Mi historia 1

Control dominación y sadomasoquismo REAL. Nivel de perversión: 3 (sobre 5)

Minirelato de introducción a la relación entre mi chico y yo. Una historia de sexo, sadomasoquismo real y también de una pareja que, fuera del ámbito sexual, es una pareja normal y sana.

Carlos y yo vamos en un taxi, celebramos un año de relación y vamos a cenar a un restaurante elegante. Llevo una camisa negra de gasa translúcida, como se llevan ahora, con un sujetador negro bien apretado, mis pechos son bastante grandes, utilizo copa D y a Carlos le encantan mis tetas. Abajo llevo una falda negra, suelta, por encima de la rodilla, sin bragas (siguiendo las instrucciones de Carlos) y con un bola vibradora dentro de mi coño, cuyo mando a distancia descansa inactivo, de momento, en el bolsillo del pantalón de mi acompañante.  Unos altísimos zapatos rojos con un bolso a juego completan el conjunto. Dentro del bolso llevo unas bragas, por si acaso.

En la parte de atrás del taxi Carlos me besa el cuello y yo le abrazo  devolviéndole el beso. Estoy muy excitada porque sé que esta noche va a ser muy divertida, no sé qué tendrá preparado, pero seguro que me va a gustar y Carlos no me ha dejado correrme en la última semana,  preparándome para hoy.  Además durante el desayuno y el almuerzo me ha hecho tomar afrodisíacos y estoy tan cachonda que tengo que subirme la falda y sentarme directamente sobre el asiento del taxi, para no manchármela con todos los flujos que estoy soltando. Las manos de Carlos se deslizan por el interior de mis muslos, fuertes y firmes, pero sin llegar a mi coño deseoso, y por mis caderas hacia mis pechos, pero tampoco llega hasta ellos y la frustración sexual se torna en un deseo incontrolable que me hace perder la decencia y casi olvidar que estamos en un coche y que hay alguien conduciendo.

Discretamente, deslizo mi mano bajo su chaqueta, por su espalda hacia su cadera y giro hacia su polla presionando con fuerza y sintiéndola en mi mano dura como el mármol, caliente bajo los pantalones, y se me hace la boca agua y el coño sigue mojando el asiento del coche.

-¿Has visto lo que has hecho por ser tan guarra? – me susurra al oído – Vamos a llegar al restaurante en quince minutos y no podré bajarme del taxi con esta erección, pequeña. Vas a tener que solucionarlo. Desabróchate la camisa.

Mientras lo dice me mira fijamente a los ojos, sé que va en serio y, aunque no me gusta la idea, miro discretamente al taxista y le veo haciendo playback de una canción de shakira que suena en la radio. No puedo evitar reírme, vuelvo la mirada hacia Carlos y me desabrocho los tres primeros botones de la camisa. Él mira al conductor durante un segundo para confirmar y saca mis tetas por encima del sujetador. Me pellizca los pezones, tirando de ellos rápido y con fuerza, los tengo durísimos y mi coño se roza contra el asiento del taxi, estoy a punto de correrme, pero sé que si lo hago no le gustará y me concentro con todas mis fuerzas en no hacerlo.

-Chúpate los pezones – me dice cogiéndome una teta y acercando el pezón a mi boca. Yo me agarro las dos tetas con mis manos, apunto hacia arriba y saco mi lengua lamiendo mis pezones y haciendo un esfuerzo sobrehumano para no correrme, no podía más, intentaba apretar bien el culo para que mi coño no rozase contra el asiento, ya que Carlos me tenía dicho que en este tipo de situaciones, cuando nadie mira, no puedo cerrar las piernas, siempre abiertas para él.

Carlos me mira sonriendo y desliza una mano bajo mi falda buscando mi sexo.

–Estás chorreando, pequeña. ¿No te da vergüenza?

-Carlos por favor, estoy a punto de correrme, no puedo más, hace una semana ya…

Como respuesta Carlos se ríe sonoramente y puedo ver cómo el taxista se asoma a su espejo retrovisor para ver qué es tan gracioso. Gracias a Dios le miraba a él y a mí me da tiempo de taparme un poco con la camisa antes de que su mirada me alcance; gracias a la oscuridad, el pobre hombre vuelve a su conducción ajeno a la frustración que recorre todo mi cuerpo y al charquito que ésta está dejando en su asiento. Carlos se baja la cremallera del pantalón y saca su enorme y preciosa polla por el agujero, se mueve para acercarse más a mí y dirige mis manos hacia su paquete para que empiece a masturbarle –mójala un poquito pequeña. – Me dice mientras acaricia mi boca con la mano. Yo vigilo al conductor y cuando estimo oportuno que no me verá me agacho y escupo sobre la polla de Carlos, lamo la punta de su glande con rápidos lametones y rodeo el capullo con la lengua antes de metérmela entera en la boca. Subo y bajo un par de veces, dejándola bien mojadita, antes de incorporarme y seguir masturbándola con más energía. Debido a la posición en la que nos encontramos, mis brazos están muy juntos aprisionando mis tetas que suben y bajan al ritmo de mis manos y Carlos me muerde bien fuerte uno de mis pezones, por lo que tengo que hacer un gran esfuerzo para no gritar, no de dolor, obviamente, en el estado en el que estoy nada me dolería, sólo puedo pensar en meterme cualquier cosa por el coño, cuanto más grande, mejor. En ese momento, el vibrador empieza a moverse a mínima potencia, Carlos tiene el mando el mano y me lo enseña sonriente diciendo –No pares nena, no pares.

Me mete la lengua en la boca y activa la siguiente velocidad del vibrador, mi coño se roza libremente con el asiento porque ya no puedo concentrarme más que en masturbar el pene de Carlos. Vuelvo a flexionarme para metérmelo en la boca durante unos segundo renovando la humedad para que deslice mejor y empiezo a darle caña dura. Entre el vaivén del coche y la masturbación mis tetas se mueven como si estuviera cabalgando e inconscientemente comienzo a mover mis caderas para rozarme más con el asiento.

Carlos separa su boca de la mía, me mira suspicaz y comienza a subir una mano por mi muslo, juguetea discretamente, desde lejos, con la punta de sus dedos en mi coño y aumenta la velocidad del vibrador. Yo sigo masturbando cada vez más fuerte y bajo a salivar una vez más su polla, le escupo, le lamo y me la meto en la boca hasta el fondo de mi garganta. Cuando me yergo en el asiento Carlos me agarra del pelo con la mano que le queda libre  y tira hacia atrás, dejando mi boca entreabierta. Me mira  a los ojos, sube al máximo la velocidad del vibrador y noto como algo comienza a hacer presión contra mi vagina. Tardos unos segundo en entender que me está metiendo el mando del vibrador también por el coño, yo acomodo mis caderas y el mando entra con facilidad hasta la mitad, entonces él comienza a moverlo de izquierda a derecha, en círculos, mientras me mira a los ojos.

-Carlos, por favor, por favor. – Susurro a duras penas, no lo soporto y no quiero que me castigue, él me castiga de verdad, como más daño me hace, si me castiga, lo hará sin sexo y yo no quiero eso, así que aguanto mi orgasmo.

-Métetela en la boca que me voy a correr y te voy a servir el entrante pequeña. Trágatelo todo y si no puedes evitar correrte con mi leche en tu boca, puedes hacerlo.

En cuanto me suelta el pelo bajo deprisa y me meto la polla en la boca, está muy dura, muy caliente y a punto de estallar, succiono fuerte mientras sigo masturbándole con una sola mano y con la otra me agarro a sus piernas. Carlos tiene una mano en la entrada de mi coño, moviendo el mando del vibrador y con la otra me sujeta la cabeza contra su polla. Noto como levanta sus caderas follándome la boca, eso es que le gusta, y entonces aprieta fuerte mi cabeza ensartándome su polla hasta la garganta mientras mete el mando del todo en mi coño, empujando el vibrador que ya estaba dentro hasta el fin de mi vagina, el coche frena un poco brusco y eso hace que me desplace hacia delante rozándome todo el coño con el asiento y chocándolo con la mano de Carlos que me palmea la entrada del coño haciendo que me corra desde lo más profundo de mi ser; tuve un orgasmo bien largo, mientras la leche de Carlos salía de su pene y me bajaba por la garganta mis caderas se movían con los últimos estertores durante casi un minuto. Se habría enterado toda la calle de que me estaba corriendo si no hubiese sido porque la polla de Carlos se derramaba en mi garganta ahogando cualquier sonido que pudiese salir de ella. Antes de sacarme su polla de la boca me aseguré de tragármelo todo todo y dejarla bien limpita, me la saqué, la lamí un poco más por si aún quedaba algo y me levanté.

Casi me muero cuando mis ojos se cruzaron con los del conductor a través del espejo retrovisor. Ni siquiera me acordaba de él. Todo lo rápido que pude me guardé las tetas en el sujetador y me cerré la camisa, Carlos estaba sonriente e intentaba cubrirme un poco por si el señor taxista seguía mirando. Me saqué el mando del vibrador del coño y se lo entregué a Carlos que lo cogió con dos dedos (estaba chorreante obviamente) y me miró como diciendo “qué cochina que eres”; saqué un pañuelo del bolso, lo limpié y se lo devolví y se lo metió en el bolsillo mientras le miraba suplicante. Me miró durante unos segundos hasta que comprendió lo que le quería decir, entonces negó con la cabeza con una sonrisa y el vibrador tuvo que quedarse dentro de mí.

Nadie dijo nada hasta que llegamos al restaurante. El taxi frenó y Carlos estiró la mano hacia delante con el dinero –Quédese el cambio caballero – yo me moría de vergüenza, salí del taxi con toda la naturalidad que me era posible y por fin respiré hondo. Seguía excitada, me había corrido, sí, pero tenía demasiada tensión acumulada y quería más, de todas formas, sabía que la noche no había acabado.

El taxi se marchó y Carlos y yo nos miramos cada uno desde un lado, los dos empezamos a reírnos al mismo tiempo, extendió sus brazos, me abrazó y me besó en la frente mientras reíamos –Vaya tela… - dijo él –Sí, pero me lo he pasado estupendamente- puntualicé.

-Buenas noches, tenemos reserva a nombre de Carlos, por favor – dijo a la muchacha de la entrada.

-Buenas noches señor Torres, síganme si son tan amables.