Mi historia 5

Una vez que inicia ya no puede frenarse.

Decidí acercarme y abrir, ya que la forma en que tocaban era alarmante… Para mi entera sorpresa era Karen, acompañada de Fernando que al parecer estaba aún más preocupado que yo.

Me miro, vio a Antonella y me abrazo con efusividad. Yo me quede con los brazos inmóviles y los ojos como platos.

Karen: Que lindo, lugar. Lograste lo que siempre me decías, estamos preparadas para una vida juntas.

Yo: Como? Una vida juntas? Repetía lentamente lo que acababa de decir, me parecía ilógico que luego de dos años desaparecida volviera como si nada, justo cuando mis sentimientos hacia ella estaban muertos.

Antonella estaba tan confundida como yo y salió hecha una furia de mi casa, cerro tan fuerte la puerta que pensé debía cambiarla por si la había dañado. Nos quedamos todos en silencio y no me había fijado en que Karen había soltado su gran maleta en medio de mi sala.

Fernando: Le dije que no subiera, que tú ya eras feliz con alguien más… Pero bien sabes cómo es esta mujer. Con gesto de fastidio la señalaba a la vez que agarraba la maleta para sacarla al corredor, Karen empezó a forcejear con Fernando por la maleta y aunque aquello me daba risa no podía permitir ni un minuto más de ese escándalo.

Yo: Vamos a ver Karen, tú no puedes aparecerte luego de años como si el tiempo por aquí se detiene, además hace tiempo que tu no me causas pero ni un mal recuerdo. Te agradezco mucho los momentos vividos, pero es tu tiempo de aceptar que esto ya paso. No puedes venir aquí y meter tus cosas en mi casa, simplemente no puedes. Trataba de sonar razonable, pero verlos pelear era muy divertido, tanto que tuve que meterme en medio de los dos agarrar la maleta y tirarla de una vez al ascensor.

Karen: Sé que he tardado un poco, pero te amo y necesitamos hacerlo, necesitamos amarnos como siempre Emily, por favor. Note que iba a llorar y ver una mujer en esa situación me pone los cabellos de punta.

Yo: Hagamos algo, ve a tu hotel. Arréglate y piensa bien las cosas, te invito a comer y así ponemos los puntos claros. Sabes que no me gusta que llores y mucho menos vengas y hagas estos numeritos. Quedamos donde siempre, no tardes.

Ella pareció entenderlo y respire con más tranquilidad. Tan pronto como llego, se fue. Mi vida en tan solo unas semanas había tomado un rumbo diferente. Pasaba de noches interminables de fiestas, mujeres y sexo ah tener que resolver problemas de amores pasados, conflictos emocionales por un padre ausente que ahora supuestamente veía mi vida en secreto y a caer en el gran problema de sentir cosas que nunca antes sentí por una mujer que aún no tenía idea de donde había salido.

Ahora sí que estaba en dificultades, acudir a una cena con Karen era para ponerse nervioso. Es una mujer rubia, alta, con pecas, con manos delicadas. Aún puedo recordar la forma en que nos besábamos y hacíamos el amor… Pero nada podría compararse con lo que hace pocos minutos acababa de suceder en mi sala, en ese pequeño espacio donde empezaba a sentirse que el mundo colapsaría.

Debía hablar con Antonella, pero intentarlo en ese momento era completamente absurdo. Luego de la cena, tendría toda la noche para explicarle la llegada de Karen y su afán por querer volver a mi vida.

Fer: Tierra llamando a Emily, alguien puede responder? Parecía un idiota utilizando un pan como un radio imaginario.

Yo: Aquí estoy pendejo, como puedes jugar con el pan… Eso es sagrado, dámelo. Se lo arranque de las manos y le di un mordisco gigante. Él era tonto, pero hacía unos emparedados que provocaban besarlo. Este era de atún, pimentón cocido y tomates pequeños. Sin duda no sé cómo podría amarlo más.

Fer: Dame, que tengo hambre loca. Subí todas las escaleras porque la enferma de Karen acaparo el ascensor.

Yo: Gracias Fer, pero en qué momento hiciste ese pan si no llevas aquí ni 20 minutos.

Fer: Magia mamita, cosa que tú no tienes en la cocina, solo en medio de las piernas al parecer.

Yo: Desearía no tenerla, me preocupa que Karen quiera hacer algo estúpido. Sabes cómo se puso cuando terminamos por Skype y es peligrosa para Antonella ya que ella seguramente le dará clases.

Fer: Tú no te preocupes ahora por eso, ve a la bendita cena con la loca esa que de cuidar a Antonella me encargo yo, claro que todo el paquete te saldrá costoso mi niña. Era un peligro que Fernando me ayudara tanto, luego me cobraría con creces, pero seguramente era gastar una pequeña parte de mi dinero en él… Amaba los helados, los chocolates y las gomitas, sin dudas era una bebé pequeña en pleno ciclo menstrual.

Me arregle tan rápido como pude, era un sitio medio formal y debía estar a la altura. En su momento Karen me enamoro profundamente, llevábamos una relación envidiable llena de locuras, sexo y muchas aventuras. Luego de un tiempo sus planes de irse del país se vieron reforzados por la situación que atravesaba su padre y todos incluyendo a Karen decidieron irse un buen tiempo. Al inicio me dolía mucho estar sin ella, cuando te acostumbras a alguien se te hace complicado reponerte tan pronto, pero al pasar el tiempo note que no era amor… Lo que ella y yo teníamos era una fuerte conexión que fuimos solidificando con momentos muy buenos juntas.

Fernando era un pica flor que estuvo enamorado de un millonario muy guapo que hasta un carro le regalo y era momento de sacar provecho ya que no sabía manejar ni una bicicleta. Por ende, el auto siempre estaba a mi disposición en cualquier momento.

Maneje por las calles con mucha calma, sabia a lo que me enfrentaba y estaba consciente que debía frenarme a cualquier propuesta indecente que sugiriera Karen, además en todo momento pensaba en Antonella, en sus suaves labios, en sus manos puestas en mi cabeza, en lo sensible que era a mi agarre. Algo extraño sucedía cada vez que la pensaba y me empezaba a preocupar por el descontrol tan grande que me generaba cuando estaba cerca.

Me hubiese encantado conocerla hace un buen tiempo, quizás ahora nuestra relación estaría realizada, con estos pensamientos el camino se me hizo corto. Al llegar al sitio, me fije en todas las personas que estaban ahí, seguía siendo un lugar cálido y lleno de clase, pero los colores habían cambiado, no era el mismo sitio al que Karen y yo asistíamos con frecuencia. Me mire un poco en el gran espejo que había en el recibidor y entendí bastante bien porque las personas volteaban a mirarme, llevaba un vestido negro pegado al cuerpo con un poco de vuelo en las piernas, unas zapatillas altas y mi cabello estaba como siempre, liso ondulado listo para sacarle fotos y publicarlo en revistas de belleza. Mi cara maquillada sin ser recargada era mi atractivo más fuerte, mis grandes ojos se veían aún mejor después de ese lápiz negro que Fernando se empeñó en colocarme.

Yo: Buenas noches, tengo una cita esperándome. Le decía con amabilidad al recepcionista.

Recepcionista: Buenas noches, podría decirme el nombre de su acompañante. Sus ojos eran unos rayos equis a mi cuerpo, pero no me causaba molestia, yo estaba acostumbrada a ese tipo de miradas y las sabía esquivar con educación.

Yo: Karen Torquiani, ya debe haber llegado.

Recepcionista: Si, está esperándola en la mesa 15. Le indico el lugar? Su deseo de tocarme no podía disimularlo y opte por negar con la cabeza.

Yo: Muchas gracias, pero conozco el restaurant de memoria.

Con pasos decididos me encamine al encuentro más incómodo. Ahí estaba Karen, con una sonrisa tierna acompañada de un vestido rosa muy bonito, era una mujer guapa y yo estaba consciente de ello. Me senté justo frente a ella y nos observamos un poco, sin duda no era el tipo de energía que teníamos hace años, ella era una completa desconocida para mí y no tenía el mínimo deseo de conocerla. Por un momento la idea de cenar juntas me pareció ridícula.

Karen: Estas preciosa, estos años te han ido de maravilla.

Yo: Lo mismo digo, Karen. Estas muy bonita, pero creo que no hemos venido a halagarnos. Si te invite a este lugar público y justo al mismo donde estando juntas comimos más de mil veces es para colocarle fin de forma definitiva  a todo. Vivimos momentos hermosos, pero es hora de seguir con nuestras vidas, nos merecemos intentarlo con alguien más.

Karen: Entiendo que ya no quieras tener una relación conmigo y que estos años hayan sido el punto de quiebre, pero no puedo evitar amarte. Necesito que al menos me brindes tu amistad que propongo de mi parte no abusar de ella en lo absoluto.

Yo: Me parece que ese tiempo por España te dio la madurez suficiente para aceptar las cosas que no puedes controlar. Asomo una sonrisa y de esta forma ambas empezábamos a relajarnos.

Extrañaba hablar con ella, poder tener la confianza de decirle lo que sea y que ella lo tomara justo de la manera en que yo quería que lo hiciera. Al cabo de un rato el camarero tomo nuestras órdenes y al instante parecíamos par de amigas compartiendo un poco de pasado juntas. La noche se hacía cómoda y por razones que aun no entiendo ella saco el tema a relucir.

Karen: Estas enamorada verdad? De la nueva profesora… Sentía un poco de tristeza en sus palabras, pero también ese deseo de chismorreo a flor de piel.

Yo: Es complicado Karen, no es que la ame, pero me siento rara cuando compartimos el mismo espacio. Es como si ya la conociera, como si ya hubiésemos estado juntas, siento que me conoce a profundidad.

Karen: Entonces empieza a sentirte rara porque ahí viene bien acompañada.

Mi sorpresa fue gigantesca al voltear y encontrarme con una Antonella sacada de una película de “El diablo viste a la moda” donde ella era la protagonista, su vestido de flores le quedaba como anillo al dedo, ese cabello que le caía por los hombros me invitaba a tocarlo y sus labios rojos me mataban de deseo. Conecto la mirada conmigo y sus ojos claros pasaron a ser oscuros, oscuros por los celos quizás.

Paso por mi mesa sujetando fuertemente el brazo de un hombre alto, apuesto y bañado de perfume, asumí que era su cita. Recorrí con curiosidad su caminar hasta que se encontró con Alexis y una mujer de unos 40 y tantos, al parecer era una doble cita. Me moví en mi silla un poco incomoda por lo que estaba presenciando.

Karen: Deberías ir hasta allá y dejarle claro que somos amigas y nada más.

Yo: Debería, pero tú y yo sabemos muy bien que no soy de las que dejan el orgullo a un lado. Ahora vengo, voy al baño a refrescarme un poco. Karen sabía que iba a echarme agua en la nuca, era mi manera de calmar los nervios, la ira y las ganas de agarrarla darle unos cuantos besos cargados de esta amargura que me daba mirarla con otro.

Entre al baño y abrí el chorro, busque una toalla y cuando empezaba a mojarla apareció sin previo aviso Antonella.

Antonella: Ahora me vas a negar que tienes algo con ella, que es tu novia.

Yo: Ahora tú me vas a negar que  tienes algo con ese tipo que te venía acompañando. Vamos Antonella, si tu no querías arriesgarte con alguien como yo, solo tenías que decírmelo. Además tienes una conversación pendiente conmigo o me vas a negar que ibas a decirme algo muy importante hoy… Ella miraba angustiada hacía sus manos.

Antonella: Se supone que tu no deberías estar aquí, si he venido para acá es por ti, solo por ti Emily.

Yo: Ah solo por mí? Si así fuera me hubieses invitado a tu cena tan importante. Para que te quede claro, Karen y yo somos amigas, pero eso ya no te importa… Como tampoco te importa esto…

La acorrale contra la puerta, pase seguro y me lance a sus labios, la bese con rabia, con deseo, con pasión, era una cantidad de sentimientos que me abrumaban. Al inicio no respondía, pero cuando pase mi mano por su pierna dio un brinquito que le activo los sentidos. Me sujeto con fuerza el trasero y me pego a su entrepierna, que gusto era tenerla así… Ardíamos de deseo, me pasaba la lengua sin ningún reparo por el cuello y yo no dejaba de tocarle las piernas hasta sentir su fino hilo, ese hilo que deseaba romper… Sin más espera subí uno de sus  pies hasta mi hombro, le bese con malicia desde la pantorrilla hasta la entrada de las caderas, mi idea era que muriera de placer que suplicara por mí.

Antonella: Para, para que sino no podré detenerme Emily.  Por favor, ya no aguanto.

Yo: Tranquila mi amor, solo serán unos segundos.

Subí hasta encontrarme de nuevo con sus ojos, volví a besarla y con mucha precisión rompí su hijo, ella se sobresaltó, pero cedió a la pasión. Fui buscando lentamente su vagina que estaba sin un vello, pase levemente mi dedo corazón por su clítoris y para mi sorpresa estaba incluso más húmeda que yo. Gimió al sentir mi mano moviéndose en su vagina, al sentir mi dedo rozándole con suavidad su hermoso botón de placer, la besaba mientras ella se aferraba con fuerza a mi trasero, mientras ella no paraba de comerme la boca. Seguí masajeando toda su vagina y cuando el ritmo ya era demasiado intenso, la penetre… La penetre con dos dedos, tan fuerte, tan a fondo que me recibió con mucho agrado, abrió sus piernas y me acogió con todo el placer del universo. Sus ojos eran intensos y apenas hice presión para enterrarme más en su interior… Exploto de placer…

Salí de su vagina con calma, sintiendo como sus paredes se cerraban en mis dedos. La bese con mucho amor, con gratitud, con dolor quizás y metí su hilo en mi bolsito. Me aleje un poco de ella, se quitó de la puerta y apenas se miró unos segundos al espejo.

Antonella: Gracias.

Fue lo único que pudo decir, no espere a que siguiera hablando y salí del baño con los sentidos a mil y mi cuerpo deseoso por recibir atenciones.

Volví a mi mesa, no sin antes notar la risa que le salió a Karen apenas me vio.

Karen: Han venido de la mesa de tu amada y solicitaron nuestra compañía, la cosa se pondrá buena Emily, no te preocupes que sabes nuestra palabra clave por si quieres irte. Se levantó, sujeto mi brazo con autoridad y emprendimos camino a la mesa de Alexis.

Yo: Buenas noches, hemos sido llamadas a esta mesa. La mujer que estaba al lado de Alexis me sonrío con familiaridad, Alexis sin embargo puso cara de fastidio y el hombre guapo alto que acompañaba a Antonella se puso de pie para darme la mano y presentarse.

Hombre alto: Buenas noches Emily, me llamo Antonio Bracamonte… Soy el abogado de tu difunto padre Giberto, sé que te parece un poco extraño que te llamáramos a la mesa y no es sitio para reunirnos, pero creo que ya es hora de ponerte al día.

Ahora entendía, aquella era una cita de negocios donde hablarían sobre mi padre y estaba dispuesta a oír atentamente todo lo que tenían que decirme.

Yo: Excelente Antonio, ya es hora de saber la verdad sobre este asuntico que me tiene un poco curiosa, después de todo es mi padre del que tanto hablan.

Nos sentamos en la mesa y yo quede justo al lado de la silla vacía de Antonella, persona que no había hecho acto de presencia desde que habíamos tenido ese grato encuentro en el baño, deshice esos pensamientos de mi mente y coloque todos mis sentidos en esa conversación.

Antonio: Sabes que tu padre era pintor. Él estuvo trabajando para el señor Alexis un tiempo, tiempo en el cual hizo más de 10 pinturas las cuales están en posesión de Antonella, ya creo que se conocen ella es tu hermanastra o al menos lo fue hasta que tu padre murió. Él hablaba y yo volvía a perder el hilo de la conversación hasta que Antonella hizo acto de presencia. Se sentó a mi lado y miro a todos con pena, como tratando de ocultar un gran secreto y yo sabía a cuál secreto se refería.

Yo: Si, hemos tenido el gusto de conocernos y aparte de todo es mi vecina. Continúe por favor señor Antonio. Miraba con complicidad a Antonella y ella me sonrío con seguridad.

Antonio: Como seguía diciendo, su padre trabajo para Alexis y necesitamos que usted firme los documentos donde se libera la continua remuneración económica por colocar las pinturas en exposiciones, eso sí debiendo antes venderlas y pagar la totalidad de la inversión que hizo el señor Alexis para que su padre pudiera pintar.

Yo: Es necesario vender todas las pinturas para pagarle a Alexis?

Antonio: Dependiendo de cuanto estarían dispuestos a pagar por cada una de ellas. La suma total de la deuda es de 5 mil euros. Recurrimos a Antonella para que se comunicara con usted y le hiciera saber esta decisión, pero creo que usted ha estado malinterpretando un poco todo el asunto.

Yo: Por supuesto que lo he malinterpretado, llegan a mi vida una serie de desconocidos y me piden firmar cosas que no sabía que existían y mucho menos estaba consciente de que mi padre tenía tantos cuadros, puede usted entender mi confusión señor Antonio.

La mujer sentada al lado de Alexis se levantó, me extendió la mano y me dijo: Yo me llamo Aleida y soy la madre de Antonella, estuve casada mucho tiempo con tu papá y siempre supimos sobre ti, lo que hago es simplemente obedecer su último deseo el cual es que tú te quedes con todo su dinero y sus bienes, le pedí a Antonella que se acercara a ti ya que tenía ganas de conocerte y de esa forma hacer las cosas más cómodas para ti…

Yo: Encantada señora Aleida, de verdad que es todo un placer… No tengo necesidad de tener ni siquiera una aguja de Gilberto, con dinero no va a reparar todos los años que pase sin verlo y mucho menos lo traerán de vuelta de la tumba. Firmare lo que deba firmar, pero le agradezco que tanto usted como su hija se queden con absolutamente todo.

Aleida: Es un testamento Emily, donde solo tu figuras… Yo tengo mi parte por haber estado casada con él, pero tú tienes que recibirlo es su último deseo al dejar este mundo. Firma los documentos, luego de leerlos y permite que por lo menos él descanse en paz. Cuando tengamos tiempo nos pondremos al día con lo demás.

Yo: Por ahora me apetece comer, así que si me disculpan orden y con calma en mi casa revisare y firmare los documentos.

Todos estuvieron de acuerdo con mi sugerencia que fue más una orden. Veía como Antonella y la señora Aleida se miraban, sentía mucha paz en esa mesa a pesar de la presencia del imbécil de Alexis. Hablamos de las obras de mi padre, de sus mejores pinturas, de cómo nos conocimos Antonella y yo, del incendio que iba a provocar en el edificio, de quien era Karen y por primera vez en mucho tiempo me sentía bien, me sentía feliz aunque me hacía falta Fernando y su sin fin de mariscuras.  Mientras nos sumergíamos en la conversación y la comida, decidí jugar un poco.

Baje mi mano y como Antonella se encontraba a mi izquierda se me hacía fácil comer mientras le acariciaba la parte interna de la pierna, ella suspiraba de placer y me retiro la mano con suavidad, pero no estaba dispuesta a dejar de sentirla. Volví a acariciar su pierna y subir hasta la entrada de su vagina esperando que ella abriera las piernas para rozarla un poco. Como por arte de magia me permitió tocarla, recordé que llevaba su hilo en mi cartera, su diminuto hilo y me retorcí de placer en mi silla.

Apena mis dedos la tocaron suspiro tan profundamente que todos voltearon a verla, desvíe la atención comentando sobre el vino y lo exquisito que era en esta época del año un sabor tan seco. Volvieron a sus conversaciones que incluso hasta Karen estaba fascinada con la cómoda situación y de nuevo estaba masajeando con buen ritmo el clítoris de Antonella, estaba hinchado, húmedo y deseoso de otro orgasmo… Ella quería llegar a ese punto, relajo sus piernas y se movió para darme paso, para permitir que la volviera a penetrar, pero no, no quería que llegara de nuevo, no así. Saque la mano de su sexy vagina y continúe comiendo.

Yo: Ha estado realmente exquisita la cena de hoy, voy a pensarme lo que ustedes me han mencionado, sino les importa debo ir a casa, es realmente tarde y tanto Antonella como yo tenemos que despertar temprano. Antonella, te apetece que te lleve a casa? El señor Antonio me extendió un sobre y prometí leerlo cuando mi cuerpo estuviera en calma con mi mente.

Antonella: Ehh, no. Claro, si llévame. Estaba ida y yo sabía lo que deseaba.

Nos despedimos, no sin antes darle las gracias al señor Antonio y a la señora Aleida por la cena tan amena. Abrace con mucho cariño a Karen.

Yo: Gracias por entenderlo, te extrañe mucho. Espero podamos seguir compartiendo así. Que seamos amigas.

Karen: No tienes nada que agradecerme, tenerte como amiga es mejor que nada. Sentí como una lagrima me cayó en el hombro, la aleje y asentimos como sabiendo que esta era la bandera de la paz.

Sujete la mano de Antonella que ya se había despedido de su madre, nos encaminamos al auto de Fernando, sintiendo olas de deseo, olas que intentaban derribarme.

Antonella: Esto… Que estás haciendo Emily?

Yo: Lo que debí hacer hoy, lo que dos personas que sentimos tantas cosas deben hacer.

Arranque el carro a toda máquina, estar a solas con ella era lo único que podía visualizar.

_____________________________________________________________________________

Muchas gracias a todas las personas que se han tomado la molestia de escribirme al correo, me encanta y me llena de felicidad saber que les esté gustando este relato... Los animo a que lo sigan haciendo, cuando lo deseen.

Besos desde Venezuela, aquí les dejo mi correo nuevamente Emilyzapata72@gmail.com