Mi historia 4

Luego de aquella mañana mi vida cambio radicalmente.

Eran las 5 de la mañana cuando Andrea entró en mi cuarto. Tras despertarme violentamente con un par de bofetadas del pene de plástico que traía atado a un arnés sobre sus ropas, de nueva cuenta me obligo a mamarselo hasta que se canso, mientras me insultaba y me repetía el putito que a partir de aquel día sería. Despues de ello, me obligo a desnudarme, y me arrojó un conjunto de ropa deportiva en color rosa, unas pantaletitas y una playera t-shirt del mismo color para que mi vestiera con ello. Posteriormente me metió el butplug y me ordenó guardar toda mi ropa en bolsas de basura negra y tras haber hecho esto bajamos los dos al departamento. Era tal el miedo que me imponía Andrea que no sentí ninguna excitación, sino solo miedo.

Llegamos al departamento y nos encontramos con Cristina en la cocina.

  • Buenos días Cris.

  • Buenos días Andy, que lindo se te ve el conjuntito… imagino que ya has hablado con Andrea y estas de acuerdo, ¿verdad cariño?

  • Sí Cris, estoy de acuerdo- le dije mientras le mostraba las bolsas con mis restos de dignidad y masculinidad

  • Muy bien Andy, de verdad no sabes lo feliz que me haces con tu decisión. Ya te dijo Andrea lo que haremos hoy?

  • No

  • Ahhh bueno, pues hoy iremos a que te ayuden a verte mucho más femenino para que te sientas más ad hoc jijiji

Hasta ese momento no imaginaba lo que tenían pensado. Tras desayunar me llevaron al supermercado de la colonia, y me dieron una lista que debía de comprar. Me proporcionaron un pequeño bolso deportivo, también en color rosa y me ordenaron ir a comprar lo que decía en la lista:

Comprar con actitud muy afeminada y sumisa lo siguiente:

  • Pantiprotectores largos
  • Toallas femeninas
  • Pantimedias negras y color natural
  • Crema depiladora
  • Una zanahoria larga y gruesa, preguntar a un dependiente hombre si es suficientemente grande y gruesa
  • Pedir en la farmacia condones para uso rudo
  • Pedir en la farmacia lubricante

Bajé del carro, no sin antes ellas me aplicaran un poco de maquillaje, mascara y rubor para verme muy femenino. Se apiadaron ante mis ruegos y me permitieron colocarme un mascada y unos lentes oscuros (obvio muy femeninos) para proteger mi identidad. Entré pues al supermercado y me dirigí en primer lugar a la farmacia de la tienda, que queda cerca de la entrada, y para mi mala suerte me tocó me atendiera una señora ya entrada en años. Estaba a punto de ordenar en la farmacia cuando noté que atrás de mi la siguiente clienta era Andrea, me ruboricé al máximo, pero comprendí que estarían vigilando mi humillación. Estaba a punto de pronunciar palabra cuando Andrea me interrumpió “Es su turno señora… ay perdón señor”, con mi voz más afeminada  contesté un simple “Gracias, disculpe me puede dar unos condones para uso rudo y un lubricante” lo que provocó la risa de Andrea, así como de las dos señoras que estaban detrás, llegando a escuchar incluso el comentario de “Parece que alguien se va a divertir esta noche”. La mujer de la farmacia me mostró varias marcas de condones, no sin darme una mirada de desaprobación. Pagué y salí de ahí para seguir cumpliendo con la lista que me ordenaron, tomé los pantiprotectores, las toallas sanitarias y las pantimedias lo más rápido que pude y seguí caminando por el supermercado en aquellos tenis medio número más pequeños que mi talla. Llegué a la sección de frutas y verduras y para mi suerte se encontraba vacía, así que traté de aprovecharme, tomar una zanahoria y salir de ahí, cuando noté que Andrea venía siguiéndome los pasos, así que no tuve más remedio que tratar de elegir la más grande y gruesa, lo que me llevo a observarlas con detenimiento. Me encontraba mirando aquellas zanahorias cuando un dependiente se me acercó para ofrecerme su ayuda. Sentí como disimuladamente aprovechaba para tocarme mi trasero “¿Le puedo ayudar en algo?” ante lo cual yo dí un pequeño salto de susto, y de nuevo con mi voz mas afeminada posible le respondí “Sí, gracias. ¿Le parece esta zanahoria lo suficientemente gruesa y larga?”. El dependiente miró al interior del contenido de mi carrito y tras ver  las medias, las toallas sanitarias, los pantiprotectores, los condones y el lubricante me dijo, tocándose al tiempo su entrepierna “No, no parece lo suficientemente gruesa y larga para lo que necesita…” y en ese momento le interrumpió Andrea, agitando en la mano un tremendo rábano “Quizá esto le sea mas útil al señorito” lo que provocó la risa del empleado mientras no dejaba de acariciarme el  trasero. Tomé entonces el rábano y apuré mi camino a las cajas.

Basté decir que aquel día aguanté la mayor humillación que pensé podría pasarme. Que equivocado me encontraba.