Mi historia (49: Enero 2005)
Trabajo, amor, paternidad,... todo va tomando forma
01. Semana del 3 al 9 de Enero
Cumplía años Belén ese lunes pero como ocurría ya hacía unos años estaba pasando las navidades en Brasil. Y ahora que su marido iba a montar allí una inmobiliaria y una constructora con más razón. Así poco antes de irme a comer con Alberto la llamé cuando era pronto por la mañana en Brasil. La felicité y hablé un poco ella quedando en vernos cuando volviera a mediados de mes. Ella esperaba que Raquel y Rocío no dieran a luz antes pues quería ir a verlas al hospital. Con Alberto estuve hablando sobre la reunión de estrategia para el 2005 que tendríamos una semana. Alberto era muy de crecer, le fastidiaba un poco tener tantos beneficios que suponían tener que pagar mucho impuesto de sociedades. Si fuera por el gastaríamos como mínimo la mitad de los beneficios que teníamos casa año en comprar empresas o crear nuevos negocios. Por la tarde trabajé un poquito más y a las seis me fui a buscar a Rocío para llevarla a casa. Entrando en la semana treinta y cuatro del embarazo Rocío podría conseguir fácilmente la baja médica pero era una profesional dedicada y aguantaría aun un tiempo antes de cogérsela. Y mas ahora que desde ese día Antonio era el jefe de la central y ella su mano derecha. Rocío ya había cogido doce kilos de peso con respecto a su peso antes del embarazo y aun podría coger algún kilo mas. Se sentía superhinchada y no dejaba de beber agua pero aun así seguía trabajando. Aunque ya casi no tenía reuniones con clientes ya que en cualquier momento se podía poner de parto. Tras cenar ligeros en casa ella se fue a la cama hacia las diez y media y yo me quedé leyendo una horita mas.
El martes empecé a reunirme con Ana para revisar los números mensuales y anuales para la reunión de ese viernes. Me reuniría con ella esa semana para ir viéndolo todo antes de la presentación. Estaba muy guapa, muy provocativa, y no pude evitar hacerla un dedo bajo la pequeña minifalda que llevaba ese día mientras intentaba, sin mucho acierto, mantener el tipo. Tras unos veinte minutos de dedo ella se corrió ahogando sus gemidos en la manga de su jersey. Ya mas calmada me miró.
– Eres malo – dijo antes de besarme
Yo sonreí y seguimos trabajando. Tras comer con Mike y Marga por la tarde me centré en poner parte de mis ideas con respecto a 2005 en un powerpoint para presentárselo a mis socios. Lo dejé empezado pero no terminado. Esa tarde no fui a recoger a Rocío ya que fue desde su oficina a casa de Antonio y Laura con este. Cuando yo llegué a casa de ellos ya estaba Antonio y Rocío hablando con Laura. Al llegar yo saludé a todos y pasé un rato con la peque que era una pasada. Tras cenar con ellos nos fuimos a casa y Rocío directamente a la cama.
El miércoles trabajé hasta las cinco pues luego me fui a terminar de comprar mis regalos de reyes para Rocío. Cuando llegué a casa ella ya estaba allí y pasamos una buena tarde en pareja. Cenamos cerca de casa en un buen restaurante y nos fuimos a dormir pronto.
El jueves me levanté un pelín antes que Rocío y preparé el desayuno. Cuando ella se levantó el café, para ella descafeinado, ya estaba listo y el roscón cortado. Cuando Rocío se levantó nos besamos y nos sentamos en el sofá listos para darnos regalos mientras desayunábamos.
– Este regalo es el mejor – dije acariciando su barriguita
– Lo que no está claro es si es tuyo hacía mi o al revés – dijo
– ¿Mutuo? - dije yo
– Me vale – dijo acercándose para besarme
Tras el beso y dar un primer sorbo a mi café con leche di mi primer regalo. Era un bono para un spa urbano, solo para mujeres, para cuatro personas.
– Para que cuando estés estresada con la niña me la dejes a mi y tu te relajes con tus amigas – dije
Rocío sonrió y me dio un beso. Su primer regalo fueron unas zapatillas de paseo, de Tommy Hillfiger, pues las que usaba para dar vueltas los fines de semana con vaqueros estaban ya un poco destrozadas. Ese año habíamos quedado en solo dos regalos pues para ella buscar mucho con la barriga tan grande no era fácil. Mi segundo regalo fue una joya, unos pendientes con diamantes. Pero la bolsa de la joyería tenía otra pequeña caja.
– Habíamos quedado en dos regalos – dijo mirándome con una cara a medio camino entre el reproche y la gratitud
– Es el mismo regalo – dije sonriendo
En la caja algo más pequeña unos pendiente, más pequeñitos, con el mismo diseño con el diamante.
– Para que la hija y la mamá vayan a juego – dije
Ella me sonrió y se tiró sobre mi para besarme con pasión. Luego me dio mi siguiente regalo, un portátil para trabajar en casa.
– Así podrás pasar algunos días con la mami y la niña mientras esté de permiso, ¿no?
– Cariño – dijo – siempre que lo necesites estaré a tu lado
Nos estuvimos besando un rato y tras desayunar nos fuimos a casa de mis padres a comer. Ese día no tendríamos visita a María o Mike o Laura puesto que lo haríamos a partir del día siguiente y durante el fin de semana. Esa tarde merendábamos en casa del hermano. Con mis padres todo muy bien. A mi me regalaron ropa y a Rocío arte. Pero lo que mas ilusión nos hizo fue ver como iba ya tomando forma la habitación de la niña. Pegada a la nuestra. Con los padres, que quisieron venir estos reyes con Rocío embarazada, todo fue muy bien e intercambiamos regalos que, para mi, fueron principalmente ropa aunque también me cayó algún DVD. Llegamos a casa a las diez y Rocío se fue poco después a la cama pues al día siguiente tocaba currar.
El viernes tocaba la reunión mensual con los números de enero. Como era un día medio de puente al ser el día anterior fiesta decidimos ver ese día solo Diciembre y hacer el resumen anual el lunes cuando teníamos, además, la reunión para tratar lo que íbamos a hacer en 2005. Ana nos presentó unos números bastante cercanos a nuestras previsiones. Récord de facturación con más de cinco millones de facturación por primera vez y cerca de los cinco millones y medio. Pero sin récord de beneficios que aun seguía en manos de Octubre de ese año. En Diciembre la facturación siempre era buena por la navidad y todo el gasto extra que conllevaba pero también tenía gastos extras en forma de pagas extra, cena de navidad, regalos navideños para trabajadores y clientes y un largo etcétera. Lo único que nos preocupaba un poco era la empresa de telefonía que no terminaba de despegar pero decidimos tratarlo el lunes en la reunión. Aprobamos por unanimidad los números de Diciembre y nos fuimos los seis a comer juntos para seguir hablando de curro. Tras la comida yo me fui a casa donde recogí a Rocío y los regalos de Reyes de las niñas de María y me fui a casa de esta. Lo pasé genial con las niñas jugando con sus nuevos regalos. Abriendo todo y probando los juguetes. Cenamos con ellas y a las diez nos fuimos para casa a descansar pues teníamos un fin de semana intenso en lo que a relaciones sociales se refería.
El sábado dejé a Rocío descansar hasta las doce del mediodía en la cama. En ese momento la desperté y nos vestimos para ir a comer a casa de Mike y Marga. Llevamos el regalo de Reyes del pequeño Mike y comimos con ellos. Tras la comida tomamos un café con ellos y nos fuimos a casa de Raquel para pasar una parte de la tarde con ella, su marido y su hija. Raquel estaba ya a punto de dar a luz debía ser la semana 36 o así. Es decir, podía el niño nacer ya en cualquier momento. Casi todos los partos se dan entre la semana 36 y 40. Ambas hablaron mucho de sus embarazos y la pequeña Susana no paraba de hacer preguntas aunque con dos años y medio eran bastante inocentes las preguntas. Tras cenar con ellos nos fuimos a casa para descansar pues el domingo volvíamos a tener compromisos sociales.
El domingo fuimos a casa de Antonio y Laura a comer y pasamos con ellos todo el día. La niña tenía seis semanas y era preciosa. Ya con esa edad era mucho mas cómodo estar con ellos que durante las primeras semanas pues la niña necesitaba muchas atenciones pero menos que antes. Antonio y yo hablamos de paternidad. ¡Quien no lo hubiera dicho tres años antes! Lo pasamos genial pero a las seis Rocío ya estaba muy cansada y decidimos irnos a casa a descansar. En casa cenamos tranquilamente y luego hicimos el amor antes de irnos a dormir.
02. Semana del 10 al 16 de Enero
Todo el lunes lo pasamos repasando los números de 2004 y revisando la estrategia de 2005. En 2004 todas nuestras empresas tuvieron beneficios operativos pero algunas, la de moda infantil, parques infantiles, ropa interior y la distribuidora que compramos al padre de María, tenían perdidas por la compra en si o las inversiones en nuevas tiendas. El resto, a pesar de inversiones, tenían números positivos. Y eso era muy buena noticia. El año acabo con un incremento en la facturación del 46% llegando a los cincuenta y un millones de euros. De nuevo inferior al incremento de 2004 con respecto a 2003. En parte era debido a que la empresa de importación y la de importación de calzado cada vez crecían menos. Entre ambas aportaban mas de la mitad de los ingresos y una parte aun mayor de los beneficios. Decidimos mantener la estrategia en esas empresas y estudiar si podíamos crecer comprando pequeños competidores pero sin buscar compras a lo loco y sobrevaloradas. Si salía una oportunidad la cogeríamos pero no buscaríamos comprar nada. Los beneficios finales del año fueron de poco más de siete millones doscientos mil euros, un poco inferiores a los de 2004 pero tuvimos la compra de parte de la inmobiliaria, la inversión en Barcelona y la compra de la empresa del padre de María. Pasamos un buen rato discutiendo beneficios. Al final decidimos que se debían repartir un 20% de los beneficios en dividendos pues teníamos mucho dinero en caja y podíamos así darnos un regalo por nuestro buen trabajo. Y eso también provocó alguna discusión.
– Hemos estado hablando María, Alberto y yo – dijo Marga – Y creemos que este año no deberíamos cobrar dividendos.
– No – dije
– ¿Por que? - dijo María
– Porque no – dije yo – A ver, ¿porque creíais que tenía yo tanto interés en que firmáramos antes del día 31? Para que os llevarais los dividendos.
– Te agradecemos el gesto pero nos parece suficientemente generoso que no dierais parte de la empresa.
– Si queréis votamos – dije sabiendo que solo con mis votos saldría ganando y que Raquel y Mike me apoyaban – No seáis tontos. Esto os lo merecéis de sobra.
Costó un rato más de discusión pero al final se aprobó repartir un 20% de los beneficios de 2004 y que ellos cobraran. Yo me llevaría, ya tras pagar a Hacienda, un poco mas de ochocientos cincuenta mil euros, Raquel unos ciento cuarenta y cuatro mil euros, Mike dos mil euros menos que ella y Alberto, María y Marga casi veinticinco mil euros cada uno. Tras una pausa para comer, en la que en realidad seguimos hablando de estos temas, pasamos a la estrategia general de la empresa. Decidimos seguir con las inversiones en nuestras empresas pero también comprar empresas para aumentar el negocio. Eso si, sin hacer locuras y nunca pagando importes que no debiéramos solo por comprar. Decidimos usar nuestros contactos para que dejaran caer que estábamos buscando compras sin locuras. A las cinco y media acabamos la reunión que, con la notas que tomó María, haría la veces de Junta General de socios del 2004. Sin pasar por mi despacho me fui directamente a casa para estar con mi esposa un rato por la tarde y luego salir con ella a cenar. Esa noche ella se fue pronto a la cama.
El martes fui a mi primera reunión a la central del banco de Rocío pues desde que estaba Antonio en central habían traspasado allí la cuenta. Mis gestoras iban a ser dos chicas: Patricia, que sería mi gestora principal, y Sofía, que la ayudaría y cubriría cuando no estuviera. Ya me las presentaron un día que pasé a por Rocío. Fue gracioso cuando llegué y pregunté por ellas pues la recepcionista sabía que era el marido de Rocío. Salieron ellas acompañadas por Antonio y Rocío. Pasamos al despacho de Patricia donde estaba Rubén que había llevado mi cuenta todo el año y ahora iba a ser subdirector en otra oficina. Empezamos a ver mis números pero Patricia parecía nerviosa.
– Tranquila – dije – Piensa que Rocío está aquí como si fuera mi mujer. No tu jefa.
Ella me sonrió.
– ¿Y Antonio? - dijo
– Pirate anda – le dije a Antonio
El se echó a reír y se fue tras darme un abrazo. Por suerte Patricia y Sofía sabían que era mi mejor amigo. Al entrar ya en detalles vimos como teníamos, Rocío y yo, quinientos mil euros de beneficios. Las cuentas de Rocío y miás ya estaban totalmente unidas aunque el contacto principal seguía siendo yo pero ella también era, en teoría, una clienta importante del banco. Ese año tuvimos una inversión media de unos nueve millones setecientos mil euros. El caso es que teníamos mas invertido en renta variable que el año anterior pero esta, si bien no cayo, no fue tan bien como en 2003 donde las rentabilidades fueron espectaculares. La rentabilidad de la bolsa española se situó en un 17% pero la americana no llegó al 10%. Los tipos estaban bajos, entorno al 2%, y al final conseguimos una rentabilidad media del 9,02%. Si todos los años fuera así sería genial pero Rocío y yo sabíamos que alguna vez perderíamos como perdí yo en 2001 y 2002. Una vez acabó la reunión me fui a comer con Rocío y Antonio. Tras la comida volví a la oficina y me reuní con Marga y Alberto para ver como íbamos a preparar los lanzamientos de los nuevos locales y si tenían alguna idea sobre empresas interesantes que comprar. Yo en ese sentido ya había comentado a Rocío y mi padre que estuvieran muy al loro y me comentaran cualquier cosa que oyeran. Marga y Alberto me comentaron que estaban ahora centrados en ayudar en el lanzamiento de las nuevas tiendas de moda y ropa interior que serían en marzo. Al terminar la reunión me fui a casa para estar con Rocío. Ya en plena semana treinta y cinco quería estar con ella cuanto más tiempo mejor. Quería tener a mi hija lo antes posible pero a la vez sabía que eran nuestros últimos momentos solos. A partir de ahora teníamos algo más importante que nosotros mismos. Algo que cuidar. Una niña.
Tras un día de trabajo normalito el miércoles volvimos al ginecólogo que observó a Rocío para ver que todo fuera bien. Comentó que la niña ya se había colocado pero que aun pudiera ser que se descolocara y se volviera a colocar. Que todo iba a depender de las ganas que pudiera tener de salir. Nos fue dando claves de cara al día del parto y nos fuimos a casa con la sensación de que todo podía ser eminente. Esa noche cenamos y fuimos juntos a la cama. Su ropa interior de embarazada distaba mucho de ser sensual. No era nada sexy. Pero a mi en Rocío me daba igual. Cuando estaba con sus bragas y sujetador de embarazada, a punto de ponerse el camisón, me acerqué a ella desde atrás y la bese. Jugué con su boca y su lengua mientras mis manos agarraban su culo y lo masajeaban. Ella al principio no parecía muy entusiasmada pero pronto su lengua jugaba con la mía. Nuestras bocas peleaban por ver quien demostraba mas pasión en la del otro. La dí la vuelta y desde atrás di pequeños mordisquitos en sus orejas mientras tocaba su ya enorme barriga y la decía cosas bonitas al oído. Ella empezaba a gemir. Una de mis manos seguía en su barriga mientras la otra buscaba su entrepierna. Tras un rato acariciándola ella echó su cabeza hacia atrás y juntamos nuestras lenguas en un beso enorme. Como pudimos, sin romper el beso, llegamos a la cama y nos tumbamos. Estábamos ambos de costado y yo bajé su braga dejando su entrepierna libre a la vez que me bajaba mi calzoncillo. Apunté mi polla a su coño y poco a poco empecé a penetrarla. Ella gimió con cada una de mis embestidas. Estábamos ardiendo ambos y no tardamos en gemir cada vez más.
– Te quiero amor – dijo – Hazme el amor.
– ¿No te molesta? - dije notando que su tono de voz era un poco raro
– Un poco pero también me da placer
Seguí penetrándola y tras un rato ambos nos corrimos. No fue el mejor polvo de mi vida pero, tras un rato hablándolo, decidimos que si fuera el último antes de dar a luz. A ella ya la había molestado algo la posición y el sexo ha de ser para disfrutar no sufrir.
El jueves era el cumpleaños de Mónica, la amiga de Rocío de Cuenca, y como no íbamos a poder ir a Cuenca ese fin de semana, quedamos a cenar con ella ese mismo día tras un monótono día de trabajo. Ella y su novio, Pedro, nos recibieron en su casa y nos acompañaron Teresa y Raúl. Fue una cena muy agradable aunque corta pues a las once nos fuimos para casa. Rocío se fue inmediatamente a la cama y yo vi un poco la tele antes de unirme a ella.
Tras otro día de trabajo sin muchas emociones me fui a por Rocío a mediodía y directos a casa de mis padres para pasar con ellos el fin de semana ya que, el sábado, era el cumpleaños de Mariano. El viernes lo pasamos en casa con mis padres. Tras la comida Manuela le enseñó a Rocío, y a mi pero con más énfasis a ella que tuvo la idea, la habitación que nuestra hija tendría en casa de mis padres. Era una monada de habitación en tonos pastel con algo de rosa pero no mucho. A mi me encantó. Esa noche vino mi socio Javier con su mujer a cenar. A pesar de la diferencia de edad con las otras dos parejas Rocío y yo disfrutamos mucho de esa noche tranquila. Que mis padres tuvieran servicio que nos lo daba todo echo ayudaba mucho a la hora de que Rocío aguantara mejor la noche. Aun así a las once y media se fue a la cama quedándonos los demás tomando algo antes de que al filo de la una se fueran Javier y su esposa.
El día del cumpleaños de mi padre pasamos Rocío y yo una mañana tranquilo mientras Manuela se encargaba de cerrar unos detalles de la fiesta de esa noche. Como venía siendo habitual vendría una empresa de catering y el número de invitados no bajaría de 100. Invitaron a mis amigos pero no vendría ninguno porque con niños y con Rocío tan embarazada no sería lo mejor. Manuela dijo que otro año contrataría a unas babysitters. A mi me hizo mucha gracia su entusiasmo por que mis amigos asistieran. Tras la comida yo ayudé con los últimos detalles a mis padres mientras Rocío se echaba una siesta. A las siete subí a cambiarme y Rocío ya estaba duchada y se probaba su vestido. Estaba radiante con su hiperbarriga. Su vestido, negro sedoso muy elegante, era capaz de resaltar aun más su belleza natural y el embarazo añadía un punto a esta belleza en vez de retraerla. Yo me puse un traje negro con camisa blanca sin corbata y bajamos. Ya habían llegado los primeros invitados y todos se lanzaron a Rocío. Esta no dejó de ser una de las protagonistas, junto con Mariano, durante toda la fiesta. La siesta ayudó a que Rocío aguantara hasta la una. La acompañé a la cama y una vez estuvo en la cama volví abajo quedándome hasta el final de la fiesta casi a las cuatro de la mañana.
El domingo nos levantamos con tranquilidad y desayunamos, comimos y cenamos en casa de mis padres. Durante todo el día charlamos, leímos y vimos algo de cine. En otras palabras, nos relajamos. A las diez nos fuimos para casa. Rocío directamente a la cama y yo poco después.
03. Semana del 17 al 23 de Enero
Tardaba en llegar el lunes Raquel a la oficina. María vino a las once nerviosa pues tenía una reunión con ella para ver unos temas que quería tratar antes de dar a luz y vino a verme. Al parecer no cogía el móvil. La dije que no se pusiera nerviosa y llamé a José Carlos.
– Tu mujer no coge el teléfono – dije tras los saludos de rigor
– Normal – dijo – Ha roto aguas y está con contracciones. He venido corriendo en cuanto me ha llamado. Ha roto en el coche cuando iba a ir hacia la oficina. Ya estamos en el hospital. Todo bien por ahora. Dice que sabe que tenía reunión con María.
– Guay – dije – Dala un beso de mi parte y de María. Y dila que ya calmo yo a María que se sube por las paredes.
José Carlos se rió y colgamos.
– Esta de parto – dije – Ha roto aguas en el garaje de su casa. Y está perfectamente. ¿Te ayudo yo y luego vamos a verla?
– Uff – dijo María – Me alegro. Estaba nerviosa.
Yo la di un piquito.
– Me encanta que estuvieras nerviosa. Demuestras tu amor hacia ella. Por eso te queremos todos. Por como te preocupas por nosotros.
Ella me abrazó. Fuimos a su despacho e intenté ayudarla. Pero sobre todo calmarla. Antes llamé a Rocío para decirla lo del parto y luego se lo dije a Mike, Marga y Alberto. Fuimos todos a comer juntos pues aun no sabíamos nada de Raquel. A eso de las tres, cuando volvíamos a la oficina, recibí la llamada de José Carlos. La niña ya había nacido. Quedamos con el en ir no antes de las seis y fuimos todos a trabajar con un subidón importante. A las seis salimos todos hacia el hospital donde, al llegar, ya estaba Rocío. Tras el grupo del trabajo llegaron Celia y Arturo con las niñas de María. El pequeño había nacido bien, se iba a llamar Juan, y Raquel también se encontraba relativamente bien. El niño tenía un pequeño problema con una válvula del corazón pero no era nada importante y era algo que pasaban casi el 10% de los niños y solía curarse solo en los dos primeros años de vida. Aun así deberían llevarlo al cardiólogo cada seis meses. Estuve un buen rato hablando con el padre de María y me lo llevé, junto con Arturo y Mike, a tomar una cocacola a la cafetería de la clínica. El parto de Raquel le vino bien. Era bueno que tuviera una alegría tras la perdida de su mujer al cáncer hacía tan poco tiempo. A las ocho y cuarto se fue María con las niñas y un rato después nos fuimos nosotros. Al llegar a casa noté a Rocío más nerviosa de lo habitual. Entrábamos en la semana 36 y eso significaba que ya en cualquier momento podría nacer la niña si se adelantaba. Tras cenar una ensalada Rocío se fue a la cama y un rato después me uní yo.
El martes estuve en la oficina con sentimientos encontrados. Había nacido mi hijo aunque, para todos, sería el hijo de José Carlos. Y quería verle. Pero no quería que se notara mucho mi entusiasmo. Alguna vez Rocío, Raquel y María me habían echado la bronca porque parecía que evitaba un poco a Elisa. Era mi hija y para que no se notara a veces me centraba en Marta. Pero lo cierto es que a Elisa ya me había acostumbrado y la trataba como a Elena. Con mucho amor y sin que cantara. Como a Marta probablemente solo pudiera tratar a mis hijos legítimos pues, no se porque razón, algo especial me unía a ella. No se si es que sea mi ahijada o que pero los dos estamos siempre muy bien coordinados. Ahora me tocaba hacer lo mismo con Juan. Es cuestión de acostumbrarse. Así decidí no ir esa mañana a ver a Raquel. A la hora de comer me fui solo con María y esta me echó la bronca.
– Con Marga fuiste mucho, cuando nació Susana fuiste el que más vio a Raquel. Y yo siempre espero que tu seas el que estés allí siempre conmigo y mi familia - dijo María – Es algo que esperamos de ti por ser el líder de nuestro grupo.
Yo la miré un rato a los ojos
– Para ser el líder no paras de echarme la bronca.
Ella se rió y se echó sobre la mesa para darme un beso en la mejilla. Ambos hubiéramos querido un pico pero no podíamos en público. A las cinco me fui con María a por las niñas y fuimos a ver a Raquel. Ese día nos tocaba a nosotros y al día siguiente irían Alberto, Celia, Mike y Marga. Poco después de llegar nosotros llegó Rocío. Nos estuvo contando que había tenido reunión ese día con Gerardo y Carmen, unos de sus clientes preferidos, y que estos les habían comentado que querían vender su concesionario de coches BMW ya que no encajaba bien con el resto de su grupo empresarial que era mas bien de índole industrial.
– ¿Que os parece? - dije preguntando a Raquel y María
– Bien – dijo María
– Si – dijo Raquel – Dependerá del precio
– Claro – dijo María
Salí un rato para llamar a Mike y Marga y a Alberto y a ellos también les pareció bien que, al menos, nos informáramos más.
– Quedaré a comer con Gerardo – dije
– Podemos invitarles el sábado a comer a casa – dijo Rocío
– Si para ti no es mucho cansancio
– No – dijo – Yo encantada de ayudar
María notó que Rocío quería sentirse parte de la empresa y fue a darla un beso. Alguna vez lo había pensado pero siendo mi esposa era mucho mas que eso. Tras un rato llegó Arturo y estuvimos todos charlando ya del pequeño Juan y del embarazo de mi mujer. Ellos volvieron a irse en torno a las ocho y media y ese día nosotros aguantamos un poco mas pero algo antes de las diez nos fuimos a casa para descansar. En el camino a casa Rocío llamó, desde el coche, a Carmen para invitarlos a comer ese sábado.
El miércoles, sin hacer nada especial, fue un intenso día de oficina en el que ni pude salir a comer. Tome una ensalada que me trajo mi secretaria al despacho y no me separé del portátil e informes en todo el día aunque a las seis salí corriendo como si no hubiera un mañana. Tocaba ginecólogo con Rocío. Ese día de nuevo nos acompañó Manuela. Ya tendríamos ginecólogo todos los miércoles hasta que diera a luz Rocío. El doctor nos dijo que todo bien pero ya marcó la fecha límite. Si el miércoles nueve no había dado a luz se lo provocaría pues ya parecía el bebé estar bastante desarrollado y para entonces ya no debería aguantar más. Fuimos a cenar con Manuela y Mariano.
– El nueve de febrero murieron Lucía y tus padres – dijo Mariano
– Es verdad – dije – Ni me había dado cuenta. Estaba tan pendiente del médico que no hice la relación. Casi me siento mal. Es como si les hubiera olvidado.
Manuela agarró mi mano.
– No les has olvidado cariño – dijo – Ahora estás pendiente de una vida que viene
– ¿Quieres que le diga al doctor que cambie la fecha? - dijo Rocío
– No amor – dije – Podría ser hasta bonito.
Tras seguir hablando del inminente parto toda la cena Rocío y yo nos fuimos a casa y esta fue directamente a la cama. Yo fui poco después.
Raquel salía ese jueves del hospital y volvería a casa hacia media mañana. Yo aproveché para verla a mediodía y ayudarles a establecerse en casa. Durante un momento estuve en casa de ellos con el pequeño Juan en brazos mientras ellos ordenaban la casa. Miré a mi hijo y pensé que no podía hacer con el lo que había hecho con Elisa. Casi alejándome de ella solo porque no se supiera que iba a ser mi hijo. Tenía que quererle como quería a Marta. Y a Elisa igual. No quería que fueran mis hijos pero tampoco iba a intentar ignorarles un poco y quererles menos que a sus hermanos. Cuando Juan y Raquel volvieron Raquel dio el pecho a Juan y luego un poco de biberón para completar la toma. Tras la toma comimos juntos y yo volví a la oficina pues a las cuatro y media tenía reunión con Ana y su equipo. La reunión con el equipo de Ana, en una de las salas de reuniones, acabó a las seis de la tarde pero ella y yo fuimos a mi despacho, a mi pequeña mesa de reuniones, a seguir tocando algunos de los temas. La conté que iba a reunirme con Gerardo para hablar sobre la compra de su empresa y la pedí que estudiara, ella y no nadie de su equipo por confidencialidad, los márgenes medios de un concesionario de lujo. Eso nos permitiría estudiar mejor la empresa de Gerardo. A lo tonto se nos habían echado encima las siete de la tarde y la oficina estaba vacía. Hablamos un poco del embarazo de Rocío.
– Para mi ya se ha acabado lo que se daba – dije – Rocío ya no está cómoda haciendo el amor.
– Pobrecito – dijo Ana acariciándome la polla – Necesita mi hombrecito que le den un poco de cariño.
– ¿Y tu? - dije acariciando la cintura de Ana y con mi boca a solo unos centímetros de la suya - ¿Necesitas que te folle?
Ambos nos miramos a los ojos y tras un rato juntamos nuestras bocas con gran pasión.
– Espera un momento – dijo
Ella se levantó y fue a cerrar la puerta de mi despacho. Desde allí llamó a su marido y le dijo que ya solo la quedaban unos cuarenta minutos para salir y que quedaban en casa de la madre de ella. Imaginé que en la cara de la madre de Ana se dibujaría una sonrisa socarrona cuando Rubén la dijera que llegaría un poco tarde. Tras colgar con su marido se acercó a mi y se sentó en mi regazo juntándose nuestras bocas en un beso muy intenso. Ana iba ese día espectacularmente guapa y elegante con una falda de color morado oscuro, una blusa sedosa de un morado mas claro y unas botas de gamuza violetas con tacón fino de unos cinco centímetros.
– Claro que quiero que me folles – dijo – Todos los días. Eres tu el que va de duro por la vida.
Me di por pillado y la besé en la boca con mucha lengua. Mientras nos besábamos ella acariciaba mi pecho a través de la camisa que llevaba ese día. No era un beso de extrema pasión. Más bien eran pequeños besos con lengua que se rompían para mirarnos a los ojos y luego volvíamos a repetir. Ana se sentó en mi regazo y yo la besé una vez más. Mis manos fueron a sus botas y las acaricié de abajo a arriba hasta llegar al borde de estas con su falda y empecé a meter mi mano hacia el interior de su entrepierna muy lentamente. Mientras yo hacía eso Ana iba desabrochando mi pantalón y sacó mi polla. Yo en ese momento llegué a su coñito y lo toqué con las yemas de mis dedos. Ella saltó como un resorte y me sonrió a la vez que se agachaba frente a mi y, con la polla en la mano, se la llevaba a la boca. Empezó a mamármela y pajearme de manera alternativa. Estuvo unos minutos con mi polla en su boca dándome un gran placer. Era una diosa sexual absoluta. No era más guapa que Raquel ni por supuesto que Rocío. Era más o menos como María en cuanto a belleza, guapa dentro de lo normal, pero en lo sexual era un volcán y su manera de mamarla era tan buena que siempre tenía el temor de correrme en su boca y dejarla a medias. La hice levantar y nos besamos un rato de pie antes de ponerla, de rodillas en una silla, con sus manos apoyadas en el respaldo. Me acerqué a ella desde atrás, subí su falda hasta dejarla recogida sobre su cintura y empecé a penetrarla desde atrás. Ella gimió con cada una de mis embestidas y yo acompañaba sus ruiditos con mis propios gruñidos.
– Sigue cariño – dijo - ¡Fóllame! ¡Hazme el amor! ¡Haz que esta noche con mi marido solo piense en ti!
– ¿Te gusta preciosa? - dije
– Me encanta, ¡sigue!
Casi inmediatamente tras decir eso saqué mi polla de su coñito y la incorporé. Yo me senté en la silla y la puse sobre mi apuntando la polla a su coñito. Ella empezó a dejarse caer lentamente aunque tras un rato ya empezó a cabalgar con mayor velocidad.
– Sigue, sigue – dijo
– Sigu tu cariño – dije – Eres tu la que lleva el ritmo
Ella se echá hacia atrás y giró la cabeza para besarme. Estábamos con nuestras lenguas enroscadas cuando me corrí en ella a la vez que sus músculos masajeaban mi polla en una evidente corrida.
– Que maravilla – dije – Eres espectacular
– Y tu también amor – dijo – Además creo que estoy empezando a quererte
Tras decir eso se bajó la falda, me dio un beso en la boca y se fue. Yo aun tardé un poco pues quería contestar un par de mails. Salí de la oficina a las ocho y fui directo a casa de Raquel donde estaban Rocío y María con las niñas. María se iba según entraba yo y solo pude despedirme de las niñas. Bese a Elena, la mayor que ya no quería que la trataras como a un bebé, y abracé y bese a las dos peques por igual. Al levantarme noté una sonrisa en cara de María. Creo que noto el sutil cambio, pero aun así cambio, de mi forma de actuar con Elisa. Pasé un rato con Raquel y José Carlos y cuando les tocó la siguiente toma me fui con Rocío a casa para cenar y descansar.
El viernes tras trabajar hasta mediodía fuimos Rocío y yo a comer juntos con mis padres, Diana y Pablo. También se lo dijimos al hermano de Rocío pero no podían pues se iban a una casa rural con unos amigos. Tras la comida con la familia nos pasamos por la tarde por casa de Raquel para ver al pequeño Juan y pasar un rato con nuestra amiga y su familia. Se notaba que Susana estaba un poco celosilla de las atenciones de su hermano y yo estuve jugando con ella para que también tuviera ella algo de atención. Estuvimos con ellos hasta las once y nos volvimos a casa pues al día siguiente teníamos que atender a Gerardo y Carmen como primer contacto para pensar en comprar su empresa.
El sábado bajé a comprar pescado fresco para la comida de ese día y luego ayudé a Rocío con unos ejercicios preparto que la habían mandado. A la una y media llegaron muy puntuales Gerardo y Carmen y pasamos al salón a charlar. Yo metí el pescado en el horno mientras tomábamos el aperitivo. Durante todo el aperitivo y la comida solo tratamos temas personales. Es normal no entrar directamente en negocios. Parece poco elegante. Ya con los cafés Gerardo fue al grano.
– Creo que Rocío te ha dicho que estamos pensando en vender nuestro concesionario de BMW. Lo cierto es que no pega mucho con el resto de nuestros negocios pues este es básicamente lujo mientras todo lo demás nuestro es más empresarial e industrial.
– ¿Tenéis ya alguna oferta?
– No – dijo – En realidad nadie lo sabe. Es algo que nos rondaba la cabeza y nunca lo hemos pensado en serio pues tendremos algunas condiciones importantes.
– Estoy escuchando – dije
– Básicamente queremos dos cosas. Primero que no se cambie el nombre del concesionario y segundo que se mantengan a todos los empleados.
– Si los números cuadran se puede cumplir el segundo requisito. En el primero no tengo ningún problema. Y no creo que mis socios lo tengan.
Seguimos hablando un poco mas sobre su negocio y yo parecí entender bien lo que tenían y lo que me podían ofrecer. Era un concesionario con tres talleres y dos locales de venta. Nos pasaría números la semana siguiente para que los estudiáramos. Su intención era vender aunque decía que quizás le gustaría vender un 99% y quedarse con un 1% casi de manera romántica. Es algo que tendría que estudiar con mis socios. A las siete se fueron para visitar a su nieta pues su hijo y su nuera vivían en el mismo edificio que nosotros. Por lo que supe Cristina, su nuera, era la directora de ventas del concesionario. Operaba desde el local de ventas más grande. Era una mujer bastante guapa, de una edad similar a la de Raquel, unos 35 años. Tendría que conocerla mejor. Rocío y yo pasamos el resto del sábado tranquilitos haciendo que ella descansara.
El último día de la semana teníamos ganas de ver a Raquel pero tampoco queríamos agobiarla pues nos dijo que tenía muchas visitas programadas de familiares y amigos. Así nos fuimos a comer con Antonio y Laura. A poco de cumplir dos meses la pequeña Magdalena era cada vez mas mona y ya estaba mucho mas despierta y ya respondía a muchos estímulos. Lo pasé genial con la niña y el padre mientras Laura y Rocío se enfrascaban en una larga charla sobre las últimas semanas del embarazo. Comimos una paella que hicimos Antonio y yo y luego tomamos café con unos pasteles que habíamos llevado Rocío y yo. Por la tarde, puesto que no llovía, salimos a dar una pequeña vuelta y, a eso de las ocho tomamos una cena ligerita y nos fuimos a casa a descansar. Esa noche me fui a la cama con Rocío. Si bien ya no podíamos dormir abrazados puesto que a ella le resultaba incómodo, el mero hecho de estar junto a ella para mi era suficiente. Fue una buena noche de descanso.
04. Semana del 24 al 30 de Enero
Entrábamos esa semana en la treinta y siete del embarazo. En esta semana ya era relativamente normal dar a luz . Lo normal será dar a luz en las siguientes cuatro semanas. Ese miércoles había negociado Rocío con el banco cogerse la baja de maternidad y así el lunes se encontró con mucho trabajo. Yo me reuní con todos mis socios, salvo Raquel, para contarles como fue la comida con Gerardo. Tras la comida me fui a casa de Raquel y se lo conté a ella. José Carlos y ella estaban encantados con el nuevo hijo y yo... yo también. Mi relación con José Carlos y Arturo es rara. Les aprecio mucho pero a la vez no tengo verdaderos remordimientos por ponerles los cuernos con sus mujeres. A parte de ese detalle son gente a la que admiro y respeto. Es raro. Lo se. Tras salir de casa de Raquel pasé por la oficina para una pequeña reunión que tenía con Ana y me fui para casa. Rocío llego tarde con todo el trabajo que tenía, casi a las ocho, y exhausta. La hice sentarse en el sofá y la llevé allí la cena, con las piernas en alto. Tras ver una hora la tele se fue a dormir y yo sin nada especial que hacer me fui con ella.
El martes por la mañana llegaron los números de la empresa de Gerardo. Los eché un vistazo rápido y se los llevé a Ana para que ella los estudiara. Con discreción. O lo que es lo mismo, sin ayuda de su equipo. A mediodía me fui a comer con María a su casa.
– Me ha dicho tu mujer que ya te tiene a dos velas y con Raquel en cuarentena alguien tiene que atenderte – dijo sonriéndome junto a mi en el sofá
– Que buena amiga eres – dije con algo de retintín
María y yo nos besamos con pasión. Ella ese día llevaba un precioso vestido blanco hasta bastante por debajo de las rodillas bastante amplio que adornaba con un cinturón marrón que no sujetaba pero embellecía el conjunto. La americana color marrón que había llevado con el vestido descansaba en una silla del comedor. Tras besarnos durante unos minutos sus manos acariciaron mi cuello mientras que las mías tocaban toda su espalda.
– Vamos a la cama – dijo
– Sabes que no me gusta hacerlo en la cama que compartes con tu marido – dije
– Ya lo se amor – dijo María – Pero hoy no quiero follar, hoy quiero hacer el amor y quiero hacerlo en la cama. Por favor.
Parecí pensarlo y la besé. Su beso ese día era muy amoroso y decidí ceder a su petición aunque no estuviera entusiasmado. Fui detrás de ella, de su mano, hasta la cama donde volvimos a besarnos sentados en un pequeño banco que María tenía a los pies de su cama. Una vez ahí llevé mi mano a sus pechos mientras su mano derecha acariciaba mi cuello y la izquierda jugaba con mis muslos. Yo tras un rato llevé mi mano a su cuello y de vuelta a sus tetas cuando el beso subía en cuanto a pasión. Tras un rato llevé mi mano al borde de su falda y empecé a subir mi mano por su entrepierna. Ella me mordió un poco el labio, me sonrió y se levantó junto a mi, Con ella en pie yo fui acariciando su pierna acercándome a su entrepierna mientras ella desabrochaba poco a poco la camisa que vestía ese día. Yo ya tocaba su conejito y ella se reía. Me levanté y me desnudé totalmente a la vez que ella hacía lo mismo. Ya desnudos y de pie ella empezó a chuparme la polla poco a poco. Primer de pie y luego ya sentada de nuevo en el banco que estaba al pie de su cama. Mientras me chupaba la polla yo acariciaba uno de esos senos. Tras un rato no aguanté más y la cogí en volandas sacando de ella un gritito de risa. La tumbé en la cama y me eché sobre su cuerpo poniendo mi cabeza en su entrepierna. Allí empecé a chupar su coñito metiendo mi lengua muy dentro de este, todo lo que la longitud de esta me permitía, y jugando con su clítoris. Mis labios casi morreaban sus labios vaginales y ella empezó a gemir. Tras un rato subí a besarla mientras ella acariciaba mi polla. Estábamos en la posición del misionero y nos besábamos. Ella agarraba mi polla cuyo capullo acariciaba sus labios vaginales. El beso fue incrementando su pasión poco a poco y yo dejé caer mi cuerpo sobe el de ella penetrándola lentamente. En ese momento dejé de besarla para mirarnos a los ojos. Sus ojos mostraban amor. Nos queríamos. Para mi María no era Rocío pero la amaba con locura. Cuando empecé a follarla lentamente ella puso sus piernas alrededor de las mías mientras no dejábamos de mirarnos. Ambos empezamos a gemir aunque mi follada no era nada energética, era suave y amorosa. Cada una de mis penetraciones fue acompañada de un beso a ella. El beso incrementó la pasión y la pasión incrementó la fuerza de mi follada. La penetraba a lo loco y ella pedía más. Tras un rato me arrodillé junto a la entrada de su coño y tras echar sus piernas hacia atrás empecé a follarla con aun mas fuerza y frecuencia.
– Sigue amor – dijo María – Sigue
Yo del esfuerzo no podía hablar pero desde luego no pensaba parar.
– Te quiero – dijo – Te quiero. Por favor nunca dejes de amarme. No puedo vivir sin esto.
Yo seguí con mi follada pero me habían gustado tanto sus palabras que me quedé quieto dentro de ella, totalmente penetrada y pasé a besarla y mirarla a los ojos. Tras unos piquitos amorosos la miré a los ojos.
– Siempre te querré – dije – Sabes que para mi eres especial. Eres mi diosa.
– No me engañes – dijo – Tu diosa es Rocío. Yo me conformo con ser una sacerdotisa de tu amor.
Yo me eché a reír y salí algo de su cuerpo. Ella aprovechó ese momento para darme la vuelta y subirse sobre mi.
– En eso tienes razón – dije – Lo único que me puede separar de ti es Rocío. Por suerte para ti Rocío y tu sois como hermanas y no te va a separar de mi.
– Tendré que mimarla – dijo mientras me cabalgaba lentamente
Yo reí pero pronto empecé a follarla yo también moviendo mis caderas. Estuvimos follando durante cerca de quince minutos en esa posición y tras ese rato ella empezó a follarme como loca, la cama sonaba y se movía de lado a lado.
– Me corro, me corro – dijo
– Y yo – dije
Y tras decir eso me corrí en ella llenándola de mi semen. Nos besamos un rato y nos vestimos arreglando luego la cama. María cambió las sábanas. En vez de volver directamente a la oficina pasamos por casa de Raquel para verla y llevarla una copia de los números de Gerardo. Los iba a ver y destripar Ana pero quería que cada uno de los socios tuviera una copia y así poder dar su opinión. Esa tarde me fui con mi padre para ver como había ido el año en la empresa que compartíamos. Era una empresa ya sólida y al estar centrada en solo importación de ropa no subía como la nuestra. Pero la buena noticia es que tampoco bajaba. Subía algo aunque poco. Quedamos a cenar con nuestras esposas y lo hicimos cerca del trabajo de Rocío pues volvía a salir tarde siendo su último día de trabajo. La cena estuvo bien pero fue rápida. Esa noche nos fuimos algo mas tarde a la cama, hacia las once y media, pues Rocío no debía madrugar.
Cuando me fui a la oficina el miércoles llegaba mi madre para pasar el día con Rocío. Irían a comprar unas cosas que aun nos faltaban para la pequeña y luego la acompañaría al ginecólogo esa tarde. Tras un día bastante normalito de trabajo fui al ginecólogo con Rocío y mi madre donde ya nos dijo que la niña estaba mas que lista para salir. Dijo que era probable que no llegáramos al domingo seis pero que en todo caso, si la niña no había salido provocaría el parto el día nueve. Tras salir del ginecólogo volvimos a cenar con mis padres y nos volvimos a casa encantados con que todo fuera perfectamente. Excepto las molestias normales de un embarazo no habíamos tenido muchos contratiempos.
El jueves fue un día muy normal. A las seis me fui a casa de Antonio y Laura, donde ya estaba Rocío, para cenar. Antonio aun tardó una hora en llegar. Fue una cena de lo mas normal. Normal pero buena. Normal para ser con nuestros mejores amigos. Tras la cena nos volvimos a casa y vimos una peli antes de irnos a la cama. No veía a Rocío muy nerviosa y yo me subía por las paredes.
El viernes estudiamos los números de la empresa de Gerardo en casa de Raquel. Ella quería ser parte de la decisión y yo me negaba a que dejara al niño. Estando como estábamos en confianza fuimos a su casa donde podíamos hablar dando ella el pecho al pequeño si fuera necesario. El concesionario de Gerardo había facturado unos ocho millones doscientos mil euros en 2004. Estaba bastante bien para el volumen de facturación de nuestras empresas pero los beneficios no eran muy altos, de algo menos de setecientos mil euros. No llegaba ni al 10%. Los números nos contaba Ana en su informe eran altos en facturación. El porcentaje de rentabilidad estaba en la media que solía oscilar entre un cinco y un diez por ciento. El porcentaje de beneficio del concesionario era de apenas un 1,8%. Era la rama del negocio que mas facturaba y la que menos rentabilidad daba. El taller y los recambios daban mucho mejor margen pero facturaban menos. Ana nos explicaba que, por lo que había estado investigando, la idea era que los clientes que compraban en un concesionario eran mas propensos a llevarlo a ese taller y así las ventas de vehículo nuevo eran una manera de fidelizar clientes de taller que eran, a fin de cuentas, los rentables. Nos pareció un negocio interesante. Tendríamos que estudiar cuanto ofrecer a Gerardo. Quedamos en hacer la reunión para ver cuanto pagar el martes siguiente. Para entonces todos, menos Raquel que tampoco eran necesarias seis opiniones, decidiríamos cuanto invertiríamos personalmente y lo veríamos para hacer la oferta formal. Tras la reunión nos fuimos todos para dejar a Raquel tranquila con José Carlos y el niño. Muchos se fueron a comer juntos pero yo me fui a casa donde me esperaba Rocío. Comimos fuera y pasamos la tarde tranquilos, abrazados, hablando de nuestra inminente paternidad. Cenamos en casa y pronto nos fuimos a la cama pues teníamos un fin de semana liado.
El sábado lo pasamos en casa de María. Mientras Arturo y yo jugábamos con las pequeñas y hablábamos de nuestras cosas, Elena, María y Rocío hablaban del embarazo de esta y del nacimiento, ya en breve, de la pequeña. Lo pasamos muy bien pero a las siete nos fuimos pues Rocío ya no podía con su alma. La niña pesaba una barbaridad. Estaba guapísima embarazada pero ella no lo veía. Yo me senté en un sillón del salón y la miraba tumbada en el sofá y no podía ser más feliz. La hice la cena y, tras esta, nos fuimos juntos a dormir.
El domingo comimos con Raquel para ver al pequeño y a la madre. Rocío y Raquel estaban tan compenetradas que parecía increíble que hace poco se estuvieran tirando los trastos a la cabeza. De nuevo nos fuimos pronto a casa. Ese día Rocío se acostó pronto y yo me quedé un rato viendo la tele antes de irme a dormir.
05. Semana del 31 de Enero al 6 de Febrero
Todo el lunes estuve en la oficina dedicado al estudio de la empresa de Gerardo. Tras preguntar cosas a Ana y a algunos de mis socios ya tenía una idea clara de que pensaba que podíamos ofrecer. A las cinco y media me fui para casa y pasé toda la tarde y noche con Rocío yéndonos juntos a la cama a eso de las once de la noche.
Me levanté muy pronto el martes. Prontísimo. A la una de la mañana de un codazo de Rocío.
– Nos vamos – dijo
– ¿Donde? - dije aun adormilado y un poco perdido
– ¿Donde va a ser? - dijo Rocío – Al hospital. He roto aguas.
– ¿Tienes contracciones?
– Aun no pero ya vendrán – dijo – Nos dijo el doctor que en cuanto rompiera le llamáramos y fuera al hospital.
Me vestí a toda prisa mientras ella se aseaba un poco y se vestía. Intentábamos mantener la calma. Mientras ella terminaba de vestirse llamé al doctor que me dio unas últimas instrucciones y quedó en verme en el hospital en una hora. Cuando Rocío estuvo lista cogimos la bolsa que teníamos preparada y nos fuimos al hospital. Estaba muy cerca de casa, a cinco minutos andando en condiciones normales, pero fuimos en coche.
– Primera contracción fuerte – me dijo en el coche
Yo intenté no ponerme nervioso. La dejé en la entrada de urgencias y me fui a dejar el coche al parking privado para clientes que tenía este. A esas horas no tardé nada y cinco minutos después estaba ayudando a Rocío con el proceso de admisión. Veinte minutos después estábamos en nuestra habitación que era lo que llamaban una suite y, en realidad, no era mas que una habitación normal solo que algo mas grande y con dos sofás cama en vez de uno. A Rocío la tumbaron en la cama y la dijeron que fuera siguiendo las contracciones poco a poco y que en breve llegaría nuestro médico. Mientras este llegaba se hizo cargo de una primera exploración de Rocío el ginecólogo de urgencias. Unos minutos antes de las dos, cincuenta minutos después de llamarle, llegó nuestro ginecólogo y la inspecciono.
– Va a ser un parto corto – dijo el ginecólogo – Estas muy dilatada.
– Me alegro – dije yo
– Bueno – dijo el – Eso no quiere decir que sea menos doloroso. A veces es al revés.
Los dos nos miramos y yo agarré la mano de Rocío. Desde luego dando ánimos no es que fuera muy bueno. El médico siguió observando cosas y yo le dije a Rocío que iba a llamar a nuestros padres. Llamé primero a sus padres. Su madre se emocionó mucho y dijo que venían para acá. Mi madre también se emocionó pero la convencí para que durmiera.
– Ahora no voy a poder dormir – dijo – Si no me hubieras dicho nada
– Si no te hubiera dicho nada me matas – dije
– Tienes razón – dijo riendo – En cuanto nazca me llamas y si no me has llamado a las diez estoy allí.
– Vale – dije
– Te quiero cariño – dijo Manuela
– Y yo a ti.
A mis amigos y los hermanos de Rocío no iba a llamarlos a esas horas. Les mandé a todos un mensaje que decía “Rocío de parto”. Nada más. Tampoco era necesario. Diez minutos después llamó Raquel
– ¿Te he despertado?
– No cariño – dijo – Estoy dando el pecho. Ya sabes, cada tres horas. Da ánimos a tu mujer. Mañana voy a verla.
El tiempo iba pasando, eran ya las tres y la niña aun no había nacido. Menos mal que iba a ser rápido. A esa hora la llevaron a monitores y cuando volvió ella estaba tranquila con el médico a su lado y bromeando. Yo nerviosísimo. Nuestro médico no solo era uno de los mejores de España sino que solo atendía veinte embarazos al año para poder dar un mejor servicio. Era caro pero no me importaba. Y en este momento fue cuando más contento estuve de elegirlo. Todo el rato con nosotros. Sin otros partos o embarazadas que atender. A las cuatro el médico dijo que íbamos al paritorio. Cogí aire, cerramos la habitación y me fui con mi esposa. Entramos a las cuatro y cuarto en el paritorio. Esa parte la tengo un poco nublada. Todo a mi alrededor me desbordaba y yo hacía poco más que dar la mano a Rocío. Tampoco quería mirar mucho pues no soy muy amigo de las operaciones y estas cosas. Al final recuerdo el momento en que salió mi hija, tan arrugada, tan pequeñita, recuerdo el primer llanto pero no el corte del cordón umbilical. Que la midieron y la pesaron. Cincuenta centímetros y tres kilos setecientos gramos. A las cinco más o menos me hicieron salir del paritorio y me pidieron que fuera a la habitación. La niña nació a las 4:55. En la habitación los minutos no avanzaban. Estaba solo, nervioso, esperando la llegada de mi mujer. Llegó media hora después de tiempo terraqueo, unas dos horas en mi mente. Me acerqué a ella y la bese.
– ¿Que tal estas amor? - dije
– Todo bien – dijo – Solo me han puesto dos puntos. La niña bien, la asean y nos la suben ahora.
Agarraba su mano y acerqué una butaca a la cama para sentarme y mantenernos agarrados.
– Estoy cansada – dijo
– Supongo – dije – Deberías dormir un poco. A las diez empezará a llegar gente y no podrás descansar mucho.
– No sin ver a mi niña – dijo
– Si te duermes yo te despierto cuando la traigan.
Cogida de mi mano empezó a relajarse y unos minutos después cayó dormida. Solté su mano y salí de la habitación. Llamé a sus padres y a los míos. Los suyos llegarían en una hora o así pues venían de camino desde Cuenca. A Manuela la pedí que esperaran a las diez para que Rocío descansara. Mandé un sms a mis amigos y a los hermanos de Rocío y volví a entrar tras silenciar el teléfono. En el sms les pedí que no vinieran ni llamaran hasta las diez pues quería que descansara un poco Rocío. Miré a mi mujer durante unos minutos como dormía. Justo hasta el momento en que llegó nuestro ginecólogo con una enfermera y nuestra hija. Por primera vez la vi limpita. Como todos los recién nacidos estaba algo hinchada, estresada tras el parto. Desperté a mi esposa que apenas había dormido unos veinticinco minutos, eran poco más de las seis de la mañana. Rocío cogió a su bebé en brazos y vi en su cara una expresión de felicidad y ternura que no había visto nunca. El ginecólogo nos contó que Rocío estaba bien aunque algo baja de hierro. Nos comentó que probablemente saliéramos el viernes por la tarde. Que vendría todos los días a verla y que la niña a partir de ahora sería vigilada por los pediatras del hospital. Me despedí de el y cuando volví a la habitación nos quedamos Rocío, la pequeña Sandra y yo solos por primera vez. Recuerdo ese rato con ternura, Rocío con la niña en brazos y yo a su lado sentado acariciándola y cayéndose mi baba mientras miraba a mi hija. A las seis y media me llamaron los padres de Rocío y les dije en que habitación estábamos. Cinco minutos después entraban por la puerta. La madre besó a la hija durante una eternidad. Estuvimos hablando sobre como había ido todo. Insistimos en que debería dormir Rocío, pero no quería dejar a la niña sola.
– Lo mejor cariño es que se lleven a la niña al nido para que descanses un rato. Que la bajen luego a las diez o así. Hasta entonces he pedido a todos que no vengan – dije
No parecía muy segura pero con el apoyo de su madre acepto.
– ¿Y tu cuando descansas? - dijo Rocío
– Yo no he dado a luz – dije – Llevo a la niña al nido y tus padres y yo dentro de un rato nos iremos a desayunar para dejarte tranquila, ¿vale?
– Vale – dijo
Me llevé a la niña con las enfermeras para que la llevaran al nido y cuando volví Rocío ya dormía. Estaba destrozada. Sus padres y yo fuimos a desayunar y dar una vuelta. Volvimos hacia las nueve y todos descansamos un poco en sillones y butacas. A las diez mi móvil vibró. Era mi madre y tras decirles la habitación entraron unos minutos después. En ese momento se despertó Rocío que al menos consiguió dormir unas tres horas en dos periodos. Me di cuenta que a nadie le di el número de habitación y mandé otro mensaje masivo a todos nuestros amigos con el número de habitación. A las diez y media me fui a por la niña al nido y cuando volví ya había llegado Diana que se lanzó a mi y me dio un beso. Mi relación con ella siempre fue espectacular. Era mi confidente en su familia y ahora novia de uno de mis mejores amigos. Poco a poco empezó a caer un goteo de las personas más cercanas. Primero Jorge, el hermano de Rocío, con su familia. Luego, en grupo, mis socios en la empresa, exceptuando a Raquel, y ya casi a las doce Laura con su pequeña que acababa de cumplir dos meses.
– ¿Porque no has venido esta tarde? - le dijo Rocío a Laura
– Esta tarde también vendré pero quería verte antes – dijo esta dándola un beso
La hija de Laura y Antonio fue así conocida por mis amigos por primera vez y todos comentaron que era muy mona. Laura estuvo muy poco tiempo y se volvió a casa. Mis compañeros se fueron hacia la una y media y tuvimos otro periodo de tranquilidad donde ya solo estaban mis padres, los de Rocío y los hermanos de esta. María me preguntó en el pasillo, antes de irse, si podía traer esa tarde a las niñas. Yo la contesté que si no lo hacía nos mataban a ambos. Esto provocó la risa de mis amigos que me besaron y abrazaron antes de volver a trabajar un poco. Algo antes de las dos nos fuimos mis padres y yo a comer por las inmediaciones del hospital tras dejar a la pequeña en el nido para que la dieran de comer. A las tres estábamos de vuelta y fueron los padres de Rocío junto con sus hijos quienes fueron a comer. A las cuatro y cuarto volvieron. Habíamos conseguido que Rocío durmiera un poco y mis padres, junto con los de Rocío, se fueron a tomar un café a la cafetería. El hermano de Rocío, su mujer y su hijo se fueron tras comer, ya se habían despedido, pues el niño estaba algo cansado. Mientras nuestros padres tomaban algo Diana y yo leíamos en la habitación por si se despertaba Rocío. A las cinco y media volvieron nuestros padres y solo unos minutos después llegó Raquel con José Carlos, Susana y el pequeño Juan. Despertamos a Rocío en ese momento y fui a por la niña al nido. Ya nos la quedaríamos aunque nos dijeron que lo mismo la subían a dormir al nido si por lo que fuera lloraba mucho. Raquel y Rocío no paraban de hablar. Rocío entre unas cosas y otras había conseguido echar tres buenas siestas y estaba algo descansada. Salí con José Carlos al pasillo para que no estuviéramos todos en la habitación y porque el teléfono no paraba de sonar. Llegaron pronto Antonio y Laura con Pablo que venía a acompañarnos ahora que había venido a vivir a Madrid con su novia, mi cuñada Diana. Antonio y yo nos fundimos en un largo abrazo. Era mi mejor amigo y lo más parecido a un hermano que tenía. Luego lo hice con Pablo. Antonio y Pablo entraron a ver a la pequeña y tras un rato salieron para unirse a José Carlos y a mi en el pasillo. Los siguientes en llegar fueron María y los suyos. Me hizo mucha ilusión ver a las niñas acercarse por el pasillo pero mientras Elisa y Elena estaban sonrientes Marta, mi ahijada, parecía seria. Iba la última y sin aparente prisa. Besé a todas que entraron con su madre en la habitación seguidas de Arturo que pronto salió con nosotros.
– ¿Que le pasa a Marta? - dije
– Ni idea – dijo – No parecía que le hiciera mucha ilusión venir.
Yo entré a la habitación y allí estaban nuestros padres con Diana, Raquel, Laura, María y todos los peques. Marta estaba bastante apartada en un rincón mientras sus hermanas miraban a mi hija y hacían preguntas.
– Marta cariño – dije - ¿Que te pasa?
Ella no dijo nada y solo agachó la cabeza. Yo me arrodillé frente a ella, a unos cuantos metros, para estar a su altura.
– Ven aquí – dije
De repente yo pasé a ser el centro de atención. Nadie pareció darse cuenta de que Marta estaba rara pero yo con ella tenía una relación cercana a la paternidad y notaba cuando no estaba bien. Marta se acercó a mi con la cabeza agachada.
– ¿Que te pasa cariño? - dijo yo
Marta me miró a los ojos.
– ¿Ya no me vas a querer a más? - dijo ella no muy alto
A mi me pilló de sorpresa su pregunta y miré a su madre que se encogió de hombros.
– ¿Porque dices eso preciosa?
Marta me abrazó y lloró un poquito en mi hombro.
– Mamá dice que ahora tienes que querer a Sandra – dijo
Yo miré a su madre que me hizo un gesto a medio camino entre “esta niña no se ha enterado de nada” y “lo siento”.
– Claro – dije – Sandra es mi hija, princesa. Pero tu vas a seguir siendo mi ahijada y te voy a seguir queriendo igual. Además Rocío y yo necesitaremos tu ayuda.
Eso pareció iluminar la cara de Marta.
– ¿Como? - dijo
– Mi hija no tiene hermanas – dije – Y tu tendrás que ayudarme como Elena ayudó a tu mamá contigo.
Marta pareció pensarlo
– ¿Que hago? - dijo Marta
A todos nos hizo gracia y su madre fue la que rió con más fuerza.
– Tendrás que esperar a que Sandra sea un poco mayor, ¿vale? - dije – Vamos a ver a la niña.
Y cogiéndola en brazos la llevé hasta la cuna de la niña y la estuve viendo con ella en brazos.
– ¡Que padrazo! - dijo mi suegra mirando a mi madre
– Yo estoy alucinando – dijo Manuela – No sabía esto de Carlos
María se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla.
– Yo les he dicho mil veces que van a ser, los dos, los mejores padres del mundo – dijo María
Y se fue a besar a Rocío. Yo estaba cansado y me ponía demasiado emocional así que salí de la habitación con Marta de la mano. Casi al tiempo que salía llegaban Marga y Mike con el pequeño Miguel y, solo un rato después, Alberto y Celia. Celia era médico, había terminado el MIR solo un par de años antes, y se había especializado en cardiología. Me estuvo interrogando sobre el estado de la madre y la pequeña antes de entrar a ver a Sandra y Rocío. Laura y Antonio fueron los primeros en irse. Antonio me abrazó y me dijo que vendría todos los días.
– Intenta que Laura no venga todos los días con la niña – dije
– Lo intentaré pero no creo que pueda.
Justo cuando se fueron Antonio y Laura llegaron Mónica y Teresa con Raúl y Pedro. Poco a poco se fueron yendo todos y Rocío y yo nos quedamos con nuestros padres y Pablo y Diana. A las diez de la noche ya tocaba dar el día por finalizado.
– Vete a casa a dormir – dijo la madre de Rocío – Llevas aquí todo el día
– Y vosotros habéis venido desde Cuenca – dije – Además, es la primera noche y quiero estar con mi esposa y mi hija. Otra noche podéis darme relevo.
– No intentes discutir – dijo Manuela – Todo lo que tiene de buen padre lo tiene de cabezota
Tras un buen rato despidiéndonos se fueron todos y nos dejaron a Rocío y a mi con la niña. Estábamos cansados pero hablamos durante una hora y media. A las doce entraron las enfermeras y nos contaron que cada tres horas debía comer la niña. Podíamos quedárnosla o se la llevaban al nido y la alimentaban ellos. Rocío y yo nos miramos. Y nos dijimos todo con la mirada. Queríamos estar al lado de nuestra hija.
Tras levantarnos a las tres y seis a las nueve estábamos dando de comer a mi hija cuando llegaron los padres de Rocío. Solo un rato después llegó el pediatra y se llevó a la niña para hacerla unas pruebas. Aproveché ese momento para irme a casa a ducharme y cambiarme de ropa. Cuando salimos corriendo hacia el hospital cogimos la bolsa que teníamos preparada de Rocío y Sandra pero nada para mi. Cogí una muda y un polo y me volví al hospital. Cuando llegué eran ya las diez y media y mis padres estaban allí. Esa mañana fue muy tranquila solo recibimos la visita de Diana. Que estuvo dos horas y luego se fue pues tenía cita con un cliente. Si recibimos bastantes llamadas pero no más visitas. Mis amigos se iban a repartir las visitas a nosotros mientras estuviéramos en el hospital para no venir todos a la vez pero María me dijo que Marta ahora no quería dejar de ver a Sandra. Me hacía gracia que hubiera pasado de no querer mirarla a querer verla todos los días. Pero en el fondo me daba pena que quizás durante un poco de tiempo lo pasara mal pensando que Rocío y yo íbamos a dejar de quererla. A mediodía insistí en que mis padres y los de Rocío se fueran juntos a comer. Cuando volvieron yo bajé a la cafetería y me tomé un sándwich mixto. Tras comer me senté en el sofá, serían las cuatro de la tarde, y cogí a mi niña en brazos un rato. En todo el día no la había cogido, para que descansara, y ya tenía ganas. En ese momento me aislé de todos y solo miraba a mi hija. Volví a la realidad cuando oí a todos reír y me di cuenta de que me miraban todos.
– Cariño – dijo Rocío – Estabas en otro mundo. Se te caía la baba.
– Pues claro que se me cae la baba – dije levantándome y dejando al niña en su cuna – Me has hecho el hombre mas feliz del mundo.
Y tras decir eso me acerqué a Rocío y la bese. Ella me sonrió y al girarme vi como nuestros padres se mostraban satisfechos por nuestro amor. Poco a poco empezaron a llegar amigos. Primero Mike y Marga con el pequeño Miguel y un poco mas tarde, casi a la vez, Antonio y Laura con la peque y María con sus hijas aunque sin Arturo. Llegaron un par de compañeras de Rocío a las que yo conocía de verlas alguna vez al ir a recoger a Rocío y Ana. Se me hizo un poco raro ver a mi amante Ana en el hospital pero era una de mis trabajadoras más importantes y Rocío no la odiaba, si bien tampoco eran amigas. Cuando estas se fueron eran las siete y ya no parecía que fuera venir mucha gente más. Pero llegaron Diana y Pablo y, unos minutos después vimos como el director general de banca privada del banco se acercaba a nosotros con su mujer. No esperaba ver por allí al jefazo del banco de Rocío pero eso me dejó claro que de verdad creían que sería importante para la empresa. Antonio y yo hablamos un poco con él y su esposa y entraron a la habitación. Unos instantes después salió María para decirme que entrara.
– Tu eres el famoso nuevo hijo de Mariano – dijo el jefe de Rocío
Yo durante un momento no supe que decir.
– Famoso no se – dije sonriendo – Pero si que los considero mis padres en todos los aspectos.
– Estoy sorprendido – dijo – No se como cuando investigué tu empresa no me enteré de esta información. Que sepas que tu padre va hablando muy bien de ti por ahí.
– Bueno – dijo yo mirando a Mariano – Seguro que no habla de mi mejor de lo que yo hablo de el.
El jefe de Rocío y Mariano rieron.
– Aunque en realidad – dije sentándome junto a Manuela en el sofá – La que de verdad mueve los hilos de la familia es mi madre.
Todos rieron y ella me dio un beso.
– Carlos era sido nuestro hijo desde antes de que muriera Lucía. Siempre le hemos querido como tal igual que sus padres querían a nuestra hija. Estamos muy contentos por que nos acepte como padres.
Yo besé a Manuela.
– No puedo imaginar unos padres mejores. Ahora a ver que tal sois de abuelos – dije sonriendo.
Rocío se rió. Tocaba dar de comer a la niña y me acerqué a la zona de enfermería a por el biberón. Una vez volví y se lo dí a Rocío vi que el jefe de Rocío hablaba con Mike, Marga y María.
– Me dice tu mujer que en realidad es todo mérito de tus socios – dijo el jefe de Rocío
– Y tiene razón – dije guiñando un ojo a Mike, Marga y María.
Mariano empezó a contarle la historia de nuestra empresa. Desde como le habíamos dejado tirado hasta como cedí acciones a Alberto, María y Marga. Rocío parecía orgullosa de mi y mis suegros se enteraban de más cosas de mi empresa. Pero el que estaba orgulloso era yo. De tener a la mejor esposa del mundo, unos socios que eran amigos y unos amigos que eran sensacionales. Cogí a Marta en brazos mientras mi padre narraba mi vida y nos acercamos a ver como Rocío daba de comer a Sandra. De nuevo volví a dejarme ir y dejé de oír a todo el mundo. Con Marta en brazos miraba a mi mujer con mi hija y, en ese momento, el mundo se reducía a ellas dos. A ellas tres si tenía en cuenta a Marta. Nada más existía. Tras un rato salí con Marta de la mano al pasillo y allí hablé con Pablo y Antonio a los que les conté lo que había ocurrido dentro. Ellos eran mis amigos más alejados del mundo de la empresa y todo eso les hacia gracia. Hacia las ocho y media se fueron yendo todos. Me despedí de todos con besos y abrazos. Marta me pidió educadamente volver al día siguiente. Su madre claramente la dijo que debía preguntarme.
– Claro que puedes venir cariño – dije – Tu y tus hermanas.
Miré a María y la sonreí. Ya solo con los padres de ambos la madre insistió en quedarse esa noche con ella y fui incapaz de quitárselo de la cabeza. Mis padres y el padre de Rocío se fueron hacia las diez y yo me quedé con Rocío hasta las once y media cuando la dejé, no sin despedirme de mi hija y mi esposa durante un rato, con su madre. En el camino a casa me sentá raro. Quería estar con mi esposa y mi hija pero entendía a su madre. Eso si, decidí que al día siguiente podían todos decir misa pero yo me quedaba con mi esposa y mi hija. En casa aproveché para repasar un par de emails y a la una me fui a la cama. No dormí hasta las dos dando vueltas por la inquietud de no estar con las dos chicas que ahora hacían que, para mi, el mundo siguiera girando.
Me levanté hacia las ocho de la mañana y tras ducharme me fui al hospital con mi esposa. Cuando llegué, unos minutos antes de las nueve, Rocío estaba con su madre y una enfermera recibiendo información sobre como afrontar las últimas horas hasta que tuviera leche. La habían dado unos masajes en los senos y ya parecía que estaba bajando la leche y podría, probablemente esa noche, dar a la niña la primera toma. Mis padres llegaron hacia las diez y unos minutos después el padre de Rocío. Esa mañana fue muy tranquila. Solo se paso Mike que estaba en una reunión cerca y se vino unos minutos a vernos y saludarnos. Tras comer con mis padres mis suegros fueron a comer y por la tarde volvieron a venir las visitas. Esa tarde vinieron Alberto y Celia y de nuevo María con las niñas y esta vez también con Arturo. Pablo y Diana llegaron con Antonio, Laura y la peque. También vino Raquel con su hija. Su marido se quedó en casa con el pequeño. Ella estuvo poco tiempo lo justo entre toma y toma de su hijo. Susana estuvo jugando con Elisa, Elena como casi siempre pegada a Rocío y yo con Marta en el pasillo. También se pasaron un rato a media tarde la familia de Manuela, sus hermanos y sus familias. Una vez se fue Raquel, hacia las siete, llegó Gerardo, el cliente de Rocío con el que estábamos en negociaciones para comprar su concesionario de BMW. Cuando se fueron todos ese día no planteó nadie quedarse con Rocío. Sabían que ese día quería quedarme yo. Rocío dio el primer pecho esa noche aunque se complementó la alimentación de Sandra con un biberón. Yo miraba el nexo de unión que se creo entre mi hija y mi esposa y estuve ensimismado. Rocío me sonreía. Era feliz. Esa noche hicimos todo lo posible por descansar entre toma y toma. La verdad es que la niña durmió muy bien. Y nosotros con ella.
Tras la toma del viernes a las nueve de la mañana vinieron nuestro ginecólogo y el pediatra de la peque. Revisaron una vez más a Rocío y a Sandra y, algo antes de las diez, nos dieron el alta. Aun así tardamos aun dos horas en irnos del hospital. Yo estuve esas dos horas con mi padre haciendo el papeleo mientras Manuela y la madre de Rocío estaban con ella. El padre de Rocío, tras dejar a la madre en el hospital, se despidió de nosotros y se fue a Cuenca pues ese viernes a las dos tenía una comida de negocios. El sábado además tenía un evento del banco. Volvería a primera hora del domingo a por su esposa. A las doce y media estábamos ya en casa. La madre de Rocío se quedaría con nosotros hasta el domingo. Me hizo gracia que su madre me pidiera permiso. Como si no quisiera molestar. Yo la dije que ella me acogía varias veces al año en su casa y que era bienvenida en la nuestra. ¿Como iba a separar a una abuela de su nieta? Manuela y la madre de Rocío ayudaron a ordenar las cosas de la niña y todos los regalos, principalmente ropa, que habíamos recibido. Mientras mi padre y yo nos fuimos a hacer la compra para esos días que pasaríamos en casa con la pequeña. Tras comer llegaron las primeras visitas. Primero Alberto, Marga y Mike directos después del trabajo. Tras un rato con nosotros se fueron con sus familias. A pasar la tarde vinieron María y las niñas. Cuando ellas se fueron se fueron también mis padres que ya no vendrían hasta el lunes pues tenían un fin de semana bastante lleno de compromisos sociales y, como todo iba muy bien, su presencia no era necesaria.
El sábado lo pasamos bastante tranquilamente. Vinieron Diana y Pablo con Laura y Antonio y la hija de estos por la mañana durante un par de horas. Laura y Antonio se fueron con la pequeña pero Diana y Pablo se quedaron a comer. Por la tarde, aun con Pablo y Diana en casa vinieron Raquel y José Carlos con sus hijos y María y Arturo con sus niñas. Habíamos casi orquestado las visitas de todos nuestros amigos pues, si por ellos fuera, estarían todo el día con nosotros. Una vez se fueron las visitas cenamos tranquilamente Rocío y yo con su madre y, tras la toma de las doce de la noche, nos fuimos a intentar dormir en ratos de poco más de dos horas.
Toda la mañana del domingo estuve liado preparando cosas para el papeleo de la niña y ordenando la casa. A las once llegó el padre de Rocío de Cuenca y, poco después de las doce del mediodía, llegaron Diana y Pablo a pasar el día con nosotros. Pablo me ayudó a hacer la comida y, tras esta, se fueron los padres de Rocío a Cuenca. Una vez se fueron llamé a mi amigo Ramón ya que era su cumpleaños. Estuve diciéndole que me gustaría que conociera a la niña y que a ver cuando podía escaparse. Me dijo que pronto la vería. A las cinco de la tarde llegaron Laura y Antonio con su hija. Pero no venían solos. Venían con Ramón.
– ¡Ves como la iba a ver pronto! - dijo Ramón tras darme un abrazo
– Que sorpresa – dije
– La misma que les día a estos dos el viernes cuando fui a verles. Gracias a tu cuñada y Pablo que callaron la boca.
Yo mire a todos y me reí. Rocío abrazó a Ramón y este estuvo viendo a nuestra hija. Nos contó que estaba esperando a que diéramos nosotros a luz para venir a Madrid y ver a las dos niñas en un solo viaje.
– Y mi madre encantada con que dierais a luz esta semana. Así he podido pasar el fin de semana con ellos y comer en mi cumpleaños con mi familia.
Todos reímos. Pasamos la tarde con ellos y cenamos algo pronto. Fue muy agradable estar con Pablo, Antonio y Ramón. Con Ramón en Bruselas trabajando no eran muchas las veces que nos reuníamos los cuatro. En la universidad éramos inseparables. Una vez se fueron, Rocío y yo descansamos. En la cama Rocío ya no tenía muchos dolores y pude pegarme a ella y abrazarla. Estuvimos besándonos con la niña dormida en la cuna sin hacer mucho ruido y acariciándonos. Era el hombre más feliz del mundo.