Mi historia (55: Julio 2005)
La jornada intensiva cambia la rutina diaria pero es un mes sin muchos sobresaltos. Pero con una semana de vacaciones de por medio.
01. Semana del 4 al 10 de Julio
Empezaba Julio el lunes y con el la jornada intensiva. Ya no llevaría a Sandra a la guardería por las mañanas y eso lo echaría un poco de menos. Esos momentos de soledad con ella. Pero a cambio pasaría mucho más tiempo con mi hija por las tardes. Los dos primeros días de Julio fueron relativamente monótonos y nos sirvieron a Rocío y a mi para habituarnos al nuevo día a día. Decidimos que cuando pudiéramos quedaríamos ella y yo para comer y si no era posible el que antes acabara pasaría a por la niña. Las tardes con Sandra eran una pasada. Íbamos a por ella entre cuatro y media y cinco. A esa hora ya se había despertado de la siesta y podíamos disfrutar entre cuatro y cinco horas con ella pues se iba a la cama entre ocho y media y nueve y media. Esas noches Rocío y yo cenábamos tras acostar a la niña pues así podíamos disfrutar más de la peque.
Quedé con ir a las ocho con Cristina en el concesionario el miércoles cuando no abría hasta las diez. Era tan pronto que al final fuimos juntos en su coche desde nuestra casa. Al llegar a su despacho yo hice como que quería trabajar pero ella se lanzó a por mi y me besó. Yo la devolví el beso. Como era costumbre en ella vestía bastante elegante con un toque sexy muy disimulado. Ese día iba de blanco, con una falda lapicero, un top de tirantes de un tejido con aspecto y tacto de caro y una preciosa americana blanca de un solo botón. En Julio no hacía como para estar con americana por la calle aunque a primera hora no molestaba. Eso si, en la oficina podía a ratos necesitarse por el aire acondicionado. Había lugares en el concesionario donde daba el chorro de aire directo y podía llegar a hacer frío. En los pies llevaba unas sandalias de cuero marrón de un tacón a medio camino entre lo fino y lo grueso. Un reloj de correa metálica bastante gruesa era su único complemento. Nuestro beso fue creciendo en intensidad y no tardé mucho en desabrochar el botón de su americana y quitársela. Ya con su americana en el suelo de su despacho mis manos se repartieron el trabajo. Una se encargaba de acariciar su cabello mientras la otra jugaba con sus glúteos. Su cuerpo no tenía un gramo de grasa de más sin ser escuálida. Y de cara era muy guapa. No era una belleza absoluta como podía ser Rocío o su amiga Laura pero andaba cerca. Ella no despegaba sus manos de mi cuello hasta que me llevó, sin dejar de besarnos, junto a un sofá que tenía en el despacho y me empujó sobre el quedando yo sentado. Rápidamente se subió sobre mi con una rodilla a cada lado mio y pegó sus bonitos pechos, cubiertos por la camiseta, a mi cara. Besé los pechos sobre la camiseta mientras ella agarraba mi cabello. Me apartó un momento y se quitó la camisa para dejar a la luz un sujetador de encaje blanco muy elegante. Aparté un poco las copas del sujetador y llevé mi boca a sus pezones. Los besé con paciencia. Jugando con ellos pero sin dejar de amarlos. Ella se apartó de encima mía con movimientos felinos mientras bajaba sus manos de mi cuello a mi entrepierna. Una vez allí, estando ella ya de rodillas, empezó a acariciar mi polla sobre el pantalón.
– Tengo unas ganas de jugar con esta – dijo Cristina – Llevo casi dos meses sin follar contigo
– No se – dije – No estoy contando
– Yo si. Le he puesto los cuernos a mi marido con pocos hombres, tu eres el tercero, pero te aseguro que los otros dos estaban locos por mi y hacían cualquier cosa por intentar estar entre mis piernas todo lo posible. Tu pareces pasar.
– No tendrían una mujer como mía
Ella me acarició un poco el pene y me miró a los ojos.
– Eso es verdad – dijo – Cuando vino al edificio me jodió un poco. En un edificio tan pequeño yo debería ser la tía buena que vuelve loca a todos los maridos de la comunidad
Yo me eché a reír con su comentario.
– Seguro que vuelves locos a muchos vecinos. Por eso no te preocupes – dije
Ella me miró a los ojo y sonrió. Bajó la cara hasta mi entrepierna y beso mi polla sobre el pantalón. Rápidamente llevó la mano a mi cinturón y me lo desabrochó pasando inmediatamente a hacer lo propio con la cremallera de mis Dockers. Una vez estuvo todo desabrochado me bajó, de una vez, pantalones y calzoncillos. Una vez mis pantalones estaban tirados por la oficina ella se quitó el sujetador y lo tiró a la montaña de ropa que se iba creando. Tras hacer esto acercó sus tetas a mi polla y me hizo una pequeña cubana. No estuvo mucho tiempo así y llevó su boca a mi capullo. Besándola y jugando con su lengua como si fuera una piruleta. Yo apartaba su cabello para que no se lo metiera en la boca mientras ella me hacía una maravillosa mamada que me estaba llevando al borde del orgasmo. Era sensacional pero no quería correrme en su boca. Me levanté del sofá para tomar el control pero ella no soltaba mi polla. Intentaba apartarla pero no se dejaba. Al final la tuve que levantar un poco por la fuerza, darla la vuelta para que se apoyara en la mesa de su despacho y subir su falda. Ya con la falda subida empecé a bajar su tanga blanco, a juego con el sujetador, hasta que se lo saqué del todo. Una vez con su entrepierna disponible acerqué mi polla a su coño y se la metí de una vez.
– Que no se te olvide quien es el jefe – dije a medio camino entre la coña y la seriedad
Ella giró la cabeza y me sonrió antes de besarme.
– Lo siente amor – dijo – No podía dejar escapar tu polla.
Yo sonreí y la besé mientras seguía penetrándola e iba aumentando el ritmo. Tras un rato así la cargué y la llevé junto a su sofá donde la tumbé para, en la posición del misionero pero arropados por el cuero del sofá, penetrarla a lo bestia. La di durante un buen rato hasta que ella se corrió. Momento en el que yo, que ya apenas podría aguantarlo mucho más, me corrí en ella. Tras un rato descansando y besándonos, nos pusimos a currar. Se fueron incorporando los trabajadores a lo largo de la mañana y nosotros solo dábamos la impresión de estar currando. A eso de la una del mediodía me fui a mi despacho tras cerrarlo todo con Cristina y me puse a contestar correos. Comí con Raquel y Rocío y mi esposa y yo, tras la comida, fuimos a por nuestra hija para pasar la tarde con ella. Fue una noche normalita.
El viernes tocaba la reunión mensual y a las once nos reunimos para que Ana nos contara como había ido todo en el mes de junio. Con la apertura de un restaurante y una tienda de zapatos nueva era muy sencillo ponernos en récord de facturación. Y lo hicimos. Pero también perdimos pasta pues el millón y medio de euros gastados en comprar la empresa de Belén y el gasto extra de las pagas de verano nos dejaron en números rojos. Ana nos dijo que era un comienzo pero que aun así teníamos mucha pasta en caja que hacienda nos iba a dar un palo. Estaba obsesiva con el tema pero para eso la pagábamos. Para que nos contara esas cosas. Cuando se fue hablamos de pensar en comprar más empresas pero aunque todos buscábamos no encontramos nada interesante. Tras la reunión me fui a contestar unos correos y luego para casa donde comí con Rocío antes de ir a recoger a nuestra hija para ir a dormir a casa de mis padres. Una vez allí disfrutamos de la piscina durante la tarde antes de cenar, una vez acostada la niña, a la luz de las estrellas en una esplendida noche de verano. Y con la frescura que el agua de la piscina aportaba. Tras la cena y una copa con charla nos fuimos a la cama a dormir.
El sábado fuimos al club de mis padres. Por primera vez como dueños de una acción para hacer el papeleo y que nos dieran los carnets de socio a mi esposa y a mi. La niña hasta los tres años no tendría que pagar. La cuota anual del socio, en este caso yo, era de cuatro mil euros al año. La de la pareja e hijos mayores de dieciocho años era de mil euros y la de los niños entre tres y dieciocho años de quinientos euros. En total ese año debería pagar cinco mil euros pero como solo quedaba medio año pagamos la mitad, dos mil quinientos euros. La verdad es que ser socios del club era una pasta. Tendríamos que ir mucho para rentabilizarlo. Y luego, claro, pagar los green fees, las entradas de los invitados no socios y todo lo demás. Estaban incluidas las piscinas, la entrada al club social, el gimnasio, el uso de toallas y todas esas cosas. El uso de las pistas de tenis y paddel también era gratuito pero si querías reservar, y para fin de semana era importante, te cobraban un par de euros. Otras cosas estaban bien de precio como el restaurante donde la comida era muy barata para la calidad que ofrecía. Ya como socios mi padre y yo fuimos a jugar una partida de golf con un par de amigos de el mientras Manuela y Rocío charlaban en la terraza de la casa club con las esposas de los dos hombres con los que jugábamos. Solo echamos nueve hoyos pues el calor era muy alto y tras darnos una ducha nos fuimos a la terraza con nuestras esposas. No paró de llegar gente a saludarnos y a conocer a la pequeña. Amigos de mis padres, conocidos míos y otro tipo de gente. Al ir a comer me dieron la carta sin precios, que es la carta que le dan a los invitados pues ya me conocían. Sonriendo les enseñe mi nueva tarjeta de socio y me dieron la carta con precios acompañado de un bienvenido señor. Ese día invitaba yo. Tras la comida volvimos a la terraza y esta vez nos quedamos Mariano y yo con la peque, que dormía en el carro, mientras mi esposa y madre iban a darse un masaje al spa. A la noche nos fuimos a cenar a casa de mi padres. Tras la cena, a las once, nos fuimos a casa pues al día siguiente así ya estábamos en Madrid.
El domingo tras levantarnos, desayunar, que desayunara la peque y vestirnos, nos fuimos a casa de Raquel pues era el cumpleaños de Susana. La peque cumplía tres años y ya se estaba haciendo mayor. Dejaría ese año la guardería para pasar a parvulitos o como lo llaman ahora el segundo ciclo de educación infantil. Esto le daba a Raquel algún dolor de cabeza pues ahora Juan y ella iban a lugares distintos y era más difícil coordinarse para atender a los hijos. Tras un rato con ellos a solas fueron llegando los demás y todos disfrutamos del cumpleaños. Estaban la gente del trabajo, la familia de Raquel y la de José Carlos así como una pareja amiga de ellos. Éramos mucha gente y muchos niños. Susana jugaba casi todo el tiempo con Elisa y yo mucho tiempo estuve con ellas. El tiempo pasó volando y cuando nos quisimos dar cuenta eran las siete y nos fuimos a casa Rocío y yo para que la peque descansara antes de una nueva semana de guardería.
02. Semana del 11 al 17 de Julio
El lunes empezaba el baile de las vacaciones. Esa semana Mike y Marga estaban de vacaciones. Yo ayudaría algo en la empresa de importaciones pero como era solo una semana no era probable que tuviera que hacer mucho. Los directores de Mike eran capaces de llevarlo todo durante una semana sin problema alguno. El trabajo de Marga era más directivo y personal. Ella marcaba mucho su calendario y no dejaba, normalmente, curro por hacer. El día paso sin ningún problema importante y tras comer a solas con mi esposa fuimos a por la niña a la guardería pasando una tarde entretenida pero normalilla con ella. Tras acostarla cena en pareja y pronto a la cama.
El martes Rocío fue sola a por la niña pues María y yo teníamos una reunión a la hora de comer con un periodista de una empresa profesional de recursos humanos. A María le daba un poco palo ir sola y fui yo con ella. Tras la comida volvimos a la oficina, que estaba vacía pues eran ya las cinco y fuimos directos al despacho. Estuvimos un rato charlando sobre la comida pero pronto estábamos besándonos con pasión. María vestía ese día a su estilo. Elegante, no muy llamativa pero con un toque sensual y pijo que Raquel y Rocío estaban dándola. Una falda de tubo azul marino hasta las rodillas y una blusa blanca con el cuello muy recargado con adornos eran la parte central de su indumentaria. Está la completaban unos zapatos azules de unos cuatro centímetros de tacón no muy fino, más bien gruesos. Lo completaba con un pequeño reloj y un bolso marrón oscuro bastante grande que ya había dejado junto a a una de las sillas de mi despacho. Tras un rato besándonos ella llevó sus manos a su blusa y se desabrochó unos cuantos botones dejando a la vista un sujetador rosa palo que cubría, totalmente, los preciosos pechos de María. En realidad sus pechos no son nada del otro mundo. No son como para que los hombres giren a verlos en medio de la calle pero para mi son una maravilla. Cuando quiero a una mujer como quería a María en esos momentos no puedo dejar de pensar que son perfectas. Bajé mi cabeza de sus labios a la pequeña parte de sus pechos que el sujetador dejaba a descubierto. Mientras besaba esa pequeña parte de carne agarré el sujetador y se lo fui bajando. Lentamente. Haciendo que mi boca fuera besando poco a poco el nuevo terreno conquistado en cada uno de sus pechos. Mientras hacía esto ella me acariciaba el pelo y se reía. Era una risa nerviosa. A medio camino entre la diversión y la excitación. Ella no paraba de decirme que me quería mientras mi lengua ya jugaba activamente con sus pezones y, tras un rato, empezó a mover sus pechos en mi cara. Dejé de besar sus pechos y pasé a acariciarlos llevando mi boca de nuevo junto a la suya. Nos besamos con mucha lengua. Mostrándonos todo el amor que teníamos en nuestro interior por el otro. Tras un rato alternando entre sus tetas y su boca la ayudé a terminar de quitarse la blusa y el sujetado y volví a jugar con sus senos. Me apoyé en mi mesa y ella se puso a mi costado. Mientras yo seguía emperrado en jugar con sus tetas ella acariciaba mi polla por encima de mi pantalón. Ese día había ido a trabajar con pantalón de traje y una camisa azul aunque sin corbata ni americana. Tras un rato pajeándome subí mi boca a la suya y nos unimos en un beso con muchísima pasión.
– Te quiero – dije dejando de besarla y mirándola a los ojos
– Y yo a ti amor – dijo María sin dejar de acariciar mi polla – Cada vez me cuesta menos esto y he de reconocer que el que lo sepa Rocío me ayuda un poco. ¿Te pones celoso si te digo que también quiero a Rocío?
Yo me eché a reír
– ¿Como me voy a poner celoso? Me encanta que mi mujer y tu os queráis, tonta
María llevó su boca a la mía y volvimos a besarnos. Tras un rato besándonos ella se fue agachando y sacó mi polla de los pantalones para empezar a mamármela muy lentamente. Con su lengua jugaba en el capullo y luego la llevaba toda dentro de su boca. Parecía increíble, por lo bien que lo hacía, que yo fuera el único que había disfrutado de sus mamadas. Tras un rato mamándomela la hice ponerse en pie y subí un poco su falda. La hice apoyarse sobre la mesa y, desde atrás, pegué mi polla a su coñito y la penetré lentamente. Ella, con las primeras penetraciones, empezó a gemir. Yo no tardé mucho en unirme a su concierto de gemidos. Mientras no paraba de penetrarla con cierta fuerza tiraba de ella hacia atrás para besarnos en la boca. Nuestros gemidos eran ahogados por los besos. Cuando nuestras bocas se separaban un poco ella no paraba de decirme que me quería. Sentimiento que era devuelto por mi. Penetrada la cogí en volandas y me senté en un a silla de mi despacho. Ahí hice que ella saltara sobre mi. Y no tardé más de un minuto en correrme. Corrida que fue acompañada por la suya en cuanto notó mi semen entrar en su vagina. Tras besarnos un rato nos vestimos y cada uno nos fuimos con nuestras familias a descansar.
El miércoles era el cumpleaños de Raúl, trabajador mio y marido de Teresa. Así ese día, en vez de comer con María o Raquel, comimos con ellos dos así como con Mónica y Pedro. Las tres amigas de Cuenca con sus parejas. Dos conquenses y yo, un forastero. Tras la comida vinieron todos con nosotros a por la peque y luego a casa pero Raúl y Mónica se fueron pronto a casa ya que esa noche iban a cenar fuera románticamente.
– No te vayas muy tarde a la cama – le dije a Raúl cuando se iba – Que mañana tenemos trabajo
Todos rieron. Teresa y Pedro se fueron un ratito más tarde y ya con la niña a solas la bañamos, la dimos la cena y la acostamos.
A las siete de la mañana estaba ya saliendo de casa para llegar media hora después al aeropuerto donde había quedado con Alberto y Raúl para ir a trabajar en Barcelona intentando que más tienda llevaran nuestros productos. Yo iba para aportar visitando a un par de clientes de la empresa de importaciones que aun no trabajaban con nosotros. Eran clientes de toda la vida y con alguno me llevaba muy bien. Además ayudaríamos al equipo de Barcelona con los nuevos productos. Habíamos decidido que los comerciales de Barcelona de la empresa de importaciones llevaran también la cartera de productos de nuestra empresa de distribución nacional. A las ocho estábamos en el avión de vuelta con dos clientes que iban a comprarnos algunos productos para probar y otro que no estaba muy convencido pues tenía ya productos similares y sus tiendas gourmets no eran muy grandes. Al llegar a casa la niña ya estaba acostada y me tuve que conformar con verla dormidita y cenar con mi esposa.
El viernes me reuní con Alberto y Raúl un rato para charlar sobre las reuniones que habíamos tenido el día anterior y ver como seguir. Tras ello me reuní con María pues esta se iba de vacaciones la semana siguiente y quería saber si tenía que hacer yo algo por ella. Me puso un poco al día de su departamento pero en principio nada era muy urgente. Comimos Rocío con ella y Raquel y luego nos fuimos María, Rocío y yo a por mi hija a la guardería. De la guardería fuimos a casa de María donde Mariely estaba con las tres pequeñas pues estas ya no tenían cole. Pasamos un rato de la tarde con las niñas y a eso de las ocho nos fuimos a casa mi esposa y yo con la niña para bañarla, acostarla y cenar nosotros tranquilamente frente a la tele.
El sábado habíamos quedado Antonio y yo con nuestros amigos con los que jugábamos al futbito. Fui a casa de ellos y dejé a la niña y Rocío con Laura y Magdalena y Antonio y yo nos fuimos a jugar. Al llegar y cambiarnos empezaron las coñas.
– Menudo cuerpo tienen los padres – dijo un amigo
Antonio y yo nos miramos y vimos que nuestros perfectos abdómenes planos seguían siendo más que presentables pero se marcaba una ligera curva. Todos se echaron a reír.
– Estamos cogiendo reservas para cuando las niñas empiecen a andar y no nos dejen ni un segundo – dije yo
– Si, claro – dijo otro riendo
– Tendremos que volver a jugar más – dijo Antonio – Debemos llevar un año sin echar un partidito
Yo asentí y como ya estábamos cambiados salimos a jugar. Pablo que estaba jugando ahora que estaba de vuelta en Madrid no paraba de reírse a nuestra costa. Eso si ganamos los papis fofos que jugamos muy bien, quizás para demostrar que estábamos en buena forma. Lo de los papis fofos fue cosa de Pablo que gritó, cuando Antonio y yo metimos entre los dos un golazo con precisión y rapidez, esos son mis papis fofos. Tras el partido y la ducha de rigor solo tomamos una caña para irnos con nuestras esposas. Pablo se vino con nosotros pues Diana estaba en casa de Laura y Antonio. Allí comimos todos juntos y Pablo y Diana nos contaron como iba la casa que estaban comprando y dejaron caer, por primera vez, que quizás tuvieran planes de boda. Tras todo un día con ellos nos fuimos a casa, acostamos a la peque, y Rocío y yo hicimos el amor en el sofá.
El domingo comimos en casa del hermano de Rocío. Fue una comida interesante porque Rocío y yo no comíamos con ellos tanto como quisiéramos pero con nuestra agenda de cumpleaños y fiestas y la suya no siempre era fácil coordinar un par de fechas.
– ¿Estáis pensando en tener más de una hija? - dijo María Rosa de repente
– Si – dije – Pero no aun. Además Rocío quiere que busquemos una casa más grande antes
Todos rieron porque sabían que ese era un tema sobre el que, sin dureza, discutíamos mucho Rocío y yo.
– ¿Y vosotros? - dijo Rocío cambiando el tema ante la risa de todos
– Nosotros – dijo el hermano pausadamente agarrando la mano de su esposa
– ¡Estáis embarazados! - interrumpió Rocío de un grito
– ¡No! - dijo María Rosa riendo – Pero dejé la píldora hace un par de meses. Creemos que ha llegado la hora de buscar un hermanito o hermanita para Jorge aunque sea sin mucha prisa.
– Me alegro – dijo Rocío
Eso alegró aun más el día aunque a las seis nos fuimos para bañar a la niña con tranquilidad y darla de cenar antes de descansar nosotros un poco.
03. Semana del 18 al 24 de Julio
El lunes ya estaba María de vacaciones pero Mike y Marga estaban de vuelta. Me reuní con ambos por separado para ver como había ido todo la semana en la que estuvieron fuera y luego seguí con asuntos normales de mi día a día. Esa tarde mis padres se pasaron por casa y fuimos a dar una vuelta con la peque todos juntos. Mi padre me comentó que el reparto de beneficios se había pagado ese día y yo le comenté a Rocío que moviera el dinero al día siguiente en el banco. Dejaba en sus manos que hacíamos con esos poco más de cien mil euros. Confiaba en ella plenamente. Se quedaron para, tras acostar a Sandra, cenar algo. No obstante se fueron más o menos pronto ya que en Julio con las jornadas intensivas madrugábamos más.
El martes fue un día normal excepto que no pude ir a recoger a mi hija a la guardería ya que tenía una comida de negocios con Mike. Era una reunión a medio camino entre lo personal y los negocios. Un cliente con una tienda importante que quiso que fuéramos a comer con el y su socio minoritario. Quería creo demostrar que trabajaba con empresas serias y debíamos dar buena impresión. Para mostrar músculo fue Mike, Marga, en condición de socia y esposa de Mike, Raquel, Alberto, los directores de compras y ventas y yo. Siete personas formadas y con centenares de comidas de negocios a nuestras espaldas. Seguro que el socio quedó impresionado. A mi aun me sorprendían Marga y Alberto y les había visto decenas de veces. Mike y Raquel ya no me sorprendían pero en reuniones así eran inigualables. Siempre sabían que decir y que callar. Los directores de la empresa de Mike eran bastante buenos también pero no llegaban al nivel que tenían Alberto y Marga. A casa llegué casi a las seis y pude estar un rato jugando con mi hija. Esa noche Rocío y yo acabamos haciendo el amor pero por una vez fue en la cama. Nos calentamos una vez ya acostados tras abrazarnos.
A las doce salí a una reunión con Ana en uno de los bancos que llevaba nuestras cuentas para renegociar ciertas comisiones. Esta reunión fue corta y a la una ya estábamos fuera. Ana condujo ese día y me di cuenta tras un rato que no íbamos a la oficina.
– ¿A donde vamos? - dije
– A mi casa a follar - dijo
– ¿Y mi opinión?
– Venga hombre – dijo ella – Los dos sabemos que no tienes ningún problema en que vayamos ahora a follar.
Yo sonreí y moví la cabeza a los lados pues esta chica cada vez estaba más lanzada. No tardamos mucho en llegar a su casa y tras cerrar la puerta de esta se subió a mi, rodeándome con las piernas, y me besó.
– ¿Y tu marido? - dije
– Tranquilo que no te traigo cuando nos pueda pillar – dijo – No soy gilipollas. Hoy está en Barcelona y no vuelve hasta las ocho o nueve
Con la tranquilidad de lo que me contaba volví a besarla. Con ella acuestas me fui hasta su habitación depositándola sobre la cama. Ese día Ana llevaba un vestido verde oscuro cuyo escote se hacía más o menos provocativo con la cremallera que tenía este. En sus pies unas sandalias de cuero marrón de alto tacón. Exceptuando el reloj no llevaba ningún complemento. Me tumbé sobre ella y con mis manos subía lentamente su vestido. Una de sus piernas caía hacia abajo por el borde de la cama mientras la otra la tenía doblada hacia arriba y sobre mi cuerpo juntándome más a ella. Con su vestido ya bastante subido pasé a besar su cuello mientras acariciaba sus tetas y ella acariciaba mi cuello. Con las caricias de sus tetas bajé un poco más la cremallera y ambas estuvieron a la vista. Ese día no llevaba sujetador. Pensé que era un poco atrevido para ir al banco pero el tejido era suficientemente grueso como para que no se notaran los pezones y sus pechos duros sin la necesidad del sujetador. Besé un rato sus tetas y pasé mi lengua por sus pezones antes de levantarme un segundo y quitarme la camisa que había llevado ese día. Con la camisa por los suelos volví a bajar a besar sus tetas pero pronto abandoné estas para centrarme en su coñito. Me arrodillé en el suelo junto a la cama e hice que se abriera de piernas completamente. Aparté su braguita y empecé a chuparla el conejo. Lo hice alternando momentos de fuerza con momentos de dulzura y besitos tiernos. Ella empezó a gemir
– Sigue cariño – dijo – Te quiero eres maravilloso.
A mi estas palabras solo me dieron más ánimo y empecé a meter la lengua todo lo dentro que pude. Ella cada vez gemía más pero yo me cansaba. Noté que andaba cerca de correrse pero yo no iba a aguantar. Así aparté mi lengua y metí dos dedos en su coño. Los moví a lo bestia mientras acariciaba su clítoris con mi dedo gordo. Tras un par de minutos así se corrió estruendosamente. Mis dedos quedaron muy mojados y los acerqué a su boca chupándolos ella con ganas.
– Te ha gustado amor – dije
– Si – dijo – Casi tanto como que me llames amor. ¿Te he dicho ya que te quiero?
– Si – dije – Ya lo has dicho
– Pues te lo repito. Te quiero, amor mío.
Y tras decir eso me eché sobre ella y la besé. Tras un rato besándonos yo me iba calentando más de lo que ya estaba y no pude aguantar más. Me aparté de ella y, bajándome a toda prisa los pantalones y el calzoncillo, me saqué la polla para ponerla junto a su coñito. La paseé por toda su raja antes de meterle la puntita y jugar con ella un poco ahí. Cuando noté que ella volvía a empezar a gemir se la metí del todo. Yo de pie y su coño junto al borde de la cama. Su pierna derecha rodeaba la parte trasera de mis muslos mientras mi mano derecha mantenía su pierna izquierda muy abierta y en aire. La frecuencia de mi penetración era brutal y la sometía a todo tipo de perrerías. Ella no paraba de gemir y de agarrarse a la sábana.
– Sigue amor, sigue – decía ella – Te amo. Ámame. Te necesito.
Yo ante esas peticiones poco podía hacer y no dejé de metérsela a lo bestia en ningún momento. Bajé un poco el ritmo tras un rato y ella me apartó con los pies. Rápidamente se puso de pie y me tiró sobre cama. Ella se quitó el vestido, se subió a la cama y empezó a mamarme la polla como solo ella sabía hacerlo. He de reconocer que sus mamadas eran sencillamente espectaculares.
– Sigue cariño – dije con ambas manos en mi cabeza descansando
– Tranquilo amor mío – dijo – Que no te voy a dejar a medias.
Y tras un rato más mamándomela ella escalo sobre mi cuerpo y, poniéndose con las rodillas a los lados de mi cuerpo, comenzó a meterse la polla en su coño. Una vez la tuvo dentro empezó a cabalgarme. Y yo no pude aguantar mucho. A los cinco minutos la avisé y me corrí en su interior. Con el tercero de los cuatro escupitajos de semen de ese día ella se corrió y acabamos, en su cama, besándonos y acariciándonos. Tras un rato diciéndonos cosas bonitas al oído ella se levantó y cogiéndome de la mano me llevó a la ducha donde juntos nos aseamos para volver al trabajo. El resto del día en la oficina fue monótono. Cuando llegaron las tres me fui a comer con Rocío y Raquel y luego a por la niña a la guardería. Fuimos con la niña a El Corte Inglés para comprarla algo de ropa para las vacaciones en Cuenca de la semana siguiente y luego nos fuimos para casa. Esa noche no nos fuimos muy tarde a dormir.
El jueves tenía dos citas importantes. Por la mañana me reuní con Javier, el socio de mi difunto padre en el bufete de abogados que ambos fundaron, para ver los números del año anterior. En esa empresa yo no aportaba mucho. Mientras que con mi nuevo padre si charlaba mucho de ella por teléfono y cuando nos veíamos, en esta empresa no metía mano. Yo no era abogado y no sabía mucho del negocio. Solo si Javier me preguntaba algo específico daba mi opinión. En 2004 el bufete había consolidado su presencia en Latinoamérica y aunque ahora facturaba un millón más, hasta los once millones, los beneficios se quedaron en dos millones de euros. Decidimos repartir doscientos mil euros en beneficios, un diez por ciento, y mantener el resto en caja para seguir con el crecimiento. En total recibiría yo algo menos de ochenta y cinco mil euros tras pagar a Hacienda. Este dinero que recibía todo los años no estaba mal para lo poco que trabajaba en ganarlo. Tras la reunión me fui a comer con el y hablamos de nuestras familias. En realidad creo que yo hablé de mi hija. Tras la comida me fui a la guardería donde había quedado con Rocío para recoger a la peque. La montamos en el coche y nos fuimos a Arturo Soria para ver la nueva casa de Mike y Marga. Era una casa muy chula al juntar dos del mismo edificio.
– Al final os habéis gastado dos veces lo que queríais gastar al principio
– Si – dijo Mike moviendo la cabeza
– Joder – dije – Si es que es evidente. Los dos tenéis unos sueldos de la leche, tenéis que tener pasta ahorrada. ¿En que mejor que en una casa buena os vais a gastar la pasta?
– La verdad es que hicimos números y nos cuadraba – dijo Mike - Con los 150.000 euros de este año en beneficios entre los dos y los casi 100.000 que teníamos ahorrados, también entre los dos, nos ha quedado una hipoteca de 750.000 euros por la que pagamos poco más de cuatro mil euros al mes durante veinte años.
– Y cobráis quince mil entre los dos. Ni os vais a enterar de esa hipoteca. ¿Y comisión de cancelación?
– Ni parcial ni total – dijo Marga
– Muy bien – dije – Yo ya he dado orden para cancelar mi hipoteca.
Nos fueron contando que iban a hacer con cada habitación. Me gustaba mucho el salón, el comedor y la terraza que era de casi noventa metros cuadrados. Más grande aun que la mía. Y la urbanización tenía piscina y cancha de tenis. La mía de esas cosas nada pero claro, la mía estaba en el centro de Madrid. Al volver a casa, tras tomar con ellos una coca cola en una terraza, nos fuimos de vuelta a nuestra casa para que la niña descansara. Rocío me contó que le encantó la casa. Creo que quería ver una casa nueva conmigo. Más allá del espacio y de si entraba otro niño o no creo que veía la casa que ocupábamos como mi casa y no como la casa de los dos. Aunque jamás lo admitiría.
El viernes me reuní con todos menos María, que estaba de vacaciones, para tratar los temas que tenía pendientes de cerrar de cara a la semana de vacaciones que me tomaba desde ese día. A las tres vino Rocío a comer y se quedaron Marga y Mike. Raquel y Alberto se fueron pues salían de fin de semana. Tras la comida, a eso de las cuatro y media, fuimos a por la niña para irnos a Cuenca de vacaciones una semanita. Entre ir a por la niña, paradas para que no se cansara y que pillamos algo de atasco no llegamos a Cuenca hasta las diez de la noche con la niña rendida. Sus abuelos estuvieron con ella un ratito mientras preparábamos la cuna que tenían en la habitación nuestra pero pronto la acostamos. Tras acostarla cenamos con los padres y charlamos un rato pero estábamos tan cansados que pronto nos fuimos a la cama.
El sábado tocaba barbacoa en casa de los padres de Rocío. Yo me fui con el padre a comprarlo todo mientras Diana y Pablo, que acababan de llegar esa mañana, se quedaban con Rocío y mi suegra descansando y cuidando de la peque. Cuando mi suegro y yo volvimos la comida estaba lista y la disfrutamos junto a la piscina. La niña a punto de cumplir seis meses estaba encantada y encantadora. Respondiendo a todos los estímulos de sus abuelos y tíos. A las cinco la pusimos a dormir para que despertara a las siete y media, hora en que empezaba la fiesta de los padres y que todo el mundo la viera pues iba a ser uno de los centros de atención. A las diez y media se la veía ya cansada y me la llevé a la cama. No tardó en quedar dormida y me bajé a la fiesta. Por si acaso me bajé el monitor, esa especie de walkie talkie, por si se despertaba con el ruido de la fiesta. Por suerte no fue así y cuando nos acostamos casi a las tres de la mañana ella aun dormía.
El domingo pasamos el día entero en casa de los padres de Rocío. Descansando tras la fiesta del día anterior y turnándonos en el cuidado de la peque. Sin mucha historia el día pasó verdaderamente rápido.
04. Semana del 25 al 31 de Julio
Una semanita de descanso con Sandra era lo que necesitábamos tanto Rocío como yo. Y que estuvieran Diana y Pablo era genial pues siempre estaban dispuestos a ayudar.
El lunes era fiesta en Cuenca así como en Madrid y pasamos el día en casa de los padres apenas saliendo para dar una pequeña vuelta por la urbanización. Ni cogimos el coche para ir al centro de Cuenca. A media tarde vinieron Mónica y Teresa con Raúl y Pedro para ver a la peque. Tuvieron que esperar un poco pues estaba durmiendo la siesta cuando llegaron. Pero una vez despertó disfrutaron de ella y Sandra, que ese día estaba muy simpática, de la presencia de las amigas de mamá. Estuvieron hasta que, tras la única toma de pecho que aun tomaba, la acostamos y decidieron irse a sus casas. Nosotros tardamos poco en irnos a la cama.
Martes y miércoles fueron días muy similares. Salimos a Cuenca, estos días si, a dar vueltas con la niña, y el resto del día lo pasamos en casa de los padres, tranquilamente, disfrutando de la piscina, la casa y, sobre todo, de la peque.
El jueves parecía que el día iba a ser muy similar a los dos anteriores y en cierta manera lo fue. Vario en que llegaron Mónica y Teresa, sin sus parejas, para ver si salíamos a tomar algo pues la semana siguiente cumplía años Teresa e invitaba a los amigos a unas copas. El sábado tendríamos barbacoa en casa de sus padres.. Rocío dijo que con la niña no podíamos. No nos gustaba pedir a Diana y Pablo que cuidaran de la niña y los padres trabajaban al día siguiente. Al final nos convencieron y fuimos de copas con Mónica, Teresa, Raúl y Pedro. Era verdad que desde el nacimiento de la peque no habíamos salido nunca por la noche y a comer o cenar solo un par de veces y a toda prisa. Tras la cena acostamos a la peque y Pablo y Diana se bajaron al patio con el comunicador. Mientras Rocío y yo nos vestimos y nos fuimos en mi coche a la zona de bares. Allí estaban muchas amigas de Rocío aparte de Mónica y Teresa, encantadas de verla. Lo pasamos muy bien pero eso no impidió que Rocío llamara una vez a su hermana y me hiciera a mi llamar otra. Me parecía un poco exagerado pero una madre es una madre. Si con esa tontería estaba más tranquila yo encantada de llamar. A las dos y media de la mañana nos fuimos y solo un cuarto de hora después estábamos en casa de los padres.
El viernes al despertarse la peque, hacia las ocho de la mañana, reclamando su desayuno con un pequeño llanto, recordamos porque no salíamos más a menudo. Por suerte ninguno tomó más de una copa el día antes y no teníamos resaca. Toda la mañana y hasta la hora de comer, cuando vinieron los padres, nos turnamos cuidando a la peque y echando pequeñas siestas. Ya tras la llegada de los padres, algo más descansados, pasamos la tarde en familia junto a la familia. Antes de acostar a la peque dimos una pequeña vuelta por Cuenca, tras atardecer y volvimos a casa de los padres para cenar y charlar en el patio de su casa.
La mañana del sábado fue tranquilita. La madre tuvo que ir por la mañana a la farmacia y lo que hicimos fue toda la familia ir a buscarla a la hora de cierre. Ya con la abuela fuimos todos a dar una vuelta antes de comer en un restaurante. Era nuestro último día en Cuenca y queríamos pasar un rato en familia. Sandra ya había comido y, en el carrito, se quedó totalmente dormida mientras nosotros comíamos. Tras la comida volvimos a casa de los padres y, mientras Sandra dormía ya en su cuna el resto disfrutábamos de la piscina. A las seis despertamos a la peque y la dimos de merendar. Tras la merienda la preparamos para ir a la casa de los padres de Teresa para celebrar el cumpleaños de esta que era la semana siguiente. En casa de los padres de Teresa estuvimos con la peque, protagonista de nuestro grupo, hasta las diez y media cuando nos fuimos a la cama pues la niña estaba cansada y nosotros madrugábamos para volver a Madrid.
Cuando nos levantamos a las nueve el domingo no había nadie despierto. Justo antes de irnos, a las diez, Rocío despertó a sus padres para que se despidieran de la peque. A Madrid llegamos algo antes de las dos y fuimos directos a casa de Alberto para celebrar su cumpleaños. El cumpleaños no era hasta la semana siguiente pero lo celebrábamos ese día pues la semana siguiente el y Celia se iban de vacaciones a un crucero por el Mediterráneo. Cuando llegamos éramos los últimos. María y su tropa acababan de llegar. Ellos ya habían dormido esa noche en Madrid tras dos semanas en el pueblo de Cáceres de la familia de ella. Yo me senté con José Carlos, Mike y Arturo mientras Alberto y Celia preparaban la comida. Tras un rato se nos unió Marta que se sentó en mi regazo y empezó a contarme como se lo pasó en las fiestas del pueblo. A lo tonto hablando con Marta me aislé un poco de los adultos hasta que nos llamaron para comer. Ese día la conversación fue sobre vacaciones y vacaciones en el futuro. Yo ya había pasado una semana en Cuenca y me quedaban dos en Agosto en Menorca donde estaríamos bien acompañados. A lo largo de esas dos semanas vendrían mis padres, los de Rocío, Diana y Pablo, Raquel y los suyos y toda la familia de María. Desde luego viajes al aeropuerto íbamos a hacer unos pocos. A Alberto todos le regalamos ropa, nosotros fuimos medio originales y dentro de la ropa lo que le regalos fue calzado pero era para vestir al fin y al cabo. Tras pasar la tarde en casa de ellos nos fuimos Rocío y yo a casa relativamente pronto para que la niña descansara. A partir de la semana siguiente y durante todo Agosto no teníamos guardería. Así Elizabeth estaría con la niña hasta que volviéramos del trabajo. En nuestras semanas de vacaciones a ella también la dábamos vacaciones. Ya en casa Rocío y yo empezamos a besarnos con pasión tras acostar a la niña en la cuna. En el salón es donde hacíamos el amor más a menudo desde la llegada de la peque. Rocío ese día había llevado a casa de Alberto y Celia una falda blanca de tejido vaquero y un polo rosa de Ralph Lauren con unas sandalias blancas de tacón fino. Nuestros cuerpos no estaban quietos. Sus manos pronto se lanzaron hacia mi cinturón y empezó a desabrocharlo. Yo aproveché para empezar a acariciar sus piernas por dentro de la falda acercándome a su tesoro mas preciado. Lo hacía lentamente y cuando ya estaba a unos pocos centímetros me hizo sacar la mano para que no fuera tan rápido. Mientras ella termino de quitarme mis pantalones. Una vez mis vaqueros pasaron de mis rodillas y empezaron a notar la fuerza de la gravedad ella volvió a apoyar su cuerpo sobre el mio. Lanzó sus pechos, que volvían lentamente a su tamaño pues cada vez tenía menos leche, sobre el mio y me beso intensamente mientras volvía a agarrarme del pelo. Ante esta situación no tenía otra opción sino que volver a mi juego, acercarme al tesoro lenta pero constantemente. Seguimos con ese juego hasta la mitad de camino. En ese momento ella soltó mis cabellos y empezó a subirme el polo que llevaba para sacármelo. Cuando llego el polo a mi cabeza dejo el beso, se echó hacia atrás, tiró del polo y lo lanzó hacia la mesa que estaba detrás nuestra. Yo mientras mantenía mis manos entre sus maravillosas piernas. Se echó hacia atrás haciendo que mi mano perdiera la mitad del territorio ganado y se quitó su polo y, rápidamente, un precioso sujetador rosa palo que llevaba. No especialmente sexy pero si muy elegante. Olvidé volver a besarla en la boca, besar sus pechos en esos momentos me parecía mucho mas apropiado. Mientras lo hacía mantuve mi mano en su posición de ataque pero no seguí entrando mas allá. Tras un rato de chupar sus pezones me empujó contra el sofá y empezó a lamer y besar mi pecho. En ese momento volví a mi ataque a sus partes íntimas. Toqué por encima su tanguita y poco a poco se lo fui bajando.
– ¿Sabes que es nuestra última noche de destierro? - dijo
– ¿Como? - pregunté sin tener ni idea de que hablaba
– Mañana tu hija cumple seis meses y según nos dijo el pediatra mañana deberíamos llevar la cuna a su habitación.
Yo no pude evitar reírme al pensar en los polvos del salón como el destierro. Una vez me calmé volví a besarla. El beso siguió con mi mano en su metida en su conejito tras apartar el tanga. Su respiración empezó a acelerarse. Se levantó de mi, se arrodillo en el suelo y empezó una dulce mamada. Una vez mi polla estuvo totalmente erecta ella se volvió a levantar, se enrollo su falda en su cintura y puso ambas piernas alrededor de las mías poniendo mi polla en la entrada de su coñito. Poco a poco empezó a dejarse caer. Mi polla penetró su cuerpo y empezamos un dulce vaivén. Llevábamos el ritmo a la perfección. Nuestra sincronía era perfecta. En la cama (o en el sillón como en este caso) y fuera de ella. Era la mujer de mi vida y por la que haría cualquier cosa. Seguimos durante casi 10 minutos con ella cabalgándome cuando ambos dijimos que estábamos cerca. Aguanté como pude y cuando noté que ella empezaba a correrse me corrí en ella. Tras el clímax se desplomó sobre mi. Nos mantuvimos en esa posición durante 15 minutos y poco a poco nos fuimos espabilando entre besos. Juntos fuimos a la ducha y nos frotamos el uno al otro sin volver a hacerlo. Tras la ducha nos pusimos el pijama y nos fuimos a dormir.