Mi Hijo y Yo: una historia de las Tierras Altas
Una joven y bella viuda, a la que una muerte ha librado de una pesadilla de vida; su hijo despertando al sexo, un deseo inconveniente, un lugar aislado y una ambición de libertad y felicidad que puede llevar a caer en el mayor pecado. ¿Se llega al cielo a través de la lujuria prohibida?
“Al ver el pene erecto de mi hijo a punto de penetrarme, me excité como nunca antes en mi vida, como perra en celo…”
Vivíamos en una finca mediana, no muy grande pero tampoco pequeña, en las Highlands, las Tierras Altas de Escocia; era el año 1766, y hacía meses que mi marido había tenido la decencia de morirse, aunque mucho que había tardado.
Cuando yo tenía 15 años de edad recién cumplidos, mis padres me casaron con un hombre mucho mayor que yo, exactamente 20 años mayor que yo; un hombre que además era todo lo contrario de un hombre apuesto, con su fea cara y su cuerpo ya entonces algo gordo y fofo. Por supuesto yo no estaba de acuerdo con ese matrimonio, pero mis padres eran muy pobres y tenían muchos hijos, y pensaron mejorar su situación vendiéndome prácticamente a un granjero más o menos adinerado en comparación con los campesinos que vivíamos en aquella parte de las Highlands, un hombre de clase media rural. Un “hombre” que prácticamente me violó en la noche de bodas, ante mi resistencia a ser suya…
Los 16 años siguientes de mi vida fueron una pesadilla la mayoría de las veces, un aburrimiento en el mejor de los casos, junto a un marido por el que solo sentía un desprecio a duras penas disimulado…más o menos un año después de mi boda di a luz a mi hijo Ian, probablemente mi consentido, aunque reconozco que no fui una madre muy apegada o excesivamente cariñosa con ninguno de mis hijos. Después de Ian tuve una niña que nació muerta, un varón que murió con 3 años y cuando creí que ya no tendría que padecer más embarazos, quedé encinta justo unos meses antes de la muerte de mi marido, y mi hija menor nació cuando su padre ya había muerto…
Así que, con 31 años de edad, me vi viuda con un hijo de 15 años y una hija recién nacida…afortunadamente con los frutos de nuestra finca, atendida por nuestros pocos empleados, y el pago de los alquileres de nuestros arrendatarios teníamos una situación más o menos cómoda o desahogada…y fue entonces cuando comenzó mi aventura…
Yo tenía un excelente físico para mi edad, en una época en que muchas mujeres después de los 30 se veían prematuramente viejas y no valían para nada…yo en cambio tenía un cuerpo voluptuoso que deseaban todos los hombres que me conocían, como yo podía ver en sus ojos. Mis tetas eran bastante grandes y estaban firmes, duras, para nada caídas; como acababa de dar a luz, las tenía mucho más grandes, hinchadas de leche. Mi hija chupaba con fruición mis ricos pezones rosados, algo por lo que más de uno sentiría envidia de ella. Tenía unas piernas bellas, un culo grande de nalgas duras; a diferencia de otras mujeres de mi edad no pecaba de gorda ni de flaca, mis curvas eran divinas. Mi piel es blanca como la nieve y suave como la de un bebé; mi cabello es un poco rizado, de color negro oscuro y siempre lo he llevado corto. Tenía un rostro aniñado, angelical, una nariz pequeña y elegante, y una boquita tentadora de labios finos; y unos ojos pequeños de color azul oscuro. Mi estatura es mediana tirando a baja.
A pesar de los rigores y sinsabores de la vida me conservaba muy bien, pero de poco me servía pues pasé mi tierna juventud en brazos de un viejo carcamán; pero al poco de morir mi marido, empecé a reparar más en algo a lo que hasta entonces le había dado poca importancia o había subestimado como tontas suposiciones mías. Y es que mi hijo Ian parecía anormalmente interesado por mi belleza, sobre todo por mi cuerpo. Al morir su padre (al que le tenía miedo y poco cariño) el muchacho cada vez se preocupaba menos por disimularlo, y no era raro el momento en que lo pillaba casi babeándose al verme.
Yo no sabía cómo tomarme aquello, y reaccionaba entre sorprendida y disgustada; que un chico de su edad se babeara con las mujeres era normal, que lo hiciera con su madre…
Un día por la mañana, que me acababa de levantar, fui a llamar a mi hijo porque se había quedado dormido y debía ayudar en las labores de la finca sustituyendo a su difunto padre; cuando salió de la cama y se incorporó, me volvió a sorprender y disgustar…resulta que yo estaba con mi camisón de dormir, los camisones que se usaban entonces, un camisón largo desde los hombros hasta los pies, que parecía una bata, pero que era muy transparente, dejando ver bastante bien lo que había debajo…y debajo no tenía nada de nada, lo único que tenía puesto era el camisón…así que con lo transparente que era el camisón, sobre todo bajo la luz que entraba por las ventanas, se me veían o adivinaban fácilmente las tetas y mi coño peludo…
Mi hijo llevaba puesta su prenda de dormir, una especie de camisa larga hasta poco más abajo de los muslos, también un poco transparente, como un camisón para hombres…y me di cuenta mientras le hablaba de las tareas del día, que mi hijo se quedaba viéndome tenso, con una mirada lasciva mal disimulada y casi babeándose, hasta que bajé la vista y entonces él trató de cubrirse la entrepierna con las manos, pero no antes de que yo pudiera ver que tenía una erección…
¡Ian no seas cerdo! ¡Eres un cochino pervertido! – le grité enfadada.
¡No mamá, yo…! – intentó excusarse él, nervioso.
¡Basta, no soy tonta Ian! ¡Soy tu madre idiota…ve a recochinearte con otra que no sea tu madre! ¡Anda, ve a vestirte y vete a trabajar, que ya estás tardando, tarado enfermo!
Me di la vuelta y me fui muy irritada…pero ahí no acabó la cosa, pues otro día que me estaba dando un baño, metida en la tina, gozando de la relajación que me proporcionaba el agua, cuando terminé y fui a salir de la bañera, y me disponía a secarme, creí escuchar un leve ruido y al alzar la cara me pareció ver en un espejo que estaba frente a la bañera, el reflejo de mi hijo Ian que se daba la vuelta y se alejaba a toda prisa, aunque solo fue cuestión de unos instantes…por supuesto, cuando le reclamé furiosa, él me lo negó, incluso después que le di una bofetada (algo inusual, pues a diferencia de su padre yo no solía pegarle).
Yo no sabía cómo manejar aquella incómoda situación, como debía tomármelo, así que decidí consultarlo con mi confidente y mejor amiga, Maura.
Maura era una mujer mayor, incluso un poco más que mi difunto marido, y tenía cierta mala reputación en la región donde vivíamos pues se dedicaba a ser curandera, o, mejor dicho, bruja…
-Así que, ¿tu hijo te quiere follar? – me dijo en tono burlón y sarcástico, y con sonrisa maliciosa, mientras agitaba un mejumbre en una olla, en su casa.
-Maura, no estoy para bromas con eso…ese chico es un enfermo, te lo juro, habrá al salido al malnacido de su padre – le repliqué mientras jugaba con unas hierbas que tenía Maura en su cocina.
- ¡Seguro que si! – exclamó ella con una risotada.
Seguimos conversando del tema y en un momento dado ella se quedó callada un momento, como reflexionando, y cuando habló me dejó sorprendida.
¿Y no te lo has planteado?
¿El qué? – le pregunté.
Darle el gusto a tu hijo, convertirte en su amante.
Yo me eché a reír, pero al ver que estaba seria me quedé de piedra.
- ¡¿Estás hablando en serio?! ¡¿Estás loca?! – exclamé indignada.
Ella se encogió de hombros y habló con rostro inexpresivo.
-Escucha niña, te conozco muy bien…desde que tus padres te casaron a la fuerza con ese cerdo le diste la espalda a Dios, lo maldijiste…sé que no te importa ir al infierno, incluso que no crees que exista…por otro lado me has hablado de la situación en que te dejó tu marido…le dejó todo a su único hijo varón, a tu hijo Ian…a ti no te dejó nada, ni siquiera a tu hija… ¿qué pasara cuando tu hijo se case y tenga su propia familia? ¿qué pasara sí se deja dominar con su mujer y ésta no quiere nada que ver contigo? ¡Te quedaras en la calle!
Me quedé muda y helada, mientras expresaba mis temores que yo misma le había confiado.
-Como tú misma has dicho, tienes pocas alternativas…casi la única opción es casarte de nuevo, pero en ese caso una de dos: o te casas con un hombre joven y guapo, pero pobre, y tienes que vivir en la miseria…o te casas con otro viejo con dinero, pero entonces tendrás que volver a soportar durante muchos años que te manosee un viejo feo y sucio.
Apreté los dientes con rabia, imaginando esas alternativas, vivir con hambre y en la inmunda miseria, o revivir el infierno que viví con mi marido, soportando las asquerosas manos de un viejo verde, sádico y morboso, recorriendo mi cuerpo, obligándome a soportar su cochino pene dentro de mi coño…
-Pero tienes otra opción…puedes aprovecharte del deseo de tu hijo, de su morboso deseo, y de su inexperiencia…puedes enamorarlo, por experiencia propia te digo que no hay nada que enganche más que una pasión prohibida, y más sí es “anormal”, “contra-natura”…y entonces podrás hacer con él lo que quieras…y su patrimonio, el patrimonio de tu difunto marido, será en la práctica todo tuyo…podrás manejar el dinero, ser independiente…incluso podrás inducir a tu hijo a venderlo todo y marcharte de éste miserable lugar, como siempre ha sido tu deseo…¿acaso no vale la pena condenarse al infierno por ello?
Tuve que reconocer que lo que decía mi amiga Maura tenía su maldita lógica, era una gran tentación, pero acostarme con mi propio hijo… ¡pero la sorpresa es que lo estaba considerando en serio!
¡Maldita seas Maura, de verdad que eres una bruja! – exclamé entre molesta y asustada por lo oscura idea que se apoderaba de mi mente.
¡Ja ja… Caitlin lo que te enfada es que tengo la condenada razón y lo sabes! – me replicó ella burlona y cínica.
A partir de ese día la idea se fue apoderando de mi mente, hasta volverse una obsesión, a pesar de que trataba de rechazarla…la tentación era terrible, asegurar mi futuro, ser la dueña de mi propio destino y no tener que depender de un hombre, sino que fuera al revés, que un hombre dependiera de mí, que fuera esclavo de mis deseos…una atormentada lucha se libraba en mi interior, pero al final se impuso mi lado oscuro…así que decidí seducir a mi propio hijo…
Un día, cuando acababa de terminar de amamantar a mi hija Margaret y la dejé durmiendo plácidamente, decidí que era el momento apropiado…así que llamé a mi hijo Ian…
¿Si, madre? – me dijo mi hijo.
Querido, quería pedirte un favor, y espero que no lo encuentres muy raro… - le dije tratando de poner una voz entre dulce y sensual, aunque tenía poca o ninguna práctica al respecto - …es que le di de comer a tu hermana, pero…parece que no tenía mucha hambre…esto es un poco vergonzoso…pero aún tengo los pechos llenos de leche…y me duelen, y los tengo muy sensibles para sacármela con los dedos…bueno, ¿podrías tú sacarme un poco de leche? ¿Mamarme los pechos?
Mi hijo se quedó con la boca abierta y los ojos como platos, paralizado como una estatua…yo por mi parte sentía la piel del rostro caliente y el corazón me latía rápido, seguro que sí hubiera estado frente a un espejo me hubiera visto sonrojada…por dentro yo no dejaba de maldecir a Maura por haberme metido esa idea en la cabeza, estaba muerta de vergüenza, pero ya estaba decidida y no podía echarme para atrás.
¡Maldición Ian, no te quedes callado! ¡Te he pedido algo que me avergüenza porque no tengo otro remedio… ¿me vas a ayudar?! – le solté perdiendo un poco los nervios, pero me dominé un poco en las últimas palabras.
¡Si, claro, mamá! – me contestó entre intimidado y excitado.
¡Ven aquí cariño! – le dije recuperando la voz medio dulce, medio sensual.
Se acercó a mi nervioso y yo lo tomé de la mano, y lo conduje a un sofá…yo llevaba puesto un camisón muy parecido al que llevaba puesto la vez que le noté la erección a mi hijo, y él por su parte llevaba la misma camisa larga de aquella ocasión…así que los dos ya íbamos medio desnudos. Los dos estábamos cortados, pero yo sabía que era yo la que debía llevar la iniciativa; me abrí el escote del camisón y bajé la prenda por uno de los hombros, y me saqué una teta…Mi hijo se quedó boquiabierto, casi con la baba chorreándole por la boca, y yo sentí como se me aceleraba más el pulso…
- ¡Ven aquí cariño! – dije mientras con mi mano detrás de su cabeza la atraje a mi teta – Abre tu boca, ponla sobre mi pezón…así, suavecito, metete el pezón a la boca…chúpalo, no vayas a morderlo… ¡así!
Mi hijo comenzó a mamarme el pecho, al principio con timidez, después con más confianza y al final con entusiasmo…yo comencé a sentir una sensación desconocida para mí, de excitación…Cuando mi marido vivía nunca sentí placer con él, al principio del matrimonio como dije él tenía que tomarme a la fuerza, violarme cada vez que quería hacerlo conmigo; después me resigné, y dejé de resistirme, simplemente abría las piernas y dejaba que él hiciera lo suyo, mientras yo cerraba los ojos y trataba de imaginarme que estaba en otro lugar…por eso el sexo para mí era algo sucio, doloroso y desagradable. Seguramente por eso no me interesó nunca ponerle los cuernos a mi marido, pues sin tener nada con que comparar pensaba que el sexo sería igual con todos los hombres (aparte de que le tenía miedo a mi esposo).
Pero ese día, cuando mi hijo me mamaba las tetas por primera vez desde que dejé de amamantarlo muchos años antes, me sentí excitada, caliente; a diferencia de la repugnancia que sentía cuando su padre me mamaba las tetas de forma asquerosa (casi provocándome arcadas), ésta vez iba sintiendo como el deseo hormigueaba por debajo de mi piel, como un calor desconocido para mí nacía de mis entrañas, y sentía un cosquilleo en mi entrepierna…
Veía la leche brotando de mi pezón y chorreando por la barbilla de mi hijo, algunas gotas cayendo por su cuello…no pude más y decidí dar el siguiente paso…
- ¡Ven acá querido, mi amor! – dije tomando su cara entre mis manos y apartando su cabeza de mi teta, para luego besarlo en la boca…
Uní mis labios a los suyos y le di un beso largo, profundo, que se fue tornando más apasionado… cada vez más atrevida, guiándome por el instinto, metí mi lengua en su boca y nos besamos con locura descarnada…saboreé mi propia leche materna, la que aún estaba en la boca y los labios de mi hijo, mezclada con la saliva de mi hijo y la mía propia…de pronto aparte mi boca de la suya y vi sus ojos con intensidad…
- ¡Ven mi amor, ven conmigo!
Me levanté y tomándolo de la mano lo llevé a mi dormitorio, al lado de la cama lo solté y me di la vuelta… agarré mi camisón y me lo saqué por la cabeza y lo arrojé al suelo, quedándome totalmente desnuda delante de mi hijo…él se quedó perplejo, con su cara colorada y gesto de sorpresa y excitación. Me acerqué a él y con delicadeza le saqué la camisa de dormir por su cabeza; estaba algo avergonzado de quedarse desnudo, vaciló y amagó con cubrirse el pene, pero yo lo tomé de las manos y lo acerqué a mí…hice que pusiera sus manos sobre mis tetas y él, excitado, las acarició y las apretó, jugó con ellas…
Lo atraje a la cama y me tendí boca arriba, con las piernas abiertas…con palabras dulces lo animé a que besara mi coño peludo, que lo besara una y otra vez, y luego fue ganando confianza y animado por mí empezó a lamerlo, a pasar su lengua por encima de mi tupida mata de pelos, de vello púbico, negro y crespo…lo lamía, y su lengua se fue abriendo paso entre los pelos de mi coño, e introduciéndose dentro de mi vagina, probando mis jugos íntimos…
Yo estaba cada vez más cachonda, por primera vez en mi vida me sentía húmeda en la vagina, húmeda de excitación, y los espasmos de placer recorrían mi cuerpo, desde mi entrepierna recorriendo todo mi cuerpo, mientras comenzaba a jadear…agarré a mi hijo e hice que acercara su boca a la mía, y volvimos a besarnos con pasión, probando ahora en la boca de mi hijo mis propios jugos íntimos…
Con mi mano agarré su pene y él jadeó…su miembro estaba duro como una roca. Lo hice poner su verga en la entrada de mi coño, y al ver el pene erecto de mi hijo a punto de penetrarme, me excité como nunca antes en mi vida, como perra en celo.
Cuando me penetró sentí que me volvía loca… con mis manos me aferré a su espalda, como cuando un náufrago se aferra a una roca, y lo rodeé con mis piernas…le decía al oído lo que debía hacer, lo incitaba a que me diera duro, que me follara con pasión. Su pene se abría paso en el interior de mi cavidad vaginal, de mi cueva intima, como un palo hundido en mis entrañas; retrocedía y embestía, en un divino mete y saca. Mi hijo volvía a estar dentro de mí, su pene se introducía por donde había venido al mundo, follándome y eso me estaba enloqueciendo de placer, yo jadeando, casi aullando.
Y de repente una explosión, una sensacional explosión en mi cuerpo y mis sentidos; y mi hijo se corrió dentro de mí, expulsando un buen chorro de leche, de su semen, dentro de mí, en el cálido interior de mi vagina. Unas lágrimas surcaban mis mejillas, para mi sorpresa, tenía ganas de llorar y de reír, de gritar, de saltar…
Mi hijo me dijo que me amaba y yo le dije que yo también lo amaba, ahora más nunca, y que sería mío para siempre; y así fue, pues solo fue la primera de cientos de veces que nos acostamos juntos, y de hecho mi hijo y yo vivimos como marido y mujer. Con el paso del tiempo nos fuimos a vivir muy lejos, a un sitio donde nadie nos conocía, y ahí fingimos que éramos una familia “normal”; inventamos que Ian era mi marido, mucho más joven que yo, que se había casado conmigo después que mi primer marido había muerto, y que juntos habíamos criado a la hija de mi matrimonio anterior. También tuve hijos con Ian, pero la gente no sabía que también eran mis nietos…y así fui feliz el resto de mi vida, viviendo en el “pecado” con mi hijo, sin miedo al “infierno”, pues el infierno ya lo había conocido en la Tierra antes de hacer el amor con mi hijo por primera vez.
Muchas gracias.
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