Mi historia 11

El gran evento.

Estaba segura que el capítulo con Antonella estaba por completo cerrado, pero muy en el fondo sentía que algo no estaba bien, que algo más sucedía y yo era totalmente inocente sobre los acontecimientos futuros. Si bien es cierto que ella demostraba su amor (Si es que a eso se le llama amor) de una forma extraña, dolorosa y poco romántica, también era cierto que con ella la atracción sexual era muy fuerte. Cómo cuando sabes que no puedes comer helado porque te engorda, te da acné y de igual manera sigues comiéndolo en grandes cantidades.

De cualquier manera justo ahora pensaba en Marta, pero la idea de volver a tener a esas dos mujeres ocupando el mismo espacio sin duda me ponía algo nerviosa y hasta con dolor de barriga para ser sincera. Sacudí mi cabeza para concentrarme en la ducha, tenía que oler bien y lavar los pensamientos incoherentes que estaba teniendo sobre Antonella.

Fernando: Emi, ya he regresado y no tienes idea de lo bien que te vas a ver por primera vez en tu miserable y agonizante vida. Su tono de voz era tan sufrido que cualquiera que pudiera oírle juraría que fui violada y hasta maltratada físicamente.

Yo: Mira criadito, espero por tu bienestar mental y físico que no te hayas gastado la totalidad existente en la tarjeta… Lo miraba con rabia contenida, rabia que era inútil debido a que él siempre hacía lo que le venía en ganas con mis cuentas bancarías, me administraba y en eso yo sí que era una completa loca.

Fernando: Me gaste lo que te gastas en un mes en la disco, así que cállate la boca y anda a ponerte el conjuntito que te he comprado. Sí, yo con mi DINERO, lo he comprado. Grito tan fuerte que sólo sonreí con mucha admiración.

Fernando era un muchacho humilde, que venía de pasar trabajo, su familia le había dado la espalda por ser gay y cuando nos conocimos él estaba buscando residencia y yo me sentí tan conectada que en dos días le propuse mudarse conmigo, esa hasta ahora ha sido la mejor decisión que he tomado. Me ha demostrado que si se puede confiar en alguien que no conozcas, sólo tienes que dejarte llevar por la intuición y por los actos que esa persona te demuestre. Confiaba tanto y de tal manera que jamás había tomado algo sin preguntármelo y mucho menos entraba a mi cuarto (A menos que lo quisiera limpiar, cosa que hacía cada jueves religiosamente). Era un promiscuo, un pica flor y le encantaba ir de fiesta tanto como a mí, pero también era un muchacho muy honesto, bueno y con los sentimientos tan puros como los míos, quizás esa era la razón por la que sentíamos que debíamos ser hermanos en otra vida.

Me coloqué el conjuntito de Victoria´s Secret que me había regalado Fer, me quedaba como anillo al dedo, ese pedazo de marica se sabía hasta mi talla y yo debía probarme el mismo conjunto dos o tres veces con distintas tallas para conseguir el que me quedará perfecto. Esté era un conjunto muy bonito, con encaje, se ajustaba a mi cuerpo de una forma muy provocativa y me hacía lucir diez veces más sexy de lo normal. En cuanto salí del vestidor para que Fer le diera el visto bueno, me sentí tentada a abrazarle, pero ya habíamos propiciado muchos eventos dulces así que el abrazo ya era innecesario, con un reloj me bastaría para demostrarle cuanto le amaba (Además claro, de las veces que le dejaba llevar a cualquier chico a la casa).

Fernando: Jehová es mi pastor y con él nada me faltará. Silbo como si estuviéramos en un partido Caracas vs Magallanes y nuestro equipo, los gloriosos Navegantes del Magallanes acabaran de hacer un jonrón con las bases llenas.

Yo: Ahora eres religioso y le llamas a Dios por el nombre de Jehová. ¿Viste que eres bien homosexual? Me dolía la barriga de mantener la risa atorada en mi pecho.

Fernando: Joder, estas más buena que las flacuchas esas que desfilan en la semana de la moda. Tengo que comprarte más ropa como esa, así toda ajustadita para que se te vea el culo parado, porque últimamente esos hilos no me estaban cuadrando del todo.

Yo: No seas imbécil, que yo a ti no te digo nada cuando te compras esos roba maridos y los paseas por la casa como si a mí no me diera asco. Le saque el dedo del medio y él se río con mucho énfasis.

Fernando: Yo tampoco te digo nada cuando andas de nudista por la casa, aunque si fuera hombre no pensaría dos veces el hecho de violarte con violencia y lujuria.

Yo: Asqueroso Fernando, no te da vergüenza. Tú eres gay, cochino, enfermo, aberrado. Agarre una almohada y empecé a golpearlo mientras el continuaba riéndose a carcajadas.

Fernando: Venga, déjame tranquilo que quiero mostrarte lo que tu tarjeta de crédito te ha comprado.

Pegue un gritito de la emoción y salte de la cama para taparme los ojos y extender los brazos esperando tocar lo que me había comprado. Este era uno de nuestros rituales, cuando alguno de los dos le compraba algo lindo al otro, lo obligaba a que cerrara los ojos, a que abriera los brazos y tuviera paciencia.

Fernando: Señoras y señores, perros y enanos, niñas y homosexuales y por supuesto también lesbianas, les presento el mejor vestido del siglo. Escuche como tocaba la bolsa y el ruidito de sus dedos al sacar el vestido me coloco el corazón a mil (Es qué Fernando tiene muy buen gusto en cuanto a vestidos respecta). Me puso la tela entre las manos y sentí la sensación de placer, seda, era seda suave y de color negro.

Alce el vestido y observe lo hermoso que era, tenía un escote bastante pronunciado justo al frente que supuse llegaría a taparme los senos bastante bien, pero lograría dejarme por fuera todo el medio de mi pecho hasta el inicio de mi abdomen marcado, por detrás estaba completamente al aire, apenas una fina línea de tela que sujetaban los dos extremos que caen por mis costillas y una gran pronunciación hasta el inicio de mi trasero. Era de cola larga y aunque yo fuera de estatura normal, sabía que con los tacones adecuados me vería impresionante.

Sentí como una lagrima bajaba por mi mejilla y Fernando se apresuró a limpiarla de mi rostro.

Fernando: Sabes que te mereces esto y más, considérame tu hada madrina, pero eso sí, olvídate de llegar aquí a las 12 am. Tienes permiso de amanecer en la calle y venirte a esta casa solo con Marta, no acepto a nadie más. Nos reímos por la manera tan autoritaria que eso sonó y me lance a abrazarlo, dije que no lo haría porque nuestra forma de demostrarnos amor es diferente, pero hay que hacer excepciones.

Dejé que Fernando me vistiera, me subió el cierre que iba desde el nacimiento de mis piernas hasta el inicio de mi espina dorsal. Suspiro unas dos veces y me dio la vuelta.

Fernando: Esta noche serás la mujer más hermosa del universo. Quisiera te convirtieras en hombre para cogerte antes de que te vayas. Vi cómo se mordió su dedo índice y ese gesto era de qué evidentemente estaba conteniendo gritos de felicidad.

Yo: Asqueroso, inepto. Aléjate que quiero verme. Di unos ligeros pasos hasta encontrarme con una mujer que era totalmente diferente a mí, una mujer cargada de sensualidad desbordante y de misterio, me sentía poderosa y muy confiada, incluso más de lo habitual.

Fernando: Te traeré los tacones negros y te maquillare en cuestión de segundos, ya va a ser la hora y Marta es de las que dura 5 minutos esperando y dice que no va, la conozco.

Yo: Mira que te lo tenías guardado hombre. Deja que voy a conocer a un tipo buenote y le diré hasta de que fragancia es la vaina esa que le hechas a la tina cuando vas a un encuentro anal. Me empujo y salió de la habitación conteniendo las ganas de carcajearse.

Lo siguiente fue ponerme los tacones, dejar que Fer hiciera su trabajo con mi rostro y listo. Busque las llaves de su auto y me puse en marcha para buscar a Marta cuando de repente suena un mensaje en mi teléfono.

“Me haces esperar y te parto las piernas” Era Marta a lo que le respondí tan pronto como pude.

“Sal que no quiero que me secuestren” Esperaba una grosería, pero su respuesta me dejo pensando.

“La única que tiene derecho a secuestrarte soy yo”

Leí unas cuatro veces el mismo mensaje antes de que ella abriera la puerta de su casa, para ese momento yo estaba recostada de la puerta del copiloto esperando que saliera y mis sentidos se alteraron. Llevaba un vestido de color blanco, bastante pegado al cuerpo, un escote recatado en su pecho y una cola que llegaba un poco más abajo de sus rodillas, tenía una abertura en la pierna izquierda que la hacía lucir espectacular. Se veía como un ángel, un ángel precioso y encantador. Aguante la respiración y vi como bajo las tres escaleras con mucha elegancia, me miro se mordió el labio y dio un giro lento para dejarme ver su hermosa espalda que estaba por completo descubierta. Era una mujer que te robaba el aliento y más porque empezaba a notarse el inicio de sus hoyuelos en la espalda y eso era una de las cosas más sexys y preciosas que Dios ha podido hacer, aparte de su rostro que parecía esculpido por todos los Dioses en su estado más alto de la inspiración.

Yo: Buenas tardes, señorita Marta. Hoy seré su acompañante. Le abrí la puerta del auto y sentí como se acercaba a mí, respiro sobre mi cuello y me dio un beso cerca de mi oreja. Supuse que su labial rojo quedaría en mi nuca toda la noche y no pretendía quitármelo por nada del mundo.

Marta: Buenas tardes, idiota. Tan pronto me dio el beso se subió y doblo sus piernas dejándome ver un poco. Esto era una guerra sucia, más porque ella sabía el poder que tenía sobre mis sentidos y mis emociones.

Camine con paso firme, tratando de concentrarme en no caerme por la emoción que sentía estando al lado de Marta, me hacía estar nerviosa y cómoda a la vez, sé que era extraño, pero es el sentimiento que me generaba y más con el atuendo.

Mientras manejaba se escuchaba en la radio la canción de Franco de Vita “Cómo decirte no” escuchaba a Marta tararear la canción y yo me sentí invitada a tararear también sin importar si estaba o no afinada. La atmosfera que generábamos era tan cálida, tan especial y tan bonita que pensé que enamorarme de Marta era la cosa más fácil que podía estarme ocurriendo. Desvíe mi mano con temor hasta la suya que se encontraba en medio de sus piernas y la entrelace a sus dedos, voltee a verla y por fin me sonrío sin sacarme la lengua, el dedo del medio o decirme alguna grosería.

Llegamos al sitio y estaba hasta el techo de gente, muchos reporteros afuera y otra gente reclamando entrar. Vi como el señor Antonio observaba a la gente que pasaba en los carros, supuse estaría tratando de ubicarme y cuando su mirada se topó con la mía me hizo espacio para posarme en la entrada de la alfombra, no esperaba que todo aquello fuera tan “organizado”. Me detuve justo al frente y un muchacho con traje me abrió la puerta y cuando fueron a abrir la de Marta hice un gesto de negación.

Camine hasta la puerta del copiloto donde Marta aguardaba con paciencia, salude al señor Antonio y me recibió con dos besos.

Sr. Antonio: Estaba jurando que no iba a venir, gracias por aparecer oportunamente. La estábamos esperando, luce usted espectacular. Me regalo una sonrisa impecable y se fue con pasos agiles hasta ubicarse en la entrada y entendió que sólo yo podía abrirle la puerta a la mujer más hermosa de esa noche y de las futuras.

Sonreí para hacerle notar el agradecimiento y el respeto que sentía por él. Me giré y abrí la puerta, le ofrecí la mano y ella la tomo con gusto. Empezaron los flash a sonar y desde ese momento atraje a mi cuerpo a Marta, quería que ella se sintiera protegida.

Marta: Oye idiota, tu padre era uno de mis artistas favoritos. Siento deseos de ver sus pinturas en persona, gracias por la oportunidad, no sabía que esto era por él.

Yo: Imagino que Fernando ya te había dicho a donde te dirigías. ¿Correcto? Asintió con pena y me apretó el brazo que sujetaba entre sus dedos en sinónimo de disculpa.

Marta: Es qué no sabía cómo vestirme y no quería desentonar contigo, que por cierto te ves muy bien. Me quede viendo su hermosa cara y le dije al oído…

Yo: Esta noche quiero hacerte un regalo. Nuevamente su piel me dejo ver lo débil que era cuando se trataba de mi voz, de mi aliento y de mi cercanía.

Sin más preámbulos, sonreímos unas cuantas veces para las cámaras y entramos al local donde habían muchas personas caminando con entusiasmo, copas de champan y entremeses que aparecían por doquier.

Todas las personas posaron sus ojos sobre nosotras y sentí como Marta se escondía detrás de mí, cosa que me pareció tan tierna de su parte. Era la mujer más bonita del lugar y estaba ocultándose.

Yo: Marta, eres mi invitada, deja que el mundo te conozca.

Marta: ¿Sólo tú invitada?

Yo: Eso y lo que desees ser para mí, siempre y cuando no me partas la cara.

Marta: Mientras no andes mirando faldas ajenas ni pasándote de la raya conmigo, puede que te permita ser más.  Le di un beso en la mejilla y nos confundimos con el resto de la multitud.

Dimos varias vueltas observando las pinturas y vi como “Mi encanto” el regalo más preciado para mí en ese momento no figuraba por ninguna parte, el señor Antonio seguía dándome buena espina y eso era prueba fundamental.

El señor Antonio nos presentó a varias personas y de repente nos topamos de frente con Antonella, su madre y el imbécil de Alexis.

Yo: Buenas noches, señores. Tengo el gusto de presentarles a Marta.

Marta sujeto la mano de la señora Aleida, la cual la recibió con gusto. Le dio dos besos, luego el enfermo de Alexis atrapo la mano de Marta y le dio un beso en su dorso. Yo me aclaré un poco la garganta en sinónimo de desagrado y a continuación venía la incómoda presentación de Antonella y Marta. Mi cuerpo se puso duro, parecía un palo del susto y observe como Antonella sonreía con ironía y le extendía la mano a Marta, para sorpresa mía lo que sucedió fue inesperado.

Marta: Ella y yo ya nos conocemos, no creo que haya necesidad de fingir. ¿No crees Antonella? Vi cómo se quedaba inmóvil a mi lado y de pronto sentí como sus dedos se entrelazaron a los míos justo como yo lo había hecho minutos antes en el carro. Apreté su mano para darle seguridad.

Antonella: Ciertamente, pero lo cortés no quita lo valiente. Aunque tú de valiente como que sabes mucho, Martita. Entre esas dos mujeres había una historia que no me terminaba de cuadrar.

Marta: Por supuesto, estaré encantada de denunciarte nuevamente si vuelves a colocarle un dedo encima a mi prima. Ahhh esa era la revelación y caí nuevamente en el fondo de mis pensamientos, así que yo no era la única de la lista. Me sentí sucia y común al pensar en qué conmigo había sido diferente desde el inicio.

Yo: Me alegra volver a verla señora Aleida, espero que disfrute la noche. Alexis, tú me das igual. Ojala salgamos rápido de esto para que desaparezcas de una vez por todas.

Aleida: Muchachos, deberían comportarse y Marta… Ya Antonella ha pagado por lo que hizo, creo que es hora de superar heridas viejas.

Marta: Yo decidiré cuando superar las heridas, señora. Esto cada vez se ponía más tenso.

Alexis: Sólo quiero el dinero que le preste a tu padre, de resto me vale un comino tu existencia.

Yo: De no ser por mi existencia seguramente ya hubieses robado las pinturas y conseguido salirte con la tuya, pedazo de cuervo. Mi piel empezaba a calentarse así que decidí mantener la calma.

Antonella: Me alegra mucho verte de nuevo Emily, estás más preciosa y sexy que de costumbre. Su voz tan profunda y gruesa me logro descolocar y sentí como una de sus manos rozo sutilmente mi brazo, ese era el momento de la verdad. Volví a sentirme inestable sexualmente, ella no perdía su poder de seducción conmigo, pero lo que Marta me provocaba era tanto emocional como sexual así que le quite de mala gana el brazo que estaba rozando y le toque la cintura a Marta para demostrarle confianza.

Nos alejamos del conflicto que empezaba a generarse y pronto conseguimos un poco de intimidad.

Marta: Si crees que no vi cómo te ha tocado estas bien mal. Sus celos estaban a flor de piel.

Yo: Tranquila, voy a demostrarte que no quiero estar jugando. Ahora, puedes explicarme. ¿Qué le hizo a tu prima?

Marta: Estuve a punto de brincarle encima y cortarle la cabeza a la grandísima zorra esa. No dejaba de verte, es una enferma. Ella le hizo lo mismo que te hizo a ti. ¿O es que crees que no note tus marcas la mañana de la carrera? Trague con fuerza y sentí vergüenza.

Yo: Eso ya ha pasado y no volverá a pasar.

Marta: Lo sé, ahora estás conmigo. Además es una oportunista, dejó en la calle a mi prima y se quedó con básicamente todo su dinero. Suspire y vi como el señor Antonio me hacía señas desde una puerta oculta.

Yo: Admites que ahora estás conmigo. Sonreí con alegría. Vuelvo en un rato, no tomes mucho y al final de la noche me dejas saber cuál cuadro es tu favorito.

Marta: El que me gusta no está aquí.

Nos soltamos las manos y antes de irme le lance un beso como si fuera una flecha a lo cual ella lo atajo imaginariamente y lo coloco en su pecho.

Entre al extraño cuarto donde estaba el señor Antonio y vi como “Mi encanto” estaba en un pedestal totalmente dorado. Ver aquello me dio un vuelco en el pecho.

Sr. Antonio: Te llame para hacerte entrega del cuadro y decirte que ya se vendieron la mayoría de las obras, mi trabajo está cumplido Emily, ha sido un enorme placer conocerte. Puedes quedarte con el resto de las pinturas. Eres tan idéntica a tu padre que me sentí con necesidad de cuidar tus intereses, el dinero ha sido depositado a tu cuenta y la parte de Alexis ya se le entrego. Tu deuda esta saldada, con el dinero que posees podrás vivir una vida cómoda y hasta darles la educación que desees a tus hijos. Eso significaba que la suma era enorme y me sentí tranquila, ahora podía ayudar a los niños de la abu y decirle a Fernando que no tenía por qué seguir trabajando en esa cafetería, además de irnos de vacaciones con la abu incluida y por qué no… Hasta con Marta.

Yo: Gracias por lo que ha hecho tanto por mi padre cómo por mí. Sujete su mano con fuerza y lo vi salir con una elegancia envidiable. Me quedé unos segundos observando el cuadro y pensando en el futuro, pronto salí de mis pensamientos cuando unas uñas largas tocaron el inicio de mi espalda y aterrizaron en mi nuca, haciendo bastante presión.

Voltee para ver a Antonella con unas esposas brillantes de color plateado y el miedo me dejó estática. Me mostro como las abría y sujeto mi muñeca para colocarle la esposa, a continuación me di cuenta del momento que se aproximaba y trate de zafarme de su agarre.

Yo: Antonella, estas cometiendo un error. Lo nuestro se ha terminado, por favor suéltame.

Antonella: Tú me dijiste que tenía que esposarte si quería mantenerte a mi lado así que eso haré. Sé que tu cuerpo desea el mío, no puedes negarlo, eres mía. Volvía la parte irracional y loca de esta mujer, esa parte que me daba muchísimo pánico.

Yo: Por favor, suéltame. Mi voz era de total nerviosismo. No soy tuya, nunca lo fui ni lo seré, no compliquemos más las cosas. Jalaba con fuerza, pero ella ya había conseguido cerrar la esposa en mi mano.

Antonella se acercó a mí, me pego contra el escritorio y volvió a pasarme las uñas esta vez por mi pecho dejándome nuevamente marcas de arañazos.

Yo: ¿Qué coño estás haciendo? Suéltame o voy a gritar. ¿Cómo se te ocurre arañarme? Antonella comenzaba a reírse de mí y de cómo controlaba la situación, yo estaba petrificada y aunque empujara a esa mujer no conseguía que se apartara.

Marta: Te ha dicho que la sueltes. Escuche la fuerte voz y vi cómo tres hombres de seguridad apartaron bruscamente a Antonella, consiguiendo alejarla por completo de mí.

Y es aquí donde toda la fuerza, la astucia, la sensualidad y seguridad se desploman. Mis ojos se llenaron de lágrimas y Marta fue hasta mi encuentro. Me abrazo y metí mi cara en su pecho, lloré con miedo, con decepción, con dolor y por primera vez en mucho tiempo sentía cómo alguien quería cuidar de mí.

Marta: Shhh tranquila, ya se ha ido. No volverá a acercarse a ti nunca más, yo estaré aquí para protegerte. Te lo prometo. Me levanto la cara, limpio mis lágrimas y me dio un beso cargado de amor, de verdadero y autentico amor. Me quito la esposa que ya me estaba dejando la muñeca roja y me paso los dedos suavecito para que sintiera el alivio.

Respire con dificultad y al poco tiempo conseguí volver a estabilizarme. Salimos de esa habitación con el cuadro entre mis manos y nos fuimos rápidamente del lugar. Conduje por las calles con la mente más calmada y conseguí pronunciar palabra.

Yo: Marta, si no hubiese sido por ti no sé qué me habría hecho… Estaba aterrada pensando lo peor.

Marta: Yo sí sé qué te habría hecho y por suerte he llegado a tiempo. Ella tiene problemas y es altamente peligrosa, no sé cómo han podido darla de alta de la clínica psiquiátrica.

Yo:¿Psiquiátrica? Y yo pensaba que estaba loca, pero eso sí que me supera. Nos reímos y volvía a respirar un ambiente de seguridad y paz.

Marta: Pidamos comida china y vayamos a casa.

Yo: ¿A tu casa o a la mía?

Marta: No lo sé. ¿Tú que propones?

Yo: Tengo una idea, pero tienes que hacerme caso, de lo contrario no va a funcionar.

Marta: Si te pasas de lista voy a golpearte en las costillas. ¿Estamos?

Yo: ¿Por qué siempre tienes que ser tan violenta?

Marta: ¿Por qué siempre tienes que hacer lo que te venga en gana?

Yo: Por qué tú quieres que yo haga lo que me dé la gana contigo. Sentí como me daba un golpe por la cabeza y me queje con una risita baja.

Marta: Voy a confiar en ti, pero sólo equivócate y verás mi furia roja.

Yo: ¿Cuál furia roja? No estamos en una película, loca. Le saque la lengua y vi como sonreía.

Tenía un plan y no era precisamente llevarla a comer helado, esa noche ella merecía conocer a una Emily que ni yo misma conocía, una que le hiciera estar segura de haberme elegido a mí mucho antes de yo haberla elegido a ella.


Antes que nada quiero agradecer por haber empezado este recorrido conmigo, estoy por terminar la historia y quería que supieran que adoré cada correo que me han enviado y cada comentario.

Besos y abrazos desde Venezuela.

Emilyzapata72@gmail.com