioridad a la hora de llevar el coche a los talleres. Básicamente no tienen que pedir cita. Existe otro escalón que es para los amigos. En este un buen descuento pero si ganamos algo y no tienen ventajas en el taller.
– Familia – dije – Como si fuera para mi.
Cristina me besó con ternura en un beso rápido no fuera a entrar alguien.
– Lo que tu digas – dijo – Para algo eres el dueño.
Yo sonreí y la di un piquito subiendo mi mano justo hasta su entrepierna y tocando su coñito sobre la braguita.
– Umm – gimió suavemente Cristina apartando mi mano
Yo la miré a los ojos.
– No me hagas esto que puedo cometer una locura – dijo antes de darme un beso
Yo la hice caso pues no tardaría en llegar Diana y más formalitos seguimos mirando números hasta que llegaron ella y Pablo. Cristina estuvo enseñándola tres modelos. Mini Cooper, un Serie 1 120i y un Serie 3 de tres puertas. El serie 3 lo descartó pues Pablo ya tenía un coche grande, un Audi A4, y buscaba algo más pequeño para ella pero que también pudieran usar como pareja, o Pablo solo, cuando fueran por Madrid y quisieran un coche más pequeño y fácil de aparcar. Tras un rato mirando y decidiendo prefirió el Serie 1. Entramos al despacho de Cristina y vimos colores y opciones. Cogió casi todo lo que se ofrecía extra y el coche, que costaba de entrada 28.000 euros acabó en 33.000. Cristina comentó que tenía el descuento de familiar y que se quedaría en precio de coste, unos 26.000 euros. Además explicó las ventajas en el taller. Pablo y Diana se miraron un momento y aceptaron allí mismo. Diana pagó con su tarjeta la reserva de dos mil euros y Cristina cursó el pedido que llegaría a lo largo de Octubre. Tras la compra nos fuimos los tres a mi casa donde llegamos a tiempo de dar un beso a la peque antes de que se fuera a la cama. Rocío y yo hicimos algo de cena y hablamos de ellos, de su futuro y del coche. Una vez se fueron Rocío y yo nos fuimos a la cama a hacer el amor.
El jueves el día paso a toda prisa. Casi ni me di cuenta y eran las siete y seguía en la oficina. Corriendo cerré el portátil, lo guardé en mi maletín y me fui a casa. Al llegar aun pude jugar un poco con mi hija antes de bañarla y meterla en la cama. Una vez la acostamos mi mujer hizo la cena mientras yo seguía trabajando un poco. Una vez la cena estuvo lista dejé de trabajar del todo, apagué el portátil y cene tranquilamente con mi esposa antes de irnos a la cama a hacer el amor.
El viernes Rocío y yo comimos con Raquel. No teníamos planes para la tarde y quedamos en ir a por la peque y luego pasar un rato por casa de Raquel. Susana se puso bastante contenta de ver a mi hija. Así no solo tenía a su hermanito sino también a mi hija con quien jugar. Se sentía como la jefa con ellos tan pequeños. Aunque claro con ambos rondando los ocho meses tampoco es que la hicieran mucho caso. Cuando llegó José Carlos cenamos algo ligero y poco después nos fuimos a casa para acostar a la peque. Esa noche tras ver una peli volvimos a hacer el amor.
Llegó el sábado y fuimos al club a pasar el día con la niña y mis padres. Cumplía ocho meses la niña y ya decía cosas, que solo ella entendía, hacía ruidos y jugaba mucho. Ese día no jugamos al golf y pasamos casi todo el tiempo paseando por las instalaciones y en la piscina de este. Mis padres tenían una piscina increíble en su casa. Perfecta para bañarse, nadar y disfrutar del agua. A la piscina del club uno no iba a eso. Iba a dejarse ver y a que le vieran. El gimnasio, las pistas de paddle, tenis y squash eran sitios donde hacer deporte pero era importante también dejarse ver. Tras comer en el club nos fuimos a casa de mis padres para que la niña se echara la siesta. Esa noche Rocío y yo decidimos quedarnos en casa de mis padres tras hacerse las tantas mientras hablábamos en una fresca pero agradable noche en el jardín.
El domingo terminamos pasando el día en casa de mis padres y no fue hasta las siete que nos volvimos a Madrid. Menos mal que en casa de mis padres siempre teníamos algo de ropa. Tras bañar a la niña y acostarla, Rocío y yo cenamos antes de irnos a la cama. Ese día Rocío, como yo, vestía informal, con ropa apta para ir al club. Elegante, pija pero informal. Más concretamente llevaba un pantalón vaquero blanco, que marcaba cada una de sus perfectas curvas, un polo Ralph Lauren verde claro y unas sandalias marrones de tacón muy alto pero no muy fino. Aunque tampoco grueso. El cinturón iba a juego con las sandalias. Su preciosa melena caía por sus hombros y la hacían más apetecible. De la mano fuimos a la cama. Yo tras ella viendo su precioso culo bambolearse siendo guiado por su mano con cara manicura. Ya junto a la cama pasé a acariciar sus preciosos senos sobre el polo. Ella no tardó mucho en quitárselo y dejar que mi boca se hiciera con sus pezones tras sacar las tetas del sujetador. Agarraba sus tetas con fuerza y las mordía. Ella reía. La llevé a la cama y la tumbé sobre esta dejando su coñito junto al borde. Tras desabrochar el cinturón saqué primero su pantalón y abrí sus piernas. Aparté un poco su braga y pegué mi boca a su coño. Lo lamí durante un buen rato mientras ella empezaba a gemir con cada vez más fuerza. Tras un rato así me aparté de su cueva y retiré su braguita tirándola al suelo junto al pantalón. Yo me quité el pantalón vaquero que llevaba para penetrarla pero ella fue más rápida y se arrodilló en el suelo junto a mi para meterse la polla en la boca. Mientras me hacía una sensacional mamada yo acaricié su cabello. Estuvo con mi polla en su boca durante unos minutos hasta que la hice levantar y ponerse a cuatro patas sobre la cama. Así la empecé a penetrar con cierta fuerza.
– ¡Dios! - dijo – Necesitaba que me follaras
– Yo también lo necesitaba. Cuando estamos fuera, veinticuatro horas juntos y no puedo follarte me pongo malo. Da igual que sea la casa de mis padres o de los tuyos. Es superior a mi.
Ella giró la cabeza para sonreírme.
– Exactamente lo que me pasa a mi – dijo – Tengo necesidad de ti a todas horas.
Tras un rato más dándola a cuatro patas la tumbé boca arriba y la follé con fuerza. Ella tumbada, con las piernas al aire y el coño junto al borde de la cama, y yo dándola sin piedad. Sus gemidos eran cada vez mayores. El polvo fue una pasada y no tardamos mucho en llegar al orgasmo casi a la vez. Nos besamos durante un rato y ambos quedamos dormidos. Exhaustos. Contentos. Abrazados.