Mi historia
Para reír, para llorar, para identificarse, para compartir; esto es sólo mi vida hasta el día de hoy, espero la disfruten...
El olor a sudor de hombre, el tener un ser corpulento abrazándome y la masculinidad brotando al aire son los deseos más grandes que tengo de un hombre para mí persona y esto es lo sucedido hasta el día de hoy, 18 años de interminable búsqueda aún sin concluir:
Desde que tengo memoria, mi más grande objetivo fue la finura en todo lo que realizara, desde el modo de escribir, hasta talvez el modo de vestir, sin que fuera de ropa más interesante que unos normales shorts, siempre combinados con los colores exactos, aunque siempre o regularmente, fueron los mismos.
Mi homosexualidad fue clara desde temprana edad, me fascinaba todo lo que tuviera que ver con lo femenino: desde una manera decente de comportarse hasta jugar con muñecas y vestirlas o aún llegarme a poner la ropa de mi madre, creo que sin saberlo me comenzaba en una vida homosexual deseada inconcientemente, creo ser así desde el momento en que nací.
Crecí entre hombres, ya que todos mis primos resultaron niños y ya que vivíamos en una casa grande en la Ciudad de México, todos convivíamos y jugábamos felices con los clásicos problemas de niños de toda familia mexicana. Aunque en mi caso siempre fue distinto, mientras que todos mis primos jugaban con coches o aviones o a la guerra, yo vestía muñecas y las hacía lucir despampanantes, con pedazos de tela que recogía de lo que a mi madre ya no le servía (ya que ella solía cocer); siempre mostré una faceta pacifista para cualquier evento que se me presentara y odiaba rotundamente el football y cualquier cosa de trabajo masculino, lo que me trajo problemas especialmente con mi abuelo, ya que recuerdo que en más de una ocasión me gritó "¿cómo no sabes hacer esto?, ¡pareces niña!", a lo que yo respondía saliendo corriendo del lugar y refugiándome en algún lugar a llorar.
Nunca estuve conciente de mi situación homosexual, aunque a los 10 años conocí a un niño que me confesó su "situación" de gay y me hizó aceptarme como bisexual, no fue hasta los 15 que me convencí de la idea de que deseaba estar con un hombre más que con una mujer. Durante esos cinco años, descubrí la masturbación y el voyeurismo (mirar a otros hombres orinar o mirar revistas de contenido erótico o admirar a los clavadistas con sus speedos ajustados al cuerpo), como parte de mis placeres sexuales, aunque jamás me atreví a decirle a uno que me gustaba y jamás ninguno se atrevió a dar pauta para que ocurriera algo. De igual manera durante esos cinco años siempre deseé que algún hombre mayor, talvez de bigote y de corbata o moreno y corpulento, detuviera su coche o su andar para decirme que le gustaba y que quería conducirme a un sin fin de emociones que aún desconocía, a lugares donde jamás había pisado y que no me permitiera regresar jamás a mi pasado, que se convertiría él en mi presente y mi futuro...Pero jamás ocurrió, talvez y es a lo que siempre se lo atribuyo, es a mí cuerpo, ya que siempre fui más alto que la mayoría de los hombres y gordito, aunque mi cara siempre ha sido de niño, y como algunos llegaron a decirme "eres un niñote".
Siempre fui un niño introvertido, me creaba y contaba historias fascinantes que no alcanzaría a escribir en libros y tenía pocos amigos, la mayoría eran mujeres, ya que siempre he adorado la charla superficial acerca de hombres, ropa y artistas; que con hombres me imaginaba, jamás podría sostener. Mucho menos tenía amigos gays, más que el niño que a los 10 años me confesó su verdad (que a la fecha sigue siendo mi amigo, mi hermano).
Para 1999, el internet se empezó a hacer popular entre los adolescentes, era algo que ya formaba parte de las pláticas cotidianas. Siempre rumbo a mi casa veía de lejos un "cybercafé" al que siempre moría de las ganas de ir, quería chatear y tener mail, pero mi idea se consumó mucho tiempo después debido a mi vergüenza, me armé de valor y entré y para mi suerte fueron amables conmigo, y contento, comencé por sacar mi cuenta de mail y después curioso comencé a entrar a los chats. Yo veía que había salas para gente gay, pero la vergüenza de que se dieran cuenta de lo que hacía, me hizo prolongar la entrada para varios días después. Lo que siguió fueron un sin fin de emociones: hombres declarándose su amor, personas buscando compañeros describiéndose físicamente; todo era para mi nuevo y llego a aterrarme la idea de siquiera inmiscuirme en ello, pero lo hice, tenía que.
Para el segundo día que entré conocí a un chavo, ya ni recuerdo su nombre, pero si su voz, una voz muy masculina; él era más bajo que yo, moreno y no de muy buena apariencia, pero no feo. Empecé a salir con él y con el tiempo me enamoré de él y llegué a confesarle que quería que me quitara lo virgen, pero no lo hizo, sin embargo una vez mientras estábamos en el cine, llegó a tocar mi mano, lo que me provocó una inmediata erección. Con el tiempo dejé de verlo, pero no dejé de entrar al chat. Conocí a varios hombres, diferenciándose en edad y aspecto, algunos que fueron mis parejas, otros a los que les hice sexo oral y otro que me quitó lo virgen.
Uno de ellos me comentó que en el metro de la ciudad, en el último vagón de algunas líneas, la gente gay se sube para lograr encuentros, algunos de los cuales terminan en sexo, y la idea de encontrar algo me fascinó y lo hice durante meses sin resultado, para entonces ya tenía mi aspecto actual: más o menos 1.80 metros, espalda ancha, piernas grandes y velludas, aunque seguía siendo gordito y con cara de niño.
Todo fue aburrición y desesperación hasta el día que lo vi a él delante de mí, yo estaba sentado y el quedaba frente a mí pero con la mirada en dirección al oeste; era guapo y de pelo quebrado y yo le calculé 25 años y lo creí perfecto. Pero desde ese momento empecé a tomar el papel de mujer, de niña que se deja conquistar y él me volteaba a ver y yo a él, sin nada que decir, más que el deseo de tenerlo en mí, bajé del vagón y nos hablamos. Me sorprendieron su tamaño y corpulencia, por supuesto era más alto que yo, pero aparte su elocuencia, me dijo que era director de teatro y que en ese momento se dirigía a dar clases (otra actividad que realizaba), pero que le dejara mi correo para platicar más tarde por el messenger, yo no creí que lo hiciera pero la idea fue fascinante.
Si cumplió y platicamos largo y tendido por ese medio y quedamos de ir el día siguiente al museo de Frida Kahlo, ya que yo soy gran admirador de ella, aparte me confesó su verdadera edad: 37 largos años. Nos vimos de nuevo y todo fue fascinante, desde la visita al museo, hasta la plática que tuvimos en un café en Coyoacán. Decidió llevarme a su departamento, yo temía hacerlo, pero no dudé en aceptar. Lo demás ni se diga, por fin, después de 18 años de búsqueda, me sentía pleno, como el homosexual que siempre quise ser, me descubrí pasivo y el hombre me cojió como sólo un hombre como él sabe hacerlo, disfruté cada segundo de nuestro encuentro y logró elevarme al cielo como ninguno otro a logrado hacer de nuevo, se convirtió en mi hombre, mi compañero, mi confidente, pero no sabía que mi amor hacia él no iba a ser correspondido.
Tuvimos un último encuentro, el que terminó en una despedida triste y sin sentido, caminé por las calles buscando alivio en el cigarro o en la búsqueda de algo superficial con cualquier hombre que se me pusiera enfrente, pero no lo logré, encontré a una amiga, la que me libró de un destino talvez desconocido, me calmó y me hizo sentir querido.
Desde ese momento no he vuelto a conocer hombre alguno que me haga sentir lo que ese hombre hizo, pero no sólo sexualmente sino también sentimentalmente.
Ese hombre que idealizo moreno, más alto que yo o de mi tamaño, corpulento, inteligente, elocuente hasta cierto punto filósofo, amoroso, cariñoso, tierno, mimador; al que yo le entregaré todo, absolutamente todo. Y que juntos volaremos hasta las mismísimas estrellas, para no regresar jamás...