Mi historia (54: Junio 2005)
En un mes que empieza tranquilo algo desaparece de mi vida. Y todo justo antes de un nuevo cumpleaños.
01. Semana del 6 al 12 de Junio
El lunes, tras dejar a la niña en la guardería y llegar a la oficina, me puse a ayudar a Marga con la apertura que ese viernes teníamos de un nuevo restaurante. Luis y Nuria ya llevaban a tope casi un mes pero con la apertura de la tienda de zapatos la semana anterior Marga había dedicado más tiempo a esa apertura. Estuvimos viendo con Luis y Nuria como repartirnos el trabajo hasta las doce, hora en la que teníamos reunión con Alberto y su equipo para ver como iba la evolución en la facturación de su empresa, si necesitaban más personal y todas esas cosas. Queríamos hacer que subiera a lo bestia en un año y no iba a ser fácil pero con su equipo y lo bueno que era Alberto era posible. La reunión acabó a las dos y media y fuimos todos los socios a comer aprovechando que ninguno tenía cita para comer. Seguimos hablando de las empresas a ratos pero sobre todo hablamos de nuestras situaciones familiares. Al volver a la empresa Marga y yo nos pusimos con Nuria pues Luis estaba en el centro comercial. Estuvimos trabajando con Nuria hasta las siete y luego Marga y yo fuimos a mi despacho para hacer un resumen del día. Ambos estábamos en la misma linea y pensábamos que iba todo muy bien. Se notaba la ayuda de María y su equipo en la selección de personal. Eso ahorraba al equipo de Luis y Nuria casi una semana de trabajo pues cada restaurante eran mucho empleados. A casa llegué tarde, a las nueve y pico de la noche, y mi hija ya estaba acostada. Cuando eso pasaba no me gustaba nada pero a veces el trabajo no dejaba otra opción. Rocío estuvo contándome como ese día había tomado su primera papilla de frutas Sandra y la había encantado. Me sentí aun peor por no haber podido estar en ese momento. Rocío lo notó y estuvo muy cariñosa conmigo el resto de la noche. Cuando fui a la cama miré a Sandra en su cuna que seguía en nuestra habitación aunque ya no con la cuna pegada a la cama. Teníamos pensado llegar a la niña a su habitación a los seis meses.
Llevar a mi hija a la guardería fue especial el martes pues no pude verla el lunes. Tras dejarla fui a la oficina donde estuvimos todo el día Marga y yo con el restaurante aunque ese día Marga me dijo que tenía que irse a las seis con Mike a un asunto familiar. No le di más importancia y a las seis y media me fui a casa. Estuve con mi hija un buen rato, hasta que se acostó a las nueve. Unos minutos después me llamaron desde el teléfono de casa de Mike. Al cogerlo era Marga.
– Hola jefe – dijo
– Hola socia – dije yo
– Perdona por haberte dejado tirado. Te prometo que esta semana todo saldrá perfecto. Mike te va a contar algo.
– No te preocupes guapa – dije
Mike se puso al teléfono
– Hola tío – dijo – Siento haberte robado a mi esposa pero quiero que tu seas el primero en saber esto. ¡Ya tenemos casa!
– ¡No está mal! - dije con algo de retintín – Solo os ha llevado un añito
Oí a Mike reírse.
– Firmamos en una semana y luego empezaremos a amueblarla para movernos después del verano. Ya os la enseñaremos a tu mujer y a ti.
Tapando el auricular se lo dije a Rocío que estaba junto a mi y me robó el teléfono.
– Se acabó vuestro momento – dijo Rocío – Pásame a tu esposa
Mike debió darle el teléfono a Marga y Rocío y ella estuvieron charlando un buen rato. Por lo que oí a Rocío parecía que la casa era en realidad dos casas unidas en una en una urbanización cerrada de Arturo Soria con piscina y pista de tenis. Con las dos casas unidas tenía cinco habitaciones, salón, tres baños, cocina y una gran terraza al ser el último piso. Al parecer al final se habían gastado un millón de euros pero se habían enamorado de la casa. Cuando colgó Rocío me confirmó lo que había entendido y me contó algún otro detalle. Tras un rato charlando acabamos haciendo el amor en el salón antes de ir a dormir.
El miércoles trabajé por la mañana con Marga hasta que a las dos me fui a comer con Ana para que me contara como iba la preparación de la reunión mensual. Solía esa semana reunirme con ella un par de veces pero con la apertura de esta semana me sería imposible. Durante la comida, en un restaurante apartado para que no nos molestaran, estuve tocando su pierna.
– Me estás calentando – dijo
– Tu a mi siempre me tienes caliente – dije sonriéndola
– Mi marido está de viaje
– ¿Me estas invitando a tu casa?
– Si – dijo Ana – Veo que ya me entiendes perfectamente
Yo me reí y pedí la cuenta. En un taxi llegamos a su casa y fuimos directos a la cama. Ese día ya no llevaba botas. Estábamos en la cama sentados, dándonos piquitos.
– ¿Quieres que me ponga unas botas antes de que me folles? - me dijo acariciando mi torso.
– No preciosa – dije – Me gusta que lleves botas pero no me importa follarte si no las llevas y no podría tolerar que llevaras botas en un día caluroso como el de hoy.
– Y luego te preguntas si de verdad estoy empezando a quererte
– ¿Estás empezando a quererme? - dije
– No. Ya te quiero. El comienzo fue hace mucho ¿Y tu? - dijo
Se hizo un incómodo silencio
– Yo te quiero pero quiero a algunas personas más que a ti
– No te voy a pedir una lista. Ni ser la primera. Se que no puedo competir ni con Rocío ni con Raquel ni con María ni con Marga ni con muchas otras amigas tuyas – dijo – Pero me hace ilusión que haya dejado de ser un mero coñito para ti
Me hizo gracia que de las tres amigas que nombró me estaba tirando a dos y ella no sabía nada.
– Siempre has sido mucho más que un coñito - dije
Tras decir eso nos fundimos en un beso cargado de erotismo. Nuestras manos empezaron en la espalda del otro pero pronto pasamos a acariciarnos por delante. Yo los preciosos pechos de Ana y ella mi torso. Yo la quitaba su camiseta mientras ella hacía lo propio con mi polo. Lógicamente tuvimos que interrumpir el beso. Una vez conseguimos quitárnoslos volvimos al beso y mientras ella acariciaba mi torso yo desabrochaba su sujetador. Una vez liberé sus senos de la prisión en la que estaban baje mi boca del contacto con la suya al contacto con sus pezones y entre mordiscos y besos intercalaba alguna lamida que consiguió sacar un gemido de sus entrañas. Lleve mi boca de nuevo al encuentro de la suya y mi mano al final de su falda intentando hurgar al encuentro de su ropa interior. Ella no quiso ser menos y con una habilidad total me quitó el cinturón y desabrochó el pantalón. Bajó el pantalón junto con mi calzoncillo y yo ayudé a la hora de sacarlo de mis piernas. Estaba totalmente excitado y, tras subir su falda, baje su tanga a la altura de sus tobillos. Ella levantó un pie y luego el otro para sacarla del todo. Nos miramos unos momentos a los ojos y volvimos a besarnos subiéndola en brazos y guiando mi polla a la entrada de su coño. Sin romper el beso la deje caer sobre mi polla taladrando su interior. Una vez dentro y con cada mano en un cachete de su culo, empecé a moverla arriba y abajo haciendo que mi polla saliera y entrara en su coño. Ella empezó a gemir y yo a gruñir por el esfuerzo pero estaba siendo tan placentero que aguantaría casi cualquier cosa. Ella siguió gimiendo mientras yo continuaba con la penetración y tras un par de minutos se corrió espectacularmente. Oírla correrse y notarlo en mi polla hizo que en unos segundos fuera yo el que se corría, copiosamente, en su interior. Tras la corrida con delicadeza la bajé de mi y nos miramos a los ojos volviéndonos a besar con pasión. Tras un rato besándonos la hice ponerse, con la falda en las rodillas, en la posición de perrito. Por detrás me acerque y, apuntando a su coño, volví a meter mi polla. La penetré lentamente unas cuatro o cinco veces antes de empezar a darla con mucha mas energía. Estuve unos diez minutos hasta que estaba apunto de correrme. Bajé un poco el ritmo para intentar ralentizar mi corrida pero no surtió buen efecto pues empecé a correrme. Ya pensaba que esta vez ella no se correría pero, en parte gracias a un pequeño apretón de mi mano a su clítoris, ella explotó en otro orgasmo maravilloso coincidiendo con mi último chorro de semen. Nos miramos y nos besamos durante un buen rato. A la ducha fuimos juntos y tras vestirnos volvimos al curro. Tras volver a la oficina trabajé con Marga hasta las siete y media. Hora en la que ambos nos fuimos para poder pasar un rato con nuestros respectivos hijos. Yo solo estuve con Sandra una horita pero fue más que suficiente. Me encantó estar con ella esa ratito. Cuando la acostamos Rocío y yo cenamos y no muy tarde nos fuimos a la cama.
El jueves fue un duro día de trabajo. Marga y yo estuvimos volcados en la apertura del restaurante al día siguiente. Me hubiera gustado ver a mi hija pero no llegué a casa hasta casi las once. Pocas veces pasaba tanto tiempo llegando tarde a casa como estas últimas semanas. Notaba mucho que ahora para las aperturas solo estábamos Marga y yo con Alberto centrado en la empresa que compramos al padre de María. Cuando me fui a la cama con mi esposa aproveché para abrigar a mi hija. Fue mi único instante con ella. Aunque suficiente como para irme a la cama con una sonrisa.
El viernes llegué pronto a la oficina y tras mirar el correo y hacer unas llamadas entramos en la reunión mensual. Marga estaba pegada al teléfono y salió para atenderlo un par de veces durante esta pendiente de la nueva apertura del restaurante que, a pesar de algunos pequeños fallos, iba bien. El mes de mayo fue bueno en general. Con la inversión en la nueva tienda de zapatos y en el restaurante que abríamos ese día los beneficios no fueron espectaculares, de unos seiscientos mil euros, pero si conseguimos un nuevo récord de facturación llegando a los seis millones de euros. Ninguna empresa sobresalió pero todas lo hicieron bastante bien y eso al final sumó lo suficiente como para alcanzar el récord de facturación. A las tres me fui a comer con María cerca de la oficina de Rocío con mi esposa. Los tres fuimos a por Sandra a la guardería y con ella en mi coche a por las hijas de María al colegio. De ahí fuimos a casa de María y, cuando llegó Arturo, con dos coches al centro comercial donde abríamos el restaurante nuevo. Allí nos reunimos todos los socios y cenamos tranquilamente con todos nuestros hijos. Como siempre pusimos un poco nerviosos a los trabajadores pero para nosotros era una tradición ir a las aperturas. Llegamos a casa de vuelta hacia las diez y llevamos a la pequeña a la cuna directamente. Rocío y yo vimos una peli abrazados y tras esta nos fuimos a la cama.
El fin de semana se presentaba tranquilo. Ambos días los pasamos en casa y en familia. Salíamos para dar vueltas con la peque por el barrio pero nada más. El sábado vinieron a ver a la peque Diana y Pablo y el domingo a casa a comer Laura y Antonio a los que hacía mucho que no veíamos de lo liados que estábamos. Pablo y Diana si habían visto a la niña una de las tardes en las que yo llegué a casa ya por la noche. Por lo demás un fin de semana de lo más normalito.
02. Semana del 13 al 19 de Junio
El lunes tras todo el curro de las semanas anteriores pensaba tomármelo todo con un poco más de calma. Revisaba números de la empresa de mi padre pues esa semana tenía la reunión de socios anual y quería ir preparado. A las doce me sorprendió que llamara Belén. Quería comer conmigo y algún socio mio. Así a la hora de comer fui para allá con Marga y Raquel que eran las únicas que estaban libres para comer ese día. Tras saludarnos los tres, charlar de nuestras vidas y pedir la comida tomó la palabra Belén.
– Juan y yo estamos muy contentos con vosotros como socios pero yo me estoy volviendo loca aquí sola en Madrid. Paso todo el día currando para evitar pensar que mi marido no está aquí. Se que a ti no te cae muy bien – dijo mirándome – Pero yo le quiero con locura. Son muchos años juntos.
Miraba a Raquel y Marga sin saber por donde iba todo aunque tenía una idea
– Quiero irme a Brasil con mi marido pero no quiero dejaros colgados y hemos pensado que lo mejor es que nos comprarais nuestra parte. Con vosotros ya tengo una historia de amistad y cuando venga a España querría quedar con vosotros pero quiero pasar la mayor parte del tiempo con mi marido. Mis hijas ya son mayores y ya pueden quedarse en España solas.
Nadie dijo nada durante un rato
– No me gusta que te vayas – dije – Sabes que te aprecio mucho. Y Juan puede no ser mi persona favorita pero entiendo que puedas quererle y si le quieres tanto entiendo que quieras irte con el. Vamos a hacerte una oferta y nos cuentas. ¿Que opinan tus hijas?
– ¿Mis hijas? ¿Dos jóvenes cuyos padres las dejan solas en casa con una buena asignación mensual y en navidad se las llevan a Brasil donde es verano? No les está costando mucho aceptarlo
Raquel y Marga se echaron a reír con el comentario de Belén y yo sonreí. En ese momento me di cuenta que en unos años mi hija quizás fuera feliz si la dejara en paz. Seguimos hablando de todo y yo la ofrecí nuestra ayuda con sus hijas si estas necesitaban algo. Raquel puso el modo negociación y la dijo que en unos días recibirían una oferta nuestra. El resto de la comida hablamos de nuestras vidas y de nuestros hijos. Estaba bien eso de tener hijos en estos momentos. Antes siempre me sentía un poco desplazado. Por la tarde comentamos todo a nuestros socios y quedamos en reunirnos el viernes para decidir una oferta. Al llegar a casa aun no estaba Rocío y ayudé a Elizabeth con la niña. Estábamos preparando el baño cuando llegó Rocío y la conté todo lo ocurrido con Belén ese día. Tras acostar a la niña cenamos y no tardamos mucho en irnos a la cama.
El martes tenía la reunión anual de la empresa que compartía con mi padre. Así solo estuve en la oficina por la mañana, reunido con mi secretaria para ver el planning veraniego y con Ana para discutir algunas ideas fiscales. A las dos y media me fui a un restaurante cercano a la oficina de mi padre, a unos diez minutos en coche, para poder ver nuestra estrategia en la reunión de esa tarde. Esta empezó a las cuatro y media y la primera media hora la dedicamos a hablar de nuestras vidas, en especial de mi hija pues era la novedad. La reunión en si empezó a las cinco y no acabó hasta las nueve de la noche. Fue mucho más cordial de lo normal en las reuniones con ellos y parecía que nuestras asperezas se habían limado un poco. Desde luego eso fue de agradecer. Tras la reunión tan cordial, aunque tuviéramos pequeñas discrepancias, decidimos tomar algo de cenar los cuatro y en la cena charlamos sobre la empresa que compartíamos, las otras empresas que teníamos y sobre nuestras familias. A casa llegué tarde, hacia las once, y tras charlar un rato con mi esposa me fui a la cama.
El miércoles, excepto por una reunión rápida en la que Alberto y su equipo nos informaron de la nueva marca que íbamos a distribuir. La marca era de licores artesanales. No tenían mucha producción pero era nuestra primera empresa de bebidas y podía ser una nueva línea interesante. Por lo demás trabajo de despacho y tarde con mi esposa e hija.
El jueves no tenía mucho trabajo de entrada pero se fue complicando el día y a las siete tuve que llamar a mi esposa para decirla que llegaría tarde. Casi nada más colgar entró María en mi despacho.
– Hola amor – dijo María
– Hola cariño – dije - ¿Que haces aquí tan tarde?
– Cerrando el tema de las vacaciones. Es una de mis épocas de más trabajo.
Yo asentí mientras ella se acercaba a mi y se sentaba en mi regazo. Agarrándola del cuello la besé con pasión. Beso al que ella respondió con igual firmeza. Mis manos acariciaban su espalda mientras ella jugaba en mi nuca intentando agarrarme el cabello. Algo que no era fácil pues me había cortado el pelo hacía poco. Estaba bastante excitado ante la posibilidad de poder tirarme a una embarazada aunque ahora no lo pareciera. Lleve mi mano al frente de su camisa y empecé a desabrochar su camisa. Fue poner mi mano en sus botones y, casi como un resorte, se lanzó a hacer lo mismo con mi camisa. No dejamos de besarnos ni un segundo mientras nos desabrochábamos mutuamente la camisa. Cuando yo terminé de desabrochar su camisa se la quité y la tiré a una silla cercana. Ella sin embargo no me quitó la camisa y solo accedió a jugar con mi pecho. Obvie quitarla el sujetador pues ese día estaba centrado en la penetración. A veces puedo llegar a ser muy primario. La hice levantar y se apoyó en la mesa de mi despacho. Apoyo sus manos en ella mientras yo llevé mis manos a los botones de su pantalón y empecé a desabrocharlo. Una vez baje la cremallera la ayudé a quitárselos quedando en braguita y sujetador. Bese sus senos por encima de esta y, agachándome, bajé su braguita y la saque de su cuerpo. Me levanté de la silla y, lo mas rápido posible, me bajé el pantalón y el calzoncillo y me los saque quedándome en pelotas de cintura para abajo. La cogí en volandas y la penetré y penetrada la llevé a la pequeña mesa de reuniones de mi despacho donde la hice tumbarse con las piernas abiertas. Mi pene estaba ya totalmente erecto dentro de su coñito y pasé a meterla y sacarla lo más rápidamente posible. No podía esperar más. Empece a penetrarla violentamente, sus piernas sobre mis hombros y mi polla perforando su cuerpo. Tras un buen rato follando de esa manera ella tuvo su primer orgasmo . En ese momento baje sus piernas de mis hombros y las puse a los lados dejándome caer para besarla sin, eso si, dejar de follarla. Mi penetración era cada vez mayor y sus gemidos por el primer orgasmo se unieron, de inmediato, a los de la penetración, algo mas salvaje, con la que la estaba obsequiando. Su respiración y la mía se acompasaron y, tras un rato de penetraciones mas profundas y lentas volví a las penetraciones mas rápidas que, por mantener el número de repeticiones por minuto, no llegaban tan adentro. Alternando velocidades estuve durante, como mínimo, unos diez minutos cuando, tras un último esfuerzo, me corrí en su interior provocando que ella se corriera. Nos miramos, nos besamos y nos aseamos. Tras hacer esto nos fuimos cada uno a casa.
A las once el viernes, tras llevar ya tres horas en la oficina, nos reunimos los seis socios para tratar la compra del porcentaje que aun no teníamos de la inmobiliaria que fue de Belén y Juan. Marga hizo la exposición de motivos. Los números apenas los miramos. La empresa era ya mayoritariamente nuestra y la conocíamos bien. Tratamos como sería la partida de Belén de la empresa y quien podría dirigirla. El tema del dinero no fue muy duro pues decidimos ofrecer un millón y medio de euros y a todos nos pareció más o menos bien. En cuanto a la sucesión, tras un rato tratándolo, decidimos que la dirigiera la que, no oficialmente, era la mano derecha de Belén. Tras un rato llamamos a Ana para contárselo.
– Es un avance – dijo Ana – Pero aun os tenéis que gastar varios millones de euros.
– ¡Que obsesión! - dije
Ana me miró con cara de falso cabreo mientras todos se reían. Hablamos con Ana un poco más de la oferta y ella nos dio alguna buena idea. Nosotros teníamos una mentalidad más empresarial y de estrategia pero ella siempre pensaba en impuestos y ese tipo de cosas y nos ayudaba su visión a la hora de cerrar los negocios. La reunión acabó a la una y llamé a Belén desde mi oficina. Me dijo que Juan estaba en Madrid hasta el martes y que les gustaría que les mandáramos la oferta lo antes posible para poder firmar el lunes si aceptaban. Decidí, puesto que ese fin de semana no tenía nada, invitarla a comer a ella y Juan y hacerles la oferta en persona. A las tres me fui con Raquel a la oficina de Rocío y por allí comimos los tres. Tras comer cada uno nos fuimos a recoger a nuestros hijos. Rocío y yo tras recoger a la pequeña nos fuimos a dar una vuelta. En vez de coger el camino más directo a casa nos fuimos dando una vuelta un poco más larga de lo normal. Al llegar a casa le di a la peque la merienda, una papilla de frutas, y disfruté mucho haciéndolo. Solo los fines de semana podía disfrutar esos pequeños momentos con ella. A cenar vinieron Pablo y Diana. Llegaron un poco antes de acostar a la peque y luego cenamos con ellos y charlamos hasta bien pasada la medianoche.
El sábado pasé la mañana paseando con mi hija. Mientras Rocío preparaba la comida para ese día con Juan y Belén. Una vez estuvo lista Rocío bajó a un parque cercano donde yo leía el periódico mientras la peque no paraba de mirar a su alrededor a todos los niños jugando. Habíamos quedado a las dos en ese parque con Belén y Juan y llegaron puntuales. Estuvieron viendo a la niña y haciéndola cucamonas antes de irnos a tomar un apertivio en una terraza. Tras el aperitivo fuimos a casa y comimos mientras hablábamos de nuestras vidas. Ya en el café saqué la oferta que tenía en papel y se la expliqué. Inmediatamente vi en sus ojos que les cuadraba. Me dijeron que al día siguiente me darían una respuesta pero yo ya sabía que sería afirmativa. Pero por cortesía no es bueno aceptar en el lugar. Seguimos charlando toda la tarde, sobre todo de la vida de ellos en Brasil y de Sandra, hasta que a las ocho, cuando íbamos a dar el pecho a la niña, ellos se fueron. A Sandra aun le dábamos una toma de leche materna al día. El resto eran biberones y, poco a poco, papillas.
El domingo fuimos a comer a casa de Antonio y Laura. Allí recibí la llamada de Belén aceptando la oferta. Era previsible. El día con nuestros amigos fue genial. Últimamente nos veíamos menos por el lío que teníamos. Antonio y Rocío se veían todos los días en la oficina y Laura muchas veces iba con ellos a comer pues su oficina no estaba muy lejos. Al final era yo el que menos les veía. A las nueve llegamos a casa, dimos el pecho a la niña en casa de nuestros amigos, y metimos a la peque directamente en la cuna. Esa noche ella y yo, en el sofá, hicimos el amor.
03. Semana del 20 al 26 de Junio
El lunes fuimos a firmar y a media mañana ya éramos dueños de la inmobiliaria al cien por cien. Por lo demás fue un día normal hasta que Rocío y yo acostamos a la niña y nos quedamos en el salón hablando.
– ¿Cuando se va Belén? - dijo Rocío
– El viernes – dije – Sus hijas se van con su padre mañana a pasar allí las vacaciones y luego volverán a finales de agosto. Ella se queda para cerrar algunos asuntos hasta el viernes.
– ¿Quieres echarla un último polvo?
– No lo había pensado – dije – Hace un tiempo que nuestra relación ya no es la que era. Ya no es tan sexual.
– Porque tu la has dejado de lado – dijo Rocío – Ella estaría loca por follarte
Yo la miré arqueando las cejas
– No me mires así que lo sabes perfectamente.
– ¿Y que quieres que haga?
– Querer no es que quiera que te la folles – dijo Rocío – Pero no me importa que lo hagas para despedirte.
– Pues a veces parece que quieras que me folle a otras.
– Eres tonto – dijo – A Raquel y a María si, casi puedo decir que quiero que te las tires. A las otras no me importa porque se que vuelves a mi.
Volví a arquear las cejas.
– ¿Porque no pasas la noche del miércoles con ella?
– ¿Quieres que duerma en su casa el miércoles?
– Preferiría que fuera en un hotel. Coge un buen hotel, cena con ella en la habitación y pasa una noche de pasión.
Yo parecí pensarlo
– Hazlo – dijo – Ella se lo merece
Asentí con la cabeza
– Mañana cuando ya no estén su marido e hijas la llamo y quedo con ella.
Con eso besé a Rocío y acabé follándola.
El martes por la mañana Raquel vino a la oficina y cerró con llave.
– Me ha contado tu esposa que le vas a dar un último momento de placer a Belén
– Primero no creo que sea su último momento de placer. Y segundo no se si voy a acostumbrarme a que hables de estas cosas con mi esposa
– Pues vete acostumbrando y no será su último momento de placer pero si el último contigo. Seguro que le hace ilusión. Sabes que a Belén la considero mi amiga. Voy a darte las gracias.
Y acercándose a mi se arrodilla y empieza a tocar mi entrepierna. Lentamente empezó a sacar mi polla y con mucha tranquilidad y sin hacer nada de ruido se la metió toda en la boca. Yo puse mi antebrazo en la boca para no gemir y acabé, tras un rato, corriéndome en su boca. Raquel se fue de mi despacho y seguí trabajando normalmente hasta la hora de comer. Comí con Alberto charlando de la empresa que ahora dirigía y tras comer volví al despacho. Sus hijas y su marido ya se habrían ido y la llamé.
– Hola – dijo contestando
– ¿Que tal? - dije
– Acabo de volver a casa tras dejar a mis hijas y marido en el aeropuerto – dijo ella – Me siento algo rara con el cambio de vida. Espero no estar metiendo la pata
– Seguro que todo va bien preciosa – dije - ¿Tienes planes para mañana?
– Tengo que preparar varias cosas de la mudanza, mandar por mensajero buena parte de mi ropa y esas cosas
– ¿Y por la noche?
– ¿Por la noche?
– Si – dije – Por la noche. Me gustaría pasar la noche contigo. Para despedirnos bien. Ir a un buen hotel, cenar en la habitación y que al día siguiente llegue cansado al trabajo
– No se – dijo – Ya me había hecho a la idea de no volver a hacerlo contigo. No querría recaer. Cuando vuelva en vacaciones quiero veros a ti y a tu esposa, a Raquel y a los demás. Pero como amigos. No se si debo.
– Si no quieres no pasa nada - dije
– Si quiero – dijo – Lo que no se es si debo
Yo reí.
– Piénsalo y me llamas – dije
– Vale – dijo ella
No había pasado ni media hora cuando llamó Belén.
– De acuerdo – dijo tras mi hola – No me voy a engañar. Si tu me dices que haga algo lo voy a hacer. A veces parezco tonta. Tengo cuarenta y un años. Tu solo treinta y dos y haces conmigo lo que quieres. Al menos he sido lista y he caído en las redes de un buen hombre y no un soberano hijo de puta.
Yo me eché a reír.
– Cariño yo no te domino. Te gusta estar conmigo porque disfrutamos del sexo pero te vas a Brasil con tu marido. No conmigo.
– Lo que tu digas – dijo - ¿Donde quedamos?
– Te paso a recoger mañana algo antes de las nueve. Coge algo de ropa para el día siguiente.
– Perfecto. Gracias
– A ti preciosa.
Tras colgar seguí trabajando o, más exactamente, intentando trabajar. Al llegara casa le conté a Rocío lo ocurrido con Belén y se rió un poco. El resto de la noche aproveché para estar con mi esposa e hija pues la noche siguiente la pasaría alejado de ellas. Mi primera noche fuera de casa tras el parto.
El miércoles a mediodía, mientras comía con María y Marga, recibí la llamada de mi madre para comentarme que solo una hora antes había nacido el hijo de mi prima Marina. O mejor dicho de la sobrina de mis padres aunque yo quisiera tratarles como primos y primas. Esperé a llegar ese día a casa para llamarla con Rocío. A las seis estábamos en casa y hacia las siete llamamos Rocío y yo. Había sido un niño, se iba a llamar Pablo, y pesó tres kilos doscientos gramos. Noté a mi prima contenta de hablar conmigo y me preguntó cuando íbamos a ir a verla. Tras un primer año algo raro tras la muerte de Lucía fuimos cogiéndonos cariño y, si bien solo nos veíamos en navidad y alguna ocasión especial, ya nos comportábamos como primos. A las siete y media dimos la tarde libre a Elizabeth y yo me fui a cambiar para ir a pasar la noche con Belén. A las ocho salí vestido con un traje gris marengo de Hugo Boss y una camisa blanca de un hilo muy fino que para un día caluroso como era ese era muy agradable. Unos minutos después me despedí de mi esposa e hija y me fui a recoger a Belén. Tenía pensado cenar con ella en el hotel donde había reservado la habitación pero antes quería pasar un rato con ella en público. Sin dar señales de afecto por si alguien nos veía, que pareciéramos dos amigos y exsocios tomando una caña, pero no quería que sintiera que la escondía. Estaba orgulloso de poder estar con una mujer como ella. Al llegar a su casa ella bajo con una pequeña bolsa y vestida espectacular. Un vestido de cóctel muy veraniego, por el corte y el color. El color era azul eléctrico. El corte del escote, asimétrico, solo llevaba tirante en un hombro y el largo llegaba hasta justo la rodilla. En sus pies unas preciosas sandalias de altísimo y fino tacón de color dorado. Como complementos solo llevaba unos discretos pendientes, que apenas se veían al llevar ese día el pelo suelto, y un reloj fino de oro. Pensé que iba a echar de menos una amante que fuera una mujer madura con su clase a la hora de vestir. No soy objetivo pero para mi Rocío era la mejor en todo. La más guapa, la más ardiente, la más dulce, la más elegante, mi mejor amiga, la mejor mujer del mundo. Pero todas me aportaban algo. María era la segunda más dulce, Cristina la segunda más guapa, Ana la segunda más ardiente y Raquel mi segunda mejor amiga. Belén era elegante. Siempre vestía perfectamente, con un toque pijillo y sabía como aprovechar sus curvas. Ya en el coche nos saludamos con un pequeño pico y la dije el plan. Ir a tomar algo, hablar de su futura vida como buenos amigos que éramos para luego ir a un hotel que tenía reservado y cenar románticamente antes de follar toda la noche. Ella pareció contenta con el plan. Aparqué mi coche por la zona de la bolsa y paseando nos acercamos a la zona de Huertas para tomar unas cañas antes de ir a cenar. En uno de los bares, tras asegurarme que nadie nos veía pues estábamos muy ocultos, la di un beso en la boca y me quedé mirándola a los ojos.
– ¿Nos vamos? - dije dándome cuenta que eran casi las diez y media
– Si cariño – dijo – Me tienes medio loca, ahora no querría ni cenar
– Tenemos que cenar – dije
– ¿Para coger fuerzas? - preguntó sonriendo
Yo la sonreí y me acerqué a su oído para susurrarla.
– Para que nos vayamos calentando aun más – dije
– Yo vengo caliente de casa cariño – dijo ella
Yo me eché a reír y la di otro pico. Tras este me acerqué a la barra y pagué la consumición antes de irnos. Estábamos al lado de dos de los mejores hoteles de Madrid, el Palace y el Ritz y decidí ir caminando por la acera de la Castellana del Palace pues era la que quedaba en la zona de Huertas. Cuando nos acercábamos ella me preguntó.
– ¿Has cogido una habitación en el Palace?
Yo negué con la cabeza y señalé al Ritz. Ella me miró a los ojos y sonrió. Noté que quería darme un beso pero ni ella ni yo queríamos mostrar ese tipo de afecto en la calle donde alguien nos podía conocer. Entrar en el Ritz no era problema. Allí se celebraban muchos eventos y como socios, o exsocios, podíamos asistir junto a alguno. Ella se apartó un poco mientras yo iba a recepción. No era plan de que alguien nos viera juntos recogiendo las llaves de la habitación. Una vez con ellas me fui hacia los ascensores y allí me encontré con Belén. El ascensor estaba vació y una vez se cerraron las puertas, tras marcar el penúltimo piso, la abracé por detrás y besé su oreja mientras mi polla, dura pero no aun erecta del todo, se frotaba contra su vestido. Ella giró su cara y nos besamos con pasión hasta que notamos que el ascensor paraba. Una vez salimos de este y vimos que no había moros en la costa nos dimos la mano y ella se pegó a mi mientras nos dirigíamos a la habitación. Una vez abrí la puerta y entramos ella se quedó impresionada.
– ¿Te has vuelto loco? - dijo
– No – dije – Para nuestra última noche quería lo mejor pero me he conformado con una suite de lujo. La suite presidencial y la suite real me parecían demasiado caras.
– Y esta cariño – dijo – Cuando vendimos una casa a un millonario italiano preguntamos en el Ritz y se que cuesta unos dos mil euros.
– Algo menos – dije – Es lo bueno de comprar con poco tiempo. Como la tienen vacía están dispuestos a bajar el precio antes que dejarla vacía.
– Si no supiera que estás forrado y esto no sea mucho para ti me cabrearía. No necesito esto – dijo – Te necesito a ti y con un motel de carretera me hubiera valido.
– El vestido que llevas no pega en un motel de carretera. Te pega una suite de lujo en el Ritz.
Ella me miró y me sonrió. Nos besamos y abrazados dimos una vuelta por la habitación. La verdad, era horrorosamente clásica. Me recordaba al salón de mis difuntos abuelos. Mi abuelo, abogado como mi padre, tenía una casa hiperclásica en el barrio de Salamanca que mi padre vendió cuando murió mi abuela. Yo tenía entonces quince años y recuerdo la casa con esa decoración. Lo que algunos llaman lujo decadente. Pero los hoteles de mayor lujo son así. O tan clásicos que parece que has ido atrás en el tiempo o tan modernos que no sabes si estás en el baño o el salón. A mi me gustan más los que tienden a ser modernos pero con una mujer como Belén me pegaba más uno clásico y en eso el Ritz es único en Madrid. El Palace lo intenta pero no llega a ser tan clásico. Tras ver el baño y la habitación donde pasaríamos la noche haciendo el amor fuimos al salón para elegir la cena. Puesto que la mesa era más apta para tomar el té que para cenar decidimos que la cena no fuera de usar mucho cuchillo y tenedor. Siempre traían una mesa auxiliar de una altura más razonable pero esta solía ser pequeña. Pedimos una ensalada y un poco de marisco así como una botella de Champán. De postre, fresas. Mientras llegaba la comida Belén estaba tumbada en el sofá con su cabeza en mi regazo que estaba sentado en el borde de este. Hablábamos de nuestras vidas y cada cierto tiempo bajaba para besarla en la boca. No dejaba de acariciar su cabello. Cuando llegó la comida abrí la puerta al servicio de habitaciones y, tras darle una propina al camarero, llevé el carro con está al salón. Belén se incorporó y, mientras yo servía el champán, ella aliñaba la ensalada. Recostados en el sofá tomamos la ensalada. Yo la daba de comer a ella y ella me daba a a mi. Entre bocado y bocado besos a cantidad. Tras la ensalada nos sentamos en la alfombra del suelo junto a la mesa del salón y empezamos a tomar el marisco. Todo lo que pelábamos iba a la boca del otro, nos alimentábamos mutuamente, y casi tras cada bocado iba un beso con una pasión creciente. Había pasado ya la medianoche cuando habíamos acabado con la comida, fresas incluidas y ya solo estábamos besándonos en el suelo. Tras uno de los besos me levanté y de la mano la llevé a la cama. Junto a la cama empezamos a besarnos. El tacón de sus sandalias la ponía a mi altura y mientras yo agarraba el cachete izquierdo de su culo por encima del vestido ella pasaba su mano derecha alrededor de mi cuello. Empecé a sobar todo su cuerpo y tras un rato tenía ya su vestido a la altura de su cintura. Mientras yo había estado subiendo su vestido ella se había dedicado a quitarme la chaqueta primero y la camisa después. Esta me la quitó muy lentamente y jugando con sus manos en mi pecho. Nos apoyamos en la cama y volvimos a besarnos mientras ella se medio subía a ella de rodillas. Con una de sus piernas de rodillas en la cama y la otra en el suelo estaba pegada a mi que estaba apoyado con el culo en la cama. En esa posición ella llevó su mano del exterior, la derecha, a mi cinturón, para desabrocharlo y luego a la bragueta, para bajarla. Una vez con los pantalones por los suelos ella apartó de su camino mi calzoncillo y agarró mi polla. Todo ello sin dejar de besarme. Mientras nos besábamos ella pajeaba un poco mi polla que iba poco a poco cogiendo mayor dureza y tamaño.
– ¿Quieres que te la chupe? - dijo sonriéndome
– Claro cariño – dijo – Puedes hacer lo que quieras
Ella no apartó la mirada y llevó su boca a mi polla, lentamente. Tan lentamente que me pareció una eternidad el rato que tardó en bajar a ella. Terminó arrodillándose en el suelo y yo apoyándome un poco más en la cama. Su mamada fue espectacular. Incluso creo que se la llegó a meter del todo pues noté como toqué mas allá de su garganta y ella tuvo un gag reflejo en la boca. Tras su garganta profunda ella pasó a una mamada más tradicional metiéndose solo parte de mi polla en la boca mientras que con la mano jugaba con la base y chupándo la polla como si fuera una piruleta.
– Mira que soy puta – dijo
– No eres una puta amor – dije
– Si lo soy – dijo – Se va mi marido y mis hijas y me falta tiempo para venir a tu llamada de una noche de pasión.
Volvió a meterse la polla en su boca y a seguir con la mamada.
– Eso si – dijo – Solo lo hago por ti
– Ahora voy a ser el único con el que le has puesto los cuernos a tu marido – dije con una sonrisa un poco maligna
– No – dijo ella – No lo eres y lo sabes. Pero eres el único con el que he repetido y el único que cuando me llama dejo lo que esté haciendo. Eres todo para mi.
Yo agaché mi cabeza y la doy un pico.
– También eres el más dulce – dijo – Si al resto les hubiera dado la oportunidad de llamarme su puta lo habrían hecho encantados. Tu a veces hasta te ofendes cuando a mi me calentaría.
– ¿Te calentaría? - dije
– Mucho – dijo ella
– Pues a ver si mi putita me enseña las tetas.
Ella sonrió y moviendo los hombros juguetonamente se bajó el único tirante de su vestido hasta que sus tetas estuvieron a la vista. Con ese vestido no llevaba sujetador. Mientras veía sus tetas llevé una de mis manos a mi polla para acariciarla pero ella me la apartó de un golpe.
– Esa no se toca que es mía – dijo sonriendo
Yo me acerqué a ella y la besé con pasión.
– Vamos a disfrutar de nuestra última noche – dije cuando dejé de besarla
– A ello voy
Y volviendo a mi polla se la metió de nuevo en la boca. Me la chupaba a lo bestia hasta que se levantó y me empujó sobre la cama. Terminó de ponerse el vestido en la cintura y con su microtanga negro se subió sobre mi. Empezó a bajárselo un poco y yo bese una de sus tetas.
– ¡Quitate el tanga! - dije
– Lo que quiera mi hombre – dijo – Hoy hago todo lo que me pidas. Es nuestro último día juntos.
– Al menos que un día que vuelvas de vacaciones a Madrid te llamé
Ella me miró con cara de pocos amigos.
– Eres un cabrón – dijo
– ¿No vendrías? - dije
– Claro que iría – dijo dándose la vuelta y dándome la espalda – Y empapada. Pero espero que de ahora en adelante no me lo pidas. Que seamos amigos. A mi me va a costar pero no puedo estar en Brasil con mi marido pensando en ti.
Yo la besé en el cuello y la pegué a mi. Quedando mi polla junto a su culo. En ese momento pensé que era un buen día para el anal pero no me atreví. No me apetecía cagarla. Si ella no quería era tan sumisa que no sabría decir que no. Y solo quería darle lo que me pidiera. Al final lo que hice fue subirla en la cama conmigo tumbado y hacer que con sus taconazos en la cama me cabalgara. Me cabalgo durante un pequeño rato pero pronto se quedó estática, echada hacia atrás, con sus manos junto a su espalda y mi polla moviéndose para penetrarla.
– ¡Fóllame amor! - dijo – Te quiero, te quiero. Eres mi hombre.
– ¿Te gusta amor mío?
– No por favor – dijo entre gemidos – No me llames amor mio. Llámame tu putita. Por favor. Solo hoy.
– Claro putita – dije – Lo que tu quieras
Tras decir eso la penetré fuertemente hasta sus entrañas y ella soltó un gemido muy estruendoso.
– Dios – dijo - ¡Que barbaridad!
– Vamos putita – disfruta
– Disfruto como una loca. Es maravilloso.
Tras un rato más penetrándola ella se corrió escandalosamente y yo acabé corriéndome en su interior. Estuvimos un rato besándonos.
– Gracias por lo de putita.
Yo la sonreí y miré el reloj
– Espero que te halla gustado – dije – Es la una de la mañana y vamos a seguir hasta que no podamos más
– Umm – dijo acercándose a mi
– Y no te vuelvo a llamar putita. Has tenido un polvo de putita. El resto van a ser con amor y respeto.
– Vale amor – dijo – Con uno me vale. Muchas gracias.
Y tras eso bajó su cabeza a mi polla para lentamente hacer que recuperara y pudiéramos volver a follar. Tras un rato mamando se quitó el vestido del todo y quedó con solo los tacones. Y así echamos dos polvos más acabando a las tres y media de la mañana. Rendidos.
El jueves a las siete me desperté casi sin dormir y besé a Belén. Ella me sonrió.
– No puedo más cariño – dijo – Me has destrozado. Ayer no subí mi bolsa con ropa.
Yo sonreí y la besé. Me puse mi traje con la camisa y bajé al coche a por su ropa y la mía. Ya de vuelta en la habitación nos besamos y de la mano fuimos al baño donde nos duchamos con caricias y besos. A las ocho y media estábamos ya vestidos con la ropa limpia y listos para irnos pero antes tomamos el desayuno que ya nos esperaba en la puerta de la habitación. Lo tomamos mientras hablábamos del futuro. Yo prometí ayudar a sus hijas si necesitaban algo pues ellas seguirían estudiando la carrera en Madrid. A las nueve estaba dejándola en su casa, vestida con unos vaqueros y un polo y yo con pantalones de pinzas y un polo me encaminé al trabajo. Al poco de llegar a la oficina me llamó Rocío.
– ¿Todo bien cariño? – dijo
– Todo bien – dije – Y la niña
– La niña ya en la guardería. ¿Le ha gustado la sorpresa a Belén?
– Si – dije – Pero ha sido el fin. No creo que lo hagamos nunca más. Eso si, la he prometido que ayudaremos a sus hijas si lo necesitan.
– Pues claro – dijo – Es una amiga. Y a mi me cuesta creer que no te busque cuando venga en vacaciones pero es cosa vuestra
Seguimos un rato hablando y cuando colgué me fui a una reunión con María y Ana para tratar temas bastante rutinarios. Al volver mi secretaria dijo que había llamado mi esposa. Que no era urgente pero que la llamara. Una segunda llamada en el día era raro.
– Hola cariño – dije nervioso cuando me cogió el teléfono
– Hola amor – dijo Rocío – Sabes que iba a usar tu regalo de Reyes del bono de Spa este fin de semana con Laura, María y Raquel.
– Si – dije – Iba a llamar a sus maridos para hacer todos algo en casa
– Pues llama también a Mike y Alberto porque acabo de comprar un bono más para dos personas y voy a invitar a Marga y Celia.
De repente me impactó. A veces pensaba más en mis amigos que yo. Sus mejores amigas eran las otras tres. Nadie iba a echarle en cara que las eligiera y sin embargo pensó en mis amigos.
– ¡Genial! - dije – Os lo vais a pasar teta, ya veréis.
– No te importa que las haya invitado, ¿verdad?
– ¿Importarme? - dije – Me ha parecido un detallazo.
– Es que Marga y Celia me caen muy bien y aunque no sean mis mejores amigas son parte del grupo.
– ¿Porque no invitas a tu hermana? - dije
– Lo he hecho – dijo – Pero claro, invitar en jueves para sábado es complicado. Es raro que Marga y Celia ambas pudieran. Me alegro de que sea así
– Yo también – dije – Te quiero
– Y yo a ti
Al colgar me recosté en mi silla y pensé en Rocío. La amaba con locura pero además era un complemento ideal para mi vida y mi empresa. Era sensata y se llevaba bien con mis amigas y las esposas de mis amigos. Tras el día de trabajo me fui pronto a casa para pasar un par de horas con mi hija antes de que esta se fuera a la cama. Llegar a la hora del baño fue genial. Era divertido verla bañarse. Ya con Rocío una vez se fue Elizabeth hablamos del fin de semana. Yo ya había quedado en casa con los maridos para hacer una barbacoa. Amaba a mi esposa con locura y no sabía hasta que punto podía llegar a amarla. Cada cierto tiempo me salía con un detalle de estos y solo conseguía que la quisiera aun más.
El viernes trabajé hasta las tres y media. A esa hora solo quedábamos María y yo en la oficina esperando a Rocío para comer. El viernes a todo el mundo se le cae el boli a las tres y me parece lógico. El fin de semana es bueno que todo el mundo cargue las pilas. Cuando llegó Rocío nos fuimos a comer los tres y tras comer fuimos a por la peque. Como era antes de lo normal vino María para darle un beso a la peque antes de irse a buscar a las suyas. Ya con la peque nos fuimos al hospital a ver a Pablo, el hijo de mi “prima” Marina. Mis padres ya estuvieron el jueves y cuando llegamos solo estaban Marina, su marido Mario y los padres de ambos. Mientras estábamos con ellos llegaron Juan Carlos, el hermano de Marina, y su mujer Patricia. Patricia estaba embarazada de unos dos meses y nos enteramos en ese momento.
– Voy a tener que matar a mi madre – dije – Nunca me cuenta que estáis embarazados y quedo fatal no llamando a felicitaros
– No te preocupes – dijo Juan Carlos
Juan Carlos y Marina eran los primos con los que la relación era menos cercana pues Lucía siempre fue mejor amiga de Marisa que era la más joven. Y entonces me di cuenta. Ellos estaban teniendo sus primeros hijos cuando ellas tenían treinta y cinco años más o menos. Tanto Marina como Patricia como Ana eran de la quinta de María y esta ya tenía tres hijas. Eran ocho años mayores que Rocío. Lo pensé y me pareció raro pero luego me di cuenta que lo raro era mi entorno que teníamos hijos antes de lo normal. Solo Raquel había tenido su primer hijo tras la treintena y a Celia ya no le quedaba otra cuando tuviera el primero pero los demás los tuvieron antes. Nuestra situación financiera nos permitía cosas que otras personas, incluso con buenos trabajos como mis primos y sus parejas, no podían permitirse. Tras comerme la cabeza me fije en el pequeño Pablo y me acordé de Sandra solo hacía unos meses. Nuestra hija con solo cinco meses parecía mucho mayor y es que entre un niño despierto y un recién nacido parece que hay un mundo pero en realidad son pocos meses y, además, pasan volando. Comentamos como sería pasar de uno a cuatro niños en la cena de navidad. Y eso que Cecilia era ya bastante mayor, con seis recién cumplidos. Tras un rato más con ellos nos fuimos para llegar a casa a tiempo de dar a la pequeña de cenar. Tras la cena la metimos en la cama y Rocío y yo cenamos tranquilamente. Al día siguiente estaríamos chicos y chicas por separado y nos apetecía estar un ratito juntos.
Las chicas habían quedado en nuestra casa a las once de la mañana pues, a las doce, tenían hora en el SPA. Llegaron todas con sus familias y poco a poco fuimos organizándonos los hombres con todos los peques. A las once y media ya salieron a coger varios taxis e irse al SPA. Tras el SPA comerían juntas en un restaurante cercano y no volverían hasta las cinco. Ellas llevaban nuestras familias y nuestro grupo. Rocío, Raquel y María siempre me decían que yo era el líder del grupo. El que hacía de pegamento. Pero yo sabía que ellas en el fondo ellas eran las que movían todos los hilos. Me gustaba que éramos como una familia.
– Lo mejor – dijo Arturo – Es que aparte de ser familias individuales somos familias grupales. Si mañana no podemos María o yo ir a por las niñas y Mariely no puede con todas porque alguna tenga una actividad extraescolar, se que puedo contar con todos vosotros. Y al revés
Todos asentimos. Tras un rato más charlando sobre el tema nos dimos cuenta que era la una. José Carlos y yo empezamos a dar de comer a nuestros bebés mientras el resto iban preparando la comida de los adultos y los niños algo más mayores. Haríamos una barbacoa y tenía la nevera llena de carne que el día antes había comprado Teresa a petición mía. Con ocho niños y niñas para cinco adultos podemos decir que estábamos bastante ocupados. Tras la barbacoa José Carlos y yo acostamos a Juan, Magdalena y Sandra. Sandra en su cuna y Juan en la cuna de viaje de Sandra. A Magdalena que era la mayor de ellos, como no teníamos cuna para ella, la pusimos en mi cama de matrimonio bien protegidita. Miguel también estaba cansado y lo dejamos dormir en la habitación de invitados. Mientras los adultos hablábamos Susana y las hijas de María jugaban alrededor nuestra. Faltaban solo unos minutos para las cinco cuando llegaron Rocío y las chicas. Venían de muy buen humor y las risas despertaron a los pequeños. Las oímos a la par, ellas entrar y los bebés ponerse a llorar. Antonio y yo entramos en el salón y abrimos los brazos como dejándolas claro que la habían fastidiado. Todas se llevaron las manos a la boca y se rieron para sus adentros a la vez que ponían cara de suplicar perdón. Las tres madres de los bebés fueron a la habitación de matrimonio tras decirlas donde estaban los peques y yo fui a por Miguel. Este vino conmigo a la terraza de la mano y cuando llegamos estaba todo el mundo de muy buen humor. Las chicas que estaban en ese momento en la terraza, Marga, Celia y María, con las pilas cargadas tras un día de camaradería, se mostraban cariñosas con sus maridos. No menos cariñosas fueron Raquel, Laura y Rocío. La tarde fue muy divertida y acabamos cenando todos juntos la carne que había sobrado con las madres dando la cena a los bebés. Se fueron al final hacia las diez y fue un gran día en grupo. Primero solo de hombres y luego con nuestras esposas.
El domingo el día fue muy relajado. Lo pasé en casa con mi hija y esposa tranquilamente. Salimos a dar una vuelta, tomamos el aperitivo en una terraza y comimos en un restaurante también en la terraza. Por la tarde, mientras la niña dormía la siesta, Rocío tomaba el sol en la terraza y yo leía un libro bajo la sombrilla. Una vez se despertó la peque jugamos con ella un poco en la terraza, dimos otro paseo por el barrio y, tras volver a casa y dar la cena a la peque, Rocío y yo cenamos y acabamos en el salón haciendo el amor.
04. Semana del 27 de Junio al 3 de Julio
La mañana del último lunes de Junio había quedado con Cristina en el concesionario para repasar números de los últimos meses y fijar los objetivos del segundo trimestre. Cuando llegué al concesionario eran la nueve y cuarto y solo estaba Cristina. Tras saludarnos recatadamente en la puerta, por si pudiera vernos alguien, llegamos a su despacho y me besó con violencia pegándome a la pared.
– Te esperaba un poco antes – dijo – Para poder echar un polvo
– Tenía que llevar a la niña a la guardería – dije
– Al menos tienes una buena escusa – dijo sonriendo
Yo volví a llevar mi boca a la suya y acariciamos nuestros cuerpos mientras nos besábamos.
– Tienes un cuerpazo – dije – Parece mentira que hayas sido madre. Pareces una adolescente
– Gracias cariño – dijo – Me iba a dar un faje normalito contigo pero creo que te has ganado algo más.
Y lentamente fue agachando mientras sus manos recorrían mi cuerpo desde el cuello hasta la entrepierna donde estuvo un rato masajeándome antes de empezar a lentamente desabrochar mi cinturón y pantalón. Una vez mi polla estuvo fuera Cristina empezó a pasar su lengua por mi polla y a mamármela intentando darme placer y no hacer ruido, ni que yo lo hiciera con gemidos. No fue tarea fácil, el no gemir, pero lo consiguió. Tras la mamada nos pusimos a currar. A la hora de comer se nos unió Roberto, subdirector y director de los talleres y seguimos charlando de la empresa. Tras la comida me fui al despacho para devolver aquellas llamadas urgentes y, no muy tarde, me fui a casa a pasar la tarde noche con mi hija y esposa.
El martes a mediodía tuve una reunión con Mike y un cliente de toda la vida. Por lo demás nada especial y me fui pronto para casa pues Rocío tenía reunión y no llegaría hasta las diez. Cuando llegó, unos minutos antes de las diez, Rocío ya tenía la cena y ambos disfrutamos de esta antes de descansar un poco en el sofá. Mientras descansaba Rocío despertó a la peque para darla su toma diaria de pecho. No era lo ideal pero ese día no pudo ser antes. Algo antes de las once y media nos fuimos a la cama.
El miércoles con Marga me fui a Barcelona. Pasamos un momento por la oficina para hablar con el personal pero queríamos principalmente ver como iban nuestras tiendas en la ciudad condal. Todo iba relativamente bien y a eso de las siete nos cogimos el vuelo de vuelta llegando a Madrid hacia las ocho. Por los pelos llegue a casa a tiempo de besar a mi hija antes de que esta se fuera a la cama. Esto me dio un buen subidón.
El jueves fue un día normal de trabajo hasta las siete o siete y cuarto y una horita en casa con mi hija.
El viernes me desperté cuando alguien me tocó. Al abrir los ojos me encontré a Rocío sentando a mi hija en mi barriga para despertarme. Sonreí a ambas, besé a mi esposa y mientras ella se iba a la ducha tumbaba a Sandra junto a mi para jugar un rato. Era mi cumpleaños y era feliz con mi hija que ese día cumplía cinco meses. Ella me sonreía cuando la hacía pedorretas y cosquillas. Sandra no tenía ni idea lo que era capaz de hacerme sentir. Felicidad extrema, desde luego. Rocío salió tras un rato de la ducha ya vestida y me cogió a la niña de las brazos.
– Venga que es tu cumple pero tienes que currar y ella ir a la guardería
– ¡Que aguafiestas! - dije antes de levantarme y darla un beso en la boca
Al salir de la ducha me esperaba mi hija ya cambiada para desayunar conmigo. Más o menos. Yo desayunaba mientras ella tomaba la papilla que Elizabeth, que acababa de llegar, le daba. Me fui a trabajar ese día y al llegar recibí decenas de felicitaciones. Unas más por compromiso y otras más sinceras. Se que cuando un trabajador con el que apenas tienes contacto te felicita lo hace por cortesía pero cuando me felicita mi secretaria es distinto. Por supuesto los amigos y socios son cosa a parte. Tanto María como Raquel y Ana consiguieron pasar por mi despacho para darme un beso en la boca con mayor o menor pasión pero sin que fuera a más en ningún momento. Tras salir de trabajar a mediodía fui a por mi esposa a su trabajo y desde allí a la guardería para recoger a Sandra. Ya con mi hija salimos hacia casa de mis padres para pasar toda la tarde con ellos y luego cenar. No dormiríamos allí pues al día siguiente celebraba mi cumpleaños con mis amigos. Pasamos casi toda la tarde en la piscina. La peque se echó una buena siesta pero también disfrutó del día bajo una de las sombrillas para que no la diera mucho el sol. Sus abuelos disfrutaban con ella una barbaridad. Tras la tarde disfrutando de la piscina del chalet de mis padres llegó la cena y tras la cena mis padres me dieron su regalo. Esta vez se habían pasado. Era un acción del club en el que ellos eran socios. Para empezar era demasiado ya que una acción, que te permite a ti y a tu familia pagar la cuota anual y disfrutar de las instalaciones, podía costar unos 200.000 euros. Protesté por eso y me dijeron que les salió más barato pues se la vendió un amigo que tras jubilarse abandonaba Madrid para irse a Marbella. Aun así no podía ser menos de cien mil euros y me parecía muy cara. Pero no entendía como la podían tener pues una entrevista es obligatoria antes de que te den el visto bueno. Todos se echaron a reír.
– Cariño – dijo Manuela – Tu has ido mil veces con nosotros. Te conocen, conocían a tus padres que fueron socios antes de irse a Somosaguas. Contigo era una mera formalidad y aceptaron que la entrevista la hiciera Rocío.
Yo me miré a mi mujer y esta me sonrió.
– Y claro Rocío pasó con nota. Veintiocho años, guapa, formal, perfectamente educada, subdirectora de la central de la división de banca privada de un banco. No hizo falta que fuera tu mujer para que os aceptaran. Es lo que buscan ahora, gente joven y exitosa que baje un poco la media de edad del club. Sois perfectos.
Yo no dije nada y besé a mi esposa y madre. A mi padre le di un abrazo. A todos les di las gracias. A mis padres por el regalo y a Rocío por ayudarles. Rocío se fue un momento y volvió con una bolsita.
– Este es mi regalo – dijo – Quería darte esto que se que te gustó. Es más barato que el de tus padres. No te apures.
Todos nos echamos a reír con eso. La bolsa era de Omega y no costó mucho adivinar que iba a ser un reloj. Y lo era. Un precioso reloj que habíamos visto Rocío y yo en un escaparate meses atrás y me gustó. Me sorprendió que lo recordara. Seguimos un rato charlando tras volver a agradecer los regalos. A eso de las doce y media montamos a la niña en el coche y nos fuimos de vuelta a casa. Poco después de la una ya dormíamos en casa con la niña en la cuna que, por suerte, no se despertó durante el viaje ni al subirla a casa.
A primera hora de la mañana del sábado, tras dar a la peque de cenar, salí para comprar varias barras de pan. Ese día celebraba con mis amigos mi cumpleaños y lo íbamos a hacer, como era tradición, con una barbacoa en mi terraza. De mi casa lo más impresionante era la terraza de ochenta metros cuadrados en el centro de Madrid. Un lujo que temía perder cuando nos cambiáramos de casa pues Rocío y yo queríamos más hijos y ella una casa más grande. Cuando volví con las barras de pan ya habían llegado María y los suyos. Al entrar por la puerta Marta vino corriendo a mi y se tiro a mis brazos felicitándome el cumpleaños. Tras ella vinieron, más calmadas, Elena y la pequeña Elisa. Mientras besaba a ambas y abrazaba a Arturo Marta no bajaba de mis brazos. Tras un rato la dejé en el suelo y fui con ella y sus hermanas a jugar al salón. No tardaron en llegar Raquel con sus hijos y luego Mike y Marga con Miguel, Alberto y Celia, Laura y Antonio con Magdalena y por último Pablo y Diana. La comida estuvo bien, normal, no se pueden esperar sorpresas en una barbacoa pero la charla especialmente animada. Cada vez había más niños y los teníamos de todas las edades y era una pasada como jugaban. Yo pasé casi toda la comida con mi hija en brazos y no la solté ni para abrir los regalos. Mucha ropa y todos los agradecí pero el que más ilusión me hizo fue un dibujo que Elisa y Marta, mi hija con María y mi ahijada, me hicieron entre las dos. Aun lo guardo y está colgado enmarcado en mi despacho. Siguieron todos en casa hasta las nueve tras una pequeña merienda cena. Los últimos en irse fueron Raquel y los suyos que aprovecharon para dar la cena en nuestra casa al pequeño Juan mientras Rocío se la daba a Sandra. Ambos peques cenaban a esa edad un poco de teta y un biberón de cereales y pudieron así dárselo en casa. Cuando se fueron nosotros no tardamos mucho en irnos a dormir. Ser anfitrión cansa.
El domingo tocaba ser anfitriones otra vez pero estábamos tan cansados Rocío y yo que decidimos ir a comer a un restaurante con su familia. Ya era costumbre ir a Cuenca un fin de semana alrededor de mi cumpleaños y que les invitara a comer pero este año con la peque Rocío convenció a sus padres para que vinieran a Madrid. Así el domingo vino toda la familia de Rocío a casa y cuando estuvimos todos nos fuimos a un restaurante a comer sin el lió de preparar nada ni de luego recoger. La comida fue muy buena en un restaurante muy acogedor al que Rocío y yo íbamos bastante a menudo antes de que naciera Sandra y ahora apenas íbamos. Tras la comida si fuimos a casa a tomar el café y a que me dieran los regalos. Principalmente ropa. A las siete se fue el hermano y a las nueve se fueron todos los demás y nosotros acostamos a la peque. Ya con la peque en la cuna Rocío y yo nos abrazamos en el salón. Acaricié su tripita que cada vez era más plana recuperando poco a poco su esplendor pre-embarazo. La besé con pasión. Su lengua respondió al beso y empezamos una batalla con ellas. Se levantó y me dejó en el sofá. Iba a quitarse el vestido que llevaba ese día, muy veraniego e informal, pero la dije que no lo hiciera. Ella desabrochó mis chinos y me los bajó hasta mitad de los músculos, junto con los calzoncillos, y empezó a jugar con mi polla que estaba ya semi erecta. Jugaba con la mano y la chupaba metiéndose solo la mitad de esta mientras que, por la base me pajeaba. Yo lanzaba mi mano para acariciar su pelo. Ella sacó mi pene tras un rato de su boca y se vio un hilillo de saliva que unía mi polla con su boca. Ella no paraba de preguntarme si me gustaba y yo decía que si junto con gemidos y otros sonidos guturales. Se echó un poco hacia atrás y empezó a tocarse todo el cuerpo por encima del vestido con especial atención a sus tetas. Pronto se subió el vestido hasta su cintura y se bajó el tanga hasta quitárselo. Una vez sin el escalo de rodillas, como una felina, al sofá y se montó sobre mi. Mientras me besaba se llevo mi pene a su coño y, una vez la tuve penetrada, rompió el beso y se echó hacia atrás apoyando sus manos tras sus piernas. En esa posición empezó a cabalgar y ambos empezamos a gemir descontroladamente. Fueron unos cinco minutos de penetración en esa posición alternando cabalgadas lentas y profundas con otras mas rápidas donde apenas entrábamos y salíamos. Ella en un momento del polvo se quedó totalmente insertada y empezó a girar su cuerpo haciendo que yo llegara un punto de éxtasis total. En esa posición se giró, sin sacar mi polla de su coñito y echándose hacia delante empezó a subir y bajar. En ese momento dándome la espalda. Todo el rato que la estuve penetrando en esa posición hacía yo movimientos a la par que ella. Cabalgando ella como si no tuviéramos otra cosa que hacer y nuestra vida dependiera de ello. Tras un rato así me corrí en ella y mi corrida produjo en ella su primer orgasmo. Se salió de mi y nos besamos un rato. Ambos aun medio vestidos y excitados pasamos a desnudarnos rápidamente y, tras un poco de excitación manual, la puse a cuatro patas acercándome a ella y penetrando su coño de atrás estando ambos de rodillas sobre el sofá. Con la complejidad de, además de intentar disfrutar, intentar no manchar pero en la cama nos sentíamos menos cómodos al poder despertar a la peque. Tras un rato así me salí de ella, la di la vuelta y lleve su coño al borde del sofá. Me puse de pie aunque con las rodillas flexionadas y la empece a insertar mi polla sin cortarme un pelo. Ella cada vez gemía mas rápido y yo notaba que no podía aguantar mucho mas. Ella se corrió salvajemente y, mas o menos cuando se apagaba su orgasmo, me corrí yo a continuación. Nos besamos un rato y de la mano nos fuimos a la cama donde, abrazados, caímos dormidos.