Mi historia 2
Conozco a la amante de mi mujer...
Así pasaron los meses. Yo, absolutamente rendido ante los deseos de Cristina, sin mayor placer sexual que poderme masturbar enfrente de ella, con el vibrador en mi culito, tras haberla complacido oralmente.
Por aquellos días Cristina empezó a salir frecuentemente con Andrea, una mujer algunos años mayor que ella, abogada también, con quien había entablado amistad. Andrea es una mujer, mediana de estatura, un poco llenita, de aspecto rudo, como su carácter, lo cual se enfatiza por su corte de cabello corto, el poco uso de maquillaje, sus pantalones y zapatos, no muy atractiva, pero sí muy inteligente, además de ser excelente abogada, cosa que tiene en común con Cristina. Supongo que su amistad surgió porque ambas son muy inteligentes, además de tener carácter fuerte, aunque el de Andrea superaba al de Cristina.
La amistad de Cristina y Andrea implicaba el que saliéramos de vez en cuando los tres, y en esas ocasiones por demás incómodas, Cristina parecía esforzarse en hacer evidente con su amiga mi posición de sumiso, situación que divertía a Andrea. Tras hacerse frecuente dicha situación, dejé de salir con mi esposa las veces que sabía que Andrea estaría ahí. Ello implicó reducir las veces que salía con Cristina, aunque después de cada salida entre ellas, tenía con Cristina salvajes noches de pasión, sin cambiar el script, yo satisfaciéndola oralmente, ella penetrándome con el vibrador y viéndome masturbar al final.
Así pasaron los meses, hasta el día de nuestro primer aniversario, en el que regresó Cristina, tras de haber comido con Andrea, y me dijo con lágrimas en los ojos:
- Andrés, cariño, necesito hablar contigo.
- Sí, amor, dime ¿Qué ocurre?, ¿Por qué lloras?
- Andy, perdóname, te he sido infiel…
- ¿Cómo?...
- Calla, escucha. He descubierto que soy lesbiana, me gustan las mujeres, y hace tiempo que he estado teniendo una aventura con…
- Andrea!!!
- Sí, Andrea, y la verdad es que no puedo con esto…
- Tranquila amor, tranquila, lo entiendo…
Cristina se molestó, no sé si por sentirse descubierta o por sentirse débil. Me botó una bofetada que me tumbó al piso.
- Andy, perdón, te pido que me dejes terminar.
- Perdón cariño, continúa
- Sé que no es el mejor momento, pero creo que debemos divorciarnos.
- ¡¡¡Qué!!!
- Sí Andy, entiende, nos amamos, y no puedo seguir contigo como tu esposa, viviendo esta mentira, que tampoco a ti te funciona.
Me sentía herido por aquella confesión, sobretodo el día de nuestro aniversario, y más después de haber soportado y rendido ante todo. Sin embargo era mayor mi enamoramiento hacia esa mujer.
- No amor, no quiero perderte. Haré lo que quieras. ¡Lo juro!
- No Andy, es injusto para ti, además ¿Cómo podría funcionar?
- ¡No sé!, viviremos los tres juntos
- No digas tonterías…
- No, en serio. Lo que tú quieras. Sólo no quiero alejarme de ti. ¡Por favor!
- Ok, ok, no llores Andy. Déjame decirle a Andrea. Ya encontraremos una solución.
Cristina habló con Andrea y al día siguiente nos reunimos en nuestro departamento. Llegó,con su actitud poderosa y sobremasculina y dominante. Después de un par de horas de platicar, habíamos acordado que ella se mudaría a casa con Cristina y yo dormiría, en principio, en el cuarto de servicio, el cual permanecería con llave por fuera, para que no se me ocurriera en ningún momento alguna tontería. Andrea insistió en que mantuviera mi cinturón de castidad puesto en todo momento. Yo, como ya puedes adivinarlo, accedí con tan de poder estar lo más cerca de Cristina. Dado que Andrea tenía muy buenos ingresos, y que entre ambas lograban obtener más de lo suficiente para mantener la casa, yo, en caso de querer aquel pacto debía quedarme en casa y hacer los quehaceres del hogar. De nueva cuenta, lo puedes anticipar, accedí. Mi vida sexual ahora se reducía a cuando ellas quisieran liberarme de mi cinturón de castidad.