Mi historia

Mejor Léanla.-

ESTA ES MI HISTORIA

Mi historia comienza cuando yo me encontraba en la etapa de la pubertad, mi cuerpo aún no se desarrollaba para dar paso a la adolescencia. Soy hijo único y vivo solo con mi mamá. Ella es enfermera y trabajaba en un hospital público del estado. Aunque si bien la paga que ella tenía no era mucha, vivíamos bien. Luego a ella le ofrecieron un trabajo en una clínica privada, donde su sueldo sería casi del doble de lo que ganaba en el hospital pero con el inconveniente de que trabajaría en el turno nocturno de 10 pm a 6 am. Ella aceptó el trabajo, nos tuvimos que adaptar, más yo al tener que quedarme solo por las noches. Y yo hasta ese momento asistía a una escuela pública, si bien no tenía muchos amigos aun así era bastante sociable. Entre todos mis amigos estaba J.P tres años mayor que yo. No sé porqué pero me hice amigo de él, hablamos mucho. Él vivía solo con su hermano Marcelo de 21 años, con el cual se reunía en un grupo de amigos a pasar el rato y a tomar cervezas  en un parque que quedaba como a cinco manzanas de mi casa. Me acuerdo que en ese grupo estaban J.P, Marcelo, El Gordo  que pesaba como 120 kg, el Tano y los hermanos mellizos Gabriel  y Javier. Yo siempre que pasaba por ahí les saludaba.

Como mi vieja se desempeñaba muy bien en el trabajo,  le ofrecieron ser jefa de personal. Le subirían mucho más el sueldo, pero tendría que entrar a las 9 pm y retirarse a las 7 am. Ella aceptó. Las cosas mejoraron bastante económicamente en mi casa, y mi mamá decidió que para que yo tuviera una mejor educación me pasaría a un instituto privado. Esa decisión fue la que cambio mi vida. Cuando ingresé al instituto, todo marchaba bien, pero no sé porqué uno de los chicos de los cursos superiores comenzó a molestarme. Él se llamaba Héctor, de 17 años de edad, alto casi 1.80m de estatura, jugador de rugby. Todo el tiempo me hacia bromas pesadas, me decía putito, etc. El porqué aún no lo sé. Bueno, la cuestión es que la situación comenzó a ponerse cada vez más pesada. Yo estaba en el turno tarde y muchas veces salíamos de noche de clase. Uno de esos días comenzó lo peor. Yo ese día tenía  una hora adicional, y para colmo me había retrasado en copiar la tarea. Todos los demás se habían ido, solo quedaban el personal de limpieza y yo. Me encontraba en mi clase solo, por lo que guardé mis cosas y antes de salir pasé al baño a orinar. En eso entra Héctor y se pone a orinar a mi lado. Yo en ningún momento le miré ni nada por el estilo, pero entonces él me dijo.

-     ¿Qué me miras putito? ¿Te gusta mi pija? ¿Quieres chupármela?

Yo no dije nada, le tenía un poco de miedo. En ese entonces yo media 1.54m de estatura y casi no llegaba a los 45 kg. Era de complexión muy pequeña. Soy de tez blanca casi tirando a pálida, mis ojos y cabellos son negros. Muchos dicen que soy lindo. Decidí irme sin hablarle. En eso que yo iba saliendo pero él me tomo fuertemente de un brazo y me dijo.

-     Mírame la pija, sé que te gusta.- Yo reaccioné y le grité.

-     ¡Suéltame puto de mierda! Aparte qué quieres te mire la pija si la tienes enana.- Y eso a él le enojó.

En ese momento solo sentí un golpe en el estómago que me dejó sin aire y me desvaneció. Solo sentí que me llevó a los sanitarios que tenían puerta, me tiró al piso y empezó a insultarme. Me pateo en la parte del estómago y las costillas, casi perdí el conocimiento.

- “El dolor, tu dolor se desata.”-

Cuando me recuperé un poco sentí algo en mi boca y que él me jalaba del cabello. Yo solo lloraba, y me di cuenta que era su pene lo que estaba en mi boca. Me sentí asqueado y con ganas de vomitar.

- “Te sientes y eres usado.”-

En un intento de defensa, le mordí. No supe qué más hacer, a lo que él me volvió a golpear, me jaló más fuerte del cabello y me dijo

-     Puto de mierda me vuelves a morder y te mato ¿entiendes?

-“¿Resignación?” –

No me quedó de otra que dejarle seguir. Estuvo así varios minutos. Yo intentaba calmarme,  y ahí pude notar cómo era su pene. Mediría como 16 cm, no muy grueso en su tronco, pero su glande era enorme y lo tenía muy curvado a la derecha. Demasiado peludo porque sentía sus bellos en mi boca y en mi nariz. Yo a la situación no la soportaba, sentía miedo, sentí enojo, sentí impotencia, me sentía sucio. Pasaron los minutos que para mi fueron eternos, pero fueron unos 10 o 15. Sentí su pene ponerse más duro, liberando mucho líquido salado. Luego sentí unas contracciones del mismo. Él agarró fuerte mi cabeza y la apretó contra su pubis. No me dejaba respirar. Empezó a eyacular en mi garganta. Me sentía ahogado, me costaba respirar. Gran parte la tragué, no podía hacer nada, no me quedaba otra. Y sentía asco, mucho asco y nauseas. Me provocaba muchas ganas de vomitar.

–“La suciedad te invade.”-

Cuando retiró su pene de mi boca, lo único que hice fue meter mi cabeza en el inodoro y vomitar. Vomitar. Lloraba a más no poder.

-“Se derraman tus lagrimas, no puedes contenerlas.”-

Me sentía súper mal y aun así él me golpeo en la cabeza con la mano y me dijo

-     Me gusto mucho putita. Ya sabes, si le cuentas a alguien te mato, juro que te mato-

-“El miedo te invade.”-

Acomodó su ropa y se fue. Yo seguía tirado en el piso. Como pude me levanté y me fui a mi casa. Llegué, no comí nada, mi mamá ya no estaba y lo único que hice fue meterme al baño a darme una ducha. Me bañe por lo menos por unas 2 horas.

- “Intentas limpiar la suciedad de tu cuerpo.”-

Realmente me sentí muy sucio. Me fui a dormir. Dormí muy poco y me levante temprano. Cuando llegó mi mamá ella noto que me pasaba algo y me preguntó. Yo simplemente le dije que no me sentía del todo bien pero que ya me mejoraría

-“No sabes que decir y callas, simplemente te callas la agonía.”-

Realicé los quehaceres de mi casa, pues no tenía ganas de ir al instituto, pero mi mamá me dijo que fuera y que no perdiera las clases. Desde ese día Héctor me acosaba constantemente.

-“Sientes su asedio, tienes miedo.”-

Varias veces me amenazaba y me llevaba al baño para que le practicara sexo oral, me atemorizaba. Pasó como una semana y lo peor me sucedió.

-“El dolor, tu dolor aumenta.”-

Me habló en el receso del instituto y me dijo que a las 8 pm lo esperara cuando salgan todos, a una cuadra del instituto, en el parque. Y que si él no me encontraba allí a esa hora, me molería a palos. Tenía miedo, no quería ir pero el miedo pudo más.

-“No sabes qué hacer, el miedo te obliga.”-

Me encontró a la hora indicada y me llevó a un monte en donde había muchos matorrales y plantas altas. Estaba muy escondido. Al llegar se desvistió completamente y me obligo a que le chupara. Comenzó a querer desvestirme. Yo no quería, por lo que me resistía y luchaba.

-“Lucha, defiéndete. Inténtalo.”-

Pero él era mucho más fuerte. Logró bajarme el pantalón y la ropa interior. Me metió un dedo en el ano. Me dolió. Yo intuía lo que me quería hacer y no le dejaría, no se lo permitiría, pero me tenía fuertemente inmovilizado .

-“La desesperación aumenta.”-

Y él me decía.

-     Por fin vas a ser mío putito, te voy a romper bien el orto.

Intenté escaparme pensando que como él estaba desnudo no me seguirá.

-“No te vencerá tan fácilmente.”-

Salí corriendo pero a los pocos metros me tomo de la ropa y me dio un puñetazo en la nuca. Me desvanecí. Luego sentí que se acostaba enzima mío, me tocaba por todos lados. Sentí que apuntaba con su pene a mi ano. Me sentí morir, intentaba moverme pero el cuerpo no me respondía,

-“El dolor y el miedo te paralizan.”-

Sus manos me tocaban aunque no quería que me tocara. ¡Por favor que no me toque!

-“Sus manos envenenan tu piel.”-

Sentí dolor, ardor, cuando  me penetro. Lo hizo solo en dos movimientos. Sentí que me desgarraba por dentro.

-“Tu cuerpo y tu alma son profanados.”-

Y por la forma de su pene sentía demasiada presión en mi recto, quería escapar, irme lo más lejos posible. No podía moverme. Sentí desesperación, me maldije a mi mismo por no poder defenderme, por dejar que me hiciera eso. Era mi culpa, solo mi culpa. Él se movió como cinco veces eyaculando en mi interior. Luego me la saco de golpe. No podía ni moverme, no me dijo nada, se limpio el pene se vistió y se fue dejándome tirado.

-“Sientes que no eres nada.”-

Me encontraba boca abajo, acostado en el césped. Mi cuerpo no reaccionaba, simplemente me quede ahí esperado a que la muerte llegara a mí. Quería morirme, quería desaparecer, el frio me invadía.

-“Levántate, vamos, levántate. Ponte de pie.”-

Me recuperé, me levanté como pude, saque fuerzas de donde ya no tenía. Me vestí. No quería sentir nada, mis lágrimas se derramaba y me fui a mi casa.

Caminaba lentamente, mi cuerpo me pesaba, mis piernas me temblaban. No pensaba, no quería hacerlo. El mundo no existía para mí, no quería existir para el mundo. Quería alejarme de todo, pero la realidad me golpeaba a cada paso que daba. El dolor me recordaba constantemente lo que había ocurrido. Sentía su olor en mi piel, sentía sus manos tocándome.

–“Caminas lentamente, tus ojos lloran, el viento seca tus lagrimas, acaricia suavemente  tus mejillas en un intento vano de consolarte. Las lágrimas que no son secadas por el viento caen lentamente y son tragadas por la madre tierra.  Sientes demasiado dolor, es demasiado para ti, pero aun así caminas. Tu pecho te duele, tu corazón sangra, tu alma esta desgarrada. Quieres que el tiempo se detenga, ruegas que lo haga. El tiempo hace caso omiso de tu pedido y sigues caminando.”-

Recuerdo que ya en mi casa me desnudé completamente, corrí al baño, me senté en el inodoro y sentí cómo su semen salía de mi cuerpo junto con varias gotas de sangre. Sentía un ardor terrible. Me metí en la ducha.

-“Intentas lava tu cuerpo, limpiar tu piel.”-

Tomé el jabón líquido y la esponja de baño, refregué mi cuerpo con fuerza. Necesitaba limpiarme, sacarme su olor, sus caricias. Mi piel se puso roja de lo fuerte que me refregaba. Caí sentado en el piso. Deseaba gritar, con mis puños golpeaba el piso, quería de alguna forma descargar mi dolor, mi frustración el agua caía sobre mí, mis lagrimas se derramaban .

-“Tus lagrimas intentan calmar tu dolor, el agua cae lentamente sobre tu piel, como una suave caricia intentando lavar y llevarse con ella el dolor que sientes. Deja que el agua intente purificar tu alma.”-

En un ataque de locura rasguñé mi piel. Quería arrancarme mi propia piel para… no sé, en realidad no lo sé. Intentaba arrancarme el dolor que sentía adentro, ese dolor que oprimía mi corazón. Tomé mis rodillas y las llevé a mi pecho. Me abrace a mí mismo. Mi cuerpo tiritaba de frio. En mi mente las preguntas se amontonaban.

¿Por qué?

–“No lo sé.”-

¿Por qué?...

–“No lo sé.”-

¿Por qué a mí?

–“No lo sé.”-

Por qué a mí...

–“No sé porqué.”-

¿Es mi culpa, verdad?

–“No lo es.”-

Es mi culpa.

–“No lo es.”-

¡SI! Es mi culpa, yo soy el único culpable, yo me lo busqué.

-¡NO!  No es tu culpa. No lo es. Nunca lo fue y nunca lo será.”-

Me puse de pie, me mire al espejo un instante y sentí vergüenza de mi propio cuerpo. Me sentí asqueado de mi mismo, no sabía qué hacer o a quién contárselo. Me sentía solo, indefenso, desprotegido.

–“Tu dolor lo llevas en silencio, sientes vergüenza de ti mismo.”-

Esto continuó por unos dos meses más, no lo recuerdo bien. Estábamos ya en otoño, las tardes eran frías y oscurecía temprano. Yo me retraía demasiado, me escondía, no hablaba con nadie.

–“El miedo se instaló en mí.”-

Una noche en la que volvía a mi casa después de que Héctor me volviera a violar, y esta vez fue muy violento, en el camino me encontró J.P. Sentí miedo de que él se diera cuenta de mi suciedad, tenía miedo de que notara mi olor. Me hablaba y me acompañaba, me conversaba de varias cosas, a los cuales  yo no les prestaba atención. Y de pronto me empujó contra una pared y me preguntó.

-     ¿Boludo, qué te pasa?- No dije nada. Silencio, solo silencio.

De repente me abrazó, intentó besarme y yo me asusté. Me sobresalté. Sentí miedo como un acto reflejo, me arrodille y le dije.

-     Si lo hago. Si lo hago pero no me pegues, no me pegues.- Y cuando me dirigía a su pantalón en dirección a su entrepierna para… En realidad no sé para qué. Solo lo hice.

-“Ya no eres el mismo.”-

Era el miedo, simplemente sentía miedo, actuaba por miedo. Él solo me abrazó. En ese instante me di cuenta que era él, me sentí protegido, su abrazo era fuerte y simplemente lloré y lloré. No podía parar. Él no dijo nada, cuando me calmé un poco me acompañó a casa, hice que pasara y simplemente le conté todo.

–“Te sacas un enorme peso de encima, sientes que vuelves a nacer.”-

Él no decía nada. Luego habló, me dijo que se había enterado de que yo tenía sexo con Héctor, pero él creía que yo lo hacía por voluntad propia. Luego me confesó que yo le gustaba desde hacía un tiempo, y por ese motivo intentó besarme, pensando que tendría una oportunidad conmigo. Se me acercó, me abrazó. Sentí su olor, el calor de su cuerpo, me sentí tranquilo, me sentí seguro. Me prometió que  me cuidaría y  nada malo me pasarías.

–“Él te protegerá, siempre lo hará.”-

Él me contó que solo vivía con su hermano ya que anteriormente vivían con su madre y tenían un padrastro. El hombre golpeaba a su mamá y un día intento pegarle a él. Marcelo, su hermano, fue quien lo rescató. Le contaron esto a su madre, quien echó de la casa a su pareja, pero al poco tiempo se reconciliaron. Marcelo por miedo a que se volviese a repetir decidió irse de la casa y llevárselo. Yo al saber de esto como sentí con más confianza, más seguro.

Seguí yendo al instituto donde Héctor aun me seguía acosando pero yo lo esquivaba, y al salir de clases J.P siempre me esperaba. Así evité los asedios de Héctor por tres semanas más o menos. Yo ya me sentía más tranquilo, estaba mejor. Aun tenía miedo pero también me sentía protegido.

– “La seguridad regresa a ti.”-

Un día, martes, yo tenía que salir del instituto pasadas las 8 pm. En ese día particularmente presentía algo raro, tenía un mal presentimiento. Héctor me buscaba constantemente, me asediaba y me acosaba. La jornada se me hizo casi eterna. Después de salir esperaba que J.P me estuviera esperando, pero nada, él no estaba. Me sentí confundido, esperé 15 minutos y decidí irme caminando. Total ya no había nadie en el instituto. Caminé lo más rápido que pude, hacía demasiado frío y en las calles no se veía a nadie, todo completamente desolado. Esa desolación me dio un poco de seguridad. Caminé aproximadamente 3 manzanas. Aminoré un poco el paso y escuché que alguien me hablaba, no reconocí la voz. Me giré, mi corazón se detuvo por un instante y se me paralizó el cuerpo.

-“El miedo volvía.”-

Era Héctor con 3 amigos más. Yo solo seguí caminando pensando que no se atrevería a hacerme algo estando él acompañado. Me equivoqué.

Me alcanzó, me agarró de un brazo y me dijo.

-     ¿A dónde te vas putita?

Yo me asusté, observé a sus amigos que estaban a unos metros y ellos se reían. Héctor les gritó y les dijo.

-     Che, ya tenemos putita para sacarnos la leche.

Al escuchar  esa frase sentí pánico, quería desaparecer, acaso… ¿Acaso pensaban violarme los cuatro? Sentí el mundo derrumbarse a mis pies, estaba muy atemorizado.

-“Defiéndete, tú puedes.”-

En un acto reflejo, juro que aún no sé de dónde saque fuerzas o qué fue lo que paso, le di un puñetazo en los testículos a Héctor. El por el dolor del golpe instintivamente me soltó del brazo. Solo atiné a salir corriendo. Corría  lo más que podía.

-“Corre no te detengas. Corre, simplemente corre.”-

Mientras los otros me perseguían y me gritaban, mi corazón latía a mil, parecía que se quería salir de mi pecho. Yo simplemente seguía corriendo, exigía a mis piernas y a mi cuerpo al máximo, no miraba atrás, pero los sentía. Percibía que mis perseguidores cada vez se acercaban más. En eso que de pronto veo a J.P de frente.

-“Corre hacia él, no te detengas.”-

Choqué con todo mi cuerpo golpeándonos, casi caemos al suelo. Me abrazó, vio que me perseguían y de un rápido movimiento me ubico detrás de él. Les gritó, Héctor se detuvo, le miró con rabia y simplemente le dijo casi estando en frente de J.P.

-     No te metas que el puto es mío.

J.P sin decir nada le dio un puñetazo, en el lado izquierdo de la boca. Héctor se tambaleó, tornó la ira por el dolor. Miré a J.P sorprendido. Observé su ancha espalda, me sentía seguro detrás de él.

-“Admiras su fuerza.”-

Sin decir ninguna palabra se trenzaron en una feroz pelea. Yo simplemente estaba detrás de J.P.  Los amigos de Héctor comenzaron a pegar a J.P, quien se veía superado en número.

-“Él te defiende, te protege. Defiéndete, defiéndele.”-

Como pude intenté participar. Me sentí fuerte por un instante, no podía permitir que él solo luchara por mí. Tomé mi mochila y con ella golpeé a no sé quién. Pero lo único que logré fue que me pegaran un fuerte golpe que casi me hizo perder el conocimiento. Caí al piso, sentí que mi vista se nublaba.

En un momento vi que Marcelo, el hermano de J.P, junto con el Gordo y el Tano llegaron. Sentí alegría al verlos y sin mediar palabras comenzaron a pelear. Luego llegaron los mellizos que nos levantaron a J.P y a mí del piso y nos alejaron de la pelea. Y luego ellos se fueron a ayudar a sus amigos, a los que miraba y admiraba. Les veía tan fuertes, tan decididos, tan seguros… Deseé ser como ellos. Héctor y sus colegas recibieron una paliza que en su vida se les iba a olvidar.

Yo observé a J.P sentado a mi lado. Tenía muchos golpes, sangre en su nariz, el labio partido del lado derecho, el ojo sumamente colorado que luego se le pondría morado. Yo me sentía la boca con gusto a sangre pero no me importó. Con mi mano acaricié su mejilla con sumo cuidado, delicadamente, como quien acaricia a lo más divino.

-“Sus heridas son por ti. Bésale, recompénsale.”-

Por impulso abracé a J.P, le besé en los labios, le dije gracias. Él solo me sonrío y me beso tiernamente, pero luego se quejó de la lastimadura en el labio. Vi como Héctor con sus amigos escapaban corriendo mientras Marcelo y los otros lo perseguían unos cuantos metros.

Ellos vinieron al lugar donde nosotros estábamos, nos miraron extrañados de la forma en que estábamos abrazados. Marcelo le preguntó con preocupación a su hermano cómo estaba. J.P le respondo que bien, luego le pregunto, ¿seguro?

J.P le dijo que sí. Entonces vi como Marcelo un poco molesto tomó a J.P de la ropa, le levantó y le alejó de los demás lo suficiente como para que no pudiéramos escuchar lo que hablaban. Los chicos se acercaron a mí y me preguntaron cómo me encontraba reiteradas veces.

Y luego comenzaron a reírse y a contar quién le pego a quién, cómo habían sido los golpes. Se sentían orgullosos y alardeaban del cómo habían ganado la pelea. Yo solo miraba cómo Marcelo le reprochaba algo a su hermano. Hacía ademanes de estar muy enojado.

Luego observo cómo al parecer Marcelo le cuestionaba e interrogaba del por qué se había puesto a pelear. J.P me mira y le dice algo Marcelo. Marcelo reacciona, me mira, mira a J.P, me vuelve a mirar mientras escuchaba a su hermano. Luego escucho que Marcelo, simplemente grita.

-     ¡¡¡QUÉ HIJO DE PUTA!!!

Me mira de nuevo, mira a su hermano y lo abraza. Caminan lentamente. Llegaron al lugar donde estábamos y Marcelo simplemente dice.

-     Vamos.

Todos comenzaron a caminar. Me levanté, no dije nada. J.P puso su mano derecha sobre mi hombro derecho pasando su brazo por mi espalda, pegándome a su cuerpo. Sentí su aroma y su calor. Yo le abracé por la cintura y caminamos. Él  me comentaba que estaba adolorido, yo le escuchaba atento.

Caminamos hasta mi casa. En la puerta le dije que se quedara conmigo, que estaba solo. Él me dijo que bueno. Se separo de mí, se acercó a Marcelo, le habló. Otra vez Marcelo me miró, miró a su hermano y como con un gesto de resignación, le dijo.

-     Bueno está bien, quédate.

Me despedí de todos, J.P lo mismo. Entramos a casa.

Él estaba un poco incómodo. Yo hable con él de cómo todavía tenía miedo y estaba asustado. Le dije que se quedara a dormir, mi mamá llegaría a eso de las 9 y 30 o 10 am. Yo le avisaría antes para que se fuera. Me daba un poco de miedo de lo que mi mamá me dijera al ver que se quedó a dormir conmigo.

Comimos y después nos fuimos a dormir.

Hubo muchos besos, dormimos juntos muy abrazados. Yo me sentía sumamente protegido por él, pero aun no sabía lo que sentía realmente hacia él, cuáles eran mis sentimientos.

Al otro día me desperté, me fui al baño a asearme mientras él dormía, me mire al espejo. Ya no sentía vergüenza o asco al verme a mí mismo. Tenía lastimada la boca del lado derecho. Volvía a mi dormitorio, le observé y realmente vi que era un chico muy lindo, muy lindo cuerpo, gruesas piernas. Ya con 16 años su musculatura estaba definida. Yo aun era muy delgado y casi nada de músculos excepto por mis abdominales, que los tenía algo marcados.

Le desperté. Le hablaba lentamente, casi en un susurro mientas acariciaba su rostro. Se levantó, me abrazó y me besó. Solo estaba con un bóxer negro un poco viejo. Le miré bien y tenía el ojo ya morado y le dolía, el labio con sangre y también varios golpes en las costillas. Le examiné cuidadosamente mientras acariciaba cada centímetro de su piel. Sentía su textura, el contorno de sus músculos, percibía su aroma, su olor que me serenaba. Me concentré tanto en estudiar su cuerpo que el tiempo se disipó. En un momento me di cuenta que él me observaba. Sentí un poco de vergüenza por mi atrevimiento y me puse sumamente colorado. Él le quito importancia y me mostró las manos adoloridas por partirle la cara a esos guachos jejeje… Nos reímos. Comenzó a gustarme.

Por una semana no vi a Héctor por el instituto, y cuando regresó nunca más se acerco a mí. Desde esos sucesos J.P me esperaba siempre a la salida del instituto, y día si día no se quedaba a dormir conmigo. En ese sentido nunca tuvimos problemas ya que mi mamá al trabajar de noche no se enteraba. Hablábamos mucho, constantemente nos comunicábamos por sms o nos llamábamos a nuestros celulares.

Todo estaba más que bien excepto por una cosa.

- EL SEXO.-

Cuando dormíamos juntos estábamos en bóxer, los besos cada vez eran calientes. Amaba besarle, los besos eran mi actividad favorita con él, podía pasar horas labios con labios, lengua con lengua, saliva con saliva. Pero de eso no pasaba a más. Yo estaba bloqueado, aparte sinceramente yo no sentía atracción por las figuras masculinas.

Pero sabía que a él lo quería. Él muchas veces se masturbaba en el baño, o cuando estábamos dormidos. Yo despertaba mientras él me acariciaba y se hacia una pajas hasta eyacular, pero nunca me exigió nada de nada, ni tampoco me lo reprochó.

Así pasaron varios meses, ya estábamos en verano y yo estaba en vacaciones de verano del instituto. Hacía demasiado calor, recuerdo que era un viernes por la noche y él no se iba a quedar esa noche conmigo.

Estallo una tormenta de mucha lluvia y fuerte viento, truenos y relámpagos que me asustaban. En ese caso si soy bien miedoso.

Con un fuerte rayo que se escuchó, al instante se corto la luz. Eran las 1 am. Mi casa se queda completamente a oscuras. Me dio miedo, prendí unas velas, llamé a mi mamá al trabajo y ella me dijo que estaba muy ocupada, que me quede tranquilo que no pasaba nada.

Aun así yo estaba asustado. Le envíe un sms a J.P. No me lo respondió. A los 10 minutos le envié otro y nada. Decidí llamarle, me atendió, no se le escuchaba muy bien. Se escuchaba muchas personas hablando y música fuerte. Le dije que estaba en mi casa solo y no había luz, que si iba a venir a dormir. Me dijo que estaba en el cumpleaños de un amigo y estaba muy bueno todo. Me comentó que ingirió varias cervezas y por la fuerte lluvia no podía salir así a la calle. Yo frustrado le dije TENGO MIEDO.  Él solo me contestó.

-     Bueno.

Y cortó.

Yo ya resignado intenté dormir. A los 30 minutos escucho el timbre. Me levanté asustado, salí a la puerta y era él. Estaba completamente mojado. Le dije que pasara, entró. Yo le sentí un poco distante, estaba molesto y era un poco razonable. Le abracé y le besé, él apenas me respondió. Sentí en su saliva un fuerte gusto a cerveza y algún otro tipo de bebida alcohólica.

Le tomé de la mano y le lleve a mi dormitorio. Él solo caminaba y no me hablaba. Comencé a desvestirle, saqué toda la ropa y lo sequé con una toalla. Le dejé completamente desnudo. Sentía rara su indiferencia. Nos acostamos. Sentía su cuerpo desnudo a mi lado. Era una sensación diferente, solo quería que me abrazara, sentir su piel contra mi piel. Él solo se dio la vuelta, me dio la espalda y se preparó para dormir. Estuve unos minutos esperado su reacción.

-“Quieres su calor, necesitas su calor, busca su calor.”-

Por iniciativa propia le abracé fuertemente por la espalda. Él se dio vuelta. Quedamos frente a frente, nos mirábamos fijamente a los ojos.  Le acariciaba y besaba cada vez más fuerte, cada vez más intensamente. Mi temperatura corporal comenzó a ascender proporcionalmente a sus caricias, el tiempo se detuvo. Solo éramos él y yo. No sé en qué momento me saqué mi bóxer, y estando completamente desnudo mientras  me abrazaba por la espalda sentí el calor de su cuerpo. Era completamente sofocante y agradable, percibía sus caricias.

–“Sus caricias sanan tu piel.”-

Cómo besaba mi cuello.

–“Sus besos limpian tu alma.”-

Y mordía mi oreja. Entre mis nalgas podía sentir su pene, de unos 17 cm. De un color moreno, con un glande pequeño y que en la parte del tronco se iba engrosando paulatinamente hasta la base, con muy poco vello púbico y grandes testículos. Desde su uretra liberaba grandes cantidades de liquido pre-seminal que esparcía completamente por todo el largo de las uniones de mis nalgas y que cada tanto hacia presión en mi ano, pero que no intentaba penetrarme. Esto provocaba unas fuertes sensaciones como corrientes eléctricas y escalofríos recorriendo toda mi columna vertebral.

Yo ya estaba absolutamente fuera de mí, solo me guiaba el instinto y el placer, ese erotismo que quebraba mi razonamiento y solo me permitía ser una mar de sensaciones. Inconscientemente ejercía mayor presión con mi cuerpo al suyo, necesitaba sentir más, no quería por nada del mundo separarme de él. En un determinado momento sentí la presión del glande de su pene en mi ano queriendo vencer la resistencia de mi esfínter. La sensación era bestial, segundo a segundo sentía como su pene ganaba terreno introduciéndose en mi cuerpo. En el momento en que sentí ese dolor al introducirse su glande y vencer la resistencia de mi ano recordé la primera vez que Héctor me penetró.

Se despertó el miedo en mí, todo mi cuerpo se tensó completamente en un movimiento reflejo. Al sobresaltarme involuntariamente provoqué que su pene se introdujera más en mí provocándome aún más dolor. Sentí una angustia que me embargaba más allá del dolor físico. Sentía un dolor psicológico. Mordí fuertemente su antebrazo provocándole dolor.

Él, al sentir mi reacción, simplemente me abrazó los más fuerte que podía, me habló lentamente al oído y me dijo que no me preocupara.

-“Relájate, escucha su voz, siéntelo.”-

Que era él. Que absolutamente nada me pasaría. En ese momento sentí nuevamente todo el calor de su cuerpo. Comencé a calmarme lentamente, me sentí tan protegido. Él me habló y me dijo que no me preocupara, que me quedara tranquilo, que él lentamente saldría de mí.

-“Él té ama, deja que te ame, ámale tú también.”-

Yo le respondí que solo se quedara quieto, que no se moviera y me abrazara.

Sentí su respiración acalorada. El calor, el olor de su cuerpo u su pene en mí interior provocaban que mi cuerpo lentamente reaccionara. Mi temperatura corporal se elevaba completamente, me estaba calentando y mucho. Lentamente moví mi cintura para pegarme más a su cuerpo y sentir una mayor penetración. Me sentí invadido, protegido por afuera y por dentro. Le tenía en mi interior. Era tan placentero… Sentí que nada malo me podría pasar. Él simplemente se quedaba quieto y se dejaba hacer. Me sentía espectacular. Yo no sentía dolor, solo lo sentía a él, a su cuerpo, a su calor y sus besos.

Pasado unos cuantos minutos, la intensidad de nuestros movimientos cada vez era más rápidos, más intensos pero delicados. En un momento sus gemidos se hicieron más fuertes. Yo jadeaba, mi piel se erizaba, el sudor recorría mi cuerpo. Sentía como su pene ganaba más tamaño y dureza. Yo sentí una inmensa presión en mi interior, no sé cómo explicarlo, era tan abrumador… Tan agradablemente desesperante… Era como querer escapar pero a la vez pedirle que continuara, que no se detenga. Nuestros cuerpos cada vez más sudados, nuestras pieles que se pegaban, se unían, se acariciaba. Noté claramente las contracciones que anunciaba su eyaculación, la presión en mi interior era cada vez mayor. De mi pene lentamente fluía una abundante carga de pre-seminal. En un instante su pene se movía dentro mío, sus contracciones me provocaban una sensación dolorosamente placentera, y luego expulsaba varios chorros de semen que se adentraban en lo profundo de mi cuerpo. La sensación era sublime, los movimientos que se producían en mi interior y por el alto nivel de excitación y la presión que sentía dentro de mí me provocaron un orgasmo bestial. Fue tan liberador… Mi pene se contraía y se relajaba por sí solo expulsando grandes chorros de semen. No podía creerlo, había eyaculado sin siquiera tocarme.

–“Por fin uno. Ya no estás solo, nunca más lo estarás.”-

Simplemente pegué mi cuerpo lo más posible a él, que me envolvió con brazos y piernas, y nos dormimos. A la mañana siguiente él me despertó porque ya tenía que irse. Yo no sé porqué pero como que le tenía un tanto de vergüenza, jejejeje él estaba más cariñoso conmigo. Me besaba constantemente. Como era sábado no le vería hasta el lunes por la noche. Fueron los dos días más largos de mi vida. Le extrañaba, las hormonas se me alborotaron a más no poder. Me masturbaba como nunca recordando lo que habíamos hecho.

El anhelado lunes por la noche llegó y como siempre me busco a la salida del instituto. Fuimos a mi casa y él todo normal como siempre. Yo estaba excitadísimo, quería besarle, desnudarle y que me hiciera el amor toda la noche seguida, pero la vergüenza y la timidez me ganaban. Cada tanto le tiraba varias indirectas y él se daba completamente por aludido. Cenamos, vimos televisión, nos duchamos y a la cama. Me decidí, me acosté completamente desnudo cosa que nunca antes hacía. Él al momento de darse cuenta de esto no necesitó mediar palabras. Me abrazó, me besó hasta casi dejarme sin aire. Me amaría de nuevo.

El tiempo ha pasado, estoy en mi dormitorio mirando hacia la calle desde mi ventana. Es una noche calurosa de verano, mi piel está sudada por el intenso calor y solo tengo puesto mi bóxer. Él entra lentamente al dormitorio, nuestro dormitorio. No hace ruido pero puedo sentir su presencia. Me abraza desde la espalda. Puedo sentir su piel húmeda y caliente contra la mía. No dice nada, su brazo izquierdo me abraza desde el pecho, mete su mano derecha bajo mi bóxer, aprieta mi pene y testículos un rato. Están sudados. Luego saca su mano y la lleva a su nariz, la huele. Es una curiosa manía que él tiene, no sé porqué lo hace. A mi divierte. Me sonrío, él hace lo mismo. Presiona su cuerpo al mío, siento su erección en mi cola. Seguimos sin hablar. Baja mi bóxer y lo deja caer, se baja el suyo. Frota lentamente se pene entre las separaciones de mi nalgas, esparciendo su pre-seminal. No puedo evitar gemir. Un gemido contenido. Si bien el dormitorio está a oscuras, y desde la calle no pueden vernos, aun así me contengo. Nuestro sudor cae lentamente por nuestra piel. Ubica la punta de su pene en mi ano pero no se mueve, espera mi reacción, espera mi permiso. Hago presión con mi cuerpo hacia el suyo, solo un leve movimiento que él comprende inmediatamente.

Su brazo izquierdo me toma desde mi pecho y su brazo derecho me rodea por debajo de la barriga, ya bien afianzado. Presiona lentamente hacia mí. Su pene traspasa mi esfínter de forma lenta, suave y paulatinamente. No se detiene, sique avanzando. Yo contengo mi respiración y me relajo al máximo, acepto de muy buena ganas su intromisión. Su pubis se une a mis nalgas al penetrarme completamente. No se mueve, solo presiona. Espera un instante. Luego el suave, lento y delicado mete y saca. Sabe cómo estimular todo mi cuerpo, escucho sus jadeos en mi oído, su respiración, el olor de su cuerpo, la seguridad que me proporciona. Sus movimientos cada vez aumentan más. Yo afianzo mi cuerpo a la pared para poder soportar sus envestidas. Mi pene está a su máxima expresión, de él mana abundante líquido pre-seminal, que cae en gruesas gotas al piso dejando de estela un fino hilo que se une a mi glande. La presión en mi interior es mayor. Él sigue moviéndose sin descanso. Me empiezo a desesperar, él cada vez me abraza más fuertemente intentado que no me escape. No es mi intención hacerlo, conoce a la perfección mi cuerpo. Sabe que necesito mayor fuerza. Mis jadeos son incontenibles, básicamente comienzo a eyacular lentamente a gotas. Es desesperante, no lo soporto por más tiempo, mis ojos se sienten llorosos. Es una dulce agonía. Su pene cada vez se engrosa más en mi interior. La estimulación, la presión que siento me lleva más allá de todo. Siento la primera contracción de su pene expulsando en mi interior su primer chorro de semen. Eso provoca una reacción en cadena en todo mi ser. Mi pene se pone tan duro que me duele y mi primer chorro de semen es liberado, impacta contra la pared manchándola. Es casi una perfecta coreografía, una eyaculación de él en mi interior, una mía manchando la pared. Luego mi cuerpo se relaja completamente, me siento desvanecido, me adormezco. Él sostiene mi cuerpo como si nada, espera a que su pene abandone mi cuerpo por sí solo, me levanta entre sus brazos y me lleva a nuestra cama para dormir.

Gracias Sildhara por todo.