Mi historia 1. Por Andrea

De como comenzó a fraguarse un gran cambio en mi vida y mis costumbres.

MI HISTORIA

Por Andrea

1

Soy asidua lectora de esta página y he encontrado en los relatos de ella no pocos momentos de risa y humor, de excitación y lívido, y en todo caso de alivio a los malos ratos de aburrimiento y soledad. En multitud de ocasiones se me pasó por la cabeza mandar alguna de mis vivencias, alguno de los episodios sexuales entre mi esposo y yo. Pero no me parecía que fuesen de interés. Hasta hace poco hemos sido un matrimonio de lo más corriente. En todos los aspectos.

Esto ha cambiado últimamente y es por eso por lo que al fin me he decidido a escribir mi "opera prima". Espero que no seas estricto al juzgarme, ya que no poseo conocimientos literarios.

Sólo te puedo asegurar que procuraré ser lo más fiel a los hechos, ya que eso, según me parece, es lo que aporta la más intensa carga de erotismo. Saber que lo que se lee sucedió en realidad.

Vaya mi promesa por delante en ese sentido. No pienso inventarme ni una coma, sino ser fiel a lo que me haya sucedido. Así te lo he de contar.

Pues bien paso a contar como comenzó todo.

Desde hace unos meses estaba preocupada por mi esposo. No se me ocultaban las dificultades económicas por las que pasaba mi pobre marido. Se llama Miguel.

Me enamoré de él siendo aún casi una niña, con tan sólo diecinueve años. Mi apuesto novio causó verdadera impresión entre mis amigas. Ya tenía cumplidos los treinta y dos años, lo que por otra parte era un verdadero abismo en cuanto a nuestra diferencia de edad. Nada más y nada menos que catorce años nos separan.

Aunque he de confesar que no es el mismo de entonces, sigo enamorada de él. A pesar de su calvicie casi total que le ha ido dando ese aspecto de sabio un poco loco. Y a pesar de la tripa cervecera que ha adquirido y mimado en los años de matrimonio.

Como digo, no se me ocultaba que Miguel estaba pasando apuros económicos. Mi marido se ha dedicado toda la vida a la compra de pisos en mal estado. Tiene una cuadrilla de trabajadores a los que conozco como hermanos. Cuando dejan el piso parece totalmente nuevo, a estrenar.

El sistema es sencillo de entender, se compara un piso que de pena verlo, cuanto más desastroso sea su estado mejor. Así se compra barato. Tras reformarlo se vende a un precio muy superior. Miguel suma al precio del piso en origen, el generoso sueldo que reciben sus obreros y los materiales empleados y al total le suma un diez por ciento, su ganancia. No es mucho, pero por cada operación ganábamos entre veinte y cincuenta mil euros.

Sabía que desde hacía unos meses no cerraba ninguna venta. Y que son más de diez los pisos que tiene listos. Así que decidí echar una mano.

Miguel tiene ahora cuarenta años justos y yo ya he cumplido los veintisiete.

Hace una semana tuvimos una conversación. Por cierto, aún no lo he dicho, me llamo Andrea.

-Miguel- le dije – hemos de hacer todo lo posible por levantar cabeza. He pensado que podría ayudarte, mi vida-

Él me miró sin decir palabra, estaba leyendo el periódico y tan solo sacó sus pupilas por encima de las gafas dedicándome una mirada inexpresiva.

-¿Te parece que estoy bien?- le dije poniendo mis muslos juntos y ligeramente encogidos de lado. Saqué pecho y moví la cabeza hacia atrás ahuecándome el pelo largo y negro.

Miguel me dedico una sonrisa. – Estás buenísima, ya lo sabes. ¿A qué cojones viene esto ahora?-

Yo le respondí. – No sé si te has mirado al espejo, pero si la cosa de los pisos está mal y eres tú, encima, el que ha de venderlos, no me extraña que estemos a verlas venir. ¿Tú crees que tu imagen vende? No te lo vayas a tomar mal- . Miguel me miro algo enfadado pero condescendiente. Nunca ha sido orgulloso.

Yo continué - He pensado que podría intentar alguna venta. Si no te parece mal.

Me pongo sexy y provocativa y si el tipo que venga a ver el piso es de los tontorrones que al ver dos buenas tetas se les nubla la mente…. Quién sabe, a lo mejor me lo llevo al huerto -.

Miguel frunció el ceño, -¿comó que te lo llevas al huerto?-

A mí me dio la risa. Cuando pude parar le contesté. – No seas tonto ya sabes a que me refiero. Que le encasqueto la venta. Tonto-

Miguel se mostró más dispuesto de lo que yo esperaba. En alguna ocasión me había asegurado que no quería que yo entrase de ninguna forma al negocio.

-Haz lo que quieras. Llama a Marta. Ella tiene la agenda y te podrá decir. Mañana creo que tenía una o dos visitas. Inténtalo, a ver qué pasa-.

Al ver tanta facilidad pensé que la situación debía estar peor de lo que yo creía.

-Pero a ver cómo te vas a poner de provocativa. No me jodas. Que hay mucho salido y tú estás mu güenorra. Si he de llevar cuernos pa vender pisos mejor dejo el negocio-.

Aquello me enterneció de una manera tal que no puede resistirme. Le quité el periódico de un tirón y me senté en sus rodillas. Como una gatita ronroneé su cuello, mordisqueándole la orejita.

- Sabes que soy solo tuya tonto- le susurre mojándole con los labios y pasándole la lengua por el oído. Eso le vuelve loco.

No hace mucho que usamos lenguaje soez en nuestras relaciones. Nunca lo habíamos hecho, pero recientemente hemos descubierto que nos excita mucho. Yo me muestro soez y vulgar y el adopta un aire autoritario, casi violento.

- Tócame lo chocho, ya verás cómo lo tengo- le dije de repente abriendo mis piernas. Llevaba la bata de casa que es de una franela rosa muy suave y calentita, y debajo un tanga rojo nada más.

Me separó las piernas aún más, con brusquedad, y noté sus dedos tirar del tanga hacia abajo y palparme con rudeza los labios vaginales. Di un gritito, como si me hubiese hecho algo de daño y él, de un tirón, abrió definitivamente la bata. Mis senos se mecieron ante su vista. Miguel aún llevaba puestas las gafas, me rozaba con ellas al lamer los pezones. Le gusta chuparlos succionando hasta que consigue ponérmelos inmensos y duros como piedras. Luego los mordisquea bordeando el límite del dolor. Yo me mojo muchísimo.

-¿Te gusta zorra?- me preguntó casi gritando. Yo adopte una posición sumisa y sin decir nada, con la vista puesta en la ventana di un sí moviendo la cabeza.

Sentí dos de sus dedos separando la abertura de mi sexo y penetrando sin rudeza pero con rapidez. Miré hacia mi entrepierna. Me encanta contemplar su mano jugando ahí bajo el tanga.

Gemí, sé que le gusta oírme gemir y jadear, y lo hago sonoramente cerrando los ojos y elevando la cabeza hacia atrás.

Bajo mi trasero sentía su pene duro pujante, apretando con fuerza en su crecimiento.

-¿Eres mi puta?- sus ojos se clavaron en los míos al hacerme la pregunta. Yo conteste casi susurrando. –Si mi amor soy tu zorra. Haz conmigo lo que quieras-.

-Seguro que quieres que te meta un dedo en el culo. Sácalo fuera-.

Escurrí mi culo hasta dejarlo libre, fuera de su pierna y me penetró.

Siempre me ha parecido una cochinada, pero no me molesta y a Miguel le vuelve loco. Tenía su dedo anular en mi culo y el gordo e índice jugando en mi almejita.

Me vino un arrebato de esos que no puedo contener. –Fóllame cielo. No aguanto más porfavor-

No se quitó las gafas, ni siquiera se desnudo. Me tumbó sobre la moqueta y extrajo su pene del pantalón del pijama. Sentí su peso, el tacto del batín que usa para estar en casa sobre mi pecho y la punta del prepucio buscando dura entre mis muslos el sitio exacto.

Ninguno de los dos aguantamos mucho. Yo me corrí casi en el momento. Él estuvo como tres o cuatro minutos hasta separarse y ponerse de rodillas. Le gusta terminar en mis pechos.

Tomé su pene con la mano y lo pajeé duro hasta recibir esa ducha caliente y viscosa con olor a sal.

-¿Y si algún cliente quisiese hacerte esto a condición de comprarte el piso?-

La pregunta me sorprendió. Manchada de esperma, tumbada en la moqueta, adopté un tono de broma pero dejando cierto soniquete que le diese lugar a la duda.

-Mmmmmmmm. ¡Ójala!- Le contesté. Siguiendo la broma – ¿Tú me dejarías?-

Esperaba una respuesta que zanjase el asunto. Una respuesta que no diese lugar a dudas. Un no contundente y rotundo.

Pero Miguel no me contestó. Se inclinó y me besó los labios.

-Sabes que siempre te querré, zorrita mía -.

Y así comenzó todo.

En mi próximo relato te contaré mi primera venta, un magnífico dúplex.