Mi hijo y su cámara de video
Mi hijo y su cámara
MI HIJO Y SU CAMARA DE VIDEO
Mi hijo está estudiando periodismo en la universidad. Últimamente anda muy pesado con la carrera. Está en segundo y se pasa el día en clase y luego por la tarde nos da la tabarra a su padre y a mi con los estudios. Bueno, imagino que será la novedad. Cuando pasé de curso se le pasará.
El otro día vino corriendo a casa. Digo que vino corriendo porque estaba sudando como un pollo cuando entró. Se supone que viene en el autobús desde la facultad, pero ese día no sé que le había pasado.
-Hijo, ¿has venido corriendo desde la universidad? Le pregunté.
-No, he venido en el autobús pero he subido corriendo las escaleras.
-¿Y a que viene tanta prisa? Le preguntó su padre.
-Vamos a empezar Producción Audiovisual y estoy muy emocionado.
No creo que sea para tanto, pensé para mi.
-Tu padre aquí presente iba a estudiar esa carrera pero al final me dio por el derecho.
-Ya lo sé papá, pero voy a necesitar una cámara y son muy caras.
-Podemos comprar una segunda de mano para empezar y cuando ya la hayas usado bastante, comprarte una nueva. ¿Qué te parece? Propuse yo.
-De acuerdo, de acuerdo, pero la necesito para ayer. Mañana empezamos las clases.
-Tranquilo hijo, tengo un amigo que tiene una cámara a la venta. Le llamaré ahora para que nos la guarde.
-¡Siiiiiiiiiiiiii! ¡Será genial!
Un momento después mi marido llamó a su amigo y le confirmó que tenía todavía la cámara en venta, así que esa misma tarde irían a verla y a comprársela si estaba en buen estado.
Durante la comida José, que así se llama mi hijo, estuvo nervioso todo el rato. Estaba deseando seguro que pasaran los minutos para que llegara a la hora en la que habían quedado con Sebastián el amigo de mi marido para comprar la cámara.
Antes de nada me gustaría contaros algo sobre mi para que me conozcáis y lleguéis a entender, si podéis, lo que más tarde terminaría pasando.
Me llamo Dolores, aunque todos me llaman Lola. Tengo 46 años, 1,63 de estatura, unos 58 kilos de peso. Soy morena, de pelo largo. De tetas no estoy mal. Son grandes, aunque no caídas aún y de caderas anchas, aunque no excesivas, vosotros me entendéis. Mi marido me llama Lolita al oído siempre que follamos. No quiere que nadie más me llame así. Para él soy su Lolita.
Él se llama Francisco. Tiene 45 años y es alto, 1,80 de estatura. Está gordibueno como solemos decir ahora y también es moreno como yo.
Os preguntareis a que vienen nuestras descripciones si mi marido y mi hijo solo iban a comprar un cámara. Más tarde lo entenderéis.
Una hora más tarde Francisco y José estaban en casa de Sebastián mirando la cámara.
-Es una Sony XT 500 Hi Pro. Está como nueva y te sale muy barata de precio, dijo él.
-Pero es muy antigua, le dijo José a su padre en voz baja en un momento en el que el dueño se alejó a buscar los accesorios.
-Tranquilo hijo, puedes tirar con esta y ya cuando tengas algo ahorrado te pasas al ultimo modelo. Le contestó Francisco.
En ese momento volvió Sebastián con una funda y la caja.
-Mirad, está como nueva también. Os dejo todo por 200€.
-¿200€? ¿Solo?
-Por ser vosotros os lo dejo en este precio. Es un precio de amigo. En su momento me costó un dineral.
-¿No puede ser algo menos? Le preguntó José. Puedo pagarte 125€.
Sebastián se lo pensó un momento y finalmente dijo:
-Esta bien, te la dejo en 125€ con la condición de que hagas las fotos en la comunión de mi nieto y no te pagaré nada.
-75€ no está mal hijo. Nadie te pagaría eso por las fotos de una comunión si no eres profesional.
-Yo no quiero ser fotógrafo papá. Quiero ser periodista.
-Bueno, ¿te has decidido ya? Preguntó Sebastián.
-Si. 125 y te hace las fotos de la comunión, dijo mi marido.
Guardaron la cámara en la caja y tras despedirse, volvieron a casa.
Dos días más tarde, José volvió de la facultad. Nos saludó y dejó la cámara sobre la mesa. Sin decir nada más se metió en su habitación.
-Lleva dos días nervioso. Comenté.
-Serán los compañeros. Se acercan los exámenes del trimestre y le habrán metido presión para que saque las mejores notas.
-Puede ser.
-Anda, ve a prepararle un chocolate caliente y dile que se lo tome con nosotros en el salón.
Fui a preguntarle con cuantos azucarillos lo quería cuando me detuve en la puerta de su cuarto. Se oía como una respiración detrás de ella.
Pegué el oído y me di cuenta de que estaba haciéndose un paja por los gemidos que venían de dentro.
Volví al salón.
-Que rápido has vuelto. ¿Ya se ha decidido?
-Menuda vergüenza.
-¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho?
-No me ha dicho nada. He ido a preguntarle y está en su cuarto cascándosela.
-Es normal mujer. Tiene las hormonas revolucionadas. Además le viene bien desahogarse para quitarse el estrés.
-Si, pero aquí en casa, estando nosotros…
-A ver, en la universidad no se la va a menear. Está en su casa, tranquilo y en su habitación. Además para eso nos dijo en su momento que le llamáramos antes de entrar, ¿no?
-Si, pero es que estando nosotros…
-Y dale mujer. Cuando nosotros trabajamos él está en la universidad y cuando vuelve pues nosotros también hemos vuelto. No le des más importancia.
-¿Tú te la meneabas estando tus padres en casa?
-Toma, no. ¿Y tú qué? seguro que te hacías unos dedillos cuando tus padres estaban en casa.
Me sonrojé y le conté la noche que escuché hacerlo a mis padres y la paja que me hice oyéndolos. Me corrí como una loca.
-Pues anda, dejémosle que termine. Prepárale el chocolate y que se lo tome cuando salga.
En eso que oímos unos gemidos más altos que venían de su habitación. Estaba corriéndose. Me dio mucho corte oírle, pero es que además me di cuenta de que me había excitado al oírle terminar.
Después de prepararle el chocolate lo dejé en la mesa del comedor y fui a mi habitación a cambiarme las bragas. Le puse una excusa a Francisco. Me había humedecido un montón.
Mientras me las quitaba me miré en el espejo. Toqué mi sexo y entonces pensé en si me había vuelto una pervertida por haberme excitado al oír a mi hijo.
Salió de su cuarto, lo escuché saludarnos, y entonces me puse las bragas limpias y volví al comedor con ellos.
Esa noche en la cama le pregunté a mi marido:
-¿Es normal que nuestro hijo se toque?
-¿Qué se masturbe dices?
-Si.
-Tiene una edad. Incluso debería tener sexo ya.
-Si, pero es que no creo que tenga tiempo de pensar en novias.
-Seguro que saca tiempo, rio él. Jajaja.
En realidad quería decirle que me había excitado al oírle correrse, pero no me atreví. Se lo dije de otra forma:
-No me gusta que gima tan alto cuando se corre.
-Pues no pasa nada, mañana se lo comentas y ya está.
-Será lo mejor. Pero por otro lado me daba corte decírselo.
Pasaron unos días, hasta entonces no se había vuelto a masturbar, cuando José volvió como cada tarde de la universidad y entonces se metió de nuevo en su cuarto.
Al cabo de un rato me acerqué a la puerta, mi marido no estaba en casa, y volví a oír la respiración entrecortada. Al notar que aceleraba los gemidos me decidí a llamar a la puerta. Algo se le cayó y dejó de masturbarse.
-Pasa, dijo al cabo de un momento.
Entré y me lo encontré de pie, con la ropa puesta y sudoroso y se le notaba un bulto en el pantalón.
-¿Qué tal mamá? ¿Querías algo?
-Si, cariño. Quería hablar contigo.
-Siéntate. Quitó unos apuntes que tenía en su silla y me senté.
-Es sobre lo que estabas haciendo.
-¿Eh? Me miró sorprendido.
-Tu padre y yo sabemos que te masturbas cuando vuelves de la universidad.
-Pero… balbuceó.
-No pasa nada cariño. Es normal y además te sirve para quitarte el estrés. Pero me gustaría que cuando…no me salían las palabras, cuando llegues al orgasmo no gimas tan alto. Es una sensación increíble, pero por favor intenta no ser tan…escandaloso. Al menos mientras estemos nosotros en casa.
Me miró todo cortado y asintió. Yo me fijé sin querer en su pantalón y vi que su polla seguía casi erecta. Me levanté y me volví a excitar.
-Anda, sigue con ello. Le dije y salí de su cuarto.
Estaba caliente de nuevo por lo que no pude evitar pegar el oído a la puerta. No gemía, pero notaba su respiración agitada. Había vuelto a masturbarse y esta vez en silencio.
Ahora me angustiaba una duda. ¿Se estaría haciendo la paja pensando en mi?
Anduve toda la tarde excitada y como mi marido no estaba en casa, decidí masturbarme en nuestro cuarto. Me desnudé, abrí mis piernas y me acaricié todo el cuerpo. Me unté con lubricante que usábamos de vez en cuando cuando hacíamos el amor mi marido y yo.
Mis piernas estaban ya bien lubricadas. Empecé por mis muslos. Subía y bajaba por ellos despacio, recreándome en la sensación. Mi sexo se humedeció más de lo que ya lo estaba, pero no quería llegar a él, todavía no.
Entonces pasé a mis pechos. Los acaricié en círculos y luego pasé a mis pezones. Los frotaba con fuerza sin hacerme daño y luego los agarré. Para entonces estaba chorreando.
Antes de bajar me acaricié la tripa donde un poco de grasa se había acumulado y luego me toqué el ombligo.
Ya no pude más y aunque intenté retrasarlo volviendo a tocar mis muslos, me giré y me puse a cuatro patas. Teníamos un espejo encima del cabecero de la cama y me miré mientras me masturbaba tocándome los labios. Me metí un dedo en el coño y entonces a punto de correrme acaricié mi clítoris y estallé en un orgasmo tremendo viendo la cara de mi hijo sudoroso en su cuarto.
Tuve que morderme la boca con la otra mano para que mi hijo no oyera a su madre haciendo lo mismo que acababa de prohibirle hacia un rato.
Me tumbé boca arriba en la cama y esperé a que mi respiración se estabilizara antes del salir.
Salí del cuarto y me di una ducha. Mi hijo estaba en el salón viendo la televisión.
No nos dijimos nada y no supe si él se había dado cuenta de que me había estado masturbando.
Con los estudios ahora además mi hijo se dedicaba a grabar un montón de momentos en casa. Nos grababa desayunando, comiendo, cenando, viendo la televisión. Y quien sabe si alguna vez nos grabó a mi marido y a mi follando. Alguna vez estuve tentada de buscar sus grabaciones y verlas en la cámara, pero no llegué a atreverme. Quien sabe si podía estropearle la cámara.
Otro día me estaba cambiando de ropa, estaba en sujetador y bragas y noté una pequeña luz que se reflejaba en el espejo de la habitación. No fue hasta más tarde que descubrí que esa luz era de la cámara de mi hijo al enfocar. Sin duda me había grabado desnudándome y seguro que se había hecho unas buenas pajas mirando el video.
Pasó un trimestre más y por lo que deduje cada vez que él se metía en su cuarto se masturbaba. Con mi video o quien sabe con que. Yo follaba con mi marido, aunque no me atreví a decirle nada sobre mi deseo hacia mi hijo cada vez que suponía que se pajeaba.
Una vez llegando al orgasmo volví a ver la cara de mi hijo sudoroso como aquella tarde. No sabia que hacer. Si se lo decía a mi marido se enfadaría mucho.
Un día terminó pasando lo que tenía que pasar.
Sebastián el amigo de mi marido llamó para invitarnos a la comunión de su nieto y tal y como había prometido mi hijo tendría que hacer las fotos y también un pequeño reportaje.
Ese día habíamos quedado a las 10 de la mañana en la iglesia. José llevaba un traje negro que le quedaba precioso. Francisco un chaqué gris que también le quedaba bastante bien y yo llevaba un vestido color rosa palo abierto en la pierna y con un gran escote. No creía que fuera lo más apropiado para una comunión, pero era el mejor vestido que tenia.
Sebastián llegó con su nieto de la mano, nos presentó a sus hijos, yernos y nueras y entramos en la iglesia. Nos había reservado los primeros bancos junto a su familia para nosotros.
Acabada la ceremonia nos colocamos frente al altar para hacernos unas fotos. Aunque había un fotógrafo contratado por sus hijos, José nos hizo unas con el pequeño que hacia la comunión. Mi hijo traía una Nikon D5100 que le había prestado un compañero de universidad y reservaba la Sony para el video.
En la primera foto no me gustó nada como salí y le pedí que nos hiciera otra.
Luego quise hacernos una todos juntos. José colocó el trípode y puso el automático. Se puso muy pegado a mi aunque entonces no sospeché nada.
Después de hacernos las fotos de rigor, Sebastián nos fue acompañando a un pequeño autocar que habían alquilado, ya que el convite se celebraba a unos pocos kilómetros de allí.
-¿Estamos todos ya? Preguntó el padre del niño.
-Creo que faltan dos parejas, dijo Sebastián.
-Pues no vamos a caber todos, contestó su mujer.
-Que si, hombre que si. Ya verás como cabemos.
Efectivamente, con las dos parejas más superábamos en dos las plazas del autocar.
-Papá, te dije que alquilaras uno más grande. Le recriminó el hijo.
-Señores, hagamos una cosa, dijo el conductor. Apriétense un poco en la ultima fila y no pasará nada. Si nos para la policía no revisaran el final del autocar. Vamos algo justos de tiempo.
Entonces como mi marido y yo no teníamos asiento, yo me senté encima de mi hijo y mi marido encima de una señor amigo de la familia.
Íbamos en la ventanilla de la derecha. Mi vestido se había abierto al ir tan estrechos dejando ver mi muslo derecho. Mi hijo no dijo nada pero dejó la cámara de fotos apoyada sobre el.
Al cabo de un rato me preguntó si me molestaba que llevara la cámara ahí.
-Tranquilo hijo no me molesta.
-Gracias mamá.
Aún quedaba como 1 kilometro para llegar al restaurante y con el traqueteo del autocar y la estrechez estaba sudando.
Entonces me di cuenta de que mi hijo no quitaba ojo de mi muslo e intenté subirme más el vestido pero fue inútil porque se rasgó por la raja dejando todavía más al aire mi pierna.
El conductor dio un frenazo y mi hijo me sujetó. Puso una mano en mi brazo y la otra en mi muslo. Noté como entonces se empezaba a empalmar porque un bulto estaba rozando mi nalgas.
Pasamos una zona de baches, la carretera estaba en mal estado y noté como su polla ya erecta rozaba mi entrepierna.
Yo no pude evitar soltar un gemido pero nadie se dio cuenta.
Antes de llegar, la cámara de mi hijo casi se cae al suelo y este la sujetó agarrando mi muslo sin disimular.
Bajamos por fin del autocar y entramos al restaurante. Yo decidí ir al baño a refrescarme. Estaba empapada de sudor.
Al abrirse la puerta, entró la madre del niño y antes de cerrarse pude ver en el reflejo del espejo a mi hijo de pie en la puerta del baño de caballeros. Me miraba fijamente.
Nos sentamos en la mesa asignada y comenzó el convite.
Miraba disimuladamente a mi hijo para ver si él seguía mirándome como cuando entré en el baño.
Efectivamente, aunque no fijamente, de vez en cuando alzaba la vista del plato y me miraba.
Cuando terminamos de comer se me ocurrió una cosa para provocarle. Me había excitado mucho en el autocar y quería ver si me seguía el juego.
Fui al baño y allí me arreglé el vestido. Estaba roto por ese lado y tendría que coserlo cuando llegáramos a casa. Abrí el grifo y me refresqué de nuevo la cara y me intenté colocar el pelo de la mejor manera posible. Estaba buscando el peine en el bolso cuando se abrió la puerta del baño. Era mi hijo.
Me quedé mirándolo pero sin darme la vuelta. El se acercó a mi y se pegó a mi espalda.
-Estás preciosa mamá. Me dijo.
-Hijo, este es el baño de señoras. Cualquiera podría entrar y verte aquí.
-Ahora están todos bailando. Nadie entrará.
Me besó en la mejilla y yo me dejé hacer.
Entonces levantó mi vestido y agarró mis nalgas con sus manos.
-Hijo, esto no está bien.
-Mamá, no sabes cuanto te deseo. El día que me dijiste que no gimiera alto cuando me corriera, me hice una paja pensando en ti cuando te fuiste.
Yo estaba poniéndome muy cachonda. Estaba cachonda y asustada a la vez por si alguien entraba y nos descubría. Entonces él se sacó el miembro y empezó a subirlo y bajarlo por mi culo. Estaba duro como una piedra.
-Aaaaahh, comencé a gemir.
Intentó bajarme las bragas pero se lo pensó mejor y me cogió de la mano y me llevo a unos de los retretes.
Me quitó las bragas y el vestido por la cabeza y se sentó en la taza. Su polla apuntaba hacia mi.
Entonces no pude más y se lo dije:
-Cariño tu también me pones a cien. Yo también me masturbé aquel día en la cama.
Me abrí de piernas y fui bajando hasta que me la clavé toda.
-Mmmmmmmm. Gemí.
El respiraba agitadamente. Me chupó el abdomen y yo aguanté sin moverme. Mi coño estaba muy húmedo. Después me chupó las tetas y entonces le pregunté si estaba a gusto.
-Estoy en el cielo mamá. Podría morirme ahora mismo y sería feliz.
Al verle así comencé a subir y bajar sobre su miembro. Me llenaba entera, era bastante gruesa, aunque menos larga que la de mi marido, pero era suficiente para hacerme disfrutar como una loca.
Me arañaba la espalda suavemente mientras nos besábamos, éramos dos cuerpos entrelazados en uno solo.
No me preocupaba que nos echaran de menos en el baile.
En este momento alguien entró en el baño y dejé de cabalgarle.
Nos quedemos quietos y callados hasta que la persona que entró volvió a salir.
Mi hijo se levantó y me puso inclinada hacia adelante, no era muy cómodo pero si muy excitante. Comenzó a bombearme mientras mis tetas botaban conmigo agarrada a la taza del vater y con unas embestidas más terminó corriéndose dentro de mi.
Yo llegué al orgasmo cuando él eyaculaba y tiré de la cadena por si alguien nos oía gemir.
Cuando terminó de correrse me dijo:
-Mamá que gusto por dios. Si se enteran en la universidad que me he follado a mi madre me echan, jejeje.
-Nadie lo sabrá cariño, ni siquiera tu padre.
Nos limpiamos con papel higiénico y nos vestimos de nuevo.
Me asomé a la puerta del baño para ver si alguien nos veía salir pero todos seguían en el salón.
Salimos por separado y nadie nos echó en falta.
Pasaron dos semanas desde la comunión del nieto de Sebastián. Mi hijo seguía muy interesado en la asignatura y se pasaba todo el día como ya os conté con la cámara.
Una tarde vino su prima Sofía a vernos. Hacia bastante que no nos veíamos. Ella y sus tíos vivían en un pueblo en otra provincia. Cuando nos vimos me di cuenta de que se había convertido en toda una mujercita.
Venia vestida además con una blusa de tirantes y en la comida mi hijo no le quitaba ojo de encima.
Me dio un poco de envidia verle así. Ahora solo tenia ojos para él y esperaba que a mi hijo le pasara lo mismo.
Terminamos de comer y nos pusimos a charlar en el salón. Nos contó a que se dedicaba y también porqué no habíamos hablado tampoco por teléfono.
Como mi hijo no le quitaba ojo del escote decidí contraatacar.
-Uf, que calor tengo, dije. Voy al baño a refrescarme.
-Vale mamá, luego acompañaré a la prima a la estación.
-Te esperamos aquí, dijo mi marido. Voy preparando algo fresquito.
Me fui al baño y es verdad que me refresqué, pero también me cambié de ropa. Me puse un pantalón corto y una blusa transparente que aunque llevaba sujetador, marcaba bien mis pechos.
Cuando salí mi marido y mi hijo se me quedaron mirando. Desgraciadamente mi marido me hizo sentarme a su lado y no al lado de mi hijo, por lo que este seguía sentado al lado de su prima.
Mi marido me agarró el muslo disimuladamente aunque yo di un respingo pero mi hijo y su prima no se dieron cuenta porque siguieron hablando como si nada.
Empezó a sobármelo bien. Me estaba poniendo cachonda porque imaginaba que era él y no mi marido el que me lo hacia.
Un rato después Sofía miró el reloj y se levantó disculpándose porque era muy tarde y debía volver esa noche a su pueblo.
Mi hijo se ofreció a acompañarla y ella aceptó. En cuanto se fueron mi marido me cogió de la mano y me llevó a nuestra habitación.
-Joder, que caliente me has puesto, me dijo. Si Sofía no se hubiera ido te hubiera follado allí mismo delante de ellos.
-Ja,ja,ja. Estás loco, le dije.
-No te creas, con 19 años me follé a una novia en un campamento con dos compañeros al lado.
-¿Así a la vista te la follaste?
-No, estábamos en un saco de dormir. Pero ellos estaban al lado.
Me besó apasionadamente y me folló como un loco. Primero me puso debajo y luego me dejó cabalgarle, aunque yo cerré los ojos y me imaginé que era mi hijo el que me lo hacia.
José volvió un poco más tarde. Como Sofía se confundió en el horario del autocar salía una hora más tarde de que lo que ella creía. Mi hijo se quedó con ella hasta que se fue.
Yo estaba tumbada en el sofá. Estaba a gusto y bien follada y mi marido dormía en la cama.
José se cambió de ropa y se puso algo más cómodo. Yo le saludé desde el sofá.
-Ah mama, estás ahí. No te había visto.
-¿Qué tal tu prima?
-Bien. La dejé en el autocar. Había pensado que salía una hora antes.
-No le quitabas ojo de encima.
-Ya…está muy buena. Pero yo solo tengo ojos para ti mamá.
-Tu padre me ha dado lo mío.
-Me lo imagino.
-Pero espero tu polla caliente en mi coño más caliente aún. Solo tu me llenas ahora hijo mío.
-Si mamá. Solo con decirme eso ya la tengo dura.
-Espera.
Me fui directamente a la cocina. No me di cuenta de que iba en bragas y sujetador.
José sacó la cámara de video y me siguió a la cocina. Yo entonces me quité las bragas y el sujetador. Me puse un mandil como en aquella película de Bruce Willis.
En ese momento me grabó en el umbral de la puerta. Después se acercó a mi con la cámara y me hizo un primer plano. Me besó en la boca dejando la cámara sobre la mesa de la cocina. Yo me dejé hacer. Él me metía la lengua muy dentro.
Luego pasó a besarme los pechos. Mis pezones se pusieron duros otra vez y entonces bajó hasta mi vulva quitándome las bragas y lanzándolas por ahí.
Pero no me chupó la vulva. Antes me acarició y besó los muslos retrasando lo máximo llegar hasta allí.
Para entonces ya estaba muy excitada y entonces me giró. Levantó el mandil y me separó las piernas. Acarició su pene erecto frente a el final de mi espalda.
Mientras me iba metiendo un dedo y masturbándome poco a poco. Pese a que hacia poco que me había corrido estaba otra vez a cien.
Cuando vio que estaba húmeda a más no poder me la metió suavemente, primero solo el glande y lo dejó quieto un momento.
-¿Te gusta mamá? Me preguntó.
-Si cariño. Pero me hubiera gustado chupártela.
-No pasa nada.
Entonces empujó suavemente hasta que me penetró del todo. Di un respingo y un ungggggh salió de mi garganta.
Comenzó a bombear lentamente. Yo me incliné para facilitarle la penetración y que viera mejor mi culo. Me moría de gusto.
Estábamos los dos follando como locos en la cocina porque pese a su ritmo lento era constante y me estaba derritiendo de placer.
Le pedí que se agarrara a mis caderas y lo hizo mientras yo me agarraba a la pila y entonces aceleró el ritmo. Enseguida me corrí con un grito y él no duró mucho más inundando mi coño de semen caliente. Parecía que su corrida no tuviera fin.
Terminó de bombear y luego la sacó. Yo me agaché frente a él y se la chupé tragándome las ultimas gotas de semen que eyaculaba.
Todo había quedado grabado en la cámara. Seguro que lo veríamos muchas veces después.
Cuando salimos de la cocina mi marido seguía durmiendo.
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