Mi historia (53: Mayo 2005)
El mes de los mil cumpleaños. El mes que Rocío vuelve al trabajo y tenemos que buscar babysitter. Y eso no es nada, el mes da mucho más de si.
01. Semana del 2 al 8 de Mayo
El día dos de mayo era fiesta pues la fiesta del trabajo, que fue el día anterior, la habían movido a ese lunes. En Madrid además era fiesta el día siguiente. Ese lunes estuvimos con los padres de Rocío dando vueltas por Cuenca toda la mañana. La niña, con tres meses recién cumplidos, ya estaba algo más atenta a su alrededor y parecía fijarse cuando nos paraban y se agachaba la gente para vernos. Rocío y yo llamamos a Marisa, mi falsa prima, para felicitar a su hija Cecilia pues era su cumpleaños. Por lo demás fue un día de lo más normalito. Relajándonos de vacaciones y todo en familia.
Puesto que el martes ya era día de trabajo en Cuenca nos levantamos pronto y cuando los padres de Rocío se fueron a trabajar nosotros nos despedimos de ellos y nos fuimos de vuelta a Madrid. Pablo y Diana saldrían más tarde, así como el hermano Jorge y su familia, pero nosotros con la peque no queríamos pillar atasco. Al llegar llamé a Esther, la esposa de Ángel y directora de mi empresa de tiendas de calzado, pues era su cumpleaños. El resto del día lo pasé en casa disfrutando de mi hija y mi esposa.
La vuelta al trabajo fue intensiva. El miércoles tenía mucho trabajo y decidí a quedarme a cerrar cosas esa tarde pues al día siguiente era el cumpleaños de Elena y quería estar con ella. No tenía nada especialmente duro pero si muchas pequeñas cosas que terminar. Estaba currando concentrado a las siete cuando me di cuenta que abrían la puerta del despacho. Era María. Llevaba un pantalón blanco vaquero con un polo rosa de Ralph Lauren. Ambas piezas de ropa se pegaban a su cuerpo y la daban un aspecto mucho más sensual de que ella solía transmitir. Y más pijo. Además llevaba unas sandalias de bastante tacón de cuero marrón y un cinturón, también de cuero, de la misma tonalidad. Completaba su atuendo con unas pulseras de plata y unos aros en las orejas también plateados.
– Que guapísima estas – dije – Y que pijita
– Gracias – dijo – El polo me lo regalaste tu por mi cumpleaños el año pasado. Yo aun no me siento a gusto comprando ropa cara.
– A tu marido le han subido el sueldo este año a 155.000 euros y tu estas en 135.000. Cobráis más de 13.000 euros entre los dos. A ti te subimos en un par de años a mi sueldo de 250.000 y tu marido sube todos los años un 10% por contrato hasta llegar a igualarse con Enrique y su hijo que están en casi mi sueldo. Creo que puedes empezar a comprar la ropa que quieras.
– Sigo sin sentirme a gusto. Arturo y yo queremos darles lo mejor a nuestras hijas pero no sabemos aun como tratar el dinero en estas cantidades y queremos ir poco a poco. Y ahorrar.
– Claro cariño – dije – Si eso es lógico. He visto a mucha gente perder la cabeza en cuanto tienen dinero. Pero tu nos puedes ver a Rocío y a mi que no hacemos locuras.
– Perdona bonito – dijo María ya sentándose en mi regazo – Pero si yo gastara como gastáis Rocío y tu estaría haciendo locuras. Tu este año te has llevado de reparto de beneficios neto lo que Arturo y yo ganamos brutos en tres años. Y solo de esta empresa. Además tienes participación en otras tres.
Lo pensé un rato y tenía razón.
– Tienes razón – dije – Yo puedo no ser un buen ejemplo pero tienes que saber que vivo con mi sueldo y el de Rocío. Solo he tocado ahorros para comprar empresas como las de tu padre. No para gastos y chorradas. Bueno, para la boda si que toque un poco. Pero quitando la boda y las compras de empresas no toco mis ahorros.
– Dejemos el tema – dijo María – He venido para esto
Y me besó en la boca con pasión.
– Además deberías saber que a mis hijas ya las he comprado polos y vestido pijitos para el verano y fines de semana. Lo bueno es que al cole van de uniforme. Pero por ahora lo compro a mis hijas y no para mi.
Yo sonreí. Era generosa con su familia y con nosotros. A veces obsesivamente. Me levanté con María y de pie volví a besarla. Mientras lo hacía empecé a levantar su polo hasta quitárselo. Ya sin el volví a besarla y acaricié un poco sus senos por encima de su sujetador. No eran enormes y desde luego no estaban muy firmes tras tres embarazos pero eran los senos de una de mis mujeres preferidas y más que suficiente como para excitarme. Me apoyé en mi mesa y la miré. Estaba espectacular. Ella movía su cuerpo golosamente.
– Quítate el pantalón – dije
Ella sonrió y poco a poco se lo fue deslizando mostrándome un tanga negro con un lazito rosa que muchas veces ya se había puesto para mi. Era una de sus piezas más seductoras de ropa interior y una de mis preferidas. Se dejó el pantalón a la altura de las rodillas y me miró a los ojos. Yo me acerqué a ella y empecé a acariciar su coñito sobre la braga. Ella movía su cadera lentamente y acabó pegando su culo a mi paquete. Yo pasé a acariciar su abdomen bastante plano y sus pechos mientras al oído la decía cuanto la quería y que para mi era vital que estuviera siempre a mi lado. Ella a veces giraba un poco la cabeza y me daba un pico pero mantenía casi todo el tiempo la vista de frente jugando con su culo en mi pene. Sus movimientos fueron haciendo que el pantalón fuera cayendo y estuviera ya a esas alturas junto a su tobillo. Tras un rato se dio la vuelta y nos besamos con pasión. Tras unos cinco minutos besándonos la apoyé junto a la mesa y, mientras ella se quitaba como podía los pantalones, yo chupaba su coñito. Ya sin los pantalones la tumbé sobre la mesa e hice que abriera bien las piernas. Besé una vez más su coño y pasé a sacar su tanguita aunque para ello tuvo que volver a cerrar las piernas. Ya desnuda el acceso a su coño era mucho más sencillo y con mi boca fui capaz de sacar de ella un primer orgasmo quizás no muy bueno pero orgasmo al fin y al cabo. Con ella aun retorciéndose un poco sobre la mesa de mi oficina me bajé los pantalones y los calzoncillos y acerqué mi polla, totalmente erecta, a su coñito. Muy lentamente empecé a penetrarla mientras ella gemía. Tras unos gemidos pasé a besarla en la boca mientras no dejaba de penetrarla. Yo estaba hiperexcitado y tras un rato más de penetración eyaculé en ella. El tercero de los cuatro escupitajos de semen que eché en su interior sacó de ella un alarido que ahogué con un beso en la boca. Ese beso amortiguo lo ruidoso de su orgasmo y nos unió un poco más. Cuando recobramos el aliento nos quedamos un rato mirándonos.
– Te quiero – dije
– Y yo a ti amor – dijo – Para mi eres con mi familia, Rocío y Raquel lo más importante. Por ti haría cualquier cosa.
Yo la sonreí y la besé. Tras un rato más besándonos ambos decidimos vestirnos. Yo dí el día por finalizado y la llevé a casa pues ese día no tenía el coche en el trabajo. Tras dejar a María me fui a casa y al llegar aun estaba mi hija despierta. Ayudé en el baño de la peque y luego la tuve un rato antes de meterla en la cuna para nosotros cenar a gusto. Esa noche le hice el amor a Rocío. El haber echado un polvo solo unas horas antes hizo que aguantara un poco más. Y Rocío creo que eso si lo disfrutó.
El jueves tenía mucho trabajo pero había prometido a Elena que iría al cumpleaños que ese día celebraba en su casa con sus amigas. Elena era la hija de María con la que podría parecer que tenía peor relación pero la quería mucho igualmente. Aunque es cierto que menos que a sus hermanas. A cambio mi esposa y ella tenían una relación especial que Rocío no tenía con las pequeñas. Para compensar que tenía que salir ese día a las cinco me planté en la oficina a las ocho y no salí a comer. Mi secretaria Pilar me trajo una ensalada y comí mientras revisa números para la reunión mensual del día siguiente. A las cinco llamé a Ana para decirla que me iba, pues había estado con ella en contacto todo el día para la reunión del día siguiente, y, tras recoger a María en su despacho, fuimos a por Elena al cole en taxi. Allí recogimos a las tres peques y a las amigas de Elena con Rocío, que ya había llegado en su coche con la pequeña Sandra, y con Mariely. Metí a Sandra en el coche de Rocío y me di cuenta lo incómodo que es ser madre con un deportivo de tres plazas. Cuando llegué a casa de María ya estaban allí las niñas en pleno cumpleaños y solo unos minutos después llegó Arturo. Arturo y yo jugábamos con Elisa pues está no estaba tan integrada con las amigas de Elena. A Marta la prestaban algo más de atención. El cumpleaños estuvo bien. A las ocho fueron llegando los padres de las amigas y se las llevaron. Nosotros nos quedamos a ayudar un poco a recoger y a eso de las nueve y media, cuando acostaron a las peques, nos fuimos a casa.
– Menudo rollo es meter a la peque en este coche – dije
– Bueno – dijo Rocío – Yo ya estoy acostumbrada. No es para tanto.
– Espera a que la niña se mueva y no quiera que la sientes
– Lo que no vamos a hacer es comprar otro coche – dijo Rocío – Tiene solo tres años
– Pero ya no es práctico – dije – Nuestra vida ha cambiado
– Además – dijo Rocío – Este coche para mi es especial. Es el de mi pedida de mano. No lo voy a cambiar ahora. Aunque podamos pagarlo.
Yo sonreí.
– Podemos pagarlo y soy dueño de un concesionario – dije – Pero como quieras.
– Que no me voy a comprar otro coche y punto – dijo Rocío – Es un gasto que no es necesario. Tengo mejor coche que el 90% de la población. O que el 99%. No necesito otro.
Lo dejé estar y seguí conduciendo su coche hacia nuestra casa. No me gustaba que me echaran la bronca pero me encantaba que Rocío fuera tan prudente con el dinero. Yo no era un cabra loca pero ella era muy prudente. Tras llegar a casa descansamos un poco y a eso de las once y media Rocío empezó a darle el pecho a Sandra mientras yo me iba a la cama.
De ocho de la mañana a once estuve revisando los números de abril antes de la reunión mensual. A esa hora empezó esta y Ana nos hizo la presentación de los números. Abril fue casi calcado a Marzo. Si no hubiera revisado yo los números hubiera pensado que Ana nos tomaba el pelo. Unos 47.000 euros menos de facturación, unos 51.000 euros menos de facturación para unos 4.000 euros más de beneficios. Esos números hablando de casi seis millones de facturación eran casi insignificantes. El millón doscientos mil euros que tuvimos de beneficios aproximadamente complicaba un poco la situación de caja y Ana nos recomendó que gastáramos o tendríamos que pagar cada año más impuestos.
– Bendito problema – dijo María – Tenemos muchos beneficios
– Eso está claro – dijo Ana – Mejor ganar que perder. Pero fiscalmente son muchos beneficios. Si vuestra intención es crecer, como decís que es, lo que debéis hacer es gastar. Si es ser conservador se pagan impuestos y se deja dinero en caja. Vosotros veréis.
Todos nos quedamos pensando y Ana se fue pues empezaba el rato de deliberaciones. Todos parecíamos convencidos en tener que gastar. Algunos más conservadores que otros pero todos entendíamos lo que decía Ana. Tras un rato discutiendo decidimos gastar si podíamos pero también ser conservadores y no gastar por gastar. Cuando apareciera una buena oportunidad compraríamos una empresa. Hasta entonces, tranquilidad. A la hora de comer yo me fui a casa y María vino conmigo pues hasta las cinco no debía estar recogiendo a las niñas en el cole. Rocío lo sabía y cuando llegamos hacia las diez y media ya estaba la comida esperándonos. A las cuatro y media María se fue y nos quedamos Rocío y yo en casita para pasar un día en pareja con nuestra hija. Salimos a dar una pequeña vuelta con ella por el barrio y pronto nos volvimos para casa a descansar.
Nos levantamos relativamente pronto el sábado para ir a casa de María al cumpleaños de Elena. Llegamos los primeros con Sandra y muy pronto llegaron también Raquel y José Carlos con sus hijos. Susana y Elisa eran ya mejores amigas y se fueron a jugar a la habitación de Elisa. Mientras José Carlos, Arturo y yo hablábamos mientras echábamos un ojo a Sandra y Juan. Las chicas ayudaban con Elena a María en la cocina. Marta mientras pasaba la mitad del tiempo en mi regazo y la otra mitad en la cocina. Poco a poco fueron llegando los invitados al cumpleaños. Mike y Marga con Miguel, Alberto y Celia, la familia de Arturo, el padre y la madre de María, el hermano de María con los suyos y una pareja amiga de Arturo y María que tenían una niña. Tras la comida dimos los regalos a Elena que en nuestro caso, como venía siendo habitual, fue ropa. Lo pasamos muy bien a pesar de ser muchísima gente. María no pudo separar el cumpleaños en dos grupos pues al día siguiente nos tocaba ir a casa de Mike y Marga para el cumpleaños de esta. Hacia las ocho nos fuimos a casa y a media noche ya estábamos en la cama.
A las once de la mañana ya estábamos en casa de Mike y Marga. Marga y Rocío charlaban en el salón cuidando de Sandra y Miguel mientras que yo ayudaba a Mike a preparar la comida. Poco a poco llegaron familiares de Marga, amigos de Mke y Marga y nuestro equipo al completo excepto Celia que ese día se lo tuvo que perder al tener una guardia en el hospital. Al haber gente distinta estuvo bastante bien el cumpleaños. Rocío había comprado ropa para Marga y a esta la encantó el vestido de Gant que había comprado Rocío. La verdad es que era muy elegante y ponible. Fuimos de los últimos en irnos, cuando ya solo quedaban Raquel y los suyos, y Mike y Marga nos contaron como iba la búsqueda de piso nuevo. Habían visto casi cuarenta pisos pero buscaban el ideal y ya habían subido el presupuesto a novecientos mil euros. Parecía que ya estaban decididos a elegir entre dos que habían visto y uno que verían en breve. Cuando nos fuimos a casa le comenté a Rocío lo coñazo que era buscar casa pero ella fue muy clara de nuevo. Si queríamos otro niño, y ella lo quería, necesitábamos una casa más grande. No quise discutir y poco después de llegar a casa me fui a la cama para descansar. Mientras Rocío se quedó en el salón dando la última toma a Sandra.
02. Semana del 9 al 15 de Mayo
El lunes volvía Raquel a la oficina a jornada completa. Pasé mucho rato con ella todo el día pues quería ver como llevaba el separarse de su hijo mañana y tarde. Con Susana lo llevó bien pero tenía a su madre ayudándola. Desde la enfermedad de esta tuvieron ella y José Carlos que contratar una niñera. Un proceso en el que Rocío y yo nos encontrábamos. En esos momentos la amiga de mi madre que consiguió a Mariely para María estaba buscando candidatas. Raquel lo llevaba bien. Había dejado a Juan en la guardería por la mañana y no se la veía nerviosa. Comí con ella y con María y ya por la tarde apenas la vi pues estuve reunido con Alberto y su equipo. Trabajé un rato tras la reunión y a las ocho me fui para casa. Algo más tarde de lo normal pero el martes tendría que salir algo antes. Esa noche en casa mi hija estaba algo resfriada y cansada y no disfruté de ella todo lo que quise. Lo cual me hizo disfrutar más de mi esposa. Hasta el punto de que acabamos haciéndolo un par de veces en el salón mientras la niña dormía en su cuna en nuestra habitación. Una por delante y otra por detrás.
El martes fue un día de lo más normalito en la oficina. Me tuve que ir a las cuatro y media para algo antes de las cinco estar en casa y que Rocío se pudiera ir a la reunión del comité asesor del banco. Me quedé con Sandra casi cuatro horas, Rocío no llegó hasta las nueve, y estuvo un buen rato despierta. Y yo encantado con ello, dándola un biberón a las siete y haciéndola carantoñas. Cuando llegó Rocío cenamos tranquilamente. A las once Rocío le dio el pecho a la pequeña mientras yo me iba a la cama.
Alberto nos llamó el miércoles a los socios y Ana para una reunión. Cuando estábamos ya todos esperando llegó con Sofía y Raúl. Cargaban unas cajas y nos pusieron unos tarros de aceitunas delante y un plato con unas cuantas.
– Vengo de firmar con ellos – dijo Alberto – Nuestro primer cliente nuevo.
– ¡Que guay! - dijo María
Yo solo le sonreí y el lo entendió. Confiaba en el tanto como en cualquiera de mis otros socios pero además Alberto era muy lanzado y con la ayuda de Sofía, Raúl y el resto del equipo llegaría lejos. Todos las comimos y estaban de muerte. Nos contaron las tiendas con las que ya habían tenido los primeros contactos y pintaba muy bien. Entregarían el lunes siguiente el primer pedido. Fue un subidón para trabajar el resto del día a tope. Cuando llegué a casa Rocío y yo abrimos las aceitunas y a ella también le gustaron. El subidón fue más allá del trabajo. También llegó a la cama donde hice el amor con Rocío.
El jueves trabajé intensamente y a las cinco me fui a casa pues iba a ser un día muy importante para nosotros. Buscábamos babysitter y queríamos elegir a la mujer perfecta. Tenía que ser joven, pero no muy joven, y al menos con cierta cultura. No buscábamos una persona sin educación pero tampoco necesitábamos una persona con dos carreras. Con bachillerato, por ejemplo, valdría. La amiga de mi madre nos presentó tres candidatas. Una era española, una colombiana y una argentina. La española la descartamos rápido. Era diplomada en educación infantil pero estaba preparando las oposiciones. No queríamos estar buscando chicas otra vez en un año. Queríamos alguien en quien poder confiar durante varios años. Nuestra oferta de trabajo era de cuatro de la tarde a ocho de la noche pero si la persona nos gustaba podíamos aumentar a ocho horas de trabajo y que ayudara a Teresa en la casa. El caso es que la argentina medio nos convenció pero al final no nos decidimos por ella pues había algo que no nos gustaba. La colombiana no podía empezar hasta las cinco y fue descartada de entrada. Cuando se fueron Rocío y yo hablamos largo y tendido sobre la argentina y al final decidimos seguir buscando. Aunque no tuviéramos mucho tiempo pues el veinticinco de ese mes Rocío volvía a la oficina. Tras cenar yo me fui a la cama mientras Rocío esperaba a darle el pecho a la pequeña.
El viernes solo trabajábamos media jornada y tras comer con María y Alberto me fui a casa para acompañar a mi mujer y a mi hija a la guardería en la que la peque pasaría buena parte del día a partir del día veinticinco. Tras estar un rato allí con la pequeña, Rocío y yo ya la habíamos visitado con Rocío embarazada, nos fuimos a casa y pasamos una tarde y noche en familia bastante agradable.
El sábado era el cumpleaños de Raquel y fuimos a su casa muy pronto. Fuimos los primeros en llegar excepto por el padre de esta que había dormido esa noche en casa de su hija. Yo estuve hablando con el y José Carlos un rato. Mientras Raquel y Rocío hablaban mientras vigilaban a Susana y tenían en brazos a Juan y Sandra. Tras un rato empezaron a llegar el resto de los invitados. Además de nuestro grupo del trabajo estaba la familia de Raquel y una pareja amiga de ellos. Juan estaba un poco malito y pasó casi todo el día en su cuna. Sandra mientras, en la hamaca, no paraba de mirar a todos lados. Aun no estaba acostumbrada a tanta gente y parecía no querer perder detalle. Tras una buena comida pasamos a los pasteles y el café donde Raquel recibió sus regalos. Nosotros la regalamos ropa ahora que estaba volviendo a su figura anterior. Iba dos días a la semana al gimnasio y más o menos mantenía. Antes de tener a Susana iba cuatro pero con los niños no es tan fácil. A las ocho nos fuimos a casa y Sandra estaba derrotada. Rocío la dio una toma y la metió en la cuna. Nosotros tampoco nos fuimos muy tarde a la cama. Hacia las once y media.
El domingo tocaba descansar. Pasé toda la mañana jugando con mi hija que, con unos tres meses y medio, ya estaba bastante espabilada y era una pasada estar tumbado en el salón con ella encima y haciendo tonterías. A la una me fui a comprar el pan y cuando volvía con este y los periódicos del domingo me encontré con Cristina y su hija que también entraban en casa. Nos saludamos con dos besos como amigos y di un pequeño beso a su hija. Al entrar en el ascensor Cristina se puso a un lado mio con su hija delante mirando hacia la puerta. Una vez cerraron las puertas del ascensor, y mientras sujetaba a su hija junto a su cuerpo con la mano izquierda impidiendo que se moviera, llevó su mano derecha a mi polla acariciando esta sobre el pantalón.
– Mi marido está otra vez de viaje – dijo – Sale un fin de semana al mes con su padre a una obra que tienen en Galicia. La ven mejor en domingo que en día de diario con todo el mundo trabajando
– Aja – dije yo hiperexcitado
– Nosotros también deberíamos trabajar – dije
– Me encantaría – dijo – Soy una mujer muy implicada en mi trabajo.
Yo me reí al tiempo que llegaba el ascensor a su piso. Nos despedimos con un par de besos y di otro a su hija. Al llegar a casa se lo conté a Rocío.
– Esa tía esta lanzada – dijo – No se que las das
– Nada que no te de a ti – dije – Es más, las doy menos
– Con que las des la mitad que a mi empiezo a entenderlas – dijo acercándose a besarme
Yo sonreí y la besé.
– Ve esta tarde con ella mientras doy el pecho a la niña – dijo – Pero solo tienes una hora. Luego subes a estar conmigo.
– No me importaría no bajar – dije – Solo te necesito a ti para ser el hombre más feliz del mundo
Rocío sonrió.
– No juegues con tu suerte – dijo antes de darme un beso y sonreír.
Yo reí y llamé a Cristina quedando con ella a las ocho, hora en la que Sandra tomaría el pecho. Aproveché la tarde con mi esposa mientras mi hija se echaba la siesta y a las ocho me fui a casa de mi vecina. Al entrar noté que se había vestido para mi. Con una minifalda muy cortita, una camiseta muy moderna y unos zapatos de alto tacón. Al cerrar la puerta me besó con pasión y dio una vuelta para enseñarme todo su cuerpo.
– Te gusta – dijo
Yo la miré de arriba a abajo y pensé que quizás como con Ana conseguiría que vistiera botas para mi todo el invierno.
– Me gustan las mujeres con botas. Si ahora llevaras unas botas negras de tacón estarías espectacular.
Ella sonrió.
– No tengo muchas botas – dijo – Y no voy a vestir para ti. Bueno, vestiré para agradarte pero como yo quiera.
La noté muy rebelde pero ya intuía que Ana, dentro de lo ardiente que era, tenía una personalidad más moldeable. Cristina era más decidida.
– Yo solo te he dado una información – dije algo desafiante – No te he dicho que lo hagas.
La miraba a los ojos y ella parecía intentar evaluar mis intenciones. Poco a poco vi en sus ojos que la leona se convertía en gatito. Es algo que se nota.
– No te enfades – dijo
– No me enfado – dije
– Si tuviera muchas botas no me importaría complacerte. No lo hago por fastidiar pero al trabajo tengo que ir más modosita. Con tacones y falda, nunca me verás con pantalones. Nuestros clientes muchas veces son señores que no verían bien a una mujer con botas de tacón.
La miré y pensé que lo que decía era hasta lógico.
– Solo tengo dos pares de botas, unas de montar para llevar con vaqueros los fines de semana y otras con algo de tacón pero más bien grueso de color marrón.
Me sonó a catalogo por si quería que vistiera alguna para mi.
– Tranquila – dije acariciando su cabello – Estás guapísima
Ella me sonrió y nos besamos con pasión. Mientras mi mano acariciaba su culo.
– ¿Y tu hija?
– En casa de mi hermana con su primo – dijo – Cuando te vayas voy allí a cenar. Le dije a mi hermana que necesitaba algo de tranquilidad para trabajar un rato.
Yo sonreí y volví a besarla. Con nuestras bocas unidas llegamos a su habitación. Ya junto a la cama estaba yo sentado y ella de pie. Poco a poco fui quitándola la camiseta hasta que quedó con un sujetador color hueso bastante sexy aunque tuviera color de sujetador de mercadillo. Mis manos jugaron con sus pechos y nos besamos. Yo pellizcaba y retorcía los pezones por dentro del sujetador. Abrí un poco mis piernas para que ella también se pudiera sentar en la cama estando ambos mirando hacia afuera. Ella llevó sus manos hacia atás acariciando mi cabello mientras yo metía mi mano por dentro de su falda desde arriba y jugaba con su rajita. Para maniobrar un poco mejor baje un poco la cremallera de la mini que estaba en la parte posterior. Ella se levantó tras un rato jugando y se dio la vuelta. Quedando sus pechos a la altura de mi boca no pude hacer otra cosa que no fuera besar sus senos. Rápidamente me hizo ponerme en pie y me ayudó a quitarme la camisa mientras yo desabrochaba mi cinturón y pantalón. Me bajó los pantalones y me los quitó y volvimos a sentarnos en la cama pero ahora era ella la que estaba detrás y yo sentado en la cama entre sus piernas. Echando la cabeza hacia un lado la besaba mientras ella, con soltura, me hacía una maravillosa paja y me decía cosas al oído. Apenás habíamos empezado nuestra aventura unos meses antes y ya me decía sin rubor que me quería. Aunque, para ser sinceros, lo que más me decía es que la encantaba follarme y me pedía más caña. Tenía momentos de ternura pero eran más habituales los de pasión. Besó mi cuello y mi oreja y, saliendo de su posición se acerco al borde de la cama y arrodillándose empezó a besar mis huevos y pasar su lengua por toda la longitud de mi pene. En unos instantes empezó a hacer una mamada cada vez mas fuerte e intensa. Siguió con la mamada alternándola con movimientos de su mano en una paja mas tradicional. Cuando no tenía su boca en mi pene me decía que me quería y que durante un rato iba a hacer que mi mente se relajara y no tuviera preocupaciones. Más que una amante parecía una terapeuta. Terapeuta o no, me excitó mucho. Como no me quería correr aún la levanté y la tumbé en la cama donde, hábilmente, la despojé de su falda, que tras desabrocharla la había dejado en su sitio, y tanga y empece a hacerla una buena comida de coño. Sus gemidos dejaron muy claro que la gustaba. No se cuanto tiempo estuve comiéndola pero fue un buen rato. Cuando ya no podía más me tumbé junto a ella, la besé y apunté mi pene a su conejo. Estuve un rato follándomela con lentitud, sin fuerza y con nuestras caras a pocos centímetros. Nos besábamos y volvió a decirme que me quería. Yo no se lo dije pero la sonreí. Para mi querer es algo que va más allá de un polvo. No me tiro a Celia, ni a Marga, ni a Laura ni a Diana. Pero las quiero. Como quiero a mis amigos. Y puedo aprender a querer. Como estaba aprendiendo a querer a Ana. Tras un rato así ella se giró y me dejó boca arriba empezando a cabalgarme en pocos segundos. Yo disfruté como un loco. Según me cabalgaba ella empezó a correrse. Yo aguanté como pude y tras su corrida la moví para que volviera a chupármela. Cuando noté que estaba ya demasiado cerca para correrme la di la vuelta y, desde atrás, empece a follarla sin consuelo. En dos minutos exploté en un orgasmo que esta vez se sincronizó con el segundo suyo. Descansamos unos minutos y nos duchamos juntos. Tras la ducha nos besamos y abandoné su casa. Me fui con mi esposa e hija pasando una noche tranquila.
03. Semana del 16 al 22 de Mayo
El lunes en la oficina estuve trabajando hasta tarde. Esa semana tenía el cumpleaños de Elisa, un viaje a Toledo a una charla y la necesidad imperiosa de encontrar babysitter aunque Rocío se encargaría más de esto último. Eran las ocho y media y no parecía que fuera a acabar pronto. Rocío estaba sobre aviso. A esa hora no esperaba encontrar a nadie cuando abrió Ana la puerta de mi despacho. Con botas, como hacía para mi hasta bien entrada la primavera. Además de las botas llevaba una falda a medio camino entre la minifalda y la falda normal, si es que existe una falda normal, y una camiseta de DKNY. Ya pronto guardaría las botas hasta el siguiente otoño. decir nada llegó hasta mi mesa y cruzó sus piernas apoyándose en esta. Yo la sonreí y ella me devolvió la sonrisa.
– Hola – dije
– Hola cariño – dijo ella
– ¿A que debo el placer?
– Me iba y he visto la luz – dijo Ana – ¿Habéis pensado en lo del gasto?
– Si cariño – dije yo – Pero hemos pensado que solo compraremos si se presenta una buena oportunidad. Si no ocurre pasaremos y pagaremos impuestos. Nos negamos a gastar por gastar.
– No os pido más – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Yo me levanté y la rodeé con mis brazos por la cintura.
– Estas muy sonriente - dije
– Me has llamado cariño – dijo
– Yo en eso nunca miento – dije aumentando mi sonrisa – Estas haciendo que empiece a quererte. Ahora ya eres fundamental en mi vida. No podría vivir sin ti y la empresa tampoco
– Exageras
– Claro que exagero – dije – Cuando uno empieza a admirar a una persona magnifica a esta.
– Bueno – dijo – Me lo apunto para una posible subida de sueldo
Yo me eché una buena risa pues sabía que bromeaba. Su sueldo, tras el de los socios, era el más alto de la empresa desde el año anterior, en 2003 fue igual al de Ángel, y en 2004 cobró lo mismo que María. Mientras manteníamos esa pequeña conversación ella había aumentado sus caricias a mi cuerpo. Tras sobarme bien por encima de la camisa volvió a apoyarse sobre la mesa de mi despacho y lentamente se quitó la camiseta que llevaba para mostrarme sus pechos solo tapados por su sujetador negro. Me acerqué a ella y la besé en la boca bajando rápido a besar la parte de sus senos que el sujetador dejaba visible. Ella se arrodillo delante mía y llevo su boca a mi polla aun con el pantalón puesto. Me tocó arriba y abajo y dio un par de besitos al pantalón. Tras esto me quitó el cinturón y me bajó el pantalón y calzoncillos llevando su boca a mi polla. Jugó con ella chupándola con su lengua por toda su longitud pasando a metérsela en la boca, pajearla y besar el capullo alternativamente. Tras un rato así se la metió todo lo que pudo y empezó una mamada frenética de unos cuantos minutos. Mientras me la chupaba me acariciaba lo huevos y las piernas. Yo no pude aguantar mucho mas. Necesitaba sentir mi polla dentro de ella. La levanté y tras morrearla con ella en brazos la apoyé sobre la mesa. Subí su falda a su cintura y dejé su coño junto al borde de la mesa tumbándola sobre esta. Yo de pie y ella en la mesa empecé a follara. Ella empezó a gemir mientras yo hacia bastante esfuerzo para penetrarla con violencia. Menos mal que a esa hora no quedaba nadie en la oficina pues, aunque estuvieran en otro ala, estaría oyéndola. Tras unos minutos así la bajé de la mesa y la hice recostar su pecho sobre esta para pasar a penetrarla desde atrás. Ella siguió gimiendo y yo aproveché esa posición para soltar su sujetador. Para poder follarla mejor la agarraba del culo. Pasaron solo unos segundos hasta que ella se corrió bastante estruendosamente. Yo aun no me había corrido y de la mano la llevé a una de las sillas de mi despacho donde me senté y, cuando estuvo ya recuperada, se puso sobre mi mirando hacia fuera. Agarró mi polla y la llevó a su conejo dejándose caer sobre esta. En un momento dado la agarré de sus muslos y la ayudé a subir y bajar incrementando el ritmo. Por alguna razón ese día aguantaba mas de lo normal y no iba a desaprovecharlo, aun recordaba cuando me la tiraba el día que la dejé a medias. Para las pocas veces que disfrutaba con mis amantes me fastidiaba no rendir un día. Si un día no rendía con Rocío al siguiente la daba doble ración. Con mis otras chicas no podía hacer eso. Eché su cuerpo hacia atrás y, girando su cabeza, la besé. Mientras nos besábamos manteníamos un ritmo de penetraciones mas lento. Tras unos cinco minutos de penetración mas ya si estaba para correrme. La levanté de mi y la hice sentarse de nuevo sobre mi polla pero esta vez mirando hacia mi. Con ella empalada y saltando como una loca mi orgasmo era inminente y el suyo no podía tardar mucho mas pues sus gemidos eran ya incontrolables. Un minuto o así después me corrí en su interior y mi tercer escupitajo de semen fue recibido por su propio orgasmo y el sensual masaje de su coño que exprimió mi polla un poquito mas. Con ella aun empalada nos besamos durante unos cinco minutos y ella se fue para su casa tras asearse. Yo también me asee pero aun me quede un rato en el despacho antes de irme a casa. Llegué a casa casi a las once y tras un rato con mi esposa, cenando solo pues ella ya había cenado, me fui a la cama. Allí arropé a mi hija un poco y la di un beso consiguiendo no despertarla.
El martes era el cumpleaños de mi hija con María aunque esa era una situación que solo sabíamos Rocío, Raquel, María y yo. Comí con María que no paraba de hablar de Elisa y yo la escuchaba encantado. Tras la comida trabajé un poco y luego, como unos días antes en el cumpleaños de Elena, me fui a buscar a Elisa al cole con María. Al llegar a la puerta del colegio ya nos esperaba Rocío con Sandra en el carrito. Tras recoger a las peques fuimos a casa de María donde ya estaba Mariely con la merienda lista para Elisa y un par de amigas. Estábamos hablando del problema de la babysitter cuando Mariely se nos quedó mirando.
– Mi hermana busca trabajo – dijo – Y tiene permiso de trabajo
Yo miré a Rocío.
– ¿Podría venir a una entrevista?
– ¡Claro! - dijo – Perdió su trabajo hace dos semanas cuidando a una niña. Sus jefes se fueron a Londres a trabajar.
– Yo el miércoles y el jueves no puedo – dije – Si puedes decirla que pase por nuestra casa el viernes te lo agradecería.
– Desde luego – dijo Mariely
La dimos la dirección exacta y el piso y seguimos disfrutando del cumpleaños de Elisa. Arturo y yo tomamos una cerveza mientras hablábamos de la empresa en la que el ahora trabajaba y de la que María y yo éramos accionistas. Ese jueves teníamos la reunión anual de esta y, aunque quedaríamos para comer el jueves, no estaba de más hablar un poco de ese tema. Las amigas de Elisa se fueron todas hacia las ocho cuando los padres llegaron a por ellas. Nosotros nos fuimos tras acostar a la cumpleañera y tras pasar un ratito en casa con mi esposa me fui a la cama pues al día siguiente tenía mucho que hacer en Toledo.
A las ocho ya estaba en el coche camino a Toledo donde, por culpa de atascos en Madrid, no llegué hasta casi las diez. Una vez allí aproveché para ver un par de tiendas gourmet que nos podían interesar para las empresas que dirigían Mike y Alberto. Invité a los dueños a que fueran a vernos a Madrid a comer un día y presentarlos nuestra empresa pero antes les mandaríamos a los directores comerciales de nuestras dos empresas para que conocieran nuestros productos. A la una ya había terminado mi labor comercial, algo que ya casi no hacía pero que cuando lo hacía me gustaba, y me fui al parador a tomar una coca cola viendo el perfil de Toledo. Allí había quedado con el primo de Rocío para comer. Ninguna de las tres primas pudo ir por trabajo o estudios. Estuve comiendo con el y hablando de nuestra vida como casados y mi vida como padre. Era un buen tío aunque solo le veía dos o tres veces al año. También hablamos de la boda de su hermana y a las cuatro me fui pues a las cinco tenía una charla organizada por la cámara de comercio. Allí tras la charla se acercaron la hermana de mi suegra y su hija mayor que habían ido a verme. Estuve un buen rato con ellas charlando durante el cocktail que ofrecía la cámara de comercio. Me hizo gracia que fuera la hermana de mi suegra y es que a la prima de Rocío le apetecía ver mi charla pues estudiaba empresariales pero le daba vergüenza ir a verme sola. A las nueve salí de vuelta a casa y poco después de las diez estaba aparcando. Le conté a mi mujer lo de su prima y esta no paró de reírse. Me dijo que al día siguiente la llamaría para echarla la bronca por ser tan vergonzosa. No muy tarde, a las once y cuarto o así, me fui a la cama.
El jueves trabajé intensamente durante la mañana y a la hora de comer lo hice con Arturo, María y el hermano de esta para preparar la reunión de la empresa de transporte en la que éramos socios María, su hermano y yo. Arturo y el hermano llevaron la voz cantante pues eran los que trabajaban allí y sabían la situación. Los números, según las últimas indicaciones, iban a ser buenos y ellos estaban contentos. También en mis empresas estábamos muy contentos con ellos. Iba a ser una reunión casi en piloto automático. Tras la comida nos fuimos a la reunión sin María que siempre era representada por su marido pues el estaba más en el día a día. Como era previsible no ocurrió nada especial, tomamos algunas decisiones en conjunto con ellos. Yo siempre votaba en bloque con Arturo y el hermano de María aunque nuestro voto era más bien testimonial pues ellos tenían mayoría. En todo caso solo en un tema menor votamos algo distinto que ellos y al final ellos retocaron un poco su propuesta para que fuera votada por unanimidad. No era necesario pero era de agradecer. En el 2004 la empresa facturó poco más de veintinueve millones de euros y tuvo unos beneficios de unos cuatro millones y medio. Nos repartimos un 10% de los beneficios y a María, a su hermano y a mi nos iban a tocar, tras impuestos, poco menos de catorce mil euros limpios a cada uno. La reunión acabó casi a las nueve y es que, a pesar de ir sin problemas, se tratan muchos temas para cubrir un año. Ya en casa cené con mi esposa, besé a mi hija que dormía, y me fui a la cama.
El viernes era un día muy importante. Tras el trabajo entrevistaríamos Rocío y yo a la hermana de Mariely para ver si podíamos confiar en ella el cuidado de nuestra hija. El día de trabajo fue normal y, tras comer con mi esposa en casa, la hermana de Mariely llegó a casa a las cinco puntualmente. Su nombre era Elizabeth y nos encantó. Llevaba un año con una niña de un año cuando los padres de esta se fueron a Londres como ya nos contó Mariely. La ofrecimos un trabajo con un horario raro pero bien remunerado. De lunes a jueves trabajaría de cuatro de la tarde a ocho de la noche, para recogerla de la guardería y esperar a que llegáramos y ayudarnos por la noche, y los viernes solo de siete y media a nueve de la mañana, para llevarla a la guardería, pues entrábamos antes a trabajar. En Julio y Agosto, cuando no estuviéramos de vacaciones, trabajaría de siete y media a nueve. Por tan pocas horas la pagaríamos un sueldo completo, de mil doscientos euros netos y dada de alta. Pero a cambio, algunos días, cuando Sandra no pudiera ir a la guardería, tendría que estar desde por la mañana hasta las ocho de la noche en casa. Aceptó inmediatamente y empezaría el lunes para hacerse a Sandra antes de que el miércoles Rocío volviera a trabajar. Una vez se fue nos quedamos hablando de ella muy contentos. Esa noche Rocío y yo no pudimos dejar de hacer el amor.
El sábado pasamos el día en casa de mis padres. Hacía un tiempo que no estábamos un día entero en familia. Mi madre iba al menos una vez a la semana a ver a mi hija a casa y mi padre alguna vez se escapaba para verla pero iban cuando yo estaba trabajando. Comimos en casa de ellos un guiso de cordero muy bueno y luego pasamos la tarde en su club paseando con la niña por las instalaciones. Lo malo de los chalets en La Moraleja es que no podías pasear como en nuestro barrio por la calle con la niña. O paseabas por tu patio o ibas a un club como el club del que mis padres eran socios. Volvimos a casa de mis padres a cenar mientras la niña dormía en su cuna. A las once dimos el pecho a la niña y nos fuimos para casa. Quedó dormida en el coche y pudimos subirla así a casa. Unos minutos después de llegar a casa Rocío y yo estábamos en la cama, abrazados y durmiendo.
El domingo fuimos a casa de María para celebrar el cumpleaños de Elisa. Llegamos los primero pero pronto llegaron también Raquel y su familia. Arturo y José Carlos estaban con Sandra, Juan, Elisa y Susana. Mientras Marta y Elena nos ayudaban a las chicas y a mi a preparar la comida. Cada poco tiempo cuando Marta y Elena estaban lejas ellas no paraban de decirme al oído cosas de mi hija Elisa. Lo hacían para que rabiara y lo consiguieron. Las dejé y me fui con los hombres al salón cogiendo a mi hija en brazos y jugando con ella. Miraba como Elisa y Susana jugaban y Juan mordía un peluche en su hamaca. Tenía mi hija en brazos, con dos niños míos en el suelo jugando y los que ejercían de padres estaban a mi lado, charlando conmigo y los consideraba amigos. Menos que sus mujeres pero amigos. A veces me sentía algo mal por ellos. Pronto llegaron Mike y Marga con Miguel y todo se mezclo mucho más sacándome de mi pequeña paranoia de ese día. Cuando llegaron Alberto y Celia y unos amigos de Arturo y María empezamos a comer. Con los familiares cercanos ya lo habían celebrado el sábado. Fue una comida muy divertida y los niños ayudaron a ello. A eso de las nueve nos fuimos para casa. Al llegar llevé a la niña dormida a la cuna y cuando volví al salón hice el amor a mi mujer en el sofá. Tanto hablar de mis hijos y tenerlos delante me había puesto bastante cachondo.
04. Semana del 23 al 29 de Mayo
El lunes Raquel y yo teníamos un desayuno de trabajo con una empresa de un amigo. No había muchas sinergias entre ambas empresas pero siempre venía bien mantener el contacto. La oficina de esa empresa estaba cerca de la casa de Raquel y esta insistió, ya en el coche, para que fuéramos un rato por su casa a jugar.
– ¿A jugar? ¿No prefieres echar un polvo? - dije
– ¡Que tonto eres! - dijo
Ella conducía su Audi A3 camino a su casa y yo puse mi mano en su pierna acariciándola. Hablamos de cosas de la empresa mientras llegábamos a su casa pero una vez que entramos en esta Raquel se tiró a mis brazos y me beso.
– ¿Y tu asistenta? - dije de repente
– El lunes solo viene por la tarde – dijo
Más tranquilo ya la besé con pasión. No tardamos nada en ir a su sofá y echar un polvo bastante rutinario pero agradable. Tras este nos fuimos al despacho a trabajar y no muy tarde me fui para casa a ver que tal todo con Elizabeth. Estuve pendiente de ella y me dio buen rollo. Cuando se fue Rocío me confirmó que la gustaba y eso me tranquilizó mucho. Esa noche hice el amor con Rocío tras una noche charlando sobre la peque y el futuro ahora que ella volvía al trabajo.
El martes tras trabajar llegué a casa y estaba Elizabeth con mi esposa e hija. Yo llegué con un ramo de rosas rojas.
– Feliz aniversario – cariño
Rocío sonrió y me dio un beso. Le dio las rosas a Elizabeth para que las pusiera en agua y la dimos el resto de la tarde libre para poder disfrutar de nuestro aniversario en pareja. A las nueve sonó el timbre y llegó Diana para quedarse con la niña y tras ducharse nos fuimos a cenar. No obstante volvimos pronto pues al día siguiente Rocío volvía al trabajo.
Rocío y yo nos levantamos a las siete y cuarto. Mientras ella se duchaba yo preparaba el desayuno para ambos. Está sería nuestra nueva rutina. Se acabó para mi el levantarme casi una hora después que mi esposa. Tras su ducha entre yo a darme la mía y tras dar buena cuenta del desayuno nos repartimos la tarea de preparar a la niña. Ella entraba en el banco entre ocho y media y nueve y yo solía entrar en la oficina entre nueve y nueve y media. Así decidimos que exceptuando cuando yo no pudiera el que llevaría a la niña a la guardería sería yo. A las ocho y cuarto Rocío se despidió de su hija, la costo, y me la llevé en coche a la guardería. Estaba solo a cinco manzanas de casa pero ir con ella en el carrito y luego volver para coger el coche e ir a la oficina no parecía lo más rápido. Estuve algo nervioso en el trabajo todo el día pensando en mi hija en la guardería. Llamé a Elizabeth y la dije que quedaba con ella en casa a las cuatro y media para ir a por la niña. Así comí en la oficina y me fui a las cuatro para estar a las cuatro y media a por Sandra. Fuimos Elizabeth y yo aunque dejé que ella la metiera en el carro y la llevara. Al fin y al cabo era su trabajo y se tenía que hacer a ello. Nos dijeron que para ser su primer día se portó muy bien y eso me hizo estar orgulloso de mi hija. Es una tontería pero bueno, así somos los humanos. A las siete llegó a casa Rocío tras su primer día. Generalmente solía llegar a casa, si no tenía comité, hacia las seis y media pero si se complicaba algo podía llegar más tarde. Elizabeth nos ayudó a preparar el baño y tras este Rocío dio a la pequeña su única toma de pecho, el resto de las comidas eran ya biberones y pronto empezaría con la papilla. Tras la toma llevamos a la niña y la cama y despedimos a Elizabeth. Rocío y yo cenamos hablando de nuestros días y pronto nos fuimos a la cama.
Era el segundo día de guardería de Sandra y ya estábamos cambiando el planning diario. Ese día yo me levanté algo antes y a las siete y media tras besar a mi esposa e hija me cogí un taxi para ir al aeropuerto pues tenía un evento en la Fira de Valencia de la cámara de comercio de esta. Fue un evento interesante y acabo pronto como estaba previsto. Eso me permitió coger el vuelo de las seies a Madrid y llegar a casa hacia las siete y media para estar un ratito con mi hija antes de que esta se fuera a la cama. Cuando la metimos a dormir Rocío y yo cenamos, hablamos, nos besamos y acabamos haciendo el amor en el sofá.
El viernes de nuevo cambiaba nuestra mañana. A las seis y media nos levantamos y a las siete llegó Elizabeth para estar con la niña y llevarla a la guardería a las nueve de la mañana. Toda la mañana estuve tratando con Esther y Marga la apertura de nuestra nueva zapatería el viernes siguiente. A la hora de comer vino Rocío a nuestra oficina y compartimos restaurante con Raquel y María. Tras comer fuimos a casa a por las maletas y luego a la guardería para recoger a Sandra e ir con ella a casa de mis padres a pasar el fin de semana. Llegamos a casa de estos hacia las seis y pasamos toda la tarde y noche charlando con la niña como protagonista. Tanto cuando estaba con nosotros como cuando dormía.
El sábado fuimos con la niña al club del que mis padres eran socios. Mariano y yo jugamos un partido de golf con un cliente de Mariano y el hijo de este. Este hombre gestionaba veinte tiendas de moda multimarca de lujo por toda España. Mientras Rocío y Manuela pasaban ratos paseando con la niña y otros ratos con ella en la casa club. Cuando terminamos el partido y fuimos al restaurante de la casa club a comer se nos acercaron unos amigos de mis padres para ver a la pequeña y hablar conmigo y Rocío. Fue una conversación agradable. Una vez se fueron Rocío me dijo que de las diez personas que se habían acercado eran los únicos que ella conocía por nombre. Que al resto si acaso de vista por el club. Tras la comida paseamos todos un rato juntos pero pronto nos fuimos a casa para que Sandra se echara una siesta. Mientra Sandra dormía nosotros hablábamos de todo un poco. Luego cenamos ya con la niña despierta, mientras ella también cenaba y una vez esta volvió a la cama pasamos a charlar de nuevo con una copa. Mis padres parecían muy interesados que planes teníamos de futuro. Cuantos hijos queríamos tener y esas cosas. Salió el tema de la casa y Mariano y Manuela dieron la razón a Rocío. Según ellos no era necesario pero como podíamos permitírnoslo deberíamos buscar una casa más grande. Aunque ambos dijeron que debíamos decidir antes cuantos niños queríamos para no estar cambiando de casa cada dos por tres. Al ir a la cama me abracé a Rocío y quedé dormido. En el fondo hablar de más hijos con Rocío era algo que me había gustado.
El domingo estuvimos con mis padres hasta algo después de comer y luego nos fuimos a casa para descansar. Fue una tarde tranquila en familia. Los papis y la niña sin nada especial. Dimos un pequeño paseo con la niña y la metimos en la cama a las nueve, cenamos e hicimos el amor antes de dormir.
05. Semana del 30 de Mayo al 5 de Junio
El lunes volví a la rutina de llevar a Sandra a la guardería. Tras dejarla en la oficina dediqué mi tiempo a ayudar a Marga y a Esther y a preparar el curso que, el martes y jueves, impartía en el masters que estudió unos años atrás Rocío. Al final el día se me complicó y apenas llegué a casa a las ocho de la noche. A tiempo para estar un ratito con mi hija antes de que esta se fuera a dormir. Un tiempo que me pareció precioso pues al día siguiente no la vería por la noche. Cené con Rocío y acabamos haciendo el amor en el sofá. Dos veces. Una por delante y otra por detrás. No se como no despertamos a la niña pues ambos hicimos bastante ruido.
El martes dejé a la niña en la guardería y me fui a uno de esos días largos. Toda la mañana con Marga y Esther trabajando duro en nuestra siguiente apertura antes de ir, tras la comida, a dar el curso al masters. Como era ya casi costumbre se acercaron a mi los trabajadores del banco de Rocío. Por primera vez desde que impartía el curso eran más hombres, cuatro, que mujeres, dos. Tres de ellos trabajaban en la centra, dos chicos y una chica, y la otra chica trabajaba con Laura. Uno de los chicos trabajaba directamente en el equipo de Rocío aunque a todos parecía quedarles claro que, como quería Antonio, Rocío tenía status de subdirectora. Eran todos bastante majos. Llegué a casa hacia las once menos cuarto, cene algo rápido y me fui a la cama.
El miércoles fue parecido al lunes solo que conseguí llegar a casa a las siete para estar un rato más con mi hija.
El jueves fue como el martes pero más intensivo. Como el viernes estrenábamos la tienda nueva de zapatos estábamos con los últimos preparativos y, hasta que me tocó ir al masters, yo estuve trabajando a lo loco. A media mañana me llamó Manuela para contarme que Carmelo, el primo de mi ex Lucía y ahora casi primo mío, había sido padre. Era una niña de nombre Ana, como la esposa de Carmelo. Le llamé para felicitarle y se lo conté a Rocío para que hiciera lo propio. Cuando llegué a casa casi a las once estaba rendido y tras besar a mi esposa, sin cenar, me fui a la cama.
El viernes vino Elizabeth para llevar a la niña al cole y yo, en vez de ir a la oficina, me fui a la tienda para estar en el momento de la inauguración de esta. Una vez abrió a las diez sin problema me fui a la oficina y atendí todo aquello que había quedado pendiente esa semana pues no había tenido mucho tiempo entre unas cosas y otras. A la hora de comer me fui a casa con mi esposa y luego fuimos a por la niña a la guardería. Desde esta fuimos directos a la tienda donde habíamos quedado con nuestros amigos. Estuvimos poco tiempo pues el sábado era el bautizo de Jorge, el hijo del hermano, y Rocío era la madrina.
A las once del sábado estábamos en casa del hermano de Rocío para desde allí ir andando a la parroquia en la que se celebraría el bautizo del pequeño Jorge. Tras el bautizo que fue muy corto fuimos todos invitados a una buena comida en un restaurante asador bastante bueno. Lo pasamos muy bien. Como empezaba a ser costumbre en mi, nuestro regalo fue una cuenta corriente para el niño con, en este caso, tres mil euros.
– Es mucho – dijo Jorge
– Somos sus tíos, para nosotros no es tanto y Rocío es la madrina – dije yo
– Sigue siendo mucho
Yo me eché a reír para quitarle hierro al asunto y seguí en la fiesta con la familia. Tras el restaurante fuimos a casa del hermano y no llegamos a casa hasta las diez con la niña de evidente mala leche. Y es que la pobre apenas había dormido en todo el día. La metimos en la cama nada más llegar y tardo cero segundos en caer dormida.
El domingo Rocío y yo pasamos la mañana tranquilamente junto a nuestra hija. Tras comer vestimos a la peque y nos fuimos a ver a Ana, la hija de mi falso primo Carmelo. Estaban en un hospital de Aravaca y no tardamos mucho en llegar. Cuando lo hicimos ya esperaban mis padres. La niña era un poco más pequeña que Sandra al nacer pero más o menos parecida. Estuvimos con ellos poco más de una hora y cuando se empezó a llenar de gente nos fuimos. Me gustó que Sandra conociera a sus primos. Yo no tenía hermanos ni mis padres biológicos tenían hermanos. Así, de mi lado, lo más parecido a una familia que tenía eran los primos falsos del lado de mis nuevos padres. Esa noche cuando a las nueve acostamos a la niña Rocío y yo nos pusimos muy cariñosos en el sofá. Ella para visitar a la niña en el hospital había ido bastante veraniega e informal pero a la vez con ese toque de buen vestir que siempre llevaba Rocío. Yo era, y soy, muy poco amigo del chándal para todo lo que no sea deporte pero ella quizás fuera capaz de llevarlo con gracia. El caso es que fue con una falda de color blanco muy veraniega con algo de vuelo y muchos pliegues. Acompañaba la falda con una camiseta de color rosa palo. En sus hombros llevó una rebeca muy fina por si el aire del hospital estaba muy frío. La rebeca ya estaba colgada en su armario desde que habíamos llegado a casa. En sus pies unas sandalias con tiras doradas de una marca de lujo italiana que representaba nuestra empresa de importación de calzado. No parábamos quietos jugueteando y acabó sobre mi. Yo levantaba un poco mi pelvis para acercarme a ella y cuando me volvía a sentar con ella encima Rocío movía su cuerpo de manera circular. Sus manos al rato se aventuraron hacia mi cinturón y empezó a desabrocharlo. Yo aproveché para empezar a acariciar sus muslos por dentro de la falda acercándome a su coñito. Lo hacía lentamente y cuando ya estaba a unos pocos centímetros me hizo sacar la mano para, con ambas apoyadas en el sofá levantar el culo un poco y que pudiera sacar el pantalón. Ella a si mismo se levantó ligeramente para que mis pantalones pasaran la barrera que ella suponía. Una vez mis vaqueros pasaron de mis rodillas y empezaron a notar la fuerza de la gravedad ella volvió a apoyar su cuerpo sobre el mio. Lanzó sus pechos, aun bastante más grandes de lo habitual por la lactancia, sobre el mio y me beso intensamente mientras volvía a agarrarme del pelo. Ante esta situación no tenía otra opción sino que volver a mi juego, acercarme al coñito lenta pero constantemente. Seguimos con ese juego hasta la mitad de camino. En ese momento ella soltó mis cabellos y empezó a subirme el polo que llevaba para sacármelo. Cuando llego el polo a mi cabeza dejo el beso, se echó hacia atrás, tiró del polo y lo lanzó hacia la mesa que estaba detrás nuestra. Yo mientras mantenía mis manos entre sus maravillosas piernas. Se echó hacia atrás haciendo que mi mano perdiera la mitad del territorio ganado y se quitó su camiseta y, rápidamente, un precioso sujetador blanco. No especialmente sexy pero si muy elegante. Olvidé volver a besarla en la boca, besar sus pechos en esos momentos me parecía mucho mas apropiado. Aunque pronto di marcha atrás, me pareció estar invadiendo terreno de mi hija. Mientras lo hacía mantuve mi mano en su posición de ataque pero no seguí entrando mas allá hacia su coñito. Volví a su boca para besarla y tras un rato me empujó contra el sofá y empezó a lamer y besar mi pecho. En ese momento volví a mi ataque a sus partes íntimas logrando tocar una tanguita de un tejido muy suave. Mientras acariciaba alrededor del tanga llevé mi boca a la suya. El beso siguió con mi mano en su tesoro metiendo, con gran lentitud, un dedo en su cueva. Su respiración empezó a acelerarse. Se levantó de mi, se arrodillo en el suelo y empezó una dulce mamada. Una vez mi polla estuvo totalmente erecta ella se volvió a levantar, se enrollo su falda en su cintura y puso ambas piernas alrededor de las mías enfocando mi pene hacia su cueva, apartando para ello el tanga. Una vez con mi polla en su coñito empezó a dejarse caer. Poco a poco mi polla penetró su cuerpo y empezamos un dulce vaivén. Llevábamos el ritmo a la perfección. Nuestra sincronía era perfecta. En la cama (o en el sofá como en este caso) y fuera de ella. Seguimos durante casi diez minutos con ella cabalgándome cuando ambos dijimos que estábamos cerca. Aguanté como pude y cuando noté que ella empezaba a correrse me corrí en ella. Tras el clímax se desplomó sobre mi. Nos mantuvimos en esa posición durante quince minutos y poco a poco nos fuimos espabilando entre besos. Tras unos pocos besos decidimos dar el día por terminado e irnos a la cama.