Mi historia 12 (Final)

Hay historias que inician y jamás terminan, hay otras que quedan suspendidas en el tiempo y otras tantas que están destinadas a tener un final desastroso. ¿Cuál será el final de esta historia? De mi historia

Esa noche lleve a Marta a que se colocará un atuendo más cómodo, tardo escasos 10 minutos en estar lista y luego nos dirigimos a mi departamento para yo hacer lo mismo, el camino a casa estaba cargado de electricidad, de magia y hasta de un nerviosismo tan delicioso que lo sientes pocas veces en la vida.

Le pedí a Marta que me esperará en el estacionamiento, debido a que suponía que la cita de Fernando aún estaba merodeando en mi casa. Subí en el ascensor contando mentalmente los segundos que se convirtieron en dos minutos, vi el largo pasillo delante de mí y contuve la respiración al observar la puerta de la casa de Antonella abierta, no metí mis narices y escuchaba como al fondo alguien gritaba suplicando que no la inyectaran, vayan ustedes a saber la razón. Creo que se la estaban llevando a algún sitio, aún no lo sé.

Pase con rapidez al departamento y para mi sorpresa todo estaba a oscuras, ni un ruidito de una mosca. Encendí las luces y me percaté de que habían velas por doquier,  un olor intenso a flores y una nota encima de mi mesa.

“Hagas lo que hagas disfruta esta noche, no será igual a cualquiera que hayas vivido y por eso tienes que dejarte llevar. Yo estoy en casa del papacito de Gabriel, hemos decidido cogernos en su sala de baño, tienes que verla, hasta a ti te gustaría tirarte una cana al aire por ahí. Te deje helado en el congelador, te agradezco no ensucies todo como costumbre y lame el piso si es posible con ese monumento llamado Marta. Por favor no vayas a dejar tus trapitos en la sala, que me iré en vomito.

Con amor, Fer. El hombre más sexy, homosexual y cotizado que has tenido el privilegio de conocer”.

Me reí de principio a fin, entre a mi habitación y me cambie lo más rápido que pude. Unos shorts cómodos, una camisa escotada y unas botas bajas. El conjunto era para echarme miradas sin parar, pero ya había tardado mucho como para detener a comerme en el espejo.

Justo cuando iba saliendo vi cómo se llevaban a Antonella tres hombres bien vestidos y la señora Aleida iba detrás de ellos llorando sin contenerse, sentí lástima por ella, pero más lástima sentí por todas las mujeres a las que había causado daño. Empecé a bajar las escaleras rapidito y en un rato estaba subiéndome al auto.

Marta: Tardas un minuto más y te juro que me hubiese ido. Dijo todo eso colocando sus finos dedos en el tablero y moviéndolos con impaciencia.

Yo: Tranquila mujer, estaba tratando de verme guapa para ti.

Marta: ¿Para mí o para la cantidad de locas que te persiguen?

Yo: ¿Quiénes? Justo ahora sólo veo una que no deja de observarme con deseo. Levante mis cejas para hacer más dramática la acotación.

Marta: Y allá va otra loca. Señalo con su dedo hacia donde se encontraba forcejeando Antonella con esos hombres. La escena era de grabarse y esconderse por si algún día necesitaba pruebas de que ella estaba loca de remate.

Yo: La he visto minutos antes en el piso, creo que esta enfurecida. Lo dije para restarle importancia al suceso, justo ahora Marta era lo más importante.

Marta: Esa es aún peor que tú cuando se molesta.

Yo: ¿Cuándo me has visto molesta?

Marta: Cuando ibas corriendo al gimnasio para sacar tu ira con la bolsa de box.  Creo que habías reprobado un examen por qué el profesor era nuevo y no tenía idea de cuál era el contenido a corregir o eso me había dicho Fernando.

Yo: ¿Es que acaso no tengo vida privada? Ustedes dos tienen más secretos que la tumba de Jesucristo.

Marta: Cállate, yo trabajaba ahí como asistente del entrenador y tú jamás te fijaste. Además para ese tiempo Fernando y yo estábamos juntos todo el rato.

Yo: Mija si tenías ese carácter era difícil voltear a verte. Le saque la lengua y sonrío por mi comentario.

Marta: La verdad es que te conozco mucho antes de que tú supieras que existo.

Yo: ¿Ahh si? Tenemos mucho de qué hablar, pero ahora mismo me ruje el estómago. O vamos a comer o te como aquí.

Marta: Quisieras tú comerme aquí y ahora. Abrió sus piernas en signo de invitación y trague con dificultad.

Yo: La verdad es que las dos lo queremos. Nuevamente sentí como Marta clavaba un puñetazo en mi brazo y esa simple acción me coloco una sonrisa enorme en la cara. ¿Quién iba a pensar que después de todo me iba a gustar que me golpeara? Por cierto, Marta... Uno de los cuadros es tuyo, el que quieras.

Marta: ¿Bromeas? ¿Uno de los de tu padre? Empezo a saltar en su asiento y me parecío demasiado tierna.

Yo: ¿Tengo cara de comediante? Le hice muecas que arrancaron sonrisas de su cara.

Marta: Oh mi Dios, ya me tomaré el tiempo de elegir mi favorito. Y para ser sincera, tienes cara de idiota. Era imposible ponerse serio con ella, todo era tan cómodo, tan correcto, tan especial que cada minuto lo vivía como si fuera el ultimo.

Arranque suavecito como tratando de hacer más largo el trayecto. Al fondo escuchaba como sonaba “Dime que no” de Ricardo Arjona y sentí que era la canción adecuada, le subí el volumen y vi una sonrisa tierna en el rostro de Marta. No tardamos mucho en llegar al restaurant chino. Pedimos de todo, lumpias, arroz con vegetales, costillitas, vegetales bañados en salsa de maní, cochino y un buen vino que se nos antojó.

Marta: ¿Vas a darle de comer a un ejército?

Yo: ¿Es que crees que este cuerpo se mantiene del aire?

Marta: Ya sé de donde tienes tanto cu… Digo energía. Carcajeamos de la risa y nos subimos al auto para regresar a casa.

Estacionamos el auto, bajamos con las bolsas y subimos en una cómoda sensación de calidez en el ascensor. La verdad quería soltar las bolsas y saltar a besarla, pero me contuve como pude. Llegamos al piso y entramos en silencio, ese tipo de silencios que anteceden un momento vibrante y ensordecedor en la vida.

Marta era la representación del amor, esos amores que te arrebatan la tristeza, te dan calma, te llenan de paz interior y sobre todo te hace una persona renovada, diferente y con la suficiente fortaleza para enfrentar cualquier adversidad. Estaba tan enamorada de ella como se enamoran dos gorriones y vuelan miles de kilómetros solo para volverse a encontrar si son separados. Ella era la historia de amor más bonita que he podido contar, puede que cuando tenga hijos me siente a decirles lo feliz que estoy siendo, lo mágica que es Marta y como pudo cambiarle la vida a una muchacha que estaba a punto de caer en las garras de una desalmada.

Tenía en la cabeza una serie de pensamientos donde la protagonista principal era ella, Marta. Pasamos en silencio, sintiendo como la atracción, el amor y el deseo nos hacían señas para que cayéramos con confianza.

Yo: Yo pongo los platos y tú sirve, por qué siempre hago un desastre y término comiendo del recipiente.

Marta: Con razón no disfrutas de la vida, estás acostumbrada a ir de una vez por lo que quieres.

Yo: En este caso has sido tú quien ha ido por lo que ha querido y yo he cedido como una serpiente encantada.

Marta: Tus comentarios, tu tranquilidad, tu seguridad y esta sensación de amor fue lo que siempre me mantuvo rodeándote.

Yo: Con razón me sentía observada, estuve a punto de llamar a la policía en muchas oportunidades.

Marta: Lo sé. Empezaba a reírse. Veía como te detenías a medio caminar y mirabas con miedo hacia todos lados, buscando a quien era el que te estaba pisando los zapatos.

Yo: Sabía que no estaba loca, lo sabía.

Destape el vino, serví el líquido oscuro en dos copas, saque las servilletas y le hice una seña de “ven aquí”. Ella se acercó con paso lento y seguro, rodeo la mesa y como si lo hubiese planeado roso su cuerpo contra el mío antes de sentarse. Sentí nuevamente su perfume, la electricidad que nos mantenía atadas y la sensación de querer desnudarla.

Respire profundo antes de colocarme justo frente a ella, a continuación comimos o más bien devoramos la comida, estábamos famélicas y llenarnos con esa deliciosidad era como tocar el cielo o hacer la introducción adecuada para llegar hasta él minutos más tarde.

Marta: He quedado llena, muchas gracias por la cena, idiota. Se levantó para ir a lavar los platos y yo la seguí para botar los recipientes vacíos.

Yo: Ha sido un placer alimentarte. Le lance un beso mientras ella me daba la espalda.

Coloque las cosas en la basura y le guarde un poco de cochino a Fernando, él amaba el cochino de ese restaurante y si veía que le había guardado me tendría a pan y agua el resto de la semana. Me encontraba justo detrás de Marta y encima de su cabeza estaban las gavetas para guardar los platos, agarre los dos que estaban ya limpios, los seque y me dispuse a colocarlos en su lugar sin percatarme que mi cuerpo entero quedó presionando el de Marta y escuche como ella suspiro de repente. Contuve con la respiración y me mantuve estática todo el rato, ella se volteó por puro impulso y me clavo una mirada penetrante, sentí pánico, pero el deseo de besarla era mucho mayor.

La observe unos segundos que parecieron horas, ella se acercó aún más si se podía y me abrazo pegando su cara en mi cuello, yo copie su actuar, la rodee con mis brazos por la cintura, me arme de valor y con una mano atraje su rostro hasta tenerlo frente al mío. Mis labios la recibieron cómo cuando pasas meses en una ciudad desconocida y llegas por fin a tu hogar, por fin a tu cama, por fin a tu lugar. Era la misma sensación, la boca de Marta era mi casa, mi refugio, mi más adorado tesoro y ella estaba consciente de lo que con sus labios producía dentro de mí.

Al inicio sólo era un beso tierno, uno donde succionas gustosa la parte superior y luego vas a degustar la inferior, pero lo que parecía tierno se convirtió en pasional, lujurioso y abarrotado hasta el límite de amor.  La necesidad era tanta que nos apretujábamos con mucha necesidad, metí mi lengua hasta lo más profundo de su garganta y ella no dudo en succionarla, eso mando oleadas de placer a mí entre pierna, pero calidez profunda a mi alma. Sus manos estaban sujetando mi cuello y las mías apretaban su cintura, haciendo presión para que sintiera un poco mi pubis.

Marta: Me rindo, he intentado con todas mis fuerzas mantenerme fuerte a esto que siento por ti.

Yo: Shhh “esto” es amor, Marta. Basta de colocarle frenos.

La levante a horcajadas y sentí como sus piernas se entrelazaron en mi espalda, volvimos a besarnos, pero esta vez el sentimiento era mucho más intenso. Por primera vez en mi vida me sentía segura, me sentía feliz y amada, Marta era la representación de todo lo bonito que puedes albergar cuando un amor sincero toca tu puerta.

Me fui sobre el cuerpo de Marta, la recosté sobre mi cama y mis manos empezaron a cobrar vida. Pasaba lentamente mis dedos por encima de su ropa, ella gemía y suspiraba con tanta euforia que podía componer una canción nada más con su respiración. Ella por su parte me levanto la camisa y sonreía con esa familiaridad de ya haber visto mi torso desnudo. Paso sus dedos por mi vientre, toco mi abdomen marcado y subió hasta encontrarse con el bra que muchas horas antes Fernando me había regalado.

Me miraba con amor, con ganas de pasarle la lengua no solo a mi cuerpo sino también a mi alma y sentimientos. Me apretujo contra su pecho y volvió a meter su lengua en mi boca, saboreo cada rincón y yo sentí desmayarme por pura intensidad. Me alejo un poco y me beso desde la frente hasta el inicio de mis caderas. Quito el bra y observo en silencio, yo me deje llevar por lo que sentía y acerque mi pecho derecho a su boca, lo recibió gustosa, primero le dio pequeños besos cerca de la aureola, luego paso su lengua por el pezón haciendo que mi cuerpo se doblara de placer y por ultimo lo metió por completo a su boca y lo succiono con devoción.

Hizo lo mismo con el otro pecho y yo solo apretaba con fuerza su cabeza a mi pezón, pasaba mis dedos por su cabello y volvía a tocarle la cara como para confirmar que era ella. Nos besamos con ganas de desgastarnos los labios, pasó sus manos por toda mi espalda y pego un brinquito al sentir las marcas que la innombrable había dejado. Me levante de la cama y me quite el short frente a sus ojos, hizo ademan de quitarse la camisa, pero le dije que no con un dedo.

Le di la mano para levantarla y empecé a desvestirla, abrí el botón de su pantalón y fui bajando su cierre, me puse de rodillas frente a ella y mientras miraba su expresión empezaba a bajarle ese pedazo de ropa que tanto se interponía ente nosotras. Lo quite por completo, dejando sus piernas al descubierto, inicie un camino de besos, lamidas y roces desde sus pantorrillas hasta el inicio de su pubis. Marta era preciosa, pero poder atesorar esos momentos era la cosa más inexplicable que me había sucedido. Baje sus bragas poco a poco, no quería que supiera que moría de ganas por probarla.

Me agarro por la cabeza en señal de aprobación la acerco a su vagina, esta se encontraba brillosa por la cantidad de flujos que emanaba. Suspire un poco para que sintiera más deseo de ser devorada y me lance a su encuentro. Al inicio sólo pase un par de beses mi lengua por su clítoris, pero a medida que ella iba abriendo sus piernas me tome el atrevimiento de situar mis manos en su trasero para que mi agarre fuese más intenso. Su sabor era delicioso, era dulce y tenía un olor tan agradable que podría permanecer horas amándola de esa manera.

Empecé a succionarla, a colocar entre mis labios su botoncito para pasarle la lengua una vez que la tuviera por completo en mi boca. Ella estaba a punto de explotar, podía sentir sus piernas débiles y su voz entre cortada llena de gemidos lastimeros a solo roces de colapsar. Metí un dedo en su entrada y gimió de gusto al sentirme. Entraba y salía de ella con calma, con una calma que volvía loca a cualquiera, quería almacenar sus gemidos, sus suspiros, sus palabras sin terminar y sobre todo quería amarla como nunca ame. Cuando estuvo a escasos segundos de tocar las nubes, me salí de su profundidad, subí hasta toparme con una Marta con ojos empañados de amor y deseo, le quite la camisa y la bese para que sintiera su sabor tan especial. Salió volando su bra y me acerque para que nuestros pechos se rozaran, sentir aquello era como… Como nada, nada se compara con ello.

La recosté en la cama y me volteo para dejarme bajo su hermoso y sexy cuerpo. Tenía pecas en los hombros, un abdomen planito, unos pechos grandes y rosados, ni hablar de su zona íntima, ha sido la cosa más perfecta que Dios había podido crear. Se abalanzo sobre mí y se deshizo de mis bragas, quitándolas sin apresurarse, pero sin detenerse. Coloco su dedo medio sobre mi clítoris y vio como abrí la boca de placer.

Marta: Esto es hacer el amor, esto es amarse.

Yo: Entonces, por favor ámame como yo lo hago.

Vi como una lagrima rodaba por su mejilla y mi corazón se encogió de amor infinito por ella. Le pase mis dedos y bese sus ojos, su nariz y sus mejillas con absoluta devoción. Se apretujo contra mí estando totalmente desnuda y sus labios comenzaron a hacerse sentir por todo mi cuerpo. Mientras besaba pasaba sus manos, tocaba mis pechos, mi cuello, mis hombros, mis caderas, mis piernas y de repente se detuvo entre mis piernas.

Me abrí para sentirla y al instante su lengua jugaba con mi vagina, chupo mi labio derecho y luego el izquierdo, con dos dedos me penetro profundamente, mientras que con su lengua subía y bajaba para darle placer a mi clítoris. Yo estaba retorciéndome en la cama, sudada, agonizando de ganas, con los sentidos a flor de piel y con las manos apretando las sabanas.

Su ritmo era envidiable y estaba por otorgarle el premio de “hacer el amor por primera vez”, estuve a punto de llenarla de mi orgasmo, pero decidí que era mejor hacerlo juntas. La alce hasta tenerla frente a mi rostro y abrace su desnudez con todo el amor posible. Giramos varias veces tratando de sentirnos aún más. Yo quede encima de ella y no dude ni un segundo en hacer lo propio, pase una de mis piernas por encima de la suya, me ubique en la sincronía perfecta y empecé a acercar mi vagina a la suya. Era el encuentro que tanto deseaba, que tanto añoraba. No por sentirla sexualmente, si no por amarla tanto emocional como físicamente.

El rostro de Marta estaba sonrosado y tenía gotas de sudor, yo por mi parte tenía el cabello empapado. Me recosté sobre su pecho y justo cuando iba a besarle le acerque mi vagina a su centro. Nos quebramos en mil pedazos al sentirnos de esa manera, fuimos juntas a un lugar desconocido y volvimos para decidir quedarnos. Marta poso sus dedos en mis nalgas presionando con mucha precisión para darnos más placer y yo empecé a mover mis caderas en círculos, continuamente sin descansar.  Gemíamos como sincronizadas, como haciendo una canción para los dioses del amor y la pasión. Mi ritmo estaba bendito y Marta me acompañaba con cada movimiento, en par de segundos que parecían siglos llegamos juntas a la cúspide de la felicidad, a la cima de un cielo que sólo existe para nosotras. Gruñí con entusiasmo, con sensaciones que no pude explicar y escuche el gritito de Marta que se fundió conmigo.

Respiramos con dificultad, el aire estaba lleno de cosas sin descifrar y la calidez era tanta que juré había amado mucho antes a Marta.

Yo: ¿Lo sientes verdad?

Marta: Sí, siento que te amo.

Yo: Dios mío, Marta. Yo también te amo.

Fue una noche y una madrugada muy activa, no perdimos ocasión en desnudarnos las almas y besárnoslas hasta que sintieran abarrotadas de amor. No dormimos, fue imposible. Estuvimos duchándonos un buen rato mientras lamía el clítoris de Marta y la hacía estallar nuevamente. Luego bautizamos el sofá (Si es que ya no lo había hecho Fernando). Lo hicimos hasta en la cocina y ya cuando nos cansamos de beber vino que colocábamos en nuestros cuerpos, empezamos a sacar las fresas que estaban en la nevera.

Era una escena sacada de película, Marta era la protagonista y yo simplemente era la persona que caía en su hechizo. Nos encontrábamos en la cama, yo encima de su pecho sintiendo los latidos de su corazón y ella haciéndome cariño en la cabeza.

Marta: Hace unos tres años te vi llegar a esta ciudad, estabas bajando del enorme camión todas tus cosas y cuando vi el cuadro enorme donde sales con tu papá casi pegue un grito de la emoción. Tú estabas molesta porque la tela se había corrido y todos podían ver la fotografía y yo estaba feliz de saber que eras la hija de uno de mis pintores favoritos.

Yo: Esa es la razón por la que te gusto… Que tristeza chica y yo que pensaba que era por como meneaba mis caderas. Contuvo la risa y me dio un manotazo por la cabeza.

Marta: Silencio que después no te cuento nada.

Yo: Ya, me callo. Tranquila. Levante la mano como prometiéndolo.

Marta: Luego ibas a todos los sitios que yo frecuentaba. Llegabas al café todas las mañanas, saludabas a la recepcionista y veía como las chicas se morían por ti al igual que los chicos, veía el efecto Emily en el resto de las personas y aunque en mí no tenías ese efecto yo sentía curiosidad por saber quién eras. Luego no te di importancia, me concentre en mis clases de yoga, en mis pinturas y ahí fue donde conocí a Fernando. Él estaba tomando clases por primera vez y yo tenía bastante experiencia en el campo, nos volvimos amigos apenas cruzamos miradas. Me conto su historia y se quedó en mi casa un par de semanas, luego me comento que iniciaría estudios en una universidad donde le dieron la oportunidad de trabajar mientras estudiaba, con lo cual me sentí feliz. Pasó una semana exactamente y me dijo que se mudaba, que conoció a alguien que le daría habitación todo el tiempo que necesitará y le pregunte quien había sido…

Me dijo que era una muchacha de la universidad que se llamaba Emily, yo no sabía que Emily y tú eran la misma persona. Una vez me trajo hasta aquí porque yo estaba preocupada por saber dónde vivía y si lo trataban bien y mi sorpresa fue grotesca cuando entre por equivocación a uno de los cuartos y allí había un cuadro tapado, me tome el abuso de quitarle la manta y vi que eras tú, que eras la misma persona que iba por café al mismo sitio que yo, que eras la misma que traía loca a las chicas y me dieron celos. Pase esos días odiándote y preguntándome porque me quitabas todo lo que era mío, primero a Fernando, luego perturbabas la paz en la cafetería y por ultimo saliste con una de mis amigas solo para dejarla tirada a la mañana siguiente.

Yo: Recuérdame su nombre, por favor.

Marta: María Valentina, así se llama mi amiga… Idiota, cuantas habrán sido.

Yo: Ahhh claro, era la loquita que estaba en la disco. Para que sepas, ella se me lanzo encima. Yo estaba con mis amigos y prácticamente me suplico que la sacara de ahí por qué su novia se estaba drogando y le tenía miedo. Además, no son muchas como tú crees.

Marta: Sí, esa historia me la sé de memoria. Me pellizco el brazo. Al final de cuentas la sacaste, te acostaste con ella y al siguiente día desapareciste y fui yo quien estuvo consolándola como por un mes entero.

Yo: ¿Pero qué culpa tengo yo? Ella fue quien decidió eso, además le deje claro que yo no quería nada sentimental.

Marta: Emily, utilizaste todas tus tácticas. Ajá, por eso me las sé de pie a cabeza. Les sonríes, les haces creer que te interesan, preguntas cosas personales como por ejemplo si tiene animales, si vive sola, luego las invitas a comer, sonríes con esos dientes tan bellos que tienes y empiezas a rozarlas para que respondan a la química sexual que transmites.

Yo: Me descubriste, pero nada de eso funciono contigo. No sabía ni cómo tratarte, Marta. Siempre ibas un paso por delante de mí o al menos eso me hacías creer.

Marta: Sigo… Fernando me dijo un millón de veces para presentarnos y yo siempre salía con lo mismo, que te odiaba y que jamás caería en tu trampa. Ahora mírame aquí, que irónico. ¿No? Frecuentabas mi sitio de trabajo por las tardes, ibas fielmente al gimnasio y una vez me defendiste sin si quiera conocerme. Yo estaba peleando con uno de los clientes y él me dijo zorra, tú te molestaste tanto que lo llamaste al rin de boxeo, ni siquiera te volteaste a verme sólo le gritaste que bajará.

Yo: Claro, el imbécil ese. Sólo me dijeron que estaban insultando a la secretaria y no hay razón para ofender a una mujer, así que apenas oí como te dijo me enfurecí. Recuerdo que le partí la nariz y nunca más volvió al gimnasio. Me reí con evidente valentía.

Marta: Si, nunca más volvió y a mí casi me botan por culpa tuya.

Yo: De nada, mi amor. Siempre a tu orden para salvarte. Se río por mi comentario y continúo con su historia.

Marta: Luego el café, estabas peleándote con ese hombre y me daba risa que otro ser humano sintiera odio por ti así que salí a defenderte, era lo menos que te debía por lo del gimnasio. Después me invitaste un café, luego casi me matas en la bicicleta. Era demasiado para no prestarle atención. Llame a Fernando sólo para preguntarle si te había contado de mí y me dijo la verdad, que tú no tenías ni la más mínima idea. Me reí mucho pensando en Fer y cómo le habría dicho que ella no figuraba en mi lista de mujeres a conquistar.

Yo: Y ahora, estás donde pensabas y jurabas que jamás estarías. La vida es irónica, mi amada Marta.

Nos besamos y quedamos en silencio, desnudas, escuchando como latían nuestros corazones. Luego de unos minutos oímos la puerta y la voz de Fernando cantando “Estoy enamorado y tu amor me hace grande… Estoy enamorado y que bien, que bien me hace amarte”

Yo: Marta o te pones ropa o te aguantas que Fer te vea así y se tiré en la cama a escuchar el chisme.

Marta: Me pongo ropa, una loca es suficiente, no imagino dos estando juntas y yo en medio desnuda. Se fue corriendo al vestidor mientras yo tiraba la ropa de la noche anterior hasta el cesto correspondiente.

Marta me lanzo una bata que me quedaba demasiado justa y ella ya se encontraba con un conjunto de mono y suéter que le quedaba precioso. Tan pronto saltamos a la cama escuchamos como hacía su entrada triunfal el homosexual de mi amigo.

Fer: Ohhhh mi Dios, me harán vomitar si no tienen ropa. Se dio la vuelta y levantaba las manos para ser más dramático.

Yo: Estúpido, por supuesto que tenemos ropa puesta. Date la vuelta.

Fer: Que lindo, que bello, que hermoso. Mis dos amigas en una misma cama. Les sacaré una fotito. Saco el celular y tomo como 8 o 10 fotos.

Marta: Pedazo de carne podrida, ven acá para comerte a besos.

Fer: ¿Viste? ¿Por qué tú no puedes ser así? Dulce, cariñosa. ¿Por qué? Se lanzó a los brazos de Marta que le dio mil besos en la cara.

Yo: Por qué terminarías enamorándote de mí y eso no sería bueno para tu grupo de fans y mucho menos para Marta.

Fer: Ahhhhhhhh. Grito tan fuerte que me tape los oídos. Son novias, esto no ha sido cosa de una noche. Son novias. ¿Y cómo le harán para cuando Marta se vaya?

Yo: ¿Cómo? ¿Para cuándo quien se vaya? Estaba confundida.

Marta: Ese era un tema que quería hablar contigo, pero no encontraba como hacerlo. Quizás por eso te estuve evitando tanto. Vimos como Fernando desaparecía sin hacer ruido.

Yo: NO TE ESCAPARÁS, MÁS TARDE ME TIENES QUE CONTAR SOBRE GABRIEL. MARICA. A lo lejos oía las carcajadas, no quería que se sintiera culpable por haberme revelado la verdad, él juraría que Marta ya me había contado todo.

Marta: Me iré dentro de unas semanas, pero eso no quita que te amé. Voy a volver Emily, volveré por ti. No me voy por qué quiero, lo hago por qué mi madre tiene cáncer y será atendida en España, aquí los medicamentos no se consiguen, los doctores no son tan buenos y ella está muy mal. La abrace y me quede en silencio. Dime algo, por favor, háblame.

Yo: Tranquila, no tengo nada que decirte. Me levante de la cama, estiré mis brazos y me dispuse a abrir la puerta. Vente, vamos a almorzar que ya esta tarde. Vi cómo se limpiaba las lágrimas y entendió que no quería hablar del tema ni ahora ni nunca.

Ese día cocinamos con Fer, hizo un pasticho, compramos cervezas y nos sentamos a hablar como si fuéramos un buen grupo de amigos, bueno era más lo que hablaban Marta y Fernando que lo que yo lo hacía.

Yo: Muchachos, voy por una ducha. Recojan que luego hay que salir con la abu, aún le debo una cena o lo que sea.

Me metí en la ducha, coloque el agua excesivamente caliente y empecé a llorar. Lloraba fuertemente y me apretaba el estómago con rabia. No quería que me oyeran. Tenía dinero suficiente para perseguirla, para ir con ella a donde fuera, pero no tenía un título, no tenía una base para empezar desde cero, no podía irme y dejar mi vida, tenía que dejarla partir, dejar que estuviera con su madre el tiempo que fuera necesario y esperarla, esperar aquí si ella quería que la esperará. Oí como la puerta del baño se abría y el cuerpo desnudo de Marta se pegó a mi espalda, lloramos las dos, lloramos con el corazón partido, con las emociones tocándonos los pechos, me sentí frágil, sentí que otra vez el destino se burlaba de mí.

Marta: Tengo que irme, pero prométeme que no dejarás de vivir por mí. Que seguirás siendo tú, que te graduaras, que saldrás de fiesta cada vez que puedas, que seguirás yendo al café, que continuaras con los ejercicios y que me extrañaras. Prométemelo.

Yo: No me pidas ir a sitios donde esperaré a encontrarte, no me pidas seguir con mi vida como si el hecho de haberte encontrado simplemente se borrara con un buen borrador nata, no me pidas eso Marta. Debiste seguir alejándote de mí, tal vez así jamás nos hubiésemos enamorado.

Marta: Sé que estás herida, que habla alguien que está herido. Sabes que este no es un adiós, que voy a regresar. Haberte conocido ha sido lo más maravilloso que me ha pasado y amado Emily, amado es y siempre será lo que me mantenga luchando. Quise responderle, pero lo único que salió de mi garganta fue un “te amo”.

Ese día Marta se fue, tenía cosas que arreglar y yo aparente que no me dolía, que no me pasaba nada. Me arme de fortaleza, le dije a Fernando que buscáramos a la Abuela y que comiéramos por ahí. Llegamos a la casita y baje corriendo a abrazarla.

Abu: Ven mi muchacha, esto solo puede ser obra de un corazón partido. Vas a sanar, pronto vas a sanar.

Yo: Abuela, me duele, me duele mucho. No sé qué hacer.

Abu: Púes harás lo que tengas que hacer, lloraras, estarás enojada, sufrirás, pero nada de eso será eterno mi niña. Al cabo de un tiempo volverás a ser tú incluso mejor de lo que eras y sobrevivirás para contarnos la experiencia.

La abrace de nuevo, lloriquee en su regazo, me limpie la cara y nos fuimos los tres a comer. Ellos trataban de animarme, pero era imposible. El resto de la semana la pase en casa, sin salir ni siquiera a la esquina, diariamente recibía entre 20 a 30 mensajes de Marta y un sábado por la mañana decidí ir a buscarla. Llegue corriendo a su casa, estaba la puerta abierta y un hombre alto muy parecido a ella en la sala.

Yo: Buenos días, señor… ¿Se encuentra Marta?

Señor: Emily ¿Verdad? Me extendió la mano y yo la sujete. Me llamo Gustavo, soy el padre de Martita, ella está en el cuarto terminando de arreglar las maletas. Se me puso el mundo negro, camine despacio hasta su habitación y ahí estaba ella con los ojitos hinchados de tanto llorar.

Yo: Marta, mi amor. Se volteó en cámara lenta y camino  despacio hasta que me apretujo, me abrazo con tanta fuerza que pensé iba a partirme a la mitad. Oye, que me matas. Se río de nuevo.

Marta: Te amo. Estaba esperándote, idiota… ¿Es que no pensabas venir nunca?

Yo: Ya mujer, aquí me tienes. ¿Cuándo es el vuelo?

Marta: Sale en 5 horas, aún tenemos tiempo para… Tú sabes. Me dio gracia su comentario y vi como salió corriendo de la habitación.

Volvió a entrar y empezó a desnudarse. Yo copie su actuar, me quite la camisa, los zapatos deportivos, los jeans y la ropa interior. Me lance a besarla con dolor, con amor, con nostalgia. Nos entregamos en cuerpo, mente y alma. No sé cuántas veces logramos llegar, hacer el amor era la cosa más sublime aunque supiera que minutos después ella se iría por un tiempo indefinido. Me vistió, con lágrimas en los ojos y yo la vestí a ella, le coloque las bragas, el bra, sus pantalones de seda y su camisa blanca que le quedaba tan linda. Nos abrazamos con mucho amor, no queríamos soltarnos, yo me hacía la fuerte, pero estaba consciente de que no aguantaría mucho tiempo más.

Escuchamos como tocaron la puerta y le propuse llevarla al aeropuerto. Su padre acepto al instante y ella no dijo nada.

Yo: Ya sabes amor, me mandas fotos de toda España… Visitas los museos por mí y te compras una buena cantidad de vegetales, que tan pronto salga de vacaciones me iré para cocinarles.

Marta: Tienes que hacerme una lista, así no compro cosas extrañas que desconozca.

Yo: Bueno, tampoco es que soy chef, pero te aseguro que llevaré a Fernando y ese sí que sabrá utilizarlo todo. Había esperanza, había luz al final del túnel y ella lo sabía.

En 40 minutos llegamos al aeropuerto, era difícil hablar por la situación que estábamos atravesando. Ayude a bajar las maletas, estacione el carro y baje corriendo a buscar por donde abordaba mi loca favorita. Ahí estaba, apretando su cartera contra el pecho y yo quería darle algo para que me recordara, pensé un segundo y revisé mis bolsillos. Saque la cadenita que llevaba un dije con un corazón, dentro del corazón estaba la foto que nos había tomado Fer días antes en mi habitación. Fue difícil elegir una, pero lo logré.

Camine hacia ella y le coloque la cadena frente a sus ojos, ella levanto su cabello y dejo que se la guindara del cuello. Volteo a verme, me abrazo y me beso delante de todas las personas que estaban ahí. Algunos miraban curiosos y otros sonreían con ternura.

Marta: Ven en vacaciones, sólo faltan cuatro meses para eso. Ven por favor, yo te estaré esperando.

Yo: Te prometo que iremos, Fernando, la abuela y yo iremos. Te lo prometo.

Bese sus dedos y escuchamos como empezaban a llamar para que abordaran el vuelo a Madrid-España. Marta me abrazo fuerte, yo me mantuve concentrada en no llorar  y la bese, la bese sin importarme nada, la bese como prometiéndole que esté no era el final.

Marta: Te amo, Emily. Su voz quebrada me hizo puré y sin más nos rodaron las lágrimas por la cara.

Yo: Te amo, mi amor. Todo estará bien, nos vemos en un par de meses. Nos abrazamos, levante la mano en señal de despedida para su padre y vi como desaparecían con la multitud.

Me quedé ahí un par de minutos, alguien se acercó a mí y me dijo “Esté no es el final, es un nuevo inicio” Sonreí al señor mayor que acababa de hablarme y salí del aeropuerto con el corazón entumecido, la esperanza de volver a verla y una sensación de qué esto no había terminado.

La vida es injusta, te lleva por caminos tormentosos, por pendientes peligrosas, por bajadas tan mortales que solo tienes que aferrarte a lo bueno que hay en ti, a la gente que te ama y a simplemente convencerte de que esté no es el final. Qué está no es la hoja que termina el libro, qué esté no es el callejón sin salida al que todos acostumbramos a visualizar cuando el mundo se nos viene encima.

Lo crean o no, aquí estoy compartiendo con ustedes “Mi historia” que aunque no fue perfecta, la viví cómo si lo hubiese sido. Creí haber conseguido amor en Antonella y me equivoque, jamás pensé poder enamorarme de Marta y sucedió y por supuesto, nunca imaginé que al cabo de unas semanas se iría de mi lado y se fue. Esta es la vida, o te amoldas al cambio o te conviertes en el mártir de la historia, en mi caso me amolde. En cuanto a Marta y a mí, les puedo decir que su madre murió, yo no pude ir a verla por qué la situación económica en Venezuela cambio mucho y entre Fernando y yo decidimos montar un negocio de sushi, seguimos ayudando a la Abuela con la fundación y Marta y yo aún mantenemos contacto. No sé si cuando la vea sentiré lo mismo, no sé sí continuemos amándonos, lo que sí sé es que somos la enseñanza en la vida del otro y que esta vida no es para cobardes, si no para locos como yo que estén dispuestos a cambiar las reglas del juego.

Les aseguro que cuando vuelva a ver a Marta, les contaré. Ustedes serán los primeros en saber, pero hasta entonces espero haberlos hecho vibrar de emoción.

Con amor.

Emilyzapata72@gmail.com

Sasia: Besos guapo, espero no haber tardado tanto... Ojala te guste.

HombreFX: Pués aquí ya sabes de que regalo se trataba, aunque el destino no siempre lanza a mi favor.