Mi hijo y la pandilla - fin de semana (2 y Final)

El cariño a mi hijo y a sus amigos nos hace disfrutar de un fin de semana de orgías salvajes y maravillosas.

MI HIJO Y LA PANDILLA – FIN DE SEMANA EN LA PLAYA (2 Y FINAL)

Dormí toda la noche de un tirón. Cuando desperté rayos de sol se filtraban por las rendijas de la persiana. No tenía noción de la hora que era. Me desperecé y miré el reloj, eran casi las diez de la mañana. Me sentía absolutamente feliz, era como si no tuviese nada por debajo de la cintura. Poco a poco fui tomando conciencia de donde estaba y de lo que tenía que hacer. Me levanté y me vi completamente desnuda, me puse la bata, el roce de la bata por mis pezones, muy sensibles, me recordó todo lo ocurrido la noche pasada. Abrí la ventana de par en par y salí dispuesta a enfrentarme con las tareas del día.

En la cocina había mucha actividad, los chicos terminaban de preparar un desayuno reparador, un vaso de zumo recién exprimido me esperaba. Habían preparado huevos revueltos y un delicioso aroma de café inundaba toda la cocina. Alguien había bajado hasta la churrería del pueblo y teníamos churros y porras para desayunar. Los cuatro muchachos contestaron a mi saludo y corrieron a darme un beso de buenos días. Todos tenían un aspecto radiante y una vitalidad maravillosa.

Desayunamos muy contentos y reímos comentando que lo mejor para el insomnio era una buena sesión de sexo y cariño. Alguno recordó al repartidor de pizzas y todos estuvimos de acuerdo en que también habría pasado una noche muy relajada. Seguimos con las bromas y una vez terminado recogimos rápidamente e hicimos planes para el resto de la mañana. Los muchachos irían a la playa y yo me quedaría preparando la comida y adelantando alguna cosa de la merienda-cena, para celebrar el cumpleaños de Peter. Protestaron, todos querían que les acompañase a la playa, pero me impuse y después de ordenar sus dormitorios, salían felices a la playa.

Yo, muy hacendosa preparé una comida rápida y energética, nunca se sabe que puede pasar y hay que estar fuertes, cociné unos macarrones, con tomate, carne picada y un poco de foie-gras. Esto gustaba mucho a los chicos, era rápido y muy equilibrado. Estaba terminando de preparar unos bocaditos para la merienda, cuando sonó el timbre de la puerta, me sorprendió porque no esperaba a nadie. Recompuse mi bata y salí a ver quien era. Amparín, mi vecina, me saludaba desde la otra parte de la cancela.

Entramos en casa y me dijo que había visto a los chicos salir y que como no me vio, pensó que estaría en casa. Había pasado por si me encontraba mal y necesitaba alguna cosa. Rápidamente le puse en antecedentes de la fiesta de cumpleaños de Peter, comentándole que me había quedado para hacer la comida y adelantar algo de lo de la tarde, aunque estaba terminando y me iba a dar un baño y tomar el sol en la piscina hasta que volvieran los muchachos.

Me dijo que no tenía nada que hacer y preguntó si podía acompañarme. No traía bikini, pero se quitó el ligero vestido que traía, quedando únicamente con unas minúsculas bragas. Realmente era una mujer preciosa, su cara dejaba entrever que era una mujer decidida, resuelta, tenía una nariz recta, perfecta y unos ojos verdes, preciosos, que cuando te miraban parecía que te atravesaban. Media melenita castaño claro, muy bien modelada, y unas orejas pequeñas y deliciosas, conformaban una cara muy atractiva. Si su cara era atractiva, su cuerpo era de infarto, piernas largas y bien torneadas, media 1,70 cms., culito respingón, unos pechos tiesos, turgentes con unas aureolas y pezones preciosos, vientre plano, fruto de su juventud y de horas de gimnasio, y un recortado y precioso monte de Venus, donde se adivinaba, una vulva jugosa y acogedora. Sus medidas serian el famoso 90/60/90, una mujer encantadora envidia de muchas mujeres y objetivo de muchos hombres.

Fui a cambiarme y me puse la parte de abajo del bikini, dirigiéndonos directamente a la piscina. Mientras preparamos las tumbonas seguimos hablando, preguntó por Seppo, mi marido y le expliqué que estaba en Estados Unidos, en viaje de negocios. Le sorprendió y preguntó si me había dejado sola con aquellas cuatro joyas. Reía y me miraba maliciosa. Comentó que habían estado hablando la tarde anterior en la playa, haciendo gracias con el pudor de los chicos y como tenían que ir al agua frecuentemente con sus astas levantadas. Le dije que ya me lo habían contado, así como lo buena que estaba la vecina, deshaciéndose en elogios acerca de lo guapa que era y lo guai que eran sus tetas, sus piernas, su culo….., vamos que lo habían pasado estupendamente.- Lo que no me habían comentado era lo de sus excursiones al agua. Nos reímos, pero yo no quería profundizar más en el tema, para evitar malos entendidos. Preguntó que había pasado después y le dije, sin darle importancia, que habíamos cenado pizza, y visto una película en la tele.

Cuando nos estábamos poniendo crema protectora comentó.- Casi sería mejor que nos quitásemos las bragas para evitar que se manchen, estáis tan bien aislados, que nadie nos verá, y si nos ven nos da exactamente igual. No te parece? Pensándolo bien no tenía nada de extraño ambas éramos naturistas y era lo más normal. Terminé de ponerle la crema por todo el cuerpo y fue el turno de Amparín. Yo me había colocado boca abajo en la tumbona y mi amiga me extendió la crema por toda la espalda y las piernas, todo me pareció normal, aunque quizás introdujo su mano entre mis nalgas de una forma que me sorprendió un poco, no obstante no dije nada y cuando me pidió que me diera la vuelta para seguir por delante, lo hice sin ningún reparo. Puso algo de crema en mi pecho y la extendió suavemente entre mis pechos, y la parte baja de los mismos, colocó algo de crema en sus manos y las dirigió directamente a mis tetas haciendo círculos alrededor de las mismas, hasta que súbitamente tomó mis pezones entre sus dedos y los frotó con una cierta fuerza. Estaban tan sensibles de la noche anterior que súbitamente se pusieron duros y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Amparín no dijo nada y siguió extendiendo la crema, bajó por mi vientre, separó ligeramente mis piernas y acarició los labios de mi coño, igualmente sensibles del todo, no pude contener otro escalofrío por todo mi cuerpo.

Súbitamente escuché:

-Tú no me lo has contado todo, tienes la vulva hinchada y tus pezones sensibles a más no poder.

Me quedé helada. Esta mujer había descubierto que algo había pasado la noche anterior y no pararía hasta que se lo contara. Mi relación con Amparín, en general, era muy buena, comentábamos abiertamente cosas íntimas que nos preocupaban, ya que era muy discreta. Yo sabía que en estos momentos estaba sin pareja, su último chico había tenido que marchar de Valencia por trabajo y desde hacía unas semanas estaba sola. Algunas veces habíamos hecho algún comentario acerca de las relaciones sexuales con nuestras parejas, pero todo muy "light", nunca habíamos entrado en intimidades.

Antes de que pudiera centrarme y contestar, volví a escuchar:

  • Debió de ser una noche intensa, eso no se pone así de un polvo.

Aquella sonrisa que se dibujaba en su rostro me desarmaba tanto como sus palabras. Sin poder sobreponerme y contestarle, Amparín siguió hablando.

  • Perdóname si he sido indiscreta, posiblemente es que yo había pensado desde un principio que la situación se prestaba a algo especial y al notarte tan, tan así, parece que se confirmaban mis sospechas. Si no quieres hablar de eso lo entiendo y me callo…, aunque tengo una curiosidad malsana.

Dijo esto último con una sonrisa cómplice y maliciosa que me desarmó. Por una parte quería guardar el secreto de lo que había pasado, pero por otra parte tenía la necesidad de comentar lo bueno que había sido y el goce tan intenso que había experimentado.

  • Parece que nos has descubierto, no es que no quiera hablar, pero entenderás que es muy delicado, los chicos son muy jóvenes y si eso trascendiera, no se lo que podría pasar, ¿lo entiendes verdad?

  • No creo que a tu marido le preocupe mucho.

  • ¡¡No, que va!! si lo han organizado todo entre él y Peter, lo digo por sus padres, el colegio, en fin, yo que se. Para mi ha sido maravilloso y tenías que haber visto a los chicos. Era su primera vez de casi todo. Fue divino.

Le hice prometer que tenía que ser muy discreta y le fui contando los pormenores de nuestra fiesta particular, como, la profesora que yo me creía, fue desbordada por sus alumnos, que la hicieron gozar hasta volverse loca.

  • ¡¡Chica me das una envidia!! cuatro fierecillas para ti sola, y haciendo todas esas cosas por primera vez, tuvo que ser alucinante, lo que daría por poder participar en algo así.

  • ¿Porqué no te quedas a comer con nosotros? Supongo que después de la fiesta los muchachos no se conformaran con irse a la cama solos. Quizás podemos hacer que te inviten a la fiesta. ¿Qué te parece?

  • ¿Tú crees que querrán? Igual solo quieren estar contigo, una nueva mujer puede que les de vergüenza.

  • En absoluto, pero quédate y lo compruebas. He hecho macarrones como para un regimiento, con el apetito que tienen no he querido quedarme corta, si te gustan puedes quedarte.

  • ¿Piensas que querrán que me quede? Sería maravilloso. Solo de pensarlo noto que se me está humedeciendo mi vagina. Tengo un poco de trabajo pero me quedo a ver que dicen.

Los chicos estaban al caer y nos vestimos para poner la mesa y tenerlo todo preparado para cuando llegaran. Amparín se colocó el vestido, y yo la bata abierta de andar por casa. En cuanto llegaron les hice ducharse en la piscina, se cambiaron y nos sentamos a la mesa. Yo creo que se alegraron mucho de que ella estuviese allí, dijeron que la habían echado mucho de menos en la playa, no había sido lo mismo sin ella; a Jaime se le escapó que todas las mujeres que había eran unas viejas feísimas.

Como pensaba traían un apetito insaciable, estaban encantados de tener a Amparín en la mesa. Cuando llegaron pude apreciar su alegría al verla, Peter se adelantó y le plantó un par de besos y los demás le imitaron a continuación. Estaba observándoles mientras comían y hablaban con ella de distintos temas, contaban chistes rápidos, estaban realmente a gusto, tanto ellos como mi amiga.

En un momento que la conversación tomó un respiro y pude intervenir, les pregunté.- ¿Qué os parece si invitamos a Amparín a la fiesta de cumpleaños esta tarde? Mi proposición fue una sorpresa para todos, se quedaron parados mirando inmediatamente hacía Peter, éste me miró fijamente muy sorprendido, levantándose de la mesa, tomó mi mano y haciéndome levantar me llevó a la cocina, al tiempo que pedía disculpas, diciendo que era solo un momento. Cuando llegamos me dijo en un susurro con tono de reproche.- Mamá, los chicos y yo pensábamos que podíamos seguir con las lecciones después de la merienda, era lo que teníamos planeado. Si está Amparín no podremos hacerlo. ¡¡¡Era nuestra fiesta!!!

  • No te preocupes, ella está al tanto de todo y deseando intervenir. Yo creo que puede ser muy bueno para la educación de todos nosotros. ¿No te parece? Los chicos y tu mismo tendréis oportunidad de practicar todas las enseñanzas de ayer con otra mujer.

  • No se, queríamos dedicártelo a ti sola, pero si viene tiene que saber que tu eres la reina de la fiesta, nuestras primeras caricias serán siempre para ti. Si tu quieres le decimos que si, que puede venir.

Volvimos al comedor, aprovechando para llevar unos pastelillos que había comprado para postre. Nos sentamos y muy ceremoniosamente, Peter le preguntó si quería venir a su fiesta de cumpleaños. Ella le dijo que sería un gran honor y continuamos con la comida. Cuando terminamos Amparín dijo que tenía que hacer un trabajo para la oficina y que aprovecharía la tarde para ir adelantándolo. Quedamos para las siete y media y aproveché para decirle que se trataba de una fiesta de etiqueta, los caballeros con corbata, había recordado que los chicos habían venido de uniforme y la tenían, y las damas con "foulard", eso si, ese sería todo el atuendo.

Amparín se marchó a su casa y los chicos y yo recogimos rápidamente todo lo utilizado para la comida, todo de plástico que fue a la basura, excepto los cubiertos, que por una manía mía eran metálicos, no soportaba los cubiertos de plástico. Sugerí que nos fuésemos a descansar para estar frescos y bien dispuestos a la tarde, para poder afrontar lo que nos esperaba. Yo me iba a quedar un momento para colocar sobre la mesa del comedor las cosas que había preparado para el buffet y los chicos se empeñaron en ayudarme. Había comprado unos bocaditos salados surtidos y yo por mi parte había preparado unos sándwiches variados de los que sabían le gustaban a Peter, una gran tortilla de patatas, desde que llegué a España, era una de las cosas que más me gustaban de su cocina y había aprendido a hacerla muy requetebién, también había preparado una especialidad rusa, muy popular en Finlandia, que a mi hijo le gustaba especialmente, unos blinis pequeños que los había preparado con caviar rojo, cebolla dulce muy picadita y smetana, una salsa rusa de leche agria parecida en textura a la mayonesa, a parte iguales. Como colofón había traído la tarta de cumpleaños con sus quince velas. Preparé los vasos de plástico para las bebidas que estaban en la nevera. Una vez terminado nos retiramos a echar una siesta reparadora.

Al poco de estar en la cama, llamaron a la puerta y entró Peter, yo estaba desnuda sobre la sabana y no tenía con que cubrirme, al verle me tranquilicé y se acercó acostándose junto a mi. Me preguntó si de verdad Amparín sabía lo que había pasado y si querría colaborar. Me confesó que habían preparado todo para dedicarme toda la noche a mi y demostrarme lo bien que habían asimilado mis enseñanzas. Al no estar sola, pensaba que ya no sería lo mismo. Le dije que no se preocupase que yo se lo diría, pero que estaba segura que ellos podían con las dos. Tenían tanta energía que podían satisfacer no solo a las dos sino a muchas más. Aquello le gustó y pareció quedarse conforme. Mirándome muy dulcemente me confesó que también habían llamado a José, así se llamaba el repartidor de pizzas, como fin de fiesta para mi. Quería saber si podrían hacerlo, querían que fuese una sorpresa, pero ahora tenía que preguntarlo. Había tanta dulzura, tanto cariño, tanto morbo en sus palabras que sin pensar mucho en lo arriesgado de la propuesta, le dije que estaba bien, que lo organizase como quisiera, de verdad, era su fiesta no la mía, aunque le agradecía su buena voluntad. Me dio un beso y salió feliz de la habitación.

Pude dormir un buen rato y cuando me desperté eran las seis y media, me duché, y me arreglé para la fiesta. Como era preceptivo me vestí con mi "foulard" de seda rosa suave y salí con mis sandalias de tacón alto para el salón.

Allí estaban mis chicos, con sus corbatas bien colocadas, en animada conversación, tan animada que me daba un poco de corte interrumpirla, no llegaba a entender de que hablaban pero si oía claramente sus risas y carcajadas. Hice un poco de ruido mientras avanzaba hacía ellos y su conversación cesó de repente. Todos se volvieron y se quedaron mirando alucinados, yo me había esmerado maquillándome y peinándome, pero no esperaba aquellas caras de admiración. La noche empezaba bien, aquello me reconfortó y me halagó muchísimo. Mis chicos me volvían loca.

  • ¿Qué tal chicos, habéis descansado bien? ¿Preparados para la fiesta? Os veo muy elegantes. También ellos estaban deslumbrantes, guapos, bien peinados, con sus penes tan apetecibles, aquello prometía. Me saludaron muy risueños y se levantaron rápidamente, para darme la mano y llevarla a sus labios muy ceremoniosos. Yo me adelanté y di un beso en la boca a cada uno, eso los sorprendió, pienso yo, que muy agradablemente.

Nos sentamos y continuamos charlando acerca de lo que había preparado para la merienda, tuve que explicarles que eran los blinis y ya en ese momento sonó el timbre, Amparín era muy puntual. Me dirigí a la puerta, mientras los chicos esperaban expectantes, la aparición de nuestra amiga. Me pidió un momento para vestirse, en este caso para quitarse el vestido con el que había venido desde su casa, y ponerse un "foulard" marrón, que combinaba perfectamente con el verde de sus ojos. El foulard cubría sutilmente sus senos, lo que contrastaba perfectamente con su arreglado monte de Venus, que quedaba a la vista. Estaba impresionante, realmente era una mujer guapa, lo sabía y jugaba con ello, deslumbrando a sus admiradores. Cuando entró al salón causó una impresión tremenda, los chicos se levantaron para ir a su encuentro y también sus penes educadamente se incorporaron ligeramente ante su presencia. Al igual que hicieron conmigo le dieron la mano y la llevaron a sus labios muy educadamente, Amparín les dio unos besos en las mejillas al tiempo que les saludaba muy cariñosamente.

Nos sentamos intercambiando algunos comentarios acerca de lo elegantes que estábamos todos, preguntándonos quienes habían sido los modistos de cada uno. Cuando entendí que era el momento les pedí que pasásemos al comedor para comenzar con el buffet. Comimos con mucho apetito y relajados, daba gusto ver con que camaradería se formaban grupitos que comentaban acerca del buffet, en un momento dado vi como Quique y Jaime reían con Amparín y esta les acariciaba los penes mientras Jaime le chupaba una teta. Después seguían comiendo y riendo como si nada. Peter se acercó a mí, me dio un beso en los labios y me dijo.- Me parece que esto promete, has visto a esos dos con Amparín, que atrevidos, y ella que dispuesta. Creo que finalmente ha sido una buena idea. Yo le dije que si, que me parecía que era una mujer a la que le gustaba un montón el sexo y que la noche se presentía caliente y muy loca.

Se apagaron las velas de la tarta, se cantó el cumpleaños feliz, yo diría que aprovechando el momento, nos magreamos un poco todos, brindamos con un sorbito de cava, a los chicos no les gustaba demasiado, excepto a Iván y cuando dimos por terminada la merienda-cena nos sentamos en el salón. Amparín en un sofá, flanqueada a sus lados por Quique y Jaime y yo en otro sofá, con Iván y Peter a mis lados. Decidimos que una vez terminada la comida, podíamos ponernos cómodos, corbatas y fulares salieron despedidos y todos nos mostramos desnudos en todo nuestro esplendor.

Pensé que tenía que decir algo, ya que estábamos un poco cortados sin saber que hacer y dije.- Señores, ¿qué os parece que hagamos?, ¿tratamos de aclarar alguna otra duda que tengáis o bien que proponéis? Como siempre Jaime fue el primero en hablar.- Sonia, puedo?.- Por supuesto, pregunta, le dije.

  • ¿Aprovechando que tenemos aquí a Amparín, podríais explicarnos cómo hacen el amor las mujeres entre ellas?

No se porque me sorprendió, al introducir otra mujer en el juego y conociendo a los muchachos, tenía que ser predecible. Yo había tenido algún escarceo con las compañeras en el colegio, pero no habían pasado de besos y algún que otro tocamiento mientras nos cambiábamos en el gimnasio, nada serio, después de eso no había sentido nada por mi mismo sexo, no me sentía especialmente atraída por ello. Me vino inmediatamente a la cabeza el respingo que había sentido por la mañana cuando Amparín me estaba poniendo la crema y su mano entró, decidida, entre mis piernas. Había sentido algo muy raro.

No sabía bien que contestarle y traté de ser sincera.- Jaime, no lo se, nunca me ha dado por ahí. Supongo, por lo que he visto en alguna película, que se tocan, se besan, se masturban entre si, pero no se que decirte, nunca lo he experimentado. No se si Amparín puede decirte algo más al respecto.

  • Bueno yo si que lo he practicado y puedo deciros que es muy agradable, nadie como una mujer para que te coma el chichi. Estoy segura que si Sonia lo probara pensaría como yo. Somos mucho más sensibles que los hombres y conocemos mejor nuestro cuerpo para buscar lo que más placentero pueda resultar. Con los hombres hay otras cosas, distintas, que lo hacen también maravilloso.

  • ¿Quieres decir que eres bisexual? Quique había lanzado la pregunta con una expresión de sorpresa y admiración.

  • Podríamos decir que sí. Me gusta el sexo un montón y disfruto tanto con hombres como con mujeres.

  • ¿Estás segura que a Sonia le gustaría? – Peter preguntó muy interesado en conocer la respuesta. – Si es así mamá podíais intentarlo. ¡¡Por favor, mami!! Me gustaría verlo, nunca he visto nada así, sería maravilloso.

  • Estas cosas son muy personales, yo creo que si. Tienes una madre con una mentalidad muy abierta y si lo prueba y le gusta, estoy segura que no le hará ascos.

Realmente estaba confundida, estaban hablando de mí como si no estuviera delante. No sabía que contestar a mi hijo porque un cúmulo de pensamientos se agolpaban en mi cabeza. Probablemente tardé bastante en contestar y debieron de tomar mi silencio como asentimiento, el hecho es que sentí unas manos que sujetaban mi cabeza, mientras que unos labios y una lengua acariciaban mi cuello, con pequeños besitos y lengüetazos, al tiempo que se deslizaba lentamente desde mi garganta a mi pecho. Quise protestar, pero algo en mi interior me lo impedía. Aquello era muy excitante y me estaba gustando. Las manos abandonaron mi cabeza y se fueron deslizando con una presión justa que me enervaba, hacia mi contorno, al tiempo que aquellos labios aprisionaron uno de mis pezones, titilándolo con pericia. Realmente era delicioso, los labios soltaron mi pezón y se posaron sobre mis labios en un piquito rápido. No me dieron tiempo a sobreponerme a aquella sorpresa, inmediatamente se apoderaron del otro pezón y nuevamente sus caricias me hicieron estremecer. Amparín terminó por situarse de rodillas entre mis piernas, que yo abrí ya sin voluntad de oponerme. Nuevamente sus labios se posaron sobre los míos, pero esta vez no se apartaron tan rápidamente como antes, esta vez entreabrí mi boca y su lengua avanzó atrevida y la mía la recibió juguetona. Fue un beso primero suave, que lentamente fue transformándose en un beso apasionado y delicioso. Mi cuerpo ardía y quería seguir recibiendo sus caricias, su boca siguió bajando suavemente, mientras que sus manos acariciaban con dulzura mis pechos y jugaban con mis pezones. Al llegar a mi ombligo su lengua se paseó por el mismo, haciendo como si quisiera introducirse dentro de él, aquel juego, unido a sus caricias sobre mis pechos me estaban poniendo fuera de mí. Necesitaba que sus caricias fuesen más bruscas, aquella delicadeza me estaba desesperando, tenía ganas de decirle que me mordiera mis pezones que pusiera sus manos en mi coño y apretase mi clítoris con decisión, pero ni una palabra o queja salía de mi boca. La suya, por fin, llegó a mi entrepierna, pero en vez de posarse en mi clítoris y hacerme enloquecer, aquella lengua se entretuvo en recorrer mis ingles, los labios mayores, de arriba para abajo y viceversa, me enloquecía igualmente, pero de una forma perversa. Reconozco que era una artista de los tiempos y las cadencias, yo quería protestar pero esperaba la siguiente caricia ensimismada. Había deslizado mi cuerpo hasta el borde del sofá y en estos momentos mis piernas descansaban sobre los hombros de Amparín, dejando al descubierto y bien mostrados, tanto mi coño como el redondo y arrugado rosetón de mi culo. Su lengua se deslizaba sobre mi zona perineal y trataba de introducirse en mi vagina, subió lentamente por mi abierto coño y se apoderó de mi clítoris con decisión. Di un respingo, su lengua se movía presionándolo y notaba que mi cuerpo se estremecía de placer. Súbitamente abandonó esta posición y sus labios se juntaron a los míos en un nuevo y apasionado beso, sus manos abrazaron mi cuerpo y, suavemente, mientras me besaba intensamente, hizo deslizar mi cuerpo hasta quedar tumbada en el sofá a lo largo del mismo. Ella seguía de rodillas en el suelo y su boca fue bajando nuevamente hasta mis pezones, su cuerpo se había incorporado y sus pechos estaban en ese momento frente a mi boca. La visión de aquellos pezones agresivos frente a mi hicieron que mi boca aprisionase uno de ellos con delectación, mientras el otro era acariciado por mi mano, imprimiendo a ambos un masaje que yo entendía tenía que volverla loca. Su cuerpo se deslizaba al tiempo que su boca bajaba hacia mi coño y su cuerpo se colocaba sobre el mío, invertido y su monte de Venus apareció ante mi boca y sus piernas se abrieron mostrando su sonrosado y húmedo interior. Saqué mi lengua y con una lujuria que me sorprendía me vi lamiendo y chupando su coño, terminando por apoderarme de su bien desarrollado clítoris, al que acaricié con toda la malicia de la que fui capaz. Por su parte ella se había apoderado del mío y aquella dulzura, que me había hecho estremecer de placer, se había convertido en una fogosa demostración de pasión que me estaba llevando al orgasmo con una velocidad increíble. Quien me iba a decir a mi que podría estar haciendo un 69 con una mujer, que aunque buena amiga, nunca había sido objeto ni tan siquiera de un pensamiento erótico, eso a pesar de su gran belleza. Estaba a punto para el orgasmo pero no podía, mi desesperación iba en aumento, los estremecimientos de mi cuerpo eran evidentes, al igual que mis jadeos y suspiros, pero notaba que necesitaba algo más, en un suspiro, solo tuve que decir.- ¡¡Peter, por favor!!- Peter salio disparado y al momento volvía con uno de mis consoladores que ofreció a Amparín y esta hundía, después de humedecerlo con la boca, hasta el fondo de mi desesperado coño. Mi orgasmo fue memorable, aprisioné con mis muslos su cabeza, mientras mi cuerpo se convulsionaba de placer y mi boca no hacía más que repetir gritando – ¡¡¡Es bueno, muy bueno, siiiiii…… !!!. Pero no era yo sola la que sentía este arrebato de placer, ella se incorporó, dejando su coño pegado a mi boca, mientras que su cuerpo se arqueaba sujetándose con sus brazos en mis muslos, con todos los músculos en tensión, permaneciendo así durante bastantes segundos, cayendo, desmadejada, poco después sobre mi cuerpo, agitadas las dos por rítmicos y postreros estremecimientos. Permanecimos así durante algunos minutos, mientras nuestros amorosos muchachos nos miraban, todavía incrédulos del espectáculo que habían tenido la oportunidad de contemplar y nosotras de disfrutar.

Nos sentamos nuevamente en el sofá y entrelazamos nuestras manos, recuperándonos de los tremendos orgasmos que habíamos disfrutado. Yo continuaba tremendamente caliente y con ganas de sexo, no me reconocía, siempre he sido una mujer caliente, pero este orgasmo, lejos de tranquilizarme había despertado mis más bajos instintos, necesitaba ser follada con violencia, mi cuerpo me pedía guerra, no se si mi cara reflejaba ese fuego que me consumía pero vi acercarse a Peter, que dándome un beso en la boca, me dijo que había sido increíble, nos habían visto disfrutando como dos locas. Me confesó que en aquellos momentos, mi mirada lanzaba destellos como si quisiera follarme a todo bicho viviente, según me dijo, tenía el rostro desencajado y pidiendo guerra. Le confirmé que era así como me sentía y le pedí que no tuvieran piedad de mí. Necesitaba que follaran salvajemente, le pedí disculpas por lo que pudiera pensar de mí, pero mi calentura era superior a mi pudor. Me besó nuevamente y llamó a Iván, cambió algunas palabras al oído y abriendo mis piernas se colocó en medio llevando su boca a mi coño, al que invadió con fuerza, Iván se subió al sofá y apoyando una pierna en el respaldo coloco su ya potente verga en mi boca. Me la introduje en mi boca y comencé una mamada salvaje, apenas podía abarcarla, pero me la introducía hasta el fondo de mi garganta, mientras que succionaba su glande y lo acariciaba con mi lengua. Peter había comenzado a torturar mi clítoris mientras que su dedo índice, adecuadamente humedecido se introducía en mi culo, describiendo círculos que trataban de dilatar mis esfínteres. Sentía una desazón y era presa de unas convulsiones que me hacían estremecer salvajemente. Trataba de hablar pero, con el cipotón de Iván en mi boca, era imposible y eso me hacía gozar aun más intensamente. Peter tenía ya dos dedos en mi trasero y aquel juego me estaba consumiendo. La postura no era muy cómoda y sacando la verga de mi garganta me puse de pies y tomando a mis dos adoradores de la mano me dirigí rápidamente a mi habitación, arranqué la colcha de la cama dejando solamente la sabana, le pedí a Iván que se echase sobre la cama, de un salto me subí sobre él y colocándome a horcajadas, me introduje de un solo envite aquel ardiente mástil hasta el fondo de mi vagina, comencé a cabalgarlo con verdadero ímpetu y cuando lo tuve bien encajado, ordené a Peter que se subiese detrás de mi y me follase el culo con furia. Esperamos a que mi hijo consiguiese introducir su pene hasta el fondo de mis entrañas y comenzaron un furioso y acompasado meti-saca que me arrancaba gritos y obscenidades, que ni yo misma sabía que conocía.

Los demás nos habían seguido y colocándose estratégicamente nos miraban asombrados. Enrique se subió a la cama y puso su pene a la altura de mi boca, aun me pregunto si era porque necesitaba que alguien le aliviase o para dejar de escuchar mis obscenidades.

Lo aprisioné fuertemente con mis labios y entre convulsiones, imprecaciones, gritos pidiendo más, y más fuerte, le dediqué una mamada impresionante. No se si en algún momento tuvo miedo de perder su miembro de un mordisco, ya que realmente estaba fuera de mí. Sentía las vergas en mi coño y en mi culo, deslizándose a lo largo de mis cavidades y todas las terminaciones nerviosas enviaban oleadas de placer hasta mi cerebro, traté de prolongar aquello al máximo y mis dos amantes se portaron de maravilla, aguantando como jabatos, mientras yo disfrutaba como una posesa. No se cuantos orgasmos encadené, quizás fuera uno solo, tremendamente largo y maravilloso. Finalmente, después de un buen rato de darme toda su energía, mis chicos fueron corriéndose en mi interior, Todos mis agujeros, incluida mi boca recibieron el maravilloso néctar de la vida, al tiempo que yo sentía como en mi interior se desencadenaba un último y desgarrador orgasmo. Los otros habían salido de la habitación, quizás porque querían celebrar su propio espectáculo y les habíamos puesto lo suficientemente calientes como para empezar a disfrutar entre ellos. Quedamos los tres íntimamente abrazados, completamente desmadejados, sufriendo las últimas convulsiones que hacían estremecer y palpitar las paredes de mi vagina y de mi culo, donde todavía seguían las vergas de mis chicos, dándome las últimas oleadas de placer.

Cuando pude darme cuenta de lo que tenía a mi alrededor, aquella visión me hizo sonreír y me dio un poco de vergüenza de haber disfrutado tan intensamente. Rápidamente aparté aquellos pensamientos de mi cabeza, nuevamente me sentía con fuerzas para seguir con aquella orgía de placeres desenfrenados. Aun quedaba mucha noche por delante y sabía que mis muchachos sabrían arrancar nuevas oleadas de placer a mi amiga y a mí, en unos pocos minutos.

Según íbamos recuperándonos, Peter se levantó bruscamente y preguntó azorado que hora era, miré al despertador que estaba sobre la mesita y le dije que las diez y cuarto y suspiró con alivio. Salimos al salón, le pregunté si tenía prisa para algo, ya que me sorprendió ese interés por la hora, un poco nervioso y mirando cómplicemente a sus compañeros, me dijo.- Verás mamá, es que era el secreto que te he dicho antes, hablamos con José, el de las pizzas, para que nos trajese una a partir de las diez y media y se quedase a jugar con nosotros. Se me había pasado y no sabía si estaría llamando fuera.

  • Peter ¿todavía me pregunto cómo has podido pensar una cosa así?, me sigue pareciendo una locura, esto es muy delicado. Meter a un desconocido en casa y lo más gordo para una noche de sexo, creía que eras más juicioso.

  • Pues lo hice porque ayer la idea no te parecía tan descabellada, cuando lo despedías le dijiste que, a ver si venía otro día con más tiempo.

Aquello me desarmó, efectivamente había sido así, pero no esperaba que la llevasen a cabo y menos tan rápidamente, el saber que Amparín estaba allí me desconcertaba, no sabía que pensaría, aunque la duda pronto quedaría resuelta.

Hable a Peter.- Habrá que tener cuidado, piensa que no conocemos a José y no sabemos con quien anda. – No te preocupes mamá, hemos traído una caja de preservativos con sabor. Está todo controlado.

Aquello me superaba, yo quería tener las riendas de todo el asunto y veía que se me anticipaban en todo, estaba algo furiosa, pero por otro lado me encantaba. Peter tomó un bañador para ir a abrir a José tan pronto como llegase. Nos arreglamos un poco todos, yo principalmente pues el semen me caía piernas abajo.

El espectáculo que nos encontramos en el salón fue igualmente alucinante. Jaime tirado sobre la alfombra, boca arriba, Amparín mirando al techo, con la verga de Jaime insertada en su trasero y Enrique sobre ella follándola por el coño. Yo estaba asombrada por las cosas que había dicho mientras me follaban, pero oyendo a Amparín yo era una hermanita de la caridad. Que lenguaje, que estremecimientos, se movía salvajemente, daba ordenes de que le dieran más fuerte, de que la reventaran, una locura. Me había sentado asombrada en el borde del sofá, mirándoles con los ojos como platos y notaba una sensación excitante que, curiosamente, me estaba poniendo extremadamente caliente. Pero no era yo sola la que experimentaba esta sensación, Peter e Iván, sentados sobre la alfombra, acariciaban sus penes, que, esto si que era asombroso, después del trabajo realizado, ya estaba más allá de una semierección. Jaime entre suspiros y convulsiones decía que ya no aguantaba más, Quique supongo que estaba igual, pero la voz autoritaria de nuestra amiga, les conminaba a que aguantasen y se la metieran más fuerte. No se si habéis tenido oportunidad de ver un espectáculo como este, pero realmente, para mi, que creía que el sexo, incluso lo que estaban haciendo, por haberlo visto anteriormente, no me podía sorprender estaba alterándome y de que manera. Amparín, era la lujuria desatada, para mi sorpresa era una autentica fiera.

Finalmente los chicos no pudieron más y entre espasmos y suspiros se corrieron en su interior y cayeron derrengados sobre la alfombra entre convulsiones. Amparín parecía desconsolada, aquello que parecía un orgasmo continuado, había quedado incompleto y miraba alrededor, buscando más, con ojos desorbitados. Peter pareció entenderlo y colocándose a su altura le ofreció su pene, ya totalmente recuperado, para que con un gesto rápido aquella ansiosa mujer se lo introdujese en su dilatado ojete, Iván ocupó el sitio de Enrique y siguieron con el trabajo donde lo habían dejado sus compañeros. Escuchar a nuestra fogosa amiga decir.- WOWWW, Dios ¿qué es esto?, ahhhhhhhhhhh, sigue, destrózame, fuerteeeee, fuerte, así, con toda tu alma, cabrón. Sus brazos se apoyaban en el suelo y aquel cuerpo se elevaba, bajaba, su movía de un lado a otro entre convulsiones e imprecaciones, sin control, chillaba y puedo asegurar que me estaba sacando de mis casillas, ya quería tener mis agujeros llenos otra vez de pollas que me hicieran sentir lo mismo. Me acerque a Quique y me metí su pene en la boca chupándolo con fruición, Jaime se colocó a mi lado y puso su pene en mi mano, comencé a pajearlo fuertemente, al poco sus penes respondían y les pedí que me penetrasen como habían hecho con Amparín. Éramos seis maquinas de sexo, gozando salvajemente. Nuevamente habíamos perdido el sentido, tanto Amparín como yo gritábamos entre convulsiones, mientras que nuestros jóvenes amantes nos proporcionaban un placer descomunal. En nuestra locura demandábamos más y más, mientras que los chicos se multiplicaban para complacernos y enlazar un orgasmo con otro. Perdimos la noción del tiempo, solo follábamos como desesperados, nuevamente mis agujeros quedaron inundados de semen, aquellos chicos eran inagotables, no se de donde sacaban tanta fuerza y tanta leche, tenían que estar totalmente vacíos, también había perdido la noción de las corridas que llevaban y sin embargo allí estaban superándose con cada nueva embestida. Me vi tirada en el suelo entre espasmos y convulsiones y mi coño pidiendo más y más guerra, estaba caliente y fuera de mí. Los chicos a mi alrededor estaban literalmente agotados, respirando con dificultad. Vi que Amparín seguía con su maratoniana sesión de sexo, mientras sus chicos seguían perforando sus entrañas con rudeza.

En ese punto, cerca de las once, sonó el timbre de la puerta y como Peter estaba en lo que estaba, tuve que ponerme mi ya famosa bata y a mi pesar, dejar la escena, y salir a recibir a José. Me dirigí a la cancela, tan alterada que no tuve tan siquiera la precaución de cerrarme la bata, estaba deseosa de volver al salón. José, naturalmente, traía una pizza familiar que olía deliciosamente y que le pedí me la entregase para que él pudiera meter la moto y cerrar nuevamente la cancela con llave. José venia realmente atractivo, tanto que al mirarlo me olvidé momentáneamente de la escena del salón. Vestía un pantalón y camisa negros, esta ultima abierta lo justo para obligar a mirarle, con unos náuticos y una especie de gargantilla de oro al cuello, que con la calentura que llevaba, agradecí mentalmente a mi hijo que hubiese tenido aquella iniciativa. Le hice pasar a la casa y para que no se asustase de los gritos e imprecaciones que llegaban a nuestros oídos le comenté, que ya habíamos empezado la fiesta y estábamos esperándole.

Sonrió tímidamente y dijo que esperaba recuperar el tiempo perdido enseguida. Era realmente bello, dejamos la pizza sobre la mesa y le hice sentar en el sofá. Sus ojos contemplaron el espectáculo que se ofrecía ante los mismos con interés, pero creo que sin sorpresa, aquello, pensé no era nuevo para él. Este pensamiento me reconfortó. Pasados unos minutos en los que no intercambiamos ni una sola palabra, los chicos y Amparín terminaron desmadejados por la alfombra entre convulsiones y suspiros entrecortados que se alargaron por algunos minutos.

Aunque todos habíamos cenado más de la cuenta, la tarde de sexo o el olorcillo de la pizza nos abrieron el apetito. Nos sentamos después de las presentaciones abrimos la pizza, procediendo al reparto, quedó un trozo por si alguien se quedaba con apetito. José era un gran conversador, estaba estudiando en la universidad y se ayudaba para ganar algún dinerillo extra con el reparto de pizzas. Nos causó una buena impresión. Como todos estábamos desnudos le pedimos que se pusiera cómodo para que nadie estuviese violento. Cuando se bajo los pantalones la impresión aun fue mejor. Nuestros chicos eran fuertes y bien desarrollados, pero José ya era un hombre. No se si entendéis lo que quiero decir, teníamos ante nosotros a todo un atleta, con un cuerpo totalmente desarrollado, cuidado, su color oscuro aunque no demasiado, producía algo de morbo, al menos en mí, y aunque pueda parecer que volvemos al tópico, su herramienta era algo espectacular, no menos gruesa que la de Iván, pero unos centímetros más larga, como luego tuvimos oportunidad de comprobar. Por las miradas que le lanzaba Amparín, creo que en su interior, tenía pensamientos similares a los míos. Curiosamente, la conversación que se desarrolló durante aquel pequeño refrigerio, sirvió para que pareciese que todos nos conocíamos desde hacía tiempo, todos estábamos integrados y nadie, incluido José, parecía incomodo por la situación.

En un momento determinado, Peter tomó la palabra y dirigiéndose a José le preguntó a bocajarro – Bueno José, ya has tenido oportunidad de ver a nuestras mujercitas, ¿qué te parecen?, como podrás apreciar por la forma en que ellas te miran, me atrevería a decir que tu les has impresionado más que favorablemente. Así que, ¿cuéntanos, estas feliz de haber venido?

  • Estoy encantado, muy pesaroso de haberme perdido la fiesta de ayer, pero el trabajo es el trabajo. Os confío un secreto, después de ver a vuestra madre, no pude olvidar su cuerpo, estaba deseando que me llamaras. No se si debo decirlo, pero en confianza os diré que tuve que desahogarme, ya me entendéis, me disculpo, pero fue muy fuerte. Realmente ahora debo confirmar que las dos son unas mujeres encantadoras, muy sexys y por lo que he visto al llegar, me atrevería incluso a decir, que muy fogosas.

  • Como supongo que querrás ponerte al día rápidamente, si a mi madre no le importa, y estoy seguro que no, podías acercarte y acariciarla, ¿te apetece? ¿Vale?

José no contestó, se sentó junto a mí y acariciando suavemente mi cara acercó sus labios a los míos, dándome pequeños besos y finalmente fundiéndonos en un apasionado beso en el que nuestras lenguas se entrelazaban deliciosamente. Realmente sabia besar, era un amante experimentado. Yo como he dicho anteriormente estaba húmeda y muy caliente, por lo que, olvidándome de todos y de todo, me dispuse a gozar plenamente de aquella inesperada y deliciosa, a priori, oportunidad.

Seguimos intercambiándonos caricias, con delicadeza me levanté, tomándole dulcemente de su ya empinada verga le invité a acompañarme a la comodidad de mi gran cama. Esta vez la procesión hasta el dormitorio fue general, los queridos y curiosos espectadores se colocaron a nuestro alrededor adecuadamente sin peder nada de la escena, mientras que nosotros proseguimos con nuestros juegos ajenos a lo que nos rodeaba.

José me tumbó al borde la cama y desde el suelo inclinado sobre mi me acariciaba todo el cuerpo con su lengua y una de sus manos, besaba tiernamente sobre la frente, los ojos, bajaba hasta mis labios, el cuello, así fue bajando hasta apoderarse de mis pezones y seguir con estas caricias que me tenían tremendamente excitada. Mientras su boca titilaba, alternando, mis pezones, su mano se posó sobre mi coño, convenientemente lubricada, primero con un poco de saliva y luego con mis propios flujos, que ya eran significativos, paseó sus dedos por el borde de mis labios vaginales, primero exteriormente luego subía por el interior hasta acariciar mi clítoris que ya estaba de lo más sensible, al igual que el resto de mis zonas erógenas, por la sesión anterior. Noté como un dedo se introducía suavemente en mi vagina, mientras su dedo pulgar se posaba sobre la zona del clítoris y empezaba un delicado masaje circular, presionando lo justo para conseguir que mi calentura subiera hasta un grado insoportable. Mi cuerpo se arqueaba ante la fuerza de aquellas caricias, noté que un segundo dedo se sumaba a aquella penetración, al tiempo y una vez mi vagina lo había aceptado, comenzó un frenético meti-saca, al tiempo que acariciaba el clítoris. Aquello fue tremendamente efectivo, una especie de corrientes eléctricas pasaban de mi vagina a mi cerebro, estaba a punto de correrme. Súbitamente bajo la intensidad dejándome como frustrada, sus caricias continuaban, pero esta vez con mucha dulzura, poniéndome nuevamente al borde del orgasmo. Nuevamente cambió el ritmo, metía sus dedos a una velocidad frenética y ya no pude soportarlo, tuve mi primer orgasmo con mi dios de ébano. Necesitaba imperiosamente sentir su enorme verga en mi vagina, pero no se lo pedí, dejé que siguiese con sus caricias, porque me volvía loca. Jugaba conmigo como quería, pero con una maestría que denotaba una gran experiencia a pesar de su juventud. Estas reflexiones que hago ahora, en aquel momento me importaban un comino, lo que realmente quería, era tener sobre mí un macho que sabía hacer estremecer hasta la última fibra de mi cuerpo, predisponiéndome a una gran follada.

Siguió jugando conmigo, yo había perdido la noción del tiempo y del espacio, no sabía ni donde me encontraba, solo podía sentir el goce que me producían sus caricias, a veces bruscas, a veces muy tiernas. Yo era un volcán en plena erupción. Cuando al fin sentí que aquel pollón entraba en mi vagina, abriéndose paso entre sus paredes y llegándome hasta lo más profundo de la misma, me dejé ir, un nuevo y prolongado orgasmo se apoderó de mí, convulsionando mi cuerpo y mis sentidos y así siguió durante una eternidad, sentía mi cuerpo estremecerse de placer y de lujuria. No se las cosas que hice, ni lo que dije, solo aquel placer que me envolvía, y me pedía más y más sexo, sexo fuerte, desesperado, necesitaba que aquella fuerza de la naturaleza, acabase conmigo, me destrozase. Sentía su polla en la garganta y quería más, mucho más.

No recuerdo mucho más, por lo que después me contó Peter, debimos dar todo un espectáculo, según parece estuvimos casi cuarenta y cinco minutos de sexo frenético y desesperado, entre mis gritos, suspiros y un trabajo sistemático e increíble de José, que aguantaba mis imprecaciones y exigencias de forma maravillosa. Mi hijo me confesó que nunca me había visto gozar tanto y de una forma tan desesperada. Los cinco expectantes admiradores ni se movieron, estaban paralizados presenciando aquel polvazo realmente espectacular. Cuando por fin José soltó todo su esperma en mi interior y cayó sobre mi, exhausto, nuestros admirados espectadores, reaccionaron y fueron desfilando hasta el salón, mientras nosotros nos recuperábamos de aquella maratoniana sesión de sexo. Yo había quedado desvanecida, volví en mi al cabo de unos minutos, estaba sola en la cama, totalmente agotada, traté de incorporarme y chorros de flujo y esperma salían de todos mis agujeros, la cama estaba encharcada de fluidos, sudor y semen. Me levanté como pude y me dirigí al baño, abrí la ducha y permanecí bajo el agua caliente hasta que mi cabeza pudo reaccionar y comprendí lo que había gozado, mis pezones, los labios de mi vagina estaban tremendamente sensibles, el contacto del agua sobre ellos me enervaba y me hacía estremecer nuevamente, me dolían todos los músculos del cuerpo, pero era un dolor muy placentero, supongo que las mujeres que estáis leyendo esto y habéis pasado por alguna experiencia similar me comprendéis perfectamente. Es muy agradable sentirlo, pero muy difícil de explicar toda la intensidad de lo que se siente.

Cuando al fin salí de la ducha y me arreglé, sequé mis cabellos y poniéndome una bata por encima me dirigí al salón, me sentía muy cansada pero absolutamente feliz y relajada, parecía que todo mi bajo vientre hubiese desaparecido, sentía una especie de vacío muy placentero. El espectáculo que me encontré al llegar al salón era de lo más excitante, se conoce que habían recuperado fuerzas y estaban dispuestos a gastarlas en una locura de desenfreno total. Me maravilló ver a Amparín, como una fuerza de la naturaleza desatada, bastarse ella sola para acabar con todos mis chicos. No conocía esa faceta de mi amiga y realmente fue toda una sorpresa para mí que aprovecharíamos sin duda en el futuro. Ahora mismo estaba ensartada por todos sus agujeros, José en su coño, Quique en su culo, la polla de Iván en su boca y aun pajeaba a Jaime y a Peter con sus manos. Era alucinante, y lo mejor de todo es que a pesar de lo excitante de la situación, yo lo veía relajada y con una gran satisfacción interior de haber contribuido a que todo se desarrollase de una forma tan natural y placentera.

Dejé a mis amigos con sus placeres y me retiré a mi cuarto, cambié la sabana y me tumbé a descansar placidamente, sabiendo que mis amigos se estaban realizando a tope. Desperté al día siguiente hacia las diez de la mañana, en la casa reinaba un silencio absoluto. Necesitaba un café urgentemente y tenía un agujero en el estomago que necesitaba llenar de inmediato. Me preparé un desayuno que devoré en unos segundos. Ya más tranquila me dirigí al salón, levanté las persianas y aunque estaba un poco revuelto, nada hacia pensar en la orgía que había tenido lugar unas horas antes. La moto de José permanecía en el jardín lo que me confirmó que había pasado la noche en la casa. El vestido que había traído Amparín también estaba tirado en una de las sillas, por lo que también seguía en la casa. Fui recogiendo las cosas sin hacer mucho ruido, dejando que siguiesen descansando de aquella noche agotadora.

A medida que fueron levantándose, todos con muy buen humor y relajados, les prepare un energético y reparador desayuno y nuevamente en la mesa se desarrolló una, muy amena, conversación acerca de lo que había pasado la noche anterior y por lo que contaban, algún que otro escarceo de madrugada, muy comentado. Está visto que hay gente muy caliente. José se despidió porque tenía algo que hacer y ya llegaba tarde, aunque quedamos en repetir la fiesta en cuanto hubiese oportunidad. Amparín debía terminar su trabajo, ya que lo debía entregar al día siguiente y lo tenía muy verde, eso si, quedamos en hablar, largo y tendido, acerca de lo que había pasado y de cuando lo repetiríamos.

Los chicos me ayudaron a limpiar y adecentar la casa y, dado que habían encargado una paella en el Rincón de Pepe, para las dos, no teníamos que preocuparnos de la comida y aun tuvimos tiempo para darnos un chapuzón en la piscina. Iván tenía que tomar un avión a las ocho de la noche, por lo que debíamos regresar a Valencia tempranito, así que preparamos todo y nos fuimos para el restaurante después de ordenar la casa y dejarla bien cerrada. En la comida y en el viaje mis muchachos no dejaron de alabarme y de decirme que había sido un fin de semana inolvidable y me demostraron un cariño maravilloso, halagaron mi vanidad y realmente estaba encantada de hubiésemos tenido aquel fin de semana, que desde luego no fue el último con mis chicos y ya con mi marido, que quedó encantado.

Después de dejar a los chicos en sus casas, Peter y yo recogimos las cosas que traíamos de pasar el fin de semana y nos sentamos a descansar en el salón, viendo la televisión. Hablamos con mi marido, contestó al teléfono mi hijo y estuvo explicándole a su padre, con todo detalle, la fiesta de la noche anterior y la sorpresa que habían sido, tanto Amparín como José, los comentarios y el lenguaje que empleaba era tan fuerte, incluso para mi, que solo de escucharle y de oír después los comentarios de mi marido, acabé con la entrepierna totalmente mojada. Peter se dio cuenta y nada más colgar se deslizó entre mis piernas y sin encomendarse a nadie empezó a lamerme el coño con una maestría que me arrancó desesperados suspiros de placer. Yo creía que había tenido sexo para muchos días, pero ante aquello la fiera caliente que llevo dentro, se desbordó de nuevo y terminamos follando como locos. Peter me arrancó no se cuantos orgasmos y yo a él le deje seco. Tomamos una pequeña cena y nos fuimos a la cama, donde dormimos abrazados hasta el día siguiente. Peter tenía que ir al colegio, pero dado que ya se habían terminado todos los exámenes, le dispensé de ir y seguimos durmiendo hasta bien entrada la mañana y puedo aseguraros que en toda la noche solo dormimos, de verdad, solo dormimos.

Queridas amigas y amigos, hasta aquí el relato de Sonia, como siempre si queréis hacerle llegar vuestros comentarios, dudas o cualquier otra cosa, por favor no pedir fotografías ni citas, estamos a vuestra disposición en la dirección de correo.